Capítulo 4.-

Luchaba con mi mente y recuerdos mientras escribía, cuando sentí que ya era suficiente decidí ir a la habitación a buscar la guitarra, abrí lentamente la puerta esperando que Sandara este dormida, pero sentí un inmenso dolor cuando la oí sollozar, nunca antes me había preocupado por algo así, pero sabía que esas lagrimas que ella derramaba eran por mi culpa, por todo lo mal que la he tratado en este tiempo. Debatí por unos momentos en si debía entrar o no, y si entraba, me acerco o solo saco la guitarra, joder me sentí tan mal cuando los sollozos no cesaban. Necesitaba sacarme este peso de encima, la culpa me estaba matando por lo que me adentre a la habitación y camine hacia mi cama, habían solo unos cuarenta centímetros de distancia entre las camas, por lo que me senté en la orilla con la intensión de hablar, pero las palabras no salían, suspire y me armé de valor.

                   -He, flacucha.

                   -Ándate.

   -Oye… yo… lo…-suspire, joder que era difícil esto.- lo siento, ¿está bien? Tienes razón, he sido una grosera contigo, no pensé que esto te iba a afectar tanto, de hecho, no pensé que me llegaría a sentir culpable por esto.

Ella se sentó en la cama y me miro, con sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, verla así solo me causo más angustia.

                   -¿Estás siendo sincera?

                   -No me obligues a repetir mis actos anteriores.

   -Nunca te diste el tiempo de conocerme para saber si de verdad soy una chica hueca como tú piensas, ¿Por qué justo ahora tendría que creer en tus palabras?

   -Tú tampoco te diste el tiempo de conocerme para saber si soy hijita de papi o no, estamos iguales.

                   -¿Alguna vez me diste chance de conocerte? Siempre estas a la defensiva.

   -Bueno, lo sé, pero es que siempre he odiado a las chicas como tú, no soy hijita de papi, llegue aquí, a la cima en la que estoy, con mi esfuerzo y talento, nunca tuve nada en bandeja de plata como tú crees.

                   -Esa actitud de niña mimada da a entender todo lo contrario.

                   -Si supieras.

                   -Cuéntame, si confías en mí veras que no soy el tipo de persona que crees.

                   -No suelo hablar de esto con nadie, solo HyunSuk sabe mi verdadera historia.

Ella se sentó en el borde de la cama con sus pies colgando igual que yo, me miró fijamente y tomó mis manos.

   -No es bueno guardarse las cosas Chaerin, solo hace que tengas una mochila enorme que no te deja caminar bien.

                   -Para ser una modelo, hablas con mucha sabiduría.

                   -Mira, te contaré mi historia, luego tú me cuentas la tuya, ¿vale?

                   -Mmm… lo voy a pensar.- ella suspiró y comenzó su relato.

   -Desde que tengo uso de razón, que la única persona que siempre ha estado ahí conmigo, es mi abuela, o era… no sé exactamente a qué edad pero, pero sé que de muy pequeña mi madre me dejo con ella, el porqué, su nuevo novio quería comenzar de cero su vida con ella, no tuve muchas noticias de mi madre a lo largo de mi vida, mi abuela siempre me decía que era una buena persona que solo tomó una decisión mal, pero a medida que iba creciendo me di cuenta que ella solo lo decía para que yo no sintiera rencor, ni odio, aunque en realidad nunca pude odiar a mi madre, a pesar de todo.- hizo una pequeña pausa y continuo.- Mi abuela era una mujer humilde, que vivía de la tierra, para las navidades recibía por parte de ella unos chalecos hechos a mano, y siempre estuve muy agradecida de ello. También, desde muy pequeña me gustaba la moda, veía los desfiles y me imaginaba de grande en una pasarela, luciéndome, pero también tenía otra pasión, me gustaba defender a los más indefensos, por ende, quería estudiar derecho, pero sabía que mi abuela solo podría darme la educación básica, hasta que se presentó esta oportunidad, salió en la televisión que iban a hacer un casting para modelos adolecentes, no desaproveche la oportunidad, junté un poco de dinero y me vine a Seúl con solo quince años, el hecho que sea delgada.

                   -Flacucha.- la interrumpí.

   -Delgada.- remarco ella.- les gustó mucho a todos, por lo que quede