Capítulo 1.

Mi primera impresión sobre ella no fue la mejor, era la típica chica hermosa de la clase – por no decir de todo el instituto – aunque suene a cliché. Sí, destacaba principalmente por su belleza, eso era lo que todos veían en ella, incluyéndome. No era el tipo de persona al cual me acercaría, jamás en mi vida me pasó por la cabeza el hablarle, y así estaba mejor. Eso fue cambiando con el paso de los días, en clases demostró ser más que una cara bonita, lo cual era el complemento perfecto.

Las confesiones no tardaron en llegarle, muchos chicos querían salir con ella, chicas también.

Era divertido ver como todos lo intentaban, pero ninguno conseguía nada. Me pareció interesante el hecho de que tenía más tacto al rechazar a las chicas que a los chicos, con ellos era más indiferente. Aunque supuse que era debido al valor que ellas tomaban para hacerlo, mientras que ellos hacían apuestas sobre quién sería el afortunado al que Irene le otorgaría el honorable sí.

–Tú… tú me gustas mucho, sé que te parecerá raro debido a que ambas somos chicas, pero aun así…

–Aprecio tus sentimientos, pero no puedo corresponderlos. No porque también seas una chica, esa clase de cosas no importan en el amor ¿o sí? Por favor no pienses que es raro, es sólo que no tengo interés en salir con alguien por ahora.

–Entiendo…

Había escuchado eso por simple casualidad, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado; por primera vez escuché su voz con un tono suave y afable, por supuesto ellas no se percataron de mi presencia, no es que quisiera espiarlas, pero el hacerme notar hubiese sido más incómodo para ambas.

Si bien era popular, no pasó mucho antes de que empezaran a hablar a sus espaldas. Insultos, rumores, toda esa clase de cosas que dicen para difamar a alguien.

La chica de cabello castaño no era ignorante de esto último, pero tampoco hacía nada al respecto. Es como si no le importara lo que dijeran de ella por más malo que fuera y eso no hacía más que molestar a un grupo en particular de chicas que la detestaban, hasta parecían ser un club dedicado completamente a odiar a Bae Irene.

Solamente hubo una ocasión en la que las enfrentó, era una pelea injusta, había cinco contra una, la razón: una chica le reclamó el haberse metido con su novio, cosa que en verdad me causó gracia, y de nuevo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, no quise meterme porque al hacerlo suponía mucho drama y prefería estar lejos de todo eso, me repetí una y otra vez que no hiciera nada estúpido, pero lo hice.

–¿Por qué en lugar de reclamarle a ella no vas con el idiota que se hacía llamar tu novio? Me parece absurdo que la culpes, si fuera tú se lo agradecería.

Ahí estaba yo, diciendo algo imprudente que esperaba no tuviera mayores repercusiones. Tal vez comenzarían a molestarme a mí también, y por alguien a quien ni siquiera le hablaba, vaya, sólo la conocía porque era mi compañera de clase.

Afortunadamente no fue así. Y tampoco la siguieron molestando, al menos no físicamente, porque las malas lenguas no descansaban.

Pasaron los meses, presentamos exámenes y no era de sorprender que quedara dentro de los primeros 20 del curso. Con esto el consejo estudiantil la tuvo en la mira durante semanas, pero ella seguía declinando la oferta de pertenecer a él.

Luego en el evento deportivo también destacó.

Comenzaron a decir que era una especie de robot o androide. Que no había nada que Bae Irene no pudiera hacer bien.

Un día nuevamente estuve en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Me quedé hasta tarde deambulando por los corredores del instituto porque no tenía nada mejor qué hacer, llegué así hasta la azotea donde no esperaba que estuviera abierta la puerta, pero para mí sorpresa así fue.

El viento se sentía agradable desde ahí arriba y la vista también era algo espectacular.

–¡AHHHHHHHHHHH! –escuché un grito de pronto, tan abruptamente que me asustó causando que diera un salto y mi piel se erizara por completo, los latidos de mi corazón también se vieron afectados.

Moví mi cabeza hacia los lados, pero no había nadie, hasta que caminé un poco hacia adelante, fue entonces cuando la vi.

Estaba de cuclillas, con sus brazos apoyados sobre sus rodillas y su cabeza hundida en ellos.

Sentí que debía salir de ahí inmediatamente, pero antes de que pudiera darme a la fuga, ya tenía sus ojos mirándome fijamente.

Abrí la boca tratando de articular alguna palabra más no salía nada de ella.

–Tú… ¿escuchaste? –preguntó nerviosamente.

Asentí con la cabeza.

El color de su piel palideció mientras que su cara se cubrió de un rojo intenso.

Ahogó un grito y suspiró pesadamente.

Dejé que el silencio se quedara presente entre nosotras, pensaba que irme era lo mejor, pero por alguna razón sentía la necesidad de quedarme.

Finalmente, mis pies obedecieron mis ordenes de moverse, salvo que no iban hacia la salida sino hacia ella.

–Así que… –comencé a decir sentándome a su lado. –¿Te desahogaste?

–No le digas a nadie, por favor. –dijo siguiendo ocultando su cara de mí, seguro tenía que estar demasiado avergonzada.

–No lo haré.

–Gracias. –dijo quedamente.

–Fui yo quién irrumpió aquí, así que no hay nada que agradecer, es lo menos que puedo hacer.

–Por esto no, por lo que hiciste aquella vez cuando me defendiste. –alzó un poco su cara permitiéndome verle, sus mejillas seguían algo sonrojadas, en ese momento no pude evitar pensar que se veía hermosa. –Siento haber demorado tanto en decirlo.

–Descuida, no fue gran cosa.

–Para mí lo fue.

Debí haber huido cuando tuve oportunidad, debí haber ido directo a casa… Ojalá no hubiera dicho nada en aquel entonces...

Así no estaría en la situación en la que ahora estoy.

Fue ese momento en el que mi curiosidad por ella creció.