Conociéndote, acercándome y mirado desde lejos.

Algo más que amistad.

Conociéndote, acercándome y mirando desde lejos.

Era temprano por la mañana, no había pasado mucho tiempo desde que se levantó. El reloj en su mesa de noche marcaban las 5:30, la verdad es que no le fue fácil conciliar el sueño, toda la noche se la pasó pensando en la fragilidad de las cosas.

—Al final no pude descifrar el misterio en sus ojos. —dijo en un murmullo.

Se acercó a su escritorio, estaba repleto de papeles, los lápices y plumas regados por sin ningún lado. "Yo en verdad quería impresionarla y a ella ni siquiera le importa" Suspiró, no estaba en su personalidad deprimirse así que no lo haría, tampoco se daría por vencida, la perseverancia es la clave y ella encontraría la forma de que la castaña la mirara.

Salió de su casa rumbo a la estación de tren, cosa curiosa ya que ella no tenía la necesidad de tomar el tren. Así es, en efecto, iría a esperar a Irene. Aún era temprano tenía un 99.9% de probabilidades de encontrarla, según ella. Llegó a la estación a las seis y cuarto, se quedó de pie frente a ésta aguardando la llegada de la castaña. Para que la espera no se hiciera tan larga sacó su smartphone y se puso a jugar con él, cosa que quizá habría sido mejor no hacer, si bien, sirvió de distractor, sin embargo, la distrajo tanto que no notó el hecho de que Irene pasó casi frente a ella. Luego de un par de minutos levantó la vista y divisó a la castaña a unos metros de ella. "¡Rayos!", pensó y corrió para alcanzarla. Ella iba caminando en el lado contrario de la vereda que Irene, sus pasos iban a la par, se sorprendió de que la susodicha ni siquiera percibía que alguien la iba observando, es bien sabido que cuando una persona nos ve fijamente podemos darnos cuenta, pero ella parecía ir tan ensimismada que ni prestaba la más mínima atención a su alrededor. Seulgi se percató de las facciones del rostro de la castaña. "Tan temprano y ya está haciendo caras raras", se rió consigo misma, era un panorama divertido de ver. Justo cuando iba a dar la vuelta se dio cuenta de que Irene seguía su camino derecho, cuán distraída debía ir para no notar que vas directo a un poste.

—¡Hey, si sigues en esa dirección vas a golpearte! —gritó Seulgi, esperando que Irene reaccionara y así lo hizo, giró su cabeza al lugar del que provenía el grito, aunque eso no la salvó de golpearse en la cara con el poste, pues no detuvo su paso y ahora se encontraba en el suelo. "¡Auch!", fue lo único que se escuchó de sus labios.

Seulgi se apresuró a ayudarla a levantarse, moviendo su cabeza hacia los lados en signo de negación. Ya de pie tomó con ambas manos el rostro de Irene, la cual todavía seguía procesando el accidente, cuando logró regresar en sí, el rojo se apoderó de sus mejillas, la cara de Seulgi estaba a unos cuantos centímetros de la de ella, podía sentir su respiración, su corazón comenzó a latir a un ritmo que creía imposible. Sus miradas se encontraron, estaban en medio de la vereda, pero parecía no importarles, sólo existían ellas dos, como si el tiempo se hubiese detenido. Entonces Irene recordó que tenía que hablar con ella, la tomó del brazo y se la llevó corriendo hacia el instituto.

—¡Hey, espera! —exclamó Seulgi. Irene la ignoró y siguieron corriendo. Otros estudiantes que también iban por ese camino miraban, unos divertidos y otros extrañados. Una vez dentro del instituto Irene se detuvo y aflojó el agarre del brazo de Seulgi y lentamente terminó por soltarlo.

—Yo… —su respiración estaba acelerada, era la segunda vez en esa semana que corría como si su vida dependiera de ello y ambas veces por la misma persona.

—Aún es temprano ¿sabes? —dijo Seulgi con su voz entrecortada.

—Yo… yo necesitaba disculparme contigo. —finalmente y con dificultad, habló.

—¿Por qué? —le cuestionó con interés.

—¿Sinceramente?... No lo sé. Sólo sentí que debía hacerlo. —argumentó.

—No tienes de nada de que disculparte, en todo caso soy yo la que debería hacerlo. Ayer estaba algo cansada y terminé tratándote mal. —declaró algo avergonzada, bueno, no era una total mentira, estaba cansada, sí, pero esa no fue la razón que causó su cambio de actitud, fue el hecho de que Irene no quería tomarse la molestia de conocerla, de ser su… ¿amiga?

—Comprendo, entonces ¿estamos bien? —correcto, eso confundió a Seulgi, ¿significaba eso que si le importaba? Decidió dejar a un lado esos pensamientos, por ahora, en este momento había algo más importante que hacer.

—Yo estoy bien, tú… no tanto. Deberíamos ir a la enfermería. —Irene la miró con desconcierto, como preguntando a qué se refería. —Tienes una herida en la frente, ¿debo recordarte que te golpeaste?

—¡Oh! No te apures, no ha sido nada. —declaró con una sonrisa al terminar.

—¿Segura? Está sangrando, yo la veo bastante mal. —comentó Seulgi con suspicacia.

—¡¿En verdad?! — preguntó Irene atemorizada.

—Sí, así que mejor nos damos prisa. —esta vez fue el turno de Seulgi de tomar por el brazo a Irene, no corrieron, pero si caminaban más rápido de lo normal.

—¡Mentirosa! —acusó Irene a Seulgi.

—Esa es una acusación muy seria, señorita. —pretendiendo estar ofendida, cubrió su rostro con la palma de su mano.

—No te hagas la digna. Me has dicho que es algo serio y apenas y es un raspón.

—En mi defensa… aún estaba algo obscuro así que… De cualquier manera ya estamos aquí así que quédate quieta y deja limpió esa herida. —tomó el botiquín de primeros auxilios, sacó un pedazo de algodón y lo humedeció en agua oxigenada para desinfectar la herida. Cuando el algodón entró en contacto con la herida de Irene, está emitió un quejido.

—¡Vamos! No exageres, es sólo un rasponcito. —la castaña casi la fulmina con la mirada cuando escuchó esas palabras. Seulgi trató de contener su risa pero no le fue posible.

—¿Te diviertes? —el tono de Irene no pudo ser más sarcástico.

—Ya, ya, lo siento ¿sí? —retiró el algodón y suavemente le puso una bandita. Depositó un cálido beso en esa parte de la frente y sonrió. —Mi madre solía decirme que si dabas un beso a la herida, ésta se curaba más rápido. —explicó.

Este acto tan repentino dejó pasmada a la castaña, podía sentir el calor de su cuerpo aumentar, ¿ahora Seulgi estaba jugando a la inocente? La proximidad en la que estaban era peligrosa, la respiración de ambas se volvió entrecortada, casi podía sentir la nariz de Seulgi sobre la suya, no sabía qué pensar, qué sentir, una parte de ella deseaba salir corriendo y la otra quedarse ahí y dejar que pasara lo que tenía que pasar. No tuvo que tomar una decisión, el timbre de inicio de clases lo había hecho por ella. Se apartaron la una de la otra muy lentamente, salieron de la enfermería y caminaron por el mismo corredor hasta que tuvieron que separarse para ir a sus respectivas clases.

Irene fue la primera en alejarse hasta que la voz de Seulgi la detuvo.

—Estaré en la azotea a la hora del almuerzo. Si tienes tiempo, me gustaría que fueras. —no obtuvo una respuesta, tampoco la esperaba. Su cara también tenía un rojo decorando sus mejillas, inclusive sus orejas, esa era la primera vez que se ponía de ese modo y le encantaba.

Lo había logrado, no era un gran avance pero poco a poco se estaba acercando más a "su" hermosa castaña, la felicidad inundaba todo su ser, no iba a ocultarlo, no tenía por qué hacerlo, siempre era honesta con sus sentimientos. Desde la primera vez que vio a la hermosa chica, había sentido atracción, era como el hierro siendo atraído por un imán, pero sin la suficiente fuerza para unirla a ella. En la enfermería, de no haber sido por el inoportuno sonido del timbre, la hubiera besado, deseaba probar esos labios, quería sentir su textura, comprobar su suavidad, su sabor… En parte estaba feliz de no haberlo hecho, no quería apresurar las cosas, todo a su debido tiempo, las cosas por las que esperas, por las que te esfuerzas, son las mejores. En ese momento si la castaña le hubiese correspondido sería solo por el ambiente que se había formado y Seulgi anhelaba que se lo diera en verdad sintiéndolo, de otra forma no lo sentía correcto. Además de eso, ella también quería fortalecer sus sentimientos, admitía que estaba enamorada, no le cabía la menor duda, pero quería que fuera más que un simple enamoramiento, quería más que eso, estaba siendo ambiciosa, en especial cuando no sabía nada relevante acerca de la cobriza, incluyendo sus sentimientos. ¡Vaya, que hasta hoy día, ni su nombre sabía!

El corazón de Irene seguía latiendo con fuerza, no podía olvidar, ni por un instante, lo que pasó, aún podía sentir la calidez que emanaba Seulgi, aún sentía su aliento, su respiración, su cercanía. A diferencia de Seulgi, ella no tenía para nada claro lo que estaba ocurriendo, no era consciente de sus propios sentimientos, lo que sí sabía es que a la hora del almuerzo iría a la azotea, se encontraría nuevamente con la chica de ojsos profundos, esos ojos que la miraban tratando de decir algo, algo que no era capaz de entender o que quizás, por miedo, no quería entender. No podía simplemente olvidar todo y dejarse llevar. La ultima vez que se encariñó con alguien no soportó el hecho de tener que alejarse y no verle otra vez, tenía que mantenerse centrada, estaba entrando en un terreno peligroso, tenía que procurar guardar su distancia, restringirle la entrada de su corazón a Seulgi, esa era la única manera en la que podría estar cerca de ella sin que los sentimientos se vieran involucrados. Sin embargo era tarde, muy en el fondo lo sabía, Seulgi ya había entrado, no estaba enamorada, eso era seguro pero, hace falta sólo de una pequeña semilla para que algo hermoso florezca, y la semilla ya estaba plantada, Seulgi se encargaría de regarla, de hacerla crecer, y hasta ahora, no lo estaba haciendo nada mal.

Llegó la hora del almuerzo, Seulgi salió disparada a la azotea, en el camino chocó con varias personas, cosa que le importo poco. Subió las escaleras hasta el ultimó piso, sacó una llave del bolsillo de su saco y la metió en la cerradura, la giró y abrió la puerta. Hacía un día agradable, la ventisca era fresca, el cielo estaba parcialmente nublado, se escuchaba el cantar de las aves, se acercó a la orilla y se sentó de espaldas a la puerta.

Unos minutos más tarde, Irene, hizo acto de presencia. Fue con Seulgi y tomó asiento a un lado suyo.

—¿Podemos estar aquí?

—Podemos, de que si deberíamos, pues, no tanto. Siempre y cuando no se enteren no habrá inconveniente alguno. ¿Puedo confiar en que guardarás el secreto?

—Cuenta con ello. —dijo en tono de complicidad. Seulgi sonrió y apartó su vista al horizonte.

—Me gustan las alturas, aunque si te soy honesta, cuando era pequeña siempre que estaba en un lugar alto, me temblaban las rodillas, una sensación de escalofríos recorría mi cuerpo, en realidad me daba pánico, incluso en más de una ocasión lloré. Durante mucho tiempo tuve ese miedo. –le relató Seulgi a Irene, quien escuchaba atentamente.

—¿Cómo fue que lo superaste?

—Me di cuenta de que siempre que estaba en un lugar alto no me preocupaba por nada más que mirar hacía abajo, un día levanté mi vista y me enamoré del paisaje, desde la altura las vistas son más hermosas y el panorama se puede apreciar mejor.

—Irene. —fueron las palabras que salieron de la boca de la cobriza. Seulgi la miró extrañada, su cara parecía tener un enorme signo de interrogación dibujado. Irene sonrió y continuó hablando. —Irene, es mi nombre.

—Irene. —repitió Seulgi en un susurro. La castaña volvió a sonreír. -¡Irene, Irene, Irene!- gritó con entusiasmo. –Me gusta, Irene, es un nombre hermoso, te queda. —ahora la dueña de ese precioso nombre estaba completamente ruborizada, Seulgi no dejaba pasar la oportunidad de hacerle un cumplido cada vez que podía.

—Será mejor que vuelva al salón antes de que finalice el almuerzo. —dijo mientras se levantaba, sacudió su falda, caminó hacia la puerta. —Gracias por compartir esa anécdota conmigo, aprecio que lo hicieras. —confesó.

—Gracias a ti por escuchar. Hoy no tengo que quedarme después de clases así que, si no es molestia, claro, quisiera saber si, bueno… si te gustaría…— Irene notó la dificultad con la que se expresaba por lo que decidió ayudarle.

—Te veo más tarde entonces, Seulgi-ah—por un milésimo momento dudo en si agregar el honorífico o no, al final terminó por hacerlo.

—Hasta más tarde, Irene. —ésta asintió con una sonrisa y se alejó.

Cada una volvió a su clase, Seulgi con una sonrisa de oreja a oreja, desde el principió le había dicho su nombre a la castaña pero esta era la primera vez que la llamaba Seulgi, correcto, Seulgi-ah, le hubiese hecho más feliz si hubiera dejado los honoríficos de lado, pero bueno, la había llamado por su nombre, ya tendría tiempo de persuadirla para que lo dejara sólo en Seulgi. "Irene" suspiraba y sonría atolondrada.

"Me contó algo muy personal y yo sólo le respondí dándole mi nombre", pensó. —Debe creer que soy una idiota insensible.

—Dudo mucho que alguien pueda ser capaz de creer eso de ti, Irene. —una voz cándida y femenina la sacó de sus pensamientos, pensamientos que habían terminado en voz alta, como siempre.

—¡Oh, Wendy! Yo sólo estaba… No importa. —la chica era rubia, ojos café claro, los cuales los cubrían unos anteojos semicirculares, no tan alta pero sí más que la castaña.

—Por favor, si algo llega a pasar puedes contármelo. ¿Bien? —desde el primer día había sido considerada con ella, y encontraba encantador que mostrara esa preocupación. 

El maestro entró al salón pidiendo que todos tomaran asiento, Wendy se fue a su lugar.

El día siguió su curso normal sin complicaciones. De no ser por la última clase que fue de ciencias sociales todo hubiese estado perfecto, no sólo la clase en sí fue por completo aburrida, sino que, la maestra de esa materia había dejado de tarea un ensayo de, mínimo, 15 páginas.

—Bien alumnos, recuerden que el ensayo tiene un valor del 30%, el que piense en no entregarlo espero que sea porque está seguro de que aprobará el examen con A+, ahora sí pueden retirarse.

Todos salieron apresurados, con la excepción de dos estudiantes, Irene, quien todavía estaba guardando sus útiles y Wendy, que la esperaba.

—¿No tienes actividades en el club hoy? —preguntó la castaña.

—Sí, pero me quedé pensando en lo que dijiste hace rato, ¿quieres hablar de ello?

—No te preocupes, en serio no ha sido nada. —la joven no insistió más y se despidió.

Nanoha hablaba con todos sus compañeros de clase, pero más con cuatro de ellos, entre esos estaba Wendy. Desde el principio había mostrado interés por ella, se ofreció a mostrarle las instalaciones, los apuntes y notas sobre las materias para que se pusiera al corriente, y le había dicho que para lo que necesitara podía confiar en ella, sin importar qué. Lo que la hermosa chica de cabellos castaños pensaba de Wendy es que era una persona muy amable, atenta y dulce, ademàs de ser muy alegre, estaba feliz de conocerla. 

Afuera del edificio principal estaba Seulgi, buscando y esperando por Irene. Veía salir a muchas chicas y chicos, pero ninguna señal de la cobriza. Justo cuando estaba a punto de ir a buscarla, la vio. Caminaba con una paciencia, se detuvo un momento y bostezó profundamente. "Tan linda", fue el pensamiento de Seulgi.

—Ese sí que fue un gran bostezo, Irene. —dijo con voz suave en el oído de ésta. Irene, se estremeció y soltó un grito ahogado.

—¿Sabes? Deberías dejar de hacer eso. —su cara se torno seria, quizá más de lo debido ya que en lugar de "intimidar" a Seulgi, la hizo reír.

—¡Hablo en serio! Podrías causarme un infarto. —reprochó haciendo un puchero, puchero que no ayudo mucho a disminuir la risa de Seulgi.

—Ya, ya. Tienes razón. No me gustaría que algo malo te pasara, te prometo que lo tendré en consideración. —Irene volteó a ver la cara de Seulgi con falsa molestia. –Perdóname ¿Sí? Anda, di que sí.

La castaña se quedó en silencio ignorando las disculpas y los intentos de reconciliación de Seulgi. Sin más por hacer Seulgi se decidió que sería mejor dejar las cosas por la paz… ¿Lo hizo?

Con la cabeza gacha se alejó de Irene, al ver que la chica de rubios cabellos se iba gritó a todo pulmón.

—¿Seulgi-ah!

—¿Sí? Dime, Irene. —le respondió con una enorme sonrisa.

—¡Tú!... ¡Mentirosa! Creí que estabas desasosegada. —la castaña no lo podía creer. ¿Acaso estaba tratando con un infante?

—En primera, querida Irene, esta es la segunda vez en el mismo día que me acusas de ser una mentirosa, en segunda, lo estaba hasta que me llamaste, escuchar provenir de tus labios mi nombre puede hacer que me alegré en menos de un segundo. —declaró.

—Habladurías. Has usado una táctica muy sucia.

—Nada de eso, fue una estrategia, Irene.

Su pequeña discusión quedó olvidada cuando Seulgi le compró un helado a la castaña. El camino a la estación no pudo ser más entretenido y placentero, entre risas, comentarios fuera de sí por parte de Seulgi, y la perdida de su helado, así es, ésta le suplicó a Irene que le diera una probada de su helado y ella le daría del suyo, Irene, por supuesto, se negó, así que Seulgi intentó tomar un poco por la fuerza, lo que termino haciendo que su helado cayera al suelo. Risas, risas y más risas fue lo que escuchaba de la castaña, se burlaba sin pena alguna, en un acto de caridad, le convidó de su helado, cosa que hizo muy feliz a Seulgi.

—No puedo creer que te treparas a ese árbol sólo por un globo. —comentó riendo alegremente.

—¡Oye! No era un globo cualquiera, estoy segura de que si hubieras tenido un globo así y si te hubiese pasado lo que a mí tú tampoco dudabas en subir a por él. —repuso entre risas.

—Lo dudo, ¿Y qué pasó después?

—Bueno, estiré mi mano para alcanzarlo, pero parte del listón se atoró en una rama, así que lo estiré con un poco de fuerza y… El globo rozó con una rama y se reventó. —contó afligida, se llevó ambas manos a la cara y la cubrió como si estuviera llorando. Irene reía, era imposible no hacerlo, la historia era graciosa pero más la forma en la que Seulgi la contó.

—Eso es tener mala suerte, creí que le tenías miedo a las alturas ¿hace cuánto que fue eso? —curiosa, preguntó.

—La semana antepasada, si mal no recuerdo. —respondió sin vacilar.

—Es broma ¿Cierto? —estaba patidifusa, Seulgi debía ser muy ingenua si creía que iba a caer en eso.

—¿Qué insinúas, Irene? Claro que no estoy bromeando, de hecho tengo los restos del globo en mi habitación.

Irene se quedó callada de asombro, luego volvió a reír, sin lugar a dudas Seulgi era una persona en demasía peculiar. Llegaron a la estación y esperaron por el tren de Irene en silencio, pero esta vez no era un silencio incómodo sino todo lo contrario, estaban descansando de tanta risa que había causado que les doliera el estomago.

—¿Vives cerca de aquí? —interpeló antes de subir al tren que recién acababa de llegar.

Seulgi titubeo un poco antes de responder. —Algo así.

Irene asintió, al despedirse le dio un beso en la mejilla y abordó el tren. Antes de que se cerraran las puertas alcanzó a escuchar a Seulgi decir. "Ten cuidado camino a casa, Irene"

Al día siguiente, Seulgi estaba esperando de nuevo en la estación, al ver a Irene la saludó y caminaron juntas al instituto.

Las primeras dos horas de clase para Irene, habían sido agotadoras y todo gracias a su profesora de Ciencias sociales y a su ensayo de mínimo 15 páginas el cual influía mucho en la calificación final. Se había dormido hasta tarde para terminarlo, pero valió la pena, se había esmerado, debido a que entró ya cuando el semestre estaba algo avanzado no podía darse el lujo de faltar con ningún trabajo aunque la Directora le había asegurado que no tenía de qué preocuparse.

Tercera y cuarta eran las horas correspondientes a la clase de Ciencias sociales, la maestra entró deprisa, dio los buenos días, pidió que entregaran todos los trabajos y se excusó, al parecer tenía que cumplir con un compromiso, no dio más explicaciones.

—¡Tsché! Pudo habernos dado más tiempo para hacer el ensayo. —un alumno se quejò. 

Ahora tenían dos horas libres, Irene no duró mucho en su asiento, estaba cansada, el sueño se le notaba a leguas. Tomó su cartera y fue a la cafetería, necesitaba un café y por qué no un muffin de chocolate, eso le levantaría la energía. Salió del aula, sus pasos eran pesados, ya no podía más y no estaba ni a medio camino de la cafetería. Siguió caminando, no estaba segura pero creyó ver a Seulgi, para desengañarse decidió seguirla.

Llegaron a la cancha de fútbol, alrededor estaba la pista de atletismo y ahí se encontraba la persona que estaba buscando, corriendo a una velocidad impresionante. Irene la miraba de lejos embelesada, era consiente de que el cabello de Irene era rubio, pero no de lo largo que éste era, lo tenía atado en una coleta, la brisa del viento los movía con gracia, jugaba con ellos, hacía que Seulgi se viera más atractiva de lo que ya era, su cuerpo bien desarrollado, era poseedora de una figura perfecta, las gotas de sudor corrían por su cara, y por su cuerpo en general. "Es hermosa" pensó.

—¿Mirando algo que te gusta? —ahí estaba otra vez, esas mismas palabras, con ese mismo tono, pero en esta ocasión Irene sintió la necesidad de contestar, "Sí", creyó decirlo mas no, solo lo pensó. —¿Irene? ¿Te encuentras bien? —el tono de Seulgi cambio drásticamente por uno de preocupación.

—Estoy bien, algo cansada, eso es todo. —la rubia le extendió su mano para ayudar a que se incorporara.

—Acompáñame, debo lavarme la cara, te caería bien hacerlo a ti también. —Irene la siguió a donde estaban los lavabos.

Juntó ambas manos frente al grifo, las llenó de agua y se la hecho en la cara, repitió eso dos veces más. Seulgi le entregó una pequeña toalla para que se secara.

—Gracias, estoy mejor. Tenía pensado en ir a la cafetería por algo de carbohidratos. ¿Vienes?

—¿Estás proponiéndome que nos saltemos las clases? —preguntó Seulgi en forma jovial, levantando una de sus cejas.

—Yo tengo estas horas libres, la única que se saltaría clases eres tú. —aclaró, sonriéndole. —Siempre puedes decir que no.

—Ni pensarlo, mira en qué estado estás, nunca jamás me perdonaría si algo te pasará por negarme a ir contigo a consumir de esos deliciosos carbohidratos de los que hablas.

No hubo cosa que Irene pudiera decir que hiciera cambiar de parecer a Seulgi, aunque claro, tampoco puso mucho esfuerzo que digamos.

Estuvieron en la cafetería toda una hora, Irene había persuadido a Seulgi de que entrara a su próxima clase con la excusa de que no quería ser responsable de que la regañaran, si eso pasaba no podría con la culpa y se deprimiría tanto que no podía ni ver el rostro de Seulgi y mucho menos hablarle más, claro todo eso era un vil chantaje, una manipulación que aún cuando Seulgi lo sabía no dijo nada para contradecirla. Después de haber tomado su café y comido su muffin, Irene se veía un poco mejor, lo que hizo que Seulgi terminara aceptando más tranquila y segura de que "su" castaña, no sufriría ningún accidente, bueno, quizás, debido a que era bastante distraída.

—Nanoha, cuídate, por favor. Te veré a la hora del almuerzo ¿bien?

—Hasta entonces.

Lo que Irene no se esperaba es lo que sucedió en cuanto llegó a su salón, al entrar varias chicas dirigieron su vista a ella, unas casi fulminante mientras que otras, con duda y curiosidad.

—I-Irene nos hemos dado cuenta de lo cercana que eres con Kang Seulgi. —comenzó a decir una de las chicas.

—Queremos saber, exactamente ¿qué tipo de relación tienes con ella?- completó otra.

La cara de confusión de Nanoha no tenía precio, no tenía ni la más remota idea sobre lo que estaban hablando ni el por qué le pedían explicaciones.

—¿Relación

—Sí, ya sabes, con Kang Seulgi. —le respondió otra con exasperación.

—Lo siento, no sé a que se refieran

—¡Por favor, te acabamos de ver con ella en la cafetería!

—Chicas, cálmense. —intervino Wendy.

A la hora del almuerzo Seulgi espero a Irene en la azotea, pensó en lo mucho que había mejorado con ella, paso a paso, se estaba acercando más a ella, conociéndola. Estuvo ahí hasta que el timbre sonó, tenía un mal presentimiento de esto, y estaba en lo cierto.

Tenía tantas ganas de ir a buscarla a su salón para asegurarse de que estuviera bien pero no lo creyó conveniente, ahora sólo le quedaría esperar a la salida. Trató de convencerse a ella misma de que todo estaba bien, que no había nada de que preocuparse.

"Si me hubiese quedado con ella… si la hubiese llevado a la enfermería… si hubiese ido a buscarla a su salón… Por favor, que no le haya ocurrido nada. No, pero claro que no le paso ni pasará nada malo, fuera pensamientos negativos, ella está bien, sí, claro que lo está… Seguro que no llego porque le surgió algo, sí, o se quedó platicando con una amigas… quizás…"

Contaba los minutos, contaba los segundos, uno tras otro, el tic-tac del reloj hacía eco en su cabeza, animó a las manecillas a que se movieran más rápido. Pero obtuvo el resultado contrario.

El timbre sonó, esa fue su señal de (en sus marcas, listos, fuera) salió hecha un rayo, corrió por los pasillos, la escaleras, uno que otro de los profesores le llamó la atención pero siguió corriendo.

—La juventud de ahora vive a las carreras. —dijo una señora de tercera edad, muy buena maestra de literatura, por cierto.

La cobriza estaba sentada, al ver a Seulgi se levantó de la banca en la que estaba. Se acercó a ella y en voz queda pronunció la siguiente oración.

—Tenemos que hablar, es importante.

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Comments

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Rosy_KimHwang #1
Chapter 4: Actualiza porfaaa
DubuKawaii
#2
Actualiza ;v
Park-Taeyeon #3
Chapter 4: Cuando actualizaras? Esta genial
Me gusta tu historia lei los capitulos y se que sera interesante todo lo que pasara en adelante con ellas ??? ????
DamarisJung
#4
Chapter 4: Yo... yo necesito más de esta historia, me ha encantado.
-SBRPG
#5
cool