Capitulo XVI

#1 Mirame y Dispara
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Jessica PDV

—¿Me gustaría saber qué piensa una persona cuando se queda mirando la nada de la misma forma que tú? —dijo Yuri mientras se sentaba en el bordillo de la acera.

Habíamos ido al Softree a tomar algo mientras ultimábamos los preparativos de la fiesta de cumpleaños de Jonghyun. Pero yo no era capaz de concentrarme en nada que no fuera Jadyn.

Salí del local y me senté en la acera. Me dejé llevar por mis pensamientos a pesar del frío húmedo que me recorría.

Me molestaba horrores admitirlo, pero le necesitaba cerca. Deseaba verle y no podía evitar esperar que apareciera por la calle y viniera hacía mí, tragándose su orgullo de niñata engreída. Dios, cómo la… detestaba.

"¿Dónde estás, Jadyn?"

Miré a Yuri, que fumaba un cigarrillo, y sonreí; me sentí extrañamente reconfortada por tenerle cerca. Miré el humo que salía de sus labios y me hizo un gesto para que cogiera el cigarro. Asentí, lo cogí y le di una calada profunda.

No fumaba con frecuencia, pero debía admitir (por desgracia) que era fumadora desde los quince. 

—¿Qué ocurre, Jessica? —volvió a preguntar; esta vez con más dulzura que la anterior.

Sacudí la cabeza y le miré.

—A mí también me gustaría saberlo. —Solté el humo.

Nos miramos a los ojos. Yuri era demasiado inteligente para que se le escapara algo. Sabía que ella podía descubrir, incluso antes que yo, lo que realmente me ocurría.

—Es todo tan confuso.

—No puedes comprender un sentimiento —dijo cariñosa retirando mi cabello—. Mira, Jessica, no siempre podemos dominar lo que realmente sentimos. Por mucho que os empeñéis en negarlo, ya habéis caído. —Recuperó el cigarro de mis manos—. Ahora solo falta que lo comprendáis.

Fruncí el ceño al oírle emplear aquel plural cuando solo estaba hablando conmigo. ¿Acaso había mantenido aquella conversación con Jadyn?

Suspiré y volví la mirada hacia la calle. Me pregunté si aquellas personas que paseaban por allí estarían viviendo una situación como la mía. Bah, tonterías.

—Hablas como si supieras qué me ronda por la cabeza. —Intentaba hacerme la dura.

—Sé lo que te ronda por la cabeza. —Me empujó, bromeando—. Tiene nombre propio.

—Claro —dije incrédula.

Yuri se acercó a mi oído y me rozó con sus labios antes de hablarme.

—Ella se resiste porque eres la primera. ¿Por qué te resistes tú, Jessica?

Me sobrecogí. No sabía qué hacer. Incluso temblé. Un escalofrío recorrió mi cuerpo en el momento en que di con la respuesta.

Volví el rostro hacia Yuri. Estábamos solo a unos centímetros. Tenía una débil sonrisa en los labios y sus ojos expresaban interés.

—Porque también es la primera.   

 

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El coche dio la última curva y allí apareció la enorme casa que el padre de Jonghyun tenía en la playa. Había tardado cerca de un mes en convencerlo de que se la dejara para la fiesta. Yo no había entendido por qué su padre le ponía tantas pegas… hasta que vi la residencia.

De diseño muy moderno, estaba cubierta de cristaleras. Barandillas de metal, suelo negro con cristales brillantes, piscina y mini spa… y todo a unos metros de la playa (veinte para ser exactos). Cerca de uno de los porches había un promontorio, un acantilado de roca que se comunicaba con el aposento principal del segundo piso por un pequeño puente.

Key volvió a gritar asomado por la ventana del techo de la limusina. Había decidido venirse con nosotras. Hyoyeon, Yuri y Hyuna ya estaban en la fiesta con Jonghyun y otras ciento veinte personas invitadas.

Le había pedido a su chófer que nos trajera y lo agradecí. De ese modo evitaba que Donghae me acompañara y se quedara conmigo para vigilarme. Me había ido de casa justo después de comer, después de aguantar los sermones de mi madre sobre «deberías ser más amable con Donghae». El problema es que ya no veía aquellos consejos como el capricho de una madre con un muchacho, sino como un astuto plan. Desde que escuché la conversación que mantuvo con mi abuela, intentaba mantenerme alejada de ella. Sabía que tramaba algo y que se avecinaban problemas. Que el empeño que mi familia tenía con el menor de los Lee se debía a algo que, estaba segura, no tardaría en descubrir.

Key se acuclilló y se desplomó en el asiento mientras cogía un regaliz de la bandeja. Se lo llevó a la boca antes de hablar.

—Joder, hace un frío que pela, ahí fuera.

Nicole lo miró satírica.

—¿Qué esperabas? Llevas cerca de media hora haciendo el gilipollas asomado en esa ventana.

Solté una carcajada que e

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