Fresas

And I'm still the same and I swear I'm never switching

I

Te veo, cada día, recorrer el tramo de la vereda que atraviesa la hilera de casas en la que vivo junto a mis padres. Siempre vas cargando un cesto de mimbre, siempre llevas las rodillas polvorientas y siempre, siempre, miras hacia mi ventana como si quisieras comprobar que mi cuarto sigue habitado —lo sé porque yo también te miro—. ¿Es porque puedes captar mi olor? Porque yo no soy capaz de distinguir el tuyo del de las fresas que transportas en esa cesta.

Dicen que aquí se vive mejor, que nosotros somos más felices que la gente de ciudad y que el aire del campo es más puro. Yo estoy convencido de que la atmósfera aquí es más limpia, pero, ¿no existen acaso peores cosas capaces de ahogarlo a uno?

Nunca hemos hablado, pero nos conocemos; nos observamos cada día a través de mi ventana. Un día de estos voy a bajar y vamos a hablar largo y tendido, y entonces podré distinguir tu olor del de las fresas. «¿Sabes una cosa? Estoy buscando un compañero», te diré.

Me pregunto qué me responderás tú.

II

Nunca he hecho lo que un alfa hace, nunca he marcado a nadie como mío, y veo que tú tampoco has sido marcado; lo sabría. Mi instinto me informa de estas cosas.

¿Eres un beta? Creo que eres un beta. Hoy nuestros ojos se han encontrado y no has apartado la vista —sé que la mayor parte de los omegas lo hace—. Eso explicaría por qué tu olor se confunde tan fácilmente con el de las fresas y a veces también con el de las margaritas de la vereda del camino hacia la granja de tu abuela.

Nunca hemos hablado, pero sé sobre ti. Sé que trabajas de sol y sol y que por eso tu piel es así, tostada y brillante. Es un pueblo pequeño; estoy seguro de que tú también sabes de mí… Debes de conocerme como el estudiante que jamás sale de su cuarto. Lo que seguramente no sabes es que lo hago para dejar atrás este lugar.

III

Hoy estaba regando las margaritas del camino cuando has aparecido. Olías a fresas; ¿puedo decir ya que eres un ser «afresado»? No me importa que el diccionario ofrezca otra acepción.

Después, nos hemos saludado y te he visto aspirar mis feromonas cuando pensabas que no estaba mirando… ¿es por eso por lo que miras hacia arriba? Porque yo miro hacia abajo porque creo que eres hermoso. Arriba, abajo, vertical u horizontal, norte, sur, este u oeste; no importa el ángulo, ni los ojos… Aunque mentiría si dijera que no quiero verte en horizontal, tendido en mi cama.

¿Me deseas?

IV

«¿Sabes una cosa? Estoy buscando un compañero», finalmente lo he dicho esta tarde. Tú me has sonreído y me has regalado una de tus fresas. Dices que las de las ramas más bajas son las más dulces, yo digo que el dulce eres tú, y que quiero comerte a ti. «Déjame ser tu alfa», susurro, y después nos escabullimos hacia la parte trasera de mi edificio y el cesto de fresas cae al suelo cuando te presiono contra la pared.

Los suspiros escapan de tu boca de fresa cuando nos besamos, y yo sigo sin distinguir tu olor. Déjame ser una línea horizontal contigo, déjame marcar tu cuello. Salgamos juntos de aquí y no volvamos, afrontemos juntos la fuerza igualatoria de la muerte.

«Déjame ser tu alfa», repito.

V

Hoy nos hemos visto de nuevo y he vuelto a probar tus labios; ¿por qué me miras así? Sabes que quiero más… «¿Estás asustado?». «No».

Y, de repente, algo en tus ojos. Es un fogonazo, un espejo. Al principio pienso que soy yo reflejado en ellos; después me doy cuenta de que proviene de ti. «Déjame ser tu alfa», repito, esta vez más débilmente. El cesto de fresas descansa a nuestros pies y yo sigo sin distinguir tu olor.

VI

Conozco tu secreto, y también sé por qué todavía no quieres ser uno conmigo. ¿Y qué si juntos no sumamos una cifra redonda? Deja que te reste la ropa, que multiplique tus respiraciones... ¿Lo ves? Ya no hay decimales.

No me importa lo que seas, cómo huelas, lo que diga nuestra naturaleza. ¿Quieres un nudo? Aquí tienes una cuerda; tómala si es lo que quieres.

VII

Hoy no hay fresas de por medio y apareces, de pronto, desprotegido y asustado en mi puerta: «yo también soy un alfa», confiesas, y te haces tan pequeñito que no te das cuenta de que yo estoy en las nubes porque por fin puedo respirar tu aroma.

«Lo sé», digo contra tu oído.

De todos modos, el de las fresas nunca fue mi aroma favorito…