III.

- A prueba de balas [TaoRis]

Las lágrimas humedecían sus mejillas, resbalando por su rostro hasta caer al suelo. Nunca tuvo algo de que arrepentirse nada era tan importante como lo que ahora había perdido.

Ya no había expresión en su rostro.

El dolor se lo guardaba, le quemaba por dentro, y por fuera nada parecía perturbarlo o dar aviso de su sufrir a excepción de aquellas silenciosas gotas de agua que salían de sus enrojecidos ojos.

—No sabía que te haría tanto mal... más sin embargo ya sufrí las consecuencias de mis actos, de las palabras que fueron dichas sin pensar, que no medí —dijo mirando al cielo nocturno. Se encontraba sentado sobre sus piernas en el suelo de su amplía terraza, tratando de relajarse. En aquellas frías noches que anunciaban el cercano invierno sentía aún más el vacío dentro de sí, la realidad caía sobre sus hombros, Tao necesitaba como un loco a YiFan— estoy tan...

Frenó sus palabras al sentir una ráfaga de aire golpear su rostro, la temperatura comenzaba a bajar. Pero ya nada podía importarle, deseaba morir ahí de frío si era necesario.

Ya hace más de medio año de eso. Tao aún no puede olvidar ese día ni mucho menos las palabras de Kris que tan hondo le habían calado. Le hacían llorar de noche y no poder andar tranquilo de día. Porque aunque trató de hacerle ver a Kris lo contrario, el también se culpaba.

—"Nuestro amor era a prueba de balas..." —citó. Se abrazó a si mismo, se sentía mareado. Su alimentación era mala, casi no probaba bocado a la hora de las comidas, además comenzó a tener un horrible dolor de cabeza— Maldición, creo que tomaré mis pastillas para dormir ya... —buscó algo en uno de sus bolsillos, consiguiendo un frasco donde tenía sus pastillas.

Trató de abrir el envase pero el mareo lo atacó con más fuerza, ya no tuvo fuerza para sostenerse por lo cual terminó yendose de lado contra el suelo.

Bueno, casi.

Algo lo sostuvo, y no dio crédito a lo que sus cansados ojos veían. Era su gege sosteniéndolo ahí agachado a su lado, abrazándole. Por unos instantes pensó que era una pésima  jugarreta de su mente que extrañaba a YiFan, pero no, ese calor ni su mente podía recrearlo.

—¿Estás loco? Hace mucho frío aquí afuera —le escuchó decirle, pero no se atrevió a verle. A Tao le pareció un gesto muy tímido.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo? —uso una voz muy baja, realmente se sentía mal, pero la duda del como había llegado le pudo más.

—Yo conseguí tu dirección... el portero me dejó entrar.

—Eres un maldito acosador.

El mayor ignoró sus palabras. Pasó sus brazos por debajo de las piernas del pelinegro para cargarlo como si fuese una princesa hasta el interior de la habitación y recostarlo en la cama con cuidado. A la luz de la luna Tao daba una imagen sombría. Se veía realmente deshecho y demacrado ante los ojos de Kris, e incluso más delgado.

Acarició sus altos pómulos con apenas las yemas de los dedos, observando con tremenda adoración como el menor cerraba los ojos ante al tacto, soltando un ligero suspiro.

—Necesito mis pastillas —se apartó del tacto de Kris volteando a otro lado mientras le indicaba lo que quería.

Éste, sin vacilar se levanto del suelo donde se mantuvo de rodillas para poder estar un poco más cerca en mejor posición cerca de Tao. Tomó un frasco que se encontró tirado en el balcón, leyendo la etiqueta mientras volvía por sobre sus pasos.

—Apresúrate, las necesito —repitió Tao.

—¿Por que las tomas? —frunció el ceño el mayor sin quitarle la vista al envase.

—Porque si.

—Esto dice que genera dependencia ¿Cuánto llevas con ellas?

Tao lo miró con cansancio, ni siquiera parecía tener la respuesta a aquello. Kris supo entonces que no era poco tiempo.

—Tengo problemas para dormir, duermo solo. Ahora vete, vete y cierra la maldita puerta detrás de ti.

Una oleada de culpa inundó a YiFan quien apretó con fuerza aquel envase. Eso no estaba bien, el pequeño panda no podía estar así de mal ¿o sí? de un segundo a otro se repitió mentalmente lo estúpido que era, recordó los miedos del menor y como solía llorar con facilidad cuando algo le aterraba. Y ahora también lo estaba, eso podría asegurarlo.

Tenía un nudo en la garganta y un vacío efervescente formándose en el estómago, pero aún así habló con calma lo siguiente—: Hoy no estás solo. No las tomes hoy, hoy no Taozi.

Esas palabras estremecieron al chico de ojeras, que trataba con todas sus fuerzas no sollozar bajo las mantas. Lo quería lejos de ahí, de el. Odiaba la maldita bipolaridad del estúpido YiFan. En un momento era simple basura para el y al siguiente volvía a ser su "Taozi".

Vete a la mierda.

Jadeo siendo envuelto en un par de cálidos y familiares brazos, en los cuales se acurruco con melancolía.

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