12.- Cita que no es cita.

Después de pasar aquel semáforo Dara se relajó, sus brazos ya no me apretaban tanto, solo se afirmaba en mí y sentí que estaba disfrutando el viaje. El camino hacia el lugar que quería llevarla era un poco largo, más que nada porque teníamos que pasar por un camino de tierra y todo estaba súper oscuro, porque estábamos pasando por unos caminos llenos de árboles. Detengo el motor justo frente a una reja de alambres de púa.

                         -Llegamos.

                         -¿Aquí?

                         -Sí, aquí.

                         -¿Estás bromeando?

                         -Para nada, es aquí, te lo juro bien jurado.

                         -Bien…-algo titubeante se bajó de la moto.

Seguida de ella me bajé yo, dejamos los cascos sobre los asientos de la moto y me acerque a la reja, separe dos líneas de la reja invitándola  a pasar, ella me miro con cara interrogante y yo con un gesto le dije que entrara. Me hizo caso y entro, luego ella me afirmo la reja y entre yo. Cuando estábamos adentro le tome la mano y la guie dentro del lugar.

          -¿Le temes a los fantasmas?-Pregunte, ella me miro como si dudara de mi cordura.

                         -Obvio que sí, ¿acaso tu no?

          -Yo no creo en esas cosas, ¿no te has dado cuenta que en las oraciones que todos dicen dios yo digo cualquier otro dios griego, egipcio o algo?

                         -¿Y se supone que debo confiar en ti después de esto?

                         -¿Has desconfiado de mi alguna vez?

                         -Algunas. Pero… ¿A dónde me llevas?

                         -¿Confías en mí?   

                         -A veces.

                         -¿Ahora?

                         -Ahora… bien, bien, confió en ti.

                         -Sígueme.

Tome sus manos y las puse sobre mis caderas, comenzamos a caminar hacia un recinto abandonado que se veía aterrador. Era un hospital abandonado. De lejos se veía terrorífico, y de cerca, también. Fuimos avanzando, de pronto sentí a Dara pegada a mi cuerpo, me causó mucha gracia verla tan asustada. El hospital estaba completamente en ruinas, subimos por unas escaleras que apenas estaban allí hasta llegar a la última planta.

                         -Chaerin, algo nos está siguiendo.

                         -Es tu subconsciente Dara… aquí no hay nada más que tú, yo y algunas ratas.

                         -¿¡Ratas!?

Casi salto sobre mi espalda. Yo no podía parar de reír, aunque ella parecía molesta por mi risa. Caminamos un rato en penumbras, yo me conocía el lugar de memoria, sabía exactamente donde ir aunque no estuviera viendo al frente, había venido tantas a veces aquí sola, que el camino estaba grabado en mi memoria, aunque el hospital parecía un laberinto.

                         -¿Qué estamos haciendo aquí Chaerin?

                         -Ya lo veras, cuando lleguemos al final del camino, te sorprenderás.

Al fin llegamos a la azotea, la azotea del edificio más alto del hospital. Este lugar por fuera parecía la obra de un constructor loco, estaba llena de picos altos y seguido de uno más bajo. La sujete a mi lado para que viera lo que por muchos años de vivir en la ciudad se había perdido. Un cielo sumamente estrellado nos recibió a las nueve de la noche.

                         -Dara, deja tus miedos y miera el cielo.

Ella estaba pegada a mi espalda con su rostro escondido en ella. Hasta que me escucho y me obedeció.

                         -Wao, es hermoso… ¿siempre ha habido tantas estrellas?

                         -Incluso más, las luces de la ciudad no nos dejan ver esta hermosa lluvia.

          -De verdad parece que las estrellas estuvieran cayendo directo a nosotras, ¡por dios! ¡Son demasiadas!

                         -¿Alguna vez has salido de la ciudad?

                         -Pocas veces y, siempre me dormía temprano.

                         -Eso me hace pensar que salías cuando eras una niña aun.

                         -La última vez que Salí de la ciudad tenía como once años.

                         -¿Te gusta vivir en la ciudad?

          -La verdad no mucho, pero al menos en la ciudad tenemos todo más al alcance de la mano, clínicas, supermercados, restaurantes, etc.

                         -¿Pero te gusta vivir así?

                         -¿Así como?

          -Entre tanta comodidad, teniéndolo todo tan al alcance de la mano y, además de eso, rodeada de ruido, contaminación y atochada de gente.

                         -Nunca lo había pensado así en realidad.

                         -¿No te gustaría vivir en un lugar más tranquilo? ¿Cómo aquí?

          -Está claro que aquí no me gustaría vivir… este lugar me causa más miedo que satisfacción.

                         -No dije aquí… pero un lugar tranquilo como aquí.

                         -¿Así de callado? Y ¿Qué pasa si aparece un fantasma?

                         -Siempre estaré ahí para protegerte.

                         -¿y si no estás? ¿Si vivo en un lugar así con otra persona? ¿Me cuidarías igual?

Esas preguntas me cayeron como balde de agua fría. Yo quería pasar mi vida entera con ella, pero estaba claro que ella no lo quería así.

                         -No, en ese caso, quien este viviendo contigo debe protegerte.

Esas palabras salieron más frías de lo que esperaba. No quería pensar en un futuro separadas, no aun. Sabía que ese día llegaría. Pero Dara me lo puso en la cara como una bofetada.

                         -Entonces no quiero vivir en un lugar así, no sin ti para cuidarme.

Sus palabras descongelaron mi corazón, que con las preguntas anteriores habían congelado este. La apreté fuerte contra mi cuerpo en un abrazo que ella correspondió de inmediato.

                         -Este lugar es tan importante para mí.

                         -¿Por qué?

          -Ese es uno de los grandes secretos que guardo… secreto que ni mis mejores amigas saben.

                         -Y… ¿por ser más que tu amiga tengo derecho a saberlo?

                         -¿Te das cuenta de algo?

                         -¿De qué?

          -De que mientras más cosas sepa la una de la otra, este juego se va haciendo más peligroso cada vez.

                         -¿Por qué?

          -Porque el o, combinado con conocer a la otra persona, se puede convertir en amor.