«Dime con tu dulce sonrisa, dime, como si estuvieras susurrando en mi oído».

 

Caso 0986.

 

• Nombre: Park Jimin.

• Edad: 23 años.

• Descripción:

Parece que posee un trastorno de personalidad, alucinaciones, ansiedad.

 

—¿Qué podemos hacer, doctor? Cada día parece empeorar más.

 

—Jimin es un chico muy talentoso, señora. Tiene una personalidad maravillosa pero su padecimiento es algo enigmático.

 

—Quiero sacarlo de aquí, que sea un chico normal.

 

—Señores Park, quisiera que vieran algo conmigo.

 

El doctor se apresuró a buscar entre sus pertenencias, encontrando una grabación que habían realizado durante todos esos meses de arduas terapias al chico, mostrando resultados mucho más inquietantes.

 

 

«No seas como una presa, sé lisa, como una serpiente, quiero escapar».

 

—¿Cómo te encuentras hoy, Jimin? —preguntó el doctor con sumo interés en la respuesta del chico.

 

—Ella no me dejó dormir anoche, doctor, quiero que me deje en paz —respondió el chico, un poco asustado.

 

—¿Quién, Jimin?

 

—Por favor, doctor, sálveme, estoy atrapado en una mentira.

 

— Jimin, ¿qué estuviste haciendo anoche? —preguntó el doctor cambiando drásticamente la pregunta.

 

 

Le mostró al chico una serie de cintas que habían estado grabado toda la noche, observando todo lo que hacía, sorprendiéndose al verse jugar con algo invisible, ¿qué era eso? Jimin parecía más asombrado que el mismo doctor.

 

—Yo no hice eso —farfulló el chico, levemente molesto.

 

—Jimin, no me ayudas, tus padres quieren verte, ¿acaso tú no deseas lo mismo?

 

— Podré ser libre hasta que me deshaga de ella, usted tampoco me ayuda, doctor.

 

La sesión había finalizado, dejando más dudas que respuestas sobre el comportamiento de Jimin.

 

«Sácame de este infierno, no puedo liberarme».

 

 

—Hemos concluido con los estudios hechos a Jimin, señores Park.

 

En todos sus años de experiencia, jamás había tratado con un caso como ese. Jimin, un chico relativamente normal a simple vista, había desarrollado un desorden de personalidad, donde un momento era juguetón, al otro podría ser errático, creando un mundo de fantasía donde “ella” no lo dejaba de atormentar. Sus padres estaban sorprendidos, pues jamás en todo el proceso de crecimiento de Jimin, pudieron haberse imaginado que algo andaba mal con el chico.

 

—Ya pueden llevarse a Jimin, creemos que después de meses, ahora se encuentra rehabilitado.

 

El chico entró al consultorio con una radiante sonrisa, abrazó a su padre, luego a su madre, pero algo inquietó al doctor, la sonrisa tan radiante de pronto se convirtió en una sonrisa siniestra, dejándolo desconcertado.

 

«Encuentra el yo que era inocente, no puedo liberarme».

 

Y dentro de aquella habitación, un chico daba un grito de desesperación, estaba atrapado por la eternidad.