Te despiertas con las caricias  de Taekwoon en tu barriga. Sientes cosquilleos conforme el cálido tacto de sus manos roza tu piel, erizando los vellos a su paso. Lo miras con una sonrisa gigante, sorprendida de ver su sonrisa preciosa que tan pocas veces muestra. Pones las manos sobre las suyas, dejando que él los guíe y tú no apartas la mirada de él y de lo relajado que parece. Justo cuando vas a hablar, sientes como el bebé da una fuerte patada en tu costado, en el mismo sitio donde está la mano de su padre. Sueltas un pequeño quejido de dolor, ha sido demasiado fuerte, son demasiados fuertes últimamente. Taekwoon te vuelve a acariciar frotando para aliviarte y te besa en la mejilla, pegándose un poco más a ti.

-   Va a ser un buen jugador de fútbol – dice sonriendo.

A pesar de que el bebé sigue dando patadas, no puedes dejar de observar su preciosa sonrisa que deseas que nunca se borre de su rostro.

-   Prométeme que nunca vas a dejar de sonreír así.

Te mira extrañado pero asiente y te da un beso en los labios para volver después a sonreír mientras sus manos acarician tu vientre lentamente, relajándote y haciendo que te quedes dormida entre sus grandes y fuertes brazos.