Capitulo Uno

En territorio del Rey Dragón

 

Buena, antes que nada comentar que este fic ha sido traducido en Español de ESPAÑA, fue una traducción privada, porque mi hermana no lee mucho en ingles, pero ya que lo he hecho he pensado en publicarlo para que lo podáis leer si queréis (previo consentimiento de la autora!) así que lo más seguro es que haya alguna palabra propia de mi región.

Aun así espero que lo disfrutéis! Si tenéis alguna duda, o comentario, me lo decís^^

Un abrazo!

 

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Capitulo 1

 

 

 

Las calles estaban tranquilas mientras caminaba a casa. El viejo Jung estaba fumándose unos cigarrillos baratos en su porche, tras los bajos muros de piedra negra apilada que protegían la casa del viento; pero aparte de él, no había nadie más por los alrededores.

Baekhyun iba silbando una vieja canción de pescadores que su padre solía cantar para llenar el silencio. Tiritando, se metió las manos en los bolsillos, mientras serpenteaba a través del laberinto de bajos muros de piedra que cruzaban la pequeña pradera que había detrás del pueblo.

Nunca creía que el tiempo se fuera a poner así de frio por la noche, a pesar de que Baekhyun había pasado casi toda su vida en Jejudo y conocía el clima tan bien como conocía esos pocos lunares que le punteaban el cuello.

Cuando acabó la canción, no empezó otra; sino que forzó sus oídos para escuchar las olas que  rompían abajo en la costa. Mirando hacia donde los barcos pesqueros permanecían amarrados, Baekhyun logró divisar al padre de Minseok y a su hermana. Tenían una lámpara eléctrica entre ellos y reían.

Baekhyun vivía fuera del pueblo. Era una caminata algo larga, pero por lo general no le molestaba. Si se ponía los auriculares y andaba rápido, le llevaba unos veinte minutos llegar hasta la vieja pensión. Además la vista era preciosa por el día. Se podía ver muy lejos, por sobre el agua. Cuando Baekhyun había llegado allí, a Jeolbyeog-ri, solía sentarse en el  césped y mirar los barcos pesqueros. El barco del padre de Minseok siempre parecía muy pequeño al lado de los cruceros comerciales de Jeju-do, pero era la familia de Minseok la que traía el pescado a las mesas del pueblo, así que su tamaño era más que suficiente.

Las luces de la costa se alejaban a medida que Baekhyun avanzaba. El camino pasaba del asfalto a la tierra apisonada, hoy suave a causa del temporal. Cuando pudo ver el techo bajo y los muros pintados de blanco de su casa acercándose, se sintió aliviado. La caminata había bajado el peso que le había dejado la cena en el estómago, pero era más tarde de lo que normalmente prefería hacer la caminata. En realidad no había nada de qué preocuparse, pero las viejas supersticiones eran difíciles de abandonar.

Con un último escalofrío, Baekhyun desapareció en el interior de la casa. Todas las luces estaban apagadas, pero encendió rápidamente la primera murmurando una plegaria a sus ancestros para que funcionara. Aunque últimamente había estado parpadeando, todavía no había ido a comprar un repuesto al pueblo. Debería haber cogido hoy uno antes de cenar, pero siempre se le olvidaban ese tipo de cosas.

A pesar de todo, funcionó, y Baekhyun estaba salvado otra vez. Cuando la luz se encendió, no pudo dejar de buscar fantasmas con el rabillo del ojo.

Dejó las zapatillas llenas de barro  en la entrada y atravesó el pasillo. Fue arrastrando los pies directamente hacia la parte de atrás, para luego abrir el grifo del lavabo y remojar el cepillo de dientes.

Mientras los cepillaba, tarareando con la pasta en la boca, se recogió el pelo para que no se le fuera a la cara. Meneó el trasero mientras se inclinaba con el cepillo colgando entre los labios, buscando la exfoliante facial  para finalmente encontrarla bajo el lavabo, junto a los grandes tubos de metal que conducían a las cañerías principales.

El golpe de la puerta fue inesperado. Baekhyun acababa de terminar de lavarse la cara cuando lo escuchó y se apresuró a llegar a la puerta de entrada pasándose una mano por el pelo.

Probablemente no fuera más que Jongdae con una bolsa llena de cervezas y un par de películas. Tal vez después de cenar había cambiado de opinión sobre lo de pasar allí la noche. Baekhyun puso los ojos en blanco. Habían estado discutiendo acerca de estadísticas de beisbol mientras el hermano de Jongdae hacía las veces de árbitro, deteniendo ocasionalmente a Baekhyun de patear a su hermano bajo la mesa. Había sido así desde que eran niños. Las pantorrillas de Jongdae probablemente estaban moradas de forma permanente.

No era culpa de Baekhyun que los KIA Tigers apestaran. A Jongdae siempre le gustaban equipos sin posibilidades y después se quejaba de fanáticos desleales.

De todos modos, Baekhyun tenía unas cuantas botellas de soju en la nevera, en caso de que Jongdae decidiera venir y seguir diciendo tonterías.

Cuando abrió la puerta, se sorprendió al encontrar a un hombre con traje. Uno que no era Jongdae en absoluto.

—Disculpe —dijo—. ¿Es ésta...? Me dijeron que había una pensión por aquí, justo saliendo del pueblo, y...

—Aquí es —dijo Baekhyun, abriendo más la puerta—. Perdone, no esperaba a nadie. Entre, aquí bajo la luz. Aunque no sea una muy buena.

—Gracias —dijo el hombre—. Sé que es tarde.

Lo era. La última vez que Baekhyun había mirado el reloj eran pasadas las diez de la noche. Pero los viajeros se perdían de vez en cuando y no era como si Baekhyun hubiera estado durmiendo.

—No hay problema —dijo.

El hombre sólo llevaba una bolsa con él, o más bien una mochila que no pegaba muy bien con el traje. Cuando entró al pasillo, a la luz, Baekhyun vio que llevaba el pelo engominado hacia atrás y unas gafas metálicas que le descansaban pulcramente sobre la nariz. El traje era de alta calidad, caro, de seda.

—Me gustaría reservar una habitación, si tiene una —dijo el hombre.

Su voz era algo ronca, relajante. Ya no había rastros de duda en ella. Ya estaba quitándose los zapatos, dejando el cuero reluciente junto a las Nikes llenas de raspones de Baekhyun.

—La tengo —dijo Baekhyun. Sonrió, asegurando la puerta firmemente tras ellos—. Sólo un aviso, no tenemos camas al estilo occidental.

El hombre pestañeó.

—Eso no es problema.

— ¿Puedo traerle una taza de té mientras completo el libro de registros y todo eso? —Baekhyun abrió el armarito del pasillo, sacando el gastado portátil  en el que guardaba la información de los huéspedes y el anticuado libro de registros de su abuela.

A ella siempre le había gustado llevar un registro, incluso después de que se hubieran pasado a lo digital. "El ordenador no va a decirte cómo era su letra", solía decir, cuando a él se le olvidaba, en esos tiempos en que todavía era un adolescente. "¿Qué sucederá si esa cosa deja de funcionar? ¿Vas a perder todos tus registros?".

"Nada es perfecto, abue", le respondía siempre él. "Por lo menos ahora podemos aceptar tarjetas de crédito".

—Suena bien —le dijo el tipo, ajustándose las gafas para luego seguir a Baekhyun a la recepción.

 

 

—Escuché que te cayó anoche un huésped inesperado —dijo Chanyeol, cuando Baekhyun entró en la cocina—. Debe haber sido emocionante.

Eran recién las nueve de la mañana y ya parecía no estar planeando nada bueno. Baekhyun le lanzó una mirada rápida. Llevaba  una toalla apretada contra el brazo.

— ¿Cómo es posible que ya te hayas enterado? —preguntó, lavándose las manos, luego abrió la arrocera y sacó el bol de metal—. ¿Qué te ha pasado?

—Tuve un altercado con un poni asustadizo esta mañana —dijo Chanyeol—. Uno de los salvajes se quedó atrapado en una red rota de un pescador e irrumpió en uno de los paseos a caballo por el sendero —dejó la toalla a un lado y asomó una larga herida que subía por el brazo—. Afortunadamente, el grupo del tour parecía creer que era estupendo que todavía tuviéramos ponis libres dando vueltas por la isla principal.

—Así que, ¿después de hacerte el vaquero decidiste dejarte caer por mi casa y desangrarte en mi cocina? Me parece que eso necesita puntos—dijo Baekhyun, usando las manos para medir la mezcla de cereales. Se dio la vuelta para mirar a Chanyeol, quien atendía  su brazo con el ceño fruncido, y añadió cereal para una persona más—. Después de desayunar deberías ir a que te lo miren.

—No necesita puntos, llorón —dijo Chanyeol—. No es más que un corte superficial. Duele un huevo, pero no es profundo.

Baekhyun podía escuchar a Chanyeol sonreír mientras enjuagaba la mezcla de cebada, arroz y alforfón, atrapando con los dedos los pequeños granos caprichosos a medida que iba tirando el agua turbia. Cuando el agua se volvió transparente, Chanyeol habló de nuevo.

—Cuéntame sobre tu visitante.

—Siempre me sorprende lo rápido que vuelan las noticias aquí —antes de volver a poner el bol de metal en la arrocera, Baekhyun añadió agua fresca y un poco de sal; luego cerró la tapa y la encendió—. Al menos había limpiado el baño de huéspedes, el mío es un desastre.

—Todo lo tuyo es un desastre —dijo Chanyeol, chocando a Baekhyun con el hombro sólo para encorvarse de dolor, agitando el brazo—. No te preocupes, va con esa cosa mona tuya que te hace un éxito entre las madres.

—Cierra el pico, Chanyeol —Baekhyun apuñaló a Chanyeol en las costillas con el dedo índice, teniendo cuidado de no tocar el brazo herido pero logrando su objetivo. Chanyeol chilló y pidió tregua mientras Baekhyun encendía la cocina, asegurándose de no usar demasiado gas.

—Pocas veces tenemos gente nueva fuera de temporada —dijo Chanyeol—. Especialmente gente que conduzca coches así de caros.

No vivían en una zona turística. No estaban muy lejos de la ciudad, pero sí lo estaban de la carnada: de los parques de diversiones y de los miradores de piedra volcánica enmarcados por cuerdas y de los tours guiados en autobús. Por allí, la mayoría de los visitantes eran personas a las que les gustaba pescar, montar a caballo o escalar; pero por la lluvia, ahora el tiempo no era lo bastante bueno ni para pescar ni para escalar. Baekhyun tenía que usar el abrigo gran parte del día, incluso cuando estaba dentro, porque sólo tenía calefactores en un par de habitaciones. La mayoría de los turistas venían cuando las temperaturas eran más altas y el viento se había calmado.

—Es callado —dijo Baekhyun—. Tal vez sea tímido.

Rompió cuatro huevos sobre la sartén.

— ¿Un snob de ciudad? —preguntó Chanyeol, como si él mismo no fuera también un nacido y criado en ciudad.

Baekhyun se enjuagó las manos otra vez y salpicó el agua de la punta de sus dedos en la cara de Chanyeol, mientras se acercaba a la nevera para sacar la salsa de soja y la caballa que había limpiado la tarde anterior, antes de visitar a Jongdae.

—No —dijo, recordando al hombre de pelo negro y ojos ensombrecidos que se había  registrado la noche anterior, escribiendo su nombre con pequeños dedos infantiles y letra desigual en el libro de huéspedes, mientras Baekhyun sacaba una llave y reunía unas cuantas toallas, charlando sobre cómo el interruptor de la lámpara estaba escondido en la parte de atrás o sobre cómo el agua de la ducha siempre tardaba cerca de dos minutos en pasar de gélida a tolerable. No le dijo ni una palabra a modo de respuesta, simplemente miraba a Baekhyun con unos ojos inmensos y esperó a que terminara antes de internarse en su habitación y cerrar la puerta con llave.

—Escogió la pensión equivocada, entonces —se rió Chanyeol, poniéndose de pie para arrimarse al hombro de Baekhyun—. Déjame ver los huevos, los bordes siempre te quedan todos raros y crujientes.

—Estás herido, y a mí me gustan así.

—No te gustan, sólo te has acostumbrado a comerte tus errores.

Baekhyun le dio una patada a Chanyeol en la pantorrilla y suspiró; luego miró por la ventana. Hoy estaba lloviendo, otra vez. Baekhyun se preguntaba qué opinaría su huésped sobre eso.

— ¿Por qué será que me junto contigo?

—Porque si no, empezarías a hablar con los animales —dijo Chanyeol, esa vez esquivando la patada—. Sinceramente, espero que el chico callado no haya venido buscando un clima de película.

Sacudió la sartén. Baekhyun nunca había sido un cocinero lo bastante bueno como para ser el dueño de una pensión, pero la había heredado de todas formas. La madre de Jongdae le traía, una vez a la semana, kimchi y judías de su restaurante, y Baekhyun los sacó también de la nevera mientras la caballa se cocía suavemente.

—No sé por qué habrá venido —dijo Baekhyun—. Sólo espero que no sea alérgico a ningún alimento.

—No lo soy —dijo una voz desde la puerta—. Nunca he tenido alergias.

El visitante, Do Kyungsoo, recordaba  Baekhyun del libro de registros, los estudiaba a ambos a través del pelo con una mirada inquietantemente intensa.

—Tampoco soy exigente con la comida. ¿He llegado muy temprano?

—No —dijo Baekhyun, después de un lapso en el que las palabras no lograron completar el recorrido desde el cerebro a la boca—. Llegas justo a tiempo. Me alegra que recordaras como llegar a la cocina, Do-ssi. Casi he terminado el desayuno.

—Espero que te guste el pescado —dijo Chanyeol, sonriendo—. Es lo que se come por aquí: cerdo y pescado.

Los ojos de Kyungsoo se agrandaron ante el volumen de su voz y de su energía matutina, y entonces advirtió el brazo de Chanyeol con la toalla enrollada sobre él.

—Estás sangrando —dijo, y a Baekhyun le pareció que se debatía entre el asombro y el asco—. En la cocina.

—Los caballos salvajes no pudieron evitar que cocinara mejores huevos que los míos —dijo Baekhyun y Chanyeol río, echando su cabeza hacia atrás—. Ve a sentarte, Chanyeol.

Le quito la sartén y Chanyeol se rindió fácilmente, pero luego contraatacó con unas cosquillas en el cuello, obligando a Baekhyun a escapar rápidamente para luego lanzarle una mirada fastidiada.

—Tú también, Do-ssi.

Chanyeol se dejó caer en su asiento habitual, cogiendo unos palillos de una taza al lado de la mesa y poniéndolos sobre el mantel de plástico con diseños florales.

Kyungsoo se aclaró la garganta.

—Con Kyungsoo basta —dijo—, ¿si os parece bien?

Recorrió la cocina con la mirada, deteniendo sus ojos en cosas extrañas, chucherías: la estatua de una pescadora hecha de abulón que su abuela había dejado en la ventana porque se parecía a la madre de Baekhyun, o las antiguas sartenes de hierro fundido que colgaban de la pared. Baekhyun ya casi no las usaba. También eran de su abuela. Aunque mientras las miraba pensó que Kyungsoo no tendría forma de saberlo.

—Do-ssi... tengo suficiente de eso en el trabajo, así que prefiero Kyungsoo.

—Está bien —dijo Baekhyun—. No estamos muy acostumbrados a las formalidades por aquí. Soy Baekhyun.

—Lo recuerdo —dijo Kyungsoo—, te presentaste anoche.

Baekhyun sonrío y Kyungsoo parpadeó en respuesta. Tío, esos ojos. Baekhyun sentía que lo estaban evaluando cuidadosamente. Desearía haberse arreglado el pelo o algo.

—Soy Park Chanyeol —un brazo largo se estiró a través de la mesa para agarrar un pepinillo de uno de los platos junto a Kyungsoo—. No trabajo aquí. Sólo vengo para animar los aburridos días de Baekhyun.

—Mis días no son aburridos —respondió Baekhyun, dejando caer los huevos desde la sartén a un plato blanco. Los bordes estaban perfectos, maldito Chanyeol—. Cada día me aguardan un montón de cosas emocionantes y nada peligrosas —arrugó la nariz a Chanyeol, haciendo una mueca, y Chanyeol ahogo una risita—. No como otros que podría nombrar.

— ¿Cómo te has herido, Chanyeol? —preguntó Kyungsoo. Se sentó cautelosamente en una silla desocupada. Llevaba un suéter y pantalones vaqueros en vez del traje de anoche y, bajo la luz del día, parecía más pequeño, con hombros estrechos y el pelo suave y sin arreglar. Al principio, Baekhyun había creído que era mayor, pero ahora era evidente que tenían más o menos la misma edad.

La dura línea de la boca también parecía más suave esta mañana, y Baekhyun se preguntaba si no habría sido el cansancio quien inclinaba las comisuras de sus labios mientras firmaba el libro de registros, con el reloj rozando la madera del mostrador.

—Trabajo con animales —dijo Chanyeol—. Ponis, principalmente. Entreno a los que hacen los tours y a veces me llaman para que me encargue de los ponis libres que se meten en problemas. He tenido una pelea con un caballo salvaje esta mañana.

—El gobierno le paga para evitar que nuestros tiquets a la UNESCO muerdan la mano que les da de comer —agregó Baekhyun, y Chanyeol se río de nuevo—. Acaba herido una vez a la semana.

—A Baekhyun también le gustan los animales —dijo Chanyeol—. No dejes que te engañe. Alimentaría a cualquier cosa que se asomara por la puerta trasera.

—Me gustan los animales —añadió Kyungsoo—. Aunque en Seúl no hay mucho más que perros domésticos y gatos.

—Los perros domésticos son un poco más grandes por aquí—dijo Baekhyun, poniendo los trozos de caballa en la mesa. La arrocera comenzó a silbar y sirvió tres tazones mientras Chanyeol le contaba un poco sobre su trabajo.

Los ojos de Kyungsoo eran expresivos, incluso si su cara no lo era. Y Baekhyun había tenido razón cuando supuso que su nuevo huésped no sería muy hablador: respondía sólo con monosílabos a la mayoría de las preguntas de Chanyeol. Chanyeol se mantenía impasible, pero él y Baekhyun siempre habían sido conocidos por poder mantener conversaciones completas sin que la otra persona dijera una sola palabra.

— ¿Soy el único huésped? —pregunto Kyungsoo, pareciendo sorprendido cuando Baekhyun se sentó con sólo los tres tazones.

—Hay más en primavera y en verano —respondió Baekhyun, mirando como Kyungsoo cogía los palillos. Sus manos eran pequeñas—. Ahora es pleno invierno, no hay mucho turismo.

—Por supuesto —dijo Kyungsoo, sacudiendo la cabeza—. Como es más cálido aquí que en Seúl, no se me había ocurrido que el turismo se viera afectado por el clima.

— ¿Eres de Seúl entonces? —Chanyeol masticaba con la boca abierta, pequeños trocitos de yema de huevo se le quedaban pegados a los labios mientras pinchaba el pescado—. ¿De qué parte?

—Del sur del río —Kyungsoo bajó la mirada hacia su japgokbap. Puso un trozo de kimchi sobre él—. O sea, el área de Gangnam. Ayer por la mañana estaba nevando allí.

—Debe haber sido un viaje considerable —dijo Chanyeol—. A propósito, eso es alforfón y cebada. Disfruta un tradicional desayuno al estilo Jeju.

—Me gusta conducir —contestó Kyungsoo—. Y no es la primera vez que como japgokbap.

Baekhyun podía verlo enroscarse e hincharse, igual que los erizos justo antes de sacar las espinas y clavártelas en las manos, así que los interrumpió antes de que Chanyeol pudiera armar un lío.

—En Jeju también tenemos nieve —dijo Baekhyun—. Arriba en la parte norte de la isla. No hay mucho por aquí, pero más tarde caerá seguro.

—Estamos bastante al sur —dijo Kyungsoo.

—Más que nada es lluvia este año. Lluvia y viento. Vas a aburrirte del barro en menos tiempo del que te llevó conducir hasta aquí —Baekhyun sonrío mostrando todos sus dientes y Kyungsoo se desenroscó lentamente.

— ¿Crees que llueva demasiado como para caminar?

Miro a través de la ventana, sus ojos deteniéndose de nuevo en la estatua de la haenyeo antes de mirar hacia afuera para evaluar la intensidad de la lluvia. La pensión de Baekhyun estaba fuera del camino y era probable que los senderos estuvieran embarrados.

—Puede que esté demasiado mojado —comentó Chanyeol, dejando de comer y frunciéndole el ceño a su brazo. Baekhyun creía que se veía peor que solo un corte, pero Chanyeol siempre se estaba resbalando, cayendo y tropezándose con sus propias piernas o siendo mordido por alguna clase de animal salvaje. A pesar de sus raíces de chico de ciudad, sabía más que Baekhyun.

—No me molesta mojarme —dijo Kyungsoo. Estaba mirando hacia afuera otra vez, con una  mano se echó el pelo hacia atrás y con la otra cogía los palillos. Baekhyun sabía bien que la vista que tenia la ventana de la cocina no era tan interesante.

—Empaparte, querrás decir —añadió Baekhyun, sonriendo, y entonces Kyungsoo le devolvió la mirada. Baekhyun había pensado que sus ojos eran expresivos, pero quizás no lo fueran. No podía leer ahora nada en ellos—. Aunque puedo hacer té para cuando vuelvas.

—No tienes por qué complicarte la vida —Kyungsoo volvió a bajar la mirada hasta su comida y tomó otro bocado.

— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte, Kyungsoo-ssi?

—No sé —respondió él—. ¿Es un problema?

—Para nada —dijo Baekhyun—. No hay escasez de habitaciones, obviamente —la caballa le había quedado buena. Estaba seguro de que la había pescado la hermana pequeña de Minseok. Baekhyun tendría que felicitarla, cuando fuera a buscar pescado fresco para la noche—. Puedes quedarte todo lo que quieras.

Kyungsoo suspiró.

— ¿Todo lo que quiera, eh? —algo le parecía gracioso, pero Baekhyun no sabía qué. Kyungsoo dejó los palillos sobre la mesa—. Disculpadme —dijo—, tengo que hacer unas llamadas.

—Suerte con eso —dijo Baekhyun—. A veces puede ser difícil encontrar señal. El servicio no llega muy bien a la pensión.

—Lo tendré en mente —dijo Kyungsoo—. Gracias por el desayuno, estaba delicioso.

—De nada —dijo Baekhyun.

Cuando Kyungsoo dejó la cocina, su tazón de arroz y su plato estaban apilados cuidadosamente sobre el fregadero, Chanyeol miró a Baekhyun con la ceja levantada.

—Definitivamente callado —añadió, y Baekhyun se río por lo bajo.

—Será un buen cambio considerando a los parlanchines que usualmente tengo dando vueltas por aquí.

No era del todo cierto. A Baekhyun le gustaba el ruido, era reconfortante. Pero de todos modos, un huésped significaba más actividad en la pensión cuando lo usual era estar solo.

—Tú eres el peor de todos —respondió Chanyeol, antes de comenzar a devorar el resto del desayuno mientras Baekhyun estudiaba el sitio vacío frente a él.

Do Kyungsoo, pensó, poniendo con gesto ausente un pedazo de huevo en su boca. (Sabia mejor, sin las partes crujientes). Bueno, las cosas habían empezado a ponerse un poco aburridas por aquí.

 

 

 

Administrar una pensión en invierno solía ser sencillo. Baekhyun mantenía las cosas más o menos en orden, aunque quizás no limpiara las ventanas tan bien como debería.

En tercer año de secundaria, Yixing y él solían hacer competiciones al limpiarlas, Yixing encargándose de las ventanas traseras y Baekhyun de las delanteras. La abuela de Baekhyun juzgaría después y el ganador escogería qué ver en la televisión esa noche.

Aunque ahora ya no había nadie con quien competir, ni nadie que juzgara, así que Baekhyun sólo rociaba el limpiacristales por el centro y pasaba el trapo apresuradamente. En primavera era un asunto distinto, porque el polen se juntaba en las esquinas. Chanyeol era alérgico incluso a la idea misma de la primavera, así que Baekhyun ponía más cuidado.

No podía recordar haber tenido un huésped en invierno, al menos no desde que se hiciera cargo. Las fechas en el libro de registros de su abuela iban sólo de Marzo a Octubre. Do Kyungsoo era una entrada solitaria, una entrada tardía en Noviembre garabateada con un bolígrafo equivocado, uno de tinta azul en lugar del negro homogéneo del resto del libro, y que Kyungsoo había sacado del interior del bolsillo de su perfecto traje hecho a medida.

Una vez que Chanyeol se fue, Baekhyun se quitó la chaqueta y se arremangó las mangas. Salió por la parte de atrás y abrió el grifo de afuera, llenando el gran cubo de plástico que guardaba para fregar y lo llevó adentro. Incluso esa pequeña excursión bastó para que la lluvia humedeciera los hombros de su camisa.

Se detuvo en la puerta trasera y miró hacia los cerros cubiertos de hierba, escrutando los charcos que ya estaban formándose a lo largo del sendero que llevaba hasta los miradores. Por un momento, imaginó cómo sería un temporal así en Seúl. Yixing y él solían hablar un montón sobre Seúl. O, bueno, Baekhyun hablaba y Yixing escuchaba, interrumpiendo ocasionalmente a Baekhyun para preguntarle por palabras coreanas desconocidas mientras Baekhyun enrollaba sus brazos alrededor de sus rodillas y pensaba en universidades y en vecinos ruidosos y en fiestas como las de los dramas.

Entonces sacudió su cabeza, arrastró el cubo un poco más adentro, y cogió la fregona del baño.

Comenzó por el pasillo, usando de tanto en tanto la fregona como micrófono mientras cantaba a coro con su música, cambiando de dirección en cada estribillo hasta que el pasillo y la cocina estuvieron limpios, el polvo del invierno desterrado de la madera.

Baekhyun ya estaba fregando el suelo de la habitación principal cuando advirtió la figura de Kyungsoo en la entrada. Se quitó los auriculares y sonrió.

— ¿Necesitas algo? —se limpió el sudor de la frente con el antebrazo. Tenía calor, pero era mejor que el frío que merodeaba por la pensión una vez que Noviembre golpeaba.

—Tenías razón sobre la señal —dijo Kyungsoo, clavando de nuevo a Baekhyun con su mirada penetrante mientras se rascaba el cuello con su dedo índice, como si fuera demasiado trabajo utilizar toda la mano. Luego miro hacia arriba y las comisuras de sus labios se levantaron, suavizando el gesto. La transformación encontró a Baekhyun con la guardia baja—. No sé porqué pensé que mi móvil iba a funcionar si el tuyo tampoco puede.

—La recepción es mejor cuando el viento no es tan fuerte —dijo Baekhyun, estirando los brazos sobre la cabeza para liberar la tensión acumulada entre los hombros—. Pero lo normal es que la señal sea débil. Si quieres todas las comodidades del hogar, tendrías que ir a una parte más animada de Seohwipo —y después río, para que Kyungsoo no creyera que le estaba regañando o pidiéndole que se fuera—. No tenemos más que las necesidades básicas, en términos de internet.

—No estoy particularmente interesado en ser accesible —las mangas del suéter de  Kyungsoo eran demasiado largas y escondían la mitad de sus manos. Antes las había llevado recogidas, descubriendo sus antebrazos—. Pensar que nadie será capaz de llamarme es... un alivio. Sólo quiero avisar a algunas personas de que estoy bien.

—Tiene sentido —dijo Baekhyun.

Iba en contra de su naturaleza no hacer preguntas, pero Kyungsoo estaba haciendo ese gesto de erizo otra vez, así que se balanceó hacia atrás sobre sus talones y comenzó a remojar la fregona, sólo para mantener las manos ocupadas.

La música de Baekhyun sonaba frenética en sus auriculares, como si también a ella le pareciera incómodo el silencio, con agudas voces femeninas alcanzando un coro que era probablemente audible desde donde estaba Kyungsoo. Kyungsoo casi sonrío. Esta vez estaba indudablemente entretenido.

— ¿Sabes dónde puedo conseguir señal? — Kyungsoo rascó su cuello mientras sondeaba la habitación, y entonces se pasó una mano por el pelo. Baekhyun no esperaba a nadie en la pensión hasta la primavera y el desorden invadía cada esquina: había revistas amontonadas hasta la cintura en la mesa baja del centro de la habitación y recortes de su grupo idol favorito pegados hasta en la pared más alejada—. De verdad necesito hacer un par de llamadas.

Kyungsoo sacudió el móvil con la mano. Era uno de esos grandes y sofisticados, con una pantalla del tamaño suficiente para ser un ordenador y con quinientas aplicaciones para que funcionara como uno.

—La señal es bastante buena en el pueblo —dijo Baekhyun, después de pensarlo un momento—. Es una caminata de veinte minutos —pensó en el Lexus aparcado en el pequeño terreno de afuera, junto a su scooter—. Te llevará cinco minutos conducir hasta allí, en caso de que te preocupe el barro al final del sendero —sería exagerar, pero el barro podía ser traicionero para quien no estaba acostumbrado a andar por él—. O en vez de coger el sendero, puedes caminar por el camino de asfalto, por el que conduces —titubeo—. Sólo ten cuidado, el clima en esta isla puede cambiar sin aviso.

—Oh —dijo Kyungsoo—. De hecho, tuve señal ayer cuando paré por la noche para revisar el mapa en el móvil. Terminé preguntándoles a los vecinos por hostales y pensiones cercanas y alguien me recomendó este lugar. Era un hombre mayor fumando en un porche. Dijo que era una propiedad familiar.

—Lo es —dijo Baekhyun—, de mi familia —metió el mocho en el cubo y se puso las manos sobre la cintura—. Todo por aquí es familiar, la verdad. El almacén, todos los mercados. Incluso el pequeño cine cerca de la tienda le pertenece a la misma familia que alquila los botes, bajando hacia el mar. Este pueblo en particular no tiene mucho que ofrecer a los turistas. Recibimos senderistas, más que nada, que recorren el camino por los senderos Olle, y eso es todo — se restregó las manos en la parte delantera de los vaqueros—. En este pueblo no hay mucho más que la gente que trabaja con los ponis adiestrados, los pescadores y las buceadoras.

— Como la estatua en la ventana de la cocina, ¿no? —comentó Kyungsoo. No estaba usando calcetines y sus pies eran tan pequeños como sus manos. A pesar de eso, y de toda su contemplación silenciosa, Baekhyun no sentía que Kyungsoo fuera pequeño. Más bien era como si su presencia se derramara en el aire y llenara la habitación—. Buceadoras de abulón. Las haenyeo son muy famosas fuera de Jeju también. Mi madre solía hablar de ellas, de las buceadoras.

—Ya casi no hay ninguna —dijo Baekhyun, mientras jugueteaba con uno de los cascos, siguiendo el ritmo con los pies. La mirada de Kyungsoo bajó hasta ellos y Baekhyun paró hasta que Kyungsoo volvió  a levantar los ojos hacia su cara. Entonces comenzó a golpetear de nuevo—. Ahora ya no hay muchas viudas de pescadores y es peligroso, ¿sabes? Bucear diez metros bajo el agua sin tanques de oxígeno ni nada de eso, especialmente con todas las rocas que hay. Además, todos los jóvenes quieren irse de pueblos pequeños como este, a la ciudad, o hacia el norte, hacia Jeju-si. A veces puede ser demasiado silencioso aquí, si no estás acostumbrado.

En realidad, Incluso si lo estabas. A veces, por la noche, cuando el viento soplaba entre los árboles y la hierba, sonaba como si alguien estuviera silbando. Baekhyun siempre dormía  con la música puesta para ahogar el sonido.

—Es agradable —dijo Kyungsoo—. Tranquilo —se giró como para marcharse, pero se arrepintió y se giró hacia Baekhyun. Sus ojos estaban más alegres que durante el desayuno—. Honestamente, con lo fuerte que cantas, dudo que vaya a ser demasiado silencioso.

Eso sorprendió a Baekhyun y soltó una carcajada, mientras la música todavía explotaba en los cascos que llevaba colgados del cuello. Aún estaba riendo cuando Kyungsoo se despidió desenfadadamente con la mano, desapareciendo para dejar a Baekhyun con la limpieza.

Kyungsoo salió un poco más tarde con la capucha del suéter puesta para cubrirse el pelo, sosteniendo su gran ordenador-móvil, y Baekhyun lo observó a través de la ventana escoger el camino por el sendero de tierra, saltando los charcos lenta y cuidadosamente. Cuando estuvo fuera de su vista, Baekhyun volvió a organizar las revistas, pero observando el reloj hasta que Kyungsoo regresara, sólo para asegurarse de que llegaba a salvo.

No había nada de peligroso en el somnoliento y pequeño Jeolbyeong-ri, pero Kyungsoo era nuevo aquí, y Baekhyun no iba a dejar que se perdiera bajo sus propias narices.

Cuando Kyungsoo regresó, las líneas afiladas de su boca habían vuelto, y pasó directamente a su habitación, cerrando el pestillo, y tampoco apareció para cenar. Baekhyun comió solo y mientras enjuagaba los platos, fregando el bol de metal de la arrocera con el almidón juntándose bajo las uñas, la lluvia finalmente se convirtió en llovizna, y luego paró.

 

Baekhyun y Jongdae llevaban años viniendo aquí, caminando los tres kilómetros junto a las rocas y compartiendo una botella de licor mientras andaban. (El alcohol era una adquisición nueva, solía ser una gran botella de Hwanta, sabor piña. Baekhyun cumplió los veinte primero y la señora Kim del almacén se había negado a venderle soju hasta que Jongdae los cumpliera también. "Sé en qué estado despertarás mañana, y con quién" le decía, y ni siquiera el temblor en los ojos de Baekhyun la convenció de lo contrario. Pero sí se rió, y a Baekhyun no le importó demasiado.)

En la mayor parte de la cala, el agua era poco profunda, un metro en el extremo más alejado, por las rocas; y de vez en cuando acariciaba la arena mientras el viento trataba de llevarse a Baekhyun, Jongdae y Soojung de vuelta por donde habían venido.

Cuando Baekhyun era sólo un niño, nueve años tal vez, Jongdae y él solían escaparse juntos y dibujar con las manos en la arena obras de arte que el mar acababa siempre por borrar. El barro solía escaparse de las manos de Baekhyun mientras fragmentos de conchas le raspaban la piel, pero al rato ambos terminaban persiguiendo la botella vacía de Hwanta por el agua. Cuando Soojung empezó a ir con ellos, les enseñó a meter piedrecitas por el cuello de la botella para que el peso impidiera que el viento la arrastrara hasta el borde de la playa.

A medida que crecían, las figuras de acción de plástico perdidas se convirtieron en las primeras caladas de cigarrillos y en canciones folk cantadas a todo pulmón en un viento donde nadie podía escucharlos hasta que se quedaban afónicos. Cuando trajeron a Yixing, este tocaba en la guitarra viejas canciones trot para ellos, esas que había sacado por oído de tanto escuchar la 90.9 en la radio FM junto a la abuela de Baekhyun mientras Baekhyun estaba en el colegio.

Ahora... ahora sólo venían y hablaban, y Baekhyun podía fingir que todavía tenía quince y olvidarse de que ya estaba en la mitad de la veintena prediciendo que el resto de su vida seguiría siendo más de lo mismo.

Hoy estaba nublado, como había estado casi toda la semana. Jongdae había aparecido en la pensión esa tarde arrastrando a Soojung tras de sí, con la boca estirada como la de un gato.

—Vamos a ir a la cala —dijo— ¿vienes?

— ¿No tienes trabajo? —había bromeado Baekhyun, mientras metía los brazos dentro del abrigo.

Soojung había regresado de la universidad para el fin de semana. Volvía a casa una vez al mes cargada con historias que contarles a Baekhyun y a Jongdae sobre aquel compañero suyo de laboratorio de clase de biología y sobre el nuevo juego de PC con el que todos estaban obsesionados. Rebosaba de felicidad y emoción a causa del profesor de Busan que usaba blazers de colores brillantes en cada clase de ciencias y, debido a que había hecho amigos extranjeros en un concierto,  ahora podía practicar su inglés todo el tiempo. Siempre fue la mejor en ello en secundaria: incluso los estudiantes mayores como Baekhyun se aprovechaban para conseguir su ayuda con los trabajos. Baekhyun podría apostar a que se estaba adaptando bien.

No era nada muy diferente de lo que su hermana Sooyeon les había contado, pero no se sentía de la misma forma. Sooyeon era mayor, rival del eterno amor platónico de Baekhyun, Kim Taeyeon, y situada en un pedestal casi igual de alto. Con Soojung era diferente: aunque era menor que él, ya estaba hablando de másteres de postgrado y de estudiar biología marina en el extranjero.

Le dejaba un sabor más desagradable en el paladar que el del pulpo seco.

—No has ido mucho por el restaurante esta semana —dijo Jongdae—. Es raro cenar con personas que no tengan opiniones deplorables respecto a todo.

—Tu voz me ha dado problemas digestivos —contestó Baekhyun—. Necesitaba algo de tiempo para recuperarme.

Jongdae lo sujetó por los hombros y lo estranguló con una llave que parecía más un abrazo, su mejilla rozando el pelo de  Baekhyun y juntando estática.  Luego escupió el pelo que se le había metido en la boca.

—Me quieres —dijo, después de desenredarse y volver a su roca, trepando hacia una más alta, cubierta con musgo marino—. Así que, ¿qué pasa?

—Ya sabes que tengo un huésped —dijo Baekhyun—. Tengo que quedarme por ahí, para alimentarlo y asegurarme de que las cosas vayan bien, ya sabes.

— ¿Tienes un huésped? ¿En invierno? —Soojung deslizó una mano por su pelo que, cuando se le escapaba de los dedos, se derramaba como si saliera directo de un anuncio. Jongdae la observó y parpadeó antes de volver a mirarse los pies—. Raro.

—Sí —dijo Baekhyun, sentándose sobre el trasero para poder pasar las piernas hacia delante—. Un poco.

—Lo vi el jueves —dijo Jongdae—, andando, pasada la oficina de correos. Sus ojos son como platos, es intimidante.

—Buscaba señal para el móvil, dijo que tenía que hacer unas llamadas.

—Deberías llamar a la compañía de teléfono, oppa —dijo Soojung—. Que no tengas recepción allí es prácticamente un crimen.

—No es gran cosa —dijo Baekhyun—. Especialmente desde que...

Antes había sido  un problema más serio, cuando su abuela había estado enferma. Baekhyun había aprendido a convertir su caminata de veinte minutos hasta el centro del pueblo en una carrera de siete.

—Podrías morir y nadie se enteraría durante días —dijo Soojung—. Es espeluznante.

—Lo espeluznante —añadió Baekhyun— es que pienses en ese tipo de estupideces —sus ojos se desviaron a causa de una ráfaga de viento especialmente fuerte—. Ya no estoy solo en la casa, así que puedes estar tranquila, por lo menos por ahora.

—Hablando de no estar solo —dijo Soojung, levantando una apremiante ceja— ¿cómo es?

Con esa expresión y con el viento soplando entre su pelo, parecía una reina guerrera o algo por el estilo. Baekhyun hubiera querido tener un móvil de los caros para poder hacerle una buena foto.

—Chanyeollie dice que es súper callado.

Jongdae se movió hacia otra roca con una superficie más lisa. Estaba en cuclillas, picando el musgo con un palo. En la otra mano, llevaba una botella de soju abierta que Soojung le arrebató de un tirón. Jongdae agarró su muñeca y le hizo cosquillas por dentro, y cuando ella se rió la libero del apretón, estirándose sobre las rocas mientras miraba a Baekhyun.

—O al menos, que no habla demasiado.

Era cierto. Desde aquel primer día, cuando Kyungsoo había vuelto empapado de su larga caminata al pueblo y con la frente arrugada, Baekhyun no lo había visto mucho. A veces aparecía para desayunar, y siempre para la cena, pero la mayoría del tiempo se quedaba en su habitación, haciendo dios sabía qué. Habían pasado cuatro días desde entonces y la curiosidad de Baekhyun estaba al borde de comérselo vivo.

—No molesta —dijo Baekhyun—. No todos vienen para hacer amigos.

—Entonces las buceadoras lo van a asustar —dijo Jongdae.

Las mujeres buzo siempre querían hacer amigos. Baekhyun sentía que conocía a gran parte de aquellas ancianas lo bastante bien como para que lo anotaran como familiar cercano en un cuestionario de hospital. Baekhyun siempre les había gustado a las ancianas porque coqueteaba descaradamente con ellas y las dejaba hacer lo que quisieran con su pelo, siempre y cuando no se lo cortaran.

—Me pregunto para qué habrá hecho todo ese viaje hasta aquí —comentó  Jongdae—. No hay literalmente nada que hacer.

—Tal vez es por eso —razonó Soojung—. Tal vez es al revés que nosotros, ¿no? Puede que necesite un respiro de todo ese ruido. A veces... —frotó su mano contra las rodillas—. A veces echo de menos lo agradable que es el aire aquí, o cómo puedo escucharme pensar.

—Lo que yo creo... —Baekhyun cogió el soju de las manos de Soojung y dio un largo trago. El océano se oía más fuerte en invierno, rompiendo con violencia en la costa. Debería haberse puesto una chaqueta más gruesa porque la temperatura siempre bordeaba los cero grados cuando la tarde avanzaba—, es que chismorreamos demasiado en este pueblo.

—No es como si hubiera mucho más que hacer —dijo Jongdae—. ¿Vienes esta noche? Cuando estás con nosotros, mi madre deja de obsesionarse tanto con la soltería de mi hermano, porque te tiene a ti para distraerla.

—No —dijo Baekhyun, poniendo una mueca ante la idea de tener que volver a comer su propia comida—. Tengo un huésped, ¿recuerdas?

—Pero no estás encadenado —dijo Jongdae. Baekhyun bajó la mirada hasta sus zapatillas, con la punta acolchada, y a las rocas grises debajo de ellas—. Tráelo contigo, a mi madre no le va a molestar.

—Pero quizás a él sí —dijo Soojung—. A mí me molestaría. Comer con vosotros  dos es como comer con bebés: todo ese griterío y la lucha de piernas y el llanto —se levantó de su sitio, espolsándose los pantalones—. Los pájaros están regresando a descansar —sonrío—, es nuestra señal para irnos. No me gustaría estar aquí después del anochecer.

—De todas formas debería irme —dijo Baekhyun. Tenía cosas que hacer en la pensión. La cena, para empezar. Además le había prometido a Minseok que iría a echarle un vistazo al techo para asegurarse que resistiría el resto de las lluvias de este invierno, porque si no, Minseok tendría que ir a arreglarlo. También debería escribirle un e-mail a Yixing, para guardarlo hasta la próxima vez que llevara su portátil al pueblo—. Tengo cosas que hacer —le devolvió a Jongdae la botella de soju, y luego acepto la mano de Soojung para levantarse.

Tenía musgo pegado al culo y cuando se lo quito se le quedó pegado a los dedos. Así que se los limpió en la cara de Jongdae.

—Eres asqueroso, córtate las uñas —dijo Jongdae, y Baekhyun pretendió que estaba a punto de cogerle de las mejillas mientras Jongdae se escapaba por detrás, cayendo fuertemente de culo y casi resbalándose de la roca.

—Comportaros —dijo Soojung, entrelazando su brazo con el de Baekhyun y empezando a andar, dejándolo sin más opción que seguirla.

— ¿Entonces es un "no" a la cena? —Preguntó Jongdae y Baekhyun río—. Soojung también viene.

—No puedo —añadió ella—. Noche familiar.

Jongdae hizo un puchero y Baekhyun sonrío.

—Sí —dijo—. Definitivamente es un "no". De todos modos no quisiera someter a Kyungsoo a tu mal gusto en equipos de beisbol.

—Ni siquiera es temporada de beisbol—dijo Soojung—. ¿No podemos olvidarlo hasta marzo?

—Soojung —dijo Jongdae, riendo mientras se bebía el culin de la botella de soju—, siempre es temporada de beisbol en nuestros corazones.

Sus mejillas estaban coloradas, ya fuera por el viento o por el alcohol, y se bamboleó cuando se puso de pie, el viento escogiendo precisamente ese momento para soplar.

El pelo largo y sedoso de Soojung ondeó sobre su cara mientras reía, quedándosele  atrapado en los labios. Se veía tan bonita cuando reía que Baekhyun recordó haber estado un poco enamorado de ella en secundaria. Jongdae también lo había estado, y siempre se había preguntado a cuál de los dos hubiera escogido. La respuesta acabó por ser ninguno de los dos. Todo eso había pasado mucho tiempo atrás.

—Qué pena —dijo ella—, porque los demás hubiéramos disfrutado del respiro.

—Ahora tienes un respiro casi todo el año —señaló Baekhyun mientras Jongdae se enganchaba del otro brazo de Baekhyun, y Soojung le lanzó su mirada patentada, profunda y fría, por atreverse a contradecirla.

—Es gracioso, pero no es suficiente cuando se trata de lidiar con perdedores como vosotros —dijo, y Jongdae y Baekhyun le tiraron besos mientras se alejaban de la playa rocosa hacia la hierba, comenzando el camino de vuelta.

Caminaban con precaución junto a las rocas en vez de trepar hacia tierra sólida, y Jongdae chillaba cada vez que las olas le lamían los pies, pero volvía de todos modos a andar de puntillas por el camino del agua sólo para gritar de nuevo cuando otra ola rompía. Tenía la botella verde de plástico vacía de Chamisul agarrada en la mano como si fuera un salvavidas, probablemente lo único que detuvo a Soojung de quitársela y pegarle en la cabeza con ella por sus tonterías.

Se separaron cuando llegaron al camino principal del pueblo, Jongdae regresó a su casa para lavar las parrillas, porque después del anochecer era cuando más gente llegaba a encargar cerdo negro samgyeopsal al restaurante de su familia. Soojung se despidió con la mano cuando se alejó para ir a su casa. Sooyeon también estaba en casa ese fin de semana, y ahora ella y el viejo Jung estaban de pie frente a ellos, apoyados en el uldam2.

— ¡Baekhyun-ah! Deberías irte a casa rápido —le gritó el viejo Jung—, está a punto de ponerse a llover.


Baekhyun aceleró el paso, porque el viejo Jung nunca se equivocaba con el tiempo. Aun no había conseguido llegar a casa cuando el cielo se abrió e hizo su mejor intento por ahogarlo. Para cuando llegó a la pensión estaba calado hasta los huesos.

Cuando se quitó los zapatos mojados en el pasillo, escuchó el sonido de algo friéndose. Frunciendo el ceño, dejó los calcetines mojados junto a los zapatos y caminó descalzo hasta la cocina.

Kyungsoo estaba de pie junto a los fogones. Tenía comida cocinándose en dos de los quemadores de la cocina, y varios platos llenos de cosas que Baekhyun nunca se había
atrevido a cocinar desparramados en la mesa tras de él. Había un gran plato de tofu en el centro, en una salsa marrón, y Baekhyun hubiera robado un pedazo si en sus manos no quedaran aún restos de la playa.

— ¿Lograste que los fuegos funcionaran? —incluso Chanyeol tenía problemas con ellos a veces. Las manos de Baekhyun, Chanyeol le había asegurado, tenían una especie de efecto sobrenatural mágico en la vieja cocina.

Sorprendido, Kyungsoo casi soltó los largos palillos de cocina que estaba usando para darle la vuelta  lo que fuera que tuviera en la sartén.

—Ha sido algo difícil —dijo. Su voz sonaba seca, como se ponía la de Baekhyun cuando había hablado demasiado o muy poco—. ¿Cuántos años tiene esta cosa?

—Bueno —dijo Baekhyun—, definitivamente es... ¿post-guerra? —era un rango vago, pero Baekhyun sólo sabía que tenía más años que él—. Pero ha estado aquí desde antes de que yo naciera, eso seguro.

—Espero que no te moleste que la use —dijo Kyungsoo sin girarse—. Tenía ganas de cocinar.

La parte de atrás de su cuello estaba roja. ¿Estaba avergonzado? Eso era bastante... lindo, pensó Baekhyun. Le gustaba como la voz de Kyungsoo se hacía algo más aguda cuando no estaba muy seguro de algo, y le gustaba especialmente la forma en que sus orejas se oscurecían en las puntas.

—Ah —dijo Baekhyun, todavía aturdido. Kyungsoo ni siquiera había salido para desayunar esa mañana, así que verlo todo doméstico frente a la cocina era algo extraño. Estaba usando pantalones negros de algodón suave que se arrastraban por el suelo, demasiado largos para sus piernas cortas, y una camiseta sencilla de un color café suave. Era una sombra en la habitación de tonos pasteles y diseños florales. También lucía algo pálido y delgado, bajo la lámpara amarilla de la cocina—. No, yo... ¿saliste a comprar?

—Todos son tan... habladores, y agradables —dijo Kyungsoo—. En mi barrio...

Se interrumpió y refunfuñó por los fogones. Baekhyun esperó, pero era evidente que Kyungsoo no planeaba continuar.

— ¿Encontraste... todo bien? Si me lo hubieras dicho, hubiera ido contigo.

Baekhyun miró como Kyungsoo sacaba con desenvoltura crujientes dumplings de la sartén y los ponía en un pañuelo para que escurriera el aceite.

—No sabía dónde estabas —dijo.

—Bajé a la costa con un grupo de amigos —dijo Baekhyun, mordiéndose el labio inferior—. No estaba seguro de si ibas a salir de tu cueva hoy o no —inmediatamente se tapó la boca con la mano—. Perdona, estoy tan acostumbrado a...

— ¿Mi cueva? —Kyungsoo apretó los últimos dumplings, para revisar si estaban lo suficientemente hechos— ¿Te parezco un oso, acaso?

Baekhyun no estaba seguro de si había una respuesta correcta.

—Tal vez un osito de peluche —dijo, encogiéndose de hombros. Quería decirle a Kyungsoo que le recordaba más a un hobbit, como en el Señor de los Anillos, pero no creía que fuera una idea mucho mejor que el comentario del oso.

—Soy mucho más gruñón que cualquier oso de peluche que conozcas —añadió Kyungsoo.

—De todas formas, en las cuevas de la costa es mucho más probable encontrar cangrejos que osos —dijo Baekhyun—. Perdona que no estuviera para ayudarte.

-No espero que estés aquí en caso de que me encapriche y quiera salir a algún lado, de todas formas—Kyungsoo lo miró y le sonrío ligeramente. Los círculos oscuros alrededor de sus ojos habían desaparecido y sus hombros estaban menos caídos—. No fue tan terrible. Los muros de piedra amontonada me hacen sentir como una rata en un laberinto de experimentos, pero funcionan muy bien para bloquear el viento. Pero tengo que decir que...

-¿Qué? —Baekhyun se movió hacia el fregadero y  se enjabonó las manos para lavarlas, sacando la arena y el musgo de debajo de las uñas mientras cerraba los ojos y absorbía los diferentes olores. Así era como la cocina solía ser, cuando su abuela era la que cocinaba todo.

—A veces siento que la gente de Jeju está hablando otro idioma —Baekhyun miró por encima del hombro a Kyungsoo, cuyas cejas se habían juntado en consternación—. Me tomó un tiempo acostumbrarme al dialecto de los mayores cuando estaban hablando. El tuyo no es tan fuerte.

—Mi generación creció con, bueno, televisión —dijo Baekhyun—. Vemos la mayoría de los programas y las cosas que se ven en Seúl, así que hablamos una mezcla. Los mayores tienen un acento mucho más fuerte que el nuestro. Es un idioma diferente, o casi.

—Ya veo —dijo Kyungsoo—. Conocí...a una persona de Jeju, una vez, pero no hablaba con toda esta jerga especial de Jeju.

Estaba empezando a hacer lo del erizo otra vez, así que Baekhyun tomó el control de la conversación.

—Con el turismo —dijo Baekhyun— y la nueva base naval que están construyendo, hay muchos incentivos para aprender a hablar como los continentales.

—Es una pena —dijo Kyungsoo—. Me gusta cómo suena el habla de Jeju.

— ¿Incluso si lleva un tiempo acostumbrarse? —lo molestó Baekhyun, y Kyungsoo lo recompensó con otra de esas muecas raras de sus labios.

Kyungsoo cogió los dumplings con dedos cuidadosos, y los puso en un plato que llevó a la mesa.

—Se siente... fuerte —levantó una ceja y Baekhyun espero a que se explicara, pero no lo hizo—. Deberías cambiarte de ropa, ¿no? —hablaba como alguien acostumbrado a estar al mando.

—Cierto —dijo Baekhyun, mientras se iba deambulando por el pasillo hasta su habitación. Se quitó la ropa mojada y se cambio a un par de suaves pantalones deportivos del Nacional de Busan que le había robado a su hermano hacia más de seis años, ahora ya con los bolsillos deshilachados y las letras comenzando a pelarse. Recogió la toalla del respaldo de la silla del escritorio y se secó el pelo mientras el olor de la comida le hacía rugir el estómago — Calla, calla —dijo, dándole palmaditas—, te alimentaré en un minuto.

Accidentalmente salpicó gotas de agua sobre su libro de ¡Aprende Chino! que estaba sobre el escritorio, y frunció el ceño al pensar no es como si estuviera aprendiendo algo, de todos modos.

Cuando regresó, Kyungsoo tenía servido ya el arroz de la arrocera.

—Creo que has hecho suficiente como para alimentar a diez personas —comentó—. Afortunadamente, puedo comer el equivalente a siete, así que confío en que tú puedas al menos hacerte cargo de las otras tres porciones. No es que te esté obligando a comer más comida de la que quieras ni nada, así que no pienses que…

Kyungsoo lo clavó con una mirada.

— ¿Nunca te han dicho que hablas demasiado?

—Me lo dicen por lo menos una vez al día —dijo Baekhyun, riendo—. Y si no veo a nadie, me lo digo yo mismo.

Kyungsoo miró hacia abajo y suspiró.

—Entonces no debería gastar mi aliento —lo dijo débilmente, evitando otra vez encontrarse con la mirada de Baekhyun, pero a Baekhyun no le dio la impresión de que le hubiera molestado de verdad.

Cuando se sentaron frente a frente en la mesa, Baekhyun miró a Kyungsoo, advirtiendo la forma en que enderezaba los platos y los organizaba cuidadosamente para que los dos pudieran llegar a todo de manera equitativa.

Había demasiado. Mirando toda la comida en la mesa, Baekhyun se preguntaba si Kyungsoo no se habría aburrido hoy.

O tal vez se había sentido solo. Baekhyun tragó. La soledad era algo que a veces Baekhyun conocía demasiado bien cuando estaba solo en la pensión. No había ningún motivo para que su huésped se sintiera así cuando Baekhyun estaba justo ahí. Podía intentarlo mejor y tratar a Kyungsoo más como trataba a sus amigos que como trataba a sus huéspedes.

— ¿Tienes planes para mañana? —preguntó Baekhyun, cogiendo un dumpling y metiéndoselo entero en la boca. Estaba demasiado caliente, y se quemó, así que levantó una mano para esconder la boca abierta mientras masticaba. A medida que se enfriaba, pudo saborearlo por fin: estaba ligeramente picante y pequeños trozos de jengibre picado cobraban vida en su lengua mientras sonreía—. Eres casi tan bueno como Chanyeol.

—No podría saberlo —dijo Kyungsoo, pero la punta de sus orejas se pusieron rojas—. Me gusta cocinar, de vez en cuando. Pero supongo que no es algo que hago usualmente sólo porque sí.

—Si se diera el caso —admitió Baekhyun— y me las tuviera que apañar solo, podría vivir simplemente de comida chatarra, y si quisiera comidas de las buenas, la madre de Jongdae tiene un restaurante y siempre está ridículamente feliz de alimentarme, ¿sabes? Por eso nunca me interesé mucho en cocinar —apretó su mandíbula para detener el flujo de palabras.

—Ese es el porqué crees que esto quedó bueno, pero no es así. Nunca tuve tiempo para mejorar en la cocina.

Baekhyun probó un pedazo del tofu y arrugó la cara ante lo picante que estaba.

—Bueno, tienes tiempo ahora, ¿no? — Se lamió la salsa de los labios—. O sea, no sé por qué estás aquí, pero puedes usar la cocina cuando quieras.

Kyungsoo pestañeó, sorprendido, y entonces le dirigió la media sonrisa más pequeña del mundo.

—Sí —dijo—, supongo que tengo tiempo.

—Entonces, ¿estás ocupado mañana? —preguntó de nuevo y Kyungsoo tragó.

Su pelo caía y se veía muy oscuro sobre la frente suave y limpia, y la mirada en su cara hacía que Baekhyun quisiera desordenarlo. No creía que un tipo como Kyungsoo fuera a tomárselo demasiado bien de nadie, menos aún de un virtual extraño.

—Porque si no estás ocupado, puedo mostrarte los alrededores. Mañana no debería llover.

—Fui por los alrededores hoy —dijo Kyungsoo. Cogió un trozo de tofu, manchándose con salsa el labio inferior—. Puedes atravesar todo Jeolbyeog-ri de lado a lado en menos de diez minutos. Así que...

—La población no llega ni a doscientos, no es como si necesitáramos un pueblo más grande —Baekhyun se encogió de hombros—. Pero no me refería al pueblo. Hay santuarios subiendo por los cerros —dijo, limpiando la salsa con su dedo meñique. Kyungsoo lo estaba mirando, evaluándolo—. Podría mostrarte uno. Y una vista increíble del área.

— ¿Santuarios? —Kyungsoo se rascó el cuello otra vez con un solo dedo, mientras buscaba la cara de Baekhyun— ¿Qué tipo de santuarios?

— ¿Interesado? —Baekhyun le regaló a Kyungsoo una de sus más grandes sonrisas— Será divertido~

Kyungsoo se cruzó de brazos.

— ¿Llevará todo el día?

Si andaban todo el camino hasta el final del sendero, puede que sí. Hacia un par de años que Baekhyun no recorría el camino completo. La última vez hacía dos años atrás, al final del invierno. Las flores de primavera estaban ya casi asomándose. Todavía recordaba el camino tan bien como si lo hubiera hecho la semana pasada.

—La mayor parte —dijo Baekhyun—. Además soy un guía muy ruidoso, porque a veces, en esas caminatas, tengo tendencia a pensar demasiado —se retorció en el asiento—. Bueno, probablemente sería ruidoso de cualquier manera.

—En realidad parece que tengas un montón de... energía extra —Baekhyun se río, sin ofenderse— Todo un día así de ruidoso, ¿eh? —Kyungsoo cogió un dumpling del montón—. Bueno, creo que puedo sobrevivir.

—Quién sabe —dijo Baekhyun, escogiendo otro dumpling mientras le sonreía al hombre frente a él—, puede que hasta lo pases bien.

—Quizás —dijo Kyungsoo, y Baekhyun se felicitó mentalmente por la manera en que Kyungsoo se relajó durante el resto de la cena, interrumpiéndolo con pequeñas preguntas entre las anécdotas llenas de rodeos de Baekhyun y luego sonreía suavemente mientras Baekhyun lavaba los platos, con las manos acunando una taza de té caliente.

 

Kyungsoo ya estaba levantado cuando Baekhyun entro aún medio dormido y a trompicones en la cocina, frotándose los ojos.

— ¿No eres buen madrugador? —preguntó Kyungsoo, y Baekhyun trató de sonreírle, pero seguramente sólo consiguiera hacer una mueca.

—No mucho —murmuró, y después de una mirada rara de Kyungsoo, lo repitió con acento continental—. Las mañanas son muy groseras. La luz del sol se me mete directamente en los ojos cuando aún estoy durmiendo.

—Cómo se le puede ocurrir salir al sol —dijo Kyungsoo, inexpresivamente— ¿Café?

—Puaj — dijo Baekhyun—. Sinceramente, preferiría beberme el barro de fuera —se frotó los ojos otra vez y bostezó, dejando ver la lengua mientras estiraba los brazos sobre la cabeza.

Después del desayuno, Baekhyun llenó una mochila con snacks, y se aseguró de meterse un fino trozo de papel blanco en el abrigo, en el bolsillo interior derecho, para que quedara apretado contra el pecho.

Kyungsoo lo estaba esperando en el pasillo sin llevar nada consigo, ni siquiera su teléfono. Llevaba unos vaqueros y otro de sus sudaderas, una con las siglas de la SNU escritas en grandes letras sobre la parte delantera. Las mangas eran demasiado largas otra vez, y Baekhyun hizo sonar la lengua contra el paladar.

— ¿No tienes un abrigo? —llevaba unos trozos de papel extra y los manoseaba impacientemente con los dedos.

—Viajo ligero —dijo Kyungsoo—. He traído mi abrigo de lana, pero no sirve de mucho contra el viento —se lamió los labios, lentamente—. Pero estaré bien.

—No estarás bien. Morirás sí o sí —dijo Baekhyun.

Puso su mochila en el suelo y el papel en el bolsillo del pantalón, y se quitó el abrigo para cubrir los hombros de Kyungsoo con él. Al principio, Kyungsoo trató de eludir el contacto, pero después de advertir la intención de Baekhyun, lo ayudó metiendo sus brazos por dentro.

—Te quedará un poco grande —Kyungsoo levantó la mirada hasta él y Baekhyun se dio cuenta de lo cerca que estaban. La piel de Kyungsoo era clara y suave, con poros pequeños, pero sin pecas ni manchas. Baekhyun sintió envidia—. Lo siento —murmuró, y retrocedió,  su cara comenzando a calentarse—. Voy a ir a buscar otro abrigo.

—Gracias —dijo Kyungsoo suavemente, subiendo el cierre. Sacó la capucha que se había quedado atrapada en el cuello y se la puso para cubrirse el pelo. El abrigo de Baekhyun se tragaba a Kyungsoo. Pero por lo menos iba a estar abrigado.

Baekhyun volvió a las habitaciones, pero en vez de entrar en la suya, cogió la llave maestra de su bolsillo y abrió la de su hermano. Había una gruesa capa de polvo sobre el escritorio, y la ropa de cama yacía apilada en una esquina, con los edredones doblados meticulosamente en la cima. En el respaldo de la silla del escritorio de su hermano había un abrigo como el de Baekhyun, pero una talla más grande y con un débil olor a tabaco, a pesar de que el olor había ido desapareciendo desde la última vez que Baekhyun lo había usado.

Había pasado mucho tiempo desde que Baekbeom se había quedado lo suficiente en la pensión como para usar su chaqueta, ni que decir para fumar con ella. Baekhyun frunció el ceño.

—Voy a coger esto prestado, hyung —murmuró a la habitación vacía. Miró a su alrededor, a las paredes desnudas y a la telaraña que crecía en un ángulo anormal entre una de las patas del escritorio y el suelo, y dejó escapar el aire de sus pulmones. La fuerte respiración hizo que el polvo se levantara y Baekhyun estornudó. Cuando ya estuvo fuera de la habitación, estornudó de nuevo, y lo hizo una tercera vez cuando cerró la habitación con llave. Sacudió el abrigo mientras caminaba hacia el final del pasillo y dobló la esquina.

Las manos de Kyungsoo habían encontrado el camino hacia los bolsillos de su abrigo prestado. Baekhyun esperaba que no se le hubiera quedado nada raro dentro.

—Ok —dijo Baekhyun—, vamos.

Cogió la  mochila con una mano, haciendo que las botellas de agua que tenía en el bolsillo más grande rebotaran golpeándose entre sí, mientras ajustaba las correas para que quedaran más cómodas sobre los hombros. Entonces sacó los papeles de su pantalón y los puso en el bolsillo interior. Kyungsoo lo miraba con curiosidad, así que Baekhyun golpeó suavemente el abrigo que Kyungsoo estaba usando, justo sobre su corazón.

—Tú también tienes uno —dijo y Kyungsoo levantó su mano para revisarlo pero no hizo preguntas. Baekhyun suspiró—. Es para el santuario.

Asintiendo, Kyungsoo se puso las zapatillas, agachándose para atarlas con fuerza usando dos orejas de elefante, como un niño de primaria.

Dejaron la pensión, y Baekhyun lo guío por la parte trasera, por donde el camino se alejaba del pueblo hacia los cerros aún verdes, con batdam* medio caídos a cada lado.

*(muros de piedra con finalidad agrícola, separan los terrenos de cultivo)

— ¿Hay muchos de estos caminos? —Preguntó Kyungsoo—. Vi unos cuantos, allí en el centro del pueblo—dando cada uno de sus pasos cuidadosamente.

—La palabra que usamos aquí para ellos es olle —dijo Baekhyun—. Así llamamos también a los caminos largos para los turistas: el Olle de Jeju —río—. Los hay por toda la isla, desembocan en los caminos principales. Hay uno que cruza todo el trayecto desde la entrada del pueblo hasta la autopista de la costa.

— ¿Pero la gente no... conduce entre localidades? —Baekhyun decidió que le gustaba la manera en que Kyungsoo hablaba. Era como si escogiera cada palabra con cuidado antes de decirla, y sus consonantes sonaban muy claras en comparación a las suaves y descuidadas de Baekhyun.

—Sí —dijo Baekhyun—, pero no cuando son distancias cortas. Caminar es agradable y los autobuses entre pueblos son bastante frecuentes. Puedes llegar con ellos a la mayoría de los lugares principales —pateó un arbusto que estaba creciendo en el camino. Como estaba al borde de helarse, las ramas se rompieron bajo sus pies—. De todos modos, es bonito. ¿Por qué alguien querría conducir rápido y pasarlo de largo?

Al mirar sobre su hombro, vio a Kyungsoo apoyando el brazo en una roca para mantener el equilibrio mientras subía una parte empinada del sendero. Afortunadamente, el suelo estaba casi seco, así que los pies de Kyungsoo no se resbalaban. Baekhyun estaba acostumbrado a los embarrados senderos invernales, pero Kyungsoo estaría probablemente mucho más habituado a trepar taxis que colinas.

Aún así, no protestaba. Por algún motivo, Baekhyun sabía que no lo haría, no como lo había hecho Chanyeol la primera vez que lo había llevado de excursión a los acantilados. Los acantilados, en defensa de Chanyeol, eran un desafío mayor, pero las colinas que recorrían el centro de la isla parecían engañosamente suaves, más como pequeñas olas emulando la superficie del océano que como verdaderas cuestas.

Cuando llegaron al final de los campos de cultivo, donde las últimas cosechas del verano ya hacía mucho que habían sido recogidas y los muros de piedra daban paso a árboles frondosos con sus troncos ahogados por enredaderas, Baekhyun pasó una mano por la corteza de un árbol de alcanfor, notando la aspereza del invierno bajo la palma.

—A estos nunca los vamos a cortar —dijo—. Cuando éramos niños, solíamos creer que los adultos no talaban estos árboles porque el bosque estaba encantado —río—. Los árboles de alcanfor repelen espíritus, ¿sabes? Pero la verdad es más sencilla. Alejan a los insectos y a los pájaros de los campos en la primavera. Si se quema la madera se mata a los insectos.

— ¿Encantado por qué cosa?

—Una de las grandes masacres del alzamiento de Jeju pasó aquí —dijo Baekhyun. Se agachó bajo una rama—. Y estos árboles son tan grandes que en invierno, cuando el viento sopla más fuerte que nunca, las ramas se rozan entre sí. Por las noches, suena un poco como gritos. Mi amigo Jongdae y yo solíamos asustar a Soojung, una amiga, diciéndole que si andaba por este camino sola, los árboles, poseídos por los espíritus de los pobladores muertos, alargarían sus brazos hasta cogerla, pensando que se trataba de uno de sus hijos —Baekhyun soltó una risa ahogada—. Todavía lo cree, aunque diga que no. Jongdae no se asusta con nada y siempre ha querido venir aquí de noche y ver si es verdad que hay fantasmas.

Kyungsoo estiró su mano para tocar otro árbol.

—Me gustan las historias de fantasmas.

—Tendrás todas las que quieras por aquí —respondió Baekhyun—. Esta isla está llena de fantasmas.

La abuela de Baekhyun había adorado las historias de fantasmas.

— ¿Eso explica porqué estoy temblando?

—Estás temblando porque ya casi es diciembre —respondió Baekhyun, pisando otra rama.

Había un nuevo campo frente a ellos, un terreno despejado con unas cuantas casas abandonadas. Una de ellas había pertenecido a un alfarero, por la década de los 40s. Fragmentos rotos de tiestos artesanales sobresalían del suelo como restos arqueológicos, y un viejo horno hecho de piedra había sobrevivido mejor que la casa, que tenía una pared desmoronada y agujeros sobre el techo tradicional de paja.

— ¿Qué te hizo venir en pleno invierno? ¿Pensaste que sería como Hawai o algo así?

—No estoy muy seguro de cómo terminé aquí —contestó Kyungsoo—. Me arreglé para ir al trabajo, subí al coche y comencé a conducir hacia el sur por la autopista Gyeongbu —eso explicaba el traje—. Ya tenía la maleta en el coche, por un viaje que había cancelado a última hora la semana pasada, para ir a ver a un amigo al que estaban reemplazando por horas extras. Así que sólo paré por gasolina, en alguna parte de Daegu, y conduje.

— ¿Eso es todo?

—Eso es todo. Cuando llegué a Busan, no estaba listo para dejar de conducir. Quería seguir. Así que... —Kyungsoo tembló, y se puso la capucha de la sudadera para cubrirse las orejas otra vez—. Compré un pasaje  para mí y para el coche y me subí al ferri.

Sonaba como algo sacado de un drama. Pero Baekhyun podía recordar haber deseado cientos de veces simplemente subirse a su scooter e irse lejos, recorrer todo el trayecto hasta Jeju-si y coger el ferri que lo llevaría en otra dirección. No podía. Pertenecía a aquí, a Jeolbyeog-ri, y sin él, no habría nadie que se encargara de la pensión.

—Debió haber sido un bonito viaje.

—Yo... —se estaba mirando los pies, no a Baekhyun, y tartamudeaba un poco cuando continúo—. No recuerdo mucho.

Algo le dijo a Baekhyun que debería dejar de preguntar.

—Bueno, no olvides nada de lo que veas aquí —dijo—. Jejudo es demasiado hermoso como para que lo olvides.

Ese campo, el del viejo alfarero, se extendía frente a ellos y Baekhyun podía divisar el bosquecillo de gamgyul que estaba comenzando su temporada de pequeñas mandarinas. No iban a pasar por ahí hoy, pero quizás a Kyungsoo le gustaría recorrerlo la semana que viene, cuando comenzara a caer nieve en vez de lluvia. Si es que seguía por aquí, por supuesto.

—No lo haré —dijo Kyungsoo, siguiendo la mirada de Baekhyun hasta el bosquecillo. Baekhyun tiro de su abrigo para atraer su atención, señalándole con la cabeza que tendrían que acortar camino por el bosque, a través de más batdam—. Mi mente está mucho más despejada ahora que cuando conduje hasta aquí —frunció los labios—. Si intentara encontrar el santuario yo solo, ¿me perdería?

—No —Baekhyun se detuvo y señaló un trozo de madera clavado en la tierra, que le llegaba hasta la mitad del muslo—. Busca las señales —el camino estaba marcado con delgadas estacas de madera cuyas puntas estaban pintadas de blanco, aunque con el paso de los años, la pintura se había ido desgastando y nadie se había molestado en volver a pintarlas—. Mi abuelo marcó el camino —dijo—, en los 50s.

— ¿Tu familia siempre ha vivido aquí? —por cada paso que Baekhyun daba, Kyungsoo daba dos. Como sus mejillas estaban enrojecidas, Baekhyun bajó el ritmo.

—Mi familia materna —dijo Baekhyun—. Han pasado generaciones en Jeolbyeog-ri, incluso desde antes de que se llamara Jeolbyeog-ri —río—. Así que sí, más o menos desde siempre. Casi toda la historia de este pueblo es oral, y mi familia siempre formó parte de ella. Hay una leyenda... —se interrumpió—. Estoy divagando de nuevo.

—Sí —dijo Kyungsoo—, pero es más interesante que las cosas sobre las que sueles divagar.

— ¿Sobre qué divago normalmente?

Aquí comenzaba la pendiente, alzándose entre árboles que iban adelgazando. El aire olía fuertemente a alcanfor, como las manos de la abuela de Baekhyun solían oler siempre. En el verano, quemaba la corteza y mezclaba las cenizas con malojumdae* para hacer una pasta contra la artritis para las manos. "Aleja a las luciérnagas".

 

(*malojumdae es un tipo de medicina tradicional de Jeju, proviene de un árbol y se usa para tratar enfermedades renales, fortalecer la espalda y tratar fracturas en las personas mayores.)

—No lo sé —dijo Kyungsoo—. Normalmente dejo de escuchar.

—Suenas como Jongdae —Baekhyun le frunció el ceño en broma, golpeándolo suavemente con el brazo—. Te acostumbrarás a mí.

— ¿Lo haré? — pregunto Kyungsoo. Una sonrisa jugaba en sus labios mientras miraba el cielo—. El tiempo es agradable.

—Por ahora —respondió Baekhyun, mirando hacia arriba también—. Pero hay unas pocas nubes que esperemos se vayan hacia el otro lado —bajó su mirada hacia Kyungsoo—. ¿Te estás cansando?

Kyungsoo se lamió los labios.

— ¿Cómo de lejos tenemos que ir? —parecía cansado, según Baekhyun. Baekhyun no estaba en forma, pero caminar y escalar era una parte fundamental de vivir cerca de los cerros, así que estaba acostumbrado al terreno.

—No tan lejos —respondió Baekhyun, tergiversándolo un poco, mientras tendía una mano para sujetar a Kyungsoo cuando tropezó con la raíz de un árbol que había crecido en el camino—. En realidad este es un sendero bastante fácil, sólo que largo, pero ya estamos llegando a una parte llana.

Kyungsoo cogió la mano de Baekhyun y se dejó empujar hacia arriba. Era más fuerte de lo que Baekhyun había esperado, y casi lo hizo perder el equilibrio. Kyungsoo soltó la mano de Baekhyun y se enderezó.

El camino se ensanchó en una pequeña sección de terreno llano y Kyungsoo hizo una pausa para recuperar el aliento. Baekhyun le guiñó un ojo.

—Te engañó lo plano que se veía, ¿no?

—Los acantilados lucen mucho más difíciles de recorrer que esto —dijo Kyungsoo—. Y Seúl está construido en medio de montañas. No es como si no estuviera acostumbrado a las pendientes.

—Jejudo fue formada por volcanes —comentó Baekhyun—. Toda la jodida isla se hizo con erupciones. Uno no espera que una isla hecha de lava sea muy dócil, ¿no?

—Desearía poder esperar que al menos fuera cálida —dijo Kyungsoo frotándose la nariz—. Hace tanto frío, pero todo está tan vivo. Es una trampa.

—Aquí el césped crece incluso en invierno. Cuando lleguemos un poco más arriba, podrás ver las flores.

— ¿Flores? ¿En invierno? — en esa parte, el sendero era aún más amplio, así que caminaron uno al lado del otro. Sus brazos se rozaban, el plástico de sus abrigos chirriando al unísono. Baekhyun estudió a Kyungsoo con el rabillo del ojo a medida que caminaban. Sus manos estaban otra vez en los bolsillos, ocultas a la vista. Baekhyun flexionó su propia mano. Había creído que las de Kyungsoo serían suaves, pero eran tan ásperas como las suyas propias, y lo suficientemente pequeñas como para que Baekhyun hubiera podido envolverlas por completo con sus dedos.

—Sí —dijo Baekhyun—. Deben ser los espíritus de las montañas los que las hacen crecer —sonrío y Kyungsoo parpadeó en respuesta—. No me mires así. ¿Para quiénes crees que son los santuarios?

—En realidad, no me lo había preguntado —contestó Kyungsoo—. O sea, no es como si no hubiera chamanes y esas cosas aún, pero no es...

—Casi todo fue destruido, ¿no? —Baekhyun se encogió de hombros—. Mi abuela decía que hay más chamanes de los que uno creería, pero aún así no se compara con Jeju.

—Vi un templo budista, cuando venía para acá.

—Jeju es... bueno, siempre hemos sido tercos con respecto al cambio —Baekhyun río—. Mantenemos un montón de tradiciones —tembló ante una ráfaga particularmente fuerte de viento—. Construimos nuestras casas bajas y ponemos muros de piedra alrededor para protegernos, comemos mijo, alforfón y cebada para el desayuno a pesar de que podemos comprar arroz en las tiendas. Ese tipo de cosas. El budismo lo introdujeron. Pero no reemplazo al mugyo6 (CHAMANISMO), no de verdad.

Tiró de la mochila, sacando un brazo y tirando hasta tenerla delante de él. Abrió el cierre del bolsillo principal y saco un par de mandarinas —que eran en realidad del bosquecillo que habían visto unos minutos atrás— para rasgar con sus uñas la cáscara de una de ellas para que a Kyungsoo, con las uñas mordidas, le resultara más fácil de pelar, y luego se la entregó a su compañero.

Kyungsoo la cogió, sosteniéndola con la mano izquierda y pinchando la cáscara con la otra.

—Así que incluso después de que el Confucionismo y el Budismo aparecieran por aquí, mucha gente siguió dejando regalos a los espíritus. Después de todo —arrancó una larga tira de piel naranja de la mandarina—, no queremos que se enfaden con nosotros y le digan a Yeongdeung que envíe vientos más fuertes.

El viento azotó sus caras apenas termino la frase, y Baekhyun se río, acomodando su mochila de modo que el peso se distribuyera equitativamente entre ambos hombros.

—Entonces, ¿el viento es así... cuando los espíritus no están furiosos?

—Exacto —dijo Baekhyun—. Una brisa amable —se dio la vuelta para mirar directamente a Kyungsoo, que finalmente había logrado pelar su fruta.

— ¿Quién es Yeongdeung? —Kyungsoo estaba separando cuidadosamente la mandarina en dos mitades mientras hablaba.

—La diosa del viento de Jejudo —contestó Baekhyun—. Tenemos un festival, en febrero, que es cuando ella está aquí en la isla. Como entonces los vientos son más fuertes, tenemos un ritual para proteger a los pescadores y a las buceadoras de ella y del Rey Dragón—se metió un gajo de mandarina en la boca. El jugo era dulce, pero ardía sobre los labios cortados—. Así es cómo resguardamos el bienestar del océano y de la gente que pesca en él.

Kyungsoo comía también como un erizo, mordisqueando su mandarina cada vez que creía que Baekhyun no lo estaba mirando. Eventualmente, en un apuro por sumergir sus manos de vuelta en los bolsillos, empujó toda la otra mitad de la fruta en su boca, inflando sus mejillas a medida que masticaba.

— ¿Hay mucho viento todo el año?

—Bueno, supongo que sabes lo que dicen de esta isla, ¿no? —Dijo Baekhyun—. Hay tres cosas que tenemos en abundancia: mujeres, rocas y viento —los ojos de Kyungsoo se contrajeron hacia arriba, y sus labios se arrugaron hacia arriba otra vez, y Baekhyun tuvo un breve atisbo de satisfacción ante la relajada línea de su frente—. Pero admito que es peor en invierno que en cualquier otra época del año.

— ¿Pero sigue siendo igual con la cantidad de mujeres y de piedras? ¿O también se multiplican cuando el frío aumenta?

—Si sigues haciendo bromas, comenzaré a pensar que hay un sentido del humor escondido detrás de esas caras intimidantes que pones —Kyungsoo tropezó con un escalón de madera, nada más que dos leños hundidos en la tierra para hacer la escalada un poco más fácil en una parte empinada cuando el suelo estaba mojado, pero esa vez logró recuperarse, con una mano en un árbol y la otra en su rodilla. Lanzó una mirada al escalón y Baekhyun se río de él— Mi corazón está emocionado.

—No lo hay —dijo Kyungsoo—. No te hagas ilusiones —Baekhyun se rió otra vez, sin inmutarse ya ante los alardes de Kyungsoo, y continúo guiando el camino.

Por unos pocos minutos, caminaron en silencio, hasta que el viento sopló tan fuerte que las ramas de los árboles se rozaron entre sí.

—Ese es el sonido —dijo Baekhyun— que asusta a todos los niños.

—Suena más como un canto que como gritos —dijo Kyungsoo.

Baekhyun lo miro dubitativamente, frotando sus mejillas mientras observaba a Kyungsoo. El viento definitivamente las estaba cortando. Debería haberse puesto una gruesa capa de crema en la cara antes de dejar la casa para proteger la piel, pero ahora era demasiado tarde. Aunque tampoco importaba mucho, porque la madre de Jongdae sería la única en notarlo.

— ¿De qué clase de canto estamos hablando?

—Mejor que la basura que tenías tronando en tus cascos el otro día —se resbaló con una roca, y se cayó de rodillas—. ¿Hay espíritus de música pop basura acechando por aquí también?

—Cuidado ahí, chico de ciudad —dijo Baekhyun, y se río mientras Kyungsoo se levantaba y se limpiaba el barro de las rodillas—. No te hagas daño tú solito.

—Yo sí que te voy a hacer daño —dijo Kyungsoo—. Una excursión fácil, los cojones.

—Ya casi llegamos —dijo Baekhyun, irremediablemente entretenido. La cara de Kyungsoo estaba roja, y su capucha se había caído revelando el pelo sudado. El viento estaba soplando con fuerza, y Baekhyun se encontraba en ese extraño limbo entre frío y calor, en el que su nariz parecía como si fuera a caérsele por el frío y su pecho como si se le incendiara por el esfuerzo—. Hay una vista genial justo pasando el santuario, así que vale la pena.

El sendero se extinguía a medida que empezaron a andar cuesta abajo, una pendiente sencilla. Los árboles haciéndose más delgados conforme la tierra bajo ellos se convertía en césped. Había unas pocas flores de manzanilla; no era exactamente la estación para ellas, pero a veces las semillas se escapaban volando de las granjas y si la tierra era buena, las flores crecían de todos modos. Baekhyun se precipitó hacia ellas y cogió un par con sus dedos levemente extendidos, para ofrecerle la palma llena de flores a Kyungsoo.

— ¿Qué es eso?

—Manzanilla —dijo Baekhyun—. ¿Es que nunca la has visto? Chicos de ciudad.

 

— ¿Has visto la Torre Namsan, entonces? —Respondió Kyungsoo, con una ceja arqueada— Pueblerinos.

Sonriendo, Baekhyun negó con la mano.

—Prácticamente no he dejado Jejudo, excepto cuando hice el servicio militar. Incluso entonces, estaba en la marina. Pasé la mayor parte del tiempo viendo la cubierta baja de los barcos —dijo—. Pero me gustaría ver la Torre Namsan. Algún día.

—Tiene un tipo de encanto diferente a este, pero desde ahí puedes ver toda la ciudad.

Delante, Baekhyun diviso el halmang-dang(santuario de Jeju dedicado a las diosas), un árbol grueso creciendo en una cama de rocas. El árbol, decorado con cuerdas colgantes llenas de coloridos trozos de tela, estaba más torcido de lo que lo había estado en la última visita de Baekhyun, con sus ramas desgarbadas prolongándose incluso más lejos que antes. Bajo sus pies, la tierra se había vuelto piedra.

Baekhyun recordaba haber sido muy joven la primera vez que había venido a este santuario, con las manos cerradas cuidadosamente sobre las de su abuela. Entonces, el altar de piedra le había llegado casi hasta la cintura, en vez de un poco más arriba de las rodillas como ahora, y cuando había hecho  su reverencia frente a la diosa, había pedido cosas imposibles, en lugar de las pequeñas que se suponía que debía pedir.

—Este es un santuario dedicado a la diosa local de Jeolbyeog-ri.

— ¿Cuantos dioses hay en Jeju? —Preguntó Kyungsoo—. Yeongdeung, el Rey Dragón...

—La esposa del Rey Dragón protege a las haenyeo —dijo Baekhyun. Tiró su mochila hacia adelante de nuevo a medida que se acercaban, y sacó dos gamgyul más y una manzana, poniéndolas en el altar natural de piedra inclinada. Las cintas coloridas de tela ondeaban y las ramas del árbol que crecían fuera de su lecho de piedras, silbaban como buceadoras en busca de aire—. ¿Aparte de esos? Un montón —se acercó—. Casi cada pueblo tiene uno, aunque algunos pueblos los comparten.

—Se siente como si todo aquí estuviera estancado en el tiempo —dijo Kyungsoo—. Como viajar cien años atrás en el tiempo.

—No —dijo Baekhyun—, sólo hemos traído cien años del pasado con nosotros al presente.

Kyungsoo pestañeó y Baekhyun quiso reír, recordando como Jongdae había comparado sus ojos con platos.

—Desearía saber más sobre este tipo de cosas. Pero yo...

—Bueno, apuesto a que no lo escuchas todos los días —recordó el traje de seda de Kyungsoo la noche en que se había registrado, y su pelo negro engominado—. Me da la sensación de que tu vida ha sido muy diferente de la mía.

—Probablemente —dijo Kyungsoo—. ¿Qué tan seguido viene gente a este lugar?

— ¿Estos días? —Baekhyun tiró de su gorro, bajándoselo hasta las orejas. Se sentía como si diciembre hubiera adelantado su llegada—. No muy a menudo. Ahora casi solo viene gente mayor.

Kyungsoo se agachó para investigar el altar de piedra frente al árbol. Alguien había dejado huevos, hacía poco, y si no se habían podrido había sido sólo gracias al aire del invierno. Uno había caído desde el altar al suelo y yacía roto, con la clara desparramándose alrededor y congelándose en una gruesa gelatina clara. Para mañana parecería cristal.

—Se supone que vienes y dices tus oraciones antes de que salga el sol —dijo Baekhyun, frotándose la nariz otra vez—. Después de eso, ella ya no está aquí, está afuera recorriendo el área, atendiendo algunos asuntos. Pero subir estas colinas de noche puede ser peligroso, a menos que te hayas memorizado cada surco y cada roca.

Kyungsoo miraba a Baekhyun, con la lengua asomándose entre los labios mojados.

—Parece que estamos un poco atrasados para dejar oraciones, entonces —dijo Kyungsoo—, ya que probablemente falta mucho menos para el atardecer que para el amanecer.

Baekhyun se quitó la mochila y la dejó junto a sus pies. El viento volvió a hacer susurrar las ramas y las telas, rojas, rosadas y azules.

—Todavía podemos —dijo. Cogió el papel que había metido en sus bolsillos y lo sacó—. Sólo necesitas dejar esto aquí, así ella puede revisarlo más tarde.

— ¿Las diosas tienen buzones de voz? —preguntó Kyungsoo, sacando su trozo de papel y mirándolo con sospecha, pero apretándolo con fuerza cuando el viento trató de arrebatárselo de las manos— ¿Exactamente para qué me diste esto?

—Esas son todas tus preocupaciones de hoy hasta este momento —dijo Baekhyun—. Trajiste el papel hasta aquí junto al corazón y las ha absorbido mientras subíamos.

— ¿Preocupaciones es una metáfora para sudor? —preguntó Kyungsoo, y Baekhyun movió los dedos en desaprobación.

—Dejamos el papel aquí para la diosa del santuario —lo cogió de las manos de Kyungsoo y lo dejó junto al suyo, entre el tronco del árbol y una roca, junto a otras hojas como las suyas—, y entonces ella se hace cargo cuando regresa.

—Ah.

Kyungsoo miró su papel y luego el de Baekhyun. La expresión en su rostro era una que Baekhyun no podía descifrar, pero sus cejas estaban fruncidas y su boca  tensa.

—No quedan muchos pueblos como este —dijo Baekhyun—, con construcciones antiguas, y con uldam y batdam todavía en pie. La mayoría de ellos fueron quemados cuando Jeju fue ocupada —Baekhyun se tiró del gorro otra vez. Kyungsoo parecía tener frío, debería haberle dado un gorro a su huésped. Ojalá que Kyungsoo no atrapara un resfriado—. Las generaciones antiguas de este pueblo rezaban por esa salvación, así que aunque parezca tonto, es un consuelo continuar con la tradición.

—Todavía es fascinante —sus manos regresaron a los bolsillos—. Eres como un guía turístico experimentado.

—Quería enseñar este tipo de cosas —dijo Baekhyun, antes de pensarlo dos veces. No es algo de lo que soliera hablar. Era mejor no mencionar las fantasías, dejarlas en la parte de atrás de su armario junto a su antiguo uniforme y las cartas de amor que nunca tuvo el valor para dejar en el casillero de Kim Taeyeon. Un día, su armario estaría demasiado lleno como para seguir metiendo los sueños a los que había renunciado.

— ¿Qué? —la voz de Kyungsoo se había vuelto áspera. Estaba definitivamente en peligro de enganchar un resfriado.

—Quería hacer magisterio —dijo Baekhyun, despacio—, o tal vez graduarme en historia. Quizá ser profesor o algo así. Considerando que conseguir un título en Starcraft no es una posibilidad —palmoteó con vigor sus mejillas para entibiarlas mientras Kyungsoo trataba de ver a través de él o algo parecido. A veces era desconcertante la manera fija de mirar de Kyungsoo. Baekhyun se aseguró de que su tono siguiera sonando despreocupado—. Sólo que nunca fui bueno en el colegio y la universidad de magisterio es muy selectiva. Algunos de los exámenes más difíciles, y no hay forma de evitarlos —tragó saliva—. De todos modos tengo que quedarme aquí, así que supongo que me conformaré con enseñarte a ti.

— ¿Crees en todo esto? —Kyungsoo señaló desde el halmang-dang, el huevo roto, hasta el árbol con su pequeño alijo de papeles blancos doblados—, ¿las oraciones y todo eso?

Baekhyun se rió, levantando la mochila de un hombro.

—Es parte de Jeju —dijo, finalmente—. ¿Importa en realidad?

— ¿Eso es todo? —preguntó Kyungsoo—. ¿Confías en un pedazo de papel que probablemente se volará junto a todas tus esperanzas? —se pasó una mano por el pelo, los dedos asomándose por la manga del abrigo de Baekhyun.

—Bueno —dijo Baekhyun, volviéndose a mirar al árbol —, a pesar del viento, ninguno de los otros se ha volado —y el viento escogió ese momento para soplar ferozmente, metiéndole el pelo a Baekhyun en los ojos. Cuando se calmó, otro huevo había caído del altar de piedra. Todos los papeles blancos seguían ahí—. Es un poco mágico, ¿no?

Los labios de Kyungsoo se endurecieron en las comisuras, curvándose hacia abajo, y miró otra vez su papel doblado junto al de Baekhyun. Entonces se apartó, girándose.

—No me cuesta imaginarte como un profesor de historia —dijo—. Pareces el tipo de persona a la que le encanta tener una audiencia cautivada escuchándote parlotear por horas, incapaz de detenerte o replicarte.

Baekhyun resopló, y golpeó a Kyungsoo con el codo antes de poder pensarlo mejor. Culpable, comenzó a disculparse pero Kyungsoo le sonrío, y Baekhyun supuso que eso significaba que no le había importado.

—Quería ser diferente —dijo—, quería ser el tipo de profesor que no encontraría a un alumno como yo un caso perdido —tentando su suerte, cogió la manga de Kyungsoo—. Podemos ir un poco más arriba —dijo—, hay una vista genial del pueblo.

Recogiendo su mochila, Baekhyun guío a Kyungsoo más allá del santuario, hacia una última cuesta, desde donde podrían mirar todo desde lo alto. A Yixing le había encantado sentarse allí y comer mandarinas, una tras otra. A veces subía con su guitarra, y Baekhyun iba con él, tarareando las notas de melodías pop chinas que recordaba sólo a medias.

Desde la cima, no había nada que los protegiera del viento, pero también podían ver sin obstáculos todo el camino hasta la costa.

— ¿Qué te parece?

Kyungsoo sonrío, la primera sonrisa verdaderamente completa que Baekhyun le había visto. Su boca formaba un corazón, cuando sonreía, y Baekhyun ya había pensado antes que Kyungsoo era un tipo atractivo, pero ahora eso le parecía quedarse corto.

—Puedo ver la pensión —dijo—. Y los ponis.

Estornudó, y Baekhyun suspiró, alargó su brazo y acercó a Kyungsoo tirándole de la capucha de la sudadera. La sonrisa de Kyungsoo se apagó mientras miraba a Baekhyun, sorprendido. Poniendo el gorro sobre el pelo de Kyungsoo, Baekhyun alisó la tela con las manos y tiró de los cordones, asegurándolos, antes de atar un lazo flojo bajo la barbilla.

—Tus orejas parecían heladas —dijo, sacudiéndose el extraño nudo en el estómago mientras retrocedía.

Kyungsoo le estaba dirigiendo esa mirada perpleja otra vez, y luego otra sonrisa brillante.

—Gracias —dijo—. Por la vista, no por el gorro. Vuelve a hacer eso otra vez y te rompo los dedos.

—Estás bromeando, ¿no? —Baekhyun se volvió para mirar el pueblo: el silencioso, modesto Jeolbyeog-ri. Podía distinguir la casa de Kim Taeyeon desde allí, y alargó la mano pretendiendo alcanzarla. Pero cuando abrió su palma, estaba vacía, naturalmente. Baekhyun sólo estaba pretendiendo ser increíble, allí arriba.

—Tal vez estoy bromeando —dijo Kyungsoo—. O tal vez sí que rompa huesos. ¿Quieres apostar?

—Siempre —respondió Baekhyun—. Me gusta vivir de forma peligrosa.

— ¿Eso es otra cosa de Jeju? —preguntó Kyungsoo, y Baekhyun le dirigió su más amplia sonrisa.

—No —dijo—. Es una cosa de Baekhyun —hizo un signo "V" con ambas manos, y dobló los dedos, como si fueran orejitas de conejo— Buing buing.

—Repugnante —dijo Kyungsoo, pero aún así sonrío.

La caminata para bajar por las colinas era más fácil que la subida. La cara de Kyungsoo estaba más suave, bajo la luz del sol del final de la tarde, y sus pasos eran más firmes a medida que serpenteaban por el camino.

—Deberíamos ir al restaurante de la madre de Jongdae —dijo Baekhyun, cuando Kyungsoo se detuvo para recoger su propio pequeño puñado de manzanillas. Su cara lucia más relajada. Baekhyun no se había dado cuenta de lo tensa que había estado la piel alrededor de los ojos de Kyungsoo hasta que, bueno, ya no lo estuvo—.samgyeopsal de cerdo negro.

—Suena bien —dijo Kyungsoo, cerrando la mano en torno a unas pequeñas flores de un amarillo crema y poniendo la mano de vuelta en el bolsillo—. El revisor de los tickets del ferri me dijo que Jejudo era famosa por sus mariscos y por el cerdo negro, y que tenía que probar ambos.

—Un chico listo —dijo Baekhyun—. Podríamos conseguir marisco fresco un día de estos, si quieres probarlo.

— ¿No tienes otras cosas que hacer además de entretenerme?

Baekhyun pateó una piedra suelta. Como ya iban por la casa del alfarero, en una planicie, no rodó muy lejos.

—La vida por aquí es bastante aletargada, por lo menos para mí. Sólo me encargo de la pensión y ayudo en el restaurante cuando está muy lleno. El resto del tiempo tengo que arreglármelas solo.

—Así que, ¿estoy ayudándote a estar menos aburrido? —Kyungsoo estaba mirando hacia arriba, a las ramas sobre ellos, a las copas de los árboles que oscurecían un nublado cielo invernal.

Baekhyun estudió el perfil de Kyungsoo, sus cejas intensas y pobladas, su boca suave.

—Algo parecido —dijo—. O más bien a no estar tan sin propósito.

Kyungsoo guardó silencio por unos momentos, y Baekhyun pateó otra piedra abandonada.

—Bueno —dijo Kyungsoo, finalmente—, considerando que me encuentro con más tiempo libre del que he tenido en toda mi vida, supongo que me alegra tenerte de guía turístico.

— ¿Supones? —Baekhyun no resistió la tentación y chocó el brazo de Kyungsoo con el suyo—. Cualquiera podría considerarse afortunado de tenerme como guía.

—Creo que eso está directamente relacionado con lo mucho que te gusta el ruido de fondo de la televisión —dijo Kyungsoo, y Baekhyun lo golpeó en el brazo ligeramente. Estaba empezando a entender el sentido del humor de Kyungsoo, y descubrió que le gustaba. Era diferente a la forma en que Jongdae o Chanyeol lo molestaban. Lo sentía algo tosco, de alguna forma, como si Kyungsoo no estuviera acostumbrado a bromear con los demás.

—Te vas a llevar demasiado bien con Jongdae —dijo—. Tal vez ni siquiera deberíamos ir a comer cerdo negro.

Caminaron por un rato casi en silencio, sólo Baekhyun cantando a media voz mientras andaban.

— ¿Baekhyun? —dijo Kyungsoo de repente y Baekhyun se giró para mirarlo—. Gracias. Por el santuario.

—De nada —dijo Baekhyun, guiñándole alegremente—. Cualquier cosa por mi huésped favorito.

—Actúas tan familiar conmigo —dijo Kyungsoo, pensativamente—. Somos casi desconocidos.

—No, hoy vivimos toda una aventura juntos —Baekhyun sonrío—. Eso significa que ya somos amigos.

—Entiendo —dijo Kyungsoo, sus labios doblándose ligeramente hacia arriba—. Eres muy...

— ¿Amigable? —Baekhyun propuso.

—Directo —replico Kyungsoo—. Me sorprende, pero no... no me disgusta.

—Que bien —dijo Baekhyun—, porque llevo siendo así tanto tiempo que ya he olvidado cómo ser diferente.

Despues de todo, hacer amigos era su táctica de supervivencia. Evitar la soledad era más sencillo cuando conseguías rodearte de gente.

 

Ya en la pensión, Baekhyun se lavó la cara y las manos en el baño, secándose las mejillas heridas mientras se miraba en el espejo. Se sentía inexplicablemente ligero, a pesar del dolor punzante que el ejercicio había dejado en sus muslos y del sudor seco en la parte de atrás del cuello.

Kyungsoo se había cambiado los vaqueros por unos pantalones de deporte negros, advirtió Baekhyun cuando entró a la cocina para encontrarlo bebiéndose un vaso de agua que se había servido de una botella. La luz del atardecer atravesaba la ventana y resplandecía sobre la encimera, haciendo que el vaso de agua destellara como en los anuncios, cuando Kyungsoo lo puso sobre la mesa y se subió las mangas de la sudadera. El abrigo de Baekhyun, el que Kyungsoo había cogido prestado, colgaba del respaldo de la silla.

—A nadie le hubiera importado que te quedaras con los vaqueros con barro —dijo Baekhyun, mirando como Kyungsoo intentaba domar su pelo usando ambas manos para echarse hacia atrás el flequillo. Era un suave y maleable desastre cuando no estaba engominado hacia atrás, y Baekhyun quiso desordenarlo—. Es obvio que salimos de excursión.

—Era incómodo —dijo Kyungsoo—. Se me  pegaban a la piel —sus labios estaban súper partidos por la caminata, y su nariz todavía estaba roja—. No te preocupes, no lo hice por ti.

— ¿No te estabas arreglando para nuestra primera cita? —Baekhyun se acercó, abriendo la nevera y sacando una pequeña botella de Vita500 que se abrió con el suave chasquido de la tapa de metal al separarse del seguro—. Wow, incluso después de la gran aventura forjadora de amistad que hemos tenido. Estoy decepcionado.

Kyungsoo le dirigió una larga mirada, y Baekhyun sabía que había ganado de nuevo por el temblor en los labios de Kyungsoo.

—Lo siento —dijo Kyungsoo—. No me va el tipo ruidoso.

Baekhyun dio un largo trago a la botella, terminándose la mitad, y entonces se pasó la lengua por las comisuras de los labios para atrapar aun más del sabor anaranjado.

—Creía que estábamos empezando algo especial.

Kyungsoo abrió el grifo y lavó su vaso. Frotando los bordes con el pulgar, para limpiar el sitio donde había puesto los labios, y lo dejo sobre el paño de cocina que estaba extendido junto al fregadero.

—No estoy disponible.

— ¿Oh? —Baekhyun se acabó la bebida, y luego tiró la botella de vidrio oscuro en el cubo de reciclaje— ¿Estás casado o algo así? —no podía imaginárselo, pero a pesar de sus idealistas declaraciones de amistad, no sabía mucho más de Kyungsoo que su nombre y la marca de su coche.


Kyungsoo se secó las manos en el pantalón.

—Sí — dijo, cogiendo el abrigo del respaldo y poniéndoselo de nuevo. El cuello negro descansaba justo bajo sus orejas, rozándole los lóbulos—. Con mi trabajo. Para bien o para mal —había un deje de amargura en su voz. Tal vez Baekhyun se lo estaba imaginando.

Baekhyun se río entre dientes, alcanzando su bolsillo para coger el gorro de lana extra que había sacado del fondo de su armario. Se lo ofreció, y Kyungsoo lo miro inexpresivamente por unos segundos antes de cogerlo, sus dedos rozando los de Baekhyun mientras los enterraba en el ovillo de lana.

—Yo también, más o menos —dijo Baekhyun, señalando alrededor de él—. Casado con esta pensión, y con este pueblo, supongo.

Kyungsoo se puso el gorro, cubriéndose sus adorables orejas, y Baekhyun se río de lo tremendamente bajo que le quedaba el gorro en la frente. Sacudiendo su cabeza, Baekhyun se interno en el espacio personal de Kyungsoo, dándole la oportunidad de pararlo antes de acercarse por completo y doblar el borde del gorro.

El pelo de Kyungsoo era tan suave como se lo había imaginado antes, y la piel de su frente era tersa y cálida. Mientras doblaba el gorro por la parte de atrás, sus nudillos rozaron la nuca de Kyungsoo, y Kyungsoo se congeló, para luego relajarse forzadamente. Baekhyun podía escuchar su respiración irregular. Podía apostar que Kyungsoo estaba mirándolo fijamente, pero mantuvo los ojos enfocados en su tarea, asegurándose que el doblez quedara recto, porque Kyungsoo parecía el tipo de persona a la que esas cosas le parecían importantes.

—Eres sobón, también —dijo Kyungsoo. Su aliento se sentía tibio contra la barbilla de Baekhyun, y Baekhyun se dio cuenta de que estaban demasiado cerca, incluso para sus estándares—. No sólo directo, sino que directo y sobón. ¿Tienes un fetiche con vestir a la gente?

—Lo sé —dijo Baekhyun—. Si te molesta, puedes decírmelo —dejó caer las manos, y dio un paso hacia atrás para admirar su trabajo. El pelo de Kyungsoo se le pegaba a las mejillas en las partes en que se asomaba por debajo del gorro—. No sé porqué me siento tan cómodo contigo.

Baekhyun creía que era porque Kyungsoo era muy calmado. Había algo inmutable en él, y la forma en la que bromeaba con Baekhyun, lo había hecho caer en los mismos patrones que tenía con Jongdae y Chanyeol.

—No es que me moleste —dijo Kyungsoo, levantando su mano para frotarse el cuello antes de subir el cierre del abrigo, sus ojos todavía apuntando a Baekhyun como si temiera que pudiera volver a meterse en su espacio personal y tocarlo otra vez—. Es sólo que no hago amigos muy a menudo, y paso la mayor parte del tiempo en el trabajo, donde este tipo de cosas serían inapropiadas.

—No suelo encontrarme con muchos desconocidos —dijo Baekhyun—. Debe ser por eso que cuando me los encuentro, quiero hacerme amigo de ellos inmediatamente. Y así saber cómo tratarlos.

—Hmm —dijo Kyungsoo, tocando el nuevo dobladillo del gorro con indecisión—. No me molesta.

—Eso está bien —dijo Baekhyun, subiéndose el cierre del abrigo prestado. Caminó hacia la puerta, esperando a que Kyungsoo lo siguiera.

—No sé qué era lo que estaba esperando —dijo Kyungsoo—, cuando decidí quedarme aquí. Pero definitivamente no eras tú —Baekhyun miró por encima del hombro, pero no parecía que Kyungsoo fuera a decir nada más sobre el asunto. Baekhyun se deslizó en sus zapatillas, y Kyungsoo hizo lo mismo, siguiéndolo hacia el exterior de la pensión—. Nunca le pones pestillo a la puerta.

—No tengo porqué —dijo Baekhyun—. Ni siquiera estamos en el pueblo, aunque casi nadie en el pueblo lo hace —se encogió de hombros—. Hay cerraduras en las puertas de las habitaciones. Eso es más que suficiente.

— ¿Por qué la pensión no está cerca de nada?

—No lo sé —respondió Baekhyun, empezando a bajar por aquel camino familiar que conducía al pueblo—. Tal vez a algunos de mis ancestros, a los que sea que hayan construido este lugar, no le gustara la gente. Quizá les gustaba el silencio y el aislamiento.

—Supongo que no es algo genético —dijo Kyungsoo.

—Probablemente no —Baekhyun admitió fácilmente, moviendo sus hombros hacia atrás en un estiramiento abreviado—. Me encanta la gente, la mayoría de las veces.

—Me he dado cuenta —dijo Kyungsoo. Baekhyun esperó por más, pero nada llegó. Baekhyun se preguntaba si las conversaciones con Kyungsoo siempre se iban a sentir tan incompletas, como si hubieran palabras que el viento robara antes de que Kyungsoo pudiera decirlas.

La noche era helada, pero mientras más bajaban, menos fuerte se hacía el viento. Esa vez, Kyungsoo le seguía el ritmo, y parecía tener considerablemente menos frío con el gorro.

A pesar de lo ansioso que ponía a Baekhyun andar sin decir nada, Kyungsoo parecía perfectamente conforme. Baekhyun empezó a silbar otra vez, para llenar el silencio. Pensó que quizás Kyungsoo podría estar riéndose de él, pero en invierno, los días eran más cortos, así que con la luz desapareciendo, a Baekhyun le resultaba más difícil ver. Aun así, le gustaría creer que sí, quizás con una de esas bonitas y grandes sonrisas.

El restaurante de la madre de Jongdae estaba cerca del centro del pueblo. Baekhyun podría llegar incluso dormido, porque había recorrido el camino entre el restaurante y la pensión tantas veces que incluso le sorprendía que sus pisadas no estuvieran grabadas en la calle como huecos alargándose lentamente sobre el asfalto, delatando así el crecimiento de sus pies.

—Aquí es —dijo, girando abruptamente. Sujetó el brazo de Kyungsoo para arrastrarlo consigo, y Kyungsoo tropezó un poco, sus pies continuando ya hacia adelante cuando Baekhyun le hizo girar de golpe—. ¡Mamá, ya estoy aquí!

Baekhyun entró en el vestíbulo y dejó caer los zapatos, asegurándose de que Kyungsoo lo imitara antes de entrar. Caminaron descalzos sobre el áspero piso de madera, hacia la mesa favorita de Baekhyun, donde se sentaba la figura familiar de Soojung. Las luces del restaurante ya estaban encendidas, dos desmesuradas lámparas colgaban del techo con las mismas viejas bombillas que Baekhyun utilizaba en la pensión, a pesar de que todavía no había anochecido del todo; y dos parrillas pasaban rápidamente hacia la esquina izquierda del restaurante donde se sentaba un grupo de hombres mayores. Había media docena de gamgyul peladas desparramadas en la mesa, dándole un ligero toque cítrico al olor de la grasa de cerdo.

Era Jongdae, y no su madre, quien se asomó desde la cocina.

—Deja de tratar de robarme a mi madre y siéntate, Baekhyun —dijo con una sonrisa—. Soojung me había dicho que ibas a aparecer hoy, pero no le creí, como te has estado haciendo el fantasma durante las comidas… Nos hemos perdido tus tres visitas semanales —se giró hacia Kyungsoo, y parpadeo sorprendido—. ¿Has traído a tu huésped?

—Sí —dijo Baekhyun—. Creo que hoy se ha ganado el samgyeopsal.

—No había pensado que planearas traerlo por aquí —y Jongdae desapareció otra vez en la cocina.

—Esa es mi mesa de siempre —le dijo Baekhyun a Kyungsoo.

— ¿Tienes una mesa habitual? ¿Comes aquí así de seguido? —preguntó Kyungsoo, quitándose el gorro cuando el calor empezó a instalarse en el aire. Siempre hacia calor cuando las parrillas estaban encendidas, incluso si no eran más que un par de ellas, porque el lugar no era muy grande.

—Prácticamente crecí aquí —Baekhyun se despojó de su abrigo y lo lanzó al suelo en el lado opuesto de la mesa de Soojung, quien le sonrío a modo de saludo—. Cuanto tiempo sin verte, Soojung —bromeó, haciendo que ella entrecerrara los ojos.

—A lo que oppa se refiere por "crecer aquí" es a casi tragarse por completo el negocio de los Kims —dijo Soojung. Estaba sentada con las piernas cuidadosamente dobladas bajo la mesa, con un codo apoyado sobre la superficie—. Todo lo que comió se le fue directamente a los pies, por eso usa zapatos de payaso.

Baekhyun se dejó caer en la mesa sin muchas ceremonias, estirando las piernas bajo ella, y evitando la maquinaria de la parrilla con practicada facilidad. Le sonrió a Soojung, y luego se giró para ver a Kyungsoo arrodillarse, doblando cuidadosamente el abrigo prestado para luego acomodarse con las piernas cruzadas, lo más pulcramente posible. Parecía incómodo, y Baekhyun se preguntó qué tan a menudo  iba Kyungsoo a lugares como ese en Seúl.

—Este es Do Kyungsoo — Baekhyun le dio un empujón a Kyungsoo con el hombro, y Kyungsoo hizo una especie de media reverencia, como si estuvieran en una reunión de negocios en vez del restaurante de barrio de la madre de Jongdae.

—Encantada de conocerte, Do-ssi —Soojung se echó el pelo sobre el hombro y le ofreció una pequeña sonrisa—. Soy Soojung. Veo que Baekhyun todavía no te ha matado de tanto hablar —se dio un golpecito en la mejilla—. Dijo que eras callado, así que me temí que lo consiguiera, pero es bueno ver que no ha podido.

—No por falta de intentos —contestó Kyungsoo, casi robóticamente, y Baekhyun cruzó los brazos, apoyándose en la pared detrás de él, mirando a Kyungsoo cuidadosamente—. Y es Kyungsoo.

—No es mi culpa si reboso de tantas cosas maravillosas que decir —Baekhyun se retorció en su sitio, tratando tanto de atraer la atención de Kyungsoo como la de acomodarse en el delgado cojín en el que estaba sentado. Puso las piernas encima, y se apoyo hacia delante, descansando su peso en los codos.

—Cuando estaba en segundo —le dijo Soojung a Kyungsoo—, Baekhyun-oppa estaba en cuarto y siempre tenía que quedarse de pie sosteniendo una regla en el aire con las manos, en el pasillo entre su clase y la mía, porque su profesora lo echaba de la clase por hablar demasiado.

—Es la cosa menos sorprendente que he oído hoy —dijo Kyungsoo, y Soojung se rió discreta pero sinceramente.

—Oh —dijo—. Me gustas, te adaptarás rápido.

Kyungsoo le dirigió una pequeña sonrisa, pasándose una mano por el pelo, y Soojung levanto una ceja. Ella pensaba que Kyungsoo era atractivo, Baekhyun lo sabía,  —siempre había podido adivinarlo con ella por la forma en que se descongelaba, su sonrisa se suavizaba en los extremos al mismo tiempo que relajaba la postura.

Esa era la forma en que solía mirar a Minseok, durante ese tiempo en que ella les había gustado a Jongdae y a él, y siempre había hecho que su estómago doliera como si se lo estrujaran con un puño apretado o, a veces, como cuando bebía leche al borde de caducarse.

Ahora, por supuesto, Soojung era mucho más una hermana que un amor platónico. No le importaba qué clase de chicos le gustaban. Pero había un pequeño atisbo de algo posesivo subiéndole por el pecho, algo como que Kyungsoo era su huésped, lo cual era estúpido porque Kyungsoo era solo un tipo quedándose en la pensión de Baekhyun, incluso si era mucho más interesante que los inquilinos que Baekhyun tenía normalmente, durante esos largos meses de verano.

Baekhyun bajó los ojos hasta la mesa, con la boca seca.

—Me tenía manía —dijo Baekhyun, arañando la superficie de la mesa con la uña—. Ni siquiera hablaba tanto en su clase —Baekhyun habría tenido diez años entonces, más o menos, y estaba empezando a hacer amigos. El año anterior había sido muy callado, y ninguno de los otros niños le había prestado mucha atención, ese primer año, cuando hubo pasado la emoción de las primeras semanas en las que fue el estudiante nuevo en un lugar tan perdido como ese—. No era mi culpa que sus clases fueran aburridas.

—Sí que eran un poco aburridas —dijo Jongdae, y Baekhyun levantó la vista mientras Jongdae parecía desplomarse al lado de Soojung, dejando con un suspiro una gran bandeja con platos de acompañamiento en la mesa—. Creo haber echado más siestas en cuarto curso que en cualquiera de los otros años, sin Baekhyun para patear mi silla como la mierdecilla molesta que es —les repartió a todos toallitas húmedas, para limpiarse las manos, y Baekhyun dejó la suya a un lado después de usarla, sabiendo que la necesitaría de nuevo.

— ¿Ves? Le estaba haciendo un favor a nuestra profesora manteniendo a Jongdae despierto —Jongdae y él compartieron una sonrisa de complicidad, y lo que sea que fuera eso raro que Baekhyun había estado sintiendo se disipó al asomar la sonrisa fácil de Jongdae— ¿Un día muy largo?

—No tanto —dijo Jongdae, pasando los acompañamientos de la bandeja a la mesa. Baekhyun cogió inmediatamente cuatro juegos de palillos del contenedor que había en el borde de la mesa y los pasó alrededor—. No hay lo que se dice una tonelada de clientes. Hoy Soojung y yo ayudamos a su madre a recoger mandarinas. Traje a casa un canasto lleno, pero terminaron siendo arrasadas con mucha rapidez —inclinó su cabeza hacia la mesa que Baekhyun había notado al entrar. Dos ancianos estaban riñendo por el último trozo de cerdo—. No es como si escasearan, así que no es un gran problema. Recogeré más más tarde.

Inclinándose hacia adelante, Jongdae encendió la parrilla, abriendo el gas hasta la mitad, para que así empezara a calentarse. Entonces cogió un kimchi de rábano con las manos y se lo comió. Baekhyun lo imitó, y Soojung mira a ambos con una mirada de disgusto que Baekhyun estaba ya acostumbrado a ignorar.

—Hay muchas más de las que mis tíos pueden recoger este año —dijo Soojung—. Si tienes tiempo, Kyungsoo-ssi, mira a ver si puedes arrastrar contigo al perezoso culo de Baekhyun-oppa para que recojáis algunas. Creo que Jongdae-oppa ya agotó todas sus reservas de productividad por esta semana.

- Lo haré —dijo Kyungsoo. Estaba incómodo otra vez, como cuando se había sentado al principio. Cogió una anchoa con los palillos y se la comió, y Baekhyun meditó sobre los cambios de humor de Kyungsoo.

Puede que fuera lo rápido que Baekhyun, Soojung y Jongdae siempre hablaban, las palabras precipitándose unas con otras en el apuro por llevar la ventaja. Los ritmos familiares de la conversación eran naturales para ellos, pero era más que suficiente para abrumar a alguien callado como Kyungsoo.

Disimuladamente, Baekhyun se apoyó en Kyungsoo, dejando descansar sólo un poco de su peso contra él.

— ¿Demasiado ruido? —susurró en el oído de Kyungsoo, mientras Jongdae y Soojung discutían sobre si Jongdae era o no perezoso, y a Kyungsoo lo recorrió un escalofrío, pero no se apartó.

—En realidad no —Kyungsoo murmuró en respuesta, estirándose para mover uno de los platos de vuelta a su sitio, enderezándolo un poco—. Es sólo... que es diferente a lo que estoy acostumbrado.

Baekhyun soltó una risita, devolviendo el peso de sus codos a la superficie de madera.

—A todo esto, Jongdae —dijo, levantando la voz e interrumpiendo la discusión en la mesa—, se me ha olvidado presentarte. Este es Do Kyungsoo.

—Soy Kim Jongdae —Jongdae inclinó su cabeza hacia un lado—. Te vi paseando  por el pueblo el día después de que llegaras, buscando señal para el móvil.

—Baekhyun... me ha hablado de ti —dijo Kyungsoo. Sus manos se habían escabullido dentro de las mangas de su sudadera, y Baekhyun debería dejar de mirar a Kyungsoo, pero estaba fascinado con todos sus pequeños gestos extraños y sus impasibles expresiones faciales.

— ¿Baekhyun habla mucho sobre mí? Que dulce.

Baekhyun resopló, comiéndose un trozo de tofu que se cayó a medio camino de su boca y que tuvo que atrapar con la mano ahuecada para comérselo de la palma. Soojung le puso los ojos en blanco, y articuló con los labios animal. Baekhyun le sonrío sin pizca de culpa.

—Nada de lo que ha dicho de ti ha sido dulce —Kyungsoo respondió con fluidez, y Jongdae escupió por la sorpresa mientras Baekhyun se deleitaba viendo el brillo pícaro en los ojos de Kyungsoo. Ese era el Kyungsoo de hacía un rato, en el cenit de su excursión—. Excepto por el hecho de que los dos creemos que habla demasiado.

Recogiendo sus palillos y arrancando unos pocos brotes de soja, Soojung asintió.

—Bueno, eso no es más que afirmar lo obvio.

—Jaja —dijo Baekhyun—. Kyungsoo ha estado con eso todo el día, así que no hay necesidad de aliarse en mi contra —tuvo mejor suerte con la patata que con el tofu, y consiguió llevársela a la boca de una pieza.

Jongdae volvió a la cocina y regresó con una bandeja con hojas de lechuga y perilla, vasos cortos, un plato repleto con tanto cerdo que tenía que sostener la bandeja entre ambas manos, y también pinzas de parrilla y un par de tijeras. Llevaba dos botellas de soju apretadas bajo el brazo, que Soojung le quitó y puso cuidadosamente sobre la mesa, despejando un hueco donde él colocó cuidadosamente la carne.

—Entonces, Do Kyungsoo, ¿qué te trae a Jeolbyeog-ri? —preguntó, mientras ponía el samgyeopsal en la parrilla. Baekhyun utilizó los palillos para moverlos en un complicado arreglo que aumentaba la cantidad de trozos asándose simultáneamente.

—Nada interesante —dijo Kyungsoo, organizando los platos de acompañamiento frente a él para que formaran una línea. Examinó también los que estaban delante de Baekhyun, y Baekhyun esperó para ver si las ganas que tenia Kyungsoo de organizarlos eran suficientes como para inclinarse sobre él y arreglarlos.  No lo hizo—. Sólo acabé aquí.

—La concentración de Baekhyun no dura mucho más que cuarenta segundos, así que tú, al menos, debes ser un poco interesante.

—No estoy muy seguro —respondió Kyungsoo, pescando un pedazo de kimchi con los palillos y llevándoselo a la boca—. Sólo quería un descanso de Seúl.

Y ahí estaba: esa cosa de erizo que Kyungsoo hacía cuando una pregunta rayaba con ser demasiado personal.

—Mi concentración no dura tan poco —dijo Baekhyun con rapidez, manteniendo un ojo en Kyungsoo. La forma en que masticaba era adorable. El gorro de Baekhyun había llenado de estática el pelo de Kyungsoo, y su hábito de pasarse los dedos por el pelo sólo lo había empeorado. Los mechones de delante de la oreja estaban ahora un poco húmedos por el sudor. Parecía un poco aniñado y desarreglado esa noche, Baekhyun creía que le sentaba  bien— ¿Qué edad tienes, Kyungsoo?

Kyungsoo cogió  las pinzas de metal de la mesa y le dio una vuelta a la carne. Sus gestos eran firmes, y quizás Baekhyun se equivocara sobre qué tan a menudo hacía cosas como esas.

—Lo suficiente como para que me sirvas un vaso de soju —dijo Kyungsoo, y Jongdae se rió—, así que no te preocupes por eso.

—Lo que se está preguntando es quien debería servirlo —explicó Jongdae. Cortó un trozo de carne del borde de un pedazo más grande con las tijeras, unas pequeñas, y lo mordisqueó—. Ya casi está —dijo.

—Probablemente sigo siendo la menor. Ni siquiera sé porqué me junto con vosotros —Soojung estaba mirando a Kyungsoo de nuevo, pero no fijamente, sólo mirándolo de vez en cuando. Jongdae lo notó y frunció el ceño, enrollando un mechón de su pelo alrededor de su dedo del medio y tirando suavemente. Ella se giró para mirarlo y le sonrío: una sonrisa pequeña que Baekhyun no pudo descifrar.

Desconcertado, Baekhyun se mordió el labio inferior, y estiró la mano para subir las mangas  de la sudadera de Kyungsoo, que estaban estorbándole mientras usaba las pinzas. Las subió hasta que el puño estuvo por encima del codo, y entonces las soltó, cogiendo sus palillos otra vez mientras Kyungsoo fijaba en él una mirada ilegible. Sus manos se habían congelado en las pinzas, como si necesitara un momento para procesar el contacto, y Soojung le dirigió a Kyungsoo una breve mirada de curiosidad.

—Porque nunca tienes que pagar nada —dijo Baekhyun—. Ya he descubierto tu juego, Soojung —juntó las manos dobladas y le sonrío.

—Tú tampoco pagas nunca nada —respondió Soojung—. Siempre le dejas la responsabilidad a Minseok-oppa o a Jongdae-oppa.

—Es mi venganza —dijo Baekhyun—, por todos los meses que tuve que esperar hasta poder comprar alcohol.

—Han pasado cinco años —dijo Jongdae, quejumbroso—. Olvídalo ya.

—Entonces —siguió Soojung—, ¿qué edad tienes, Kyungsoo-ssi?

—Veinticuatro —dijo. Las mangas de la sudadera se estaban resbalando otra vez, bajando por la delicada y pálida línea de su antebrazo, y Kyungsoo las subió por sí mismo esa vez, atrapándose el labio con los dientes.

—Veinticuatro —repitió Baekhyun—. Justo en medio.

Kyungsoo parecía tener veinticuatro, esa noche. No como la noche que había llegado, cinco días atrás, con su traje de seda, y con las gafas, y con el estrés convertido en pequeñas pesas que inclinaban hacia abajo las comisuras de sus labios. Los años le habían desaparecido de los hombros.

—Mierda —dijo Soojung, cogiendo la botella de soju—. Me gana por un año —retorció el tapón hasta quitarlo, y Baekhyun separó los vasitos frente a ella para que así pudiera llenarlos antes de pasárselos a los demás—. Otro oppa más.

—Al menos tienes la edad que necesitas para beber con nosotros, pequeñaja —Jongdae bromeó, y Soojung le dirigió una de sus mejores miradas invernales.

—No sé porqué te echo de menos cuando me voy fuera al colegio —dice.

— ¿No vives aquí? —preguntó Kyungsoo. Sus ojos subieron en un rápido movimiento para mirarla.

—Ya no —contestó Soojung, y empujó un vaso de soju hacia Jongdae mientras Baekhyun hacía lo mismo con Kyungsoo, pasando por debajo de los brazos de Kyungsoo mientras él cortaba la carne en pedacitos iguales con las tijeras, como un profesional—. Tengo un apartamento en Seogwipo-si, cerca de la universidad. Pero mis padres aún viven aquí. Vengo una vez al mes.

—Muy pronto, va a dejar de venir —dijo Baekhyun—. Incluso de visita. Sooyeon ya no viene casi nunca.

—No soy Baekbeom-oppa —dijo Soojung, casi mordaz, y Baekhyun se lamió los labios.

La mirada de Kyungsoo se dirigió hacia Baekhyun, y este sonrío.

— ¿La mayoría de los de nuestra edad se van? —preguntó, todavía mirando a Baekhyun. Baekhyun enroscó una de sus manos alrededor de la rodilla.

—Sí —respondió Jongdae—. Ahora sólo quedamos unos pocos por estos lares. En los tiempos de nuestros padres, todos simplemente seguían el negocio familiar, como el buceo, la pesca, o la agricultura, cosas así. Pero ahora casi todos se van, a la universidad, y no vuelven si no es por vacaciones o para visitar a sus padres.

Baekhyun pensó en el recibidor de la pensión, y en el libro de registros de su abuela. Pensó en Soojung, y en sus amigos extranjeros y en sus solicitudes de postgrados. Cogió un trozo de carne que se estaba quemando en el borde de la parrilla, con trozos de grasa carbonizados, y se lo comió. Kyungsoo todavía estaba mirándolo, podía sentirlo.

—Este es un pueblo pequeño —continúo Jongdae—, así que no hay mucho que hacer. No es... emocionante, excepto por los fantasmas.

—No hay fantasmas —dijo Soojung—. Cállate, oppa —se giró hacia Kyungsoo—. No dejes que te mientan, son sólo árboles de alcanfor.

—Todavía tienes miedo —la molestó Jongdae, haciendo caminar dos de sus dedos por el brazo de Soojung en un gesto que la hizo temblar—. Unas pocas historias de terror no matan a nadie. Hay más que sólo fantasmas en las colinas.

—Tuve una muestra de eso hoy —Kyungsoo se inclinó, hasta que su espalda estuvo apoyada ligeramente en la pared que tenía detrás—. Baekhyun me hizo atravesar tierras salvajes para ver el santuario de la diosa local de Jeolbyeog-ri, y caminamos cerca de esos árboles.

—Esas no eran tierras salvajes, chico de ciudad —dijo Baekhyun—. Eso era un apacible camino por tierras de cultivo. La próxima vez te llevaré a los acantilados, y entonces veremos como de difícil fue el sendero de hoy.

— ¿Próxima vez? —dijo Kyungsoo—. ¿Qué te hace pensar que pasaré otro día completo contigo?

Abriendo su boca para contestar, todavía no muy seguro de lo que iba a decir, Jongdae interrumpió a Baekhyun.

— ¿Baekhyunnie te llevó a ver nuestro halmang-dang? —la ceja de Jongdae estaba levantada—. Eso es...

—Me invitó ayer —dijo Kyungsoo—. Tenía curiosidad.

—Sólo pensé que si se iba a quedar por un tiempo, bien podría conocer a la diosa también —dijo Baekhyun, de manera casual, ignorando la mirada penetrante de Jongdae, que ahora estaba apuntándolo a él en vez de a su huésped.

— ¿Pero habías vuelto a ir ahí? Después de que... —Soojung se detuvo, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja y dándole un codazo a Jongdae, quien le siseo de vuelta—. Bueno, hay una vista genial, pasando el santuario.

—Cierto —dijo Baekhyun, pinchando otro trozo carbonizado de carne—. Es una bonita escalada.

—Excepto por los árboles de alcanfor —murmuró Soojung. Jongdae todavía estaba mirando a Baekhyun con ojos curiosos, sobando su brazo donde Soojung le había golpeado, así que Baekhyun se concentró en Kyungsoo, y le quitó las pinzas de las manos.

—Deja de trabajar tanto —dijo—. Come algo.

— ¿Estás planeando quedarte un tiempo, Kyungsoo? —preguntó Jongdae. Baekhyun peleaba torpemente con las pinzas mientras le daba la vuelta a la carne una última vez.

Kyungsoo enrolló el cordón de su sudadera alrededor del dedo, pensativo, y entonces utilizo su arrugada toallita húmeda para limpiarse las manos, recuperando las pinzas de las manos de Baekhyun.

—Sí —dijo—. Creo que tal vez lo haga —empezó a sacar trozos de carne de la parrilla y a ponerlos en un bol de cerámica vacío junto al que tenia las hojas—. Después de todo, todavía tengo que recibir un tour por los acantilados.

—Baekhyun es un experto en hablar a montones sobre cualquier cosa —dijo Jongdae—, pero especialmente cuando es sobre la zona —cogió un pedazo de carne que Baekhyun había estado vigilando, y lo sumergió triunfalmente en la salsa de sésamo antes de comérselo lentamente, con un gemido ográfico. Baekhyun le mostró los dientes.

Kyungsoo le estaba lanzando otra mirada, y Baekhyun deseaba no haber dicho nada respecto a lo de ser profesor, si Kyungsoo lo iba a mirar como... como fuera que lo estaba mirando. Baekhyun se comió otra anchoa, y lo único que consiguió saborear fue la sal.

—Deberías llevarlo a dar una vuelta en poni, Baekhyun —dijo Soojung.

— ¿Te gustan los caballos? —preguntó Baekhyun, cogiendo un pedazo de carne y poniéndolo dentro de un trozo de lechuga. El agua de las hojas frescas recién enjuagadas se sentía fría en la punta de sus dedos. Baekhyun estaba empezando a conseguir el brillo de sudor que siempre venia acompañado con sentarse frente a las parrillas—. A Chanyeol le encantaría llevarnos de paseo en sus caballos. Siempre está intentando convencerme de que monte más.

—No sé —dijo Kyungsoo—. Creo que nunca he montado un caballo.

—Bueno —dijo Soojung—. Estoy segura de que Chanyeol-oppa no te subirá a un caballo muy excitable. Él no es cruel como Baekhyun-oppa.

Jongdae se atragantó, escupiendo el trozo de kimchi con el que acababa de atragantarse. Soojung le dio unos golpes en la espalda hasta que estuvo riéndose en vez de ahogándose, y Kyungsoo los observaba más bien alarmado, hasta que Jongdae les sonrío con ojos llorosos.

—Dios, ese que es un buen recuerdo.

—No soy cruel —dijo Baekhyun, por encima de su propio bocado de comida—. Ese tío estaba alardeando sobre lo bueno que era con los caballos. Sólo estaba intentando salvar a los jinetes menos experimentados de una cabalgata demasiado dura.

—Querías darle una lección —replicó Jongdae, bebiendo un gran sorbo de agua, y formó otro rollito de lechuga con por lo menos tres trozos de carne en él—. Todos lo hicimos. Notarías que ninguno de nosotros te detuvo —empujó el rollo completo en su boca.

 

Kyungsoo escogió con calma un trozo de cerdo y lo coloco sobre una hoja de perilla.

 

—No sé como de alentadora es esa anécdota.

 

—Vive de forma peligrosa —dijo Baekhyun, inclinándose hasta que su brazo rozo el de Kyungsoo, tal como lo había hecho antes. Esperaba que Kyungsoo se alejara de nuevo, pero Kyungsoo lo devolvió a su lugar con un empujón, mirándolo de reojo. Aunque sus labios se arrugaron. 

 

—Lo de vivir peligrosamente te lo dejo a ti —dijo—. Pero creo... que me gustaría ver los caballos, por lo menos. 

 

—Genial —dijo Baekhyun. Kyungsoo sonrío otra vez, y Baekhyun le dirigió una sonrisa en respuesta, arrugando la nariz.

 

— También es una buena forma de ver un poco la isla—comentó Jongdae—. Los senderos son bastante largos.

 

—Me parece que todos en Jejudo son expertos guías turísticos —dijo Kyungsoo, mientras Soojung añadía con delicadeza un trozo kimchi a su enrollado de lechuga mientras sonreía. 

 

—Es el orgullo —dijo,  sosteniendo el rollo frente a sus labios—. Jeju nos parece hermoso. 

 

—Lo es —coincidió Kyungsoo—. No puedo esperar para ver más de él.

 

Jongdae cogió su vaso.

 

—Por Kyungsoo disfrutando de Jeju —dijo, y todos chocaron los vasos, bebiéndolos con rapidez. Después, Baekhyun se relamió los labios y saboreó el amargo sabor del licor de arroz, sin dejar de mirar a Kyungsoo, cuyos ojos brillaban bajo la luz de las lámparas que colgaban sobre él.

 

Más tarde, cuando las dos botellas de soju estuvieron vacías y una tercera ronda de carne acabo de asarse en la parrilla, la madre de Jongdae apareció con dos tazones de sopa en cuencos de piedra negra, uno hecho de pasta de judías y el otro de esponjosos huevos. Trajo el soju apretado bajo el brazo igual que Jongdae. Probablemente había aprendido ese truco de ella.

 

Baekhyun recorrió el restaurante con la mirada. Estaba más lleno ahora, gente de todo el pueblo había venido para comer en esa fría noche de domingo.

 

La madre de Jongdae sonrío, poniendo en la mesa la sopa y luego la botella de soju.

 

— ¿Estáis tratando bien al huésped de Baekhyunnie? —preguntó, mirando a Baekhyun a los ojos y luego explícitamente los de Jongdae. Soojung fanfarroneaba ante la idea de que implícitamente ella lo hacía mientras la nariz de Baekhyun estaba empezando a entumecerse por el alcohol.

 

—Por supuesto que sí, mamá~ —dijo Baekhyun batiendo las pestañas, y ella río, de la misma forma que Jongdae, con la misma sonrisa dulce y felina. 

 

—Te conozco desde hace demasiado tiempo como para que ese truco funcione conmigo, Byun Baekhyun —dijo, manos en las caderas. Su cola de caballo le caía sobre los hombros—, así que ni siquiera lo intentes.

 

 Su mirada aterrizó por fin en Kyungsoo, y sus ojos se agrandaron.

 

—Tú debes ser el huésped que se está quedando con Baekhyunnie —dijo, y Kyungsoo asintió.

 

—Sí, Kim-ssi —dijo—. Estoy de visita desde Seúl.

 

—Bueno, cuando te aburras de la comida de Baekhyun, haz que te traiga aquí y te alimentaré —dijo, y Baekhyun pretendió hacer un puchero mientras Jongdae se reía a carcajadas. La boca de Kyungsoo hizo una mueca—. Tenemos algo más que sólo samgyeopsal.

 

 —Creo que lo estamos solucionando —dijo, haciendo una reverencia cortés, pero tambaleándose un poco. Era el primer signo que Baekhyun capto de que Kyungsoo estaba comenzando a sentir los efectos del alcohol. Estaba celoso, ya que después de un solo trago Baekhyun se ponía de un rojo furioso y su lengua se movía más lenta de lo que su cerebro creía que debería, tropezándose con las consonantes que articulaba con facilidad de otro modo. Pero la pronunciación de Kyungsoo y sus gestos habían permanecido firmes—, pero lo tendré en mente.

 

—Eso espero —dijo la madre de Jongdae, inclinando la cabeza. De pronto entrecerró los ojos, dirigiéndole a Kyungsoo una mirada escrutadora— ¿Alguna vez has...? —se detuvo, sacudiéndose el pelo de la cara—. Nada, no importa, era una tontería.

 

Baekhyun se lamió los labios ante la extraña atmósfera que se había instalado en la mesa, y dio un golpe con las manos sobre la madera.

 

— ¡Jongdae, sírveme otro trago!

 

—Chicos —dijo Soojung, soltando una risita a su pesar, y la madre de Jongdae le dirigió a Kyungsoo otra de sus miradas extrañas antes de sacudir la cabeza hacia ellos.

 

—Intenta no emborracharte tanto como para no poder llegar a casa —le dijo a Baekhyun, y Baekhyun le sonrío.

 

—No hay problema —contestó, rebosante de alegría—. Eres la mejor, mamá.

 

—Es mi madre, no la tuya —dijo Jongdae—. Deja de intentar robármela.

 

—A ella le gusto más —dijo Baekhyun—. Porque soy mucho más guapo que tú.

 

—Tonterías —dijo Jongdae, metiendo la cuchara en la sopa de huevo. 

 

Discutieron, sin malicia y con bromas recicladas, y Soojung les sirvió otro vaso, a pesar de que probablemente ya habían bebido suficiente. Kyungsoo limpió cuidadosamente el borde de su vaso con el pulgar, atrapando una gota de alcohol que había escapado y se la llevo a la boca para sorberla. El estómago de Baekhyun dio un vuelco, y se pregunto si no habría comido demasiado.

 

—Oye, Kyungsoo —dijo Jongdae, cuando él y Baekhyun terminaron su riña, sin un claro vencedor—. Se me ha olvidado preguntarte de qué equipo de beisbol eres. 

 

— ¿Beisbol? —Kyungsoo pestañeó adormecido, y Baekhyun estaba tan borracho que casi soltó un murmullo de admiración ante la forma en que Kyungsoo hizo un puchero. Pero este no era Chanyeol, que soltaba risitas ante los codazos de Baekhyun y luego intentaba hacerle cosquillas. Este era el introvertido Kyungsoo, con ojos vidriosos y mejillas rosadas, y Baekhyun se había librado ya varias veces, pero no se libraría con algo como eso.

 

—Sí —dijo Jongdae—, ya sabes, el deporte más importante que ha existido jamás en el universo. Apuesto que los extraterrestres ven el beisbol de la Tierra en sus planetas y desearían tener algo así de importante.

 

—Allá vamos —dijo Soojung, sujetándose la mejilla con la mano en una postura que recordaba a la que había tenido cuando habían llegado, sólo que esta era más desenfadada. 

 

—Yo no... —Kyungsoo se paso la mano por el pelo— ¿sigo el beisbol?

 

—Ahora sí que has metido la pata —dijo Soojung—. Tendrías haber dicho simplemente que te gustaban los Doosan Bears.

 

— Kyungsoo —dijo Jongdae solemnemente, y luego lo arruinó con un hipo—, déjame contarte sobre el mejor equipo en la liga, los KIA Tigers.

 

—Qué asco, no le mientas —dijo Baekhyun, pegándole una patada a Jongdae por debajo de la mesa—. Eres mi huésped, así que te tienen que gustar los Nexan. 

 

—No me tiene que gustar nada —dijo Kyungsoo—. No tengo tiempo para beisbol. 

 

—Tienes tiempo ahora —dijo Baekhyun, como lo había hecho la noche anterior, y las cejas de Kyungsoo se juntaron. Baekhyun quería devolverlas a su posición original alisándolas con el pulgar.

 

—Eventualmente tengo que volver —dijo Kyungsoo—. A Seúl —se movió un poco—. No puedo quedarme aquí y tener tiempo para todas esas cosas eternamente.

 

—Pero eventualmente no es mañana —dijo Baekhyun—, ni pasado mañana. 

 

— ¿Tiempo más que suficiente para aprender sobre beisbol? —preguntó Kyungsoo— ¿Es eso lo que estás diciendo?

 

—Pero no aprendas sobre los KIA Tigers —respondió Baekhyun, necesitaba moverse. Su estómago estaba muy lleno—. Son una mierda de equipo. 

 

—Tomaré nota —dijo Kyungsoo, mirando a Baekhyun a través del pelo, y Baekhyun suspiró mientras Jongdae disertaba sobre la técnica superior de lanzamiento de Im Junseob, y sobre como DJ Houlton era un talento en ascenso, o cualquiera de las mentiras que Jongdae se decía a sí mismo para poder dormir tranquilo por las noches sabiendo que le gustaba un equipo tan horrible.

 

—Deberíamos volver —dijo Baekhyun. No podían ser pasadas las nueve, pero el restaurante estaba ya casi vacío. Era domingo por la noche, y Baekhyun sabía que Soojung tenía que coger el autobús mañana temprano para volver a su apartamento en la ciudad y a clases—. No quiero sobreexponer a Kyungsoo a tantas influencias negativas. 

 

—Entonces quizá debería quedarse aquí —dijo Jongdae, y Baekhyun se puso de pie, estirando las manos entrelazadas sobre la cabeza. Kyungsoo se levantó también e hizo una inclinación rápida hacia Jongdae.

 

—Ha sido un placer conocerte —dijo, e hizo lo mismo con Soojung. Ella le sonrió mientras recogía los vasos. 

 

—Me voy a quedar a ayudar a Jongdae a limpiar —dijo. 

 

—Querrás decir quedarte sentada y darme órdenes —respondió, y Soojung se río. 

 

—Yo creo que eso ayuda —bromeó, y Jongdae se encogió de hombros. 

 

Baekhyun recogió los dos abrigos que están en su lado de la mesa y se puso el más grande, antes de sujetar el de Kyungsoo y ponérselo sobre los hombros. Kyungsoo estaba adormilado, y sus pasos eran inestables mientras metía los brazos por las mangas, así que Baekhyun no lo soltó hasta que lo tuvo puesto. Entonces dejó descansar las dos manos en los hombros de Kyungsoo. Podría apostar a que su barbilla quedaría justo sobre la cabeza de Kyungsoo si se pusiera de puntillas.

 

Kyungsoo no lo apartó, sólo se cerró el abrigo, y Jongdae se tiro del lóbulo de la oreja mientras los miraba.

 

—Ten cuidado, Kyungsoo —dijo Jongdae—. Si lo dejas salirse con la suya ahora, comenzará a pegarse a ti como un abulón a las rocas.

 

Baekhyun lanzó un gemido de protesta, pero estaba demasiado satisfecho y pesado con la comida como para dar una buena pelea.

 

—Lo he notado —dijo Kyungsoo—. Ya lo he amenazado con romperle los dedos. No parece haberlo disuadido.

 

—Baekhyunnie-oppa parece pensar que la gente va a desaparecer si no los está sujetando —dijo Soojung, y Baekhyun se encogió un poco. Kyungsoo lo notó, y se apoyó levemente en él—. Siempre ha sido así. 

 

Baekhyun cerró los ojos y se paso la lengua por los  labios. Su boca estaba algo dormida y notaba un ligero latido detrás del ojo izquierdo.

 

—Más te vale no quedarte dormido, Baekhyun —la voz de Kyungsoo era grave y aterciopelada y, sin nada que mirar, Baekhyun podía concentrarse en escuchar su cadencia.

 

—No lo haré —dijo Baekhyun—. No hasta que lleguemos a la pensión —abrió los ojos de nuevo y le sonrío a Kyungsoo—. Buen viaje, Soojung. 

 

—Hasta luego, oppa —se despidió con la mano y miró a Kyungsoo de nuevo—. Cuida bien a tu huésped. 

 

—Nada de ponis salvajes —prometió Baekhyun, mientras Jongdae empezaba a apilar los platos en un montoncito al final de la mesa.

 

— Me gustan tus amigos —dijo Kyungsoo. 

 

—A mí también —respondió Baekhyun—. Los conozco desde hace mucho tiempo. 

 

—Supongo que eso es lo que pasa cuando has vivido siempre en un lugar.

 

—Me mudé aquí —dijo Baekhyun— cuando tenía nueve, para vivir con mi abuela —enganchó los dedos en el bolsillo del abrigo—. Pero sí, la mayor parte de mi vida. 

 

—¿Oh? —Kyungsoo se encogió de hombros—. Yo no tengo ningun sitio así. Nos mudábamos mucho por el trabajo de mi padre, así que casi siempre fui a colegios internacionales. 

 

—¿Colegios internacionales? —Baekhyun se río—. ¿Dónde viviste, entonces? 

 

—En varias partes de Europa —dijo Kyungsoo—. Terminé primaria en Suiza, y después vivimos en Alemania. Estuve en Escocia también, por un tiempo. Ahí estuve en un internado, y mi hermano y yo nos quedamos sólo una parte del año —hizo una pausa—. También en Canadá, y Japón. Estuve en Japón más tiempo que en los demás. Más de dos años escolares completos. 

 

—Esos son un montón de idiomas que aprender. ¿Hablas japonés? ¿O alemán? Y eh, ¿qué idioma hablan en Suiza?

 

—Todas mis clases eran en Inglés —dijo Kyungsoo—. Yo no... Aprendía rápido, cuando lo necesitaba.

 

—Apenas puedo hablar coreano —bromeó Baekhyun—. Estoy impresionado —había sobrevivido a dos capítulos de Aprende Chino! pero era como el colegio, y todo lo que intentaba memorizar se esfumaba casi al minuto de aprenderlo. Pero había memorizado un puñado de japonés gracias al anime, aunque no estaba muy seguro de cómo de útil era eso—. Suena emocionante. Has estado en todas las partes del mundo — ¿Alemania? ¿Escocia? Lo más lejos que Baekhyun había estado, a parte de su tiempo en la marina, había sido en el océano, en el barco de pesca del padre de Minseok, con la cara salpicada de lágrimas mientras varios números salían de la radio, de las redes de llamadas de los otros botes—. Debe haber sido increíble.

—En algunas cosas —Kyungsoo suspiró, y el viento sopló, tal vez en simpatía—. Pero también significa que tengo un solo amigo de la infancia —dijo—. Y nada como... —señaló alrededor suyo, al pueblo—. Solía ver a mi familia una vez al año, como mucho. Así que esto... esto es agradable. 

 

—Lo es —dijo Baekhyun, respirando hondo. Sal y océano y viento. Se tropezó, el mundo inclinándose hacia un lado momentáneamente, y Kyungsoo le cogió del brazo, con fuerza—. Perdón, mi tolerancia al alcohol es notablemente baja. 

 

—Estarías en problemas en mi compañía —dijo Kyungsoo—. La mitad de los acuerdos se llevan a cabo botella tras botella de vino.

 

Baekhyun arrugó la nariz.

 

—Nunca me ha gustado el vino.

 

—A mí tampoco —admitió Kyungsoo, y entonces se río—. Pero he aprendido a tolerar los caros —soltó el brazo de Baekhyun, y Baekhyun camino lentamente en piloto automático, hacia la pensión, con Kyungsoo detrás de él. 

 

— ¿Por qué lo bebes, si no te gusta? 

 

—Por un montón de motivos —dijo Kyungsoo—. Ninguno de ellos interesante. 

 

—Yo creo —dijo Baekhyun, rozando la punta de los dedos a lo largo del muro de piedra que había a su derecha, las uñas rozando la piedra mientras caminaba casi en  línea recta— que necesitamos reevaluar tu definición de interesante.

 

—Puede —dijo Kyungsoo, y Baekhyun lo miró, tratando de distinguir sus rasgos en la oscuridad. 

 

—Vamos a trabajar en ello mientras estás aquí —dijo—, junto con mostrarte las mejores partes de la isla —Baekhyun se frotó los ojos, pero no consiguió ver a Kyungsoo más claro. Por supuesto que no. 

—No tienes porqué —dice Kyungsoo. Baekhyun prefería su voz autoritaria frente a esa insegura—. Sólo te estoy pagando por una habitacion, no por todo tu tiempo.

— ¿No te lo he dicho ya? Quiero hacerlo.

Puede que Baekhyun nunca fuera a Europa, pero Kyungsoo era como un fragmento de emoción que había llegado hasta aquí, hasta Baekhyun, y Baekhyun quería saber mucho más sobre él.

—Mientras sepas que no estás obligado —dice Kyungsoo. Es el primero en dar un paso hacia la puerta de la pensión, y la empujó para abrirla.

Baekhyun lo siguió detrás, saliendo de los zapatos y luego girándolos hacia la puerta para que las puntas quedaran mirando cuidadosamente hacia afuera. Entonces chocó con Kyungsoo mientras intentaba llegar al interruptor de la luz del pasillo. Murmuró su habitual plegaria mientras titilaba: una, dos, tres veces, y entonces se enciendió.

—Tengo que comprar una bombilla nueva.

Kyungsoo se quitó el gorro, y colgó el abrigo en el respaldo de la silla. Entonces llenó el mismo vaso de agua de antes, y Baekhyun lo observó con ojos nublados desde la puerta.

—Deberías beber agua tú también.

—No me dan resacas —dijo Baekhyun. Recorriendo sus dientes con la lengua.

—Que suerte—respondió Kyungsoo. Caminó pasando junto a Baekhyun por el pasillo y llevándose el vaso consigo. Baekhyun siguió la progresión de Kyungsoo hasta la habitación con sus ojos borrosos.

—¿Montamos mañana? —preguntó Baekhyun. ¿Cuando se le había puesto la voz tan ronca?

—Sólo si prometes no subirme a un poni mezquino.

—Vas a escribir poesía acerca de lo hermoso que son los senderos a caballo.

—No soy un gran fanático de la poesía —dijo Kyungsoo, dudando en la puerta. El rosado de sus mejillas y el brillo en los ojos eran prueba de que aún estaba notando el alcohol—. No es lo mío.

—Te darán ganas hasta de escribir sijo8—dijo Baekhyun—. Es así de inspirador. Buenas noches, Kyungsoo.

—Buenas noches, Baekhyun —Kyungsoo hizo una pausa, apoyándose pesadamente contra su puerta—. Lo pasé bien hoy.

—Me alegro —dijo Baekhyun

—Hace mucho tiempo que no lo pasaba bien —añadió, tan despacio que Baekhyun apenas lo captó, y luego cerró la puerta, dejando a Baekhyun solo en el pasillo para seguirlo con la mirada, preguntándose, otra vez, por qué Do Kyungsoo había venido aquí, al pueblo en medio de la nada de Jeolbyeog-ri.

 

Cuando Baekhyun despertó, fue con la música de un aguacero. La lluvia cayendo copiosamente sobre el techo y las ventanas.

Estiró las mantas y balanceó los pies mientras la mandíbula le hizo un chasquido, y después se sentó, pasándose los dedos rápidamente por el pelo y poniéndose una camiseta que tenía de recuerdo de secundaria, de una vez que Jongdae y él habían conducido hasta Jeju-si para ver una presentación de After School en un concierto de la ola hallyu en el estadio.

Arrastró los pies hasta el baño y se lavó rápidamente los dientes, suspirando al notar una nueva espinilla en la barbilla, para después poner los ojos en blanco ante su estupidez porque en realidad no tenía a nadie a quien impresionar.

No se molestó con el pelo, y recorrió el pasillo hacia la habitación principal de la casa.

Kyungsoo estaba sentado en un cojín frente a la ventana en el centro de la habitación, con un tazón de café en las manos mientras miraba hacia el mar. El viento y la lluvia le daban un toque como de película.

—Entonces, ¿listo para cabalgar? —preguntó Baekhyun, y Kyungsoo pegó un brinco, girando la cabeza con rapidez, sus ojos abiertos como los de un ciervo frente a los faros de un coche—. Sólo bromeo, no necesitas sobresaltarte tanto.

—No te he oído entrar —dijo Kyungsoo.

—Debe ser la primera vez que me dicen eso. Una ocasión como esta debería ser registrada en mi diario.

— ¿Tienes un diario? —Kyungsoo sorbió café, y sonrió.

—No —dijo Baekhyun—. Tengo más que suficiente con el libro de registros.

— ¿Entonces para qué lo conservas? ¿Tradición?

- Mi abuela era muy terca con eso —dijo Baekhyun—. Siempre quiso mantener registros escritos de todo. No confiaba en los ordenadores —se encogió de hombros—. Sé que quería que yo siguiera usándolo, así que eso hago. Pero los registros del ordenador hacen que sea más fácil aceptar tarjetas de crédito y pagar los impuestos.

Baekhyun se había hecho cargo de los impuestos en cuanto se graduó. Había sido justo antes de que Yixing volviera a China. Los dos habían escarbado entre todos los papeles de los registros, organizados en cajas de cartón con moho en las esquinas, y los habían pasado todo al software que el hermano mayor de Baekhyun le había recomendado y que hacía que el portátil de Baekhyun fuera lento como una tortuga. Fue agotador, pero Yixing lo convirtió en algo entretenido, repitiendo palabras que no había oído nunca de las viejas declaraciones de ingresos y Baekhyun terminaba por ir a buscar un diccionario porque él tampoco conocía ni la mitad.

— ¿Entonces es algo sentimental? —Kyungsoo asintió—. ¿Las cosas escritas a mano crean mejores recuerdos?

—Sí —dijo Baekhyun, cogiendo otro cojín y poniéndolo junto a Kyungsoo. Cuando se sentó, sus rodillas se rozaban—. Me gusta hacer las cosas como ella prefería que se hicieran. Puedes recordar a las personas en esas pequeñas cosas.

— ¿Eras muy cercano a ella?

—Ella me crió, casi —dijo Baekhyun—. A mi hermano y a mí —rió—. Y a Yixing.

— ¿Tienes un hermano? —Kyungsoo dejó su tazón en el espacio entre ambos, vacío.

—Mayor —dijo Baekhyun—. Se graduó y nunca más miró atrás. Lo veo dos veces al año: Seollal y Chuseok. Vive en Busan, cerca de donde Jongdae y yo hicimos el servicio. Fue a la universidad allí —Baekhyun arrancó las desteñidas y peladas letras de sus pantalones deportivos—. Él es el bueno para los estudios de la familia —tal vez para todo lo demás también. Después de todo, él había dejado allí  a Baekhyun y se fue y se consiguió una vida.

— ¿Quién eres tú entonces? —preguntó Kyungsoo— ¿El insoportable?

—Soy el guapo —dijo Baekhyun, agitando las pestañas— ¿No es obvio? —Kyungsoo suspiró, como si hubiera estado anticipando la respuesta de Baekhyun pero deseando no entenderla, y parecía tan exasperado que Baekhyun se rió—. Ok, ok, soy... No sé. Sólo soy el otro —Baekhyun dobló los brazos alrededor de las piernas, acercándolas al pecho—. Soy el gracioso.

Kyungsoo comenzó a tirarse del pantalón y miró sus calcetines.

— ¿Y quién es Yixing?

—Yixing es... —Baekhyun se preguntaba cómo explicarlo—. Vivió con nosotros un tiempo. Un par de años, supongo.

Fue después de que Baekbeom se fuera. Un día, la abuela de Baekhyun había entrado en la habitación de Baekhyun cuando él no hacía estratégicamente nada más que su tarea, y le dijo que alguien se quedaría con ellos por un tiempo. "Cuídalo bien, Baekhyunnie" le había dicho.

—Es un gran amigo. Debería escribirle un e-mail, pero se me olvida.

—Yixing —dijo Kyungsoo—. ¿Es un nombre chino?

—Sip —contestó Baekhyun—. El coreano de Yixing es lo más adorable que hay. Es como si cada letra estuviera emocionada por salir de su boca —apoyó la frente en las rodillas—. También toca la guitarra y se acuerda de las canciones más raras.

Ahora la lluvia caía incluso más fuerte: Baekhyun lo sabía sin necesidad de mirar porque podía escucharlo en el techo.

— ¿Cuando se construyó esta pensión? —Baekhyun levantó la cabeza. Kyungsoo ya no estaba mirando por la ventana. No, ahora estaba mirando a Baekhyun y Baekhyun tragó saliva, deseando repentinamente haberse peinado.

— ¿Te acuerdas de la casa por la que pasamos ayer? —preguntó Baekhyun—. ¿La vieja casa del alfarero?

—La abandonada —dijo Kyungsoo—. Sí, sí me acuerdo.

—Esa casa es más nueva que esta vieja pensión —los labios de Kyungsoo se separaron por la sorpresa, y miró a su alrededor como si ahora viera el lugar bajo una nueva luz—. Por supuesto, aquí se han hecho más renovaciones.

—Unas pocas —consintió Kyungsoo.

—Esta casa ha estado en la familia de mi madre durante generaciones. Ahora sólo quedamos hyung y yo. Y también unos cuantos tíos.

—Pero te dejaron la pensión a ti.

—Sí —dijo Baekhyun, soplando el pelo que le caía sobre la cara en un gesto inútil, dándose finalmente por vencido y usando los dedos. Se estaba poniendo demasiado largo y enmarañado. La próxima vez que se encontrara con Taeyeon, le pediría que se lo cortara. junto con Soojung era la que tenía las manos más firmes, —. Podríamos muy bien dejársela al chico sin planes, ¿no?

Kyungsoo no respondió, sólo estiró sus cortas piernas hasta que las puntas de sus pies casi tocaban los muslos de Baekhyun. Estuvieron en silencio por un rato, hasta que Kyungsoo habló.

— ¿Hará mucho más frío?

—Sólo un poco —dijo Baekhyun—. Puede que caiga algo de nieve, si este resulta ser un año helado. Normalmente nieva en la parte norte de la isla, pero en ninguna parte se está a salvo.

—Estaba preguntándome si debería conducir hasta la ciudad y comprarme un abrigo para diciembre —dijo Kyungsoo. Baekhyun puso los brazos detrás de él y apoyó su peso en ellos—. O enero. No me gusta pasar frío.

Enero. Eso era mucho tiempo. Baekhyun temía acostumbrarse a vivir con alguien otra vez, y eso sería...

—Deberías estar bien —dijo Baekhyun—. Puedes seguir usando el mío, si quieres. No me molesta usar el de hyung. Son iguales, sólo que el suyo es más grande. Mi abuela siempre le compraba una talla más, incluso cuando teníamos la misma.

— ¿Entonces está bien? — los pies de Kyungsoo retrocedieron  mientras cambiaba a una posición de piernas cruzadas. Miró hacia la ventana, pero Baekhyun no estaba seguro de que estuviera mirando algo  en realidad—. ¿Si me quedo tanto tiempo?

—Es una pensión —contestó Baekhyun—. Puedes quedarte tanto como quieras —hizo rotar su cuello. Todavía tenía calambres en la espalda por el sueño— ¿Quieres desayunar?

—Puedo enseñarte el truco —dijo Kyungsoo—, para lograr los huevos perfectos, sin los bordes.

Baekhyun estudió la forma en que las minúsculas manos de Kyungsoo dibujaban patrones sobre la pierna, el único signo de nerviosismo asomándose a través de su total compostura, y sonrió.

—Si puedes enseñarme a hacerlos antes de la próxima vez que Chanyeol venga a desayunar —dijo Baekhyun—, puedes quedarte para siempre.

Kyungsoo se giró hacia él y le sonrió con suavidad y un poco de melancolía.

—Tengo que volver a trabajar, en algún momento —dijo, y Baekhyun apretó sus labios y miró la lluvia.

—Hay mucha humedad afuera —dijo Chanyeol. Su gorra de beisbol estaba inclinada hacia un lado, y cuando se sentó en el borde del escalón de la entrada, con la cara mirando hacia el terreno detrás de la pensión, Baekhyun la enderezó y se la tiró hacia abajo, tapándole los ojos. Mantuvo los pies en calcetines sobre el escalón— Imbécil.

—Por supuesto que hay humedad —dijo Baekhyun, limpiándose las manos en los vaqueros y poniéndose de cuclillas para ir a pelearse con el grifo. Puso un cubo bajo él y por fin consiguió girarlo a la izquierda. El agua salió con demasiada fuerza, salpicando los zapatos blancos y negros de plástico que dejaba en la puerta trasera y mojando sus calcetines—. Ha estado lloviendo dos días.

— ¿Y qué has hecho? —preguntó Chanyeol—. Sé que la televisión no se ve nítida cuando tenemos combo de viento y lluvia. Ayer, cuando volvía del trabajo, creí que el viento iba a volcarme la camioneta.

—La diosa del viento debe estar enfadada —dijo Baekhyun, mientras el agua comenzaba a llenar el cubo—. El viento ha estado soplando más fuerte de lo normal.

—Suenas como mi madre —dijo Chanyeol—. ¿No podemos sólo atribuírselo al calentamiento global como todos los demás?

— ¿Cómo podría el calentamiento global explicar el frío? —respondió Baekhyun.

—Bueno —dijo Chanyeol, preparándose para una de sus largas y enredadas explicaciones científicas que indudablemente harían que Baekhyun se sintiera de vuelta en el colegio—, básicamente, tiene que ver con el vórtice polar y la fuerza de…

—No importa —Baekhyun interrumpió—. En realidad no me importa. Lo único que me importa es que ha estado lloviendo sin parar.

— ¿Paró ahora?

Baekhyun suspiró y giró el grifo otra vez, cortando el agua. Entonces golpeó a Chanyeol en la rodilla.

—Muévete, patán.

—Sólo porque yo sea alto y guapo —dijo Chanyeol, poniéndose de pie y frotándose el trasero húmedo de los vaqueros—, no significa que tengas que insultarme.

—Estás estorbándome —Baekhyun se quitó las zapatillas y pasó junto a Chanyeol, llevando el pesado cubo con las dos manos.

—Estás excesivamente trabajador esta mañana —dijo Chanyeol—. ¿No has tenido dos días para decidir que, inexplicablemente, no eres un desastre?

Baekhyun había acabado pasando la mayoría de aquel primer día de lluvia desperdiciando cada huevo que había en la casa, Kyungsoo mirándolo inquisitivamente con los brazos cruzados cada vez que quemaba los bordes. Al final, tuvieron un mini festín de huevos, a pesar de que Baekhyun se comía tres por cada uno que comía Kyungsoo, porque Baekhyun los enrollaba con los dedos y se los comía mientras que Kyungsoo cortaba los suyos en pequeños bocaditos geométricos, cortándolos alrededor de la yema para comérsela al final, de una, en un desastroso bocado. Baekhyun se había reído de Kyungsoo hasta que este se había lamido la yema de la comisura de los labios. Kyungsoo había sonreído un montón, e incluso si a Baekhyun había terminado por dolerle el estómago, había valido la pena.

El segundo día, Baekhyun acabó yendo al pueblo en medio del aguacero, con el paraguas alejándole la lluvia de la cabeza que el viento devolvía mientras caminaba, empapando la parte delantera de sus vaqueros. Se había encontrado con Kim Taeyeon mientras cogía unos dieciocho huevos y pescado suficiente para la cena. Taeyeon había estado encantadora, como siempre, con el pelo ondulado por la lluvia y cogido hacia atrás con una coleta alta un poco suelta detrás de su cuello. Miró a Baekhyun y le preguntó si se había hecho más alto últimamente, y Baekhyun le sonrió y le dijo que sí, que era cierto, y que más le valía estar atenta porque pronto iba a ser tan alto como Chanyeol.

"La verdad es" dijo ella, mientras le pasaba cuatro billetes de 1000 Won al viejo Lee, quien los escondió en su viejo delantal verde " que todos nos estamos poniendo demasiado viejos para crecer físicamente en cualquier dirección que no sea hacia los lados".

"Eso no es verdad" Baekhyun había respondido."Me parece que tu pelo está mucho más largo que hace unas semanas". Ambos rieron, pero durante todo el camino a casa, Baekhyun dejó que la bolsa mojada le golpeara la rodilla y, eventualmente, terminó abandonando el paraguas también, cerrándolo para dejar que la lluvia le cubriera la cara  y pensó en todos los años en los que había andado por el mismo camino desde la pensión, y en todas las veces que andaría por él en años futuros.

—Necesito fregar el vestíbulo y parte del pasillo —dijo Baekhyun—. Barro —puso el cubo en el suelo, justo detrás de la puerta de entrada, y entonces fue hasta la cocina, donde antes había dejado el mocho, después del desayuno. Sus huevos habían salido perfectos por  tercer día consecutivo—. Además...

Chanyeol colocó el brazo sobre los hombros, rodeando el cuello de Baekhyun y lo atrajo hacia sí, rozándole el pelo con la barbilla.

— ¿Además qué?

—Kyungsoo no dice nada —dijo Baekhyun—, pero es un poco... —buscó la palabra adecuada—. Limpio —decidió, a pesar de que no lograra captar del todo la forma en la que Kyungsoo había empezado distraídamente a ordenar por orden alfabético las revistas que Baekhyun escogió dejar en la mesa de la habitación principal, o la forma en que había puesto los cactus en una pulcra línea contra la pared de la cocina en algún momento en que Baekhyun no estaba.

—Entiendo —dijo Chanyeol, liberando a Baekhyun cuando este comenzó a retorcerse—. Es tan extraño que tengas cosas que hacer aquí en invierno.

—Sí —dijo Baekhyun—. Es...

Los últimos inviernos, Baekhyun había pasado la mayoría del tiempo lejos de la pensión. Era demasiado grande para una sola persona. Así que ocupó gran parte de su tiempo recogiendo mandarinas o ayudando a Chanyeol con los ponis. A veces pasaba horas en la costa, mirando a las buceadoras entrar en el mar cuando este parecía demasiado hostil como para bucear. A menudo, terminaba haciendo largos viajes en bus a los acantilados, mirando las olas desde algún mirador, hasta que el sol comenzaba a hundirse tras el horizonte.

—Me gusta así.

Chanyeol lo miró, empezó a hablar, pero cambió de idea, y desordenó el pelo de Baekhyun. Baekhyun resopló, recogiendo el mocho y metiéndolo en el cubo. Debería invertir en una de esas maquinas limpia suelos, con paños intercambiables en la parte de abajo, pero dejaban un olor químico en el aire que no le gustaba mucho. El olor de la vieja madera y la manzanilla valía el esfuerzo extra de fregar de esa forma.

—Hablando de tu huésped —dijo Chanyeol—, ¿dónde está?

—Salió de paseo hace un rato —respondió Baekhyun—. No parece ponerse ansioso cuando llueve, como yo, pero... —se rió—. ¡Tal vez necesitaba descansar de mí!

— ¿Es tan callado como pensamos?

—Sí y no —dijo Baekhyun. Comenzó el lento patrón familiar, atrás y adelante con el mocho. Chanyeol se metía por en medio como siempre, de pie con la espalda contra la pared y los brazos cruzados, mirando el trabajo de Baekhyun—. Es... ¿no me parece que esté acostumbrado a socializar con mucha gente? Al menos no... No sin motivos, como trabajo o algo así.

—Ah —dijo Chanyeol—. Entonces está acostumbrado a hacer tratos y dar órdenes.

—No sé —dijo Baekhyun. Todo lo que sabía es que involucraba un montón de vino.

—A Jongdae le cayó bien —añadió Chanyeol—. Cené con él ayer. Estuvo todo el rato burlándose de mí por estar calado hasta los huesos, pero entre insulto e insulto mencionó que habías llevado a Kyungsoo al halmang-dang.

— ¿De verdad que es tan importante? —Baekhyun dejó de fregar, y miró a Chanyeol, cuya usualmente amplia sonrisa había sido reemplazada por una desaliñada media sonrisa. Sus ojos eran penetrantes, y Baekhyun se inquietó bajo la mirada—. Sólo pensé que le gustaría verlo.

—No habías ido ahí desde que tu abuela murió.

Eso no era verdad. Baekhyun pasó horas ahí arriba, las semanas que siguieron al funeral, tratando de dejar toda su tristeza en las hojas blancas de papel que embutía entre el árbol y la roca. Casi había funcionado.

—No pensé en eso en realidad —dijo Baekhyun—. Sólo pensé... —suspiró, poniéndose de rodillas, y usando sus manos para juntar el barro—. Lucía como Yixing, cuando llegó. Nunca lo conociste, pero cuando apareció... —Baekhyun se sopló el pelo de la cara, y se limpió las manos en los vaqueros, dejando las marcas de un color marrón agrisado de las manos húmedas en los muslos—. Kyungsoo parecía perdido. Así que igual que a Yixing, lo llevé al halmang-dang. Eso es todo.

Chanyeol asintió, y volvió a ponerse su gorra de beisbol hacia el lado. Baekhyun se la había regalado, el año pasado, para su cumpleaños. Nexan Heroes. A Chanyeol no le gustaba el beisbol ni siquiera un poco, pero le seguía la corriente a Baekhyun más seguido que a Jongdae. Baekhyun creía que era simplemente porque a Chanyeol le gustaba la forma en que Jongdae se quejaba cuando estaba ofendido.

—Nunca he ido ahí arriba, ¿sabes?

—Bueno…

La puerta se abrió y Kyungsoo estaba de pie junto a ella, el pelo hecho un completo desastre. Sus ojos estaban ensombrecidos y la boca tensa. Tenía el teléfono en la mano, apretado bajo los nudillos blancos.

— ¿Conseguiste señal? —preguntó Baekhyun.

—Sí —dijo Kyungsoo—. Tuve que llamar a mi hermano. Lleva una semana intentando ponerse en contacto conmigo, aparentemente.

—Oh —dijo Baekhyun—. ¿Estaba preocupado por ti?

Las cejas de Kyungsoo se fruncieron.

—No —dijo—. En realidad no —suspiró, y entró en la pensión.

Sus zapatos estaban limpios, lo que significaba que había cogido el camino y no el sendero de atrás. Su nariz estaba roja. Sus movimientos eran rígidos, tal vez era porque tenía frío; pero Baekhyun creía que era porque Kyungsoo estaba enfadado. Hubiera deseado conocer a Kyungsoo lo suficiente como para estar seguro.

—Debería haber telefoneado y haberme ocupado de algunas cosas en el trabajo antes de venir aquí —había un pero colgando al final de la frase.

Baekhyun se preguntó de qué clase de trabajo podías salir corriendo por tres meses sin ningún aviso.

—Baekhyunnie debería hacer que le arreglen las líneas aquí —dijo Chanyeol—. Llevaría sólo un día.

—Pero entonces imbéciles como tú podrían llamarme —dijo Baekhyun—. No, gracias.

—Entonces huéspedes como Kyungsoo podrían hacer sus llamadas sin tener que salir de excursión —le refutó Chanyeol.

—Entonces —dijo Kyungsoo, su boca todavía tensa—, no tendría una excusa para no responder al teléfono.

La voz de Kyungsoo sonaba extraña, un poco ronca, así que Baekhyun se rió más fuerte para distraerlos. El sonido era estridente, incluso para Baekhyun, y Kyungsoo se lamió los labios.

—Ya ves, Chanyeol. Yo gano.

—Siempre ganas —dijo Chanyeol entrelazando los dedos tras el cuello con los codos estirándose hacia los lados—. Es tu pensión. Puedes hacerla todo lo poco acogedora que quieras —sonrió, mostrando como quinientos dientes, y le guiñó un ojo a Baekhyun.

—Sí, debe ser porque es poco acogedor que siempre te dejas caer por aquí —hablaba rápido, y creía que estaba funcionando, porque ahora la frente de Kyungsoo estaba lisa y con una expresión ilegible que Baekhyun estaba comenzando a pensar que era su expresión estándar.

—Las cosas que hago por nuestra amistad —dijo Chanyeol, llevándose dramáticamente la mano a la frente. Su voz grave se deslizó por la pensión, entibiándola.

Baekhyun le robó otra mirada a Kyungsoo, quien se había agachado para desatar metódicamente sus zapatos, soltando los lazos solo con el dedo índice, como cuando se rascaba el cuello. Su gigante móvil yacía junto a sus pies, parpadeando a causa de la batería baja.

—Quería llevar a Kyungsoo por los senderos para caballos —dijo Baekhyun—. ¿Cuándo te viene bien?

—Ninguno de mis tours está lleno los próximos días —dijo Chanyeol—. Así que si no llueve ni hoy ni mañana, diría que el día después. Mañana el suelo todavía va a estar muy blando. No sería muy agradable.

—Podríamos ir al bosquecillo de mandarinas mañana —dijo Baekhyun, pensativamente—. Las mandarinas están abrumando a la madre de Soojung, hay más de las que puede recoger este año.

—No creo haber cosechado nada en mi vida —dijo Kyungsoo, enderezándose. Su boca se suavizó nuevamente, y sus ojos ya no parecían como las nubes de la tormenta de ayer. Bajó el cierre de su abrigo o, más bien, del abrigo de Baekhyun, para revelar la suave sudadera de la SNU.

Los zapatos se veían pequeños junto a los de Baekhyun, igual que sus manos. ¿Cómo podía alguien tan pequeño tener una presencia tan grande?

—No es tan malo —dijo Chanyeol—. Es entretenido las primeras veces que lo haces —torció la gorra de nuevo—. Después te quedan heridas en los dedos, pero las mandarinas saben mejor cuando es uno mismo  el que las recoge.

—Mi madre también dice eso —dijo Kyungsoo—. Ella... —levantando una mano hasta el pelo, se lo apartó de la cara poniéndolo hacia atrás. Su manzana de Adán subía y bajaba mientras tragaba—. Le encantan las mandarinas.

— ¿De verdad? —Baekhyun canturreó, y se rascó el estómago—. ¿Las especiales de aquí o sólo las mandarinas en general?

Kyungsoo se encogió de hombros.

—No sé —su pelo volvió a caer sobre la frente y los ojos. Unos mechones se levantaron de la coronilla, como ramas caprichosas de árboles—. Disculparme, por favor.

Pasó entre ellos, recorrió el pasillo y cerró la puerta tras él.

Hubo un silencio incómodo, y Baekhyun tosió.

—Te avisaré por lo de pasado mañana.

—Suena bien —Chanyeol sacó su teléfono del bolsillo y apretó un botón en el centro para que le saliera la hora—. Casi es mediodía —dijo—. Prometí estar allí por un tour para un grupo que iría a la una, así que debería empezar a moverme.

—Sí —dijo Baekhyun—. ¿Crees que el tiempo va a durar? Quiero lavar la ropa, pero no si va a llover.

—No se supone que tengamos más lluvia esta semana —dijo Chanyeol—. Al menos, eso es lo que dice la aplicación del tiempo.

—Genial —dijo Baekhyun. Se frotó los brazos, el calor que le había dado al limpiar desapareciendo mientras se habían quedado parados. Una camiseta no abrigaba lo suficiente como para estar en el pasillo, sin un calentador, y con el invierno filtrándose bajo  la hendidura de la puerta—. Me pondré manos a la obra.

—No creo que sea tímido —dijo Chanyeol—. Kyungsoo, me refiero.

— ¿No? —Baekhyun recogió el cubo y lo llevó hasta la cocina. Chanyeol lo siguió—. ¿Cuál es tu tan valorada opinión, entonces?

—Creo que parece triste —dijo Chanyeol sin rodeos. Chanyeol siempre era franco, incluso cuando era educado—. No sé, olvídalo.

“Hace mucho tiempo que no lo pasaba bien.”

Dile a Baekhyun algo que no supiera.

—Quizás —dijo Baekhyun.

Levantó el cubo otra vez, vertiendo un poco de agua en las pequeñas plantas de árbol casto que estaba cuidando. Pronto sería tiempo de moverlas al jardín, para que así pudieran expandirse y crecer. Baekhyun sólo las dejaba allí en la cocina para que sobrevivieran el invierno. El resto del agua la tiró entre los cactus y las pequeñas flores silvestres que crecían en maceteros igual de pequeños, las mismas plantas que su abuela solía cuidar porque a la madre de Baekhyun le gustaban.

— ¿No dijiste que tenías que ir a algún lado?

—Sí —dijo Chanyeol—. Nos vemos cuando vayas al campo. Podrás conocer a los caballos nuevos.

—Lo estaré esperando —dijo Baekhyun, dejando el cubo vacío en el suelo mientras Chanyeol le gritaba adiós desde la puerta, poniéndose los enormes barcos que hacían las veces de zapatos, y dirigiéndose hacia su vieja camioneta roja. El motor rugió fuerte mientras se alejaba, bajando por la salida y metiéndose en la carretera 1132.

Baekhyun se lavó las manos en el fregadero, el olor a menta del jabón adhiriéndose a los dedos y muñecas mientras se dirigía a su habitación y comenzaba a recoger toda su ropa sucia. Lo meditó, y luego sacudió las marcas de manos de los vaqueros. Rápidamente, se puso su sudadera de la Universidad de Busan y recogió la montaña de ropa, caminando hasta la cocina y agachándose para abrir la lavadora. Dejó caer todo en el suelo recién fregado y empezó a separar la ropa, metiendo todo lo que no era blanco y dejando las prendas blancas en un montón frente a la lavadora.

Se puso en pie justo cuando los muslos empezaban a dolerle, y salió de la cocina caminando por el pasillo para tocar a la puerta de Kyungsoo con los nudillos.

—Entra —dijo, y Baekhyun empujó la puerta, asomándose. El cuarto de Kyungsoo, como era de esperarse, estaba completamente organizado: camisas y pantalones doblados en el armario abierto y su maleta cuidadosamente cerrada en una esquina. También había doblado toda la ropa de cama en cuadrados iguales, ordenados por grosor: rosa y verde y luego blanco—. ¿Sí?

Desparramados alrededor de Kyungsoo se veía algo que parecían planos, dibujos detallados que Baekhyun no entendía.

— ¿Quieres que lave alguna cosa? Estoy empezando por los colores, luego los blancos.

Kyungsoo pestañeó y se levantó, pisando cuidadosamente sobre papeles gigantes a medio doblar y caminando hacia Baekhyun. La habitación era pequeña, pero había una porción completa tapada por la puerta que Baekhyun no podía ver. Ahí era donde estaba la ropa sucia de Kyungsoo, aparentemente, y Baekhyun estiró los brazos para cogerla.

—Gracias —dijo Kyungsoo.

—Creía que sólo tenías una mochila —dijo Baekhyun, y Kyungsoo le lanzó una mirada sardónica.

—Conduje hasta aquí, Baekhyun —dijo—, en mi coche. Sólo tenía ropa decente para una noche en la mochila. Siempre hago eso cuando viajo, en caso de que me pidan facturar la maleta y se pierda.

—Vale —dijo Baekhyun—. ¿Entonces todo esto estaba en el maletero?

—El asiento trasero —dijo Kyungsoo—. Había planeado ir a la oficina con ellos.

—Ah —dijo Baekhyun—. ¿Qué... son?

—Trabajo para una firma de arquitectos —contestó Kyungsoo—. Diseñamos y construimos edificios de apartamentos familiares y funcionales en los suburbios de Seúl.

—Oh —dijo Baekhyun. Intentaba poner esa información con todas las otras cosas que había aprendido, y al final, se formaba un cuadro que tenía sentido—. ¿Eres el jefe?

—Algo así —dijo Kyungsoo, dirigiéndole a Baekhyun una pequeña sonrisa—. Soy un jefe. Estoy a cargo del proyecto en el que trabajo —se alejó de Baekhyun, y regresó al centro de los planos que, Baekhyun acababa de notar, estaban ordenados como bloques de Tetris—. Este es el proyecto actual de nuestro equipo. Tenemos un contrato para construir un nuevo edificio de lujo en Gyeonggi —frunció el ceño—. Pero estos son planos viejos. No son de los nuevos.

Baekhyun miró hacia los planos intimidantes de Kyungsoo, y luego a la ropa sucia cuidadosamente doblada en sus manos.

— ¿Te gusta jugar Tetris? —preguntó, y Kyungsoo lo miró de una forma extraña.

— ¿Qué?

—Ah, nada, nada —dijo Baekhyun, saliendo de la habitación—. ¿Cierro la puerta?

Kyungsoo se había sentado de nuevo, las piernas dobladas, y ahora tenía un lápiz en la mano, un portaminas que parecía carísimo, y notas adhesivas en la otra. Subió la mirada hasta Baekhyun y se lamió los labios, antes de enganchar su labio inferior con sus rectos y blancos dientes.

—No —dijo, mientras Baekhyun se movía inquieto, esperando una respuesta—. No es necesario.

—Ok—dijo Baekhyun, dejando la puerta entornada.

Puso los pantalones embarrados de Kyungsoo y un montón de calcetines en la lavadora. Cada par era negro, igual que toda su ropa interior. Baekhyun se rió, sin ninguna sorpresa.

Encendiendo la lavadora, Baekhyun dejó la pila de ropa blanca en el centro del suelo mientras iba a buscar la cesta de lavar. La encontró, junto con los cordeles para colgar la ropa cuidadosamente enrollados en una bolsa floral con pinzas de ropa amarillas y rosadas en el fondo. Eso no era obra de Baekhyun: podría apostar a que Chanyeol lo había hecho un día, cuando Baekhyun se había ido a buscar su cargador de la PSP o algo así. Chanyeol siempre andaba tonteando con esas cosas. Le gustaba usar las manos. El viejo Jung estaba enseñándole a tallar.

La lavadora hacía mucho ruido, pero afortunadamente no tanto como para molestar a Kyungsoo, quien había abierto la puerta de su cueva por primera vez mientras trabajaba.

Baekhyun dejó la cesta junto a la lavadora, al lado del montón de ropa blanca, y sacó el cordel, dejando las pinzas de la ropa por ahora. Poniéndose las sandalias de afuera, Baekhyun salió por la parte de atrás.

Se había puesto más caluroso y soleado a medida que el día había ido pasando, lo cual era bueno. En días en que la temperatura descendía más allá de los diez grados y estaba nublado, como ayer y anteayer, hacía demasiado frío como para secar la ropa fuera. Eso significaba colgar la ropa por todas partes en la habitación principal durante nueve o diez horas. Ya tenía que hacer eso gran parte de enero, y no era tan divertido como cuando solía tener diez años y podía pretender que eran láseres que tenía que esquivar, cuando no estaba semi-voluntariamente colgando calcetines por la punta con perchas en el cordel.

Pero en días lindos y más cálidos como el de hoy, la ropa se secaba en tres horas, especialmente si el viento frío cooperaba.

Colgó los cordeles de los postes que estaban instalados para las cuerdas del tendedero. Se suponía que el cordel debería estar puesto permanentemente, pero la abuela de Baekhyun siempre estaba preocupada por el viento. A Baekhyun no le importaba, pero tampoco le molestaba enrollar los cordeles cada vez. Esa vez, se aseguró de colgar dos cuerdas porque tenía el doble de ropa. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Incluso cuando lavaba para sus huéspedes en verano, no eran más que un par de cosas. Senderistas que iban de pasada para quedarse una noche y que querían lavar su camiseta de repuesto, o algo así.

Tiró del centro del cordel, para asegurarse de que estaba firme, y quedó satisfecho cuando notó que casi no cedía. El sol había salido por completo ahora que era casi la una de la tarde. En realidad, era demasiado tarde para lavar, pero Baekhyun esperaba que estuviera lo suficientemente soleado y templado como para que pudiera secarse antes del atardecer.

Cuando la lavadora emitió un pitido, Baekhyun sacó la ropa mojada y la metió desordenadamente en el canasto, poniendo la bolsa con las pinzas de ropa encima de la carga mientras embutía las prendas blancas en la lavadora.

Llevando la cesta para afuera, comenzó a colgar la ropa, de la misma forma que le habían enseñado cuando era pequeño. Comenzó por las camisetas, poniéndolas boca abajo y usando dos pinzas para cada una, una a cada lado. Cantaba mientras trabajaba, una canción pop que solía gustarle durante la secundaria acerca de una ruptura amorosa. Silbaba cada vez que olvidaba las palabras, lo cual era bastante a menudo, y cantó más fuerte que nunca en los estribillos porque era donde estaba más seguro de la letra.

Estaba comenzando con la tercera camisa cuando percibió movimientos con el rabillo del ojo. Era Kyungsoo, llevando sus zapatillas en una mano. Las dejó en el suelo al final del último escalón y se las puso con cuidado, atando prolijamente pequeños lazos mientras Baekhyun lo observaba.

— ¿Vas de paseo? —preguntó Baekhyun.

—No —dijo Kyungsoo—. Vine a ver si podía ayudarte.

— ¿Has colgado ropa alguna vez?

—Tengo un tendedero de interior.

—No se parece en nada —lo molestó Baekhyun—. Peras y manzanas.

—Jejudo y Seúl —corrigió Kyungsoo, y Baekhyun rió. Kyungsoo se subió las mangas—. Creo que puedo cogerle el truco.

—Las pinzas están en la bolsa —dijo Baekhyun, recogiendo otra camiseta. Comenzó a colgarla, mirando de reojo como Kyungsoo cogía un par de vaqueros empapados y cruzaba bajo los cordeles para ir a la segunda cuerda, al otro lado. Entremedio de su camiseta de After School y otra negra que era indudablemente de Kyungsoo, observó fijamente como Kyungsoo se ponía de puntillas, luchando por colgar los vaqueros de Baekhyun.

Terminando rápidamente con la camisa que lo ocupaba, Baekhyun se agachó bajo la ropa colgada y se acercó a Kyungsoo.

—Déjame mostrarte —dijo, y arrancó los pantalones de las manos de Kyungsoo—. Tienes que colgarlos por la parte de atrás de la cintura con dos pinzas —Kyungsoo le entregó las pinzas con sus pequeñas manos, y Baekhyun cogió una—. Si intentas coger la parte de delante y la de atrás, será demasiado grueso, y la parte de dentro tardará más en secarse —enganchó el lado izquierdo al cordel—. ¿Pones tú la otra?

Kyungsoo se acercó a él, su brazo izquierdo apretando con fuerza el brazo derecho de Baekhyun mientras volvía a ponerse de puntillas, colgando el lado derecho de los vaqueros. Se tambaleó, y Baekhyun liberó su brazo derecho, rodeando la cintura de Kyungsoo para sujetarlo. Kyungsoo se apoyó en él con facilidad y, por un momento, la mente de Baekhyun se puso como en blanco cuando el pelo de Kyungsoo le hizo cosquillas en la barbilla. La sudadera de Kyungsoo se había levantado con el impulso, y los dedos levemente húmedos de Baekhyun tocaron la piel descubierta, haciendo que Kyungsoo se estremeciera bajo su agarre.

—Tus manos están heladas —dijo Kyungsoo, bajando de las puntas de sus pies a una postura sólida, y Baekhyun apartó los brazos con rapidez, tragando saliva bruscamente mientras se alejaba de él lo suficiente como para dejar de oler el jabón de Kyungsoo.

—Ropa mojada en invierno —dijo Baekhyun—. Perdona.

—Mejor una mano helada que un porrazo, ¿no? —Kyungsoo miró los vaqueros—. Creo que puedo manejarlo ahora. Al menos los pantalones.

—Entonces te dejaré esos a ti —dijo Baekhyun, volviendo a su lado de la cuerda. Por algún motivo, su corazón estaba acelerado y sentía la garganta apretada mientras empujaba la cesta entre las dos hileras. Observó los pies de Kyungsoo, mientras se movía a lo largo del cordel, e incluso mientras Baekhyun colgaba otra camiseta, una de manga larga y más gruesa esta vez, sentía en sus manos la suave piel de Kyungsoo en vez del áspero algodón mojado.

Se lamió los labios, y empezó a cantar nuevamente.

—Me gustaba esa canción en secundaria —dijo Kyungsoo, mientras Baekhyun recogía la cesta vacía para ir y sacar la carga de ropa blanca. Había espacio suficiente en las cuerdas para ellas, y se secarían rápido—. La tenía en el mp3 —sonrió, y el corazón de Baekhyun, que por fin se había calmado, se aceleró de nuevo—. Tu versión es más desafinada.

Las palabras lo sacaron del sitio raro en el que se encontraba, y golpeó suavemente el brazo de Kyungsoo.

—Tengo que informarte de que gané dos concursos de talento en secundaria.

— ¿Sólo dos? —Kyungsoo alzó ambas cejas—. Tu pueblo tiene una población de doscientos habitantes, Baekhyun. Estoy seguro de que podrías haberlo hecho mejor.

—Tenía que darles una oportunidad a los demás —respondió, deshaciéndose de las sandalias y entrando en la pensión—. No te quites los zapatos. Vuelvo en un segundo con la ropa blanca.

Kyungsoo sonrió otra vez, más ampliamente, y asintió, y a Baekhyun le encantó la forma de su boca, la caída de su labio superior cuando sonreía.

Más tarde, cuando Kyungsoo se había retirado de vuelta a sus planos con manos partidas y quejándose por el ruido, Baekhyun lavó el arroz para la cena en el fregadero.

"Creo que parece triste" Chanyeol había dicho, y tal vez Baekhyun también lo había visto, esa tristeza familiar acechando en los ojos de Kyungsoo cada vez que lo dejaban con sus propios pensamientos. Pero esa tarde, pensaba Baekhyun, colgando la ropa afuera, Kyungsoo había perdido brevemente esas sombras bajo el sol de la tarde.

El agua para el arroz corrió limpia, y Baekhyun lo puso en la arrocera y encendió el temporizador.

Kyungsoo preparó el desayuno por la mañana.

Baekhyun encontró a Kyungsoo de pie, de perfil junto a la cocina, con los ojos cerrados mientras acercaba la camisa hasta la nariz. Una amplia franja del pálido estómago quedaba visible, y una salpicadura apenas perceptible de vello iba desde su ombligo hasta desaparecer en el cinturón elástico de los pantalones deportivos. Baekhyun pensó brevemente en lo suave que había sentido esa piel bajo sus dedos para luego sacudir la cabeza y alejar el pensamiento junto con la morriña matutina antes de mirar la cara de Kyungsoo, medio enterrada en el algodón. Sus pestañas se veían oscurísimas. En el fuego, una especie de guiso se cocinaba a fuego lento.

—Buenos días —dijo Baekhyun, y Kyungsoo se soltó la camisa.

—Mi camisa huele como el océano —dijo Kyungsoo.

—De ahí es de donde viene la brisa —contestó Baekhyun.

—Creía que provenía de Yeongdeung —Kyungsoo cogió una cuchara de la encimera  para probar el caldo.

—Quien viene a la isla siguiendo las corrientes —dijo Baekhyun—. Intenta seguirme el ritmo.

—Dices muchas cosas —Kyungsoo se puso una de las manos en la cadera y echó un vistazo a la olla—. Es difícil adivinar cuales son importantes.

—Todas son importantes —dijo Baekhyun—. Deberías prestar atención a todo.

—Hmmm —murmuró Kyungsoo, Baekhyun estaba lo bastante adormilado como para caer en la tentación y desordenar el pelo de Kyungsoo, suaves hebras resbalando con facilidad entre sus dedos. Kyungsoo le golpeó levemente la mano, dirigiéndole una mirada recelosa a Baekhyun.

— ¿Te gustaría ir al bosque de mandarinas hoy? —preguntó Baekhyun—. Podemos ir en moto si no estás de ánimo para andar.

Kyungsoo hundió nuevamente la cuchara en el caldo, y la llevó hasta la boca de Baekhyun. Baekhyun separó obedientemente los labios para probar.

—Sí —dijo.

Mientras Baekhyun tragaba el caldo del guiso, cerró los ojos. Era extraño, pensó. Había vivido solo tanto tiempo ya, con huéspedes que sólo saludaban una noche y luego se despedían a la mañana siguiente, que tener a alguien que se despertara antes que él, moviéndose por la casa e impregnándola de vida antes de que él siquiera abriera los ojos, era... era como una manta calentita sobre el regazo en una tarde helada. Abrió los ojos de nuevo.

—Le falta sal.

Kyungsoo hizo un ruido de desaprobación.

—Eso es porque toda la comida de Jejudo es salada. Creo que ha matado tus papilas gustativas.

—Nos gusta que la comida sepa como el mar —dijo Baekhyun, riendo. Se frotó los ojos. Cuando bajó la mano, Kyungsoo lo estaba mirando curiosamente—. ¿Qué?

La punta de sus orejas se pusieron rojas, y evitó su mirada.

—Y que tu ropa huela como él también, y como el viento.

—Sí —dijo Baekhyun—. Ahora estás en el territorio del Rey Dragón —sonrió, y Kyungsoo apagó el gas. El tinte rojo desapareció de sus orejas, y Baekhyun aún podía sentir el sabor de la sopa detrás de la lengua—. Está bueno —dijo—. El guiso.

—El arroz está en la arrocera —respondió Kyungsoo.

Kyungsoo estuvo callado durante el desayuno, así que Baekhyun llenó el silencio, sacándole sonrisas a su acompañante, los tobillos rozándose con los de Kyungsoo bajo la mesa.

—Nunca te estás quieto —dijo Kyungsoo, mientras Baekhyun se entretenía con una historia sobre como Jongdae y él habían seguido a Soojung en su primera cita, tratando de pasar desapercibidos sólo para que ella los enfrentara después, golpeando sus cabezas entre sí de lo enfadada que estaba.

—Esa es la verdadera razón por la que siempre me echaban de clase, sin importar lo que Soojung te diga —dijo Baekhyun—. Distraía a nuestra profesora.

—También me distrae a mí —Kyungsoo comió una cucharada de arroz—. No puedo fijarme en nada que no seas tú.

—Así es como me gusta —dijo Baekhyun—. Yo debería ser la estrella de un drama.

—Mejor de un show de segunda —dijo Kyungsoo, después de tragar el arroz.

—Te encanta —dijo Baekhyun sobre un bocado de kimchi, rozando a propósito los tobillos contra los de Kyungsoo.

Kyungsoo entornó los ojos, y luego los fijó en el guiso.

—Deja de hablar con la boca llena —dijo, pero no apartó las piernas, dejándolas entrelazadas con las de Baekhyun bajo la mesa.

—Aprecio mucho la ayuda, chicos —dijo la madre de Soojung, entregándoles a cada uno una bolsa de lona—. No las llenéis demasiado, u os haréis daño en los brazos —les sonrió con los ojos de Soojung—. Baekhyunnie, enséñale a tu huésped como quitar las mandarinas de las ramas sin cortarse.

—Sí, sí —dijo Baekhyun, cogiendo su bolsa de lona y dándole un puñetazo al fondo para formar una superficie plana. Kyungsoo lo imitó, y la madre de Soojung rió, pasándoles a cada uno un par de guantes.

—Es fácil —dijo—. Sólo sed cuidadosos con la navaja. Tengo tijeras de podar, si lo preferís.

—Buena idea —dijo Baekhyun.

—La navaja está bien —Kyungsoo sacó el desgastado cuchillo del bolsillo de su abrigo, donde acababa de ponerlo unos minutos antes, cuando la madre de Soojung se lo había dado tras sacarlo del carretón.

Era uno de seguridad de plástico morado, de esos que se podían doblar, y que si Baekhyun no recordaba mal, había sido de Sooyeon de cuando eran pequeños. Sooyeon fue quien le enseñó a Baekhyun como cortar las gamgyul sueltas, mientras una Soojung de siete años los seguía detrás, con el pelo corto entonces, sólo para molestarse por no ser lo suficientemente grande como para ayudar. "Le vas a coger el truco con facilidad" le había dicho Sooyeon. "Mi madre dice que ya eres bueno limpiando pescados—esto huele mucho mejor que eso".

Cuando Kyungsoo y Baekhyun se quedaron solos, Baekhyun llevó a Kyungsoo a la parte de atrás del bosquecillo, donde los árboles más bajos estaban cargados de fruta sin cosechar.

—Pareciera que nadie hubiera venido en un mes.

—Eso no puede ser bueno para las ganancias —dijo Kyungsoo.

—Las dos hijas de los Jung se fueron —dijo Baekhyun—. Sooyeon y Soojung se fueron a la universidad. Soojung se irá pronto al extranjero. Quiere estudiar biología marina en California, o algo, no sé —Baekhyun se encogió de hombros, dejando su bolsa en el suelo junto a los pies—. Así que sólo quedan los padres de Soojung, y además les pagan a los niños del barrio por echarles una mano.

—Y a Jongdae y a ti—dijo Kyungsoo. Baekhyun se rió por lo bajo.

— ¿Crees que ya no somos niños? Aquí te consideran como tal hasta que tienes niños propios.

—He sido un adulto desde que fui a la universidad —dijo Kyungsoo—. Y no me hubiera tomado muy bien que alguien me hubiera insinuado lo contrario.

—Ah, no es tan malo —dijo Baekhyun—. Los niños nos podemos salir con la nuestra en muchas cosas en que los adultos no pueden, sólo porque todavía somos niños —sacó su navaja—. Se supone que tengo que decirte que no te cortes cuando quites las mandarinas, pero eso me haría un hipócrita —cogió una rama que estaba a la altura de su pecho y cortó tres gamgyul en una sucesión rápida, atrapando las tres con su mano izquierda, sus dedos apenas lo suficientemente largos como para sostenerlas. Entonces las dejó en la bolsa—. Tienes que poner una capa al fondo, para que así las mandarinas no queden todas aplastadas cuando se golpeen contra el suelo, pero después de que pongas algunas ya podrás tirarlas en la bolsa, encima de las demás.

Kyungsoo asintió, dejando la bolsa abajo. Se rascó el pelo, con el dedo índice, y Baekhyun lo estudió por un momento, en vaqueros y abrigo negro y zapatillas negras, y su pelo oscuro contra la piel pálida. Parecía fuera de lugar, entre las gamgyul, con un agarre delicado en el cuchillo y pequeñas manos que no llenaban las puntas de los guantes de jardinería.

-Este es el tipo de cosecha perfecta para ti —continuó Baekhyun, agarrando otra rama y acercándola suavemente. Una hoja le hizo cosquillas en la nariz y estornudó—. Todos los árboles son bajitos como tú. Justo del tamaño indicado —le sonrió a Kyungsoo en broma, a pesar de que Kyungsoo no lo estaba mirando, sabiendo que lo notaría en su voz.

—Y tú tienes justo el tamaño indicado para golpearte en los riñones —respondió Kyungsoo, girando su cara hacia la Baekhyun. Sus labios se arrugaron.

—Todavía tienes tiempo para seguir creciendo —dijo Baekhyun, con pena fingida, y Kyungsoo lo sorprendió con un golpe en el brazo—. Wow, eres como una avispa, tan pequeño y tan peligroso.

—Tengo un cuchillo —dijo Kyungsoo con facilidad, y Baekhyun rió.

—Está bien, está bien —dijo Baekhyun—. Tu estatura es perfecta. De hecho, cuando estábamos en secundaria, el chico que conseguía todas las chicas era como de tu estatura —Minseok siempre, siempre había tenido chicas enamoradas de él. Soojung estuvo insoportable cuando sintió algo por él, aunque eso debió haber sido en parte el deseo de Baekhyun de que le prestara más atención a él—. Asegúrate de cortar cerca de la fruta, no queremos quitar mucho de la rama.

—Ok —dijo Kyungsoo.

Mientras trabajaban, Baekhyun le contó a Kyungsoo sobre como en los primeros años de secundaria, él y Jongdae pasaban horas enteras allí los fines de semana, ganando dinero para comprar juegos para su Gameboy Colors y también porque la madre de Jongdae estaba harta de tenerlo metiéndose por medio.

—Jongdeok, el hermano de Jongdae, estaba saliendo con una de las amigas de Sooyeon por entonces, así que también venía siempre por aquí —Baekhyun rió—. Este lugar estaba lleno de niños ganándose la paga a cambio de limpiar el bosquecillo de las mandarinas maduras. Lo mejor es que las mandarinas siguen saliendo hasta casi finales de Diciembre, y son sólo tres meses en los cuales hace demasiado frío para ellas, así que incluso Jongdeok llenaba a veces una bolsa o dos, si quería dinero para una cita con su novia.

— ¿Qué hay de tu hermano? —Kyungsoo estaba trabajando a la mitad de la velocidad que Baekhyun y cortando hacia afuera con el cuchillo, de la forma que se suponía que debía hacerlo.

—Baekbeom... —Baekhyun se detuvo y dobló la navaja para cerrarla, guardándosela en el bolsillo. Entonces se cogió la espalda con ambas manos y se inclinó hacia atrás para estirarse—. Normalmente estaba demasiado ocupado estudiando. Estaba muy metido en los estudios, cuando... —se lamió los dientes, pasando la lengua por la superficie—. Bueno, cuando nos mudamos con mi abuela —dejó caer los brazos, mirando las bolsas. La suya estaba casi llena, y la de Kyungsoo iba en camino—. Así que nunca tuvo tiempo para venir a jugar con nosotros.

Baekbeom había sido siempre tan diferente de Baekhyun. Él nunca...

—Yo también estudiaba un montón — dijo Kyungsoo—. No tenía muchos amigos, así que...

— ¿Tus padres te presionaban mucho con los estudios o...? —Baekhyun se puso en cuclillas y comenzó a revolver en la bolsa de mandarinas de Kyungsoo. Tal vez si no estaba mirando a Kyungsoo, no haría esa cosa de erizo.

—No —dijo Kyungsoo—. Mi padre es restaurador de arte y mi madre enseña danza —dejó caer otras dos mandarinas en la bolsa—. No les importa lo que haga, mientras sea mi pasión.

Baekhyun se quitó los guantes, tanteó una gamgyul pequeña y se puso de pie.

—De ahí todo eso de los edificios de apartamentos. ¿Esa es tu pasión?

Kyungsoo frunció el ceño y lo observó con ojos desorbitados.

— ¿Qué estás haciendo, Baekhyun?

—Una de tus mandarinas —dijo, apuñalándola con el pulgar en el medio y pelándola con rapidez—. Probarlas es parte necesaria de la recolección de gamgyul.

—Esa es otra de las reglas de Baekhyun, ¿no?

Baekhyun dejó caer la cáscara al suelo, y partió la mandarina por la mitad. Era una buena, sin muchas hebras blancas remanentes del crecimiento entre los gajos, y sólo había semillas en algunos trozos.

—Pruébala —dijo, sosteniendo un gajo frente a los labios de Kyungsoo. Kyungsoo lo cogió, los ojos en los de Baekhyun, y sus labios rozaron los dedos de Baekhyun mientras cogía la fruta entre los dientes. Comió el gajo de mandarina, todavía sosteniendo la mirada de Baekhyun, y con retraso, Baekhyun se dio cuenta de que ya podía bajar la mano.

— ¿No sabe mejor cuando la recogiste tú mismo?

La lengua de Kyungsoo salió rápidamente para lamerse los labios, y el estómago de Baekhyun se retorció. Sus dedos estaban tibios por el breve contacto con los labios de Kyungsoo, y dobló la mano en un puño mientras sostenía el resto de gamgyul con la otra.

—Sí —dijo Kyungsoo, despacio—. Mucho mejor.

Baekhyun podía sentir calor subiéndole por el cuello, y rompió repentinamente el contacto visual, bajando los ojos hacia la fruta. Sacó su propio gajo, y se lo comió de un bocado. Sabía más dulce de lo normal, pensó. Mucho más dulce.

Respiró hondo, y le ofreció a Kyungsoo la otra mitad de la mandarina.

— ¿La compartes?

—Claro—dijo Kyungsoo. Se quitó los guantes y la cogió, cuidadosamente. Comenzó a separar los trozos, empujándolos fácilmente hasta la boca, uno tras otro, sus mejillas abultándose. Baekhyun no sabía por qué no podía apartar la mirada.

—Me gustan mucho más estas —dijo Kyungsoo—, que las que compro en Seúl — se comió el último gajo y se lamió los labios nuevamente—. El sabor es diferente.

—Sí —dijo Baekhyun. Pasó una ráfaga de viento, y le lanzó el pelo a los ojos. Intentó alejarlo de la cara soplando, pero no funcionó muy bien, y Kyungsoo se rió, una risa completa, profunda, gutural y suficiente para que Baekhyun no pudiera hacer nada más que mirarlo, sorprendido ante el sonido.

Kyungsoo estaba sonriendo.

—Eso no va a funcionar —dijo.

Estiró su mano limpia, la menos pegajosa de gamgyul, y le apartó el pelo a Baekhyun de la cara. Su dedos se deslizaron a través del pelo, y la respiración de Baekhyun se le detuvo en la garganta ante lo cerca que estaba Kyungsoo, las puntas de las zapatillas chocando con las de Baekhyun mientras le desenredaba el pelo, separándolo con los dedos para que cayera a un lado de la frente pero sin oscurecer su visión.

—Así está mejor.

—Gracias —dijo Baekhyun.

Kyungsoo retrocedió y se puso los guantes. Levantó su bolsa.

— ¿Están lo bastante llenas? —preguntó, y Baekhyun sacudió la cabeza.

— Todavía no —contestó. Su voz estaba áspera, así que lo intentó de nuevo—. No lo bastante. Tenemos que llenarlas lo suficiente para que la madre de Soojung no tenga que volver a embolsar más luego. Te ayudaré a encontrar el peso correcto.

—Ok —dijo Kyungsoo—. ¿Supongo que tenemos que seguir recogiendo?

—Sí —dijo Baekhyun. Todavía tenía media mandarina en la mano, y se la comió rápidamente de golpe, el jugo resbalándole por la barbilla. Limpia su mentón con el dorso de la mano. Entonces levantó su propia bolsa.

—De vuelta al trabajo.

—Me gusta recoger mandarinas —dijo Kyungsoo, después de un rato de estar de pie uno junto al otro, cogiendo gamgyul de a dos y tres de las ramas que colgaban más bajo si habían alcanzado un color naranja completo—. Puedo hacer esto y pensar al mismo tiempo.

—Normalmente hago esto un montón a principios del invierno —dijo Baekhyun—. Siempre me ha dado algo que hacer con las manos mientras mi mente deambula.

Kyungsoo lo miró.

—Es gracioso —dijo—. Usualmente me mantengo tan ocupado que no tengo tiempo para pensar, pero aquí, es lo único que hago.

— ¿Y eso es malo?

A veces lo era, para Baekhyun. A veces, mientras fregaba el suelo o colgaba la ropa o regaba las plantas, empezaba a pensar en todo tipo de cosas en las que sería mejor no pensar. A veces, cuando estaba solo en la pensión, Baekhyun sentía que estaba embrujada, y que los fantasmas de su abuela y de Yixing y de Baekbeom estaban esperando en diferentes cuartos para recordarle que ahora vivía completamente solo.

—Porque puedo distraerte, siempre y cuando lo pidas amablemente.

—No tengo que pedírtelo —dijo Kyungsoo—. Lo harías de todas formas —Baekhyun hizo un signo de victoria, y Kyungsoo cortó otra mandarina de la rama. Pero en vez de tirarla en la bolsa, la lanzó suavemente contra el pecho de Baekhyun. Rebotó contra él sin herirlo y cayó al suelo—. Que molesto.

—Eres bastante mono cuando sonríes —dijo Baekhyun—. Deberías hacerlo más a menudo.

—Sólo sonrío cuando de verdad quiero hacerlo —respondió Kyungsoo. Levantó la bolsa nuevamente, comparando la suya con la de Baekhyun.

Baekhyun metió las manos en los guantes. La goma roja en el interior del pulgar tenía un pequeño agujero. Iba a tener que ser más cuidadoso con la navaja.

—Supongo que tengo mucho trabajo por delante entonces.

Las manos de Kyungsoo se habían vuelto más seguras. Estaba cortando gamgyul con más rapidez ahora, y las dejaba caer en la bolsa sin mirar. No parecía tan fuera de lugar, después de todo.

—Supongo que sí —dijo Kyungsoo, y dejó caer otras tres mandarinas en la bolsa.

Baekhyun puso su portátil en el escritorio, enchufándolo antes de encenderlo. La batería no retenía ya mucha carga, y a la barra de energía no le llevaba más que unos minutos ponerse roja. Luego encendió el router, y enchufó el cable ethernet en él.

No usaba mucho el portátil. Sólo para guardar los registros de la pensión y conectar su mp3 cada mes para descargar música nueva. También lo usaba para revisar su e-mail.

Le debía un e-mail a Yixing desde hacía ya tres semanas, y esa noche, ahora que Kyungsoo se había atrincherado en su habitación con un bol lleno de mandarinas, una taza de café, y sus planos, Baekhyun no tenía más excusas.

No es que no le gustara escribirle a Yixing. La verdad es que a Baekhyun no le gustaba mucho escribir en absoluto. Deseaba poder llamar a Yixing, y lo hacía, a veces, cuando los dos se las arreglaban para acordar una cita con dos semanas de antelación. Yixing estaba muy ocupado ahora. Tocaba en un grupo con algunos de sus amigos de la universidad y se pasaba las noches componiendo música en apartamentos de todas partes de Beijing con su compañero de piso LuHan, quien parece consentirlo con bastante insistencia, de la misma forma en la que lo hacían todos cuando llegaban a conocerlo bien. Parecía feliz, con todo lo ocupado que estaba, así que Baekhyun escribía e-mails en un coreano sencillo sobre sus días mundanos y esperaba las respuestas mucho más emocionantes de Yixing.

O tal vez sí se tratara de que a Baekhyun no le gustaba escribirle a Yixing, porque escribirle a Yixing siempre le hacía recordar el tiempo en el que todavía vivía aquí, manteniendo a Baekhyun despierto hasta muy tarde tocando canciones melancólicas en la guitarra y cantando traducciones inventadas de letras chinas con sus vocales extremadamente redondas y conjugaciones de métrica extraña.

Baekhyun extrañaba a Yixing más que nunca cuando le escribía emails.

Aún así, tres semanas era más de lo que normalmente postergaba sus respuestas, incluso si había estado ocupado con algún huésped.

Su navegador tardaba una eternidad en cargar. Internet era casi tan malo como la señal del móvil, pero funcionaba, casi siempre. Sólo que lento. Baekhyun golpeó con las uñas el borde del escritorio. Cuando por fin se cargó, entró en su e-mail. Tres mensajes de spam, y uno de Yixing.

Hizo un clic para abrirlo. Sólo decía hola hola estás vivo dongsaeng? y Baekhyun rió.

El correo que escribió a Yixing era más largo y atolondrado de lo normal. Tengo un huésped escribió. En invierno. Raro, ¿no? Describió a Kyungsoo: la forma en que lucía el día que llegó, todo profesional con su traje y con el pelo engominado hacia atrás. Como un chaebol de esos dramas que veíamos, hyung. Fue muy extraño.

Le contó a Yixing sobre hoy, sobre el recoger gamgyul en el bosquecillo de la familia de Soojung, y sobre el enseñarle a Kyungsoo como colgar la ropa en un cordel al aire libre. Mencionó alegremente que Kyungsoo le estaba enseñando a no quemar los bordes de los huevos. Finalmente, terminó hablándole sobre la excursión con Kyungsoo hasta el halmang-dang.

Fue raro, dijo Baekhyun, sus dedos dudando sobre las teclas. A pesar de que no había ido-- se quedó mirando la pantalla --desde hace mucho tiempo, sentí que tenía que llevarlo. Porque me recordaba a ti. Esas primeras semanas cuando Yixing sonreía y decía gracias y cantaba mientras regaba las hierbas que crecían en el frente de la pensión, pero de algún modo no parecía estar nunca completamente ahí. Así que de todos modos, este invierno es más interesante que el pasado. Y él es definitivamente mejor que ese senderista raro que apareció con un ciervo amarrado en una correa unos meses atrás.

Envió el correo, y luego estiró los brazos sobre la cabeza. Tenía sed, así que se dirigió a la cocina a por un poco de agua. Pero terminó calentando agua y vertiendo chocolate en polvo en ella. Después de un momento de deliberación, sacó un segundo tazón y lo mezcló para Kyungsoo, tomándose tiempo extra para disolver los grumos con la cuchara porque Kyungsoo probablemente se volvería loco si la textura no era homogénea.

Caminando cuidadosamente con los dos tazones, recorrió el pasillo y arrastró los pies hasta la puerta de Kyungsoo. Sus dos manos estaban ocupadas, así que no podía tocar. Comenzó a decir el nombre de Kyungsoo, pero se detuvo cuando escuchó una dulce melodía saliendo del otro lado de la puerta. Al principio, pensó que era la radio, pero no había música. Era sólo Kyungsoo, advirtió, cantando la canción que Baekhyun había cantado cuando habían tendido la ropa.

Baekhyun simplemente se quedó ahí escuchando, por un minuto. Todas las cosas que a Baekhyun le gustaban de la voz de Kyungsoo se veían acentuadas cuando cantaba. El chocolate caliente de los tazones se sentía tibio contra las palmas de las manos.

Cuando Kyungsoo bajó la voz, Baekhyun se aclaró la garganta.

— ¿Kyungsoo? ¡He hecho chocolate caliente~!

La puerta se abrió y Kyungsoo lo miró con ojos redondos. Estaba usando una sudadera y sólo la ropa interior, negra y apretada y deteniéndose justo sobre la mitad del muslo. Sus piernas estaban más tonificadas de lo que esperaba, y Baekhyun miró rápidamente hacia arriba, de vuelta a la cara de Kyungsoo y forzó a su mirada a quedarse ahí. Le ofreció un tazón, el que había mezclado mejor.

—Sabía que todavía estabas despierto porque la luz seguía encendida.

Kyungsoo cogió el tazón.

—Gracias —dijo. Dio un sorbo. Baekhyun miró detrás de él, ya no había nada en el suelo. Miró sobre el escritorio, y los rollos cubrían la superficie. — ¿Eso era todo?

— ¿Quieres otro escritorio? —Baekhyun arrugó la nariz, sujetando su tazón con las dos manos—. Podría traerte el de la habitación de mi hermano —rió—. No es como si lo usara. Podrías poner los dos juntos y tendrías una superficie más grande para trabajar.

Tomando otro largo sorbo del tazón, Kyungsoo observó a Baekhyun por encima del borde. Baekhyun se sentía extrañamente acalorado bajo aquella mirada, un lento calor que iba trepando y que le empezaba en el estómago y le subía hasta el pecho como vino de malojumdae, cubriendo el interior de las costillas.

—Tienes una voz bonita —Baekhyun dejó escapar sin pensar—, cuando cantas. O sea, cuando hablas también, pero cuando cantas, es... —rió, sintiéndose tonto—. Perdón, supongo.

—Me gustaría otro escritorio —dijo Kyungsoo—. Si no es mucho problema —cuando bajó el tazón, le dirigió a Baekhyun una sonrisa divertida.

—Podemos hacerlo mañana, si quieres. No es muy difícil —Baekhyun se rascó el estómago y reforzó su agarre sobre el tazón—. En realidad, quizás sí lo sea un poco. Esos escritorios viejos son súper pesados. Creo que mi abuelo los hizo. Si no fue él, fue su padre. Son robustos.

—Esta pensión está impregnada de la historia de tu familia —dijo Kyungsoo—. Eso es muy... bueno, agradable.

—Lo es —dijo Baekhyun.

Kyungsoo apoyó su peso contra el marco de la puerta. Sus pantorrillas eran redondas y sin vello. Baekhyun pensó que pudo haberse quemado el paladar al beber el chocolate demasiado rápido

—Oh, y el router está encendido, por si quieres mandar un e-mail o algo así. El inalámbrico debería funcionar, pero ya sabes cómo es, este lugar es una zona muerta y aunque supongo que eventualmente vamos a entrar en el sistema de red eléctrica inteligente, no hemos llegado a eso todavía... Así que si el wi-fi no funciona, sólo ve a mi cuarto y podrás usar el cable ehternet.

—Claro —dijo Kyungsoo. Baekhyun metió la mano en su bolsillo y se mordió el labio inferior mientras Kyungsoo tomaba otro sorbo—. Gracias por el chocolate caliente.

—No hay problema —dijo Baekhyun—. De verdad.

Kyungsoo comenzó a cerrar la puerta, pero se detuvo.

—Baekhyun, me...

— ¿Sí?

—Me gusta mucho este lugar —dijo—. Tu pensión.

Había un "tú" implícito que hizo que Baekhyun quisiera sonreír ampliamente, así que lo hizo. Kyungsoo pareció sorprendido, pero le ofreció una sonrisa sincera de vuelta.

—Le gustas —dijo Baekhyun—. Especialmente a la cocina. La cocina es súper temperamental —se rió de nuevo, demasiado fuerte para la noche avanzada, pero esa vez ya no resultó estridente. Kyungsoo pareció absorberla, sus espinas completamente retraídas para pasar la noche.

Baekhyun volvió a su habitación y se acostó sobre la cama, dejando a un lado el tazón de chocolate casi vacío y cogiendo su libro de ¡Aprende Chino! del escritorio, y lo abrió sobre su estómago para leer una lección. Se durmió en la primera página. Cuando despertó, estaba tapado con las mantas y su libro, cerrado, descansaba pulcramente a su lado. El tazón, cuando levantó la vista, había desaparecido de su escritorio.

Concluyó que Kyungsoo había tenido que usar el cable ethernet después de todo. Aún así, no tenía porqué cubrir a Baekhyun con una manta. Como un zombi, Baekhyun no se detuvo a pensar en el atisbo de mareo que hacía a su corazón latir más rápido, y simplemente se volvió a dormir.

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Comments

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itchycrotch
#1
cool