"Niños estúpidos"

"Magia más allá de las palabras"

 

La luz del sol finalmente consiguió despertarlo. Se estiró en el suelo y se frotó los ojos, podía sentir una leve luz solar entrar a la casa a través de las grietas y hoyos en las paredes. Todo estaba pacífico hasta que inevitablemente recordó la noche anterior, cuando se metieron a la casa, cuando quedaron encerrados, y luego esa luz...
Se levantó de un salto. Intentó ponerse de pie pero se tropezó, con su propia ropa. Bajó la mirada y vio que los pantalones, la camisa, la chaqueta, todo le quedaba más grande de lo normal, mucho más grande; era como si se hubiera encogido.
—Qué... rayos... ¡¿Pero qué es esto?! —murmuró al ver que sus manos también estaban más pequeñas. Se tocó la cara, el pelo, miraba a su alrededor buscando un espejo, encontró uno en un rincón, cubierto de polvo, y se arrastró hacia éste... No podía creerlo. Se veía como si tuviera diez años.
Solo pudo abrir la boca para gritar horrorizado.
—¡Qué pasó! ¡Qué es esto! ¡Dios mío, mi voz! Parezco una nenita...
—No grites, Baram... No dejas dormir.
—...¡¿Raehwan?! —dijo al reconocer ese tono. Miró a su alrededor buscándolo, entonces vio que todos sus amigos estaban acostados en el suelo, donde habían caído desmayados los cinco, y no solo eso, también parecían estar pasando por lo mismo. Se habían convertido, físicamente, en cinco niños. Todos de alrededor de diez años.
Se arrastró hacia su amigo, pues la ropa que ahora le quedaba grande le impedía caminar, y lo despertó por completo.
—Despierta, despierta, despierta, Raehwan...
—Ay, qué pesado —dijo finalmente— ¿Qué quieres?...
Baram solo podía mirarlo, estaba sin palabras, entonces le tocó la cara con una mano y se echó para atrás, perdiendo el equilibrio.
—...Sí es real —dijo.
Raehwan no comprendió nada hasta que enfocó la vista y tuvo en frente de sí a un niño de diez años con ropa extremadamente grande.
—¿Baram? ¿Eres tú...?
El otro agarró el espejo y lo puso en frente de Raehwan, luego este pasó a darse cuenta de que él también era un niño ahora.
Parecía uno de esos locos sueños que se sienten muy reales, esos de los que despiertas y estás en casa como siempre y nada pasó. Bueno, al menos eso querían que fuera.
Baram se echó para atrás al oír el grito agudo de Raehwan. —Vaya, tú sí tienes voz de nenita...
Raehwan no sabía qué hacer con las prendas que hasta hacía horas atrás eran de su talla. —¡No puede ser! ¿Cómo nos pasó esto? ¡Hasta nuestras voces cambiaron!
—Lo sé... Somos... Somos unos niños —decía Baram dando vuelta el espejo para mirarse de nuevo.
—¿Pero qué es esto? —Ambos llevaron la mirada a Sunghak, que había despertado unos segundos atrás y se analizaba las manos— ¿Acaso... Acaso me encogí?
Raehwan y Baram se arrastraron hacia su amigo.
—Sunghak.
—¿Eh? —él levantó la mirada.
—Somos nosotros, tus amigos —dijo Raehwan casi sonriendo
—¿"Nosotros"?... —hizo una pausa, mirando al suelo, y luego analizó sus rostros— ¿Cómo...?
—No lo sabemos pero, parece que todos estamos en la misma —respondió Baram y le puso el espejo en frente a Sunghak. Él llevó las manos a su cara observando su reflejo y unos segundos después gritó en sorpresa al vidrio pulido.
—¿Qué vamos a hacer? —chilló. Baram no sabía qué decir y Sunghak seguía tratando de entender por qué de repente se veía como si llevara la ropa de un hombre gigante puesta. Jude y Feeldog que comenzaron a removerse mientras dormían.
Pasó otra media hora hasta que todos estuvieron en condiciones de levantarse y caminar, superar la sorpresa era demasiado difícil, sobretodo porque a los cinco les había pasado lo mismo, y al mismo tiempo... ¿Acaso la casa tenía algo que ver?
Se habían sentado en una ronda para discutir qué rayos iban a hacer ahora que volvieron en el tiempo físicamente. Feeldog no sabía qué decir, pero logró ordenar las siguientes palabras:
—Miren chicos, antes que nada deberíamos volver a casa. Luego veremos qué hacer con esto... Y pues estamos encerrados, pero ahora que somos más pequeños, por alguna maldita razón; podríamos escabullirnos por algún sitio.
—Yo quiero ir a ninguna parte —dijo Baram—, primero quiero saber por qué diablos tengo diez años de nuevo...
—Tiene razón —dijo Jude con el ceño fruncido—. Me siento muy extraño, y esta ropa es demasiado grande y molesta...
—De acuerdo, pensaremos algo —propuso Feeldog—, creo que podemos ir así por la calle—se levantó y tiró hacia arriba de sus pantalones para no pisarlos, pero era inútil caminar con zapatos y calcetines tres veces más grandes que sus pies— Ya pues, así no.
—¿Deberíamos andar... desnudos? —dijo Raehwan con cara de disgusto. Los demás se opusieron.
—¿Estás loco? Es delito —le dijo Baram.
—¡Ya sé, solo decía!... Es que tengo miedo.
—Yo también —dijo Jude con la mirada baja.
—Todos tenemos miedo —agregó Sunghak, rayando el suelo con una piedra que encontró.
Baram bajó la cabeza.
—Todo esto es mi culpa, yo me quise meter a la estúpida casa... Actué como un niño estúpido, y además fui malo con ustedes, debí quedarme en el cumpleaños...
—No, no es tu culpa —le dijo Feeldog, poniendo una mano en su hombro. Luego pareció darse cuenta de algo—. Espera, repite eso.
—¿Lo del cumpleaños?
—No eso, lo otro.
—¿Que fui malo con ustedes?
—¡Lo de la casa!
—Ah, sí; yo quise meterme a la estúpida casa...
Feeldog se quedó pensando.
—Y que actuaste como un niño estúpido... Niños estúpidos; esas dos palabras son la clave.
—Y el resplandor —agregó Baram—. Todo esto debió haber pasado cuando nos desmayamos, luego de esa luz.
—¿¡Entonces esta casa está embrujada!? —gritó Raehwan— Ya ven, ¡se los dije, pero no me quisieron escuchar!
—Después de todo aún no sabemos con seguridad, pero... Apostaría a que este lugar nos convirtió en niños —afirmó Feeldog.
Sunghak recordó la noche anterior y sintió un escalofrío.
—Oigan, yo...
—¿Qué vamos a hacer con esto? —Raehwan interrumpió— ¡Quiero ser grande de nuevo!
—Ya cálmate —le espetó Baram—, todos odiamos esto por igual.
—Chicos...
—Bueno, sea lo que sea que haya ocurrido, primero hay que salir de esta mugrosa casa —dijo Feeldog.
—¡ESCÚCHENME! —Todos miraron a Sunghak en silencio al oírlo gritar— Ustedes dicen que todo esto pasó en la noche, ¿no? Pues... Ayer fue mi cumpleaños y, obviamente pedí un deseo... Tal vez, solo tal vez...
—...¿Acaso deseaste que fuéramos niños? —rio Feeldog, pero se puso serio a los dos segundos—... ¿Lo hiciste?
Sunghak hizo una mueca.
—Eh... Algo así —dijo. Los cuatro se miraron unos a otros y luego de vuelta a Sunghak—... O sea, en verdad no era mi intención que se cumpliera, es decir, es un deseo de cumpleaños, ¡esas cosas nunca se cumplen de todos modos!
—Sí, lo sabemos —dijo Feeldog.
—Como sea, ¿qué deseaste exactamente? —le preguntó Baram.
—Yo... Deseé que pudiéramos estar juntos como solíamos. Que nos divirtiéramos y que nadie tuviera que irse a trabajar o a hacer algo, que no tuviéramos preocupaciones... como cuando éramos niños... Entonces... Sí se hizo realidad —murmuró, asombrado.

Fuera de la casa, el sol brillaba y los pájaros cantaban. Todo estaba tranquilo en el vecindario, excepto por el grupo de niños ruidosos que caminaban por las calles de su barrio atrayendo la atención de todos. La gente los miraba, pues estaban usando ropa de adulto y se gritaban entre ellos, no dejaban de discutir. Pudieron escuchar muchas opiniones de gente adulta que los miraba con cierto desprecio, de segpensando: "Qué niños más ridículos".
—¡No puedo creer que acepté a todo esto por unos malditos $50!
—No fue tu culpa, Baram —le dijo Jude.
Feeldog suspiró.
—Exacto, es culpa mía por retarlo... El único culpable aquí soy yo, yo los metí en este lío para empezar.
—Ninguno de ustedes tiene la culpa, ¿sí? —les dijo Sunghak— Saben que todo esto puede haber sido mi culpa, inconscientemente o algo así... Cielos... ¿Cómo volveremos a casa? No nos reconocerán.
—Y sería una locura intentar contarles lo que nos pasó —dijo Baram—. Además ni siquiera sabemos cómo pasó.
—Lo único que sé es que tengo ganas de ir al baño —dijo Raehwan y los demás rieron—. ¡¿Qué?!
—Mejor conserva tus... ya sabes —se echó a reír—. Sí, podrías inflar tus pantalones y salir volando.
Todos estallaron de risa. Raehwan se cruzó de brazos y se detuvo allí mismo, se apoyó contra una pared.
—Ah, sí, muy gracioso...
—Anda, no te esponjes —le dijo Baram— ¿Te vas a quedar ahí? Porque nosotros nos vamos...
—Pues váyanse. Yo me quedo aquí en... —giró su cabeza, entonces supo que era una vitrina de una tienda de ropa— En la tienda de ropa para niños —dijo.
Los demás miraban el local con ojos brillantes.
—¡Bien hecho, Raehwan! —chilló Feeldog. Su amigo lo miró confundido. Sólo tomó unos treinta segundos para Feeldog explicar el plan, y se hallaban frente a la puerta cuando Jude preguntó, por décima vez:
—¿Están seguros de esto? ¿Y si nos descubren?
—Somos niños; con mostrarles nuestros ojos grandes obtendremos lo que queramos —respondió Sunghak—. Hay que hacerlo. ¿O quieres andar con pantalones que multiplican tres veces tu tamaño?
—Chicos —Feeldog alzó la voz, decidido—, vamos a hacerlo. Ahora, déjenme distraer a la empleada y cuando les dé la señal ustedes toman todo lo que puedan.
Jude negó con la cabeza.
—Es que robar es delito...
—Y también andar desnudo. Estaríamos rompiendo la ley de todos modos, así que ¡hagámoslo! —concluyó Raehwan.
Dejaron de murmurar para entonces entrar a la tienda y, esforzándose por actuar normalmente, Feeldog fue adelante de todos y se dirigió directamente al mostrador. La vendedora le daba la espalda, no se había dado cuenta de que había gente en su negocio, entonces él le llamó la atención. Se estiró para llegar al timbre en el mostrador y lo presionó, ella se volteó inmediatamente pero frunció el ceño al no ver a nadie.
—Disculpe, aquí abajo —dijo el niño y ella sonrió al verlo. Usaba gafas y parecía un poco lenta, sería fácil de engañar...
—Oh, lo siento. ¿En qué puedo ayudarte?
—Bueno, a ver... Necesito una gran cantidad de cosas, como... cincuenta camisas. Y me imagino que tendrá que ir al depósito para buscarlas... —dijo y giró la cabeza para hacerle una señal con la cara a Sunghak. Él asintió y pretendió mirar los artículos en venta como si fuera a comprar algo. Los demás hacían lo mismo.
—Ah ya veo —rio ella—... ¿Estás con tu madre, niño?
—No, de hecho...
—Bueno, no puedo dejar el local solo con unos niños, eso no sería respons...
—Ajá, sí —interrumpió Feeldog—. Pero pongámoslo así: en verdad necesito esas treinta camisas, por favor...
—¿No eran cincuenta? —ahora ella interrumpió, y Feeldog desvió la mirada.
—Sííííí, cierto —rio nervioso—. Entonces, como decía...
—Mira niño, no voy a caer en tu estúpido juego —dijo ella. Feeldog tragó saliva, se quedó sin palabras. Sunghak y Raehwan estaban discutiendo sobre unos pantalones que los dos querían pero tendrían que compartir ya no que no habían dos pares iguales, Jude se distrajo tratando de alcanzar los artículos colgados más arriba, pero Baram escuchó a la mujer decir lo siguiente—: Salgan todos de mi tienda ya mismo.
—Aaah, yo... Ehh...
Baram se acercó corriendo al mostrador y miró a Feeldog con una expresión enojada.
—¡Oye, ¡podrías apurarte?! —le gritó— ¡Necesitamos esas camisetas para los demás niños de nuestro orfanato! Por tu culpa llegaremos tarde y no nos darán comida por dos días.
Su amigo lo miró por unos largos segundos hasta que finalmente entendió.
—...¡Ah, sí! Porque somos del orfanato, cierto —balbuceó—. Señora, espero que no se enoje con nosotros, es que también nos meterán las cabezas en retretes si no les llevamos su ropa nueva —dijo y ambos miraron tristes a la mujer, quien ahora parecía más compasiva y se había llevado una mano al pecho.
—Oh, cielos, yo lo siento tanto —dijo ella, avergonzada—. Por eso no estabas con tu madre.
—Sí, por eso mismo —dijo Feeldog, intentando sonar convincente.
—Y los otros niños también son de tu orfanato —dijo ella, señalándolos con una mano, aunque estaban dispersos—. Oh, vaya. En verdad creí que me iban a robar o algo así...
Los tres se echaron a reír, pero Feeldog interrumpió las risas nerviosas tosiendo.
—Creo... Creo que me estoy enfermando —dijo. Baram le hizo un gesto pequeño para que no exagerara. El otro asintió y miró a Baram como esperando que dijera algo, él se encogió de hombros.
—Eh, bueno, hemos estado ahorrando mucho por esto... En serio, puedo mostrarle, tenemos muchas monedas gracias a las ventas de galletas y por ayudar a los ancianos... —se puso a buscar en sus bolsillos como si tuviera algo, pero la mujer lo detuvo.
—No se diga más —declaró la vendedora—. Enseguida les traeré su pedido. Por favor, discúlpenme.
Cuando la mujer se alejó del mostrador para ir al depósito, Baram se quedó mirando su trasero y Feeldog le dio una palmada en la cabeza.
—¡Eres un genio! —chilló.
Para el momento en que la vendedora volvió con las bolsas llenas de ropa, no pudo hacer más que correr a la puerta y gritar:
—¡Niños del demoniooo! ¡Vuelvan aquí!
Los cinco escucharon ese grito y corrieron aún más rápido. A Raehwan se le cayó una de las bolsas pero no podía volver por ella, siguieron corriendo hasta que llegaron a un callejón. Se detuvieron allí para cambiarse de la ropa grande que originalmente llevaban por la robada, que ahora era de su tamaño.
Feeldog metió la mano en una bolsa y a medida que sacaba cosas se las pasaba a sus amigos.
—¿Qué es esto? —reclamó Sunghak bajando la mirada al conjunto de jean y estampados vintage que recibió.
—Sólo póntelo.
—Pero parezco un hippie —se quejó. Raehwan se echó a reír y Baram se burló de la camisa rosa que llevaba este, donde además se veía la foto de una famosa cantante pop.
—No te preocupes, Sunghak, Raehwan parece una flor.
—¡Tú eres una flor!
Jude había estado mirando hacia afuera del callejón en caso de que alguien los estuviera persiguiendo. Entonces vio a la mujer correr hacia donde estaban ellos.
—¡Chicos, chicos, la loca ya viene! —gritó y cuando volvió la vista a ellos se dio cuenta de que los demás se habían echado a correr— ¡Espérenmeee!
Los niños corrieron cerca de cinco calles más, solo para asegurarse de que no los atraparían; pero seguían llamando la atención de todos modos por sus prendas coloridas y ridículas.
Se detuvieron para encontrarse en un parque con bellos árboles de cerezo. Tomaron asiento en una banca e inhalaron ese aire puro; estaban tranquilos pues era aquel parque donde se habían conocido todos, donde habían pasado gran parte de su infancia escalando árboles, jugando con los insectos que encontraban, persiguiendo aves y molestando a la gente que pasaba; todo en ese parque, juntos. Por supuesto que se habían divertido juntos en otros lugares y haciendo otras cosas, pero ese lugar en particular era inolvidable para ellos.
—Raehwan, quita la etiqueta de esa gorra, se podrían dar cuenta si la ven —le regañó Feeldog, interrumpiendo con el ambiente calmo del lugar, y Raehwan obedeció riendo. Todos miraban a su alrededor con cierto sentimiento de nostalgia mezclada con ternura—. Oigan... Es raro que nos hayamos detenido aquí. Ninguno corría en una dirección específica.
—¿Tal vez debíamos venir aquí? —Sunghak pensó en voz alta.
—...¿A qué te refieres?
—Pues aquí veníamos cuando queríamos huir de algo, o de la escuela en particular —rio—. Aquí solíamos divertirnos sin preocuparnos por nada, ya saben, cuando éramos niños.
—¿Y qué hay con eso? ¡¿Acaso la magia se revertirá aquí?!
—¡No lo sé! Solo digo que...
—¡Ya sé! —Raehwan interrumpió, saltó en la banca— Tengo una idea. Actuemos como si realmente fuéramos niños y juguemos como hacíamos antes, ¡así la Casa nos verá y nos hará grandes de nuevo! —dijo, y los demás lo miraron confusos—... ¿No? Ok, no.
—Eso es imposible —dijo Feeldog un rato después—. ¿Una casa observándonos?
—Pues por lo que veo aquí no todo es tan imposible —respondió Jude, mirando a sus amigos—. La idea de Raehwan es buena... Deberíamos intentar, a ver qué pasa.
—¡Oh, tengo una idea, tengo una idea! —exclamó Baram poniéndose de pie. Todos lo miraban atentamente— Si Sunghak es, por así decir, el que hizo esto al soplar las velas y pedir un deseo, entonces debería hacerlo de nuevo; pero esta vez desearía lo contrario. ¡Lo ven, soy un genio! —dijo, cruzándose de brazos decidido y con una expresión de arrogancia llenando su rostro de niño. Los demás se quedaron pensando, no parecían tan convencidos—... Oh, vamos chicos, ¡mi idea es mucho mejor que la de Raehwan!
—¡Eres un niño estúpido! —le chilló el nombrado.
—Cállate, cara de flor —le contestó el otro y Jude rio.

 


 

—¡Pásala, estoy libre, estoy libre! —Raehwan saltaba de aquí allá tratando de llamar la atención de su amigo. Feeldog intentaba quitarle el balón y Baram se había decidido a tirar al cesto, pero algo se lo impidió. Dejó de rebotar el balón y se quedó mirando algo a lo lejos.
—¡Oye, ¿qué haces?! ¡Vuelve aquí! —le gritó Feeldog.
Lo vieron correr hasta el otro lado de la cancha, hacia una chica mucho más grande que él. Sunghak frunció el ceño al reconocerla, era...
—¡Tania, hey!
Ella estaba hablando alegremente con sus amigas, giró la cabeza al oŕ su nombre, sus ojos buscaban a quien la hubiera llamado y entonces bajó la mirada a un niño que se acercaba a su posición. Su rostro se volvió serio de repente. No conocía ni mucho menos era amiga de ningún niño, es más, los odiaba, por lo que se quedó allí viendo la amplia sonrisa en la cara de aquel chiquillo que se le hacía un tanto conocido. Por supuesto que sí, pues era su novio...
—¿Ah? ¿Quién eres, niño? ¿Y como sabes mi nombre?
—¿Qué pasa? Soy yo... —dijo. La sonrisota se esfumó de su rostro y se quedó allí con la mirada perdida. «Ay, no puede ser», pensó. La chica no pudo evitar reír.
—Parece muy confundido —reía una de sus amigas—. Mejor vete a hacer tu tarea, niño.
—P-pero yo... Es que...
Tania lo miraba como si hubiera visto algo muy familiar en él pero no terminaba de darse cuenta, soltó una carcajada por el comentario de su amiga. Él no sabía qué decir así que salió corriendo para alejarse del parque, hasta que Sunghak lo detuvo tomando su brazo, luego le murmuró:
—¿Qué haces?
—¿Qué? ¿No puedo hablar con mi novia?
—Amigo, deberíamos concentrarnos en volver a la normalidad primero —dijo. Baram lo miró raro—. No sé, tan solo no quiero arriesgarme... Debemos ser muy cuidadosos.
—De acuerdo —asintió con la cabeza. Sunghak finalmente soltó su brazo—. Como sea, no me reconoció en absoluto.
Escucharon a los demás acercarse, Raehwan parecía asustado.
—Chicos, vayamos a casa, está oscureciendo —dijo.
Feeldog resopló.
—¿Casa? No nos dejarán entrar a nuestro apartamento ahora que aparentamos diez años.
—Tal vez debamos considerar seriamente el entrar a un orfanato —dijo Jude. Los otros lo miraron un tanto asustados ahora—... ¡Es broma! Pero, si el cambio ocurrió en la madrugada de hoy, entonces esperemos a la noche.
—Suena bien —dijo Feeldog—. Aunque no deberíamos confiarnos de eso sino intentar distintas cosas...
—¡Yo no esperaré hasta la noche! —se quejó Baram— Tengo que hablar con mi novia, no ha contestado mis llamadas y no pude hablarle...
—Pues eso es muy obvio, ahora eres un niñito —le respondió Raehwan, como si fuera necesario.
—¡¿Quieres callarte?! —le gritó el otro, acercándose a él con intenciones de golpearlo, pero Feeldog se puso en medio moviendo los brazos.
—¡Wow, wow! Ya basta, ya tuve suficiente de ustedes dos.
—...Él empezó —dijo Baram con la cabeza baja y Feeldog rodó los ojos. Raehwan se había escondido detrás de Sunghak.
—¡No me importa quién empezó! Miren, sé que es difícil pasar por esto pero tenemos que mantener la calma para que podamos resolverlo, ¿eh?, ¿o acaso quieren quedarse así para siempre?... Saldremos de esto... Juntos.

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