La gente suele pensar que una promesa puede ser sumamente insignificante, que es algo que se toma a la ligera e incluso a causa de estos pensamientos en muchas ocasiones no se llegan a cumplir.

En cuanto a lo que yo pienso sobre esto es totalmente lo opuesto, creo que una promesa es de igual importancia que cualquier otra cosa, y por lo tanto estas deben cumplirse...independiente de los obstáculos que se puedan presentar en el camino...y sobre todo si estas se prometen con sinceridad...como las que se hacen de niños.

Bueno, verán...Cuando tenía 7 años conocí a una chica 3 años mayor, ambas eramos huérfanas. Ella llegó al orfanato justo un año después que yo, no sabía cual era su nombre ni mucho menos cual era su posible historia...
Me acuerdo de aquella ves en la que entró por la puerta del recinto e inmediatamente como por arte de magia hicimos contacto visual, gracias a ese acontecimiento, nunca más pude sacarla de mi cabeza.

Para ella yo era prácticamente una completa desconocida...pero no me importaba con tal de poder pasar horas admirándola desde lejos. A pesar de mi corta edad de aquél entonces...ya podía sentir lo que era el amor verdadero, ¿Suena tonto, verdad?.

La directora del orfanato un día nos citó a su oficina (para mí no era una novedad estar allí, y esto es porque siempre terminaba castigada en su oficina, ya que desde muy pequeña he sido muy traviesa e inquieta), cuando esta comenzó con su plática, resultó que la razón de su citatorio no era para hablar de mi mal comportamiento u castigo, sino que era para pedirle a la chica mayor que cuidara de mí, ambas nos sorprendimos tras escuchar eso...no obstante a ella no parecía disgustarle la idea...de seguro me veía como a una posible hermana pequeña...que triste, pensé...

Un día, muy temprano por la mañana, se traslado a mi habitación, dijo que lo había hecho para tener un "mejor cuidado"sobre mí. En un principio no solía hablarme mucho, parecía un poco reservada, esto despertaba mi necesidad de querer acercarme más a ella. Al pasar el tiempo ella se iba abriendo poco a poco conmigo. Me dijo que su nombre era Minji, y que no tenía absolutamente a nadie, luego de ello yo le dije que me llamaba Kim Yoohyeon y que al igual que ella no contaba con nadie.

Al transcurrir los años nuestra relación se iba fortaleciendo y haciendo más grande y afectuosa; Minji, de un momento a otro se había convertido en la persona más importante para mí, se convirtió en mi todo. Debido a eso, cuando ella cumplió años, yo le di como obsequio "mi apellido Kim", desde aquél momento ambas nos convertimos en las Kim.

También me acuerdo que cuando cumplí 8 años, ella me regalo un collar con la figurita de un perrito y un conejito, los cuales estaban ensamblados uno junto al otro. Ella se quedo con el perrito y yo me quede con la figura del conejito, dijo que esos collares nos "representarían" y por eso cada una se quedo con el animal que "representaba" a la otra, esto en señal de unión eterna. Esa ves lo celebramos solo nosotras dos, bajo la oscuridad de nuestra habitación, a causa del corte de luz que se había producido unas horas antes.
Todos esos momentos que teníamos estaban llenos de sonrisas y buenos recuerdos...hasta que llego el día que cambio todo eso por completo.

Una fría y sofocante tarde, una familia apareció en el orfanato con la intención de adoptar a alguien. Ellos me escogieron para adoptarme, pero pienso que fue solamente porque era una de las menores dentro del lugar...o eso se rumoraba. Yo no quería irme con ellos, a pesar de que ese sería el "sueño de cualquier huérfano", pero para mí no lo era, no quería dejar ese lugar porque eso implicaba apartarme de Minji...y yo no quería estar lejos de ella.

- ¡No quiero irme Unnie!, porfavor no me obligues a ir con ellos...-Mis lágrimas corrían empapando todo mi rostro, inclusive pequeños mocos amenazaban con salir.

- Oh vamos Namu, No te estoy obligando a que lo hagas, pero han sido ellos mismos quienes te han elegido...Yo estaré bien, ¿si? - Fue directo a abrazarme y me rodeó entre sus brazos en señal de protección y cariño, me sentía tan bien estando en sus brazos, me sentía tan protegida y segura con ella.

-Mira, hagamos algo, ¿Bueno? (Asentí con mi cabeza mientras limpiaba algunas de mis lágrimas), Namu, yo te prometo que jamás, pero jamás, me voy a olvidar de ti y voy a hacer hasta lo imposible por encontrarte, sea donde sea que estés...Namu, ¿Me prometes que harás lo mismo? - Mi mirada se posó en la de ella, pequeñas lágrimas comenzaban a salir de su rostro, ella tampoco quería apartarse de mi lado, el sentimiento era mutuo, ¿Por qué nos hacen esto a nosotras?

- Te lo prometo Unnie...Prometo hacer lo imposible por volver a estar juntas de nuevo -Ambas formamos una sonrisa resplandeciente de dulzura bajo nuestro llanto, y nos abrazamos con fuerza. En ese preciso momento llegó la directora a buscarme para llevarme con mi ahora nueva familia. Lo que más me costaba y dolía no era dejar el recinto sino que era separarme de sus brazos...es allí donde sabía que sin ella no sería nada...

Desde entonces, todos los días le enviaba cartas, no tenía la mejor letra que digamos, pero sabía que de igual modo ella terminaría por entenderlas. Esta siempre me las respondía, lo cual me hacía la persona más feliz del mundo.

A medida que crecíamos nuestros sentimientos también iban creciendo y tomando otro significado, o así lo sentía. Todo era bueno hasta esos momentos, mis nuevos padres me daban mucho amor y siempre me tomaban como una de sus mayores prioridades, con el tiempo intentaba acostumbrarme de apoco a ellos y dar comienzo a una "renaciente vida", todo era felicidad hasta que...un día cuando veía las noticias junto a papá y mamá, en el informativo salió aquél orfanato del cual yo provenía. La noticia me quebró en todo sentido...Un incendió...aquél orfanato en donde tenía toda mi vida y recuerdos junto Minji, ahora estaba cubierto por las flamantes llamas, muchos de mis compañeros, muchos de mis amigos murieron en ese fatídico incidente, mis pensamientos únicamente se concentraban en Minji, rogaba porque ella no hubiese sido una de las afectadas, mi pecho se oprimía con rudeza y mi corazón se aceleraba con violencia.

Ese mismo día le envié como un millón de cartas...de las cuales nunca obtuve una respuesta. El pensar que pudo haber muerto en ese incendio quebrantaba todo mi ser, hacía que rompiera en un desconsolado llanto. Pasé muchos días sin querer comer absolutamente nada y mi rendimiento en la es