Una noche normal... Casi

"Magia más allá de las palabras"

 

 

La celebración estaba llegando a su fin. Le bajaron el volumen a la música que aún seguía haciendo vibrar los altavoces y se sentaron a la mesa redonda donde habían colocado el gran pastel. En la cima de éste, había una figura de un hombrecito que había sido construido inspirado en el chico que cumplía años; en la cara de él, una amplia y brillante sonrisa. Alguien más apagó las luces de la habitación, así la única luz perceptible en el lugar era la que emanaban las llamas en las velas. Luego de oír el canto de sus amigos y sonreír aún más ampliamente, si es que eso era posible, finalmente cerró los ojos y algo interrumpió sus pensamientos:

—¡Sopla las velas de una vez! —dijo Baram llamándole la atención, sentado frente a él.

Sunghak se rio, aún con los ojos cerrados.

—Déjame pensar un deseo...

—Sí Baram, cállate —dijo Raehwan haciéndole una mueca al que había interrumpido al cumpleañero, y que, como era de esperarse, volvió a hacerlo con un tono más impaciente que el anterior:

—Eu, me tengo que ir, apúrense.

—¿Qué, llegas tarde a algún lado? ¿Para dónde vas? —le preguntó Feeldog, comenzando a molestarse.

Jude revoleó los ojos e hizo a un lado al perro que estaba acariciando.

—Sí, sí, que se vaya a donde quiera pero ahora hagan silencio y dejen que Sunghak pida su deseo de cumpleaños.

—Gracias, Jude —sonrió el nombrado. Y ahora Baram revoleó los ojos. Todos se quedaron callados por unos segundos y finalmente Sunghak se acercó al pastel y apagó las velas, todos festejaron, Feeldog sopló una corneta.

—¡Ahora sí, cortemos el pastel! —dijo Raehwan, radiante.

—¿Puedo darle pastel a Biggie? —preguntó Feeldog, refiriéndose al perro, y éste movió la cola. Baram aplaudió un par de veces y se levantó de la silla mirando su reloj de muñeca.

—Sí, bueno, fue una linda velada pero...

—Ah ¿ya te vas? —Sunghak se puso un poco más serio.

—Ajá, si no llego tarde a pasar a buscar a Tania.

—Oye, siempre tienes que irte a algún lado, hace tiempo que venimos planificando esto —le dijo Feeldog, con la boca llena de comida.

—En realidad lo entendemos pero... Se está volviendo aburrido —dijo Jude, algo triste.

—Ustedes saben que trabajo mucho... Les prometo que los compensaré, ¿sí? Ya me voy —finalmente se despidió y antes de salir del apartamento, acarició al perro—. Hasta luego, Biggie.

Mientras Baram esperaba que el ascensor bajara al primer piso, pensaba en lo mucho que se debían estar divirtiendo sus amigos en el cumpleaños de Sunghak. Realmente quería estar ahí, pero también tenía un trabajo, y una relación con una chica, que ciertamente no estaba yendo tan bien como quería creer. De todos modos salió de allí andando muy tranquilo, hasta que pasó por una casa abandonada. Ya había pasado por ahí antes, pero esa vez era distinto en algún sentido...

Miró atrás un par de veces a causa de algunos ruidos raros que oía, aunque sin detenerse. Comenzó a sentir escalofríos, maldijo a la soledad nocturna de esas calles, sacando su móvil de un bolsillo; pensaba llamar a Tania para así poder sacar de su cabeza esas ideas locas de que alguien lo perseguía, marcó el número de la chica dos veces pero ella no contestaba, le pareció raro, pero no le importó porque ya iba para allá. De repente se paró en seco al oír que alguien lo llamaba y, quedó paralizado, al ver que un arbusto se movía y que había alguien o algo allí; estaba a punto de salir corriendo hasta el momento en que...

—¿Qué fue eso? —frunció el ceño, confundido. Luego notó un olor desagradable y se cubrió la nariz— ¡Mierda, eso no salió del arbusto, ¿o sí?!

—¡Raehwan, arruinaste todo! —gritó Feeldog saliendo de detrás de un árbol. El nombrado se puso de pie alejándose del arbusto, Sunghak y Jude aparecieron de la nada.

—Wow, amigo, te estás pudriendo —reía Sunghak—. En serio, los tuyos son peores que los de Biggie.

—¡Se me escapó! —le respondió Raehwan.

—¿Pero.. qué mierda hacen?

Todos se rieron menos Baram.

—Te queríamos asustar, por amargado —Raehwan seguía riendo.

—Pues me podían haber asustado en serio, eh.

—Ay, no seas tan nenita —le dijo Feeldog pegándole en el brazo.

El grupo de amigos empezó a reír sin preocupaciones. Hasta que unos segundos después, oyeron un chirrido del portón de la casa abandonada. Los cinco se callaron de repente y miraron al portón que se abría lenta y misteriosamente.

—¿Qué carajo? —dijo Sunghak. Inclinó la cabeza, curioso, al ver que las puertas se abrieron por completo y ahora salía niebla de allí dentro—... ¿Ustedes vieron a alguien?

—Yo no vi nada... —murmuró Feeldog, intrigado.

—¡No! ¡Volvamos a casa ya! Me da miedo —decía Raehwan, a lo que Jude y Sunghak estuvieron de acuerdo; pues era de noche y el interior desconocido de ese edificio viejo era muy oscuro, el portón pareció abrirse por sí solo, como invitándolos a pasar, y luego salió niebla, en fin: la pinta que tenía el lugar era típica de una película de terror...

Entonces, a Feeldog se le ocurrió ¡una brillante idea!

—¿Qué miras? —le preguntó Baram a Feeldog, al ver que él lo miraba riendo bajo— ¡Ah, no, yo ahí no me meto!

—¿Qué pasó, nenita? —siguió riendo.

—No lo escuches, Baram, no vale la pena entrar ahí —chilló Raehwan, intentando convencerlo para irse de allí de una vez. Él sacudió la cabeza, se dio vuelta para irse pero cuando estaba a unos pasos de distancia de sus amigos, algo le impidió seguir. Volvió hasta donde estaba Feeldog y le puso un billete en la mano.

—El doble o nada, quince minutos ahí dentro.

Sus amigos lo miraron sorprendidos y Feeldog respondió:

—Genial. No creí que fueras a hacerlo, pero... Doble o nada, ¡es un trato! —afirmó y pasó a guardar el billete en un bolsillo—... Y mejor no te metas a la casa, podría aparecer algún fantasma.

Feeldog tendió una mano a su amigo para sellar el trato pero este en cambio sólo le hizo una mueca y sin más se metió a la casa abandonada, oyendo a Raehwan, quien seguía pidiéndole que no lo hiciera.

Una vez allí, sacó su teléfono para alumbrar un poco el lugar, mas no servía de mucho así que lo guardó. Se quedó dando vueltas en el terreno abandonado de pastos crecidos y amarillentos, no habían empaques de alimentos, basura: señales de que allí no había nadie. Resopló.

—¿Qué estoy haciendo con mi vida?...

Se puso a tararear una canción en medio del silencio, pero se quedó callado en cuanto vio una ventana abierta. Era algo muy extraño, pues todas las ventanas y puertas que había visto hasta el momento estaban barricadas por fuera. Casi rio ante la idea de que podría haber alguien adentro, pero algo era seguro: mientras miraba la cortina moverse, lo único que pensaba era en meterse a la casa... No se esforzó mucho en detener su curiosidad y en un salto se vio dentro de la propiedad abandonada.

—¡Cariño, ya llegué! —rio ante su propio chiste sin recibir respuesta alguna. Sacó su teléfono de nuevo para escribir un mensaje a Tania, poniendo alguna excusa tonta como justificación de que llegaría un poco tarde—... Las estupideces que hago por dinero...

Raehwan no dejaba de moverse y mirar para adentro del portón que misteriosamente se había abierto.

—No lo veo por ningún lado... Chicos, tengo un mal presentimiento... —dijo, frotándose los hombros.

—Oigan, ya pasaron quince, ¿en dónde está? —preguntó Feeldog, aburrido.

—Será mejor que vayamos a ver. Quizás está jugando —Sunghak se encogió de hombros.

Feeldog asintió con la cabeza para luego seguir a su amigo al interior de ese oscuro terreno abandonado. No llevaban los móviles por lo que no había manera de alumbrar el lugar, así que simplemente empezaron a dar vueltas.

—Mierda, ya perdí veinte dólares —decía Feeldog, y mientras caminaba, notó una ventana abierta—. Oye, oye, mira esto.

Sunghak se acercó a la ventana abierta también, ambos llevaron la mirada a las cortinas que se movían levemente.

—Oh, vamos, ¡tiene que ser una broma! Se metió a la casa... No nos quedaremos a esperar, entremos a buscarlo —ordenó.

Mientras tanto, Raehwan caminaba de un lado a otro y Jude miraba los autos pasar. Levantó la muñeca a la altura de su cabeza para ver la hora.

—Será mejor que se apuren, se está haciendo tarde...

Raehwan finalmente se quedó quieto.

—¿Deberíamos ir también? —propuso.

—¿Tú crees?

De repente oyeron un grito. Raehwan se quedó como piedra y Jude dio un pequeño salto en su lugar, no dudaron un segundo y corrieron al interior de la casa también.

La ventana abierta llevaba a una sala de estar con muebles cubiertos por plástico transparente. La chimenea había sido tapada con ladrillos y cemento. Luego, habían tres puertas y una escalera. Las paredes permanecían agrietadas y talladas de moho, por lo que el olor del lugar era casi tan desagradable como la vista.

—Están todas cerradas —dijo Feeldog, apartándose de la última puerta que tocó.

—No creo que haya subido al segundo piso, no le da —Sunghak suspiró y se sentó en uno de los sillones, mirando al techo. Feeldog rio por el comentario de su amigo, luego tomó asiento junto a él, sobre el plástico de burbujas—. Me estoy aburriendo. ¿Dónde está este tonto?... ¡Oye, Baram, si no sales en diez segundos de donde sea que estés, me quedaré con tu dinero! Será mi regalo de cumpleaños —rio. Se puso de pie y comenzó a dar vueltas.

Feeldog vio algo en el piso y se inclinó a agarrarlo, intentando contener la risa.

—Oye, Sunghak... ¡Aquí tienes tu regalo de cumpleaños!

El otro dio un salto y gritó al ver lo que Feeldog sostenía, era un cadáver de una rata. La cola larga del roedor muerto lo aterró. Su amigo, en cambio, al verlo caer al suelo comenzó a reír muy fuerte.

—¡¡¡Estás loco!!! —chilló Sunghak.

Feeldog siguió riendo hasta que alguien más lo asustó saliendo de atrás del sofá.

—¡Ah, carajo! —gritó al ver a Baram y éste comenzó a reír. Sunghak también rio por la reacción de su amigo—... Estaba a punto de arrojarte la rata muerta.

—Suelta eso, ya. Qué asco.

—¡Baram! ¡Sunghak! ¡Feeldog! —Raehwan entró por la ventana y corrió hacia ellos. Jude entró también y no entendía por qué estaban todos tan relajados, cuando Raehwan había estado tan preocupado—... Oímos un grito —dijo.

—Sí, fue mi culpa —reía Feeldog. Al ver que todos estaban bien, se tranquilizaron y siguieron intercambiando bromas... Pero de repente, la ventana que hasta ahora había estado abierta se cerró y la poca luz que había en el lugar se vio apaciguada.

Estaban encerrados en la casa abandonada...

—Estamos... atrapados... —murmuró Raehwan, rompiendo el silencio— ¡Lo ven! Se los dije, les dije que no sería buena idea...

—Oye, tranquilo —Feeldog sonrió, relajado. Trató de abrir la ventana pero estaba atascada. Los demás lo miraron en silencio. Entonces Baram recordó algo.

—¡Hey, mi móvil, tengo mi móvil!

¡Tiene su móvil! —reaccionó Raehwan.

—¡Qué esperas, llama a alguien! —le gritó Sunghak.

—Ya, ya, llamando a la policía... —dijo Baram y marcó tres números, presionó llamar, luego se acercó el teléfono a la oreja y esperó unos segundos— ¡Hola! Nos metimos a una casa abandonada, y de repente la ventana se cerró y...

—...¡¿Y bien?! —preguntó Feeldog impaciente luego de unos segundos. Baram miraba la pantalla del aparato, serio y confundido.

—Me colgaron.
—¿Qué? ¡¿No te creyeron o qué?! —dijo Jude.

—Pues creo que no...

Feeldog rodó los ojos y le quitó el teléfono.

—Dame eso, yo lo hago.

—¡Oye devuélvelo!

—Oigan, ya cálmense, yo llamaré —les dijo Jude pero sus otros dos amigos no lo escuchaban, así que comenzó a pelear con ellos para obtener control del móvil. Raehwan también discutía con ellos.

—Yo lo haré, es mi móvil.

—¡Yo lo haré!

—¡Déjenme a mí!

—¡Babosos!

Sunghak se sentó en un sofá y miró con aburrimiento a sus amigos peleándose por una cosa tan tonta, luego llevó la mirada al techo, pensando en un montón de cosas.

—Este es el mejor cumpleaños de mi vida —decía, en voz baja—. Lo único que quiero es que se callen de una vez... y que dejen de pelear... Pero no puedo creer que, por una vez en mucho tiempo podamos pasar un rato juntos todos sin que se arruine por alguna razón... Y que eso sea estando atrapados en una casa abandonada. ¿Cómo cambió tanto todo desde que éramos unos simples niños?...

Un as de luz hizo que todos dejaran de discutir. Venía de la ventana atascada por donde se metieron a la casa, y era tan brillante, que no podían ver nada más que el gran resplandor.

Todos se desmayaron allí mismo.

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