Día 6: Galaxia

Semana Taejin 2017

Iguales

My boy, it's your last resort

Will you marry it, marry it, marry it

 

Cuando Taehyung entró en el extraño establecimiento decorado con planchas de metal y vio varios clavos sueltos aquí y allá sujetando carteles de madera verdecida por el extraño clima de aquel planeta alienígena, pensó que se trataría de la tienda que buscaba de recambios de piezas para su nave —después de todo, todas las tiendas de recambios que conocía tenían ese aspecto destartalado y abigarrado—. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que se trataba de un curioso anticuario.

—¡Bienvenido!

Un pintoresco hombrecillo de alrededor de un metro salió a su encuentro. Tenía cinco o seis ojos repartidos por todo su rostro y su piel mostraba un tono lechoso y translúcido.

—Ah, lo siento, estaba buscando unas piezas para mi nave, pero creo que estoy en el lugar equivocado. Hasta lue

El dependiente abrió todos sus ojos con sorpresa y exclamó:

—¡Estás en el lugar adecuado!

—Oh, ¿de verdad?

El hombrecillo asintió profusamente.

—Pero lo primero es lo primero; ¿eres nuestro tipo de persona? —preguntó con un tono repentinamente escéptico.

—Um…

—Nuestro tipo de cliente —aclaró.

Y, sin esperar ningún tipo de respuesta, el alienígena agarró su mano y cerró sus ojos. Pronto, un haz de luz comenzó a dibujarse en su dorso y Taehyung se quedó contemplándolo, asombrado.

—¡Vaya! Conque tú también eres de esos —sonrió el dependiente, satisfecho—. Bueno, bueno, no exactamente lo que estaba esperando, pero… sígueme.

Taehyung siguió al alienígena hasta el mostrador y este rebuscó concienzudamente en una alacena repleta de objetos extraños y se volvió hacia él con un misterioso objeto tras la espalda.

—¿Vacía? Sí, está vacía. Abre la mano.

No sabiendo muy lo que esperar, Taehyung obedeció.

—Aquí tienes una mano.

Era literalmente una mano. Una mano que no iba unida a ningún cuerpo. Y, lo que es peor: una mano caliente.

Taehyung dejó caer el objeto sobre la mesa y miró horrorizado al hombrecillo.

—¡¿Una mano?!

—¿No es genial? Siempre tendrías una mano que estrechar —el dependiente se encogió de hombros—. Claro que tú puedes utilizarla para lo que quieras, si sabes a lo que me refiero…

Taehyung adoptó una expresión de completo horror ante la insinuación y contestó:

—Mira, yo solo necesito unas bujías que combustionen decentemente. ¿Tienes algo de eso por aquí o me puedo ir ya?

—Tengo lo que necesitas —aseguró muy convencido, y le hizo una señal para que lo siguiera a la trastienda.

—¿Qué te parece esto? —se interesó, señalando una gran figura polvorienta y de aspecto humano.

Taehyung no sabía por qué se había molestado en tomar en serio al alienígena. Aquel planeta era conocido por sus mercaderes astutos y embaucadores, y ahora entendía por qué.

—Eso es un androide, ¿cómo me va a ayudar un androide a arrancar mi nave?

—Ahora está desnudo y no funciona —continuó, imperturbable, el ser—. Pero puedes abrirlo y aprovechar algunas de sus piezas.

Taehyung alzó una ceja, no muy convencido, y el hombrecillo continuó:

—Aunque… si pudieras hacerlo funcionar de nuevo —sonrió—, sería un desperdicio que lo destrozaras. ¿Has visto esta cara? —dijo, sosteniendo la cabeza del androide y enfocándola con la mágica luz que emanaba de su mano.

Las facciones del androide eran las más bellas que el muchacho había visto en su vida.

—No parece un androide de esos que se ven cargando mercancías y trabajando en las estaciones espaciales…

—Eso es porque no lo es.

El alienígena sonreía con todos sus dientes alineados y brillantes, y Taehyung sintió un escalofrío.

—Está bien, me lo llevo —sentenció finalmente—. Incluso si sus piezas no llegan a servirme, parece un modelo muy sofisticado y me gustaría estudiar su funcionamiento.

—¿Eres un mecánico?

—Ingeniero.

—Mmm…

—¿Qué?

—Entonces quizás puedas repararlo.

—¿Por qué iba a querer hacerlo?

El alienígena le dedicó una críptica sonrisa.

Finalmente, Taehyung salió del anticuario con el androide amarrado a una plataforma de metal propulsada sobre el suelo que solía utilizar para transportar objetos pesados. No había caminado mucho más cuando dio con la tienda de recambios que buscaba y, con las piezas que necesitaba y un artículo inesperado en su colección, emprendió camino hacia su nave.

 


 

Se encontraba pasando una esponja húmeda sobre el rostro del androide cuando una pregunta asaltó sus pensamientos: «¿de qué color serán sus ojos?».

Generalmente, los androides que se dedicaban al trabajo obrero tenían los ojos grises; los que ocupaban puestos del sector de servicios como transportistas, camareros, u otros trabajos que requerían interacción directa con personas, azules; los que pertenecían a la policía, fuerzas de seguridad y al ejército, verdes… También tenía entendido que los androides personales que vivían en casas particulares como asistentes personales, mayordomos o secretarios tenían los ojos marrones, pero solo la gente rica podía disponer de estos modelos, así que personalmente nunca había visto ninguno.

Jin, que era como había decidido llamarlo —pues en el código de serie que había encontrado en su nuca podía leerse, aunque en una fuente diminuta, «J1N92»—, tenía unos rasgos excepcionalmente bellos, por lo que Taehyung había supuesto que sus ojos debían de ser de alguna tonalidad azul, pues a menudo este tipo de androides que trabajaban cara al público tendían a presentar rasgos más llamativos que el resto de sus congéneres. El pelo de Jin era negro azabache; sus labios, los labios más rosados que Taehyung había visto en su vida, eran abultados y brillantes e inquietantemente atractivos para tratarse de los labios de un ser artificial… Y, por último, las proporciones de su cuerpo, si bien armoniosas, eran inusualmente llamativas: su cintura se estrechaba algo más de lo normal en un cuerpo masculino, mientras que sus hombros eran un poco más anchos. Era como si la persona que lo había diseñado en el pasado hubiera tenido en mente unos rasgos muy concretos, y eso era extraño.

Taehyung continuó lavando el cuerpo del androide. Era la primera vez que veía uno tan de cerca, pero, sobre todo, era la primera vez que veía uno desnudo, y no pudo sino sorprenderse ante la minuciosidad de ciertas características de su anatomía que jamás creyó que serían tan detalladas. Habría jurado que había escuchado antes que los androides carecían de órganos es —o, más bien, de reproducciones de estos—; la esclavitud o no esclavitud de los androides era un tema que se encontraba actualmente en tela de juicio, y Taehyung estaba bastante seguro de que, si todos ellos contaran con órganos uales como Jin, los casos de violaciones a androides serían una cosa del día a día. Ya podía imaginar el debate: «¿se trata realmente de un abuso cuando hablamos de un ser artificial?» o «¿no se supone que están programados para complacer a los seres humanos y el resto de razas…?». A veces, sentía que los seres humanos tenían menos humanidad que las propias máquinas.

Jin debía de tratarse de un caso especial, supuso, quizás algún modelo antiguo de antes de que las características aceptadas por la regulación del gobierno entraran en vigor…

Cuando terminó de eliminar la suciedad de su piel sintética, lo colocó con cuidado en la mesa de operaciones de su nave y alcanzó su caja de herramientas. No tardó en encontrar la pequeña compuerta oculta en su espalda y, retirando con suavidad la tapa, se quedó contemplando el interior de Jin.

Taehyung no se especializaba en inteligencia artificial, lo suyo eran las naves y los motores de máquinas no humanoides, pero estaba bastante seguro de que no todos los androides tenían una maquinaria interna tan compleja como la de Jin.

La idea vino silenciosamente, como entrando despacito y cerrando la puerta con cautela: podría intentar arreglarlo; podría probarse a sí mismo y tomarlo como un desafío más. Taehyung quería porque podía y, para él, esa era la más legítima de todas las motivaciones.

________________________

 

Un mes había transcurrido desde que comenzó a reparar a Jin, y Taehyung estaba bastante seguro de que había acabado con todas las incidencias de su sistema. Sin embargo, y esto era un hecho, Jin seguía sin funcionar, y hasta el momento había sido incapaz de contemplar sus ojos abiertos, animados y seguramente azules. Era una pena.

Como cada vez que visitaba un planeta nuevo, Taehyung se dirigía casi por inercia —si es que lo hubiera— al edificio de regulación padronal de la capital en busca de cierto nombre en los registros. Lo de visitar todas las ciudades del universo en búsqueda de su madre biológica era un trabajo esforzado, frustrante y siempre, siempre infructuoso, pero se había convertido en una especie de costumbre que no podía dejar de prolongar en el curso de sus numerosos viajes de trabajo y, aunque a veces ocurría, Taehyung sabía muy bien que, el que no busca, no encuentra… Y ese no era el tipo de persona que le habían enseñado a ser; él era asertivo y resolutivo, como su «tío».

Ese día, Taehyung se encontraba en un planeta cercano al del anticuario en el que encontró a Jin en busca de algunos cachivaches sofisticados que había intercambiado finalmente a otro ingeniero por unas cuantas piezas de maquinaria terrícola. Como de costumbre, una vez terminó con el trabajo, se dirigió a cumplir con su pequeña búsqueda, y dos horas de hacer preguntas a funcionarios y revisar archivos después, Taehyung regresó a su nave, una vez más, con las manos vacías y una sensación complicada en su pecho.

Jin lo esperaba, inmóvil, sobre la gran mesa en la sala de mandos, y Taehyung se quedó contemplándolo durante largo rato mientras repasaba mentalmente los procedimientos que había puesto en práctica en el software del androide. «A estas alturas debería funcionar», estaba convencido de ello, sin embargo, había llevado varias veces a cabo el protocolo de encendido y no había obtenido ningún tipo de respuesta, y Taehyung dudaba mucho que quedara nada que pudiera hacer ya para repararlo. A veces, le resultaba tan decepcionante no lograr nada de lo que se proponía…

Con este pensamiento, inició el piloto automático de la nave y lo programó para regresar a casa. Según sus cálculos, en la Tierra debía de ser de noche, así que viajaría de madrugada y estaría de vuelta al alba, justo a tiempo para ver a su tío haciendo gala de su pésimo humor mañanero.

El azul intenso de la galaxia le recordaba a Jin y a al resto de artículos en la patética exposición de sus fracasos. Taehyung cerró los ojos y se dirigió al recogimiento de su pequeña habitación.

 


 

Taehyung estaba experimentando uno de esos sueños. Uno de esos sueños que raramente lo asaltaban y, cuando lo hacían, iban normalmente acompañados de largos ciclos de pesadillas que se prolongaban durante varias semanas después, casi como si el universo tratara de equilibrar su inusitada suerte. Lo importante es, sin embargo, que ahí estaba: claro y explícito y extrañamente tangible, y cálido… tan cálido como las caricias del Sol; pero no cualquier Sol, sino más bien el Sol que alumbra la Tierra. Había echado de menos ese Sol, y también había echado de menos la desfallecedora sensación de la excitación acumulándose en su estómago; ese calor cubriendo todo su cuerpo y empujándolo hacia las puertas de algo tan confortable… Ese calor que su sueño reproducía tan escalofriantemente similar a cómo su cerebro lo recordaba.

Había dos manos por todo su cuerpo: sus piernas, sus caderas, su torso, su cuello… Taehyung se retorció de placer y abrió las piernas con lentitud: un rastro húmedo se deslizaba por el interior de sus muslos desnudos y su respiración comenzaba a hacerse ya tan pesada como su sueño. Entonces, se sintió muy despierto, tan despierto, que le pareció como si de verdad abriera los ojos en la oscuridad de la habitación; tan despierto, que casi era capaz de ver esa negra cabellera entre sus piernas trazando patrones tan, tan cerca de su erección, que Taehyung podía escucharse a sí mismo gemir…

Tan despierto que, en ese momento, dos ojos color magenta se dibujaron en la oscuridad de su cuarto y se clavaron en los suyos tan intensamente, que Taehyung supo que no había modo de que aquello se tratase de un sueño.

Taehyung lo apartó bruscamente y encendió la luz.

—¡¿Qué crees que haces?!

—Amo, solo te daba los buenos días —Jin sonrió.

—¿Amo? No, no, no… me llamo Taehyung.

—Amo Taehyung.

—No, solo Taehyung.

—Taehyung.

—Exacto.

—Buenos días, Taehyung —murmuró dulcemente Jin, depositando un breve beso en sus labios.

—No recuerdo haber introducido en ti ningún comando para que me des los buenos días de ese modo…

—Sí, puedes introducir en mí lo que quieras.

Taehyung se sonrojó violentamente.

—No, no, eh… yo…

—Mírame a los ojos —dijo, pestañeando adorablemente, el androide—. Es mi deber.

Sus pupilas eran de un color magenta brillante, y le recordaban a los cuajarones violáceos de las nebulosas de la Via Lactea. Taehyung contuvo la respiración.

—Eres… ¿un androide ual?

—Sí, ¿no estás contento? Puedo hacerte sentir bien.

—No, no, no está bien —Taehyung lo miraba horrorizado—. Es horrible, va en contra de mi ética y además… ¿qué hay de ti? Sé que los androides también tienen cierta voluntad.

—Es cierto —Jin sonrió—. Pero quiero agradecerte todo lo que has hecho por mí.

—¿Me estás diciendo que comprendes un sentimiento tan complejo como el de sentirte en deuda con alguien? —preguntó, estupefacto, el joven.

—No exactamente, estoy programado para desear ualmente a las personas que me tratan bien. Quiero satisfacerte porque te deseo, como les ocurre a los humanos.

—No es tan sencillo como lo haces ver…

—¿No?

Taehyung suspiró y se deshizo de sus sábanas para acercarse al armario y buscar algo de ropa para los dos —Jin no había llevado ropa desde un principio, y Taehyung acostumbraba a dormir como dios lo trajo al mundo—. Así, seleccionó unas cuantas prendas simples para Jin y comenzó a rebuscar entre todas sus cosas en busca de su traje de piloto. De repente, un suave calor se pegó a su espalda y Jin rodeó su cintura con los brazos.

—Jin, suéltame.

—¿Jin? No hay información sobre eso en mi base de datos.

—Es así como voy a llamarte a partir de ahora. Suéltame.

—También puedo introducirme en ti, si así lo prefieres —dijo, dejando caer las manos a los huesos de sus caderas y pegando todo su grosor al trasero de Taehyung.

Taehyung se estremeció y apartó al androide de un empujón, sin embargo, esto último había conseguido despertar en él cierto cosquilleo agradable, y Taehyung se sentó en la cama y se masajeó las sienes con cansancio. «Esto no puede estar pasando».

—¿De verdad quieres satisfacerme?

—¡Sí!

Haciendo caso omiso a la ropa que Taehyung había preparado para él, Jin se sentó a su lado y comenzó a acariciar su pierna.

—Entonces tendrás que satisfacerme de otro modo. Estoy buscando a una persona y necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda ual?

—No, tu ayuda a secas —Taehyung apartó su mano y comenzó a ponerle él mismo una camiseta con un dibujo de una alpaca—. Estira los brazos.

—Quiero serte de ayuda —protestó Jin con media cabeza atascada en el cuello de la prenda—, pero también quiero acostarme contigo.

—… Ayúdame a encontrar a mi madre y lo consideraré.

La cara de Jin se iluminó. Por supuesto, Taehyung no necesitaba realmente la ayuda de Jin, pero si eso conseguía distraerlo de su insistencia…

—¡Entonces la encontraremos!

—Claro que sí —asintió, no muy seguro, el muchacho.

Y es que Taehyung no tenía ninguna intención de embarcarse en promesas con un androide.

 

 


 

—¿Qué es esto?

Las piernas de Jin colgaban de la mesa de reparaciones.

—¿Esta marca en mi cuello? —inquirió Taehyung mientras investigaba con una pequeña linterna las pupilas de Jin —es una cicatriz. Hace bastantes años tuve un accidente cuando iba en una nave y casi no lo cuento.

—Entonces eres como yo.

Taehyung apartó la luz.

—¿Eh? No, yo soy humano —dijo, alzando el pulgar y presionando levemente en un punto bajo la garganta de Jin. Inmediatamente, una ranura se abrió en su piel y expulsó una microtarjeta— ¿Ves? Yo no tengo compartimentos extraíbles como tú.

—Mmm… Yo creo que eres como yo.

Jin extendió los brazos y acercó a Taehyung hacia él, abrazándolo por la cintura

—¿Puedo besarte?

Taehyung suspiró y acarició sus cabellos con ternura.

—No. Y ahora que he revisado todas tus funciones… me voy a casa.

—¿Otra vez me vas a dejar aquí solo…?

—Tengo que regresar con mi tío. Él no sabe nada sobre ti y no quiero que se haga ideas extrañas… Lo siento, pero estarás bien aquí, en la nave. Puedes utilizar mi cama si quieres.

Jin adoptó expresión de cachorrito herido y lo vio marchar.

—Un momento —dijo justo antes de que Taehyung desapareciera definitivamente por la compuerta que conducía al exterior —. Estás buscando a tu madre, ¿no?

—Sí.

—¿Conoces su nombre?

Taehyung sonrió amargamente.

—Es lo único que sé de ella. Se llama Kim Haewon. ¿Por qué lo preguntas?

—Para cuando regreses, la habré encontrado; entonces tendremos o. Tengo mucha estamina y, además, carezco de reflejo nauseoso.

Taehyung desapareció por la compuerta con las orejas rojas y las ideas dispersas.

Cuando regresó a casa, se encontró solo; su tío era médico y había salido a visitar un paciente —aunque en los tiempos que corrían los médicos eran algo así como una mezcla entre doctores e ingenieros especialistas en inteligencia artificial—, así que Taehyung se encerró en su cuarto y decidió echar una cabezada. Lo había decidido, se tomaría unas merecidas vacaciones: nada de ir de planeta en planeta buscando objetos extraños; no más congresos de ingeniería; no más encargos de ricachones para modificar sus naves y, por supuesto, nada de revisar archivos e interrogar a trabadores del Estado en busca del paradero de su madre. Últimamente, se sentía cansado y confuso la mayor parte del tiempo, y había comenzado a preocuparse seriamente por su salud.

Y, con este pensamiento, cayó en las redes del sueño. En esta ocasión, tuvo una pesadilla: iba en una cápsula de salvación a toda velocidad y se encontraba a punto de penetrar en la atmósfera de algún planeta, probablemente la Tierra. Como suele ocurrir con los sueños, hay cosas de las que se tiene una completa noción incluso sin visualizarlas, y por este mismo motivo, Taehyung estaba seguro de que su madre iba en una cápsula gemela a la suya y que se encontraba cayendo en picado en algún lugar no muy lejano.

Cuando despertó, horas más tarde, sudoroso, Taehyung se abrazó a su almohada y trató de calmarse. Después, sacó una libreta de debajo de su cama y apuntó su sueño:

 

11/06/XXXX

Estoy en una mesa de operaciones. Cuando me despierto, me miro al espejo y el terror que siento me hace gritar.

 

20/07/XXXX

Comienzo a sufrir taquicardias hasta que me abro el pecho y descubro que no tengo un corazón. Hay un reloj dentro.

 

17/08/XXXX

Voy perdiendo la memoria hasta que no me reconozco.

 

01/09/XXXX

Estoy enterrado entre escombros y no puedo salir.

 

11/10/XXXX

Todo mi cuerpo está mutilado, pero yo solo siento pequeñas gotas de agua en el cerco de mis ojos.

 

28/11/XXXX

Vamos por el espacio y algo va mal. El sistema falla y nos precipitamos al vacío.

 

04/12/XXXX

Voy en una cápsula de emergencia y mamá va en otra. Caemos hasta que la pierdo de vista.

 

Hacía varios años que había tomado la costumbre de apuntar sus sueños, ideas, y algunos hechos significativos de su vida. Desde que tuvo el accidente, tendía a olvidar ciertas cosas. Tanto es así, que apenas conservaba recuerdos de su infancia, y Taehyung sentía que había cierta parte de él que estaba desapareciendo y que nunca volvería.

Su tío solía decir que había sido un regalo de la galaxia; Taehyung había caído literalmente del cielo cuando era solo un niño, y el hombre lo había encontrado atrapado en una cápsula de emergencia, justo como en su sueño. Cuando despertó, lo único que quedó de su antigua vida fue el colgante grabado con el nombre de su madre que llevaba siempre consigo y una serie de recuerdos borrosos que, a día de hoy, habían desaparecido casi por completo.

No sabía si su madre seguía viva; no sabía si, en caso de estarlo, vivía en la Tierra o en cualquier otro planeta, pero lo que sí sabía era que lo había querido y que, fueran cuales fueran las circunstancias del accidente, ella nunca quiso separarse de él.

De repente, se acordó de Jin. Cuando decidió arreglarlo, no pensó qué haría después con él, y ahora se encontraba a sí mismo a cargo de un androide «con mucha estamina» y «sin reflejo nauseoso» cuya única meta en la vida era la de meterse en sus pantalones. Taehyung enterró la cabeza en su almohada y trató de ahogar su creciente sonrojo: estaba en contra del uso que la humanidad hacía de los androides, y bajo ningún concepto quería contribuir a ese trato. No tendría o con él porque no lo consideraba un juguete a su servicio. Puede que no fuera humano, pero, para él, Jin era una persona y merecía el mismo respeto.

Probablemente, pensaba Taehyung, Jin había sido diseñado personalmente por algún hombre adinerado que lo había mantenido como su esclavo ual hasta que había dejado de funcionar. Y la peor parte de todo es que Jin había sido programado para querer esto. Taehyung había considerado la posibilidad de modificar estos comandos y hacerlo libre, pero, hasta el momento, no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Era de noche y su tío seguía sin regresar. A menudo, pasaba las noches fuera cuidando de enfermos graves, y Taehyung no podía evitar sentirse solo en el mundo como una pequeña estrella a años luz de cualquier otro cuerpo celeste. Se levantó, y comenzó a vagar por la casa, inquieto, hasta que finalmente sus pasos lo llevaron al exterior del edificio… Antes de darse cuenta, se encontró a sí mismo caminando hacia su nave.

—¿Taehyung?

Jin se encontraba manipulando el ordenador central. Había un cable que salía del interior de su camiseta y se prolongaba hasta conectarse en un pequeño puerto de la gran computadora. Pronto, su mirada de sorpresa se transformó en una sonrisa alegre y, arrastrando el largo cable que pendía de su cuerpo, corrió a abrazarlo. Rodeando su espalda con lentitud, Taehyung se sintió un poco menos solo.

De repente, Jin se separó y desvió los ojos con tristeza.

—Lo siento, dije que para cuando regresaras la habría encontrado, pero… todavía no lo he conseguido.

Taehyung apoyó una mano sobre su cabeza.

—¿Qué estás haciendo?

Jin sonrió brillantemente.

—Ah, nada, solo estoy infiltrándome en las listas padronales de miles de ciudades a la vez.

Taehyung pestañeó, atónito.

—¿Puedes hacer eso?

—Si es por ti, sí… ¿Qué haces aquí? Pensaba que dormirías en casa.

—Lo cierto es que me sentía un poco solo… —admitió avergonzado el muchacho.

Jin arrugó el ceño y lo miró con ojos tristes.

—¿Estás deprimido? Puedo hacer que dejes de estarlo.

—Si tu solución implica quitarse la ropa… mi respuesta es no.

Jin negó efusivamente y se colgó de su cuello cual koala.

—No necesito quitarte la ropa para besarte.

Después, se presionó suavemente contra sus labios y Taehyung se encontró a sí mismo cerrando los ojos. En cuanto se dio cuenta, los abrió de par en par y trató de zafarse de Jin, pero ya era tarde; el androide se había percatado del gesto y lo había interpretado como luz verde.

Jin siguió besándolo y Taehyung retrocedió hasta que cayó sentado en el sillón del ordenador central —el mismo en el que había sorprendido al androide minutos antes—, y Jin aprovechó para sentarse sobre su regazo y continuar por su cuello lo que había empezado.

—Jin, basta —protestó débilmente Taehyung.

Jin se detuvo.

—¿Por qué?

—Porque tú no quieres esto —dijo, sosteniendo sus hombros.

—Sí quiero. Quiero besarte, y tocarte, y lamerte, y… No lo entiendo, ¿por qué no?

—Pues porque —Taehyung se sonrojó— no estamos en igualdad de condiciones. Yo tengo un poder sobre ti que tú no posees sobre a mí. No sería justo.

—Pero tú y yo somos iguales.

—No lo somos, Jin. Somos distintos: tú eres un androide y yo soy un ser humano. Y con esto no quiero decir que me considere superior… solo distinto.

Jin lo miró durante un buen rato, sin comprender.

—Pero…

De repente, el ordenador emitió un estridente pitido y Jin chilló de emoción y corrió hacia la pantalla.

—Aquí está.

—¿Qué?

—Tu madre —Jin regresó de nuevo a sus brazos y se sentó de nuevo sobre las piernas del muchacho, abrazándolo con fuerza— La he encontrado.

Taehyung sintió que su corazón se detenía en su pecho.

—¿De… de verdad?

Jin asintió, entusiasmado, y apoyó su frente contra la del joven.

Su estómago hacía movimientos vertiginosos y, aturdido y convulso, Taehyung se dejó besar.

 


 

Su madre vivía en la Tierra, no a demasiados miles de kilómetros de la casa de su tío. Debía de ser una mujer de unos cuarenta y cinco años y Taehyung se sentía nervioso y eufórico, todo a la vez, de modo que no logró serenarse durante todo el trayecto de ida y se limitó a dejarse abrazar por Jin y a esquivar sus manos cada vez que pretendían colarse en lugares indebidos.

Cuando aterrizaron en el lugar indicado por el androide, una pequeña casa en un barrio humilde apareció ante sus ojos, y antes de llamar al timbre Taehyung tuvo que limpiarse el sudor de las palmas de sus manos en la tela de sus pantalones. Jin lo esperaba en el interior de la nave.

Una señora de unos ochenta años abrió la puerta en ese momento, y Taehyung, con voz temblorosa, se las apañó para articular:

—¿Vive aquí Kim Jaewon?

—Sí —contestó la anciana observándolo de pies a cabeza—. Soy yo.

Taehyung sintió su corazón hundirse: ¿se había equivocado de persona, después de todo?

—¿Y no tiene usted una hija? Verá, me llamo Kim Taehyung y estoy buscando a mi madre…

La anciana agarró su brazo y achicó sus ojos.

—¿Taetae…? No puede ser, ¿eres tú, hijo mío?

Taehyung se quedó sin habla.

—¿Su… su hijo? No, no creo que…

—¡Dios mío, estás igual! Igual que hace treinta años —de repente, la anciana lo contempló con espanto— ¿cómo es posible…?

Su corazón latía con fuerza. Con manos temblorosas, sacó el colgante grabado de su madre y se lo mostró a la mujer.

—¿Esto… esto es…?

—Mi colgante. El día del accidente lo llevabas contigo.

De repente, un fogonazo de comprensión sacudió su cerebro y todos sus sueños, pérdidas de memoria y estados de confusión cobraron sentido y los hechos de treinta años atrás se proyectaron en su cabeza como un rompecabezas que solo ahora lograba encajar. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Mamá…

 


 

Cuando regresó a la nave, Jin cubrió toda su cara de besos y lo abrazó hasta que ambos se desplomaron sobre la cama y Taehyung se hizo un ovillo contra su pecho.

—Tenías razón, somos iguales —susurró el muchacho en la oscuridad.

Jin acarició su cabello hasta que se durmió.

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Thank you!
Hamnet_Lua
La taejin week ha sido aplazada y reanudará el 22 de enero con el capítulo 3!

Comments

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Natashabird #1
Chapter 6: Me encanto. <3 <3 <3
Todas las historias me encantaron. :)
Natashabird #2
Chapter 3: No hay que dudar nunca de Taehyung:)
Natashabird #3
Chapter 2: Me encanto!!! Taejin es mi shipp favorito.
Hasta el proximo capitulo ;)