—¿Sí?

Me observa detenidamente, como si supiese que yo estaba ahí mientras le decía a su examor que la lavadora no ha vuelto a estropearse, porque todo funciona mejor ahora que no está fastidiándolo todo.

—Me llamo Tiffany. Y trabajo en un bar de la plaza de la Alameda. Esta noche, no sé, esta noche no he podido evitar escuchar una conversación. Vas a pensar que estoy mal de la cabeza y no te culparía, puedes irte ahora mismo, que no pienso retenerte.

Se desconcierta absolutamente. Arruga un poco la nariz, niega con la cabeza, pero no se mueve, permanece estática con las manos en los bolsillos.

Supongo que me invita a seguir con este monólogo ridículo, dudo entre salir corriendo con mi bicicleta hasta el hospital o lanzarme de cabeza a la alcantarilla más próxima.

—Verás, tus amigas... Una se llama Jessica, creo... Pues ellas estaban, estaban hablando sobre ti. Todo bueno por cierto, te quieren. Te quieren mucho. Sobre todo, Jessica —digo y me arrepiento, error—. Bueno, no sé cuál te quiere más, tampoco es de mi incumbencia, pero ese no es el tema.

¿Cómo puedo ser tan torpe? ¿Dónde ha quedado mi natural? Pero Taeyeon continúa mirándome, ahora su expresión es distendida, como si le resultase un poco cómico.

—Total, que ellas hablaban de lo maravillosa que eres, de lo increíble que es tu manera de sentir, de querer, de entregarte. También alabaron tu belleza. Bueno, yo esto lo sabía porque te había visto no hace mucho por allí, y es cierto que destacas y, bueno, recordé tus facciones sin esfuerzo. Pero no te asustes, Taeyeon. Que no estoy loca. Yo sé que hay numerosas mujeres dentro de este micro mundo que parecen un poco desequilibradas, atropelladas en sus emociones, inmaduras, excesivas, inestables, en fin, nuestra generación es así. Pero yo soy normal —digo extendiendo las manos como si de ese modo se mostrara mi inocencia—. De verdad que lo soy, no he venido hasta aquí para asustarte.

Apoyo la bicicleta en la pared. Estoy agotada de sujetarla. Y sigo hablando porque Taeyeon se acerca lentamente para verme mejor.

—Así que ellas hablaron toda la noche sobre ti. Están preocupadas, no sé, porque no quieres acompañarlas ni a tomar un café y presuponen que estás muy triste. Eso no puedo saberlo, Taeyeon, pero la tristeza es pasajera, yo no te conozco de nada pero después de eso, dan ganas de hacerlo, de conocerte, digo. Creo que todos merecemos algo mejor. No sé si me entiendes. Ellas narraban lo que te había sucedido, el sufrimiento que padeces desde hace tiempo...

Un tipo pasa por mi lado, pero yo no puedo parar de hablar. Estoy acelerada de repente porque ella me estudia con sus ojos grises y fulgurantes. Ya no tiene ojeras.

—Te acaban de robar la bici —dice.

—¿Qué? ¿En serio?

—Que ese tío te ha robado la bicicleta.

Trato de alcanzarle con mi vista, pero el chico tiene práctica y desaparece inmediatamente. Titubeo un poco antes de seguir hablando, porque mi lógica me instiga a seguir a ese tipo y esforzarme un poco en recuperar mi único medio de transporte esta noche. Sin embargo, si me voy ahora, no volveré a ver a Taeyeon, quizá no tenga la opción de consolarla más adelante.

—No importa. Volveré andando o en taxi. Lo que quiero decirte es que no puedes subestimarte. El amor es otra cosa, Taeyeon. El amor es respetuoso, perdonable, ingobernable. Es admiración, ternura. Volver juntas a casa, acariciarse a las seis de la mañana sin pereza, pedir las cosas amablemente. No sé, joder, pero no es lo que has vivido. Puedes irte si quieres, entiendo que no tienes la obligación de prestarme atención, porque probablemente he perdido el juicio de tanto servir tapas, o de dormir en una silla en el hospital, no me mires así, es por mi madre, está todo bien. Pero, volviendo al tema, te prometo que nunca he seguido a nadie, es que tú vales mucho más que eso, necesitaba decírtelo. Y sí, tendrás