UN FINAL DE CUENTO 

La lujosa puerta de un penthouse se abrió levantando una ligera brisa, el silencio reinaba en todo su esplendor creando una calidez inquietante. Era simplemente solitario. Un hombre contemplaba con absoluta tristeza aquella estancia que reflejaba el vacío que había en su vida; sus ojos parecían cansados y llenos de derrota, pequeñas bolsas púrpuras bajo se abrazaban a éstos producto de las pocas horas de descanso que le daba a su cuerpo, sus labios se habían acostumbrado a permanecer en línea recta y sólo moverse cuando requería hablar, su cabello por otro lado había empezado a crecer mostrando pequeñas ráfagas plateadas en la hermosa cabellera rubia.

No era el mismo hombre.

Cerró la puerta y caminó hacia la cocina dejando su portafolio en el mueble de la sala, abrió la puerta del refrigerador y sacó una lata de cerveza. Observó por un instante la lata sintiendo la tentación de arrojarla contra la pared y desahogar un poco de aquel extraño sentimiento que se había convertido en una daga punzante.

—Veo que al fin has llegado.

Aquella voz lo hizo girar rápidamente para toparse con un hermosa rubia de sonrisa seductora, él se limitó a observarla detenidamente; sus ojos eran grandes y levemente rasgados, sus mejillas eran rellenitas haciéndola parecer un conejo cada que sonreía, sus labios eran otro asunto... eran delgados, pero sin dejar de ser apetitosos y con un toque y.

—Veo que aún tienes la llave —murmuró desviando la mirada y sacando otra lata del refrigerador—, se que no te gusta la XX Lager, pero es la única que tengo.

La rubia tomó la lata y la abrió sin siquiera responder, ambos chocaron sus latas y tomaron un largo trago sintiendo la suave espuma junto con el burbujeante líquido recorrer sus gargantas.

—Tengo una cita para ti —dijo al fin después de sentarse en el taburete de la repisa frente a él—, es realmente una chica hermosa.

—Moon... ya hablamos de esto —se cruzó de brazos soltando un fuerte suspiro—, no estoy listo para salir con mujeres.

—Entonces tendrás que hablar con Solar sobre esto —la chica imitó su pose sin dejarlo de mirar—. Ella ha insistido en que debes salir y yo estoy de acuerdo con eso.

—Pero...

—Ya han pasado cinco meses desde que te divorciaste y vives en Londres —la rubia habló con tono serio haciéndolo callar al instante—, ¿no crees que es hora de dar el siguiente paso y avanzar?

El hombre la miró por un momento con un remolino de emociones de tristeza, miedo y duda; temía dar el siguiente paso, aún la amaba pese a que estaba a miles de kilómetros lejos de ella. No estaba seguro si el conocer a otra mujer lo ayudaría aliviar el dolor y el vacío que sentía.

—¿Crees que ya sea tiempo?

La rubia se acercó a él y le dio una palmada en el hombro.

—Ya es tiempo de que tu corazón sane y se dé una oportunidad de amar —el hombre sonrió levemente con aparente temor—. Así que será mejor que te des una ducha y te arregles, la cita es a las diez en el Widescreen. Solar te enviará un mensaje con los datos de su amiga para que no te confundas.

—Gracias Moon.

—No me defraudes —tomó su lata de cerveza y se dio la vuelta hacia la salida—, cualquier cosa estoy a un piso de distancia.

El eco de la puerta cerrándose fue lo último que se escuchó antes de que el silencio reinara nuevamente. Tomó un trago largo de su cerveza y la tiró al cesto de basura.

¿Sería realmente bueno dar el siguiente paso? 

Aquella pregunta rondaba en su cabeza cuando el agua caía sobre él en la regadera, sus ojos se mantenían cerrados tratando de hallar una respuesta a su pregunta. Las palabras de Moonbyul parecían haber dado en el blanco, una vocesita en su cerebro le gritaba que no le hiciera caso y continuara en su mundo de dolor, sabía que estaba mal, pero... aún la amaba con la misma intensidad, pese a que las heridas aún estaban abiertas y el odio en su interior por la traición lo martillaba con fuerza.

Todo aquello era culpa de Moonbyul y Solar, esas dos locas si que les encantaba poner su mundo de cabeza, y, de cierta forma, lo agradecía. Estaba completamente seguro que si no las hubiera conocido ya habría muerto de tristeza y dolor, el dúo dinamita siempre lo sacaban de su departamento para llevarlo a fiestas, restaurantes, campos de gotcha, casinos, bares, clubs y cuanta cosa se les ocurriera, no lo dejaron solo ningún fin de semana o en cada cena, siempre llegaban con bolsas en manos para cenar juntos o ver películas.

Recordaba como las había conocido, él había llegado a Londres en la tarde y sin poder aguantar la angustia que sentía buscó el primer bar que encontró y comenzó a beber sin descanso; lloró, gritó y rió desahogado todo lo que lo atormentaba, quería olvidarse del dolor, olvidar la traición cometida por la mujer con la que creyó pasar toda su vida. A la mañana siguiente, cuando despertó, se encontró con dos mujeres desnudas durmiendo a cada lado de él, el arrepentimiento se hizo presente al recordar que el día anterior se acaba de divorciar, pero cuando una vocesita interior le susurró que ella había hecho lo mismo y con su mejor amigo la rabia lo invadió; las chicas con las que durmió no eran nada más y nada menos que Moonbyul y Solar, ambas lo habían conocido la noche anterior y habían escuchado atentamente su terrible historia de amor, razón por la cual lo convencieron de hacer un trío con la idea de hacer algo loco y olvidar aquella mujer por un momento. Después de ese encuentro los tres se habían convertido en mejores amigos, ellas jamás lo dejaron solo y él agradecía en silencio por su compañía.

Miró su reflejo nuevamente en el espejo, en definitiva, había cambiado demasiado en los últimos meses que parecía no entender como había acabado de aquella forma.

—Supongo que debo dar el siguiente paso por ustedes.

**

Tiffany estaba que se moría lentamente mientras observaba a Jesse bailar con la pequeña niña de cinco años, aunque su corazón se enternecía al verlo de esa forma, sabía a la perfección que aquella niña era hija de la mujer que se encontraba a su lado mirándolos con una cálida sonrisa en su rostro.

—Realmente se ven tiernos bailando —comentó la hermosa mujer llamando su atención—, ¿no lo crees?

Tiffany se obligó a reprimir las lágrimas de tristeza antes de asentir en silencio desviando la mirada de Jesse y la niña.

—Si... son muy tiernos.

—Dime, Tiffany —Jaekyung tomó un sorbo de champán si despegar la vista de ella—, ¿Cómo era Jesse de joven?

—¿Disculpa? —cuestionó frunciendo el ceño.

Jaekyung sonrió bajando la copa a la mesa mientras regresando la vista al rubio que cargaba a la niña en sus brazos para bailar una canción lenta.

—Desde que conozco a Jesse siempre ha sido un hombre encantador —desvió la mirada hacia ella poniéndola nerviosa—, sin embargo, tengo curiosidad por saber como era antes de esa barba y esa mirada llena de experiencia. Ya sabes, el joven Jesse que temía de su futuro y a los pepinos.

—¿Cómo sabes que temía de su futuro? —cuestionó un tanto confusa, ni ella misma sabía acerca de eso.

—Jesse y yo hablamos mucho la primera vez que nos conocimos —sonrió con nostalgia al ver a su hija—, él me comentó de lo temeroso que era cuando terminó la carrera sin saber que hacer con su vida. Sobre todo, después de la muerte de sus padres... sé que esa tragedia lo cambió, pero tengo curiosidad sobre el chico indeciso y con un terror contundente a los pepinos.

Todo aquello fue dicho con una gran sonrisa mientras veía a Jesse, Tiffany podía ver la mirada llena de amor con la que Jaekyung lo observaba, era la misma mirada con la que él la miraba antes de inclinarse para besarle...

—Era igual de perfecto como lo es ahora. —Jaekyung dirigió su atención hacia ella, totalmente expectante—. Era un romántico empedernido que se la vivía en libros, amaba jugar fútbol, pero odiaba el hecho de sudar... sabes, eso era algo totalmente gracioso en él. Odiaba sudar, pero amaba jugar por el simple hecho de que las personas que lo amaban se reunían para verlo, daba lo mejor de él para ver la sonrisa orgullosa de su padre...

>>Y para dedicarme goles, eran una de sus infinitas formas de decir que me ama. << Pensó en