Encuentro.

Algo más que amistad.

Los rayos del sol se filtraban a través de las largas y blancas cortinas de seda que estaban colgadas en la ventana, la ventisca las movía ligeramente. Sin duda era un nuevo día.

A pesar de que su padre le había dicho que la directora estaba de acuerdo en darle una semana para que se adaptara, ella decidió que lo mejor era integrarse al cuerpo estudiantil lo antes posible.

Se levantó adormilada, necesitaba dormir más pero ya habría tiempo de hacerlo, se dispuso a tomar una ducha y a arreglarse para ir al instituto.

El uniforme consistía en una falda con tablones color azul, blusa blanca, saco color crema y una corbata o listón color carmesí.

Una vez lista, bajó las escaleras hasta la cocina, su madre ya había preparado el desayuno y estaba servido en mesa.

—¿Estás segura que quieres comenzar hoy? —preguntó algo preocupada su madre.

—Sí, creo que es mejor de esta manera. —respondió alegremente.

Con eso dicho y aclarado, comió su desayuno y se preparó para salir.

Su padre se ofreció a llevarla aunque ella insistió en que iría por sí misma, no logró convencerlo. Ambos subieron a la camioneta y se pusieron en marcha.

El instituto no estaba muy retirado, si acaso unos treinta o cuarenta minutos, el tren la dejaba cerca, así que solo tenía que caminar el lapso de su casa a la estación y de la estación a las instalaciones de la institución.

Al llegar, la joven quedó asombrada por la arquitectura en demasía elegante, el edificio principal estaba rodeado por amplios jardines verdes y otros edificios independientes.

—Te acompañaré a la dirección. —ante esas palabras la joven lo miró interrogante.

—Descuida, solo te dejaré ahí y me regresaré.

Ella suspiró resignada.

Entraron al edificio, era, en pocas palabras, espléndido.

Siguieron un corredor, subieron unas cuantas escaleras, caminaron por otro corredor y finalmente llegaron a una especie de recepción.

—Buenos días. Soy el señor Bae Chunghee, ya había hablado esta mañana.

—Muye buenos días. —respondió muy amable la señorita. —la directora lo espera, adelante.

—Gracias.

Dieron unos cuantos pasos y se encontraban frente a dos enormes puertas de madera de caoba.

Llamaron a la puerta y entraron.

—Buenos días. —saludó cordialmente la directora que estaba sentada detrás de un hermoso escritorio de madera y vidrio.

La habitación estaba decorada con estantes llenos de libros y cuadros de los posibles antecesores junto con otros aún más viejos, estos quizás de los fundadores. 

—Buenos días, espero que no haya inconveniente en que mi hija se integre desde hoy a la institución.

—No hay inconveniente alguno, Sr. Bae. —respondió, afable.

—En ese caso yo me retiro, con su permiso. —hio una ligera reverencia para luego girarse hacia su hija. —Que tengas un buen día. —se despidió y se fue.

—No estés nerviosa, por favor toma asiento. —le indicó con la mano derecha una de las sillas frente al escritorio.

—Gracias, a decir verdad no estoy nerviosa. —aclaró.

—Me alegra oír eso, de esa manera será más fácil para ti el acostumbrarte. 

Conversaron durante un rato sobre el reglamento, cosas del instituto, los clubs, las actividades extracurriculares, etcétera.

Luego de su provechosa conversación la directora le pidió que la acompañara a la que sería su clase.

Primero que nada, la directora se anunció. Luego de decirles unas palabras llamó a la joven que esperaba pacientemente fuera del salón.

—Por favor, preséntate.- le dijo con una sonrisa.

—Mi nombre es Bae Irene, es un placer.

—Muy bien clase, espero que le apoyen en lo que necesite. Cualquier cosa que se te ofrezca ya sabes donde encontrarme.- Le dijo esto último a la joven Irene, le guiñó un ojo y se retiró del salón.

Para ella, la directora había sido muy agradable, sin duda es toda una buena persona como bien le había mencionado su padre.

El maestro en turno no era su tutor pero le indicó donde sentarse, última fila, penúltimo asiento.

La mañana transcurrió normal, no había tenido problemas con los temas de las materias puesto que era una chica inteligente.

Todo estuvo tranquilo hasta la hora del almuerzo, varios chicos y chicas se habían acercado a ella para hacerle preguntas como: ¿De dónde vienes? ¿Por qué te mudaste? ¿Qué te gusta? Y cosas por el estilo.

Ella se limitaba a responder cortésmente, la verdad es que no tenía intención de iniciar una amistad.

La campana sonó indicando fin al almuerzo y a la oleada de preguntas.

El resto del día fue bien, uno que otro se acercaba a ella para entablar una plática trivial.

Fue mejor de lo que imaginé, pensó.

El día siguiente a ese transcurrió exactamente igual. Todo parecía ir en orden, si tan solo hubiese seguido todo así aunque fuera por esa semana.

El tercer día al terminar las clases decidió dar un recorrido por el instituto, varios de sus compañeros se habían ofrecido a guiarla pero se negó diciendo que no quería causar molestias. Ese fue su error.

Era una persona inteligente, más no se imaginó que el lugar era más grande de lo esperado, por no decir confuso, tantos corredores y escaleras. En fin, terminó perdiéndose. Vagó por varios minutos sin un rumbo fijo, siguió un corredor que la llevó hasta la sala de música. Hasta ahora no había tenido esa clase por lo que era su primera vez ahí. Había un hermoso piano negro en una esquina del salón, a unos metros, los escritorios y las sillas. Suspiró, si tan sólo hubiese ido directo a casa.

Se sentó en el banquillo del piano y comenzó a tocar.

Interpretó dos melodías, lo que ella no sabía y de lo que ni siquiera se dio cuenta, es de que alguien más la estaba observando y escuchando tocar. Completamente ajena de este hecho se puso de pie y salió del salón.

Caminó un poco más y llegó a un salón vacío, sólo había una mesa sobre la que estaban unas pinturas y unos cuantos lienzos. Tomó uno de los cuadros y lo observó durante un tiempo, era una hermosa pintura. Conocía de arte gracias a su madre, sabía apreciar una buena obra, podía pasarse horas frente a una tratando de encontrar el significado de ésta y lo hubiera hecho de no ser por una voz que la sacó de su propio mundo.

—¿Viendo algo que te guste? —al escuchar esa voz dio un respingo y se volteó inmediatamente hacia donde estaba la persona que había pronunciado esas palabras.

—Yo... Bueno, sí... Quiero decir yo no quería... Yo... Lo siento. —habló entre pausada, estaba por demás avergonzada.

Después de disculparse dirigió su mirada al piso. Esperó a que la otra persona que estaba de pie cruzada de brazos en la puerta del salón dijera algo, hubo un ligero silencio y lo que único que escuchó fue una risa.

—Estuviste mucho tiempo mirándola fijamente, ¿tanto te gustó? —esas palabras no hicieron más que aumentar la vergüenza de Irene.

—Yo... —iba a responder a la cuestión pero se dio cuenta de algo, esa persona había dicho que la estaba observando por un largo tiempo, eso significa que esa persona la estuvo observando a ella.

—Y tú ¿veías algo que te guste? —no podía creer que había dicho eso en voz alta, no, eso no podía estar pasando, su cara se tiñó de un rojo intenso, estaba temblando, a cómo pudo obligó a sus piernas a que se calmaran y salió corriendo de ahí.

Debido a que la otra persona seguía parada en la puerta chocó levemente su hombro pero no se detuvo a disculparse y siguió corriendo.

—Sí, miraba algo que me gusta. —esbozó una sonrisa mientras veía la espalda de aquella chica desaparecer.

¡¿Qué rayos fue eso?!, pensó.

Seguía corriendo hasta dar vuelta y llegar a uno de los jardines.

Se acercó a un árbol, respiraba con dificultad, había corrido como si su vida dependiera de ello. Extendió su brazo y lo apoyó en el tronco del árbol mientras que su otra mano la llevó a su pecho, inhalaba y exhalaba tratando de recuperar el aliento.

Una vez su respiración normalizada optó por sentarse bajo la sombra del árbol, su mente aún estaba procesando lo que acababa de suceder.

—Mi bolso... Salí tan rápido de ahí que ni siquiera me di cuenta.

No tenía alternativa, tenía que volver por él, y mejor se daba prisa pues ya se estaba haciendo tarde.

Muy a su pesar volvió a aquél salón, caminaba sigilosamente, cuando estaba en la puerta, la abrió lenta y cuidadosamente, no había señal de la persona que se había encontrado antes, pero para su desconcierto, tampoco estaba su bolso.

Suspiró, estaba segura que lo había dejado sobre la mesa.

—¿Volviste para escuchar la respuesta? Me refiero a la pregunta que hiciste antes de huir. —escuchó una voz muy cerca de ella, para ser precisos, justo en su oído. Se exaltó, el rojo carmesí se apoderó de nueva cuenta de sus mejillas. Retrocedió unos pasos poniendo la suficiente distancia entre ambas.

Se encontraba cabizbaja, nadie había jugado tanto con sus emociones como la persona frente a ella.

El silencio perduró durante un par de minutos. Irene seguía en la misma posición, mientras tanto, la otra persona en el salón parecía estar disfrutando de la situación.

—La respuesta es... —sin previo aviso las palabras de Irene no dejaron terminar la oración de la chica.

—¡No he venido a eso! Yo sólo... Yo sólo quiero mi bolso. —repuso ya sin mucho ánimo.

—¿Éste de aquí? —le mostró el bolso que llevaba en la mano derecha.

Irene levantó la mirada, primero vio el bolso, después no pudo ver nada más que unos profundos ojos café obscuro que la miraban fijamente.

A la dueña de esos ojos tampoco le fue difícil perderse en la mirada de Irene, un par de ojos perfectos, según sus pensamientos, con un misterio en ellos indescifrable.

La verdad es que la chica de rubios cabellos ya se había deleitado la vista, por el contrario de la castaña, ella se había percatado de la hermosura de ésta. Era unos centímetros más baja que ella, tenía muy buena figura, algo que le había llamado la atención eran sus largos y sedosos cabellos castaños, tez clara, por sí misma llegó a la conclusión de que su piel era suave.

Y ahora, casi increíble, esos ojos de los que había quedado hipnotizada.

Mantuvieron el contacto visual durante varios minutos, pareciera que no eran conscientes de que el tiempo avanzaba, hasta que por fin, Irene, de algún modo había logrado regresar a la realidad.

Estiró su brazo para alcanzar el bolso que colgaba de la mano de chica de rubio cabello. Justo cuando iba a tocarlo, ésta lo se lo llevó a su espalda. Un gesto de confusión y molestia se adueñaron del rostro de Irene.

—No sé a qué estés jugando pero tengo que volver a casa. —la voz tímida que hasta ahora había usado ya no estaba.

—Tienes razón se está haciendo tarde, entonces, andando. —contestó con una sonrisa un tanto burlona.

Irene se quedó callada y avanzó hacia la puerta, sabía que si decía cualquier cosa sólo alargaría el momento y no pensaba perder más tiempo.

El camino fue silencioso, ninguna de las dos se molestó por romperlo, hasta podría decirse que el silencio era agradable.

Antes de darse cuenta llegaron a la puerta principal del instituto.

—¿Podrías ya regresarme mi bolso? —más que una pregunta era una orden.

—Claro, aquí tienes. —se lo entregó. —Mañana después de clases te espero en la fuente del jardín que está frente al gimnasio.

—¿Disculpa? —cuestionó incrédula.

—Te daré un recorrido, no sería bueno que te volvieras a perder. —respondió. —Por cierto, mi nombre es Seulgi.

Antes de que Irene pudiera presentarse, Seulgi ya se había dado media vuelta regresando al instituto.

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Comments

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Rosy_KimHwang #1
Chapter 4: Actualiza porfaaa
DubuKawaii
#2
Actualiza ;v
Park-Taeyeon #3
Chapter 4: Cuando actualizaras? Esta genial
Me gusta tu historia lei los capitulos y se que sera interesante todo lo que pasara en adelante con ellas ??? ????
DamarisJung
#4
Chapter 4: Yo... yo necesito más de esta historia, me ha encantado.
-SBRPG
#5
cool