Día 6.025
CADA DIA
A la mañana siguiente, me cuesta levantar la cabeza de la almohada, me cuesta levantar los brazos de los lados, me cuesta levantarme de la cama. Y se debe a que peso, al menos, 140 kilos. Ya he estado gorda en otras ocasiones, pero no creo que nunca haya estado tan gorda. Me siento como si me hubieran atado bolsas de carne a los brazos y a las piernas, al torso. Me cuesta mucho más esfuerzo hacer cualquier cosa. Porque no es el peso típico del músculo; no soy un defensa de fútbol americano: estoy gordo. Fofo, pesado y poco flexible. Cuando, al rato, miro a mi alrededor y miro en mi interior, no me gusta mucho lo que veo. Shin DongHee se ha retirado del mundo tanto como puede. Su tamaño se debe a la negligencia y a la pereza, a un descuido que resultaría enfermizo si tuviera apareado alguna meticulosidad. Aunque estoy segura de que si accedo lo suficientemente adentro encontraré un pozo de humanidad, lo único que veo en la superficie es el equivalente emocional de un eructo. Me tambaleo hasta la ducha y me saco una bola de pelusa del tamaño de la pezuña de un gato del ombligo. Tengo que esforzarme mucho más para hacer cualquier cosa. Debió de llegar un momento en el que a Shindong le costaba demasiado hacer cualquier cosa... y en el que decidió rendirse. Cinco minutos después de salir de la ducha, ya estoy sudando de nuevo. No quiero que Tiffany me vea así. Pero tengo que verla; no puedo dejar de hacerlo dos días seguidos... y menos cuando las cosas entre nosotras están cogidas con pinzas. Se lo advierto. Le digo en mi mensaje que estoy gordísimo pero que, aun así, quiero verla después de clase. Estoy cerca de la librería Clover, así que le propongo que sea allí donde nos veamos. Rezo para que venga. No hay nada entre los recuerdos de Shindong que me haga pensar que le importaría no ir al instituto; pero voy igualmente. Que falte a clase cuando sea consciente de sí mismo. Debido al tamaño de su cuerpo, he de concentrarme mucho más de lo normal. Necesito ajustes grandes hasta para los pequeños detalles (como con mi pie en el pedal del acelerador, con la cantidad de espacio que deben dejar a mi alrededor en el pasillo, etcétera). Y también están las miradas que me echan, de asco nada disimulado. Y no solo los demás estudiantes, también los profesores y los desconocidos. Me juzgan con total libertad. Puede que solo estén reaccionando a aquello en lo que Shingdong ha decidido convertirse. Pero también hay algo más primigenio, algo que hace que se mantengan a la defensiva. Soy aquello en lo que temen convertirse. Me he vestido de negro porque he oído en multitud de ocasiones que el negro adelgaza; pero, en realidad, soy como una esfera de oscuridad que avanza por los pasillos. El único momento en el que me puedo tomar un respiro es durante la comida. Shindong queda con sus dos mejores amigos. Son amigos desde tercer
Comments