Capítulo 18: "MÍA"
#2 "Sweet Peril" (SinRin Ver.)
La única cosa mejor que besar a Yerin era besarla entre bocado y bocado de un brownie caliente. Ahora entendía el dicho de que el amor es como una droga. Mi cuerpo estaba ardiendo. Aunque yo no utilizaba mis sentidos extendidos, estaban en alerta máxima desde la electrizante sensación flotante corriendo por mis venas.
Pude ver el peligro de amar, porque nada más existía para mí fuera de esa habitación. Nada más importaba. Ni los Duques o los Murmuradores. Ni la guerra espiritual. Y, ciertamente, ninguna razón por lo que cualquier alma desaprobaría una relación que llenara a dos personas con tanta alegría.
No. Nada de eso era real. Eran fugaces pesadillas distantes, empujadas a lo lejos con cada presión de nuestros labios, cada palabra hablada suavemente. Estábamos juntas. Estábamos vivas.
Todavía no podía creer que ella estaba permitiendo que esto sucediera. Dejando que la amara con mis toques. Ella tocándome en respuesta. Toques voraces.
De vez en cuando la sentía apartarse de mí cuando yo empujaba hacia delante, manteniéndome a raya cuando me dejaba llevar. En un momento dado después de que lamiera su oreja, ella cerró los ojos y su frente se arrugó en una mueca de dolor.
Me mordí el labio.
—Lo siento.
Quiero decir, realmente, sería difícil para las chicas normales, así que, tenía que ser especialmente difícil para ella.
Abrió los ojos para revelar la tormenta en su interior.
—Todos mis instintos me dicen que siga adelante contigo. —Hablaba muy en serio, por lo que mis mejillas se calentaron. Fuego brillaba en sus ojos y yo rompí el contacto visual, enterrando mi cara entre su pecho cubierto por su camiseta de algodón—. Pero no es ni de cerca tan difícil como pasar todo este tiempo sin ti —dijo.
Agarré su camiseta entre mis dedos y me acerqué cara a cara con ella. Sus ojos me devoraron.
—Jamás nos vamos a hacer eso a nosotras mismas otra vez. —Agarré el tejido más firme, con una gran cantidad de creciente pánico ante la idea de estar separada de ella—. Lo digo en serio, Yennie. No importa lo que mi padre diga o cuán asustadas estemos. Podemos hablar cuando sea seguro.
Tendremos cuidado. Por favor, no me apartes…
—Shh —susurró, tirando de mí hacia ella.
Aspiré el aroma de la piel en su cuello. Ella pasó una mano por mi cabello desordenado a medida que la ansiedad disminuía.
—¿Con qué frecuencia te llama tu padre? —preguntó.
—Cada mes o dos. —Me quedé acurrucada cerca, mientras ella seguía acariciando mi cabello.
—Bien, entonces. ¿Qué tal esto? Sabemos que ella comprueba para asegurarse de que estés a salvo por tu lado. Así que cada vez que él llame, me puedes contactar inmediatamente después.
—De acuerdo —dije, y presioné mis labios en su cuello. Ella me abrazó más fuerte.
—Son las nueve y media —dijo de mala gana—. Tengo que ir a la práctica. ¿Te unirás a mí?
Yo le sonreí. ¿Ver a Yerin tocar?
—Por supuesto.
***
Oh, vaya.
Oh, gran bondad. Había olvidado lo que ver a Yerin en la batería me provocaba. Ella sólo estaba calentando mientras que los chicos afinaban sus instrumentos, y ya necesitaba un ventilador.
Miré alrededor de la habitación a las otras personas sentadas y de pie; en su mayoría chicas, pero algunos chicos también. Una chica me dio una pequeña sonrisa y yo la devolví antes de que ella se volviera a mirar al cantante, Michael.
El bajista se acercó a Yennie al terminar su set, y yo entrometidamente extendí mi audición.
—¿Has traído a una chica? —susurró el sujeto.
—Sí.
El hombre sonrió.
—Amiga, no has traído a una chica nunca.
—¿Tu punto, Raj? —Yerin pasó una mano sobre la parte superior de la batería.
—Ninguno. Ella es muy caliente. ¿Ya te la follaste?
Bueno, vaya, Raj.
Yerin le dirigió una mirada acerada.
—Algo curioso, ¿no es así?
Raj se rió y señaló a Yennie.
—Amiga. Estás mal si no nos das algún detalle. Pensé que tú y Eunbi estaban…
—Nop. —Yerin lo interrumpió y se aclaró la garganta justo cuando Michael los llamó a todos juntos, y Raj la dejó en paz.
Yo estaba mordiendo mi labio cuando Yennie me miró con una expresión de preocupación. Le envié una pequeña sonrisa para tranquilizarla. No iba a molestarme, aunque escucharla a escondidas mencionarla a ella hizo que se me revolviera mi estómago.
Yerin levantó las baquetas sobre su cabeza para contar el inicio de la primera canción, y Michael se detuvo después de unos segundos porque alguien estaba fuera de tono. Había sonado muy bien para mí, lo cual demostraba lo poco que sabía acerca de hacer música. Comenzaron de nuevo, y el centro de mi cuerpo se tensó cuando Yennie entró en modo de músico. Pude ver el momento exacto en que dejó de pensar y se perdió en ello. Me pregunté si podría seguir tocando la batería conmigo en su regazo.
Ella era mi baterista. Mi mujer. Mía. Me mordí el labio para contener una sonrisa.
La puerta de la sala de ensayo se abrió durante la canción y unas cuantas personas se abrieron paso. Una linda chica con el cabello corto y castaño entró. Ella se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos, un aura amarilla rodeaba su figura menuda. Estaba a punto de dar vuelta a mi atención de nuevo a la banda cuando una corriente de rojo se derramó en su aura. Estaba mirando fijamente.
A Yerin.
Yo debería haber apartado la mirada, pero un sentido bruto de rabia y celos morboso me invadió. Sabía que era la otra Eunbi. Ella se mordió la punta de su dedo pulgar y pronto toda su aura era de color rojo. Deseé tanto utilizar mi poder silencioso de persuasión para hacer que se retirara, pero no lo haría.
Vete. Lejos. Deja de mirarla. Vete lejos, vete, vete lejos.
Sentí como si una malvada Banshee estuviera arañando mis entrañas. La otra Eunbi era probablemente una chica muy agradable, pero yo quería arrancar su piel y desgarrar de su cuerpo todas las células que habían tenido contacto con Yerin.
Al final de la canción ella aplaudió y dijo:
—Eso fue impresionante, chicos. —Claramente, ella era cercana a la banda, y todos ellos le sonrieron en alabanza. Excepto Yerin. Se había congelado en su lugar, con la mirada fija en la batería.
Un momento horrible de incomodidad pasó cuando todo el mundo pareció sumar dos más dos. Toda la habitación estaba mirando de ida y vuelta entre Yerin y nosotras, las dos Eunbi, aunque la otra Eunbi pareció no darse cuenta hasta que sus ojos se posaron en mí y se dio cuenta de que yo era nueva. Su cabeza se movió a Yerin muy rápido, y entonces ella hizo contacto visual conmigo. Mientras la miraba fijamente, su aura se volvió de un verde vil.
La chica a su lado le susurró algo, pero Eunbi no le hizo caso, en su lugar caminó hasta Yerin en sus pantalones cortos de jean y camiseta lavanda.
Me senté con la espalda recta en el borde de mi silla. Yerin la miró, con el rostro serio.
—¿Es ella? —preguntó Eunbi. Ella estaba siendo tranquila, y yo estaba totalmente espiando de nuevo.
—Sí —respondió Yerin.
—Podrías haberme advertido que iba a venir, maldita sea.
—Yo no sabía hasta hoy. Y normalmente no vienes a las prácticas de todos modos.
—Entonces… ¿qué? ¿Ahora estás, como, de pronto con ella? ¿Después de que estuviste conmigo?
—Nunca estuve contigo, Eunbi. Te expliqué todo, lo que tú pareciste entender. Ahora no es el mejor momento para hablar.
—Bien —resopló—. Muy bien.
Yerin se pasó una mano por el cabello, pareciendo frustrada.
Michael habló desde su lugar en el micrófono.
—Oye, Eunbi. Estamos tratando de practicar aquí.
Ella le lanzó una mirada de me importa-una-mierda y luego se dio media vuelta y salió rápidamente de la habitación, secándose los ojos y sin mirar atrás.
Así que, esto es lo que era estar con Yerin, ¿eh? Yo creía que había sido sincera con ella, pero aunque incluso ella hubiera fingido aceptarlo, obviamente había estado albergando la esperanza en su corazón que iban a estar juntas. Me sentí mal por ella; otra víctima más de nuestras jodidas circunstancias. Pero aún así, me alegré de que se hubiera ido.
El alivio de la habitación era palpable, a pesar de que algunas personas siguieron susurrando a medida que la banda comenzó la siguiente ronda.
Era difícil volver a centrarse en la música después de ese pequeño drama. Me alegré cuando terminó la práctica.
Yennie vino directamente hacia mí después de que hubieran embalado los equipos de la banda. No hice caso de las pocas miradas fijas que nos rodearon.
—Yo no sabía que estaría aquí —susurró Yerin. La culpa envolviendo su rostro.
—Simplemente volvamos a tu casa y no pensemos en ello. Por favor.
Tomó mi mano y la sostuvo mientras caminábamos a través del edificio. Pero a la intemperie instintivamente nos soltamos y buscamos entre los cielos oscurecidos por algo mucho peor que “exes” enojados.
Cuando llegamos a su apartamento no hablamos de ello. De hecho, no hablamos de nada. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotras, tomó mi cara entre sus manos y me besó como si quisiera demostrar que no había nadie más que ella; como si cuanto más nos besáramos y aferráramos, más pudiéramos borrar todos los recuerdos de otras personas de nuestras mentes. Estábamos más voraz la una por la otra que nunca, deslizándonos contra las paredes y chocando contra los muebles de camino a su habitación.
No tenía ningún plan para conciliar el sueño esa noche, porque eso significaba que no podía estar consciente para tocarla y besarla y sumergirme en cada segundo de este tiempo con ella.
Durante horas me besó. Y yo le devolví el beso.
Cerca de las tres de la mañana,
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