capitulo 21

Afortunado Accidente

— La otra noche te esfumaste como el humo. Es uno de los mejores trucos de magia que he presenciado — dijo una voz a mi espalda, mientras esperaba a que cualquiera de las atareadas camareras del Havet me atendiera de una vez.

Había llegado antes de tiempo, como siempre que quedaba con Taeyeon, pero ni ella, Bora, Anthony o las L's habían aparecido aún.

— Hola Lu — saludé al volver la cara y encontrarla a mi lado, más cerca de lo que me hubiera gustado.

— Hola — sonrió haciendo una pausa —. Aún no sé cuál es tu nombre, por cierto —le devolví una forzada sonrisa. Se sorprendió al darse cuenta de que no quería decírselo—. No es justo, tú ya sabes el mío.

— Me llamo Tiffany.

— ¿Puedo invitarte a tomar algo, Tiffany?

— No, muchas gracias.

Suspiré aliviada cuando la mirada de Hani coincidió con la mía por encima de la barra y se encaminó hacia mí, desatendiendo a un grupo de chicas que reclamaban su atención vociferando distintas consumiciones.

— Me van atender, ¿quieres algo? — le anuncié a Lucy por mera educación.

— Un margarita, por favor, que sea de fresa.

Asentí y me dirigí a Hani antes de que cualquier otra mujer entre el tumulto, se me adelantara y me arrebatara la vez.

— Hola, un margarita de fresa y una Coca-Cola por favor.

Advertí la mano de Lucy en mi brazo y la proximidad de su cuerpo antes de que hablara.

— ¡Tanto esperar para una simple Coca-Cola! — exclamó junto a mi oído —. Tómate otra cosa.

— Es que no bebo alcohol y la Coca-Cola me gusta.

— Eso me parece bien — rio—. Pero hay cientos de cócteles que no lo llevan, déjame a mí. ¡Cambia esa Coca-Cola por un San Francisco si eres tan amable! — le dijo a Hani frente a nosotras.

Me encogí de hombros imperceptiblemente y le hice una seña con la cabeza dándole mi aprobación en el momento en que los ojos de Hani, ahora interrogantes, buscaron los míos.

— Veo que te cuidas, eso está muy bien. Yo también debería hacerlo más a menudo, pero me cuesta salir una noche y no tomarme algo menos... aburrido. Ya tengo suficiente cotidianidad a lo largo de toda la semana. ¿Y tú? — me preguntó cuándo la camarera se retiró de la barra para preparar nuestras bebidas.

— Supongo que también.

— ¿A qué te dedicas? ¿Estudias, trabajas, ambas cosas?

Su pregunta me hizo caer en que no sospechaba para nada mi verdadera edad. Lo cierto era que siempre me había pasado. Ni siquiera cuando accedí a la universidad con tan solo catorce años mis compañeros, que ya contaban todos ellos con dieciocho, pudieron intuirlo.

Posiblemente mi estatura y el precoz desarrollo de mi cuerpo habían borrado los rasgos excesivamente infantiles que era capaz de distinguir en otras chicas de mi edad. Con el tiempo, la voz se fue corriendo y casi no quedó un compañero que no me mirara de reojo al pasar, tras conocer mi corta edad y la magnífica beca que había conseguido por parte del estado por aquel motivo.

— Estudio.

— ¿Puedo preguntar el qué?

— Medicina.

— Vaya — exclamó con una sonrisa—. ¿En qué curso estás?

— En tercero.

Su mirada estudió mis facciones una vez más.

— ¿Has pensado en la propuesta que te hice?

— No mucho — admití. Jamás había pensado menos en una cosa. El cáncer de Taeyeon no me había dado ni un segundo de respiro durante toda la semana, ocupando todo mi tiempo en saber más sobre aquella enfermedad, en tratar de sobreponerme a la brutal conmoción que me provocó el significado de aquella cicatriz sobre su pecho derecho—. Aunque te lo agradezco, no estoy interesada — añadí amablemente hundiendo la mano en el pantalón en busca de dinero cuando vi las dos coloridas bebidas que Hani dejó sobre la barra para nosotras.

— Guarda eso, por favor — me dijo suavemente envolviendo mi mano y evitando que pudiera extender el billete que acababa de sacar—. Invito yo, todavía tienes que probar el cóctel. ¿Y si no te gusta?

— Gracias — respondí volviéndome a llevar el dinero dentro del bolsillo. No quise insistir y mucho menos discutir por el ridículo coste que debía suponerle a la directora general de una agencia de publicidad aquel vistoso líquido.

La vi entregar su tarjeta de crédito a Hani.

— El de tubo — me dijo cuándo alargué la mano, dudosa entre el largo y estrecho vaso y la copa.

Ambos tenían un color muy similar y ambos lucían una corona blanca teñida a juego en el borde. Tomé las dos copas y le ofrecí la suya.

— Muchas gracias, qué educada — apuntó mirándome fijamente a los ojos.

— De nada, gracias a ti por la invitación.

Desvié la vista para concederle mayor privacidad cuando le acercaron el datafono, tecleando su número secreto.

— ¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión?

— Nada, en serio.

— Aún queda una semana más para que puedas darle una segunda vuelta. No es difícil de hacer y tampoco tendrás que hablar, solo ponerte unos vaqueros y entra y salir de la Ópera.

— ¿De la Ópera? — no pude disimular mi sorpresa.

— Sí, así es como yo lo veo. Es la noche de estreno de Romeo y Julieta. Todos esperan vestidos de rigurosa etiqueta, unos afinados en corrillos y otros en pareja a lo largo y ancho de la escalinata de acceso.

De pronto, apareces tú, sola, abriéndote paso entre todos ellos. Aún no se te ve el rostro. Es un plano medio tomado de espaldas. Tu preciosa melena negra cae sobre un espectacular abrigo negro que te llegaría hasta los pies, lo que hace que parezca que tú también vas de etiqueta.

La gente comienza a volverse cuando tú pasas por su lado. No queda muy claro el porqué de que todos te miren. Se sobrentiende que es por tu belleza, pero también va a ser por tu juventud.

Piensa que los que te rodearán andarán entre los treinta y cinco y cincuenta años de edad. Cuando alcanzas la entrada principal un acomodador joven y guapo te reclamará embelesado la entrada. En ese instante, te abrirás el abrigo solo por un lado y deslizarás la mano dentro del bolsillo trasero, para sacar tu entrada, dejando ver que vistes unos vaqueros.

Las mujeres más maduras de tu alrededor mostrarán, con gestos y chismorreos al oído de sus acompañantes, sus críticas a lo que llevas puesto. Sin embargo, entre los más jóvenes arrancarás una sonrisa de agrado por haber quebrantado el estricto código de vestimenta.

Caminas hasta el ropero y te desprendes del abrigo. La cámara entonces recorrerá tú cuerpo de arriba a abajo mostrando con claridad los vaqueros y cómo guardas el número que te acaban de asignar. Ahí te darás la vuelta y por fin se te verá el rostro.

Ignorarás la cara de estupefacción de todos los que en el vestíbulo descubren que vas arreglada de cintura para arriba, pero no de cintura para abajo, y te acercarás al acomodador, que te espera cautivado con una sonrisa, para llevarte hasta tu butaca en primera fila.

Caminarás hasta tu asiento y la toma entonces será de frente, exhibiendo con detalle el diseño del pantalón. Te sentarás y cruzarás las piernas. Mientras tiene lugar la Ópera, las personas sentadas en la misma fila que tú, no dejarán de mirarte las piernas enfundadas en los vaqueros, entonces el nuevo ángulo que toma un foco sobre el escenario, los iluminará haciendo que Julieta reparé en ellos y luego en ti.

Os miráis, os gustáis y Julieta ya no apartará sus ojos de ti durante el resto de la representación. A su término, serás la primera en ponerte en pie para aplaudir, cuando todo el mundo te siga levantándose de sus asientos, tú abandonarás el tuyo y te alejarás sola por el pasillo principal, dando la espalda al escenario.

Julieta te sigue con la mirada, al tiempo que saluda al público. Cuando se da cuenta de que te va a perder, porque estás cruzando la puerta, salta del escenario y corre detrás de ti. El acomodador que presencia la escena sale corriendo detrás de Julieta, que te sigue a ti.

Tú ya has accedido al vestíbulo y el hombre del ropero te reconoce al instante, entregándote tu abrigo sin necesidad de que le des el resguardo. Desciendes las escaleras del edificio y cuando llegas a pie de calle, Julieta sale en tu busca por la puerta principal.

Tú no la ves porque continúas alejándote, pero el taconeo de sus zapatos al bajar a toda prisa las escaleras en la quietud de la noche, hace que te gires antes de abrir la puerta del elegante taxi que acaba de detenerse frente a ti.

Os volvéis a mirar, os sonreís y le abres la puerta del taxi cuando te alcanza. Reparas en su atuendo de Julieta y te quitas el abrigo para cubrirla, pasándoselo por los hombros. Ella entra primero, después lo haces tú, exponiendo una vez más los vaqueros al sentarte.

El guapo acomodador presencia la escena desde lo alto de las escaleras y se ríe sacudiendo la cabeza cuando comprende la atracción que existe entre las dos. Luego, observa resignado el taxi, que se distancia con vosotras dentro.

— Me encantará verlo, me encantará ver que Julieta cambia a su tradicional Romeo por otra «Julieta» y que alguien se ha atrevido, al fin, a transgredir las cuadriculadas normas de la publicidad, haciendo que ambas se marchen juntas en un anuncio. Pero yo no puedo ser la otra Julieta, lo siento.

— Sí que puedes, hazlo tú, por favor. Dime con cuánto dinero te considerarías bien remunerada por lo que te acabo de contar y yo me encargo de conseguírtelo.

— No es el dinero, Lucy. Hasta sería capaz de hacerlo gratis si supiera cómo. No soy la chica que buscas para ese anuncio.

— Por supuesto que lo eres. Llevo muchos años en esto y sé distinguir un diamante de una circonita a la legua. Tú eres precisamente la auténtica Julieta.

— Muchas gracias, pero te digo de verdad que no puedo hacerlo. No se me dan bien esas cosas y tampoco me interesan. Entiéndelo.

Bajó la vista a su copa de igual color que un rubí, aún sin probar, y aprecié su cara de desilusión.

— ¿Qué te parece esa chica? — le pregunté haciendo que dirigiera la mirada hacia donde señalaba mi dedo índice con disimulo.

— ¡Por el amor de Dios, otra rubia no!

— ¿Tienes algo contra las rubias? — me reí.

— Contra las anodinas sí, y ella lo es. Busco belleza con personalidad, rasgos con carácter, con temperamento, como tú. No quiero otra piel de porcelana que haya que maquillar durante horas para que no se le transparenten las venas. Quiero fuerza, salud, naturalidad, vitalidad. Te quiero a ti.

Negué suavemente con la cabeza.

— Lo siento pero no.

— ¿Podríamos cenar entonces?

— Ya he cenado, pero gracias de todas formas.

— No me refería a hoy, cualquier otro día me parecería bien.

— Tampoco otro día sería una buena compañía, estoy loca y perdidamente enamorada de alguien, y cada décima de segundo que tengo libre es para pasarlo a su lado.

— ¡Qué afortunada debe ser ella! — suspiró con cierto asombro ante la sinceridad de mi respuesta.

— No, la afortunada soy yo.

Sonrió de medio lado e hizo chocar su copa contra mi vaso.

— Que seas feliz entonces.

— Tú también, y espero que encuentres pronto a tu Julieta — le deseé antes de beber de mi cóctel escarlata—. Está muy bueno — le dije tras saborearlo—. Muchas gracias.

— A ti, me alegra que te guste.

Enmascaré el sobresalto que me produjo descubrir que todos, excepto Anthony, habían llegado ya. Más concretamente la visión de los ojos de Taeyeon, que me miraban atentamente a pocos metros de distancia.

Le sonreí cuando su circunspecto semblante me brindó una de sus deslumbrantes sonrisas y leí en sus labios el «hola» que articuló. No tuve ni tiempo de acercarme cuando Bora se abalanzó sobre mí, abrazándome cariñosamente.

— ¿Cómo estás? ¿Qué es lo que te pasa, Tiffany? —me preguntó haciendo que retrocediera unos pasos, alejándome más del grupo.

— Nada, estoy bien, no te preocupes — respondí saludando a todos con la mano cuando nos miraron.

— ¿Cómo no me voy a preocupar si llevas una semana llorando y no quieres hablar del tema? ¿Dónde has ido hoy?

— A casa, no aguantaba más en el hospital, estaba muy agobiada pero ya estoy mejor.

— ¿Todo esto es por Taeyeon? ¿Le has dicho que estás loca por ella y te ha dicho que no?

— Más o menos — mentí. Bajo ningún concepto iba a revelar el cáncer de Taeyeon. Aunque hubiese querido hacerlo, me sentía incapaz de pronunciar aquella palabra sin romper a llorar y sin sentir el mismo dolor que si me arrancaran de cuajo el corazón. Y ni loca confesaría que entre ella y yo ya había algo más.

— No sé si yo estaría tan segura de eso... Tendrías que haber visto cómo te miraba mientras hablabas con esa mujer en la barra. ¿Quién era, por cierto?

— No sé, me ha empezado a hablar de cócteles sin alcohol y al final me ha convencido, me he pedido un San Francisco. Tenía razón, está muy bueno. Toma, prueba.

— Deberías usarla para darle celos, creo que funcionaría... — bebió un trago de mi bebida.

— No digas gilipolleces — me reí.

— Lo digo completamente en serio. Cuando he llegado, Taeyeon ya estaba aquí. Pensaba que tú no estabas, no te había visto, pero ha sido ella la que me ha dicho, con cara de pocos amigos aunque haya tratado de ocultarlo, que estabas en la barra. Y no te ha quitado la vista de encima desde entonces. Ni a ti ni a la morena guapa. Y ya aprovecho para decirte que ella sí que es mucho, pero que mucho, más mayor que tú... ¿Cuándo te vas a fijar en alguien de tu edad? — me devolvió el vaso.

— ¿Cuándo tenga cuarenta? — solté una carcajada.

— ¿Ya se ríe mi chica? — preguntó Anthony dándome un sonoro beso en la mejilla.

— Sí, ya me río — le devolví el beso —. ¡Qué bien hueles!

— ¿De verdad, estás bien?

— Sí, no te preocupes. Venga, vamos, que al final se va a mosquear todo el mundo, y además tenéis a vuestros respectivos esperándoos.

Nos unimos a los chicos, y como ya era habitual, pretendí que pareciera que me encontraba con Taeyeon por primera vez aquel día.

— ¡Tenía tantas ganas de verte otra vez! — le dije tan pronto tuve oportunidad de hablar sin que nadie me oyera.

— Y yo a ti — dijo bajando la vista al suelo.

— Le he dicho que no a lo del anuncio y a lo de ir a cenar con ella. Solo he aceptado su invitación a este San Francisco, porque no he querido discutir — quise que supiera a pesar de no estar segura de si quería saberlo. Aunque parecía estar bien conmigo, intuía un no sé qué en ella que me decía que no iba a preguntar por mi larga conversación con Lucy.

— Gracias — me miró otra vez.

— ¿Por qué?

— Por contármelo.

— ¿Te he dicho alguna vez que me enamoré de ti en el mismo instante en que me preguntaste por mi nombre?

— No — esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

— Bueno, pues ahora ya sí — le devolví la sonrisa.

— ¿Te he dicho alguna vez que todo empezó en el instante en que tú me preguntaste lo mismo?

— No — negué desconcertada.

Asintió con la cabeza.

—Me pareció lo más encantador que había oído en mi vida. Mira que llevo años atendiendo a pacientes que llegan de todas las formas posibles a urgencias, y muchos hablan y dicen y preguntan, pero jamás nadie me había preguntado por mi nombre, mucho menos del modo en que me lo preguntaste tú.

— ¿Cómo te lo pregunté?

 

Una sensual mirada centelleó en sus ojos como respuesta.

 

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Comments

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Karly34 #1
Sube amor accidental por favor
Cass_Addiction19 #2
<3
Skyth06
#3
Chapter 23: Hermosa adaptación
natovida #4
Chapter 14: Siento que esto va a tener un triste final, apropósito de quién es la historia original?
ashleyurdiales24 #5
Chapter 11: I love it?
ashleyurdiales24 #6
Chapter 10: Me encanta
Actualiza pronto por favor
Karly23 #7
Chapter 1: Amo todas tus adaptaciones e venido a aquí solo por ti ?