Tormenta

STORM HEART
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[1615]

*A bordo del Tormenta*

La puerta del camarote del capitán sonó con la fuerza de un cañon interrumpiendo su descanso. Se levantó a regañadientes ya que la persona que tocaba insistía mucho, sólo quería descansar y mientras más rápido lo solucionara, más rápido volvería a sus aposentos.

-¡Abre!- Gritó una vez más.

-¡Grr! ¿Qué es lo que quieres?- abrió la puerta poniendo su gran sombrero de terciopelo negro sobre su castaña cabellera.

-¿Qué crees hermanita?- Presumió la otra mirando despectivamente los añillos que traía en su mano derecha.

-Adivinaré, estás borracha como siempre- el capitán soltó una estridente carcajada echando su cabeza hacia atrás.

Cuando volvió a su posición normal, el contramaestre también teniente, se enfureció ante su burla y le pegó una bofetada que volteó su cara.

-¡Cállate! Nunca tomas en serio tu puesto, sólo he tomado una copa en la cena…hermanita- Sonrió sarcásticamente.

-¡Carajo! eso si me dolió- Dijo el capitán mientras sobaba su mejilla izquierda- Yo soy tu cabecilla, no deberías pegarme, insolente – Hizo una ademán de querer golpearla de regreso pero bajó su mano - Dime ya. ¿Qué sucede?

–Me avisan que se ha divisado un barco, suponen que viene de Corea por su estructura, con un fuerte cargamento de recursos, ya sabes, con eso de que nuestro país natal se abrió al comercio…

El capitán interrumpió a su contramaestre.

–¡Shh! No digas más– Alzó una mano en señal de que parara– haz que suelten las velas para acercarnos más rápido a ese barco…Necesito buena comida, últimamente he estado comiendo igual que toda la tripulación esclava– Miró a su acompañante con complicidad. Después sonrió diabólicamente.

–De acuerdo, míralo.

Su contramaestre le acercó un catalejo en señal de que observara, su superior lo tomó y caminó hasta el ala este de la cubierta para poder ver mejor. Al instante miró a través del artefacto, sus ojos se abrieron como platos.

Soltó una carcajada triunfante.

–¡Valla botín!

–Lo sé…–Respondió el teniente.– Imagino que ese navío también trae mujeres.

El capitán hizo un gesto de asco para su subordinada y la miró de arriba abajo.

–No entiendo cómo puedes acostarte con mujeres, ¿acaso no hay hombres suficientes en este barco…cómo para que te tires a las mujeres que capturas en cada emboscada que hacemos?

–Las mujeres son mejores hermanita, en muchos…sentidos, deberías probar.– Giñó un ojo.

–¡No!– Espetó firmemente –Jamás, eso no es normal, menos mal que eres mi hermana, ya te hubiera mandado al carajo, que asco.

Ambas permanecieron en silencio observando hacia el basto, oscuro, mar de la noche, si había algo que las tranquilizaba y les daba paz entre su desgracia eran las pequeñas cosas que les ofrecía, desde pequeñas se tuvieron que acostumbrar a un estilo de vida no apto para su género.

La menor volteó repentinamente con un semblante serio.

–No puedo esperar a abordar ese barco, ¡dile a esos bastardos que si quieren comer bien que se apresuren!

Claro, su caza era exitosa anticipadamente, ninguna tripulación que era atacada por las piratas del Tormenta se atrevía a enfrentarse, todos saltaban al mar, en cambio el valiente que se atrevía a resistirse era asesinado sin piedad, con tanta frialdad como el corazón del temido mounstro que atacaba las aguas Orientales. Un mounstro muy hermoso…

El teniente en seguida fue a avisar a los marinos para que se pusieran en marcha pues, en más de un año no habían podido asaltar a un barco como ese. Esta era su oportunidad, bajó hasta el camarote de ellos dando gritos.

–¡Bastardos! ¡Despierten!–Sacó su espada y la golpeó contra una lámpara para hacer más ruido– ¡Su capitán quiere mejor comida, preparen todo para abordar!

–¿Estas borracha otra vez?–Preguntó el condestable acercándose.

–¡No!–Clavó su espada en el suelo de madera– Soyeon, sólo me diste una copa, ya no hay ron…Organiza a estos animales, rápido— Se giró y subió a cubierta.

Soyeon de inmediato organizó las armas e hizo preparar los cañones, ella era la experta en artillería, al igual que los que estaban en ese barco, no podía pisar tierra firme. Había una opción: trabajar para ellas, sus protectoras y más que eso, amigas.

–¿Todo listo?– Preguntó el capitán.

–Si, prepara el filo de tu espada, es hora de matar rebeldes y también de noches de placer.

–¿No cambias verdad?–Ladró–No creo que lo que necesito para liberarme esté en una de esas mujeres que traes aquí.

–Hermanita, hermanita, ya es hora de que cedas, yo sí quiero salir de aquí– La miró profundamente, no de odio ni enojo, si no de súplica.

–¡Nunca! ¡Ah! Avísame cuando estemos cerca– Dijo el enfurecido capitán alejándose a su camarote.

 

*A bordo del Bap* –¡Capitán Kim se acercan hacia nosotros!–

Gritó un tripulante desde el mirador.

Sin poder ocultar su miedo, este maldijo por haberse cruzado con el Tormenta, sabía que tenía que ceder, pero lo que más le dolía era perder todo por lo que había luchado en su juventud.

–¡Maldición! ¡Contramaestre, quiero a todos listos para contraatacar, a las mujeres, si hay niños, en el bote salvavidas!

–Pero capitán Kim…

–¡Haz lo que te ordeno! No hagas esto más difícil.

Las gotas de un sudor frío resbalaban por su masculina frente, su destino no era más que el de morir a manos de piratas despiadados que lo despojarían de sus pertenencias y lo más preciado para él, su hija, quien lo acompañaba en cada negocio que tenía recorriendo varios lugares hermosos. Esta vez no era la excepción.

El otro lo sacó de sus pensamientos.

–¿Es el Tormenta verdad, esa bestia quiere lo que llevamos a Japón?

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