Capitulo 8

Enamorada de mi profesor
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Capítulo  8

No sé bien  cómo  explicar  la  sensación  pero  sin duda  me  gustó,  y desde  luego  quería  repetir.  Empezaba  a  dudar  si  llegaría  virgen  a  los dieciocho porqué  a ese ritmo no podría  resistirme,  y aun quedaban  dos meses para mi cumpleaños.

Cuando  regresé  a  clase,  las  mejillas  aún  me  ardían y el corazón todavía me latía con fuerza. Taeyeon entró un poco más tarde con papeles bajo el brazo,  como si hubiese  ido a buscar  algo. No sé cuánto  tiempo estuvimos en el lavabo, pero fue bastante.

-            Aquí  tenéis  el esquema  que quiero que sigáis cuando analicéis las siguientes obras de arte. Para la semana que viene quiero que escojáis dos de las que aparecen en el tema que acabamos de empezar y que las analicéis. Contará para la nota final –dijo mientras iba repartiendo los papeles por  cada  pupitre,   aun  con  el  pelo  alborotado.   –Ahora empezaré a haceros las preguntas sobre el resumen de hoy.

Tenía ganas de contarle todo a Minerva esa tarde. Seguro que se emocionaría  muchísimo  y me haría  preguntas  inapropiadas,  pero quería verla para poder compartir  todas las cosas maravillosas  que me estaban pasando, y así de paso preguntarle unas cuantas dudas sobre hombres que seguro ella dominaba. No se creería jamás todo lo que me estaba pasando, y aún menos tratándose  de mí.

Justo cuando Taeyeon se giró, un papelito llegó volando hasta mi mesa. Venía de la parte de atrás, así que seguramente sería de Nana. Parecía que había algo escrito, así que lo cogí y lo abrí. Había un dibujo de una chica que se suponía que era yo (porque ponía mi nombre encima de la persona, no porque se me pudiese reconocer) sentada en el wáter cagando. Debajo ponía: “van a tener que destruir el colegio entero de la peste que va a salir de ese sitio después del tiempo que has estado fuera. Si tu culo se parece a tu cara, el wáter estará intentando suicidarse”. No podía negar que la frase tenía su ingenio, pero la verdad es que no me importaba lo más mínimo. De mí podían decir lo que quisieran que no me iba a quitar el sueño. Taeyeon estaba dando algunas preguntas sobre el tema a los alumnos que parecían más despistados. Al cabo de pocos minutos me llegó otra carta hasta la mesa. La volví a abrir sólo para ver que habían ingeniado esta vez, pero lo que vi ya no me hizo tanta gracia. En realidad no me hizo ninguna.  En el papel  había  un dibujo  de una mujer  en una camilla  que parecía de hospital y un hombre que la agarraba por el cuello, enfadado. De entre las piernas de la mujer salía una especie de excremento en forma de bebé. El excremento llevaba  mi nombre,  encima  de la mujer  ponía  ‘Tu madre’ y en el hombre ponía ‘Tu padre’. Debajo ponía otra nota. “cuando tu padre te vio salir del coño de tu madre, la mató por haberte hecho con cara de mierda”.

Eso  ya  no  tenía  ninguna  gracia,  y  podía  notar  como  empezaba  a hervirme la sangre de la rabia. No pude evitar imaginar a mi madre siendo empujada por mi padre y dándose con el bordillo de la escalera, y eso me enfurecía.  Entonces  empezaron  a tirarme  trozos  de goma. Taeyeon estaba atendiendo a uno de los alumnos al otro lado de la clase y no se enteraba de nada. Por mucho que lo intentase, no podía quitar la vista de esa nota, y los horribles flashes seguían viniendo a la cabeza. Intenté respirar y tranquilizarme, pero me estaba resultando muy difícil. Contra más cachos de goma me tiraban, más rabia se me iba acumulando. Entonces, como si ya no fuese dueña de mi cuerpo, me levanté, y apretando los puños de la rabia, me dirigí hasta el pupitre de Nana, que mostraba una sonrisa de triunfo en su cara de malcriada. Escuché como Taeyeon decía algo, pero su voz me llegó como si estuviese muy lejos, distorsionada.

-      Cara de mierda –dijo Nana levantándose de la silla quedando así a mi misma altura.

Me miró desafiante  durante unos segundos,  y entonces  me escupió. Esa fue la gota que colmó el vaso. Me limpié con la manga, poco a poco, sin dejar de mirarla directamente a los ojos, y con una sonrisa en mi cara, como si estuviese  medio loca, apreté  el puño y le pegué con todas mis fuerzas en toda la cara.

No recuerdo bien lo que ocurrió después. No   pude   más   que concentrarme en los gritos de sus amigas, la sangre que salía de la nariz de Nana, y  la  sensación de  victoria y  poder  que  se  adueñaba de  mí. Recuerdo a las amigas de Nana gritando y ayudando a que se levantara. Había caído hacia atrás cuando le pegué el puñetazo, cayendo primero en la silla, y ésta, por la inercia del movimiento, siguió hacia atrás haciéndole dar una voltereta al revés.  Los demás alumnos se habían acercado, y para mi sorpresa, podía ver rostros de satisfacción en varios de ellos al ver a Nana en una posición tan inferior. Supongo que después de todo no era yo la única que sufría sus abusos.

Lo siguiente que recuerdo es estar sentada en el despacho del director, junto a Nana, que empezaba  a tener un ojo parecido al de los sapos, pero con peor aspecto todavía. El director estaba rellenando una sanción disciplinaria. En otra circunstancias, un parte disciplinario me hubiese parecido lo peor del mundo, pero cuando me lo entregó creo que incluso sonreí de la satisfacción. Me parecía más un premio a mi valentía que un castigo por mis hechos. Nana empezó a lloriquear mientras el director rellenaba el suyo.

-        No puedo ir a casa con un parte. Por favor, señor director,  no  me  ponga  un  parte.  Castígueme  con  lo  que quiera,  pero  un  parte  no  –le  suplicó  entre  sus  habituales falsos llantos.

-       Lo siento, pero su conducta merecería más que un simple parte, así que dé gracias que sólo es eso  -le contestó sin dudar.

Saliendo   del    instituto, por   los    pasillos,    me   pareció   que   mis compañeros me miraban de otra manera. Algunos incluso me sonreían. El grupillo de Nana me evitaba atemorizado, guardando una distancia más que prudente, y la verdad es que me parecía bien así. Me gustaba verlas tan aterrorizadas. Marcos se acercó a mí.

-         Gracias –dijo tímidamente y se fue sin darme ni siquiera tiempo a hablar con él.

Me sorprendió también la reacción de Taeyeon, que no perdió la calma en ningún momento. Aunque evidentemente  no lo demostró en clase, sé que  estaba  orgulloso  de  mí.  Esa  tarde  Taeyeon tenía  un par  de  horas  de reunión, así que tardaría un rato, la cual cosa me iba bien porque tenía que ir a ver a mi madre y a Minerva.

-         ‘¿Quieres que pase por el hospital a buscarte? y luego  podemos  ir  a  dar  una  vuelta  por  la  playa’  –me escribió, cuando iba de camino a la estación de tren.

-          ‘Vale. Tú avísame cuando estés allí y bajaré a la entrada’

-          ‘Vale, mi  luchadora personal’ –y  puso  un emoticono sonriente que guiñaba el ojo.

Cuando llegué, la primera que visité fue a mi madre, como de costumbre.  Seguía igual, ni mejor ni peor, tumbada, con la mirada fija en el techo, ausente, sin la más mínima expresión. Me quedé a su lado un rato cogiéndole  la mano.  Me preguntaba  cómo  de diferente  hubiese  sido mi vida si la hubiese tenido junto a mí. Me hubiese encantado que conociese a Taeyeon,  que viese  que era un buen  hombre  y que me trataba  como  una princesa,  como  ella  siempre  me  llamaba.  Y  sobre  todo  me  hubiese encantado  que  hubiese  podido  ver  el  puñetazo  que  le  había  pegado  a Nana. De todos modos, se lo conté todo, por si acaso, mientras ella se quedaba allí, inexpresiva. Cambié las flores y salí.

Los nervios  iban aumentando  a medida  que me iba acercando  a la habitación de Minerva. Me podía imaginar la cara que pondría cuando le contase todo lo que había pasado. Cuando oyese lo del puñetazo, seguro que  me  hacía  una  fiesta  y  todo.  Llevaba  el  parte  disciplinario  para demostrar mi proeza.

-        No te vas a creer lo que ha… – dije mientras entraba  por la puerta  entusiasmada,  pero me di cuenta  de que  en  la  habitación  no  estaba  Minerva,  sino  otra  mujer mayor acompañada de un hombre. –Perdón, me  he equivocado.

Salí de la habitación  confundida.  Miré bien el número por segunda vez  y  me  aseguré  de  que  aquella  habitación  fuese  en  la  que  Minerva siempre había estado. Me dirigí al mostrador, donde había una secretaria, para preguntarle por Minerva. Me miró mientras me acercaba y soltó un suspiro de irritación. Estaba jugando con su teléfono a algo que no parecía que requiriese mucha capacidad intelectual.

-       Hola. Querría saber si usted sabe si han cambiado de habitación a la mujer que estaba en la habitación 315, por favor –pregunté educadamente.

-       No lo sé –contestó mientras seguía jugando con una voz más bien repelente.

Respir

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Comments

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silvanaph #1
por favor no abandones este fic siguela por favor.... vuelve por favor :(
Valeri-blue #2
Chapter 8: No nos abandones o si no pensare que ese es el final.. Un final triste
dafnytae
#3
nos abandonaste :,(
isisaks #4
Chapter 8: Vuelveeeeeeee
LlamaAmerica #5
Heey seguirás esta historia? :(
silvanaph #6
Actualiza!!!!!!!!!!!!!!!!!!! por favor gracias
mafita13
#7
Actualizaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!! pooooorfaaaaaaaaaaa
shizuma123 #8
Chapter 8: Actualizaaaaaaaaaa
silvanaph #9
POR FAVOR Actualiza
silvanaph #10
Actualiza por favor el fic... sigue con el fic por favor