Capítulo I: Respirar

Deep Inside Of Me

   Me desperté tumbada en el sofá tapada con una manta y con el mando de la televisión en mis manos. Estaba cansada, tenía agujetas por todo mi cuerpo y me dolía la cabeza. El estrés de los exámenes me tenía loca, así que la noche anterior decidí descansar un poco viendo la tele, pero caí rendida al primer anuncio. Nunca he entendido el por qué de hacer tanta publicidad durante los intermedios de los programas, si de por sí veía poco la televisión, los anuncios me quitaban las ganas más aún.

   Era miércoles por la mañana y mientras me intentaba convencer a mí misma de que madrugar era sano, me dí una ducha y fui a la cocina. Allí me esperaba mi madre, como siempre, despierta para prepararme el desayuno.

   Siempre ha sido muy atento por su parte el hecho de que se levantase temprano tan sólo para eso, pero a mis diecisiete años de edad, ya estaba capacitada para hacerlo por mí misma, solo que mi madre seguía empeñada en hacerlo ella.

   Después de desayunar y prepararme para ir al instituto, me dispuse a ir dando el paseo de cada mañana. Estaba a unos quince minutos de casa y mientras no lloviese, me resultaba estimulante y aprovechaba para espabilarme y pensar un poco sobre mi vida.

   Hoy empiezo por algo un poco básico: Me llamo Lilith, vivo con mi madre en Scarborough, un pueblecito de Inglaterra. Es un sitio muy bonito y genial en todos los sentidos. Tiene de todo, desde las típicas tiendecitas de souvenirs, hasta playa y su propia universidad.

   A mis diecisiete años de edad ya he estado con varios chicos. Nunca es que haya sido una experta en el amor, pero sí que he estado en algunas relaciones en estos años atrás. Mi primer novio, por así decirlo, lo tuve a los catorce; se llamaba Ian y duramos unos tres meses. No fue algo muy serio, más bien algo así tipo amor de verano. Mis padres y yo pasamos esas vacaciones en un pueblo del sur de Italia, él vivía en la zona y en una de las veces en las que paseaba tranquilamente por los alrededores, lo conocí, teníamos la misma edad y era muy atractivo. Pero tal cual le conocí, ya casi pasado el verano, en cuanto supo que debía de volver a casa ya no supe más de él. Aquello fue un descontrol.

   Más tarde, con quince años, conocí a una gran persona, Woo Ji Ho, Zico. Se mudó a la calle de enfrente mía él sólo. Tenía 21 años y vino aquí por trabajo. Nació en Corea del sur, pero de pequeño sus padres y él se fueron a vivir a Inglaterra, dónde aprendió el inglés perfectamente. Ya aquí, se hizo muy popular entre las chicas de la zona, era guapo, atractivo e inteligente; y estuvimos saliendo durante dos años, hasta que se tuvo que volver a Corea del sur indefinidamente por problemas con su familia de allí.

   Desde que le conocí siempre ha sido mi mejor amigo, la persona ideal con la que pasar el resto de mi vida. Y ahora que no está ha dejado un gran vacío en mí.

   Cuando me di cuenta ya estaba frente a mi instituto, y como era de esperar, a penas había nadie en los alrededores. En época de exámenes la mayoría de los alumnos entraban cuanto más rápido mejor para terminar de estudiar, repasar... por no hablar del frío que hacía en pleno diciembre. Sólo había una persona en la puerta esperando a alguien, mi amigo y compañero de clase, Jimin.

   - ¿Pero qué haces? Deberías de estar dentro repasando para el examen que tenemos después. -Le dije a Jimin con una sonrisa.

   - ¿Pues tú qué crees? Te estaba esperando a entrar juntos a clase, como de costumbre; además te quería preguntar como estás. -Su voz era clara y simpática.-

   Jimin era bastante apuesto comparado con el resto de chicos del instituto. Tiene veinte años y vino a Scarborough de intercambio desde Corea del sur a principios de este curso. Era de estatura media, pelo castaño alborotado, ojos marrones, fuerte y muy simpático. Desde que entró al instituto hemos sido muy amigos y a pesar de que siempre ha sido muy popular entre las chicas y es una persona agradable, la verdad es que le cuesta relacionarse un poco; supongo que por eso somos amigos; a pesar de tener más amigos no es que hacerlos sea nuestro punto fuerte.

   -Respiré hondo- Si te soy sincera, la verdad es que no muy bien. No me siento a gusto sin Zico. Es como que me falta algo muy necesario en mi día a día y ese vacío los mensajes de texto no lo llenan. Y las vídeollamadas por skype una vez por semana tampoco. -Miré al suelo mientras mi tono de voz sonó triste y apagado.-

   -Escucha, Lilith. Sé de sobra que este es un momento muy duro para ti y que lo estás pasando fatal, -me tomó de la mano obligándome a mirarle a los ojos- pero ahora tendrías que centrarte en los exámenes de final de trimestre. Terminan en una semana y sé que puedes sacarlo adelante, además sabes que cuentas con mi ayuda para cualquier cosa que necesites. -Sus palabras sonaron muy dulces y sinceras mientras sonreía con su enternecedora sonrisa-

   -Sí, llevas razón. Creo que intentaré centrarme lo máximo posible en los exámenes y cuando todo esto acabe dedicaré mis días a estar deprimida viendo pelis malas de las que echan en la televisión al medio día mientras engordo a base de helado. Si quieres puedes unirte a engordar conmigo. -Dije en tono sárcastico con voz un poco triste aún y media sonrisa-

   -Está bien, tampoco lo veo tan mal plan. -Los dos reímos- Ahora, ¿Qué tal si entramos en clase?

   -Asentí con la cabeza y los dos entramos a clase-

   Entramos a clase de matemáticas y nos sentamos en nuestros correspondientes sitios. Jimin se encontraba sentado tres filas por detrás mía, por lo que se nos hacía prácticamente imposible poder hablar y menos durante un examen. Estaba un poco nerviosa, pero bastante segura de mi misma; por lo que dejé a Zico a un lado y me mentalicé en dar lo mejor de mí durante esta hora. Miré por última vez a Jimin con mirada cómplice y nos pusimos con el examen.

   Una vez pasada la rápida hora, recogí mis cosas y fui hacia mi taquilla. Había quedado con Jimin y nuestros amigos en el comedor, así que procuré no tardar mucho en soltar las cosas y marcharme.

   Mientras caminaba hacia la taquilla, pensé en el examen y no me salió nada mal, pensaba que iba a salirme peor; por lo que me alegré. Por otra parte, no podía quitarme de la cabeza a Zico. Él lo había sido todo para mi, y ahora que no estaba me costaba hasta respirar. Eran demasiados momentos juntos, todo era muy especial a su lado; nos queríamos mucho. Sabía perfectamente que su marcha no se debía por temas familiares, al menos no sólo por eso, debió ser por algo más, no me dejaría sola sólo por eso, simplemente lo sabía. Aunque hablaramos casi a menudo por mensajes o por vídeollamada, no era lo mismo. Lo notaba algo distinto, y eso me hacía sentirme peor aún.

   Tras soltar mis cosas en la taquilla, ya en el comedor me reuní con mis amigos, Jimin; Hoseok, también llamado Jhope; Taehyung o V y por último mi amiga de toda la vida, Lynette.

   Jhope, tiene 21 años y está en la clase 2C, sus padres son coreanos pero llevan aquí viviendo desde antes de que él naciera. Es un chico de estatura media, pelo negro caído y ojos marrones.Tiene un encanto especial, es muy divertido, siempre sabe como animarnos a todos y admiro muchísimo su fuerza de voluntad. Vino a este instituto en primero de bachillerato, lo conocí hace un año en una de esas excursiones en las que van todas las clases del curso de acampada y fue genial.

   Taehyung es especial. Tiene un cierto encanto, es alegre, muy guapo y muy popular entre las chicas, pero creo que él ni se ha dado cuenta. Su pelo es castaño y alborotado, los ojos los tiene marrones. Su familia es coreana y llegó aquí a los once años, pero ya vivía desde más pequeño en Inglaterra por lo que el idioma no es un problema. Tiene veinte años y entró a la misma vez que Jhope en el instituto. Están desde entonces en la misma clase y lo conocí a la vez que a Jhope, del cual ya era muy amigo.

   Lynette es mi mejor amiga desde que tengo recuerdos. Siempre hemos estado juntas para todo desde que nacimos, ya que nuestras madres ya eran amigas de antes; y se podría decir que es como la hermana que nunca tuve. Es de tez blanca, pelo castaño claro y rizado y de ojos verdosos, es muy guapa pero a pesar de su hermosa apariencia su humor es de perros, peor que el mío. Desde pequeñas hemos estado siempre en la misma clase, menos este año dónde por primera vez nos han separado y ella esta en la clase 2B.

   Ya sentados en la mesa, empezamos una de nuestras charlas habituales.

   -¿Qué tal el examen de matemáticas, Jimin? -Preguntó Jhope divertido.-

   -Creo que será mejor que hablemos de otra cosa, no me apetece mucho hablar del tema exámenes, estoy agotado de ellos. -Dijo con voz cansada.-

   -Yo también estoy harta de tantos exámenes, creo que voy a morir en los próximos días. -Dijo Lynette con un tono un tanto desesperado.-

   -Chicos, ¿qué os parece si nos damos un descanso este fin de semana? Podemos quedar y hacer lo que sea. -Dijo Jimin simpático.-

   -Bueno, no es mala idea. Si a todos os parece bien. -Asintió Jhope.-

   -Todos asentimos con la cabeza-

   -Genial. -La voz de Jimin sonó dulce como de costumbre.-

   Acabado el descanso del almuerzo, me fui a mi siguiente clase acompañada por Jimin.

   -¿No vas a contarles al resto lo que ha pasado con Zico? Se acabarán preocupando más si no dices nada, Lilith. -Jimin se paró en seco antes de entrar a clase-

   -No sé Jimin, todo ha sido muy precipitado y no se lo he contado ni a Lynette aún. Supongo que lo haré durante nuestro descanso de fin de semana. ¿Así está mejor? -Dije simpática pero desganada-

   -Sí, así está mejor. -Dijo sonriendo-

   -Sonreí-

   Después de eso entramos a clase y el resto de día pasó volando. Al llegar la hora, me despedí de todos y me fui de camino a casa.

   En el camino de vuelta decidí escribirle un mensaje a Zico para ver que tal estaba. Me sentía fatal y necesitaba al menos hablar con él. Tras preguntarle cómo estaba seguí mi camino mirando el móvil constantemente hasta que de repente, en un paso de cebra un coche da un frenazo.

   Dejé el móvil asustada y me di cuenta de que casi me atropellan estando el semáforo en verde. Entonces miré a ver quién era el gilipollas del coche. Fueron dos segundos, pero al mirar hacia el coche, sentí como nuestras miradas se cruzaron y mi corazón se aceleró. No supe cómo explicarlo pero había sido algo anormal.

   Cuando me quedé un segundo más observándole, me fijé en el resto de su cara y fue como si se me parara el corazón, era tan atractivo que creí por un momento que si me hubiera atropellado ni me habría importado.

 

 

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