Casi un año después, el apartamento de Solar estaba amueblado y se reservaba para las ocasiones en que estaban en la ciudad, pero la piloto había decidido mudarse a vivir con Byul en Florida. Vivir con la tenista fue la decisión más fácil que había tomado en su vida, y nunca echaba de menos la vida que había dejado en Nueva York. La le había facilitado la transición, permitiéndole cambiar su centro de salidas a Miami. A Byul le gustaba cocinar, leer y dar paseos por la playa con ella. Si fuese más perfecta, Solar juraría que Byul era como vivir con un anuncio de contactos personales. Se quedó mirando por la ventana de la cocina mientras Minhyun y Nahyun hacían trabajar a su amante para prepararla para Wimbledon. Solar apagó el horno y sacó el asado que había estado dorando antes de salir por la puerta. —Si entras ahí y te acercas a esa bandeja, yo misma te llevo a la perrera, señorito, y me vuelvo con un gato —amenazó a Jjing Jjing. El perro se tapó los ojos con una pata y gimoteó, haciendo su mejor número de inocencia. —No me pongas esa cara de "¿quién, yo?", Jjing Jjing. En eso eres igualito que tu mamá, así que no me lo trago. El perro siguió a Solar hasta la pista, agitando la cola ante la posibilidad de perseguir bolas de tenis. Byul lanzó una por encima de la valla en su dirección y Jjing Jjing se sintió en el paraíso perruno. —Ya os podéis ir a casa, colegas, ha llegado la jefa para su lección de tenis —les dijo Byul a Minhyun y Nahyun. —¿Podemos despedirnos de ella primero? —preguntó Minhyun.  —Que sea rápido. Es más mona que vosotros y la he echado de menos teniendo que estar todo el día aquí fuera con vosotros dos. Solar se echó a reír y saludó agitando la mano a los dos amigos que se iban. Saber que estarían allí para cuidar de Byul hasta que ella pudiera ir a Inglaterra era un consuelo. El desconsuelo era pensar en todas esas noches en las que tendría que dormir sola cuando Byul se fuera. —¿No estás demasiado cansada? —Qué va, nunca estoy demasiado cansada para ti, Solar. ¿Qué tal si echamos un partido con incentivos para la lección de hoy? —¿Un partido de tenis con incentivos? —Sí, te quitas una prenda de ropa por cada punto que pierdas. —Byul meneó las cejas con la propuesta. —¿Quieres que juegue al strip tenis con la jugadora número uno del mundo? —Mm, sí. Venga, será divertido, y te dejo sacar a ti primero. —Oh, seguro que así gano. —Solar cogió la raqueta que le tendía Byul y fue a la línea de saque. Cuando Byul estuvo preparada, Solar intentó recordar todo lo que había aprendido sobre el servicio. Jjing Jjing ladró detrás de Solar y la bola salió volando en un ángulo extraño cuando intentó golpearla—. Silencio en el gallinero, que no es que me esté guardando ases en la manga. Solar lo intentó de nuevo y Byul, fiel a su palabra, ralentizó mucho su juego. Así y todo, Byul ganó el primer punto. Con exagerada lentitud, Solar se quitó la camiseta y la lanzó hacia atrás. Cuando apenas había tocado el suelo, Jjing Jjing salió corriendo con ella. La piloto botó la siguiente pelota más tiempo de lo normal cuando los ojos de Byul se quedaron clavados en el sujetador de seda verde oscuro que llevaba. Con el siguiente golpe, Byul se olvidó y devolvió la pelota con tanta fuerza que Solar ni siquiera intentó alcanzarla y se limitó a quitarse los pantalones cortos. —¿Puedes venir aquí, por favor? —preguntó Byul junto a la red. Las bragas a juego eran demasiado para ella y ni se planteó concentrarse en el partido. —¿Te das por vencida? —Me rindo, cariño. —Byul levantó a Solar por encima de la red y la besó. Solar rodeó la esbelta cintura con las piernas cuando Byul salió de la pista y se dirigió al borde del agua. Bajó a Solar el tiempo suficiente para que las dos pudieran quitarse toda la ropa y luego se adentró en el mar. El agua todavía estaba algo fría, pero al estar pegadas, Solar se sentía estupendamente. —Te quiero —dijo Solar. Era muy fácil decirle esto a Byul. —Yo también te quiero. ¿Te gusta vivir aquí? —Me encanta vivir aquí. Estoy contigo y nuestro perro se pasa la vida enterrando mi ropa. ¿Cómo no me va a encantar? —Entierra tus cosas para que estén a salvo, eso quiere decir que le gustas —dijo Byul y luego besó a Solar en el cuello. —¿Y tú qué, te gusto? —Más que eso, cariño. ¿Qué te parece si te llevo dentro y te demuestro hasta qué punto? Los pies de Solar no llegaron a tocar la arena cuando Byul se encaminó hacia la puerta de atrás. Byul había comprobado la casa más próxima esa mañana para asegurarse de que seguía libre de inquilinos, pues no quería que Solar se disgustara por unos vecinos cotillas. La decoración de la casa había cambiado un poco a lo largo de los meses que Solar había dedicado a convertirla en un hogar para las dos. Mezcladas con las fotos de los torneos había fotos de la familia de Solar, cuya madre se las había dado en una de sus numerosas visitas. Mamá Kim y Byul tenían una relación estupenda, para gran alivio de Solar. Su madre le había confesado la noche en que conoció a Byul que nunca le había gustado la forma de tratarse que tenían Solar y Kimi. Con Byul, el mundo entero podía ver lo que sentía por Solar.  Era la mirada que ahora recibía Solar al ser depositada en la cama por el alma tierna que la había llevado dentro. Byul la tocaba con tanto deseo que Solar nunca sentía que lo hacía por obligación, sólo por amor, y cuanto más la tocaba Byul, más la deseaba. —Eres tan guapa —dijo Byul. Se tumbó al lado de Solar y subió la mano desde la c