Capítulo 4: "Por ahora"
#2 "Sweet Peril" (SinRin Ver.)***
No pude dormir esa noche después de la revelación. Tiff y yo nos quedamos hasta tarde discutiéndolo todo, regocijándonos ante la idea de no más Demonios en la tierra. Nunca mencionamos el obvio temor: que yo podía morir en el proceso de intentar esta hazaña. Me metió en la cama después de la medianoche y me besó en la frente como lo hacía cuando era pequeña. La cabeza me había estado doliendo después de ver a Yerin, y palpitaba peor ahora con el peso de la profecía.
Papá había llamado después de que le envié un mensaje, y me dijo que estaría aquí para hablar en persona tan pronto como fuera posible.
A las tres de la mañana todavía estaba acostada despierta.
Pensando en Yerin.
Ardía de ganas de llamarla. O saltar en mi auto y conducir hasta encontrarla. Porque ella necesitaba saber acerca de esto. Como, ahora.
Mis dedos estaban en llamas, con ganas de marcar un número que no sabía. Cogí mi móvil y me desplacé a través de los nombres hasta que aterrizó en Nayeon. Inhalando profundamente y dejando escapar el aire lentamente, presioné Enviar.
—Uff, ¿qué hora…? —murmuró adormilada—. ¿Hola?
Me senté en la cama con el sonido de su dulce voz inglesa somnolienta.
—¿Puedes hablar? —le pregunté.
—Oh, gracias a Dios que estás bien, Eunbi. Me he estado muriendo por saber de ti. Sí, es seguro aquí, cariño. Necesitaba un descanso esta mañana, pero ya es hora de que saque mi trasero de la cama. ¿Qué hora es allí?
Era muy bueno escuchar su voz.
—Es tarde aquí. ¿Ustedes están bien?
—Claro, claro. Astaroth ha estado pateando nuestros traseros, pero yo he estado más preocupada por ti.
Le di un breve resumen de mis últimos seis meses antes de tomar un gran suspiro y decir:
—Escucha… Tengo que ponerme en contacto con Yenni.
Silencio.
—¿Estás en peligro, Eunbi?
—Bueno, no. Quiero decir, todavía no. Sólo realmente necesito hablar con ella.
Nayeon suspiró.
—Lo siento, Eunbi. En serio. Pero ella me pidió que no te diera su número. Puedo pasarle el mensaje si es tan importante —ofreció.
Me lo imaginaba, pero aún así me hizo sentir aprensiva del todo escucharlo.
—Está bien. Dile que he dicho que me llame. —Apreté el borde de mi cama.
—No va a suceder. —Su respuesta llevó una advertencia sin sentido.
—¿Por qué no? —Me puse de pie—. ¿No hablan entre ustedes? Tú, Yennie, Eunha, Sowon…
—Alto ahí, Eunbi. Yennie raramente responde cuando llamo. Sowon es la única con la que habla. Odio decirte que no, pero la verdad es que no quiero estar en medio de esto. ¿Qué es lo que te tiene tan preocupada, de todos modos?
Quería decírselo, pero no pude. Ni siquiera deberíamos estar teniendo esta conversación por teléfono, y las dos lo sabíamos.
—Voy a tener que verlas pronto —susurré.
—Suena interesante. —Había una sonrisa en su voz. Quería sonreír, también, ante la idea de Nayeon estando libre del control de su padre.
—¿Cómo va el trabajo? —pregunté.
—Estamos ocupadas rompiendo corazones por docenas —dijo sin expresión alguna.
—Estoy segura de que tu padre está orgulloso.
—Oh, terriblemente.
—Oye, tengo una pregunta extraña —le dije—. ¿Qué significa si una chica te dice que eres “adecuada para unos buenos polvos”?
Nayeon resopló.
—Suena como algo que diría una sucia idiota. O alguien enfadada por ello.
Ahora era mi turno de resoplar, porque ella había llamado a Yennie idiota.
Nos quedamos en silencio.
—Por favor —le susurré. Sabía que sonaba tan desesperada como estaba—. ¿No puedes decirme nada? Porque la he visto esta noche y a pesar de que puede ser tan mala, sé que todavía se preocupa. Lo sé. Por favor, Nayeon.
—¡Muy bien! —Su feroz susurro detuvo mi impulso. La línea se quedó en tanto silencio que pensé que me había colgado—. Está bien. Te voy a decir algo que me dijo. Ella admitió la semana pasada que hay una mujer en el estudio que siempre está tratando de charlar con ella. Pero al parecer, ignora sus avances porque ella es de este tipo, pequeña castaña linda cuyo nombre también resulta ser Eunbi. Ella evidentemente le recuerda a ti.
Sus palabras se dispararon dentro de mí.
—¿Qué más te dijo? —susurré.
—Nada. No pude sacarle nada más, y esa es la verdad. Ella sólo me dijo eso porque me reuní con ella mientras estaba drogada en una fiesta.
—¿Drogada?
Mi corazón empezó a galopar rápido. ¿Qué estaba haciendo? ¿Fumando? ¿Inhalando algo? Y, oh, Dios mío, ¿por qué estaba hormigueando por todas partes? Últimamente mi atracción por las drogas había aumentado. Había tenido suerte. Los Demonios pensaban que el alcohol era mi especialidad, y en su mayoría había sido capaz de evitar las fiestas con drogas, pero últimamente había estado teniendo sueños acerca de simplemente dejarme ir.
No más cuidado o responsabilidad o pensamientos. La sola idea de estar drogada… con Yerin… dejé escapar un sonido ahogado. Nayeon maldijo en voz baja.
—Ponte freno. No debería haberte dicho eso. —Suspiró—. Y no es que lo haga todo el tiempo. Había habido un murmurador haciendo rondas en las inmediaciones de ella esa noche, así que cuando se lo ofrecieron ella no pudo decir que no.
Estuve sobria ante la mención de un Demonio Murmurador cerca de Yerin.
—¿Qué crees que está pasando con ella? —pregunté—. No quiere hablar conmigo.
—Creo que está siendo un poco insensata. Sé que quieres creer que ella siente lo mismo que tú, pero, ¿y si no lo hace? Le quiero, pero es del tipo pura diversión, Eunbi. Meticulosa. Te lo digo por tu propio bien… —Odiaba su tono arrepentido—. Deja que se vaya, cariño. Ella no cederá cuando tiene su mente puesta en algo. Se ha ido.
Ido.
Una respiración entrecortada quedó atrapada en mi pecho.
—Me tengo que ir —dijo Nayeon—. Eunha se está despertando.
—Ten cuidado, Nayeon —le susurré.
—Tú también —susurró ella.
Mi cuerpo quería llorar, empapar mi almohada con lágrimas, pero no quisieron venir. En lugar de eso acabé en el suelo, de rodillas, tirando hacia abajo de la almohada para ahogar mis jadeos en busca de aire. Había sabido desde que Yennie se fue que tendría que dejarla ir, pero era como una cortada fresca de dolor escuchar decirlo a Nayeon.
Había tratado de llegar a un acuerdo con no tener las cosas que quería. Sabía que habría algo grande para centrarme algún día, más grande que mi vida y mis preocupaciones. Y ahora estaba ocurriendo. Pero nunca imaginé que la misión de mi vida estaría unida a esta agonía y pérdida.
No se trataba de mí, y no podía perder de vista eso. Mi vida era un pequeño punto en el mapa. Pero incluso esos pequeños puntos podían marcar la diferencia, sobre todo cuando se reunían. Agarré ese hilo de esperanza y dejé que me levantara.
***
A la mañana siguiente Tiff y yo holgazaneamos alrededor de la cocina, a cámara lenta, esperando a que papá se apareciera.
—Prueba esto. —Tiff me tendió una cuchara de plástico que había estado usando para remover la jarra de té dulce. Tomé el sorbo que me ofreció.
Era perfecto, como siempre. Le di un voto positivo, luego entrecerré mis ojos contra el fuerte martilleo en mi cabeza.
—Un par de aspirinas podrían ayudar —dijoTiff.
Negué con la cabeza. Nada de analgésicos. Las quemaría tan rápido que no valdría la pena de todos modos.
Cuando mi padre se presentó, se saltó todos los saludos, viniendo directamente hacia mí, vestido con pantalones de cuero negros desgastados y
Comments