Fue en enero precisamente, cuando mi amiga más cercana me llamó en busca de mi consuelo, no me dijo en donde, solo que esperaba que fuese. Yo sabía a la perfección dónde estaba, cada vez que un chico terminaba con ella acudía a la heladería más cercana a su casa y comía toneladas del postre en cuestión, de cualquier sabor, mientras lloraba y los trabajadores soportaban sus  gritos desesperados, más por el dinero que por bondad.
Al llegar el sonido que hace el pequeño timbre sobre la puerta hizo que la pelirroja dirija su mirada acomodándome en el asiento frente a ella.

— Fany, ¿qué ha pasado ésta vez? —cuestioné mientras acomodaba uno de sus mechones de cabello detrás de su oreja.

Pasó alrededor de media hora, para que termine de contarme la historia con lujo de detalles. Al parecer se había enamorado de un chico supuestamente perfecto, hasta que descubrió que le era infiel con otras dos chicas. Debo decir que hasta ahora, siempre ha tenido mala suerte en el amor, debe ser por el hecho de que le dice que sí a quien se lo pida.

 — ¿No crees que es mejor esperar a la persona correcta?
— ¿Y cómo sabré quién es?
— Tu corazón te lo dirá, ahora por favor deja de llorar que asustarás a los clientes.
— De acuerdo.

Ambas reímos sin razón, tal vez es la costumbre de hacer eso cada vez que algo como esto pasa. El ver a Tiffany degustar de su helado con tanta pasión, me hizo querer pedir uno a mí también y fue ahí cuando nuestros ojos se cruzaron por primera vez. Con una tímida sonrisa te nos acercaste ofreciéndole una reparadora palmada a mi amiga y a mí, solo sonreíste y apartaste la mirada. Joohyun, ¿te gusté desde ese momento? A mí sí.

— ¿Qué desea ordenar?
— Ehm… —No era capaz de pronunciar palabra alguna, tus redondas mejillas seguían ahí esperando una respuesta. Me tranquilicé aunque tartamudeé un poco. — Un especial de menta con chispas de chocolate.
— En seguida se lo traigo señorita.

Saliste del lugar meneando tu pequeña cadera, preparando mi orden con un brillo en los ojos, yo no podía dejar de mirarte, cada uno de tus movimientos eran dulces y delicados.

— ¿Tanto te gusta?
— ¿Qué?
— La mesera, te gusta.
— No, ¿qué cosas dices?
— Hey, se nota en tus ojos Yoong, te brillan.
— Cállate.

Volviste a la mesa con mi pedido, un exquisito helado de mi sabor favorito, te agradecí con un leve movimiento de cabeza y tú sonreíste esperando al primer bocado.

— ¿Cuál es tu nombre? —En ese momento quise abofetear a Tiffany por preguntar aquello, pero si nunca lo hubiese hecho, lo nuestro jamás se hubiese dado.
— Seo Joo Hyun, pero me dicen Seohyun, señorita.
— No soy tan vieja, mi nombre es Tiffanny. Mucho gusto Seohyun.
— Lo lamento, no conozco muchas personas mayores que yo, más que mis padres.
— Ella es Yoona, disculpa su falta de habla en este momento. —Preferí mantener esa actitud pues arruinaría el gran progreso de Fany. Tú solo reíste, la risa más linda que he oído, aún resuena en mi cabeza.
— ¿Estudias o solo trabajas?
— Estoy en mi primer año de Derecho, pero necesito el trabajo para pagar mis estudios, así que tengo varios trabajos parciales. Asisto a la Universidad Nacional de Seúl.
— Yoona también va, ella estudia Educación. —Ambas me miraron y yo seguía concentrada en mi helado, no sabría qué hace en cuanto se acabe.
— Debo irme, hasta luego Fany. —Dejé algunos billetes sobre la mesa y luego te miré, o al menos eso intenté. — Tal vez algún día nos crucemos en la universidad. —dije antes de salir y rodar los ojos ante las expresiones de mi amiga acerca de mi comportamiento al tenerte cerca.


 

Lamento esto, pero te maldije, sí lo hice. Durante el examen que tuve ese día solo podía pensar en ti, no te conocía lo suficiente pero ya me habías cautivado con aquella sonrisa peculiar tuya. Apenas y pude responder la mitad de las preguntas contigo rondando en mi cabeza, y tu risa resonando en mis oídos, pensé que había enloquecido, hasta que te vi pasar por los pasillos acompañada de un muchacho, eso hirió mi corazón y me creí una estúpida. Volví a maldecirte. Hasta que noté que tenía novia, cuando ésta llego y se aferró al cuello de él para besarlo mientras tú no sabías hacía donde mirar. La campana sonó y con rapidez tomé mi bolso.

— Hola, creo que necesitas de mi ayuda. —dije tomando tu mano para huir hacia una zona despejada. En cuanto nos detuvimos reíste por un leve instante, y ahora que lo pienso nuestra Haneul ha heredado eso de ti.

— No pensé encontrarle aquí. —dijiste al fin luego de varios minutos en silencio.
— Al menos te he salvado.
— Supongo que debo agradecerle.
— Pues sí, por cierto, puedes dejar las formalidades, tengo tan solo 22.
— Yo tengo 21, pero usted está en su segundo año y yo en el primero.
— Eso no importa, solo intenta hablarme informalmente.
— Está bien… ¿Te gustaría ir a almorzar conmigo? No tengo muchas amigas por aquí.
— Por mí está bien, pero deja que yo pague.

No sabes cuánto moría por tomar tu mano y caminar de esa manera hasta un bonito restaurante, aunque aún no era el momento, debía tranquilizar mis sentimientos y dejar de emocionarme cada vez que me mirabas. De la misma forma, Haneul me ve cuando la dejo en el colegio, ¿sabes? Cada día se parece más a ti, es muy dedicada, bondadosa y hermosa, todo lo sacó de ti. Espero que te sientas orgullosa de nosotras mi Joohyun.
¿Volveremos a encontrarnos alguna vez? Y esperaremos juntas a Haneul, aunque deseo que sea en un largo tiempo, tengo muchas cosas que enseñarle.