Se ponía peor. 
A veces.

A veces no. A veces todo marchaba bien y podía verla sonreír.
Como si nada hubiera pasado.
Excepto por el hecho de que sus ojos, seguían cubiertos por unos lentes oscuros.

Extrañaba sus ojos. Pero ella no me dejaría verlos.

Ha sido difícil. Más que difícil. 
Ha sido más que complicado, más que duro, más que cualquier parámetro que conocemos.

Así y todo, la vida siguió adelante. Y Seulgi lo hizo también.

Nunca me he alejado de su lado. He sufrido cada una de sus lágrimas, he deseado mil y una veces haber sido yo en lugar de ella. Me he aliviado con cada una de sus sonrisas, cada una de sus risas. Me he acostumbrado a dejar de comprender todo de ella, como lo había hecho siempre, como si fuéramos almas gemelas que no necesitaban explicación alguna, que no sabían cómo ni por qué, pero siempre se entendían la una a la otra. Me he acostumbrado a aprender más de ella en solo un solo año, de lo que he aprendido en toda mi vida. Me he acostumbrado a preocuparme por su silencio y me he acostumbrado a dejar de preocuparme por lo mismo.

Ha pasado un año.

Las cosas mejoraban de a poco.
Luego volvían a empeorar.
Luego volvía a estar bien.
Y de pronto todo podía volver a caer.

Como ahora. 

En este año, he vivido con ella los momentos más dolorosos. Creí que estaría preparada para el resto que vendría alguna vez, pero nunca lo estoy. Creí que estaría preparada para escuchar eso, pero no lo estaba.

Entré a su habitación en silencio. 
Seulgi estaba sentada en su cama, con sus piernas cruzadas. 
No dije nada, pero ella supo que estaba ahí.

"Sigo intentando... pero no puedo".
Musitó. La miré desentendida. 
"¿Qué cosa? ¿De qué hablas?" Pregunté, sentándome cerca de ella.
"Los colores, Wendy. He olvidado los colores".
 

Silencio.

Nunca podría haber estado preparada para eso.

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Pronto me di cuenta de que, así como cada día yo aprendía de Seulgi,
tenía mucho que enseñarle a ella también.

"Wendy-ah, ¿Cuánto falta? Aún no entiendo por qué me estás llevando a la playa".
"¡Porque tengo ganas de ir a la playa con mi mejor amiga! Eish, deja las quejas, te harás vieja más pronto".
Bromeé, abrazándome al brazo de Seulgi para así recostar mi cabeza sobre su hombro durante el camino en auto.

Era un hermoso día primaveral, la temperatura era agradable y no había más viento que la típica brisa de mar. La arena se ablandaba bajo nuestros pies desnudos a medida que caminábamos sobre ella, en la orilla del mar, su dedos entrelazados con los míos, nuestros zapatos entre nuestras manos libres.

"Oye, Wendy". Me llamó al detenerse repentinamente de nuestro andar, haciendo que me volteara a verla.
"¿Ah? ¿Qué pasa?" 
No tuve tiempo de decir nada más, cuando fue que Seulgi pateó ,claramente adrede, una multitud de gotas de agua salada que cayeron justo sobre mi rostro.

"¡Yah! ¡Kang Seulgi!"

Y así comenzó a lo que llamaré la guerra de agua más divertida del mundo. 
Acabamos llenas de salpicones, con nuestra respiración agitada y con una gran sonrisa en nuestros rostros.
 

No creo en Dios, 
pero en ese momento recé para que Seulgi no dejara de sonreír nunca. 
Juro que tiene la sonrisa más bella del planeta. ¡Lo juro!
 

Entre las risas que iban paulatinamente cesando, tomé a Seulgi por una de sus muñecas y así ambas nos recostamos sobre la arena, de frente al cielo.

Su mano buscó instintivamente la mía para que nuestros dedos se entrelazaran.

El único sonido que se escuchaba era el de las pequeñas olas rompiendo en la orilla, acompañando el viento que soplaba en nuestros rostros.

Pasaban los minutos, pasaba el tiempo y la luz del sol se volvía cada vez más tenue.

Giré mi rostro para mirarla, y entonces creí, que tal vez había un Dios en alguna parte

porque ella seguía sonriendo.
 

"Esto es azul, Seulgi".

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"¿Aún no terminas el helado? Por dios, Seulgi, lo compramos hace como media hora".
Sentada junto a ella en una banca en el parque, no pude evitar reír mientras la miraba comer el helado en cono, aún con suma concentración y disfrute.

"¡Yah! ¿Sabes lo difícil que es comer sin poder ver?" exclamó irritada antes de volver a inundar de crema sus labios.
Rodé mis ojos, reprimiendo algunas risas por su adorable manera de comer.

"Siempre has sido lenta comiendo, Seulgi, demoras siglos".
Era imposible no querer molestarla cuando hace esos gestos.

"Eish, ya déjame". fanfarroneó, frunciendo el puente de su nariz.

Era realmente irresistible, no pude evitar llevar mi mano a pinchar suavemente una de sus mejillas.
"Ay, que eres adorable".

"Yah, ¡Wendy son!" Se quejó intentando apartar su rostro del alcance de mis dedos, provocándome soltar finalmente un montón de risas.
 

Un par de minutos más pasaron hasta que Seulgi finalmente había acabado su helado.

"Ya sé por qué me trajiste al parque".
Comentó luego de que ayudé a limpiar, con una servilleta, los residuos de helado que habían quedado al rededor de su boca.

"Yo no 'te traje', vinimos al parque" recalqué. "Pero si lo pones así, bien, dime por qué".
Respondí, alzando una ceja al girarme de costado para poder verla.

"Me dirás que así es el color verde". Respondió segura, con una sonrisa ganadora.

Gratamente sorprendida, me reí, asintiendo con mi cabeza. "Sí, es cierto".

"Lo sabía". Sentenció orgullosa.

"Los colores solo son nombres que damos para definir los diferentes reflejos de la luz, más allá de eso, el único otro significado que puedan tener, dependerá de lo que cada persona asocie a cada color. Si me dicen 'verde', pienso en... pues, en un parque, plantas". Expliqué mientras miraba a mi alrededor. 

"Vaya, original".
Comentó con sarcasmo prácticamente de inmediato, ganándose un pequeño golpe de mi parte sobre su hombro, y devolviéndome, a cambio, unas adorables risas.

"Ven, levántate".
Le pedí tomando su mano al pararme de la banca.

"¿A dónde vamos?" Preguntó desconcertada, dejándose llevar por mi agarre a un sitio en el parque que me aseguré estuviera despejado de objetos y personas.

Parándome frente a ella, con mi mano derecha tomé la suya y luego hice lo mismo con nuestras manos izquierdas, haciendo que de esta manera nuestros brazos quedaran cruzados. "¿Recuerdas cuando éramos niñas y juntas girábamos hasta caernos?"

"...¿Es en serio, Wendy?" Preguntó, diría yo que incrédula, pero por la sonrisa que aparecía en su rostro, supe que en realidad le entusiasmaba mi infantil idea.

"Súper en serio". Contesté, y sin más, sosteniendo fuertemente sus manos, comencé a caminar rápidamente mientras giraba hacia mi izquierda y Seulgi a su derecha.
 

Entre gritos y fuertes carcajadas, fue cuestión de segundos el que ambas termináramos cayendo sobre el césped, distanciadas una de la otra.

No creí que fuera a reírme tanto, pero a se punto casi me dolían las costillas, y estaba segura de que a Seulgi también, que por cierto estaba sentada en el césped sin dejar de reír, a unos cuantos metros de mí.
Me acerqué a ella, haciendo que sus risas se mezclaran con las mías, y rodeé su sus hombros con mi brazo, inclinando mi cabeza hacia la suya.
 

"Eso es amarillo".

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