Pasaron exactamente tres meses y era grandes amigas, siempre nos sentábamos juntas en el almuerzo, te invitaba a mi departamento a estudiar y terminabas durmiendo sobre mi regazo. No sabes cuántas veces quise besarte mientras no me sentías y quedarme con ese recuerdo para mí misma. Ya se había vuelto normal tenerte en mi casa a diario, claro que solía ser para estudiar las materias en las que estábamos débiles, pero casi siempre tú obtenía puntuación perfecta en todo. Así que seguía enseñándote para reforzar.
Nos reuníamos en mi habitación sentadas sobre la alfombra con los libros esparcidos a nuestro alrededor además de los pequeños aperitivos que traías de uno de tus trabajos de medio tiempo en “Starbucks”, en donde a menudo acudía solo para verte mientras tomaba un capuccino.

— Ya, entonces el derecho civil es la que estudia el conjunto de normas jurídicas relativas a la persona. —dijiste habiéndote aprendido la lección del día.

— Exacto, y el derecho penal es relativo a la prevención del delito. Supongo que terminamos por hoy JooHyun.

— ¡Sí! —exclamaste alzando tus brazos en un intento de celebración mientras tus ojos brillaban.

Me quedé embelesada con tu ternura, relamiste tus labios mientras cerrabas lo ojos satisfecha con tu trabajo. Mordí mi labio inferior sin medir mi fuerza haciéndome daño, pude sentir la sangre ardiendo en mi boca y fue ahí en que me miraste y preocupada buscaste tu pañuelo. Aún lo conservo, duermo con él todas las noches, ése de color rosa pastel y con tu nombre al borde decorado con pequeñas flores.

Con paciencia limpiaste la sangre, sentí tus dedos tocando mi boca y no resistí.  Tomé tu rostro entre mis manos tirando el pañuelo a un lado, estabas desconcertada pero sabías lo que pasaría, ladeé el rostro y nuestros labios se juntaron en un efímero beso, quise apartarme y pedirte disculpas, pero tú me atrajiste a ti y me di cuenta que lo ansiabas tanto o más que yo.  Cuando terminamos sonreíste contra mí boca, dejando un leve suspiro, acomodé un mechón de tu cabello detrás de tu oreja sin dejar de mirarte a los ojos y las palabras “Me gustas” se escucharon al unísono. Reímos juntas.

Fue tu primer beso,  no lo sabía en ese momento, pero ahora sí.

«No sé cómo pasó, pero hace mucho que esperaba besar a alguien, y hoy por fin lo hice, Todavía no estoy segura sobre si contarle a mamá, pues creo que es algo demasiado especial… Tal vez deba guardarlo para mí misma.  Me gusta mucho unnie, ella es muy linda en todo, hace que mi corazón se acelere cada vez que sonríe♥»

Mi JooHyun, ¿debía decirte que también fuiste mi primer beso? Nunca me atreví a confesar aquello, hasta Tiffany pensaba que ya lo había dado… ¿Te imaginas cómo será el primer beso de Haneul? Me hubiese encantado que estuviese aquí para darle consejos, yo no soy buena en ello y lo sabes, bueno ella nunca me escucha, solo lo hace cuando hablo de ti… Te extraña y yo también. Una de las cosas que más repite en estas veces es el porqué de tu partida, ¿debo decírselo? Yo le dije que te fuiste de viaje a un lugar más tranquilo, y que nos esperas con una amplia sonrisa; pero ella quiere encontrarse contigo pronto… Solo es cuestión de esperar, ¿cierto?

Tiffany aún piensa que es mejor conocer a “nuevas personas”, a pesar de eso, me rehúso a la idea de besar a alguien más, de dormir con alguien diferente que no seas tú. Y es por eso que odio la manera en la que los otros profesores con los que trabajo me miran.

No sé amor, no creo encontrar a alguien que pueda cubrir el vació que dejaste.

 

Recuerdo que luego de nuestra confesión nos quedamos sin habla, hasta que tragué mi orgullo y cerré los ojos ante mi pregunta.
 

— JooHyun… Tú… ¿Aceptarías ser mi enamorada? —Crucé los dedos detrás de mí, esperando que no te excusarás y dijeras que sí.
— Solo si unnie promete tener ojos solo para mí. —Abrí los ojos de par en par y ahí estabas con esa peculiar risa aceptando mi propuesta.
— Yo solo tomaré la mano de Joohyun, porque es a ella a quien quiero.
— Tonta. —Mascullaste ante mis palabras cursis y empalagosas.

No podía dejar de sonreír como estúpida, cuando me dijiste que ya querías ir a dormir y gustosa te llevé al suave colchón. En anteriores ocasiones, nos separaba un muro invisible, tú a la derecha y yo al otro extremo, ahora dormíamos abrazadas mirándonos a los ojos, sintiendo nuestras respiraciones hasta que por fin conciliamos el sueño y caíste rendida sobre mi pecho, besé tu coronilla y me dejé llevar por Morfeo totalmente agradecida por lo sucedido.