03

Frío Leo

-No le hagas mucho caso… De todas maneras, no tenía pensado salir mañana…

Leo asintió, no queriendo molestar, y se dirigió a la escalera de caracol. Pero justo cuando iba a bajar, se dio la vuelta y me dijo:

-Yo iba a comer por ahí, pero claro, es Nochebuena, y si voy solo me van a mirar raro.

-¿Mirar raro?

-Ya me ha pasado los años anteriores.

Esa frase escondía más de lo que él quería decir. Si le ha pasado los años anteriores, es porque también ha cenado solo esos años. Y aunque es verdad lo que dijo Sol, también es verdad que nunca me he sentido completamente sola. Sin embargo, pasar Nochebuena y Navidad solo porque no tienes a nadie más debe ser… triste…

-Bueno… ¿Plan para esta noche?

-Carne.

Tan solo con oír esa palabra mi estómago rugió. Y es que no hay nada más que me guste que una buena chuleta de cerdo, o un buen solomillo. Y ya si comemos todo junto me siento como en el paraíso.

-Voto por la carne.-dije levantando la mano.-Espera un momento, que me cambio.

-Yo voy saliendo. Te espero fuera.

Bueno. Este año tenía mejor pinta. Es la primera vez en diez años que paso la Nochebuena con alguien que me puede dar conversación. Vale, quizás Leo tiene que trabajar un poco sus habilidades sociales, pero son aceptables…

Decidí ponerme un gorrito con un lazo, junto con un suéter de punto blanco y negro, una falda de lana roja, leotardos blancos y unas botas altas. Y esperar que no haga mucho frío. Hombre, las calles están nevadas, así que frío hay, pero…

Cuando iba a abrir la puerta para salir, el pomo se giró solo y la puerta se abrió, dejando ver a un Leo mojado de arriba a abajo.

-Qué… ¿Qué te ha pasado?

-Las divas.

Aunque se notaba un montón que estaba haciendo un esfuerzo por no parecer enfadado, y tenía la misma expresión de siempre, tenía un aura que decía “las mataré”. Parece que las chicas habían aguantado mucho sin meterse con él.

-Ten cuidado al salir.-me dijo antes de entrar al baño.

-Leo, ¿quieres que te seque el pelo con mi secador? Así tardarías menos…

Después de un par de segundos pensando, Leo dijo:

-Bueno… Yo me visto rápido.

-Voy a buscar el secador.

Tras diez minutos de aire caliente, el pelo de Leo tenía mejor pinta. Además, como tenía bastante pelo podía secarlo de manera que quedara con más volumen, cambiando su típico pelo de asiático por algo más… ¿Anime? Pero sin exagerar tanto. ¡Ah, sí! Como el de sus amigos. Los cuales por cierto…

-Leo, ¿a tus amigos no les gusta el pelo negro, no?-dije riéndome.

-Dijeron que…

-Leo, con el sonido del secador si hablas tan bajito con se te oye. Habla más alto.

Leo me miró a través del espejo (yo no lo miré directamente, pero lo vi por el rabillo del ojo), y tras suspirar volvió a decir:

-Dijeron que como vamos a ser… ¿Cómo fue? Del mundo del entretenimiento, tener todos el pelo negro era aburrido. Así que están experimentando.

-¿Y tú?

-Yo me libré. De momento.

-¡Yo te quiero ver con el pelo rojo!-dije riéndome.

-No les des ideas…

-¿Y se lo tiñen ellos?

-Sí. Ellos se saben manejar con los peines, secadores y planchas… Yo en eso soy más bien patoso.

-Pues deberías aprender.-dije apagando el secador.- Terminado. Y he de decir que secado con secador el pelo te queda mucho mejor. Y—

En ese momento me fijé en una cosa. Leo llevaba un pantalón verde botella con una camisa amarilla. Y un suéter violeta. No, mi niño, no me puedes ir como si fueras una bandera.

-Leo… A ver si acierto… ¿No te interesa mucho el mundo de la moda?

Leo se limitó a negar con la cabeza.

-Se nota. Y te digo que cualquier chica que te vea vestido así no te deja salir a la calle.

-Me recuerdas a mi madre…

-Y con razón. Vamos a ver tu armario.

-Pero si estoy bien…-dijo mirando para su ropa.

-No, no, no… Estás bien si vas a ir al circo. No te vas a librar.

Después de un rato, encontré un conjunto perfecto, siempre llegando a un acuerdo con él. No le voy a vestir de una manera que no sea su estilo. Y fue mucho más fácil de lo que imaginaba. Pantalón negro, unas Vans, una camisa con el dibujo de un tigre en el centro y una chaqueta marrón. ¿Tan difícil era?

-¿Ves? Mucho mejor. Apunta en una libreta: no combines colores. Siempre un color neutro en un lado, y en el otro si puedes usar colores como naranja, amarillo o rojo. Los colores neutros si combinan entre ellos.

-Colores neutros…-dijo Leo pareciendo bastante perdido.

-Negro, blanco, gris, marrón, vaquero… Eso.

-Intentaré acordarme.

Y he decir que Leo bien peinado y vestido está para mojar pan. Y no soy la única que lo piensa. Cuando íbamos bajando por las escaleras para salir del campus, cogí las miradas de las chicas que pasaban al lado. Y todas tenían esta cara: O.O

Incluidas las divas.

Es más, oí por ahí a unas chicas hablando en español (supongo que pensaron que no las iba a entender, porque nunca han hablado conmigo), y decían que parecíamos dos modelos. Aunque yo creo que eso ya es pasarse.

En cuanto salimos del edificio, el aire frío me dio en la cara, recordándome que estábamos en pleno diciembre.

-Brrr…

-¿Tienes frío?

-Nah, ya me acostumbraré. ¿Tenemos restaurante ya pensado?

-Eh… No.

No pude echarme a reír. Chico, no puedes ir por ahí a la aventura, busca las cosas primero…

-Bueno, lo primero es lo primero. Cojamos el autobús que nos lleva al centro de Dublín.

Tras diez minutos, estábamos en pleno centro. La verdad, había un ambiente bastante navideño: luces por todos lados, nieve y un bonito y enorme árbol de navidad en la plaza más grande de la ciudad. Cada tantos metros había puestos de manzanas de caramelo, algodones de azúcar y almendras garrapiñadas.

-Voy a mirar en el móvil si hay restaurantes buenos por los alrededores.-dije sacando mi Samsung Galaxy.

-Oh.

-¿Mm?-dije mirando para él.

-Samsung. Es coreano. Significa “tres estrellas”.

-¿Ah sí?-dije sorprendida. ¡Tengo un trocito de Corea en mis manos!

-Voy al cajero a sacar dinero, que no tengo nada en la cartera.

-Te espero aquí.-dije tecleando. La verdad, es difícil darle a las letras con los dedos temblando por el frío. Intentaba poner “restaurante” y salía “rwrsutsnre”. Y eso el autocorrector no lo cogía.

Al momento sentí que había alguien delante de mí, así que levanté la cabeza esperando ver a Leo. Pero para mi sorpresa a quien tenía delante era un chico con un lado de la cabeza rapado, pendiente en una oreja y un mal rollo que no veas.

-Hola, guapa. ¿Estás sola?

-No.

-Oh, venga, no seas así.

Solo el tono con el que estaba hablando me estaba poniendo los pelos de punta. Lárgate.

-¿Qué hace una chica como tú sola en Nochebuena?

-No estoy sola.

-Ya claro, yo ese cuento me lo conozco.-dijo acercándose a mí.

En ese momento dejé de mirar al móvil y di un paso hacia detrás, empezando a pensar que el tipo no se iba a ir tan fácilmente.

-Estoy esperando por alguien. Así que no pierdas tu tiempo conmigo.

-Oh jo jo… Créeme, contigo no pierdo el tiempo.-dijo acercándose más. ¡Que te largues, pirado!-Conozco un sitio con un ambiente increíble. ¿Te vienes?

-No. Vete.

-No seas así, pequeña.

¿Pequeña?

-Ven conmigo.-dijo cogiéndome por la muñeca.

-¡No! ¡Déjame tranquila!-dije intentando soltarme, pero él tenía más fuerza que yo.

-¡¿Qué se supone que estás haciendo?!

Leo. Detrás de él estaba Leo con cara de querer matarlo. Así que éste es Leo enfadado. Da miedo. MUCHO miedo. Y además, nunca le había oído gritar. Y definitivamente sus más de 1,80 metros se notan, e intimidan.

-¿Eh? ¿Y tú quién eres?-dijo el tipo mirando a Leo.

-La persona a la que estaba esperando. Ahora si no te importa, piérdete.

El otro chico me soltó la mano, y se acercó a Leo para hablarle al oído. Pensaría que no lo iba a oír, pero lo escuché perfectamente:

-Venga, llevo mucho sin pillar cacho. Y es Nochebuena. ¿Un regalito?

Al oír eso, yo me escandalicé y me asusté de verdad, y a Leo le estaban a punto de salir rayitos por los ojos.

Esta vez hablando para los dos, el tipo dijo:

-¿O me vas a decir que eres su novio? No, no, no, ese truquito me lo conozco.

-Pues sí. ¿Algún problema?-dijo Leo, y justo después miró para mí. En sus ojos podía ver cómo me pedía que le siguiera la corriente.

-¿Sí? Vamos a ver si es verdad. Si eres su novio, no te importará darle un beso, ¿no?

Uy. La jugada nos salió mal. Hay un límite hasta donde podíamos fingir. O eso pensaba.

Porque tras decir aquello, Leo se acercó a mí y posó sus labios sobre los míos.

Y juro que si te acercabas mucho a mí (Leo probablemente lo estaba oyendo) podías oír un “PIIIIIIIIIIIIIIIIIII~” en mi cabeza, porque se me quedó en blanco. Bueno, vamos a ser sincera. Blanco no exactamente… Un par de fuegos artificiales sin importancia…

-¿Ya? ¿Contento? ¡Lárgate!

No sé cual expresión era mejor. Si la mía, ya que no procesaba lo que había ocurrido y parecía en trance, o la del chico, que parecía que le habían quitado un número premiado de lotería. Eso mezclado con incredulidad.

-Maldito hijo de…-dijo mientras se alejaba.

Tuve que pestañeé un par de veces para asegurarme de que lo que había pasado no fue un sueño. Un momento. ¿Por qué iba a ser un sueño?

-¿Luna?

Ahora en vez del “PIIIIIII~” en mi cabeza lo que sonaban eran engranajes funcionando. Estoy segura de haber oído a Leo llamándome, pero mi cabeza iba con un par de segundos de retraso a lo que pasaba a mi alrededor.

-Luna, lo siento, pero no se me ocurría otra cosa para que se fuera…

¡Chas! Logré volver a la realidad.

-No, no, no pasa nada.

-Pero--

-Da igual. Gracias por aparecer. Ese tipo me estaba empezando a dar miedo. Por cierto, acabo de encontrar un restaurante cerca de aquí. ¿Vamos?

Y tan pronto como entré en aquel sitio se me pasó el shock que llevaba encima (bueno, no totalmente…). Simplemente con el olor que flotaba en el aire del establecimiento se me hacía la boca agua. Y los platos que veía en las mesas tenían una pinta…

-¿Mesa para dos? Vengan por aquí.-dijo el camarero.

Empecé a mirar la carta cuando oí unas voces cantando. Tras levantar la vista me di cuenta de que a un lado del local tenían un pequeño escenario, con una pantalla y unos micrófonos. A los lados había unos carteles que ponían “¡Sé el mejor que canta y gana una cena gratis, con carnes de primerísima calidad!”. Es una pena que yo no sepa cantar bien…

Un momento.

-Leo, mira allí.

Al principio no me entendió, pero al ver los carteles sus ojos se abrieron como platos.

-No sé yo…-dijo Leo. Y todavía se queda pensando.

-No me vayas a decir que no quieres cantar porque te da vergüenza, porque bueno…

-No, no. Es que creo que es abusar demasiado.

Abusar. ¿De verdad? ¡¡MEJOR!! ¡¡CENA GRATIS!!

-Pero el premio es carne de primer--

-Ya voy a apuntarme.-dijo levantándose de la silla.

Cuando se acercó al mostrador donde estaban las listas, varios de los concursantes lo miraron con curiosidad, y cuando habló para decir su nombre, al oír lo bajito que hablaba se echaron a reír. No, no os confiéis. Que yo tampoco pensaba que pudiera tener semejante voz.

Y claro. Pasó lo que pasó. Cuando le tocó el turno a Leo, fue directamente a las canciones de chicas, ya que las de chicos tenían un registro demasiado grave para él. Y supongo que el resto de concursantes pensaron que encima de no poder cantar, iba a por lo difícil con una de chicas, así que se rieron más fuerte.

Leo eligió Fireworks, de Katy Perry. Cuando la canción empezó, todos miraban a Leo con expectación. Como era de esperar, la canción empezó bastante grave y suave. Pero Leo no desafinaba, así que el resto de los concursantes lo miraban con cara de “bueno, el ridículo no va a hacer, pero ganar no”.

Ja. Ja. Ja.

En cuanto llegó el estribillo, Leo lo bordó. A pesar de ser una canción muy aguda y tener que aguantar en la misma nota un par de segundos, Leo no tenía problemas. Así que el resto de concursantes se quedaron con la misma cara que las chicas que nos habían visto por el pasillo: O.O

Y lo que más me sorprendió: cuando Leo canta, sí pone expresiones. Ya lo sabía, pero seguía siendo raro. Raro en el buen sentido.

Cuando la canción terminó, todas las personas que estaban en el restaurante se pusieron a aplaudir, y algunas incluso a silbar (yo era una de ellas…).

-Bueno, yo creo que está claro quién ha ganado. Dudo mucho que haya una actuación que logre superar a esta.-dijo el que parecía ser el dueño del sitio.- ¡Por lo que usted y su acompañante han ganado la cena!

¡¡BIEEEEEEEEEN!!

En serio, nunca había comido tan bien como aquel día. Todo, pero TODO estaba buenísimo. Cuando terminamos con todo, estábamos tan llenos que si comíamos una sola cosa más explotábamos.

-¿Qué? ¿Nos vamos?-dije sin creerme lo que yo misma decía. No había ganas de levantarse…

-Bueno…

Uno. Dos. Tres. No, ninguno de los dos se levantó. Ante nuestra incapacidad para movernos tras el atracón que nos habíamos dado, Leo y yo nos miramos y nos echamos a reír.

-Veeenga…-dije levantándome lentamente.

Pero Leo seguía sentado en la silla. Así que arrastrando los pies por el suelo me acerqué a él y le tiré del brazo intentando levantarlo. Pero claro, que yo pueda con él no me lo creía ni yo.

-Va…-dijo Leo levantándose.

Tras salir del restaurante, empezamos a caminar por la avenida principal de la ciudad. Todavía faltaban unos cuarenta minutos hasta que pasara el autobús de vuelta al campus, así que teníamos que hacer tiempo de alguna manera.

-He oído que hay una pista de patinaje cerca de aquí. ¿Vamos?

-¿Tú sabes patinar?-me preguntó Leo.

-Ni idea. Pero siempre hay una primera vez. ¿Y tú?

-No.

-Vas a ver qué divertido. Y ya como nos caigamos, más divertido todavía.

-Dolor. Qué ilusión.

En el camino hacia la pista de patinaje, había varios puestos de algodón de azúcar, a los que no pude quitarles el ojo de encima.

-¿Quieres uno?

-¿Eh? No, no… Eso es para niños…-dije sin quitarles ojo.

-Eso no ha sonado muy convincente.

-¡Mira! ¡La pista de patinaje!-dije señalando hacia delante.

Empecé a caminar más rápido, porque íbamos tan lento que me estaba enfriando. Pero después de un par de pasos me di cuenta de que Leo no estaba al lado mío.

-¿Eh? ¿Dónde se metió?-dije para mí misma.

-Toma.

Delante de mí apareció una gran bola rosa. Y ahora que estaba tan cerca, era un poco difícil resistirse.

-¡Leo! ¿No te dije que no quería?

-Sí, claro…

Pero después de mirar al algodón de azúcar a los ojos, y que él me mirara a mí, terminé cogiendo el palito.

-Lo acepto sólo porque ya has pagado.

-Claro, claro.-dijo con cierto retintín.

-Toma. Coge tú también.-dije mientras se lo ofrecía.

Así fuimos los dos, comiendo algodón de azúcar hasta la pista de patinaje. Cuando llegamos ya nos lo habíamos terminado. Después de pasar por el mostrador para pedir los patines, pasamos a la pista en sí. Y tan pronto como pusimos un pie en el hielo empezó el espectáculo.

Parecíamos un ciervo que acababa de nacer. O un pato mareado. O las dos cosas.

-A ver…-dije atreviéndome a dar un paso de manera que deslizara. Había usado alguna que otra vez patines en línea, pero no me podía considerar una experta.

Y tan pronto como empezamos me encontré con el primer problema.

-¡¡AAAAAAAAH!! ¡¡NO SÉ FRENAR!!

Y Leo, el muy cabrón, en vez de ayudarme se puso a reír. Pero a reír a carcajadas. O sea, que yo estoy por matarme y él se ríe. Intentaba taparse la boca, pero no tenía fuerzas ni para llevarse las manos para delante de la cara. Chaval, no te rías que a ti te va a pasar lo mismo.

Leo dio un par de pasos para llegar hasta mí, y cuando estuvo al lado mío se encontró con el mismo problema que yo: al no saber frenar y venir más rápido que yo, se pasó. Y ahí la cara le cambió. ¡JAJAJA! ¡Ahora la que se ríe soy yo!

Moviendo los pies para intentar pararse, Leo puso los patines en cruz, con la parte de delante abierta. Él se logró parar, pero claro, yo venía detrás y no me dio tiempo a parar, así que adivinad.

Exacto. ¡PLAF!

Caí justo encima de Leo. Con la mala suerte (o no) de que nuestras caras se quedaron a escasos centímetros la una de la otra. De repente, dejé de oír todo lo que había a nuestro alrededor, y lo único que resonaba en mi cabeza eran los latidos de mi corazón. Tardamos un par de segundos en darnos cuenta de la posición en la que estábamos, y nos pusimos de rodillas a la velocidad del rayo. (de rodillas porque de pie no podíamos)

-Lo siento…-dije riéndome.

Ayudándonos el uno al otro nos levantamos y empezamos a dar vueltas por la pista, practicando el cambiar de dirección y parar. Al cabo de diez minutos ya íbamos a toda pastilla por el hielo.

-Te echo una carrera.-dije apoyándome en la barandilla de la pared.

-Vas a perder.

¿Oh? Yo este lado medio sarcástico de Leo no lo había visto.

-Más quisieras.-dije poniéndome en posición.

A mi señal los dos empezamos a patinar a gran velocidad por un lado de la pista para no molestar a las demás personas, y con el factor que Leo no había contado es que al ser más bajita, yo podía controlar mejor el equilibrio, lo que hacía que pudiera pasarle.

Cuando pasé a su lado le lancé un beso volado de consolación y dije con mi mejor voz:

-Adiós~

Y aunque la cosa estuvo bastante reñida, logré llegar primero al otro extremo gracias a que no medía 1,80.

-¡Ja ja ja!-dije mofándome de él.

Pero quizás no debería haber dicho eso. Porque cuando llegó a mi lado me quitó el gorro y me pasó la mano por el pelo, despeinándome.

-¡Nooooo!

-Tarde.-dijo él.

Cuando me dejó, tenía miedo de mirarme en cualquier sitio. Tenía que tener unos pelos de loca que bueno… Y a diferencia del primer día que nos conocimos, ¡HOY SÍ SE RIÓ! ¡OH JO JO! ¡ME HAS DECLARADO LA GUERRA!

Me quedé mirando a ver qué podía hacer, ya que hacerle lo mismo que él a mí estaba descartado, pues no llegaba. Cosas de tener a una torre como amigo.

Así que ataqué con mi otro único recurso. Cosquillas.

-No vas a conseguir nada… No tengo cosquillas…

¿Ah no? Eso lo veremos. Tengo una hermana que dice no tener cosquillas, pero yo se las encuentro.

Y fue acercar mis manos a su barriga para que saltara sorprendido. ¿Ves? Te lo dije.

-¿Cómo? ¡Nadie ha conseguido hacerme cosquillas!-dijo huyendo de mí.

-Hola, mi nombre es Alguien.-dije acercándome a él.

Y se ve que los de la pantalla gigante estaban aburridos, porque cuando me quise dar cuenta en la pantalla estábamos Leo y yo, yo intentando hacerle cosquillas y él huyendo de mí, inscritos en un corazón. Estilo Superbowl.

Leo, al verme parada y sin intenciones de atacar otra vez, se acercó a mí otra vez y empezó con su venganza: hacerme él cosquillas a mí.

-Leo… ¡Leo!

-Venganza…

-¡Mira!-dije intentando soltarme.

-No, eso no va a funcionar…

Para que parara, le agarré las manos y le obligué a mirar a la pantalla.

-Oh…

Exacto.

Cuando los realizadores se dieron cuenta de que nos habíamos dado cuenta de que nos estaban grabando y que no íbamos a seguir, cambiaron rápidamente a otra pareja que estaba haciendo el ganso como nosotros.

De repente, sentí un escalofrío por la espalda, y me dio por mirar el reloj. Oh. Oh no. No, no, no.

-¿Qué pasa?-dijo Leo.

-Que tenemos cinco minutos para llegar hasta la parada de autobuses. Si no, tenemos que volver andando, ya que es el último.

Tardamos medio segundo en asimilarlo. Igual que en las películas de dibujos animados, cuando intentamos correr nos quedamos en el sitio (cosas del hielo), y después de un par de impulsos nos acercamos a la salida a la velocidad del rayo.

Tras dejar los patines en el mostrador, echamos a correr hacia la parada. Yo creo que íbamos más bien volando. Y encima, como Leo tenía las piernas más largas que yo, él iba más rápido. Así que para intentar quitar la distancia que nos separaba, Leo y yo nos cogimos inconscientemente de las manos. Así él iba tirando de mí e íbamos más rápido.

Cuando llegamos, el autobús estaba a punto de irse. Si no es porque le dimos unos golpes se va sin nosotros. Pagamos el viaje y nos sentamos donde primero pillamos. Después de recuperar el aliento, nos dimos cuenta de que todavía estábamos cogidos de manos, así que las apartamos ruborizados.

-Ha estado divertido.-dije recordando la carrera.- Y si le digo a la gente del campus que Leo me ha hecho cosquillas, creo que me encerrarían en un manicomio por ver visiones.

Al nombrar las cosquillas Leo se acordó de su venganza no terminada por culpa de los cámaras de la pista de hielo, e hizo un amago como de intentar seguir, pero le cogí las manos a tiempo.

-Estate quieto.-dije entre risas.

-Gracias.

¿Mm? ¿A qué viene semejante cambio de tono?

-¿Por?

-Creo que… Creo que nunca me había divertido tanto en un campamento. Desde que le dije a una de las divas que… Que no quería salir con ella, siempre había estado solo. Los… Los que se acercaban a mí, o se cansaban de que no les respondiera… O se alejaban de mí por culpa de las divas. Y… Y no es que les ignorara a propósito. Es que… Bueno, soy bastante tímido, y no sé… No sé empezar una conversación.

-Wow.

-¿Mm?

-Nunca te había oído hablar tanto.

-Em…-dije entre risas.- ¿Has oído algo de lo que he dicho?

-Sí, sí, tranquilo. Pues para que la gente no te ignore, deberías por lo menos contestar. O aclarar que eres tímido.

Quizás no debería haber dicho eso. Leo, al oír mi comentario miró al suelo, y juraría que vi lágrimas en sus ojos.

-Eh eh… Tampoco es para tanto…

Miré a nuestro alrededor. Ya estábamos llegando al final del trayecto, así que prácticamente solo estábamos nosotros dos en el autobús.

-Leo…-dije mientras hacía que mirara para mí.

Y lo que vi me dolió más a mí que a él. Leo estaba llorando.

-Ey… No pasa nada… Si la gente con la que te has topado no ha intentado ser tu amigo, ¡peor para ellos! Yo en cuanto vi que no me contestabas me dije a mí misma: “Luna, sigue insistiendo.”

-Eres bastante cabezota…-dijo medio riendo medio llorando.

-Si hay un muro, yo me doy contra el muro. Y no te preocupes por las divas. Yo no me iré, porque aparte de ti no tengo más amigos.

Leo asintió y se limpió las lágrimas con la mano. No podía parar de llorar, y aunque él quería, no podía. Y yo sabía más que nadie la rabia que daba eso, porque a mí también me pasaba lo mismo cuando lloraba.

Así que hice lo que más quiero que me hagan a mí cuando lloro. Lo abracé, sin decirle cosas como “deja de llorar”, o “no pasa nada”, ya que eso es peor. Leo al sentir mis brazos se sorprendió, y empezó a llorar con más fuerza. Cualquier persona hubiera pensando que lo hacía porque estaba más triste, pero no. Todo lo contrario. Conozco esa sensación. Es alivio.

-Yo… Esto…-dijo entre sollozos.

-¿Mm?

-Su--supongo que… Que debería dejar d--de llorar an--tes de lle--llegar al cam--campus…

-¿Tu quieres reírte un rato?-dije sacando mi móvil.

-¿Reírme?-dijo sin entenderme.

-Vas a ver…

Tras desbloquear el móvil, le di a videollamada y marqué el número de Sol. Fueron dos toques antes de que me lo cogiera.

-¡ME CAGO EN TODO, LUNA, YA ESTÁS OTRA VEZ SOLA EN NAVIDAD!

-No, estoy con Leo.

-¿Entonces por qué me llamas? ¿Y dónde está Leo? Yo no le veo…

Giré un poco el móvil para que la cámara cogiera a Leo, y aunque intentó taparse la cara yo se lo impedí.

-¡Luna! ¿¡Qué le has hecho al chico!?

-¿Yo? ¿Por qué soy yo la que hizo algo?

-No sé, como que está llorando… Eso me hace sospechar de ti…

-Habla en inglés… Llamé para poder reírnos un rato.

-Bueno… En inglés… Ya el conejo me riscó a la perra. Leo, cariño, ¿estás bien?

Leo al oír el inglés chapurreado de Sol, Leo no pudo reprimir una carcajada, y limpiándose las lágrimas le asintió.

-Menos mal… ¿Qué te hizo la loca esa?

-¿En qué momento aprendiste tú inglés?

-Me lo está chivando mi prima. Di, Leo. ¿Qué te hizo la loca de Luna?

-Pasar conmigo uno de los días más divertidos que he pasado en mi vida.

Después de que le llegara la traducción por parte de la prima y que le dijera lo que quería decir, dijo:

-¿Eh? ¿Y eso por qué es malo?

-No es malo.

-Me perdí.

-¡Si vieras Sol! ¡Fuimos a una pista de patinaje!-dije emocionada.

-¡MALDITA SUERTUDA!

-Hicimos una carrera y todo.

-¡ME CAGO EN VOSOTROS!

-Y hasta aparecimos en la pantalla gigante.

-¡¡NOO!! ¡¡ESE ERA MI MOMENTO DE GLORIA!!

La contestación de Sol venía con un par de segundos de retraso, porque teníamos que esperar a la traducción, pero igualmente nos reíamos.

-¿Y tú? ¿Qué tal tu cena de Nochebuena?

-Después de cansarme, me metí en una habitación a dormir. Hasta que tú me llamaste.

-¿Has estado durmiendo todo el rato?

-El Sol debe dormir por la noche. Tú, en cambio, Luna, no te quedes toda la noche despierta. Va por ti también, Leo.-dijo con una sonrisa que daba a entender otras cosas. Bueno, otras cosas no, estoy segura de que se refería a eso.

Desde el rabillo del ojo vi cómo Leo se ruborizaba (lo digo porque la cámara del móvil no lo cogía). Qué mono… ¡Eh, Luna, para! ¿Cómo que “qué mono”? ¿Por qué piensas eso? ¿¡Qué te está pasando!?

-Luna, deja de hablar contigo misma.

-Comimos algodón de azúcar.

-Mañana cojo un avión y estoy ahí. Es más, lo haré hoy. ¡¡YO QUIERO!!

-Y comimos carne en un restaurante. TODO lo que te gusta. Pero TODO. ¿Sabes lo que estuvimos hablando el otro día? Pues comí de TODO eso. TODO.

-Te odio.

-Y gratis.

-Hija de…

-Gracias al cantante este.

Sol se quedó un par de segundos patinando.

-¿Cantante? Como me digas que Leo canta…

-Canta.

-Cabrona.

-Mide más de 1,80.

-Me cago en ti.

-Moreno. Del tipo mono.

-Maldita hija de p--

-Escucha todo lo que hablo, sin interrumpirme. Lo escucha TODO.

-Leo, mi niño, ¿tienes novia?

Sin saber por qué, esa pregunta me puso nerviosa. ¿Qué me está pasando?

-No.

Al oír su respuesta mi corazón se calmó un poco. Un momento. ¿Y por qué iba a estar aliviada de que hubiera dicho que no?

-Estoy libre.

-Vivo en Corea.

-La distancia no es un problema.

-Corea está en la otra punta del mundo.

-Te digo que no es un problema.

-Ya tengo a alguien aquí.-dijo apoyando su cabeza en mi hombro, lo que hizo que las pulsaciones de mi corazón se dispararan. ¡¿Por qué?!

-¡ME CAGO EN VOSOTROS DOS! ¡NO QUERÉIS QUE YO SEA FELIZ!-dijo fingiendo estar llorando.

-Sol, creo que algún día tendrías que conocer a los amigos de Leo. Serías feliz.

-Desembucha.

-Todos más de 1,80.

-Ajá.

-Son un grupo de música, por lo que todos saben cantar, y uno de ellos inclusoar. ¡Ah! Y me recuerdan mucho a ti en personalidad.

-Leo, ya no te necesito.

Los tres nos reímos ante nuestra pequeña conversación, y yo me tomé el derecho de mirar para Leo mientras se reía. Y debo decirlo ahora, iba a matar a las divas. Leo es un chico que normalmente no muestra expresión alguna, sin embargo cuando se ríe sus ojos se convierten en dos medias lunas que hacen que el corazón se encoja, y el sonido de su risa parece algo mágico, porque es tan difícil conseguir oírla... Y pensar que fueron las divas quienes hicieron a Leo así...

-Sol, estamos llegando a nuestra parada. Ya hablamos mañana si eso.

-Vale. ¡Adiós tortolitos!

Poniendo los ojos en blanco colgué el móvil y lo guardé en mi bolso.

-¿Mejor?-le pregunté a Leo.

-Sí...-dijo secándose las últimas lágrimas que le quedaban en la cara.

Un letrero de "Parada solicitada" marcaba que nos tendríamos que bajar pronto. Caminando despacio, atravesamos la acera llena de nieve, y subimos por las escaleras que nos llevaban hasta nuestra habitación. Sí, definitivamente estas Navidades iban a ser diferentes.

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
ImGummyBear
#1
Chapter 2: Vale, señorita escritora, ¿cuando publicaras el siguiente capítulo? ¡Que me he quedado picada en saber que más pasa como para no seguir publicandola!
Me gusta como estás desarrollando a Leo en esta historia. Al principio puede parecer cerrado sólo para protegerse y proteger a alguien más, pero cuando vas avanzando te puede parecer tierno.
Vamos, me tienes colgada de un hilo, que quiero leer el siguiente capítulo y apaciguar la gran curiosidad en mi.
Lo esperocon ansias. (: