CAPITULO 1

QUÉDATE CONMIGO (Adapt. TaeNy)

TIFFANY

—Cariño, eres la siguiente.

—Gracias, Teddy.

Me miro en el espejo para darme los últimos retoques al maquillaje. Las bolsas de debajo de los ojos se siguen notando demasiado, así que vuelvo a ponerme algo más de crema y maquillaje anti ojeras. Miro el resultado y resoplo resignada.

—A estas horas, no estoy para milagros…

—Estás fantástica, tonta.

—Tú que me miras con ojos de amiga incondicional, Sunny… Estas ojeras no las disimulo ni con un kilo de pintura, así que así se queda.

Me subo la cremallera de las botas, me coloco bien la minifalda y miro que la camisa enseñe lo justo, al menos de momento. Ahora me toca el numerito de la colegiala… ¡por Dios, cómo lo odio! Pero a los clientes que vienen les encanta, así que aquí estoy, con 25 años, haciéndome pasar por una adolescente con uniforme que de inocente tiene lo mismo que de monja.

—Venga, que es el último baile de la noche —me anima de nuevo Sunny—. Y estás tremenda.

—¿Ha mejorado algo el público de hoy? —le pregunto.

—Siento desilusionarte, pero no —contesta haciendo una mueca de asco con la boca—. Los viejos salidos habituales, un grupo de ejecutivos, un par de borrachos que están a un paso de que Klaus los mande a tomar el aire, y una despedida de soltero.

—¿Qué esperáis? —nos dice Teddy, que aparece de nuevo en la sala para avisarme de que salga al escenario—. ¿Que vengan Channing Tatum y sus colegas de Magic Mike a ver el espectáculo?

—Teddy, son las cuatro de la madrugada, llevo desde las siete de la mañana en pie, he servido cafés durante ocho horas y llevo cuatro bailando para un montón de babosos subida en estos tacones... Y así cinco días a la semana —le digo resignada

—Creo yo que ya me voy mereciendo un cliente para el que me apetezca bailar y no solo por las propinas.

—Venga, preciosa —dice él mientras me acompaña a la salida del escenario—. Arrímate a los ejecutivos que son de los que dan buenas propinas.

—Gracias, Teddy —digo dándole un beso.

Sin Teddy no sabríamos qué hacer. No es exactamente el dueño, porque a ese nunca le vemos, sino el encargado, y siempre está disponible para nosotras. Es, como decimos Sunny y yo, un “amigo/padre” y, en muchas ocasiones, nuestro paño de lágrimas.

Tras oír como anuncian mi número por los altavoces del local, las notas de la canción Naughty Girl de Beyoncé empiezan a sonar. Respiro hondo. La verdadera Tiffany deja paso a la Tiffany bailarina de striptease.

Salgo al escenario caminando lentamente, mordiéndome el labio inferior mientras una mano juega inocentemente con un mechón de mi pelo. Todos los hombres me miran de forma lasciva y alguno ya tiene la mandíbula desencajada cuando una de mis piernas se enrosca sensualmente en la barra del centro del escenario. Juego con la barra durante un buen rato, subiendo por ella y colgándome boca abajo, agarrada por las piernas, mientras me deslizo suavemente hacia abajo. Luego, una vez en el suelo, camino de rodillas, como si fuera un felino acechando a su presa. Una vez en el borde del escenario, me quedo de rodillas mientras me quito la camisa y me contoneo sensualmente al ritmo de la canción. Muevo mi cabeza a un lado y a otro y hago que mi pelo se balancee hasta que me quito la falda, quedándome en ropa interior.

Aunque parte de mi número consiste en mirar a la gente del público, insinuar tanto con el cuerpo como con la mirada, muchas veces me olvido y cierro los ojos.

Cuando salgo al escenario intento disfrutar lo máximo posible de mi pasión, la única razón por la que sigo aguantando este trabajo, aparte de porque las generosas propinas me ayudan a pagar las facturas, bailar. Esta vez no es diferente. Procuro disfrutar de la canción, pensar que bailo para mí sola, delante del espejo de mi habitación. O mejor aún, que estoy bailando danza clásica en un teatro de Broadway.

Ese era el sueño de mi vida y bailé en un par de representaciones, pero las circunstancias de la vida me apartaron de los escenarios durante un tiempo, y cuando volví no tenía ni la edad ni la agilidad necesaria. Tiré la toalla y dejé de presentarme a pruebas y audiciones, encontré trabajo de camarera en una cafetería del SoHo y meses después, viendo que servir cafés durante 8 horas no era suficiente para pagar las facturas, me busqué este otro trabajo. No es el tipo de baile que yo soñaba hacer encima de un escenario, pero al menos está bien pagado, y Klaus hace que los clientes cumplan a rajatabla la norma “se mira pero no se toca”.

Cuando acaba la canción, me incorporo, recojo mi ropa y los billetes que han ido cayendo alrededor mío. Justo en ese momento, un chico de los del grupo de la despedida de soltero se levanta y llama mi atención con un fajo de billetes en la mano.

—Eh, tú, preciosa —dice acercándose al borde del escenario—. Ven, acércate.

Interpretando a regañadientes mi papel, me acerco sonriendo y me agacho un poco.

—¿Ves ese de ahí? —balbucea bastante bebido, señalando a un tío disfrazado de gorila—. Pues el domingo que viene se casa.

—Pues dale la enhorabuena de mi parte a la mona Chita —digo girándome.

—Espera, espera. —Me coge del brazo para detenerme y me giro, zafándome con rapidez de su agarre—. ¿Qué te parece si te doy todo este dinero y le haces un favorcito?

—Lo siento pero esto es un club de striptease, no un prostíbulo. Además, la zoofilia no es lo mío.

—¡Eh, zorra! —Esta vez me agarra con más fuerza y casi me hace caer del escenario.

Klaus aparece al instante y me lo quita de encima cogiéndole de los hombros. Enseguida invita amablemente a todo el grupo a abandonar el local y yo me dirijo a los camerinos para, por fin, dar por finalizada mi agotadora jornada de trabajo. A lo mejor estas cosas deberían afectarme más, pero por desgracia, es una constante y empiezo a estar acostumbrada. Parece ser que muchos hombres no tienen clara la diferencia entre las palabras bailarina y a. Así que esto no es algo aislado y al menos una vez a la semana, alguna de nosotras tiene que pasar por ello.

Ya en el camerino, junto todos los billetes, los ato en una goma y los meto en mi bolso. Esta noche no se ha dado mal, algo más de 75 dólares. Me desmaquillo y me cambio de ropa mientras charlo un rato con Sunny, que me ha esperado para ir hasta la parada de metro juntas.

—¿Mañana igual? —me pregunta.

—Ajá —contesto con desgana—. No libro hasta pasado mañana.

—Si sigues a este ritmo, algún día te dará algo.

—Lo necesito, Sunny… —digo colgándome el bolso al hombro.

—Lo sé, pero Fany, deberías volver a probar —dice mientras nos encaminamos a la salida del club.

—Eras buena, muy buena. Adiós, Klaus.

—Adiós, Klaus. Gracias por lo de antes —digo besándole en la mejilla.

—A sus pies, señoras —responde haciéndonos una reverencia, gesto que en un tío negro, con unos brazos como mis dos piernas juntas y casi 2 metros de altura, resulta bastante cómico.

Caminamos unos metros más, riendo por el gesto, y retomamos nuestra conversación mientras nos dirigimos a la estación de metro, donde habitualmente nos separamos porque cogemos líneas diferentes, yo hacia el Village y ella hacia Tribeca.

—Sunny, las chicas que se presentan a las pruebas tienen, como poco, cinco años menos que yo y el doble de currículum. Se me pasó la oportunidad. Ahora solo me queda esperar a que me toque la lotería —prosigo con el tema de conversación de antes.

—O puedes esperar a que tu príncipe azul aparezca. ¿Cómo tenía que ser él? Mitad príncipe azul, mitad héroe estilo Marine. ¿Era eso?

—Exacto —contesto riendo—. Ya ves que soy de fácil contentar… Así me va, que sigo esperando.

—No desesperes. Quizá para bailar en Broadway sí que haya edad, pero Cupido no entiende de esas cosas, así que esperaremos lo que haga falta.

—¡Bien dicho! Pero que no se haga de rogar demasiado, por Dios… —digo mirando al cielo y cruzando los dedos, haciendo reír a Sunny.

Nos despedimos en la estación y cada una se dirige hacia su andén. Camino casi arrastrando los pies y en cuanto llega el metro y entro, me dejo caer en uno de los asientos. A estas horas, el vagón está casi vacío, a excepción de un viejo durmiendo al principio del vagón, y un tío leyendo un libro unos asientos más allá, así que decido estirar los pies ocupando el asiento de delante y giro la cabeza hacía la ventana. Cuando entramos en el túnel veo mi reflejo en la ventana. La y bailarina se ha esfumado y la Tiffany real ha resurgido de las cenizas. Con el pelo atado en una coleta, sin maquillaje, con unos vaqueros y unas simple camiseta. Si alguno de los clientes

que han venido esta noche me vieran ahora, pasarían de largo sin darse cuenta de que soy la misma chica que hace unas horas los ha puesto cachondos vestida de colegiala.

Sonrío ante mi pensamiento y miro hacia el otro lado del vagón, justo antes de llegar a la siguiente estación, y me fijo en el otro pasajero consciente del vagón, el lector empedernido. Está sentado de espaldas a mí, así que no puedo verle con claridad. Solo sé que lleva una gorra y una chaqueta tipo militar. Imagino que debe de venir de trabajar, aunque no veo que lleve ninguna mochila o maleta, solo el libro. Qué horas más raras para leer un libro…

En ese momento, el metro se para y las puertas del vagón se abren. Un grupo de tíos borrachos entran hablando a gritos y riendo. Las puertas se vuelven a cerrar y el convoy prosigue la marcha. Los tíos empiezan a eructar y reírse como simples neandertales y me giro para mirarles de reojo. Justo entonces, uno de ellos me mira y nos reconocemos al instante. Es el capullo que me ha querido liar antes en el club con su amigo el gorila.

—Joder, fantástico —susurro para mí misma—. Pues este sí que me ha reconocido...

—¡Hombre! ¡Mirad a quién tenemos aquí, chicos! —dice acercándose a mí y trayendo consigo a los dos amigos que le acompañan.

—Veo que los de la protectora de animales se han llevado a tu amigo —comento mientras los tres se sientan a mi alrededor, obligándome a quitar las piernas del asiento de delante.

—¡Jajaja! Sí, ahora quedamos los hombres de verdad. Este es mi amigo Chuck, este es Taemin y yo soy el hombre de tu vida. — Me coge la mano para besármela e incluso a esta distancia me llega el hedor de su aliento, que apesta a alcohol que da gusto.

—El hombre de mi vida, ya. Pues mira que lo dudo...

—Ahora en serio —dice acercándose más y poniendo su brazo encima de mis hombros—. Subo mi oferta. Ya no te ofrezco a mi amigo…

—El simio —le corto.

—El mismo —contesta—. Si no que lo que te ofrezco es esto.

Le miro mientras señala su cara, provocando que mi boca se debata indecisa entre formar una sonrisa de circunstancias o una mueca de asco.

—Ahora en serio —digo quitando su brazo de mis hombros—, hombre de mi vida, paso.

—Eso lo dices porque no has probado la mercancía —dice acercando su cara a la mía mientras yo retrocedo hasta que mi cabeza toca con el cristal de la ventana, mientras sus dos amigos se parten de la risa, manteniendo la verticalidad a duras penas.

Coloca la mano en mi pierna mientras sus dedos me tocan el interior de los muslos. La aparto varias veces pero él insiste una y otra vez. Su otra mano intenta coger mi cara para atraerla hacia la suya y en un acto reflejo, le doy un tortazo. La expresión de su cara cambia al instante mientras se toca la mejilla. Aprieta los labios con fuerza mientras los agujeros de la nariz se le agrandan y los ojos parece que se le vayan a salir de las órbitas. Levanta la mano para devolverme el golpe y me encojo en el asiento de forma inconsciente, cuando de repente una mano le agarra del hombro y le lanza a los asientos de al lado con fuerza.

—¡Pero serás hijo de puta! —grita él mientras los otros dos se quedan quietos sin saber qué hacer.

Reconozco a mi salvador como el hombre de la gorra, el lector, y le doy las gracias mentalmente sin perder de vista a los otros dos especímenes que tengo delante.

—Eh, gilipollas, esto es algo entre la castaña y yo —dice el pesado, levantándose de nuevo y agarrándole de las solapas de la chaqueta.

El chico se zafa de su agarre y lo lanza hacia un lado de un puñetazo que le hace sangrar por la nariz. Mira a los otros dos que, como si pillaran la indirecta muda, se levantan del asiento y corren al lado de su amigo, intentando acercarse lo menos posible de mi salvador. En ese momento llegamos a la siguiente estación. Nadie abre las puertas para entrar, así que el chico se dirige a ellos, coge al capullo del jersey y lo arrastra como si fuera un pelele ante la mirada asustada de sus amigos. Aprieta el botón de apertura de las puertas y le lanza al andén. Una vez que se asegura de que no tiene el valor suficiente para volver a entrar, mira a sus dos amigos que, como pasó antes, le obedecen al instante y saltan fuera del vagón. Yo observo toda la escena desde mi asiento, con los ojos como platos y, por qué no confesarlo, una sonrisa en los labios.

Se queda en la puerta incluso cuando el pitido del cierre de puertas suena y solo se mueve cuando el vagón se vuelve a poner en marcha. Entonces, como si no hubiera pasado nada, se dirige a su asiento, coge el libro y sigue leyendo. Sin más, sin mirarme, sin preguntarme cómo estoy, sin abrir la boca para nada.

Me quedo un rato sin saber qué hacer, sentada en mi asiento con la boca abierta y agarrada a mi bolso como si fuera un escudo protector, mientras paseo mis ojos entre él y la puerta.

Cuando entramos en el túnel, el ruido de las ruedas del vagón con las vías me devuelve a la realidad y trago saliva.

Debería levantarme y darle las gracias, ¿no? Aunque él tampoco se ha molestado en preguntar si estaba bien... Salta a la vista que estoy entera y los que se han llevado la peor parte han sido ellos... Pero es que es un poco rarito, ¿no? Ahí solo, leyendo, a estas horas… ¡Pero es de bien nacidos el ser agradecidos! Qué orgullosa estaría la abuela si me hubiera oído decir eso en voz alta...

Escuchando las voces de mi conciencia e intentando decidir cuál de ellas tenía más razón, oigo que anuncian mi estación por la megafonía. Me levanto, caminando con timidez, y paso al lado de mi héroe sin atreverme a mirarle.

¿Pero qué narices estoy haciendo?

Dejo ir un sonoro suspiro, quedándome inmóvil en el sitio. Giro sobre los talones y le miro directamente. Él mantiene la cabeza agachada, leyendo el libro que tiene en las manos, muy concentrado. La visera de su gorra le tapa totalmente la cara, así que aún no he sido capaz de verle con claridad.

—Esto… No quiero interrumpir tu lectura ni molestarte…

El convoy empieza a frenar al llegar a la estación. Miro hacia el exterior por las ventanas y me vuelvo de nuevo hacia él, que sigue sin levantar la vista del libro.

Por Dios, o es un libro buenísimo, o es sordo perdido, o pasa de mí. Pero me da igual que no me haga caso, e incluso si no me mira, yo le daré las gracias y así mi conciencia (y las voces de mi cabeza) se quedarán tranquilas.

—Solo quiero darte las gracias por lo de antes… Has sido muy amable.

Frunzo el ceño al ver que él ni siquiera me ha mirado y, ni corta ni perezosa, me agacho para comprobar que sigue despierto y no está durmiendo. Me quedo casi en cuclillas en medio del pasillo y entonces gira la cabeza hacia mí.

Nuestras miradas se encuentran por primera vez y me quedo hipnotizada al instante. Durante unos segundos pierdo la noción del tiempo hasta el punto de no darme cuenta de que el convoy lleva un rato detenido en mi estación. Solo en el momento en que oigo el pitido anunciando el cierre de puertas, consigo reaccionar. Salgo corriendo y doy un salto hacia el andén cuando las puertas ya se estaban cerrando. Mi agilidad me permite que caiga con los dos pies en el suelo y me evita hacer uno de los ridículos más espantosos de mi vida. El vagón sigue detenido durante unos segundos, seguramente porque el conductor tiene que estar descojonándose de la risa al verme hacer semejante acrobacia, así que no me atrevo a darme la vuelta. Simplemente me levanto y me dirijo a la salida.

De camino a casa no paro de pensar en lo sucedido. Cuando abro la puerta y me encuentro con Jessi sentada en el sofá, debo de seguir con la misma cara, porque enseguida se da cuenta de que algo ha pasado.

—¿Qué te pasa? —me pregunta sin dilación.

—¿Por? —contesto intentando disimular.

—Porque vienes como acalorada… Estás roja como un tomate. Ya sabes que no hace falta que vengas corriendo, que yo me quedo con Cody el tiempo que haga falta.

—Lo sé, Jessi —digo abrazándola—. No sé qué haría sin ti… ¿Cómo se ha portado hoy?

—Muy bien, como siempre. Pero creo que algo le preocupa porque estaba muy callado y se ha ido pronto a su habitación después de cenar, sin ver la televisión siquiera… Y se ha tirado un buen rato escuchando música con el cacharro ese en las orejas…

—Gracias, Jessi. Mañana cuando le lleve al colegio le preguntaré.

—Vale, y ahora, ¿qué te pasa para que vengas con esos calores?

Le explico toda la historia y solo abre la boca al final.

—¿Y dices que estaba aprovechable ese chico?

—Yo no he dicho nada de eso.

—Bueno, algo tenía que tener para dejarte en este estado de catarsis…

—Sí, bueno, no le pude ver bien del todo... pero tenía unos ojos muy bonitos —confieso—. De todos modos, da igual, no creo que le vuelva a ver, y si lo hago, me ha demostrado que no tiene mucha intención de entablar una conversación conmigo.

—Bueno, no te cierres puertas… —dice sonriéndome pícara—. Me voy a casa. ¿Mañana igual?

—Sí, mañana igual que hoy.

—Tendrías que tomarte las cosas con más calma, cariño.

—Lo sé. Pero también sé que tengo que pagar las facturas, sin mucha calma. Y además está Cody… Quiere ir de campamentos con el colegio y no puedo decirle que no.

—Te lo repito. Puedo ayudarte Fany…

—¡Ni hablar! Ya haces suficiente quedándote con él por las noches y sin cobrarme nada por ello. Ya me siento en deuda contigo. Lo hemos hablado muchas veces y la respuesta sigue siendo no.

—Vale, vale… Hasta mañana, cielo —sonríe y me da un gran abrazo antes de salir por la puerta y dejarme sola.

Jessi es como mi ángel de la guarda. Como ha dice ella: “un ángel de la guarda algo viejo”. Ella es la que recoge a Cody en el colegio y la que se queda con él cuando yo estoy trabajando, que por desgracia es casi todo el día. Vive en el mismo bloque que yo y cuida de mí desde que me mudé estando embarazada, hace ya más de seis años. Se ha convertido en alguien tan importante para mí, que la considero parte de mi familia. De hecho, la veo mucho más a ella que a mi propio padre.

Me dirijo a la habitación de Cody y me siento a su lado en la cama. Acaricio su pelo rubio y una sonrisa se me dibuja en la cara. No importa lo cansada que llegue, él siempre consigue hacerme sentir mejor, aún estando dormido.

—¿Mamá?

—Shhhh… Sí, soy yo. Duerme cariño. No quería despertarte.

Entonces me fijo en un papel que guarda con fuerza en su mano y suspiro resignada. Cuando se vuelve a dormir, con cuidado para no despertarle, se lo quito de las manos sabiendo perfectamente de qué se trata porque a mí me hacía lo mismo cuando era pequeña. Esta es la manera que tiene mi padre de comunicarse con nosotros. Se las arregla para dejarnos papelitos con mensajes en diferentes sitios como el felpudo de la entrada, la maceta de la vecina o la papelera de delante de casa.

Lo hacía conmigo cuando era pequeña y ahora lo hace con su nieto. Cody se ha acostumbrado a mirar cada día en esos sitios por si su abuelo da señales de vida. Es agente del FBI y trabaja encubierto, así que para no poner en peligro ni a sus tapaderas ni a nosotros, no puede tener ningún tipo de contacto real con su familia. Ese fue el motivo por el que mi madre se separó de él en su día, cansada de estar casada con un fantasma, como ella decía.

“No os olvido. Os quiero”

 

 

 

 

 

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Bueno aqui el primer capitulo^^ gracias a los suscriptores :*

 

 

 

 

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Comments

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Solyta #1
Chapter 3: Para cuando la actualización???
Solyta #2
Chapter 3: Oowwww actualiza pronto por favor!!!!
LlamaAmerica #3
Chapter 3: Ahhhh me gusta mucho actualiza pronto!!!
marshal #4
Chapter 3: Esta buenísima la historia.
silvanaph #5
Chapter 1: Tae salvo a fany jejeje espero otro reencuentro de taeny... espero que tae sea el padre de cody seria una buena opcion... tae oppa que bueno que sea un oppa... suerte actualiza pronto
LlamaAmerica #6
Chapter 1: Hay sí Tae Oppa salvando a Tiff *-*
valecita8 #7
Me gusta este genero
Lari_sone #8
Aqui ya tienes a una lectora y espero que no tardes en actualizar los demas :)