Capítulo 3
U R-Señorita, por favor. Vaya a su asiento. Deje de distraer a sus compañeros.- Escuché al profesor.
La clase era demasiado aburrida, pero al menos había tenido la suerte de obtener un lugar al fondo de la sala y el profesor no podía ver que, en vez de tomar a puntes como todos los demás, estaba dibujando. A tres filas de mí se encontraba una chica con un perfil que parecía tallado por los Dioses. Se me estaba dificultando dibujarla porque no podía mirarla directamente y en mi intento de disimular, lo hacía por el rabillo del ojo. Mi cabeza empezaba a sentir esa pulsación tan molesta.
Escuché unas risitas y me enderecé, creyendo que alguien me había descubierto. Pero no. Sólo se reían de la chica que acababa de entrar, a la cual no le había prestado ni la más mínima atención. Ahora solo podía ver la parte trasera de su cabello negro que caía sobre su espalda, pues se había sentado delante de mí.
Satisfecha al notar que la chica me tapaba del todo de la vista del profesor, apoyé mi mejilla izquierda en la mesa mientras con mi brazo izquierdo ocultaba el dibujo y con la mano derecha seguía con mi más reciente creación.
Dibujé la línea de su nariz, sus labios, su mentón, su cuello. Estaba fascinada por la belleza de la chica. Nunca la había visto, o nunca la había notado. Y ahora me arrepentía.
Es hermosa.
Suspiré silenciosamente y, al instante, fruncí el ceño. Inhalé profundamente esta vez. Un olor captó mi atención. Fresas. Algo olía a fresas.
Levanté mi cabeza y me encontré con la cabellera negra.
Deber ser ella.
Volví a mi labor de dibujar, ahora con el agradable olor invadiendo mis fosas nasales. Cuando terminé, una sonrisa se instaló en mi cara. Cerré mi bloc de dibujo y lo metí a mi mochila. La puse en mi regazo. No quería perderla de mi vista, no correría el riesgo de extraviarla con algo tan precioso dentro.
Saqué mi cuadernillo y escribí rápidamente las notas que estaban en el pizarrón. El timbre sonó poco después y salí de ahí, sin mirar atrás. Sin siquiera mirar por última vez a la chica que tuvo mi atención durante toda la clase.
Pero algo diferente me detuvo al final del pasillo.
El olor a fresas me invadió otra vez, en esta ocasión, acompañado de una voz ronca.
-¿Sueles entrar a la clase para dedicarte a dibujar? ¿No es eso una pérdida de tiempo?
Me giré, temerosa de que esa voz perteneciera a la chica que dibujé.
Pero n
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