Unspoken

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No lo diría.

Lo vería levantarse temprano por las mañanas y le regalaría un sonriente 'buenos días'. Se acercaría a él y le sacudiria alguna particula de polvo de su traje; le alcanzaría una toalla cuado terminaran los shows y terminara todo mojado porque a LeeTeuk se le había ocurrido ponerlos bajo el chorro de agua del escenario. Incluso le robaría miradas demasiado seguido como para que pasaran desapercibidas y se encargaría de seguir siendo su fan número uno y de decirlo en cuanto programa saliesen.

Pero no lo diría. 

Había una línea delgada entre lo que quería y lo que debía hacer, con un poco de lo que no podía evitar y otro tanto de lo que no podía ocultar. Lo sabía y hacía su mejor esfuerzo porque todo siguiera como siempre, con los brazos estables y por siempre inamovibles de la hermosa rutina sosteniéndolo en su lugar para que no cayera; esos que a veces lo estrujaban tanto que lo sofocaban. Esos que a veces eran tan laxos que se veía a sí mismo aferrándose a ellos.

Y definitivamente no lo diría. Porque también estaba el tiempo.

Era cruel y despiadado a veces. Dulce y reconfortante otras. Pero por siempre en su contra, con sus delgadas manecillas degollando aquellos momentos que esperaba, duraran para siempre; estirando esos otros que la vida le arrojaba con una sonrisa retorcida en su camino.

El tiempo, como invitado preferencial en el espectáculo de su vida, con sus segundos eternos y su existencia inmortal, tan poderoso que no podía sentirse más que un muñeco a su merced, una marioneta la cual manipular a su antojo. Retándolo con un, 'veamos cuánto resistes hoy, Lee SungMin'

Y resistiría, y seguiría sin decirlo.

Aunque por dentro, la sombra de aquello le congelara el alma y su presencia le comprimiera el corazón. Era no correspondido, y por tanto, todo lo doloroso y salvaje y agobiante que podía llegar a ser. Porque los saludos matutinos eran correspondidos con una sonrisa, porque las toallas eran agradecidas con una voz amable y profunda y hermosa, y porque las miradas furtivas se correspondían con guiños amistosos... y SungMin no se creía capaz de decirlo.

Porque decirlo sería aceptarlo, y aceptarlo era algo que él podía hacer, pero no KyuHyun. Él no lo aceptaría, y el momento mismo en que lo dijera, el momento en el que las palabras abandonaran su labios para vibrar por el aire hasta llegar a los oidos ajenos, el tiempo se volvería juez y verdugo, acortando su existencia entre ellos y llevándose con él los recuerdos de la alguna vez hermosa amistad. Porque al decirlo, la linea ente lo que quería y lo que debía hacer, esa que tenía un poco de lo que no podía evitar y otro tanto de lo que no podía ocultar desaparecería, dejando atrás un profúndo abismo de desprecio, rechazo y silencio entre ellos.

Por eso nunca lo diría, y KyuHyun nunca sabría del amor que lo carcomía por dentro. Porque terminaría siendo una cáscara vacía de lo que alguna vez fue.

Pero por lo menos, pensaba SungMin, aquella cáscara tendría siempre una sonrísa para Kyuhyun por las mañanas y una toalla para cuando se mojara.

 
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