Hogar

Buscando mi camino a casa

 

Jongin miró por la ventana del tren. Donde una menguante luna flotaba en el firmamento, como la única luz que colgaba en una vasta y negra cortina, otorgando una ligera luz sobre la tierra y sobre Jongin mismo. Era una noche ligeramente ventosa, el ligero traqueteo que producía el tren, el balanceo de los árboles y el susurro de las hojas, se combinaban para crear una atrayente canción de cuna*. El escenario era tan reconfortante, tan sereno. Aun así, mientras el resto de los pasajeros se quedaban dormidos, Jongin permanecía despierto. Los constantes silbidos que hacía el tren sonaban como un grito desesperado en la noche, recordando sus memorias.

 

Cuatro años.

 

Cuatro años desde que salió a perseguir sus sueños, como un cachorro que persigue a su cola, una y otra y otra vez.

 

Resultó ser uno de esos sueños que eran destrozados sin importar cuanto intentaras.

 

 

“¡Hyung! ¡Voy a ser famoso algún día!”

 

Jongin recordaba el día que le dijo eso a Luhan, manos ondeando en el aire con emoción, tratando de explicarle a su hyung de dónde había sacado la idea. Había visto a los bailarines de un show de talentos en el pequeño, viejo, televisor en blanco y negro que tenían.

 

“¿Nuestro pequeño Jongin?” su hyung sonrió esa sonrisa de siempre y alborotó el cabello de Jongin. “Aigoo, tan lindo,” Luhan pellizcó las mejillas de Jongin ligeramente antes de continuar ayudando a sus padres con las tareas de la granja.

 

Ese año, Jongin tenía 7, Luhan tenía 11 años.

-

 

Jongin era un cazador de sueños fracasado.

 

Se cae, se levanta, vuelve a caer, se levanta, y cae.

 

Jongin mantuvo la esperanza, mantuvo la fe. Pero no por el tiempo suficiente.

 

Cuando estaba cansado, o cuando quería rendirse, pensaba en la sonrisa de Luhan. En el  brillo en sus ojos cuando se agrandaban, la forma en que se curvaban sus labios, el olor de pasto fresco cuando trabajaba por horas en la granja. Este pensamiento le inyectaba energía a Jongin, pero los resultados de este tratamiento, eventualmente, se invirtieron. Después de tanto tiempo de lavar camisetas manchadas de sudor, de aplicar medicina en los moretones, rellenar botellas de agua vacías, se dio por vencido. Ya no podía contener sus emociones, el anhelo, el llanto, los quejidos. Quería que el dolor lo dejara, quería tener a alguien nuevamente a su lado, quería ver a su familia y quería a Luhan.

 

No, Jongin necesitaba a Luhan.

 

Necesitaba la sonrisa de Luhan, que su suave voz le cantara una canción de cuna, su contacto. La esencia que lo hacía sentir en casa.

 

Porque hogar no significaba nada sin Luhan.

 

-

Jongin no sabía que sentir cuando vio su maleta empacada, la misma que había usado cuando dejó a Luhan.

 

Pero sonrió y susurro,

 

“Vayamos a casa.”

-

 

Desde la perforante nota de una bocina, al rugido de un motor, seguido del chillido de ruedas de acero sobre rieles de acero, los frenos sisearon e hicieron chirridos cuando el tren desaceleró hasta detenerse. Jongin salió del tren y respiró el fresco aire de la campiña. Por el rabillo del ojo vio la reunión de una pareja, sonriendo y saludándose cortésmente.

 

Una sensación de inquietud se instaló en su estomago, y se revolvió. Sin saberlo, apresuró el paso y finalmente empezó a correr.

-

 

La gran y radiante esfera se abrió paso en el silencio de la oscuridad, derramando sus rayos dorados e iluminando toda la granja. Los rayos del sol se filtraban por entra las grietas de las persianas, pintando el interior de la casa de color escarlata. Jongin cerró la puerta silenciosamente, con cuidado de no hacer ningún ruido.

 

Aún estaba jadeando por haber corrido, su pecho haciendo movimientos pesados. Se tomó un minuto para calmarse, para tomar aire, y controlar sus emociones.

 

Echó un vistazo alrededor de la casa, la sala de estar estaba igual que como la había dejado cuando se fue. El enorme retrato familiar, el antiguo sillón de cuero y la mesa hecha de roble. El gran reloj del abuelo aún estaba vivo y bien, el dorado péndulo balanceándose de un lado al otro, el minutero moviéndose imperceptiblemente.

 

Tik-tok, tik-tok.

 

Permitió que ese sentimiento reconfortante se llevara su cansancio.

 

Esto es hogar.

 

Jongin encontró la palabra familiar pero distante, dulce pero agria. De repente, tuvo miedo otra vez. Tenía miedo de ya no ser bien recibido, tenía miedo de haber sido olvidado, miedo de ya no pertenecer. Paranoico, permitió que la negatividad se lo tragara.

 

“¿Qué estás haciendo aquí?” la pregunta salió de la boca de Luhan, crudamente súbita, a diferencia de su habitual tono suave. Jongin hizo una mueca por su tono. La forma en la que Luhan lo miraba ya no era tierna, era como si viera a un extraño.

 

No me mires así.

 

La crujiente melodía del reloj despertó a Jongin de su asombro, temblando; giró la cabeza hacia el reloj, 5:00am, la hora en la que usualmente regresaba de las tareas matutinas de la granja. Ding, el sonido de pisadas hizo eco en la mente de Jongin tan fuerte como un disco siendo reproducido dentro de un túnel; ding, con el sonido del pomo de la puerta siendo girado, dong, se escabulló a través de la sala de estar, buscando un lugar donde esconderse. Bong, la última nota sonó y la puerta se abrió.

 

Luhan lo detuvo a mitad de camino, con la boca ligeramente abierta, mirando fijamente a Jongin, quien no podía encontrar un lugar para esconderse. Pero pensándolo bien, él nunca fue bueno jugando a las escondidas.

 

“Hyung.”

 

Para Jongin, Luhan lucía igual que hace cuatro años: los mismos ojos de ciervo, nariz de botón, pequeños labios rosados, usaba nada más que una camiseta blanca y vaqueros desgastados, simple pero hermoso.

 

 “Hyung” repitió, Luhan no respondió.

 

El silencio se escurría en la habitación, Jongin podía sentir la tensión asentándose entre ellos mientras su corazón latía más rápido. Luhan lucía petrificado. La mente de Jongin gritaba palabras incoherentes. Estaba a punto de llamar a Luhan nuevamente, pero este dio un paso hacia él.

 

Un paso, dos pasos. Las palmas de Jongin sudaban, su aliento salía en bocanadas cortas. Cerró los ojos y esperó lo peor, el rechazo.

 

En su lugar, sintió calidez presionada contra su cuerpo y olió la fresca esencia del rocío de la mañana. Suspiró suavemente, aliviado, se instaló en el cálido abrazo de Luhan. Los delgados brazos de Luhan envolvieron al cuello de Jongin, su cuerpo temblaba ligeramente.

 

Se quedaron así por un rato, hasta que Luhan rompió el silencio, y por primera vez en un largo tiempo, Jongin fue capaz de oír la melodiosa voz de Luhan.

 

“Bienvenido a casa.”

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Comments

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Kailu-Yunjae
#1
It's decided I'm gonna learn Spanish one day....