capitulo 22

Afortunado Accidente

Estábamos a punto de salir hacia Gladstone's, un restaurante famoso por las diversas maneras en que se podía degustar el marisco fresco, ya fuera con pasta, con arroz o simplemente cocido o a la brasa.

Estaba situado en la carretera de la costa, a pie de playa, y habíamos quedado todos para cenar allí. Las L's venían al completo, con Bora incluida, también Anthony y Robby con sus amigos.

— ¡Qué guapa estás! — le dije cuando apareció en el salón, donde esperaba a que terminara de arreglarse.

La miré fijamente mientras caminaba a su encuentro. Bajó la vista a mis labios y una breve sonrisa se asomó a los suyos al darse cuenta de lo que quería. Su mano subió hasta mi rostro para acariciarme cuando la besé.

— Estás muy seria, mi amor.

— En un rato voy a tener que compartirte con todos, disimular y sentarme lejos de ti, hacer ver que me interesa la conversación de los demás y esas cosas, cuando lo único que me importa realmente eres tú. Apenas podré mirarte porque no soy capaz de hacerlo sin que se me refleje en la cara lo locamente enamorada que estoy de ti... Así que no, no estoy muy alegre que digamos...

— Te quiero — sonrió, y sus labios cubrieron los míos suavemente.

— ¡Estoy harta de no poder pasar un día entero contigo a solas! — protesté.

— ¿Qué te gustaría hacer entonces?

— Que cenáramos tú y yo solas, dar un paseo contigo por la playa si te apetece y después volver aquí de nuevo, pasarnos la noche entera haciendo el amor.

Sus ojos me miraron seductores, brillando con deseo.

— Me parece un plan perfecto — anunció en voz baja cogiéndome de la mano y dirigiéndome al sofá.

La contemplé cuando tomó asiento. Abrió mi cazadora y sus labios me besaron el estómago por encima de la camisa. Posó las manos detrás de mis rodillas, acariciándome las piernas en toda su longitud.

— Ven aquí conmigo — me besó ardientemente y me arrastró para que me sentara a horcajadas sobre ella.

Deslizó la cazadora por mis hombros para quitármela y sus manos resbalaron por mi espalda hasta mis glúteos. Levantó las caderas y coló los brazos bajos mis corvas, abriéndome completamente las piernas. Me estremecí con el nuevo roce contra su pubis, que estimulaba todo mi o.

Sus labios bajaron por mi cuello y continuaron descendieron por mi escote. Cuando sentí su lengua colarse bajo la tela tratando de alcanzar uno de mis pechos, tiré con fuerza haciendo saltar la hilera de corchetes de mi camisa vaquera, abriéndola de golpe frente a su rostro.

— Eres preciosa — gimió enterrando su cara entre mis oscilantes pechos.

Su húmeda boca me recorría la piel sin cesar y se movía alternante entre la carne donde me nacía un pecho al otro. Gemí más fuerte cuando, por primera vez, su lengua se deslizó bajó el tejido del sujetador acercándose a uno de mis endurecidos pezones.

— Tienes el pecho más bonito que he visto en mi vida — jadeó—. Es perfecto, espectacular, como toda tú.

Alcancé su barbilla y levanté su cara obligándola a abandonar sus atenciones sobre aquella parte de mi anatomía, a pesar del placer que me daba y lo mucho que deseaba seguir sintiéndola sobre ellos.

— Tú también tienes un pecho precioso — le dije mirándole a los ojos. Percibí la imperceptible tristeza que se ocultó bajo su sonrisa, el extraño velo que empañó sus ojos antes de que desviara la vista rehuyendo mi mirada—. Sí, lo tienes — confirmé—. Lo tienes precioso aunque tú no lo creas — afirmé de nuevo besándole los labios muy despacio.

Apoyé la frente sobre la suya, y al ver que seguía sin mirarme, busqué sus manos, que acariciaban mis muslos y me mantenían excitantemente abierta y entregada al placer sobre su pubis. Me miró cuando las retiré, llevándomelas a los labios para besarle los nudillos y deteniendo así el placentero balanceo que me apretaba una y otra vez contra su o.

— ¿Por qué?, ¿no quieres? — su voz sonó un tanto desilusionada.

Sonreí brevemente y llevé sus manos a mi cintura para que me rodeara.

— Quiero que me abraces — susurré entre besos.

— Sigue, mi amor — musitó ella de igual modo—. ¿Ya no quieres?, ¿por qué?, ¿qué ocurre? — no contesté y retomé nuestros besos—. No — susurró deteniendo mis manos, soltando el corchete que yo acababa de encajar.

Se me agitó la respiración cuando abrió totalmente mi camisa y sus ojos recorrieron mi torso detenidamente. Temblé cuando posó las manos en mi cintura, acariciando suavemente mi contorno.

— ¿Es porque apenas te acaricio? — me preguntó sin apartar la vista de mi piel mientras sus dedos se movían ahora sobre mi estómago.

— Claro que me acaricias Taeyeon, siempre lo haces.

— Tal vez no lo suficiente...

Miré sus manos, que tiraron inesperadamente de mi cinturón para soltarlo. Después, liberó el botón de mi pantalón, bajándome la cremallera. Cada vez me excitaba más el modo en que miraba mi cuerpo, que empezaba a responder sin el menor disimulo.

Ahogué un gemido cuando sus dedos resbalaron por la abertura acariciándome el comienzo del pubis. Su respiración se había vuelto tan jadeante como la mía, a la vez que sus yemas viajaban más abajo, enredándose en mi vello. No había nada que deseara más en aquel momento que continuara bajando y deslizara su mano bajo mi o. Me moví sinuosa, incorporándome ligeramente para dejarla entrar. Alzó la vista y me miró, comprendiendo que estaba invitándola a ello.

— Te juro que a veces no lo entiendo — murmuré cuando vi en sus ojos que no iba a hacerlo.

Trató de sujetarme al levantarme, pero le impedí que me detuviera.

— No te enfades, por favor.

Me abroché la camisa y recompuse mis pantalones antes de hablar.

— Vámonos, al final vamos a llegar tarde — le dije comprobando la hora en su reloj.

— ¿Y qué importa?, ¿no decías que no tenías ganas de ir?

— Me está entrando hambre.

Se puso en pie y cogió mi barbilla haciendo que la mirara.

— ¿Puedes quedarte a dormir conmigo esta noche?

Me perdí en sus preciosos ojos durante un instante.

— No — mentí.

— ¿No puedes o no quieres?

— No puedo.

— ¿Por qué no?

— Porque mi madre me tiene que dar el biberón — sonreí punzante, girando la cara hacia el oscuro jardín que dejaba ver la cortina abierta.

— ¿Y en Semana Santa vas a tener el mismo problema?

— No creo, se marcha con Minho a Nueva York, así que me lo tomaré yo sola.

— ¿Y tú no vas? — preguntó extrañada.

— No.

— ¿Por qué? Creía que siempre habías querido conocer Nueva York.

— Sí, pero no a cualquier precio. Ya iré.

— ¿Si no fuera Minho irías tú?

— La verdad es que últimamente me viene bien Minho, distrae a mi madre, pero no tanto como para jugar a la familia feliz y moderna. ¿Responde eso a tu pregunta?

— Supongo — suspiró retirándome el pelo detrás de la oreja—. ¿Y qué vas a hacer entonces?

— Nada, estudiar y verte a ti, si quieres y estás por aquí.

Se hizo un silencio, y aunque sabía que me estaba observando, mantuve la vista clavada en el enorme ventanal.

— No me puedo creer que no me hayas dicho antes que te quedabas sola toda la Semana Santa — habló de nuevo.

— ¿Cuándo?, si apenas te veo — le reproché yo también.

— Sí voy a estar y me encantaría verte. Cuando no estaré será a la vuelta de Semana Santa, desde finales de mes hasta finales de mayo — añadió con precaución tras hacer una breve pausa.

Se me encogió el corazón. Bajé la vista al césped que había frente a mí y luego la dirigí hacia la vegetación. Estaba al borde de comenzar a llorar cuando supe que pasaría un mes sin verla—. Voy a Colombia, a ver a Helena — me hizo saber con la misma prudencia que antes, aunque yo no le hubiera preguntado el motivo de tan larga ausencia.

— ¿Está bien tu hermana? — al fin la miré. No entendí que fuera a hacer un viaje tan largo y durante tanto tiempo para ver a Helena si no habían pasado ni dos semanas desde que su hermana la visitara.

— Sí, gracias, está muy bien — me miró con cautela.

Supuse que aquel cuidado con el que me había informado, aquella mirada, se debía al temor de mi reacción. Efectivamente, no se equivocaba. Pero no exterioricé el dolor físico que ya era capaz de sentir por su marcha, aunque aún estuviera a escasos centímetros de mí.

— Me alegro, entonces el viaje es de placer. ¿Tienes ya los billetes? — pregunté tratando de sonar despreocupada.

— No, aún no — retiré la vista cuando sus ojos se pasearon por mi rostro—. Te llamaré todos los días — me dijo acariciando el contorno de mi oreja.

— ¡Ni se te ocurra, quieres arruinarte o qué! Con que me envíes un WhatsApp de en vez cuando, para saber que estás bien y que te estás divirtiendo, me conformo.

— No sé usarlo.

— No te preocupes, es muy fácil, yo te enseño. ¿Tienes el software descargado?

— No tengo ni idea.

Me recordó a mi madre. La tecnología móvil le resultaba tan ajena, que ni siquiera mostraba interés por conocer las posibilidades que ofrecía fuera del uso habitual como teléfono convencional o los mensajes de texto.

— Luego te lo miro, vayamos a cenar.

— Había pensado en que pasáramos juntas la Semana Santa. No estaba segura de si ibas a poder, pero ahora que lo sé... ¿Te gustaría?

— Ya sabes que sí. ¿Vas a poder coger algún día libre?

— Hablo de toda la Semana Santa, desde el próximo fin de semana hasta el siguiente. Tú y yo solas, fuera de aquí, sin nadie que nos moleste.

Supe que se me había iluminado la cara, su invitación había conseguido aliviar ligeramente mi aflicción.

— ¿Dónde te gustaría ir?

— Quería que fuera una sorpresa. Bueno, una sorpresa a medias, porque necesitaba saber si tú podrías.

— ¿Ya lo habías planeado?

— En realidad está todo reservado, el lunes les puedo dar la confirmación definitiva.

— Muchas gracias — dije dándole un beso en la mejilla.

Me retuvo, evitando que me separara de nuevo, abrazándome contra ella.

— No, gracias a ti. Voy a echarte tanto de menos...

Aún tenía el estómago agarrotado, y aunque había conseguido no romper a llorar como una cría, tampoco estaba segura de poder hablar controlándolo una vez más. No fui capaz de mirarla a los ojos cuando se movió y su rostro quedó frente al mío en la proximidad. Mantuve la vista en sus labios cuando estos se acercaron en busca de los míos.

Le devolví el dulce beso que me dio, pero Taeyeon quería más. Aquel beso se hizo más intenso, se volvió más íntimo. Su apasionada forma de besar hizo que el dolor que había tratado de enterrar me estrangulara la garganta.

— Vámonos a cenar, por favor — le rogué antes de que la tristeza me venciera y las lágrimas me delataran.

— Sí, mi amor — susurró con pesar.

No la miré, aunque ella sí lo hiciera, mientras me alejaba hacia la entrada para montarme en el coche.

Me abroché el cinturón de seguridad y ladeé la cara hacia el cristal de mi ventanilla, contemplando, sin ver, el contorno de las casas y locales que se alineaban de camino al restaurante.

— ¿Qué haces conmigo, Taeyeon? — quise saber.

— ¿A qué te refieres exactamente?

La miré escéptica cuando me encontré con sus ojos que me observaban en la penumbra.

— A nada, déjalo.

Sabía de sobra a lo que me refería. Me preguntaba que si tan mal le hacía sentir ir más allá conmigo, si tan inmoral le parecía, no podía ser que estuviera feliz a mi lado.

Quizá yo podría cambiar muchas cosas, sin embargo, jamás conseguiría trocar las dos únicas que importaban. No podía hacer desaparecer el cáncer de su cuerpo para que nunca lo hubiera padecido ni convertirme en una persona con veinte años más para que mi corta edad dejara de martirizarla.

— Me bajo aquí — anuncié aprovechando que se había detenido frente a un semáforo en rojo. Ya el cartel luminoso de Gladstone's brillaba a lo lejos.

— No, ¿por qué?

— Porque no quiero que nos vean llegar juntas.

— Me importa muy poco, por no decir nada, que lo hagan o no.

— Pero a mí sí. Diré que he venido en autobús y que me he perdido, de ahí el retraso — le informé apresuradamente antes de cerrar la puerta del coche sin darle margen a que no me lo permitiera.

Crucé corriendo al otro lado, reparando en que ya nunca hacía deporte como antes. La sensación de libertad que me invadía con la práctica del Parkour volvió a mi cabeza, casi la había olvidado. Aceleré el ritmo y corrí como un rayo mientras sorteaba a la gente y las vallas de las aceras. La descarga de adrenalina ahuyentó mis lágrimas, al menos, momentáneamente.

Cuando accedí a la enorme terraza que servía de acceso a la zona cubierta del restaurante, descubrí que estaban allí sentados. La carrera me había acalorado y agradecí la genial idea de que cenáramos fuera con la noche tan buena que hacía.

Rodeé una de las altas estufas blancas, aún sin encender, dirigiéndome a la hilera de la izquierda, donde estaban instalados. Me alegré de ver a Blyth, que como siempre me recibió muy cariñosa. Besé a todos, incluida Yuri, y me hice hueco al lado de Bora al final del largo banco de madera. Blyth presidía la mesa contra la barandilla, dando la espalda a la bonita vista sobre la playa, con lo que había quedado a mi derecha, y me alegré de tenerla cerca.

— De habérmelo dicho habría pasado a buscarte — me dijo Yuri cuando me disculpé por el retraso, aludiendo al lío de autobuses que tuve que coger.

Caí en ese momento en que me había sentado frente a ella.

— No te preocupes, la próxima vez ya no me pierdo. Gracias de todos modos.

Me serví un vaso de agua con hielo de una de las jarras de cristal que había sobre la mesa y me lo bebí casi de golpe. Miré impaciente la hora en el móvil, cuando me pareció que ya había pasado suficiente tiempo como para que Taeyeon hubiera aparecido. Esperaba que no estuviese enfadada conmigo por salir corriendo de su coche, decidiendo no venir a cenar.

— Me alegro mucho de que te hayas apuntado — le dije a Blyth—. No sabía que venías.

— Ni yo tampoco. En realidad, me ha invitado Taeyeon esta misma tarde.

— ¿Te ha invitado o te ha obligado? — sonreí.

Soltó una carcajada.

— No pasa nada, vengo encantada.

— Una noche más a solas con la guardería al completo y a Taeyeon le da algo... Yo también te hubiera obligado.

Volvió a reírse y yo con ella. Cuando aparté la vista de los intensos ojos azules de Blyth topé con los de Taeyeon, que me miraban a la vez que caminaba por la terraza en nuestra dirección. La observé mientras saludaba con un beso a cada uno de nosotros y también me puse en pie para recibirla cuando llegó hasta donde me encontraba sentada.

— Tiffany — sus ojos me examinaron en la proximidad.

Le devolví su cariñoso beso con más frialdad de la que albergaba y cuando se separó de mí supe que se había dado cuenta. La seguí con la mirada al rodear la mesa, deteniéndose detrás de Yuri.

— Yuri, guapa, hazme sitio, por favor — le dijo posando la mano en su hombro con la mirada fija en mis ojos.

Bajé la vista a la mesa cuando obligó a Yuri a desplazarse hacia su derecha y Taeyeon tomó asiento justo enfrente de mí.

— Siento el retraso, ha llamado mi hermana y me ha tenido una hora al teléfono —habló de nuevo.

Esperé oír algún comentario al respecto por parte de Blyth, pero a excepción de preguntarle por ella y cómo le iba, no salió a relucir su inminente viaje. Tal vez Blyth no lo supiera aún, o tal vez no supiera que yo ya conocía la noticia, y no sería ella la que torpemente provocara que lo descubriera. En cualquier caso, algo seguía sin encajarme del todo. Yo tampoco dije nada y pretendí estar ajena a su conversación.

Seguí el movimiento de la mano de Taeyeon cuando cogió su servilleta y secó una pequeña salpicadura de agua sobre el pecho de Blyth. Aquel gesto hizo que me fijara en su femenina anatomía por primera vez.

Aunque supe desde el primer instante en que la conocí que había nacido hombre, siempre la había visto como mujer. Su melena, sus cuidadas manos, la carencia de vello en su rostro, su cintura, su modo de caminar y sus gestos eran de mujer. Exceptuando la prominente nuez, una estatura por encima de la media nacional y una voz un tanto grave, se podía considerar que no quedaba nada de lo que fue un varón.

Y eso si valoraba que aquellas tres características se pudieran adjudicar exclusivamente al o masculino. Había conocido féminas tan grandes o más que ella, con una nuez destacable en ocasiones y con una voz muchísimo más ronca que la que poseía Blyth. Imaginé que habría pasado años hormonándose para adquirir aquel aspecto, pero fue su pecho lo que realmente había llamado mi atención.

Mi mente regresó a la tarde anterior.

Aún continuaba acariciando la piel de Taeyeon, que yacía dormida sobre mí cuando despertó. Se tumbó cariñosa a mi lado al tiempo que me besaba, acurrucándose somnolienta, de nuevo, contra mi cuerpo.

Como habíamos quedado para ir al Havet, porque las L's tocaban aquella noche, le dije que tenía que ir a casa a dejar la moto y así aprovechaba para ver a mi madre, darme una ducha y cambiarme de ropa.

A mi madre no le gustaba que saliera en moto por la noche, se suponía que salía con Bora y Anthony, por lo que cogeríamos el coche, como el resto de los fines de semana, por si llegábamos tarde. Pero me pidió que me quedara un rato más con ella. La abracé más fuerte y le dije que sí.

Yo tampoco quería irme, aunque no quedara más remedio si deseaba continuar con mi doble vida sin levantar sospechas. Sin embargo, cuando su teléfono móvil sonó se sobresaltó, incorporándose de golpe. Me indicó que tenía que cogerlo tras comprobar quién le llamaba.

La contemplé mientras se levantaba de la cama y no pude ignorar su trasero desnudo, que el movimiento de su camisa al caminar me dejaba ver de cuando en cuando. E ignoré aún menos su pubis cuando se giró tras coger con prisa una bata del armario antes de desaparecer de la habitación. Esperaba que no fuera su ex. Aunque había conseguido controlar mis celos, aquella mujer de ojos cristalinos me hacía sentir en inferioridad de condiciones.

Era cierto que Taeyeon me demostraba que me quería, pero siempre me quedaba la duda de cuánto tiempo tardaría en cansarse de una adolescente de dieciséis años, que no podía ofrecerle lo que ella necesitaba, para buscar aquellas carencias en una mujer adulta. Miré de nuevo hacia el armario abierto cuando algo cayó al suelo.

Supuse que las prisas con las que Taeyeon había sacado la bata hicieron que aquel liviano tejido se desprendiera de su percha. Me levanté y recogí una camisa negra que parecía de seda. La sacudí con suavidad antes de volver a colgarla en su percha.

Al hacer más hueco entre la ropa colgada, evitando que otro roce la hiciera caer, descubrí una bolsa de plástico grande sobre una balda baja, que prácticamente pasaba inadvertida con la cascada de ropa que caía sobre ella.

No pretendí fisgonear, pero mis ojos tampoco pudieron eludir las grandes letras impresas en color azul: «Clínica Romo. Medicina y Cirugía plástica». Se me encogió el corazón al dar por hecho que sus revisiones oncológicas las haría allí, y regresé a la cama a esperar que terminara de atender su llamada.

Aquello lo había dado por hecho la tarde anterior, cuando la concentración de mi riego sanguíneo se hallaba bastante lejos de mi cerebro y la palabra «medicina», por su significado, había solapado a la de «cirugía plástica». Y también era cierto que la tarde anterior desconocía que Taeyeon se fuera a marchar de viaje durante un mes.

Aquella palabra me había confundido, sin embargo ahora, y tras reparar en el pecho de Blyth, solo era capaz de recordar las letras que aludían a la cirugía plástica. Miré atrás y me aseguré de que ningún camarero se encontrara de camino con nuestra comida.

Me disculpé y me levanté de la mesa, ansiosa por consultar en Internet a qué se dedicaba exactamente la Clínica Romo. Caminé deprisa aferrada a mi móvil y con la mirada posada en él, cuando al doblar la mesa que ocupábamos me di cuenta de que ya no tenía margen de esquivar al hombre contra el que chocaba.

— Lo siento, perdona — me excusé alzando la vista.

Una extraña sensación de familiaridad me invadió por completo cuando miré sus aturdidos ojos negros, que me miraban con una calidez sobrecogedora.

— No, por favor, perdona tú — me respondió con una sonrisa afectuosa.

Tenía la tez morena, el pelo negro y una barba de cuatro o cinco días donde se asomaban algunas canas. Era alto y de complexión atlética. Me sacaba más de media cabeza y vestía una cazadora de cuero que parecía de motorista, cosa que constaté al fijarme en el casco integral que llevaba en la mano.

Noté que se azoraba bajo mis escrutadores ojos antes de inclinar la cabeza ligeramente, a modo de despedida, y continuar con su camino. Me quedé paralizada. Una tormenta de imágenes y emociones estallaron en mi cabeza y me giré para mirarle. Ni siquiera me preocupó cuando él también volvió la cabeza hacia mí, siendo el primero en retirar la vista tras ese momento. Le observé de espaldas, junto al hombre que le acompañaba.

— Tiffany, ¿estás bien? — oí que me preguntaba Anthony a lo lejos.

Me sobresalté cuando tomó mi mano, haciendo que me diera cuenta de que se encontraba a mi lado.

— Sí, voy a hacer una llamada — respondí, percatándome de que todos en la mesa me miraban.

— ¿Qué ha sido eso? — preguntó Anthony con asombro.

— No lo sé. Enseguida vuelvo — anuncié antes de mirar los ojos interrogantes de Taeyeon, que continuaban observándome desde el fondo.

Me alejé hacia la entrada y localicé un sitio tras un enorme tiesto de piedra, que me daría la intimidad que necesitaba para llevar a cabo mi consulta con tranquilidad. Me apoyé en la barandilla y contemplé unos segundos la playa, la espuma blanca que formaban las olas rompiendo contra la orilla.

Cuando accedí a la página web de la clínica, descubrí que allí no había ninguna unidad de oncología. Se trataba de la mejor organización médica en cirugía plástica reparadora y estética. Su equipo lo formaban más de cien médicos especialistas. Cada uno de ellos contaba con más de veinte años de experiencia, y había sido la primera institución médica en obtener el certificado de calidad ISO.

Aquello me hizo dudar seriamente acerca de si Taeyeon iba a marcharse a Colombia o tan solo lo utilizaba de excusa para operarse el pecho sin tener que contármelo. Por lo que había leído, y tras ver aquella mañana su pecho, sabía que la intervención quirúrgica a la que se había sometido fue la cirugía conservadora de la mama. Gracias a Dios, eso era indicativo de que el tumor no sería muy grande.

A través de una tumorectomía se lo habrían extirpado, junto al tejido sano cercano al mismo en el interior de la mama, pero aquella le había dejado el pecho operado más pequeño. Algo absolutamente inapreciable cuando estaba vestida. Era verdad que, aunque había conseguido abrirla, no se deshacía de su camisa cuando hacíamos el amor.

Aun así, tampoco me había parecido apreciable la diferencia entre los dos pechos bajo el sujetador, que suponía llevaba adaptado para conseguir una simetría. Solo era evidente si mirabas su pecho al desnudo. Me daba igual. No quería que se sometiera a más intervenciones, y su consiguiente riesgo, por una simple cicatriz y una pequeña diferencia de tamaño. No sabía qué le pasaba por la cabeza, pero estaba muy equivocada si pensaba que mostrarse tal y como era podía provocar cualquier tipo de rechazo en mí.

Pasé un mensaje a mi madre confirmándole que me quedaba a dormir en casa de Bora. De regreso a la mesa, choqué con los ojos oscuros del hombre con el que había tropezado, nos sonreímos brevemente antes de que girara a la izquierda y caminara hasta el fondo del banco, para tomar asiento junto a Bora de nuevo.

Desde el momento en que llegué había encontrado a Sunny un tanto cabizbaja, pero no quise decirle nada delante de todos. Aproveché para sonreírle cuando nuestras miradas coincidieron y con un gesto de cabeza pretendí saber si estaba bien.

— No, no lo está — respondió Yuri interceptando mi señal al tiempo que Sunny asentía sin convicción.

Miré a Sunny, cuando bajó la vista al plato de spaghetti alle vongole que le acababan de servir y que yo también había pedido, aunque mi ración aún no había llegado.

— Tiene que olvidarse de ella — habló de nuevo Yuri dirigiéndose a mí.

— Eso es fácil de decir y muy difícil de conseguir.

— Lo que tiene que hacer es buscar a otra y echarse un polvo.

— Yuri... — suspiró Taeyeon.

— Ni que eso sirviera de algo. Seguiría igual de enamorada de ella.

— ¿Igual que tú de...? — se calló y sus ojos miraron de reojo a Taeyeon.

Le mantuve la mirada al tiempo que sentía a Bora removerse en su asiento junto a mí. Taeyeon giró la cabeza en su dirección dedicándole una cortante mirada.

— Sí, igual — confirmé para su sorpresa.

— Pues tú también estás perdiendo el tiempo — dijo incisiva.

Alcé la mano ligeramente, impidiendo que Taeyeon pronunciara las palabras que intuí tomando forma en sus labios.

— Es posible — admití—. Pero yo mi tiempo lo pierdo en lo que me da la gana.

— ¡Joder Yuri! — exclamó Sunny.

— Era una broma.

— No, no lo era — repuse con rapidez —. Pero no pasa nada.

Un incómodo y largo silencio reinó en la mesa bajo el malhumorado rostro de Taeyeon. Después, cada uno se centró en su comida, poco a poco fuimos recuperando la normalidad durante la cena. Todos menos yo, que aunque fingí estar bien cuando me hablaban directamente, me mantuve en un segundo plano y apenas abrí la boca.

— ¿Quieres otra?

Levanté la vista hacia Yuri al darme cuenta de que la pregunta iba dirigida a mí. Su dedo índice apuntaba en dirección al vaso de Coca-Cola que acababa de vaciar con el último trago.

— Sí, gracias.

— De nada — me respondió amablemente, apresurándose a llamar al camarero.

Me fui con Taeyeon porque me pidió que le acompañara en cuanto terminamos con los postres. La seguí y bajé tras ella los cinco escalones de piedra que llevaban a la oscura playa.

— ¿Estás bien? Llevas toda la cena tan callada... — me dijo acariciándome la mejilla con el pulgar.

— Tenía entendido que cuando los mayores hablaban los niños se callaban...

— Estás enfadada — se rio con mi sarcasmo.

— ¡Qué va! Si me lo estoy pasando en grande. ¿Tú no?

— ¿Por qué no me has dejado que le diga cuatro cosas?

— ¿A quién? ¿A la chica tan guapa con la que llevas intentando emparejarme desde que te conocí?

— Tiffany... — suspiró agarrándome de la cintura.

— Tampoco ha dicho nada que no sea verdad — subrayé separándome de ella.

Cuando accedí de nuevo a la terraza, vi que el hombre moreno y su acompañante caminaban en mi dirección con intención de abandonar el restaurante. Aproveché a mirar al segundo. Era algo más bajo, aunque también fuera de complexión atlética. Llevaba el pelo muy corto y lucía un apurado afeitado.

Caminaba agarrado a otro casco integral de moto, de color rojo. Taeyeon me miró cuando le devolví la sonrisa al moreno, que junto con otra inapreciable inclinación de cabeza, me ofreció al cruzarnos. Me detuve al notar que sus pasos se alejaban y me apoyé en la barandilla para echarle un último vistazo.

— ¿Está bueno? —pregunté cuando reparé en la intensa calada que dio a su cigarrillo tras encenderlo.

Bajó la vista hacia el humeante tabaco y sonrió brevemente.

— Sí.

— Me alegro, disfrútalo, es el último que te fumas.

— Pensaba que no te molestaba.

— Y no me molesta. Me encanta el olor del tabaco rubio.

— ¿Entonces?

— Es malo para la salud. Si no fuera por eso, no me importaría nada que fumaras.

Sonrió más abiertamente.

— Ahora mismo lo apago.

— No — posé mi mano en su brazo deteniendo su intento de deshacerse de él—. En serio, fúmatelo y disfrútalo. Solo me gustaría que fuera el último.

— Lo será, si es lo que quieres.

— En realidad, preferiría que lo quisieras tú. No sirve de nada si vas a fumar cuando no estés conmigo, que es casi siempre...

Contuvo la sonrisa que se dibujó en sus labios tras aceptar mi reproche.

— Soy un poco mayor para fumar a escondidas, ¿no te parece? Puedes quedarte tranquila, no volveré a fumar.

—Gracias —dije rozando con el dedo índice el dorso de su mano. Me giré para contemplar la vista sobre la playa mientras esperaba a que Taeyeon terminara de disfrutar su supuesto último cigarrillo —. ¿Sabes quién era? — hablé de nuevo al advertir su silenciosa mirada sobre mí durante un largo rato.

— No — tardó en contestar tras estudiar mi rostro.

Sonreí suspicaz al darme cuenta de que había preferido escoger esa respuesta.

— Mi padre — le confirmé.

— Lo he imaginado — admitió en voz baja—. Te pareces muchísimo a él. ¿Estás bien? —preguntó suavemente, y deslizó la mano por la barandilla hasta cubrir la mía. Entrelacé los dedos con los suyos un instante antes de soltar su mano.

— Sí, no te preocupes.

— Creía que no le conocías.

— Y es verdad. Es la primera vez que le he visto siendo consciente de que era mi padre. Tengo vagos recuerdos de un hombre que jugaba conmigo cuando era pequeña, pero eso es todo. Imagino que era él.

— ¿Y cómo has sido capaz de reconocerle?

— Tú lo has dicho, soy clavada a él. También por su forma de mirarme.

— Él te conoce, ¿verdad?

— He crecido pensando que mi padre era un cabrón que había abandonado a mi madre al saber que estaba embarazada de mí, pero cuando estuve ingresada en la clínica descubrí que no fue así. Resulta que no era un cabrón, sino gay. El hombre que le acompañaba es su pareja.

— ¿Por qué no me lo habías contado antes?

Me encogí de hombros.

— Lo hubiera hecho de haber salido la conversación pero como nunca ha sido así, tampoco quise hablar de ello sin venir a cuento.

— ¿Y ha cambiado algo en ti ahora que le has visto?

— Supongo, no lo sé. Tal vez deba conocerle. Ahora que no vas a estar durante un mes quizá sea un buen momento para hacerlo.

Desvió la vista hacia el mar cuando le dije aquello, pero volvió a mirarme para saber una cosa más.

— ¿Te supone un problema que sea gay?

— No, todo lo contrario. Fue a mi madre a la que se lo supuso, y aunque entiendo perfectamente que se sintiera dolida y traicionada, me pregunto si le hubiera apartado de mi vida del mismo modo en que lo hizo si le hubiese pillado engañándola con una chica en lugar de con aquel chico.

— Probablemente sí.

Una risa cáustica escapó de mi garganta.

— Probablemente no — le corregí—. Las dos sabemos que eso no suele ocurrir entre los heteros. Mi madre no quería que tuviera un padre gay y mira tú por dónde, ahora no solo el padre de su hija es gay sino que también su hija. Espero que tenga más suerte con su próximo hijo.

— ¿Está embarazada tu madre? — me preguntó con sorpresa.

— No, pero lo estará.

— Eso no puedes saberlo.

— Lo que tú digas, Taeyeon — respondí con aburrimiento.

— No te enfades.

— No me enfado pero vamos a dejar la conversación.

— ¿Por qué?

— Porque si vas a estar quitándole hierro a cada observación que hago, pretendiendo suavizar o ignorar la realidad, prefiero no seguir hablando.

— Lo siento.

— No importa. Ya sé que lo haces con buena intención y con afán de protegerme. Aunque no sepa muy bien de qué.

— ¿Qué te hace pensar que tu madre quiera tener otro hijo? — me preguntó abandonando su amparadora actitud.

Me quedé pensativa unos segundos y decidí no contestar a su pregunta.

— Estos quieren ir a tomar una copa al Havet. Yo no voy a ir. ¿Te importaría dejarme en casa de camino? — aproveché para cambiar de tema.

— Quédate conmigo esta noche.

— ¿Y qué vas a hacer con Blyth? Creo que ella también quiere ir y no puedes dejarla sola con el jardín de infancia. La has invitado a cenar para no tener que aguantar tú sola al parvulario, ¿y ahora pretendes marcharte?

Sonrió ante la definición que utilicé para describir el grupo que formábamos.

— Bueno, pues podrías acompañarme un rato y luego nos vamos.

— No, yo no voy a ir. Te espero en mi casa mientras te tomas algo con Blyth y cuando termines, si quieres, me pasas a buscar.

— ¿Por qué no me esperas en casa entonces?

— Como quieras — soné resignada encogiéndome de hombros con desgana.

— Si no te apetece quizá sea mejor que lo dejemos para otro momento...

— Me parece bien.

Me miró perpleja cuando di media vuelta, encaminándome hacia la mesa que ocupábamos.

— Tiffany, Tiffany ¿cuánto es 395 entre 14? — preguntó Bora.

— 28,21. ¿Habéis incluido ya la propina?

— ¡Gracias, preciosa! — asintió sonriente lanzándome un beso.

Le devolví el beso. Me hizo gracia que me llamara así. Las últimas veces que había oído aquel piropo salió de los labios de Taeyeon.

— ¡Menudo cerebro! ¿Se te dan bien los números? — me preguntó Yuri.

Hice una mueca a modo de confirmación.

— Se le da bien todo — dijo Bora.

— ¿Y por qué no te presentas a uno de esos concursos de la tele? Hay algunos donde se puede ganar mucha pasta.

— Sí, eso me lleva diciendo Bora desde que la conozco. Tal vez lo haga un día de estos...

Dejé un billete de veinte y otro de diez sobre la mesa, anunciando que me marchaba a casa.

— ¿No vienes a tomar algo al Havet? — quiso saber Yuri.

— ¿Eso no te parece una pérdida de tiempo? — le pregunté con retintín.

Se sonrojó ligeramente y apartó la vista de mi cínica mirada. Me sentí mal al instante, aunque no tuviera claro si era por no haber conseguido controlarme sin tomarme la revancha o por su hiriente apunte, que no había dejado de reverberar en mi cabeza durante toda la noche, recordándome lo que yo ya sabía. Jamás conseguiría ser la pareja de Taeyeon.

— Otro día, hoy no puedo, de verdad, me tengo que ir — hablé de nuevo suavizando la voz.

— Si quieres te llevo — se ofreció al tiempo que sus ojos volvieron a mirarme.

— La llevo yo — sentenció Taeyeon antes de darme tiempo a contestar. Su tono de voz había sido tan tajante que ni Yuri se atrevió a insistir ni yo a negarme—. Cuando quieras — dijo clavándome la mirada.

Descubrí que Blyth tenía otros planes y que tampoco iría al Havet cuando me despedí de ella. Caminé en silencio al lado de Taeyeon hasta el parking al aire libre del restaurante, donde había estacionado su coche.

— Igual hubieras preferido que te llevara Yuri — habló con indiferencia, introduciendo la llave en el contacto.

— Igual — pronuncié molesta con el mismo desdén.

— Aún estás a tiempo — replicó señalándome la puerta.

La miré fijamente a los ojos, tratando de dilucidar si aquella invitación a que abandonara su coche iba en serio.

— Ya me llevará ella cuando tú no estés — respondí a su provocación ante la duda.

— Es verdad, se me había olvidado — rio irónica—. En un mes, si no es más, tendréis muchas ocasiones.

— ¡Touchée! — acepté la derrota y aparté dolida la vista de sus ojos.

Ahora ya no era solo un mes sino que se había abierto la posibilidad de que aún fuera más tiempo. De pronto, la opción de su operación se desvaneció por completo en mi cabeza y me pregunté si realmente iba a hacer ese viaje, si el motivo era separarse de mí el tiempo suficiente como para dar por terminada nuestra relación cuando volviera. Quizá pensara que un mes sin verla bastaría para olvidarme de ella.

Para mi desgracia, iba a necesitar muchos meses para hacerlo. No sabía que al menos una vida entera, sino dos, era lo que yo iba a necesitar para lograr borrarla de mi cabeza y de mi corazón.

— Tiffany — me nombró con dulzura al tiempo que rozaba mi pelo.

Supe que acababa de arrepentirse de utilizar su larga ausencia para hacerme daño. Me giré, la agarré atrayéndola hacia mí hasta que fundí mi boca con la suya en un posesivo beso. Gimió cuando me adentré y mi lengua se unió a la suya. Me devolvió el beso con la misma voracidad que impuse yo y mi o latió en respuesta al placer de sentir sus labios y su lengua abrasándome.

— Vámonos a tu casa.

Aún tenía la respiración acelerada, un torbellino de sentimientos fluía por mis venas cuando salí del coche en el porche de entrada. Todavía me dolía su comentario, aunque aquella respuesta la hubiera provocado yo. Me sacaba de quicio que insinuara que Yuri pudiera gustarme.

Me hacía daño que a veces pareciera que si aquello fuera verdad no le importaría en absoluto. El cóctel de celos, rabia y deseo que latía en mi interior, hizo que estallara cuando pasó por mi lado simulando que no había ocurrido nada.

— Nunca me ha gustado Yuri. Ni siquiera me gustaba cuando aún no te conocía. ¿Te ha quedado claro? — le dije furiosa cerrándole el paso y obligándola a apoyarse en el morro del coche.

Su mirada vagó por mi rostro y una sensual sonrisa se asomó a sus labios.

— Sí.

— Tú eres la única que me gusta, la primera y la única que me ha gustado en mi vida — le confesé con rabia antes de besarla con la misma rabia que sentía.

Nos besamos salvajemente. La deseaba tanto que allí mismo desabroché con urgencia cada botón de su vestido camisero hasta abrirlo por completo. La abracé con fuerza acariciando su espalda. Resbalé hasta los glúteos y sus caderas saltaron apretándose contra mí.

Me deslicé bajo la tela de su ropa interior para acariciarlos, al tiempo que su o encontraba mi muslo para frotarse con él. Me miró excitada cuando la empujé con mi propio cuerpo, haciendo que su espalda descansara sobre el capó del coche.

Abandoné nuestro enloquecido beso y bajé hasta que mi boca alcanzó su pecho izquierdo. El pezón endureció bajo el tejido del sujetador y mis labios lo besaron. La oí gemir al acariciarlo con mi lengua y aquel gemido penetró en mi conciencia haciendo que recuperara el control.

Me detuve un instante, supongo que esperando su habitual reacción, cuando me acercaba a aquella zona de su anatomía. Pero por primera vez no se tensó rehuyendo mi contacto. Me sentí feliz, había llegado a pensar que nunca conseguiría aquella intimidad con ella, que no le gustaba que le acariciaran allí. Sin embargo, su piel acababa de evidenciar todo lo contrario, respondiendo a mis caricias incluso por encima del sujetador.

Trepé por el costado dejando atrás su cadera y la perfecta cala que dibujaba su cintura. Apenas rocé la curva donde se insinuaba su pecho con la yema del pulgar, y me mantuve atenta a sus señales. Su jadeante respiración aún no mostraba indicios de que me apartara, por lo que lo rodeé con suavidad.

Lo sostuve un momento antes de que mis dedos se tensaran a su alrededor para llevármelo a la boca. Gemí con ella al tiempo que se curvaba y su o se apretaba contra mí. Ya no dudé y lo cubrí por completo con mi mano, estremeciéndome con el tacto de su erecto pezón.

No me atreví a dirigirme a su otro pecho, aunque no pudiera apartar de mi mente lo mucho que quería hacerlo. Era la primera vez que me lo permitía y no estaba segura de dónde se hallarían los límites de su inesperada concesión. Sin embargo, yo deseaba más.

Quería sentirla sin la ropa de por medio y alcancé su hombro bajándole el tirante por debajo del vestido abierto. Contemplé su pecho que se agitaba en armonía con su sofocada respiración y retiré la tela con más decisión de la que albergaba, exponiéndolo a la débil luz que proyectaba la luna en cuarto menguante.

Me dio vueltas la cabeza cuando recorrí la redondez de la tierna carne endurecida por la excitación y mis húmedos labios rozaron su aún más endurecido pezón. Me pareció advertir que se tensaba, pero volví a recorrer su suave desnudez con mi boca. Su siguiente gemido resonó en la quietud de la noche al acariciar con mi lengua su prominente y duro pezón. Me derretí al envolverlo con mi mano, con el contacto directo con la caliente y sedosa piel, que se volvía rugosa en la cima.

Lo acaricié, lo besé y lo lamí tomándome mi tiempo, y su cuerpo respondió ardientemente a cada estímulo. Cuanto más incrementaba la intensidad de mis caricias y mis húmedos besos sobre su oscilante pecho, más ávidas se volvían sus caderas empujando su o contra mi ingle.

Con cada nuevo roce, beso y caricia, que mi boca le ofrecía, sus gemidos iban elevándose rompiendo el silencio que reinaba en el porche. Deslicé mis labios por la piel de su estómago hasta su pubis, cuando su enloquecida fricción contra mí me hizo saber que explotaría en un o. Sus caderas temblaron cuando lo besé y una de sus manos descendió deprisa sujetándome el rostro.

— No — jadeó.

Ignoré su negativa y volví a besarla antes de bajar ligeramente sus bragas y hacer rodar mis labios sobre su sedoso monte de Venus.

— No, mi amor, no quiero eso — me dijo tomándome la cara, ahora con las dos manos.

— ¡Por Dios, claro que quieres! — me rebelé y aparté sus manos sujetándolas con fuerza contra el coche.

Intentó liberarse cuando mis labios resbalaron recorriendo su pubis aunque fuera por encima de su ropa interior. Ya no tenía forma de deshacerme de sus bragas, porque sabía que en cuanto utilizara una de mis manos para aquella tarea, y la soltara, no me lo permitiría.

— Eres preciosa — le susurré antes de sumergir mi boca en su o tras abrirme paso entre sus piernas, con un movimiento que le pilló de improviso.

— No, Tiffany — sollozó, tratando de cerrarlas, pero ya no tuvo éxito.

Sentí la humedad de su o a través del fino tejido y comencé a acariciarlo lentamente con mi lengua y con mis labios. Advertí que sus caderas se retraían separándose de mí, pero recuperé el mínimo espacio perdido y volví a cubrir su vulva con mi boca. En esta ocasión ejercí más presión.

Ya no tenía escapatoria, mi boca la aprisionaba contra el coche y no contaba con más espacio para echarse hacia atrás. La oí jadear cuando comencé a recorrerla por completo. Aprecié que se estremecía cuando acaricié su ano con la lengua y ascendí hasta la entrada de su húmeda . En ese instante quise soltarle las muñecas para poder desnudarla, pero aún se mostraba demasiado rígida como para intentarlo.

Avancé hacia el clítoris y rodeé con mis labios los suyos. Comencé con suavidad a succionar y a chupar su carne por encima de la liviana tela, que cada vez iba adhiriéndose más a su o. Estaba caliente, y aunque ya no gimiera, respiraba con dificultad.

Me concentré en aquella respiración para que me guiara en mi propósito. Algo me decía que la contención de sus gemidos era intencionada y que no ayudaría en mi deseo de satisfacerla oralmente. Aun así, persistí con mis atenciones alrededor de su clítoris y mis labios fueron intensificando gradualmente la presión. Aflojé sus muñecas, pero sin soltarlas, cuando noté que comenzaba a relajarse, dejándose llevar.

Poco después, contemplé maravillada cómo sus piernas se abrían sutilmente entregándose por fin a mí. No tardé en sentir su cuerpo sacudiéndose bajo mi boca y escuché cómo acallaba un gemido, al tiempo que el tejido que nos separaba, impidiéndome su contacto directo, se humedecía notoriamente con su calor líquido.

Me detuve fascinada y disfruté de los espasmos que hacían latir su o contra mi lengua tras el o. Acaricié sus muñecas para compensar la presión que había estado ejerciendo sobre ellas y besé su vulva. Aquellos intensos latidos fueron remitiendo.

— Te quiero — susurré.

Tomó mi barbilla alzándome el rostro y apenas pude ver sus ojos entreabiertos cuando se inclinó sobre mí.

— No vuelvas a hacerlo — sollozó antes de fundir su boca con la mía, besándome apasionadamente.

Me agarró de las solapas de la cazadora y me levantó del duro suelo sin interrumpir su ardiente beso. Se abrazó a mí y me estremecí por su modo de rodearme.

— ¿Por qué no? — quise saber.

Enterró su cara en mi cuello. Aún jadeaba y le faltaba aire para hablar.

— Porque eres muy joven, mi amor.

— Pero te quiero, estoy harta de tanto absurdo tabú, de que no me dejes quererte. Estoy enamorada de ti y es contigo con quien quiero hacer el amor, por mucho que te escandalice y no quieras oírlo.

Levantó la cabeza que tenía apoyada en mi hombro y giró mi rostro hacia ella, besándome suavemente. Cogió mi mano y me llevó dentro. Caminamos a oscuras hasta su habitación. En cuanto cruzamos el umbral de la puerta lanzó las llaves sobre el sofá. Me quitó despacio la cazadora, después se deshizo de su chaqueta. Me atrapó el labio superior entre los suyos y comenzó su lento y sensual beso, que con cada roce de su lengua me arrancaba un nuevo gemido.

Me dejó temblando y con el corazón desbocado cuando caí sobre la cama. Mis ojos empezaban a acostumbrarse a la penumbra y distinguí la piel, que dejaba ver su vestido abierto al tumbarse sobre mí.

— Sí que quiero oírlo. De hecho, me encanta oírlo — susurró.

Su caliente aliento junto a mi oído me quemó la piel y la abracé. Su húmeda lengua se abrió paso en busca de la mía. Apenas profundizó en mi boca, se mantuvo un largo rato en la superficie, jugando con mis labios, explorándolos y lamiéndolos pausadamente. La suave cadencia de su beso me abrasaba, me incendiaba el cuerpo, que se curvaba de placer bajo el suyo. Retiró mis manos de su cintura cuando comencé a apretarme contra ella.

Entrelazó sus dedos con los míos, sujetándome cada mano a uno y otro lado de mi cabeza, continuando con su enloquecedor beso. Me gustó tanto su dominante manera de inmovilizarme, que mi o se contrajo placenteramente en un espasmo. Había perdido el contacto con su pecho y solo contaba con el calor de uno de sus muslos entre los míos.

— Dame tu lengua, mi amor — gimió.

Me recibió con un suave roce, que se transformó en una intensa caricia cuando ahondé en aquel exquisito calor. Apresó mi lengua entre sus labios y se movió lentamente sobre ella. La lamió con calma y con el mismo sosiego comenzó a chupármela. Me hacía gemir tanto que no tardó en ofrecerme mayor profundidad, poco después acrecentó también el ritmo.

Cada succión repercutía directamente en mi o, apreciando cómo la sangre se agolpaba en mi vulva. La creciente presión hizo que mis caderas saltaran en busca de las suyas. Levantó la pelvis impidiendo que me apretara contra ella y solo conseguí un ligero roce en mi entrepierna.

Un desesperado sollozo escapó de mi garganta, pero Taeyeon volvió a besarme con pasión, ignorando por completo mi manifiesta necesidad. Su ardiente modo de besarme me dobló la espalda, arrancándome un ronco gemido, que retumbó entre las paredes de la habitación. Me retorcí bajo su cuerpo y mi o volvió a buscarla ansioso por su contacto, pero una vez más, no me dejó. La miré desconcertada y sonreí jadeante cuando me fundí en sus ojos, que me contemplaban con deseo.

— ¿Estoy castigada por lo de antes? ¿Es eso? — me reí a pesar de lo excitada que estaba. Me faltaba el aire y mi respiración sonaba tan fuerte que parecía que acabara de subir corriendo los 1.860 escalones del Empire State.

Soltó una de mis manos y bajó hasta acariciar mi rostro, besándome con dulzura.

— Lo de antes me ha parecido maravilloso — me confesó al oído.

Me enredé en su melena con la mano que acababa de liberarme.

— Y a mí, mi amor. Me ha encantado — le confirmé aliviada, sin el menor síntoma de culpabilidad por desear aquel placer, que parecía pertenecer únicamente a los adultos.

— Tan maravilloso que aún puedo sentirte — susurró entrecortadamente a mi oído otra vez.

Me estremecí al oír aquellas palabras y ahogué un gemido al revivir en mis labios la húmeda recompensa que me había brindado su o tras el leve forcejeo. Busqué su cara, que se escondía contra mi cuello, y la besé suavemente. Sus caricias descendieron por mi cuerpo y se colaron bajo mi camisa, recorriéndome el estómago, que tembló con aquel tacto.

Después, su boca se alejó de la mía y resbaló hasta mi escote. Se me aceleró el ritmo cardiaco en el momento en que sus manos fueron soltando los corchetes de mi camisa hasta abrirla por completo. La humedad de su lengua mojaba la piel, que iba quedando expuesta hasta topar con la cinturilla de mi pantalón. Era la primera vez que tomaba la iniciativa de desnudarme sin que yo participara activamente en aquel supuesto escándalo.

Tan solo la tarde de nuestro primer beso se atrevió a ello, pero enseguida su código moral no le permitió continuar, así que ya no estaba segura de hasta dónde estaría dispuesta a llegar en esta ocasión. Sin embargo, sus caricias continuaron cuando hizo saltar el botón y bajó la cremallera. Sentí sus suaves besos deslizándose hasta alcanzar mi pubis.

Hice un esfuerzo por controlar mis caderas, obstinadas en revelar lo excitada que me encontraba. Volvió a deshacer el camino con la boca y besó ardientemente la mía. —Estoy loca por ti — sus manos deslizaron mi camisa por los hombros.

Ayudé a que me la quitara y volvió a besarme mientras se desprendía de ella. Cuando sus labios se dirigieron a uno de mis hombros, retirándome el tirante del sujetador, y descendieron hacia mi pecho se me fue la cabeza. Me hizo rodar por la cama para que me tumbara sobre ella y sus manos recorrieron entonces mi espalda, colándose por debajo de mi pantalón abierto.

Me sacudí bajo sus caricias sobre mis glúteos desnudos. Un escalofrío me electrificó por completo cuando sus manos ascendieron de nuevo hasta mis hombros, bajando mi otro tirante. Sus labios me cubrieron la piel con sus húmedos besos al tiempo que desabrochaba mi sujetador.

Gemí con la desnudez de mis pechos sobre los suyos cuando lo hizo resbalar por mis brazos, deshaciéndose de él. El calor de su boca abrigó la mía y el de sus manos mi espalda desnuda. Mis sentidos se sumieron en la trayectoria que tomaron con las nuevas caricias, que rozaban las curvas de mis pechos. Me sentía mareada por el deseo y aturdida en cierto modo por su maravilloso cambio de actitud.

Deseaba que me tocara de una vez y no prolongara más aquella placentera tortura, pero no dije nada temiendo que eso pudiera ahuyentarla y regresara a la norma que ella sola había establecido, y que yo nunca había compartido. Me licuaba en la humedad de su boca que me besaba con fervor y que desencadenaba un inagotable balanceo de mis caderas sobre su o.

Cuando su siguiente caricia envolvió mi pecho desnudo, mi piel ardió de un modo que no conocía hasta entonces y tomé su lengua, chupándola con devoción. Se sacudió con el recibimiento que le ofrecí y la sentí tensarse sobre mi carne endurecida al tiempo que acariciaba suavemente mi pezón.

No pude ni quise disimular la felicidad que me produjo su tacto en aquella zona de mi piel y en respuesta, sus manos cubrieron mis dos pechos. Temblé con el placer del calor que los recorría, acunaba y cercaba con caricias que iban poco a poco intensificándose guiadas por el incremento de mis gemidos.

— Eres preciosa — exhaló.

Sin pensarlo, la arrastré conmigo mientras nos besábamos e hice que yaciera otra vez sobre mí.

— Tranquila, Taeyeon — le susurré cuando aprecié cierta rigidez en el instante en que deslicé su vestido, abierto por los hombros—. Solo es el vestido, nada más.

Su respiración se agitó más de lo que ya estaba y tomé su rostro entre mis manos para besarla cuando supe que aquella agitación no era tanto por nuestro grado de excitación, como por la tensión que le había generado mi intención de desnudarla. Me devolvió el beso con dulzura y yo volví a cubrirla para que se sintiera cómoda.

— No — musitó—, quítamelo — fundí en su boca un largo y profundo beso y descubrí sus hombros una vez más, deshaciéndome del vestido. Vibré cuando la abracé y mi torso desnudo entró en contacto con el suyo, aunque aún mantuviera su ropa interior puesta. Rocé su lengua con la mía y cogí su mano para llevarla a mi pecho—. Te quiero — susurró cuando hice que sus dedo lo rodearan.

— Y yo a ti — gemí adentrándome en su boca al tiempo que disfrutaba de la dureza de mi pezón contra sus yemas.

Quería volver a sentir sus caricias sobre mi sensibilizada carne y enseguida sus manos me otorgaron aquel deseo. La presión sobre mis pechos aumentó, y con ella, la ansiedad de nuestro beso. La seguí con la mirada cuando bajó por mi cuello en busca de un nuevo destino.

No pude apartar la vista del perfil de su rostro, que cada vez se dibujaba más nítido en la penumbra, de la cima de mi pecho que desaparecía dentro de su cálida boca. El roce de sus labios acariciando mi pezón, humedeciéndolo con su lengua me había gimotear sin descanso, y mi espalda se curvó de placer. Aquella sutil invitación a que no parara nunca, junto con el estado de excitación que rezumaba mi cuerpo, la incitó a acrecentar su intensidad sobre mi piel hinchada y endurecida.

La voracidad con la que su boca comenzó a chupar y lamer mis pechos, al tiempo que los sostenía entre sus manos bajo exquisitas caricias, hizo que el o asomara en el vértice de mis dos piernas. Empecé a perder el control y supe que no resistiría mucho más.

Mis caderas cambiaron de ritmo y se volvieron salvajes. Retiró una de sus manos de mi pecho y descendió hasta mi cadera, volviéndola a apoyar sobre la cama. La ligera presión que ejercía sobre mí no era suficiente para mantenerlas quietas, así que hice un esfuerzo por dominarlas, aunque en mi intento por complacer a Taeyeon un quejido de protesta escapara de mi garganta. Sonrió jadeante y me miró con aquella intensidad que me paralizaba el corazón.

Me besó profundamente y aprecié el rastro de calor que se deslizaba entre mis muslos. Ahogué un gemido al sentir su mano, por primera vez, sobre mi latiente vulva, e instintivamente mis piernas se separaron más. Me apreté contra ella, que iba gradualmente estimulándome por encima de la ropa al tiempo que me abrasaba la boca con su ardiente beso.

Su mano se coló inesperadamente por debajo de mi pantalón abierto y gimió conmigo cuando cubrió mi o. Percibí que se humedecían sus dedos en el suave recorrido y la necesidad que palpitaba en mi interior desde hacía mucho tiempo me venció. Perdí de nuevo el control y comencé a frotarme contra su tacto, que respondía con una experta precisión en el epicentro de mi placer. La miré aturdida por el deseo y exaltada por lo cerca que me hallaba de alcanzar el o, cuando su mano resbaló abandonando mi o. La estela de su beso viajó entonces en dirección sur y se deshizo de mis pantalones, desnudándome por completo.

— Eres preciosa, Tiffany — susurró contemplando la piel que iban cubriendo sus caricias.

Tiré de ella haciendo que volviera a tumbarse sobre mí. Estaba demasiado excitada como para ignorar lo lejos que habíamos llegado aquella noche. A pesar de dudar un instante, porque le había asegurado que tan solo deseaba quitarle el vestido, ya que jamás trataría de desprenderla del sujetador, bajé sus bragas no sin cierto temor a que me lo impidiera.

Ahogué un suspiro cuando me lo permitió, sollocé cuando sentí sobre mí su desnudez. Aprecié que ella también se estremecía, cuando nuestras lenguas se unieron con la misma avidez que lo hicieron nuestros os. Sus caricias regresaron a mi pecho y pronto se tornaron más intensas, elevando mi nivel de excitación.

La humedad de su vulva frotándose con la mía hizo que me diera vueltas la cabeza. Jamás la había sentido tan directamente y tan intensamente unida a mí. De pronto, se escurrió entre mis piernas y sus labios iniciaron un vertiginoso descenso, que se detuvo sobre mi pubis. La oía jadear con claridad porque a mí se me había cortado la respiración.

La recuperé cuando cubrió mi o con su boca con extremada delicadeza, sumergiéndose en cada pliegue hasta que halló mi , lamiendo con suavidad la entrada antes de profundizar imperceptiblemente en ella. La placentera sensación me hizo gemir y mis piernas se abrieron más, invitándole a que se adentrara.

Mi clítoris vibró con el sensual estímulo de su lengua entrando y saliendo de mí con aquel rítmico movimiento. Mi cuerpo se dobló cuando volvió a llevarse mi vulva a la boca y yo arrastré sus manos hasta mis pechos para que me tocara.

Me volví loca con la erótica cadencia con la que comenzó a succionarme y chuparme, al tiempo que sus manos apretaban mis pechos, tensando los dedos sobre mis erectos pezones. Gemía conmigo cada vez que me comía y escuchar sus gemidos, me encendió aún más.

Pareció que acababa de leer mi pensamiento, cuando intensificó el ritmo sobre mi clítoris, deliciosamente atrapado entre sus cálidos labios. Intenté aguantar y retrasar el clímax que hacía rato amenazaba con imponerse, pero era una tarea imposible ignorar su boca devorando mi o.

Dejé de luchar contra mi propio deseo. Todos mis sentidos se perdieron en su boca haciéndome el amor, en sus manos que continuaban acariciando mis pechos. Jamás en mi vida había sido tan consciente de algo. Tan solo unos segundos después, mi clítoris se contrajo para inundar su boca al alcanzar el asombroso o. Me sacudí violentamente, y aunque traté de contener aquel líquido que expulsaba, volví a derramarme dentro de su boca, que gemía tan alto como la mía.

Permanecí inerte y sollozante unos instantes con su jadeante aliento de fondo, que aún me envolvía.

Me senté sobre la cama y levanté temblorosa su rostro. Aún palpitaban aquellos espasmos que contraían mi o cuando la besé con todo mí ser. Advertí que se estremecía y mi lengua profundizó en su boca humedecida e impregnada de mi o.

— Estoy locamente enamorada de ti, Tiffany. Eso es lo que hago contigo — habló con la voz entrecortada.

Me emocionaron sus palabras y volví a besarla.

— Eres preciosa — jadeó con una sensual sonrisa cuando pasé los dedos por su barbilla, secándole la piel.

Traté de tumbarme sobre ella pero no me dejó. Había comprendido con demasiada rapidez mis verdaderas intenciones y me quedó claro que no iba a permitirme que le correspondiera con o oral.

Me pareció ridículo por lo evidente de su enorme excitación, pero esta vez no protesté. La arrastré sobre mí en su lugar, y gimió cuando hice que nuestras vulvas se unieran. Si no me iba a dejar sentirla en mi boca, quería sentirla entonces sobre mi o. Me había parecido la cosa más maravillosa del mundo después de su espectacular . Me agité cuando empujé y me fundí en su resbaladiza carne.

Detuvo el ligero movimiento de sus caderas y dejó que fuera yo quien se moviera. Me encantó que quisiera que yo tomara el control y comencé a frotarme suavemente contra su o.

Enseguida el placer me invadió y supe que volvería a tener otro o. Levanté más una de mis piernas y giré la cadera al tiempo que sujetaba las suyas contra mi cuerpo. Gemimos al mismo tiempo cuando nuestras vulvas se acoplaron a la perfección, incrementándose nuestro contacto.

Me derretía cuando la sentía de aquel modo, en que ambas empezábamos a buscarnos con impaciencia. Contemplé la cambiante oscilación de su cuerpo y elevé más las caderas, abriendo mis piernas explícitamente a ella.

— Tiffany — gimió cuando mi nueva postura permitió que se sentara con todo su peso sobre mi vulva.

Vibré con el profundo contacto y cerré los ojos inmersa en su satinada carne. Me quedé prácticamente inmóvil, simplemente sintiendo cómo se masturbaba contra mi o al tiempo que me masturbaba a mí. La fricción de su suave vulva aumentó considerablemente sobre la mía.

Acaricié su cintura y bajé por sus caderas hasta detenerme en el perfil del glúteo que se tensaba al empujar contra mí. Recorrí su cuerpo semidesnudo con la mirada, y aunque tuve la tentación de quitarle el sujetador para poder acariciar sus pechos, que se balanceaban al ritmo que marcaban sus caderas, no lo hice. Me conformé con el tacto de su mano que acariciaba alternante los míos, mientras su otra mano continuaba paseándose por mis glúteos.

Su movimiento se volvió placenteramente circular y la miré cuando un gritó sordo salió de su garganta. Su cabeza cayó hacia delante y su melena no me permitió verle el rostro cuando comenzó a sacudirse sobre mí.

— Sí, mi amor — gemí al percibir que mi o se inundaba con su caliente marea.

Me excitó tanto aquello, que mi clítoris latió y me uní a su o mientras más de aquel líquido caliente corría caudaloso por mi vulva, empapando cada pliegue y recoveco de mis es.

Sentir su fluido al tiempo que mi o se contraía por el placer del o me llevó al séptimo cielo. Me incorporé de golpe y la abracé contra mi cuerpo, haciendo que se sentara sobre mí y sus piernas me rodearan.

— Te quiero — susurró jadeante.

— Y yo a ti — respondí besando su cuello hasta alcanzar sus labios.

Nos besamos despacio, porque aún nos faltaba aire y nuestros corazones palpitaban demasiado deprisa. Me rodeó con sus brazos y apoyé el rostro sobre su pecho, todavía agitado. Nos quedamos así durante un largo rato.

— Taeyeon — la llamé en voz baja cuando su respiración y la mía fueron recobrando la normalidad.

— Dime, preciosa — dijo ella.

— Me ha encantado — le confesé.

Se separó de mí buscando mis ojos.

— Y a mí, mi amor — me besó tan dulce y tiernamente que volvió a encender mi deseo.

Me abrazó arrastrándome hacia ella cuando nos deslizamos bajo las sábanas. La rodeé también y volví a acomodarme sobre su pecho. Me estremecí con el calor que desprendía su desnudez, junto a la mía. Ignoré su sujetador y no hice preguntas sobre si dormiría con él o no. Sus dedos acariciaron mi espalda y mi piel reaccionó al instante.

 

Alzó mi rostro y me miró a los ojos antes de que sus labios me besaran. Su beso fue lento pero apasionado, enseguida sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo desnudo, y yo me perdí una vez más en sus caricias.

 

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Karly34 #1
Sube amor accidental por favor
Cass_Addiction19 #2
<3
Skyth06
#3
Chapter 23: Hermosa adaptación
natovida #4
Chapter 14: Siento que esto va a tener un triste final, apropósito de quién es la historia original?
ashleyurdiales24 #5
Chapter 11: I love it?
ashleyurdiales24 #6
Chapter 10: Me encanta
Actualiza pronto por favor
Karly23 #7
Chapter 1: Amo todas tus adaptaciones e venido a aquí solo por ti ?