Ignition

Unknown Flames



 

"Las respuestas yacen muy en lo profundo de tu mente. 
(Pero) conscientemente las has olvidado. 
Así es como funciona la mente humana. 
Cada vez que algo es demasiado desagradable, 
demasiado vergonzoso para soportarlo, lo rechazamos 
Lo borramos de nuestra memoria. 
Pero la huella está siempre ahí. 
Nunca olvidamos de manera definitiva." 0

Understanding - Evanescence





La habitación es de un blanco inmaculado. Todo en ella lo es: la gran mesa ovalada en el centro, las ocho sillas que la rodean, las baldosas que cubren el piso, la pintura del techo, las paredes, las cortinas que cubren las ventanas y que evitan ver lo que se encuentra al otro lado, ya sea un día soleado o la noche más negra.  

También son blancas las batas de las ocho personas ocupando las sillas del lugar.  

Todos los presentes hablan a la vez hasta que el hombre sentado a la cabecera, de cabello cano y anteojos, da un golpe seco con su palma en la mesa. Acto seguido, todas las miradas de los presentes recaen en él, con sus expresiones sorprendidas. El silencio inunda la habitación hasta que el hombre toma la palabra. 

—Debemos mantener la calma —dice inclinándose hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos de sus mano ante si. 

—¿Cómo podemos calmarnos? ¡El nº 13 estaba tratando de escapar! —exclama unos  de los hombres, con su rostro pálido perlado de sudor y sus facciones angulares acentuadas por los fluorescentes del techo— No sólo eso, ¡sino que además estaba tratando de llevarse consigo al nº 7! —dice, su voz aumentando cada vez más el tono hasta terminar en casi un chillido. 

—El profesor Nam tiene razón —aventura otro hombre, esta vez de pelo gris y con ligero sobrepeso, en un tono más bajo y serio—. Casi perdemos al sujeto más importante del proyecto, sin el cual no podemos continuar. Además, ¿notaron cómo escapó? El maldito hizo estallar la rejilla de ventilación, cuando se supone que no debería poder. Al menos no de manera consciente ,¡y mucho menos bajo los efectos de las drogas que le administramos! —termina, perdiendo la compostura y estrellando su puño contra la mesa. 

Luego del exabrupto, todo vuelve a quedar en silencio y sólo se oyen algunas respiraciones entrecortadas. La tensión es palpable y pareciera que todos están esperando el momento para saltar encima unos de otros. 

—Gracias, Profesor Nam, Profesor Jung —dice mirando a las dos personas que hablaron respectivamente—. Soy perfectamente consciente de que estamos en una situación delicada. También está el otro hecho que, en mi opinión, es uno de los más preocupantes. Estoy seguro que todos ustedes lo escucharon de aquellos que presenciaron y detuvieron el intento de escape —dice, tomándose el tiempo para mirar a cada miembro sentado en la gran mesa y ver como mutan sus expresiones a una en común: miedo—. Nº 13 sonrió. ¿Cómo pudo suceder esto? 

Ante esto, todos los presentes sienten que les recorre un escalofrío por el cuerpo. El sólo hecho de imaginarse al sujeto del proyecto mostrar emoción alguna, sea cual fuese, les hiela la sangre.

Han trabajado por diez años con él, y para lograr el objetivo del proyecto necesitan dos cosas: suprimir todo recuerdo y emoción del sujeto, y desarrollar al máximo sus habilidades. Necesitan que sea lo más fuerte que pueda ser, pero a la vez, debe ser dócil y fácil de controlar. 

Lo necesitan. Todo el proyecto se ha reformado en base a él, porque no hay otra persona igual. La corporación tiene esparcida su red por todo el mundo, sobre todo en el área política y en la médica, ya que los hospitales e instituciones mentales es en donde con mayor frecuencia terminan los "sujetos de prueba". Por eso lo saben. Nº 13 es único. No pueden perderlo. 

Pero la gran pregunta que todos se hacen es: ¿por qué muestra emociones ahora, cuando nunca antes lo ha hecho? 

Y repentinamente, una a una las cabezas de los presentes comienzan a voltearse hacia el hombre de nariz aguileña, anteojos y cabello cano. Todas con expresiones lívidas una vez que hallan la respuesta. 

—Exacto —dice, su expresión sombría y el entrecejo fruncido—. El nº 7 —confirma mientras se pone de pie y camina hacia la ventana. Una vez ante ella abre las cortinas, dejando ver el paisaje gris azotado por fuertes ráfagas de viento y gruesas gotas de agua—. Es su culpa, estoy seguro .Y creo que todos estamos de acuerdo en ese punto —y cuando no escucha protesta alguna, continúa—. No sé aún como lo hizo, pero lo que sí es claro es que no debemos permitir que arruine años de trabajo e investigación. Además, también está el suceso de la sesión de hipnosis de hace un tiempo. No queremos que ocurra lo mismo que hace diez años... 

Dicho esto, varios de los presentes se remueven inquietos en sus asientos porque es prácticamente un tema tabú el hablar de lo sucedido hacía diez años en ese mismo lugar. El primer traspié del proyecto y lo que eventualmente había dado paso a la restructuración del mismo era algo que nadie quería recordar. 

—Será una pérdida valiosa —continúa el de anteojos de manera fría y calculadora—, pero hay que deshacerse de él. 






KyuHyun se despierta desorientado. Siente que la cabeza le da vueltas y no logra discernir, entre tanta blancura, dónde se encuentra. Está como entumecido; como si levitara entre la consciencia y la inconsciencia, entre la realidad y los sueños. ¿Qué ha sucedido? Sinceramente no lo recuerda. Sus pensamientos oscilan entre definir su ubicación (por lo menos sabe que no es su habitación), pensar en qué lo llevó allí, por qué está atado a una camilla y, principalmente... ¿por qué está solo? Hasta el momento, siempre que ha dejado su habitación, alguien se ha mantenido a su lado, ya sea la mujer que le lleva la comida o el hombre de anteojos cuando se encuentra en la sala de las inyecciones. 

Sin embargo, esto es sólo un pensamiento fugaz que rápidamente es reemplazado por la nada. La mirada de KyuHyun simplemente se pierde en el blanco profundo del techo. 

Sólo observa y espera, porque sabe que en algún momento el hombre de anteojos entrará por la única puerta de la habitación y comenzará con las preguntas de siempre. O tal vez será la mujer quien lo hará. De cualquier manera, sólo puede ser alguno de los dos, pues son los únicos que conoce. Porque son las únicas personas que recuerda. 

Y, tal como predijera, es el hombre quien aparece tras la puerta blanca. Ante la intrusión, KyuHyun vuelve la mirada lánguida hacia él con expresión impasible. 

Entonces el hombre le pregunta cómo se siente, a lo que KyuHyun responde con un 'como siempre' y ve cómo el hombre asiente y se ajusta los anteojos sobre el puente de la nariz antes de caminar hasta la camilla. 

—¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy atado? —pregunta KyuHyun sin inflexión alguna en la voz. 

—Cambiamos el tipo de medicamento que te administramos, el cual te produjo una seria reacción alérgica y convulsiones —explica rápidamente el hombre—. Las ataduras son por tu propia seguridad hasta que estemos seguros de que las convulsiones cesaron. 

Ante esto KyuHyun simplemente asiente y vuelve su mirada al techo. 

—En estos momentos son las siete de la tarde, por lo que, si durante un par de horas tu condición se mantiene estable, podrás volver a tu habitación —continúa el hombre para luego voltearte y avanzar hasta la puerta—. Mientras, descansa un poco más aquí— dice, saliendo de la habitación y cerrando la puerta con llave tras de sí. 

La mirada de KyuHyun no se mueve del punto que observa en el techo, pero su mente trata de comprender por qué no le dijo al hombre de anteojos que hay un par de cosas que no son 'como siempre': como la presión en su pecho, que no alcanza a ser molestia física, o la estrofa de una canción que no recuerda haber escuchado dando vueltas en su cabeza y la cual no puede evitar entonar en un susurro: 

—Te hice todas esas promesas... sólo para decepcionarte. Tú creíste en mí, pero soy inservible...1  




Son casi las doce de la noche cuando se le permite a KyuHyun volver a su habitación, esta vez acompañado de dos hombres a los que nunca ha visto. Aun así, los sigue hasta llegar a su habitación. Una vez frente a la puerta, KyuHyun levanta la mano con la intención de tomar el picaporte y abrirla, acción que provoca que ambos hombres se alejen repentinamente de él, visiblemente tensos. Ante aquella reacción, KyuHyun simplemente se los queda mirando unos segundos con expresión desinteresada y, abriendo la puerta, se hace paso hacia el interior, para escuchar el sonido característico del cierre con llave a su espalda. 

Cuando mira a su alrededor, su habitación está como siempre: su cama está en el mismo lugar, ve los mismos colores, las mismas cosas...pero hay algo distinto. Simplemente no puede distinguir qué es. 

Por lo mismo, decide no entretenerse con eso y avanzar hasta su cama, sobre la cual se desploma. 

Está cansado, incluso a pesar de haber estado acostado todo el día. No puede explicarlo, pero sabe que es algo más que físico. Es una languidez que jamás ha sentido antes. Como si su cuerpo se negara a cooperar con su mente y lo dejara drenado de energía el simple hecho de parpadear o de respirar. 

Era extraño. 

Además, también está  esa presión en el pecho que, por momentos, hasta parece sofocarlo. ¿Estará enfermo? También puede ser que sean simplemente efectos del medicamento. Sea lo uno o lo otro, KyuHyun espera que pase pronto. 

Es entonces, cuando escapa de sus pensamientos y vuelve a la realidad de su habitación, que nota que se ha volteado hacia la pared y la ha estado acariciando inconscientemente. 

¿Por qué haría algo como eso? Por más que lo piensa no logra encontrarle motivo a lo ilógico de su accionar y le inquieta el estar sintiendo y haciendo tantas cosas extrañas. Pero esta demasiado cansado como para seguir dándole vueltas al asunto y lo último que cruza por su mente antes de abrazar la inconsciencia es parte de esa canción que nunca escuchó: 

"He estado creyendo en algo tan distante, como si yo fuese humano. Y he estado negando esta sensación de desesperación en mi... en mi"2




Está oscuro. Sea donde sea que mire sólo lo rodea la oscuridad. Quiere moverse, avanzar, pero sabe que no es razonable; que entre tanta negrura puede haber algo que lo pueda lastimar. O alguien. O puede no haber nada, y no está seguro de cual de estos motivos lo inquieta más y lo mantiene clavado en el lugar.  

Hasta que escucha una voz. 

Es apenas un murmullo, pero va tomando intensidad y se da cuenta de que no proviene de un lugar en particular, sino que pareciera venir de todos lados para colarse directamente en su cerebro. KyuHyun simplemente espera y escucha hasta que puede discernir lo que oye. 

"Nada", dice la voz y KyuHyun siente que la presión en su pecho se intensifica exponencialmente con cada sílaba y le provoca un nudo en el estómago. La voz suena cansada, ronca y... 

Familiar, completa su mente. 

No tiene la menor idea de lo que eso significa, pero tiene la sensación de que ha escuchado antes esa voz y cuando se prepara para preguntar quién habla, la negrura se ve diezmada por el resplandor casi cegador de la palabra que aparece enorme, en el aire frente a él, parpadeando entre el amarillo y el rojo: DOLOR. 

El alarido desgarrador que escucha segundos después provoca que sus manos vuelen instintivamente hacia sus oídos en un intento por acallar todo sonido, al tiempo que el estómago le da un vuelco y está seguro de que devolverá lo poco que hay en él. 

Cuando la palabra se desvanece, también se detiene el grito y sólo quedan sus jadeos llenando el ambiente. KyuHyun espera que haya terminado, por lo que abre los ojos que no sabía había cerrado y sus manos se alejan tentativamente de sus oídos. 

Sólo que no ha terminado. Lo confirma cuando lo vuelve a escuchar. 

"Te dije... ya mil veces... que no sé nada"

Por más que esta vez lo vea venir, no alcanza a prepararse para el grito de dolor. La palabra también aparece nuevamente frente a él , aún más brillante, y esta vez siente como lo que sea que tiene en el estómago le sube por la garganta, lo cual lo lleva a caer de rodillas, con ambas manos apoyadas en el piso y los ojos fuertemente cerrados, tosiendo profusamente para intentar no devolver sus entrañas. Aún no se ha recuperado cuando lo vuelve a escuchar. 

"¿Qué dijiste...? Eso... eso no puede ser verdad..."

KyuHyun sabe que no soportará otra vez lo mismo, pero esta vez no llega y casi suspira de alivio cuando, al abrir lentamente los ojos anegados, la ve. Es la misma palabra de antes, dolor, y está apenas a un par de centímetros de su rostro, sobre el piso negro, sólo que esta vez es mucho más pequeña, y de un blanco inmaculado, casi resplandeciente. 

Siente entonces que un escalofrío gélido le recorre por completo, al tiempo que se incorpora para quedar sentado laxamente sobre sus talones, sin despegar la mirada de la inscripción. 

"Por favor... di que no es cierto... "

Es una frase a la que le sigue un par de sollozos ahogados y KyuHyun ve cómo la palabra se multiplica gradualmente sobre la negra superficie; debe haber ya cientos de ellas rodeando a la primera, formando un gran charco blanco en la negrura. 

"No... no, no, no, no, ¡no! Por favor, ¡ayudaré! ¡Lo haré! Por favor, haré lo que me pidan... lo soportaré, pero di... que no es cierto... ¡él no!"

Es en ese preciso momento en el que KyuHyun siente que el aire a su alrededor comienza a espesarse. Siente que le pesa y le cuesta respirar. La presión en su pecho es aún peor y se siente tan mareado que apenas y puede mantener abiertos los ojos, cayendo de nueva cuenta sobre sus manos para evitar desplomarse por completo. Pero al momento de querer gritar que pare, que se detenga, se da cuenta de que su voz lo ha abandonado.  

"¡Es mentira! ¡Es mentira! ¡KYUHYUN!"

KyuHyun levanta la cabeza bruscamente al escuchar ese nombre. Tiene los ojos desmesuradamente abiertos y anegados en lágrimas que no sabe de dónde salieron, porque sólo piensa en ese nombre... su nombre. Y quien se lo regaló fue...  

Pero antes de terminar aquel pensamiento, las cientos de palabras se transforman en millones frente a sus ojos, empapelando en un instante todo el lugar de un blanco estéril, vacío y sin vida.

Entonces despierta producto de sus propios gritos. 




—¡¡SUNGMIN!! —grita a todo pulmón y hasta cree sentir las sílabas abriéndose paso con uñas y dientes por su garganta, desgarrando todo a su alrededor. 

Se encuentra sentado en la cama, jadeando entrecortadamente para tratar de recuperar el aliento y temblando a causa del sudor frío que le recorre el cuerpo y de la tensión contenida.  

SungMin. SungMin. SungMin. Estaba antes con él. Lo estaba y estaban juntos y... 

Se iban a escapar, estaban por largarse de ese lugar y llegaron los hombres de las batas blancas y entonces ya no pudo sostenerse. SungMin lloraba y él caía... y entonces... 

KyuHyun se lleva ambas manos a los ojos, cubriéndolos. Tiene los pensamientos revueltos y le duele la cabeza, tanto que siente como si le estuvieran atravesando el cerebro con un clavo ardiente. Y tiene calor... mucho calor. Pero el nombre que lo despertara vuelve a cobrar importancia en el enredo en su mente y repentinamente se queda muy quieto, sólo para segundos después apartar las manos de su rostro lentamente, dejando ver bajo las mismas sus ojos desorbitados. 

SungMin no ha escapado. Ha bajado y ha decidido quedarse con él. KyuHyun siente que el corazón le va a estallar en mil pedazos porque recién ahora lo recuerda. Se le abalanzaron y luego todo se volvió negro para él. Ni siquiera sabe cuánto tiempo ha pasado desde que los separaron. 

¿Y si ya...? 

Pero corta de raíz ese pensamiento. No puede ser. Tiene que estar aún ahí. Deben tenerlo en algún lado y él se encargará de sacarlo. Se encargará de cumplir con lo que prometió.  

Por eso se levanta de un salto de la cama y clava la vista en donde debería estar la rejilla de ventilación, sólo para comprobar con desesperación que no esta. Ni siquiera están los restos de la que mandara a volar. Sólo hay una pared lisa sin ninguna indicación de que hubiese allí algo antes. 

Sin su primera opción de escape, se ve obligado a revisar la habitación para encontrar algún lugar por donde salir, pero pareciera que el lugar está herméticamente cerrado: no hay ventilación, ni cloacas y mucho menos ventanas. Por lo mismo, KyuHyun se voltea hacia su última opción: la puerta. 

Tiene que haber una manera de forzarla para salir y por eso se prende de la manija con ambas manos y tira fuerte de ella, pero está cerrada con llave. Prueba con un par de patadas y de embestidas, pero no tiene éxito y sabe que se está quedando sin el tiempo que no tiene, por lo que vuelve a tomar la manija de la puerta y vuelve a tirar de ella con desesperación cada vez más palpable. Intenta mantener la compostura y mantener a raya la ola de pánico que se cierne lentamente sobre él, esa que le susurra al oído en una voz salida de las profundidades más oscuras del sentir humano... 

SungMin ya está muerto

Es en ese momento en el que algo dentro de él combustiona. Siente un calor abrazador nacer en lo más profundo de sus entrañas y expandirse hacia el exterior cual lava ardiente, tanto que cree sentir que los vellos de los brazos se le achicharran, tanto que cree que se desplomará ahí mismo antes de poder abrir la maldita puerta... antes de llegar a SungMin. Y es ese preciso pensamiento el que lo enfoca en su tarea actual, y como condicionada por el mismo, el calor fluye rápidamente desde todo su cuerpo mara concentrarse en sus manos y ve con asombro como el metal de la manija comienza a brillar de un rojo intenso, el cual se expande a la base de la misma, sobre la sólida puerta de metal. 

KyuHyun no sabe cómo lo está haciendo, pero sabe que él lo provoca y que debe aprovecharlo mientras dure, porque no tendrá otra oportunidad de salir de ahí, por lo que tira con fuerza de la manija, la cual parece ceder... pero no lo suficiente. No lo suficiente para ir por SungMin ni salir de esa maldita celda. Y ya está comenzando a sentirse mareado por el esfuerzo.  

Con la cabeza gacha, cae de rodillas al suelo con un ruido sordo que pareciera retumbar en todas las paredes para volver y taladrarle los oídos, como acusándolo de darse por vencido; acusándolo de ser débil y de no poder hacer lo que prometió. Acusándolo de no poder salvar a SungMin así como SungMin lo ha salvado a él. 

Y es culpable. 






Querido amor mío, ¿acaso no querías estar conmigo? 3






Eso es justamente lo que necesita para sacar fuerza de no sabe dónde y concentrarse. La energía vuelve nuevamente a él y se pone de pie; toma con fuerza y determinación la manija y ve cómo, de un tirón, esta se desprende de su lugar, al rojo vivo, llevándose consigo parte de la puerta y dejando a KyuHyun tirado en el piso producto del repentino desprendimiento. 

Pero no le importa porque sabe que lo que escuchó en su mente fue la voz de SungMin y ya no necesita dudar: necesita actuar. Por lo que se levanta y sale por la puerta que una vez sirvió de carcelera. 






Y, querido amor mío, ¿acaso no anhelabas ser libre?4






Está en su habitación leyendo los resultados de unos estudios cuando las alarmas del lugar comienzan a dispararse. No cualquier alarma. Es un código rojo, y este sólo responde a situaciones en las que el sujeto de pruebas principal, el N°13 está involucrado. 

El hombre de pelo cano, anteojos y nariz aguileña se pone de pie abruptamente, provocando que los papeles que antes sostuviera entre sus manos terminaran regados por el piso. Poco puede importarle puesto que justo en ese momento una voz por alto parlante confirma que ha habido una brecha de seguridad concerniente a la habitación del sujeto de estudio número 13 y sólo puede empuñar las manos mientras se apresura hacia la puerta. Sabe que esta vez no tendrán tanta suerte si es que se ha escapado, y no puede permitir que se desate nuevamente un infierno al interior de esas paredes. No puede dejar que las cosas se repitan. 

Pase lo que pase, piensa mientras se abre paso entre el operativo de seguridad que se desplaza al epicentro del conflicto. 






Sólo ha conseguido avanzar por un par de pasillos amplios, sin rumbo, antes de que el personal se cierre sobre él. Sabe que sucedería porque ha escuchado el aullido de la alarma dar cuenta de sus acciones y ahora ya no sabe por dónde ir para salir de la situación en la que se encuentra, con gente delante y detrás de él y paredes de concreto a sus costados. Aún así, hay un buen tramo entre él y esas personas, hombres y mujeres de bata blanca y otros tantos, también de blanco, con la palabra seguridad escrita en el costado izquierdo del pecho. No sabe por qué, pero una vez lo cercan, simplemente se le quedan mirando, sin hacer nada, bajo el continuo parpadear de luces rojas y el alarido de la alarma. 

KyuHyun mira para todos lados, tratando de encontrar un resquicio por donde colarse, porque sabe que no podrá contra todos usando sólo fuerza bruta, pero no encuentra debilidad alguna en la pared de gente. Aún así sabe que debe hacer algo para llegar a SungMin, dónde sea que esté, porque la voz que escuchara tan potente cuando estuviera en su habitación, ahora reverbera en su mente de manera cada vez más débil (Soñé por tanto tiempo que ya no puedo soñar más5). Esto le recuerda una vez más que no tiene tiempo, por lo que, con una última mirada amenazadora a aquellos frente a él, se dispone a embestirlos de frente, pero antes de que su cerebro alcance a dar la orden a su cuerpo de moverse, lo ve abrirse paso entre la multitud, con su cabello cano y sus anteojos, para terminar parado entre la horda y él. 

—¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunta en un tono calmado y KyuHyun ve un poco de lo que alguna vez fue él mismo en ese hombre: la frialdad, el desinterés y el vacío.  

—¿Dónde está SungMin? —pregunta simplemente; no quiere tener que estar frente a ese hombre más de lo necesario. 

—¿SungMin? No sé a quién te refieres —dice en tono indiferente, aunque tenso. Hasta KyuHyun puede notarlo—. Lo que sí sé es que tienes que volver a tu habitación. No es bueno que estés afuera. 

Las luces parpadean casi imperceptiblemente antes de apagarse, junto con la alarma y repentinamente se hace un silencio sepulcral, cortado sólo por la voz profunda de KyuHyun. 

—Sí lo sabes —dice mirando al hombre fijamente—. Lo sabes y me lo vas a decir. 

Y ya no necesitó hablar más. Simplemente se lanzó hacia aquel que le había alienado de todo. Ese que le había escondido el mundo y las personas, y el sentir. Y ahora se llevaba a SungMin, quien fue el que le devolvió todo eso que había perdido... y no lo permitiría. Pero sólo alcanza a tomarlo por las solapas de la impecable bata blanca. Sólo alcanza a traerlo un poco hacia sí, aprovechando que es un poco más alto, y provocando que aquel hombre quiebre la fachada de indiferencia y frialdad y abra desmesuradamente los ojos. KyuHyun lo puede ver por una fracción de segundo antes de que un puñado de hombres lo tomen por los hombros y lo reduzcan al piso.

Miedo.  

Terror puro y voraz. 

La expresión del hombre muta de tal manera que ya no puede distinguir rastro alguno de aquel que conocía. Sólo ve a un hombre aterrado que cae al piso ni bien lo suelta y que gatea de espaldas para alejarse de él lo más rápido que puedan llevarlo sus manos y piernas. 

Sin embargo, es en ese momento en el que, como un deja vù cruel, siente nuevamente un pinchazo en su costado y entra en pánico, porque la última vez que eso sucedió, se olvidó de SungMin, y no quiere que eso suceda, no puede dejar que eso pase porque ni él ni SungMin (¿Estoy perdido, más allá de la salvación? ¿Estoy tan perdido?6) lograrían salir de ahí, por lo que lucha como puede contra aquellos que tiene encima. 

Y florece de nuevo la impotencia dentro de él, porque no puede controlar el cansancio que lentamente se apodera de él y que le recorre el cuerpo cual infección, devorando su voluntad y desconectándola de sus funciones, para dejarlo apenas consciente e indefenso.  

Entonces, cuando sus ojos por fin se cierran, el hombre de anteojos se pone de pie lentamente con un suspiro tembloroso, mientras aquellos que sostienen a KyuHyun lo levantan lo suficiente para que quede de rodilla, lánguido. El hombre se acerca cada vez más, ya no con la mueca aterrada, sino con una sonrisa de lado creciente. Una sonrisa segura, porque ha ganado. Ha ganado y será la última vez que ese que está arrodillado tenga la oportunidad de salir de ahí. Y se siente tan bien de tener nuevamente el control. 

Por lo mismo, cuando está frente a KyuHyun, se agacha un poco y le toma del mentón ya laxo para levantarle la cabeza y observarlo. Ve cómo le corre una gota de sudor por la mejilla y se la limpia casi con delicadeza con el pulgar. Ese que tiene ahí es el núcleo de su carrera. Ese chico es lo más importante de su vida y siente fascinación por él y por lo que guarda en su interior y desea saber cuánto poder tiene realmente. Por eso no puede darse el lujo de perderlo ni de que algo le suceda. A costa de cualquier cosa. 

—Lo siento, pero tu aventura termina aquí —le susurra al oído—. Ya sucedió esto antes y no fue bonito. Tuvimos que deshacernos de un sujeto de prueba muy valioso para nuestra investigación... porque habíamos notado que su hijo podía superarla en todos los aspectos. Por supuesto, a ella no le gustó que cambiáramos el foco de atención. No le gustó ni un poco y quiso hacer lo mismo que tú hiciste ahora: escapar y llevarse a su hijo con ella —dice, y hace una pausa para suspirara dramáticamente, emborrachado de victoria y soberbia—. Esto que ha estado sucediendo contigo y ese otro es tan parecido que ya casi me hiciste sentir nostalgia. Pero bueno... de tal palo tal astilla. 

Con eso dicho, suelta bruscamente el mentón de KyuHyun, y se voltea, planeando volver a sus estudios y dejando que los guardias se encarguen del resto, mientras saca su celular y hace una llamada. Sólo da una orden cuando le contestan. 

—Deshazte de él. Ahora. 




—No tengo miedo, me abrí camino a través el dolor... y estoy en llamas7.

 



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LETRA ORIGINAL DE LAS CANCIONES:
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