Skool Luv Accident

Description

JiminXSuga

 

SPANISH sorry :(

Foreword

Observó con curiosidad el aparato que su amigo le había dejado. Más bien, le había pedido tras hacerle prometer quince veces que lo cuidaría, que le guardase la cámara de fotos mientras él se saltaba las últimas clases para ir a enrollarse con una compañera dos cursos mayor que él. Bien, podía comprenderlo, ese tipo de oportunidades no se presentaban todos los días.

Jimin observó con curiosidad el artilugio, dejando escapar un suspiro que hizo flotar su flequillo negro. Sabía que era el último modelo de no sé qué no sé cuántos y que había prometido protegerlo con su vida, además de guardarle la mochila a su colega. Claro que todo eso significaba que el otro le debería un favor más tarde.

 

Cuando el timbre que daba por finalizado el día sonó, él agarró la mochila de su amigo y la suya propia, junto con la cámara, y salió al patio. Se sentó en el porche a observar el cielo despejado. Se había colgado el aparato del cuello, así que decidió cogerlo y sacar una foto. No miró la imagen, pero le gustó la sensación y volvió a apretar el botón. Repitió la operación varias veces, divertido y comenzando a entender por qué su amigo estaba tan obsesionado con la fotografía. Estaba a punto de apretar de nuevo cuando escuchó que lo llamaban y se volteó. Escuchó el sonido de la cámara, pero cuando se volvió las guapas chicas a quienes quería echar la foto ya habían seguido su camino, ¿las habría capturado en el objetivo?

—¿Qué haces?—preguntó su amigo. Llevaba el cabello revuelto y la camisa sólo colocada a medias en el pantalón. Sonrió de medio lado.

—Desde luego no lo mismo que tú… ¿te has divertido?

—¿No se nota? ¿Y tú? ¿A qué jugabas con mi Pequeña?

—¿En serio tienes que llamarla así?—preguntó, sacándose la cuerda de la cámara y devolviéndosela al otro chico. Éste sonrió con dulzura al aparato— Si esa noona supiera que estás enamorado de un aparato, creo que no volvería a decirte de pasarlo bien…

—Esa noona volverá a llamarme, ¿te crees que puede esa noona resistirse a los encantos de Nam Joon?—se apartó para que observase mejor su aspecto y sus ojos se convirtieron en dos pequeñas rendijas. Desde luego su ego estaba en una escala bastante alta.

—¿Sabe esa noona que Nam Joon, además, ha repetido un curso? Quizá no le gustes tanto después de enterarse…—dijo con malicia. Muchas de las chicas que habían conocido hasta entonces, daban demasiada importancia a las notas que sacaban.

—Ése es un golpe bajo, donsaeng… iba a proponerte que vinieras a escucharmear esta noche en el bar de mi padre, pero creo que me lo he repensado.

—De todos modos, hoy no hubiera podido.

—¿Oh? ¿Estás ocupado?—Jimin se encogió de hombros.

—Pensaba jugar a videojuegos hasta que se me caigan las manos.—recibió un golpe molesto en el hombro por parte de su amigo, y tras recibir de regalo un pequeño insulto caminaron de regreso a sus casas.

La mañana siguiente y cuando terminaron las dos primeras horas de clase, Nam Joon le lanzó un montón de fotografías sobre la mesa. Había llegado tarde, y Jimin supuso que había sido por ir a buscar esas imágenes reveladas.

—Deberías plantearte lo de no faltar tanto a clase—le dijo, mientras su amigo cogía la silla de en frente y se sentaba al revés sobre ella para poder mirarlo—. ¿Qué es esto?

—Mis planes de futuro son mejores que sacarme un graduado de instituto. Y ésas son las malditas fotografías que hiciste. He tenido que pagar por estas… tonterías. Ya te vale.

—No es mi culpa que decidieras comprarte un modelo mega moderno de no sé qué pero de las cámaras de antes. Si fuera digital…

—Ya te he dicho que las cámaras digitales no son lo mismo. No captan la esencia…

—Tú sí que tienes esencia—bufó, sujetando las imágenes. Recordaba la del cielo… ah, eso era un intento de pillar una mariquita volando. Fue pasándolas, y arqueó las cejas cuando llegó a una imagen que no recordaba haber sacado, pero sí el lugar. Vaya, en vez de a las chicas, había fotografiado a un… chico. Se quedó observando la imagen, incapaz de apartar los ojos de ella. Por alguna extraña razón, su corazón dio un vuelco y se quedó observando los pendientes y el cabello castaño claro. Incluso llevaba delineador de ojos. Se mordió el labio inferior en cuanto se fijó en la boca del chico de la foto.

Estaba volviendo a pasarle. Había confiado en que no pasaría de nuevo pero… maldita sea, ¿y por una simple imagen?

—¿Jimin?

—¿Eh? Ah… hyung, ¿puedo quedarme estas fotografías? Me gustan.—mintió. Eran una mierda, incluso la del chico que había sacado sin querer era un poco borrosa. Cogió sus cosas y se levantó.

—¿A dónde vas?

—A casa o… no sé, a cualquier otro lado. No quiero quedarme aquí.

—¿Pero qué narices…? ¿No me acabas de decir que no debería faltar tanto a clase?

—Yo puedo permitírmelo.—y tras despedirse, se fue a todo correr. El corazón le latía con fuerza y ahogaba su grito interno pidiéndole calma. Caminó tan rápido como le permitieron sus piernas hasta la azotea. Estaba cerrada, pero ese no era un problema para él. Sacó una horquilla que guardaba en la cartera  y la abrió sin demasiadas dificultades.

Una vez en el exterior, cerró tras de sí para que nadie se diera cuenta de que estaba abierta y dejó las cosas en el suelo. Se tumbó, con un brazo detrás de la cabeza y sujetando la fotografía de ese chico sobre sus ojos.

A Jimin le gustaban las chicas. Le gustaban mucho. Pero a pesar de todo, las dos relaciones más serias que había tenido hasta entonces habían sido con chicos. El primero fue cuando tenía trece años, en uno de los aseos del baño de chicos. De hecho, estaba descubriendo la ualidad tras un repentino problema en clase y su compañero le había encontrado en el baño de la escuela en medio de… la faena. Al principio, se habían quedado mirando a los ojos sin saber ninguno de los dos qué decir. Jimin recordaba el miedo, la vergüenza y la ansiedad que había sentido en ese momento. Creía que había cerrado la puerta, pero estaba tan entregado a desfogarse con ayuda de la mano que no se había percatado de que se había vuelto a abrir.

De repente, escucharon unas voces aproximándose. Se puso en pie de un salto, justo en el momento en que el otro chico, el cual conocía de vista y creía recordar que era un delegado tres años mayor que él, se metía en el baño y le ponía una mano sobre la boca. Escucharon las risas de los otros chicos fuera, estaban cotilleando algún tipo de broma que querían realizar mientras uno pedía un cigarrillo y otro comentaba que abriesen la ventana. Para su suerte, fueron tan estúpidos como para no asegurarse de si había alguien. El otro chico, poco a poco, retiró la mano de su boca. Jimin se fijó entonces en sus labios carnosos y sus ojos grandes y marrones, olvidándose de que había logrado subirse los calzoncillos pero de que seguía con los pantalones bajados. Lo único que entraba en su mente era que ese chico estaba peligrosamente cerca de él y que acababa de levantar su mano para acariciarle una mejilla.

Ése fue el primer beso de Jimin, en un cuarto de baño sucio, con los pantalones bajados y apretando sus labios contra los de un desconocido.

Seok Jin, que así se llamaba el chico, se había disculpado con él después, diciéndole que había tenido una erección tras ver una escena entre homouales en una película y que al verlo a él en esa situación, se dejó llevar y quiso comprobar si se sentía atraído por los chicos.

Dijo que había sido mejor beso de lo que se esperaba, pero que (para su suerte) era diferente a cuando besaba a una mujer, y se sonrojó al descubrir su edad pues no se pensaba que fuera tan joven. A los días, Jimin se enteró de que Seok Jin tenía novia y por primera vez en su vida, también lloró desconsolado. En su caso, ese beso había sido mejor de lo que nunca había imaginado que lo sería ninguno.

A partir de entonces, se había dado cuenta de que le gustaban tanto los chicos como las chicas. Pero para su desgracia, vivía en un país donde socialmente, no estaba bien vista la relación entre personas del mismo o, así que se obligó a sí mismo a olvidar todo lo sucedido en aquel baño. Sería mejor. Comenzó a mantener relaciones con chicas, y le gustaba. Eran… suaves. Exacto, suaves. Algunas veces traicioneras, otras dulces como una chuchería. Pero eran chicas y eso le ahorraba problemas en la relación…

Al menos, así fue durante un tiempo.

Tae Hyung había sido lo que se llama un amor veraniego un año más tarde. Se habían conocido porque los padres de éste le habían pedido a los suyos si podían acogerlo un mes en casa. Al principio, Jimin no había encontrado problema en ello. La cosa se complicó cuando tuvieron que compartir habitación, verse desnudos y se dio cuenta de que el otro chico no parecía tener pudor alguno ante él. Además, su personalidad era de lo más curiosa y Jimin no pudo evitar sentirse atraído por él. No hubo nada entre ellos, y se dio cuenta de que nunca lo habría cuando el otro comenzó a hablarle de su novia.

Habían pasado dos años desde entonces, y no había vuelto a sentirse atraído por un chico… al menos, no demasiado. Pero el muchacho de esa fotografía, en realidad su perfil, lo había trastocado hasta hacerle regresar a recuerdos que quería enterrar en lo más hondo de su ser. Le habían gustado sus facciones con sólo una mirada, ¿qué pasaría si lo encontraba en persona?

Necesitaba verlo.

Los días pasaban, y Jimin buscaba al desconocido con ahínco pero su búsqueda seguía siendo infructuosa. A pesar de haber estudiado la fotografía, no dejaba de ser una imagen donde salía de lejos, de perfil y un poco borrosa. Además, cuando lo encontrase, ¿qué haría? ¿Le asaltaría y le diría que le había gustado tras fotografiarlo por casualidad? A pesar de esas dudas, y saber que si quería seguir sin problemas lo que debería hacer era ignorarlo, no podía evitar querer encontrar a ese chico y … y…

—¿Y qué, Jimin, y q…?—estaba diciéndose a sí mismo por los pasillos del instituto mientras observaba por enésima vez la imagen, cuando chocó con alguien y un montón de papeles, entre ellos la foto, volaron por el aire. Logró atraparla y esconderla en el bolsillo lo bastante rápido para que nadie la viera, pero cuando se dio la vuelta la persona contra quien había chocado estaba maldiciendo en el suelo con todos los papeles esparcidos.

—Mierda, mierda, mierda—se agachó escuchando sus improperios—, mierda…

—¡Lo siento! ¿Estás…?—comenzó a decir, recogiendo papeles y levantando el rostro porque todavía no había ni mirado al otro, que adivinó hombre por su voz grave y masculina. Los papeles que había recogido volvieron a resbalar de sus manos y su mandíbula se desencajó lo suficiente como para dolerle. El chico de la fotografía le estaba mirando como si estuviera loco, con esos bonitos ojos enmarcados con una línea negra. Jimin se obligó a sí mismo a recordar cómo se hacía eso de respirar.

Genial, le había encontrado.

Maldita sea, le había encontrado.

—¿Piensas quedarte mucho rato más mirándome así? Porque estoy por tirarte una moneda a la boca…

—¿Eh? ¡Ah, perdona!—reaccionó al fin, volviendo a recoger papeles— Lo siento, menudo desastre, por mi culpa…

—Oye, no pasa nada. Yo tampoco es que estuviera muy atento de dónde pisaba—su cabello era castaño y brillante, sedoso… se vio tentado de tocarlo, pero logró resistirse—. Uff… mierda…—repitió.

—Pues para no pasar nada… pareces bastante angustiado.

—Tenía que llevar estos papeles al despacho de profesores y se han desordenado todos. Dado que era un castigo…—no continuó hablando. Jimin pudo entender lo que sucedía sin problemas.

—Vamos, te acompañaré. En parte ha sido culpa mía que esto sucediera. Si vamos juntos, quizá la culpa se reparta…—sonrió con cierta timidez, preguntándose cómo respondería el otro chico. Para su suerte, le devolvió la sonrisa, pero más grande que la suya misma. Desde luego, le gustaba mucho más en persona que en fotografía, aunque pensó que eso no sería posible.

Entre ambos recogieron los papeles esparcidos y Jimin se ofreció a llevar la mitad.

—Me llamo Yoon Gi—dijo el otro chico de repente, tendiéndole la mano libre—. Estoy en último curso, ¿y tú?

— Jimin, voy dos cursos por debajo pues.

Caminaron en silencio hasta el despacho de los profesores. Yoon Gi entró primero, saludando con respeto y él lo imitó. Fueron hasta el profesor de matemáticas, quien le observó por encima de sus gafas oscuras. No le gustaba aquel hombre, nunca lo había hecho. Sus clases eran aburridas, tediosas, su voz le molestaba y le encantaba castigar a los alumnos con una regla de madera, a la vieja usanza y a pesar de que, teóricamente, estuviera prohibido. Sin poder evitarlo arrugó la frente.

—¿Por qué viene ése contigo?—preguntó, refiriéndose a él con “ése”. Jimin se mordió la lengua hasta hacerse daño para no mandarlo a…

—Jimin—dijo con voz fuerte pero amable Yoon Gi, y él disfrutó el sonido de su nombre proviniendo de sus labios como una caricia en el rostro—. Me he topado con él en el pasillo y se ha ofrecido a ayudarme, profesor.—mirándolo de arriba abajo, el hombre cogió los papeles y pareció molesto casi al instante.

—Están desordenadas.

—Sí, eso es culpa m…—fue a decir el más joven, sin embargo el maestro no se lo permitió, y el otro chico también lo detuvo poniendo con disimulo una mano delante de él.

—¡Esto es intolerable!

—Sí, lo lamento.—Yoon Gi le dedicó una reverencia.

—¿Te estás burlando de mí?—el maestro alzó lo suficiente la voz para que las cabezas curiosas de otros profesores se volviesen hacia ellos. Jimin notó sus mejillas sonrojarse por la rabia que le estaba subiendo de repente— Primero, te tiñes el pelo y te presentas con esos pendientes—el hombre alargó el brazo para sujetar entre sus asquerosos dedos una de las orejas con orificios de Yoon Gi—. Te lo permito, dejándotelo pasar sólo si hacías esta pequeña tarea y…—se calló— Debí esperármelo, de un vago repetidor—gruñó. Jimin aguantó un suspiro, harto de la importancia que le daban a que algunas personas repitieran curso por las razones que fuesen—. Bien. Éste es tu nuevo castigo. Tendrás que recoger cada tarde los libros de la biblioteca durante un mes.—Jimin esperó haber escuchado mal. El desorden que imperaba siempre en la biblioteca al final de la tarde era horrendo. Supuso que por eso la profesora encargada se había cogido la baja de maternidad mucho antes de lo que le tocaba.

Yoon Gi fue a decir algo, pero esta vez fue Jimin quien se le adelantó.

—Profesor—dijo alzando la voz más de lo que pretendía en realidad. Carraspeó nervioso—, ya que en parte ha sido mi culpa, me ofrezco voluntario para ayudarlo con esta tarea.—el maestro le observó sorprendido al principio, divertido después.

—Bien, entonces que sean dos meses.

—Lo siento, lo único que he conseguido es que alarguen el castigo…—Jimin se sentía en parte culpable, en otra contento. Eso significaba la excusa ideal para pasar tiempo con Yoon Gi.

—No pasa nada, gracias por ofrecerte.

—No las des…—estaban regresando juntos a casa, pero por su desgracia no pasó mucho tiempo hasta que tuvieron que separar sus caminos. Se despidieron y separaron, pero mientras caminaba Jimin no podía dejar de darle vueltas a la fantástica idea de que a partir del día siguiente, después de clase pasaría un par de horas (porque al menos necesitaban eso para limpiar allí, con ese suelo que no habría manera de dejar del todo pulcro) juntos al día durante dos meses. Detuvo su marcha de repente, con dolor en el pecho. Su felicidad acabó tan rápido como había llegado.

—Maldita sea Jimin, pareces una niña atolondrada… vale, bien, pasaréis dos horas al día juntos, ¿y? ¿Qué esperas sacar de todo esto? ¿Qué estás buscando? ¿Por qué le buscabas…? Soy un idiota, un maldito idiota.

A pesar de eso, una pequeña parte de él seguía sintiéndose revoltosa por ir a pasar un rato con Yoon Gi. El chico de la fotografía que al fin se había vuelto real.

Al día siguiente, mientras dormitaba sobre la mesa porque le había costado horrores conciliar el sueño por la noche, su mejor amigo le asustó dejando caer un libro a su lado. Soltó un respingo mientras se enderezaba y lanzaba a Nam Joon miradas incendiarias.

—Ayer me dejaste tirado después de clase, ¿piensas compensarme de algún modo?

—Te avisé…

—Te fuiste con otro chico.—puso los ojos en blanco al escucharle decir eso.

—¿Estás celoso?

—¡Claro!—su sinceridad le sorprendió— ¿Me has dejado por otro? Si es así preferiría que me lo dijeras, en vez de andar detrás de ti. Creí que era tu mejor amigo.—ante sus palabras, Jimin no pudo evitar sonreír con dulzura y agradecimiento.

—Lo sigues siendo. No te preocupes.

—Pero me dijiste que durante dos meses no iremos juntos… ¿no es porque te has echado ese nuevo amigo?

—Ah, eso… nos han castigado juntos. Es sólo eso.—mintió. Nam Joon no pareció quedarse del todo contento con aquella explicación, pero al final pareció desistir de seguir echándole cosas en cara.

—Aprovecharé estos dos meses para seguir liándome con la noona del otro día.

—Me imaginaba algo así.—rió Jimin. La confianza que tenía para con Nam Joon era bastante grande y disfrutaba estando a su lado, sin embargo no se sentía todavía capaz de contarle su problema. En realidad, no se lo había contado nunca a nadie. Tenía miedo, pánico a la sociedad y sus palabras crueles. Pero era débil, no podía evitarlo y una simple fotografía le había hecho salir de su zona de confort y seguridad.

El maestro de lengua llegó, y su intento de volver a descansar desapareció. Nam Joon cogió el libro y regresó a su sitio. Las clases pasaron sin pena ni gloria, aunque se entretuvo mucho durante la hora de matemáticas a taladrar con odio al profesor por lo desagradable que había sido con Yoon Gi.

Cuando el timbre sonó para dar por acabadas las clases, le faltó tiempo para despedirse de su amigo y salir pitando hacia la biblioteca, a pesar de que sabía que si se daba tanta prisa lo único que pasaría sería que tendría que esperar a Yoon Gi. Y así fue, el otro chico todavía tardó unos diez minutos en aparecer.

—Vaya, qué rápido. Disculpa la espera.—sonrió con arrepentimiento.

—¡No pasa nada!—Jimin sabía que sonaba demasiado exaltado y exuberante… y le daba igual.

Dentro, la bibliotecaria les explicó cuál era su tarea y cómo ordenar los libros. Era una mujer amable, aunque sin duda alguna aburrida. Su voz era monótona y parecía acostumbrada a hablar en ese tono bajo. Jimin tuvo suficiente con asentir con la cabeza sin bostezar. Cuando al fin acabó la explicación, les dedicó una sonrisa y les dejó trabajar. Según les había explicado, la biblioteca comenzaba a vaciarse alrededor de las siete de la tarde. Entonces, ella se marchaba y dejaba a la profesora de baja recogiendo los libros pues ella iba de seis a ocho. Dado que eran alumnos, dejaría al guarda nocturno encargado de cerrar la puerta de la biblioteca a las ocho en punto, así que era mejor que salieran de allí antes de esa hora.

Jimin se encargó de arrastrar el carrito mientras Yoon Gi le hacía ir deteniéndose para dejar cada libro en su respectivo lugar. Al cabo de media hora, cambiaron sitios porque al mayor le dolía el brazo de estar levantándolo y bajándolo. En comparación con él, quien tenía el cuerpo bien proporcionado, ancho y musculado, la complexión de Yoon Gi era débil, de delgadas extremidades. Tenía pinta de que sería fácil levantarlo en brazos y… Jimin cerró los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos mientras intentaba deshacerse de esos pensamientos.

Trabajaron diligentes y en silencio. Suponía que a diferencia de él, el otro chico estaría deseando acabar cuanto antes mejor con esa tediosa tarea.

Cuando vaciaron por tercera vez el carro de los libros, ya hacía rato que la bibliotecaria se había marchado. Antes les advirtió que ellos no podían prestar ningún libro (como era obvio) y que si alguien se lo pedía, tendrían que indicarles dónde se encontraba la máquina de auto prestado.

—¿Vamos recogiendo?—le preguntó Yoon Gi. Él asintió con lentitud, preguntándose por qué no podían quedarse un par de horas más solos. Casi no habían hablado durante la tarea, pero se debía a la costumbre de mantener el silencio dentro de las bibliotecas.

Fuera, el aire era más cálido de lo que debería para esa estación de otoño y se negó a ponerse la chaquetilla oscura del uniforme.

—Si te resfrías me tocará venir a trabajar solo.—indicó Yoon Gi, compungido y arrancándole una sonrisa.

—Nunca te dejaría hacer esta tarea solo.—dijo, y no mentía. Aunque tuviera que llenarse los bolsillos de pañuelos, arrastrándose a causa de la fiebre para llegar, aprovecharía cada segundo con él. Hasta que supiera qué narices estaba buscando con todo eso o qué pretendía.

Estúpido Jimin…

Se despidieron hasta el día siguiente y Jimin estuvo pensando mil y una maneras de decirle que le acompañaba a casa, pero cada una de ellas sonó desesperada. Además, Yoon Gi podía sentirse ofendido, al fin y al cabo… ¿qué razón podría tener Jimin para acompañarlo a casa? No quería que lo malinterpretara….

—Bueno, si la cosa acabase bien, sí que me gustaría…—suspiró, dándose media vuelta tras ver la espalda de Yoon Gi desaparecer en una calle, dirigiéndose a su propia casa.

Yoon Gi era conocido entre sus amigos como Suga. Al parecer tenía unos amigos con los queaba (¿otro hyungro?) y bailaba de vez en cuando y cada uno tenía su propio sobrenombre. Le prometió presentarle algún día a algunos de sus modelos a seguir (Kanye West, Lupe Fiasco y Hit Boy. Le sonaban de oídas pero no demasiado). Le gustaba escribir letras para sus raps y la asignatura que más le costaba era inglés.

A medida que los días pasaban y se quedaban a solas en la biblioteca, Jimin iba descubriendo más del otro chico. Escuchaba más que hablaba y la información se retenía en su cabeza incluso si él no hacía esfuerzo alguno por aprenderla. La voz masculina de Yoon Gi le extasiaba y se preguntaba cuánto duraría escuchándolo sin cansarse. Le explicó también que estuvo un tiempo ingresado por una infección tras ser operado de apendicitis y le enseñó la pequeña cicatriz en su costado. Al parecer, tuvieron que recurrir a abrirlo un poco en vez de a los tres pinchazos que hacían entonces y unos días más tarde había sufrido esa infección. Jimin deleitó su mirada paseando los ojos por la tersa y apetecible piel que Yoon Gi le estaba mostrando y le preguntó si podía tocar la cicatriz. Se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y cuando fue a disculparse, las palabras del otro chico todavía le turbaron más.

—Adelante.—alzó la mano con miedo, y la fue acercando poco a poco. Podía sentir el fuego inexistente quemando sus dedos y tragó saliva con fuerza. Al final notó bajo la yema de sus dedos la piel de Yoon Gi y se esforzó por no mirarle cuando notó cómo se estremecía, quizá por el frío de sus dedos.

—Me estás haciendo cosquillas.—le escuchó decir medio riendo. Apartó la mano rápido y se disculpó con la mirada.

Continuaron trabajando, pero Jimin no podía olvidar la sensación que el otro chico producía contra su piel.

Fue a final de mes, cuando Jimin se estaba preguntando si aguantaría ni dos días más sufriendo de aquella manera la agonía que suponía tener a Yoon Gi tan cerca sin poder tocarlo, que sintió de nuevo tras dos años el dolor de saber que había estado suspirando por alguien que nunca sería suyo.

Vale, lo había sospechado, pero descubrirlo de sus propios labios era demasiado doloroso.

—No sé dónde llevarla después del cine—Yoon Gi estaba hablándole de una chica que le habían presentado la tarde anterior y con la que había congeniado enseguida—. Vamos, creo que está claro lo que ambos buscaremos pero… ¿Jimin, me escuchas?

—¿Eh? Ah…

—¿Te encuentras bien?

—Sí, lo siento… Llévala — a pudrirse en el infierno— a merendar a algún sitio barato. Y paga tú, claro. Luego podéis ir al río… si la cosa allí se pone emocionante, podéis ir a un motel. No llevéis puesta la ropa de estudiantes, si eso.—se encogió de hombros, sin saber qué más decir.

—Sí que controlas. No sabía que era tan fácil meterse en un motel siendo menor.

—Si pagas, les da igual. La policía no irá a investigar si hay menores. Si notasen una diferencia de edad notoria entre las dos personas, entonces se mantendrían alerta y no les dejarían pasar.—explicó con vaguedad. Toda esa información la tenía gracias a Nam Joon, experto en temática motelera. Yoon Gi escuchó atento.

—Vaya, gracias por la información, Jimin. Ya sé a quién recurrir cuando tenga dudas sobre o, porque mis amigos no son muy avispados para eso.—al escucharle decir aquello rogó en silencio que fuera una broma, porque no soportaría tener que darle ningún tipo de consejo de nuevo sobre el tema.

—No… no sé mucho al respecto en realidad.

—¡Venga ya! Si tienes pinta de ser un rey en la cama—le golpeó en el costado con suavidad antes de dejar un libro en la estantería—. Con ese cuerpo y esa cara no debe haber muchas resistiéndose a tus encantos.

—He tenido mis relaciones, sí…—musitó, deseando que el tema de la conversación cambiase lo más rápido posible.

—En serio, ¿estás bien? No sé, suenas como decaído—notó la mano de Yoon Gi sobre su hombro—. Sabes que si te sucede algo, podemos hablar.—el rostro lleno de preocupación y los ojos fijos en él no ayudaban a que Jimin dejase de sentir el estómago bailarle un tango sin descanso. Notaba el cuerpo pesado y sólo tenía ganas de llegar a casa y dejarse caer sobre la cama.

—Creo que me voy a ir a casa. Siento dejarte así… No me encuentro muy bien, la verdad, ¿podrás acabar con esto? Nos vemos el fin de semana, Yoon Gi.

—¿Pero llegarás bien…?—preguntó el otro chico, y su creciente preocupación lo único que lograba era enfermarlo todavía más. No se sintió con fuerzas de responder así que se limitó a mover la cabeza como afirmación—Nos vemos el lunes, Jimin.—le dedicó una débil sonrisa antes de salir por la puerta.

Sin pensar demasiado en ello, Jimin caminó sin pausa hacia su casa. En realidad, sabía desde el principio que lo que estaba haciendo era una locura que sólo le traería dolor, y a pesar de ello, se había dejado llevar como un imbécil. Maldijo la cámara de Nam Joon por haber sacado la foto de Yoon Gi, le maldijo a él por cogerle tanto aprecio casi sin pestañear, y sobre todo se maldijo a sí mismo por haber lanzado por la borda esos dos años intentando no fijarse en ningún chico.

A pesar de que cuando llegó a casa ni cenó ni se duchó, sólo dejándose caer sobre la cama como llevaba tanto rato queriendo hacer, no logró conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, su mente se llenaba de imágenes de Yoon Gi con una desconocida, besándose y tocándose. Hundió el rostro contra la almohada y ahogó un grito.

Su teléfono móvil comenzó a sonar y aunque no quiso hacerse ilusiones, se dio cuenta de que las tenía cuando su corazón se detuvo un segundo para romperse al leer en la pantalla el mote de Nam Joon.

—¿Hoy tampoco vendrás a escucharnos?

—Ah…—susurró— Se me había olvidado…

—Jimin, tienes voz de cachorro recién nacido. Y te conozco lo suficientemente bien como para saber que ésa no es tu voz normal, ni siquiera la que tienes cuando estás adormilado.

—No me…

—Como me mientas y digas que no te pasa nada, voy a partirte de una patada ese culo tan mono que tienes. Así que ya puedes ir arrastrando tus pies hasta aquí y contarme qué narices te pasa. Chicos—dijo separándose del teléfono—, hoy no actuaré con vosotros, lo siento. Nacseo puede encargarse de mis partes sin problemas. Vamos no me jodas, hoy por mí y mañana por ti—gruñó, antes de regresar a hablar con él—. Venga, te espero en el parque que hay detrás de mi casa. Ah, y Jimin, me cargaré a quien te haya hecho poner esa voz.—y colgó.

Jimin se quedó mirando el aparato, sorprendido. No entendía qué acababa de suceder, pero desde luego no quería que Nam Joon fuera a acabar con Yoon Gi, quien en esos momentos debía estar preparándose para su cita del día siguiente.

Se cambió con velocidad y se despidió de su familia al grito de que iba a encontrarse con su amigo. Corrió más que caminó, hasta encontrarlo sentado sobre el tobogán en el parque bebiéndose un refresco y recibió al vuelo el que le lanzó al verlo llegar. Lo abrió lejos de sí y dejó que las burbujas manchasen el suelo antes de comenzar a beber. Se apoyó en un lado del tobogán bebiendo también, y ninguno dijo esta boca es mía hasta acabárselas. Escuchó que Nam Joon estrujaba la suya y la lanzaba al contenedor más cercano, encestando. Él le imitó y metió su lata también a la primera.

—Ahora confiesa, cachorro.—Jimin suspiró, incapaz de abrir la boca. No se sentía preparado para contarle la verdad a su amigo y a la vez, necesitaba hacerlo.

—Mira, Nam Joon hyung, de verdad que…

—Ven aquí, que no te veo.—Jimin apretó los dientes con fuerza y puso los ojos en blanco antes de moverse y quedar frente a su amigo. Al tenerle delante, éste se levantó y se colocó a su lado.

—Jimin, ¿recuerdas lo que te dije sobre qué haría si me mentías?

—Sí, pero…—Nam Joon fue demasiado rápido, y le dio una patada en el trasero haciéndole perder el equilibrio y estar a punto de caer—¡¡Hyung!!

—Pareces tonto. Venga, no pierdas el tiempo, el mío al menos. No sé qué es lo que te ha dejado tan tonto hoy, ¿te has visto la cara? Sabía que no me había equivocado. El caso es que da igual lo que sea, somos amigos y además te debo una, ¿no? Me tienes abandonado, pero no significa que vaya a dejarte de lado cuando es obvio que me necesitas.

—Hyung…—de repente, el nudo que sentía en su estómago desde hacía tres años sintió ganas de ser desatado— Me cuesta mucho decir esto. Es la primera vez que se lo confieso a alguien. No, no puedo decírtelo… no querrás ni verme después de enterarte. Y lo entenderé, ¿vale? Yo soy el primero que ha estado intentando evitar sentir estas cosas, y sin embargo… Y Nam Joon hyung, no te he abandonado. Pero… pero…

—Jimin, no estoy entendiendo una mierda de lo que intentas contarme. Pero vamos, ¿de verdad crees que voy a…?—recibió una nueva patada en su trasero y se quejó mientras se sobaba, dolorido— ¿Por quién me has tomado, estúpido? Si fuera a apartarme de ti por algo que te está haciendo pasarlo mal, sería el tipo más rastrero del mundo.

—No es tan fácil…

—¡Venga, Jimin, suéltalo!

—Hyung…—notó cómo Nam Joon lo agarraba del cuello de la camiseta y se encaraba a él. Perdieron el equilibrio, cayendo los dos al suelo. Jimin agradeció no haberse golpeado la cabeza, pero Nam Joon no le había soltado y le miraba furioso.

—No seas cobarde, Jimin.

—Nam Joon hyung, me gustan los chicos—musitó, notando que los ojos se le llenaban de lágrimas. Llevaba tanto tiempo ocultando esa información tan importante sobre sí mismo, que nunca se imaginó que contárselo a alguien sería tan liberador y a la vez, doloroso—. En realidad, me han gustado tres en toda mi vida. No te he abandonado, es que he perdido los sentidos por otro chico.—Nam Joon se separó entonces de él y ambos se sentaron en el suelo.

—¿Y se puede saber por qué iba a apartarme de ti? Me preocupa más que decidieras ocultármelo, a que te gusten los hombres. No sé, como si fuera a creerme que te vas a lanzar sobre mí para morderme el cuello o algo…

—No… ¿no te sorprendes?

—Joder Jimin, que escribo letras sobre la mentalidad libre y en contra de la doble moral de nuestra sociedad. Tengo amigos y amigas homouales, e incluso fui a un bar de gays, no veas cómo ligo por cierto. Vale, me sorprende, pero si lo pienso en frío… te habrán gustado sólo tres tíos pero desde luego no se me escapa cómo le miras el culo a Ho Seok cuando vienes a vernosar. Pensé que era por envidia pero… veo que no—y sonrió con malicia. Jimin notó sus mejillas sonrojándose, ¿de verdad hacía eso? Vale, sí que había pensado que Ho Seok era atractivo pero… ¿tan mal había disimulado?—. Pero me da a mí que esto no es lo que te ha puesto así, porque estamos hablando de algo que hace tiempo que sabes… ¿qué ha sucedido?

—Que esa tercera persona por la que te he dicho que he perdido los sentidos, mañana estará revolcándose en la cama con una chica.

—Oh…—masculló Nam Joon— Lo siento…

—Más lo siento yo—intentó dibujar una sonrisa en su rostro, pero ante la reacción de su amigo supuso que había parecido más bien una mueca—. No puedo hacerle nada, siempre acaba igual… Por eso, y por miedo a… a los demás, quería evitar sentirme así respecto a ningún otro chico.

—¿Por miedo a los demás, Jimin? Mira, acepto lo primero, pero no eso. No creí que mi amigo fuera un cobarde, ¿qué más da que nuestra sociedad sea tan cerrada respecto a los sentimientos? No estás cometiendo ningún crimen. Joder, amar a alguien del mismo o no es ningún crimen…

—No sabía que fueras tan profundo y pudieras usar la palabra amar.

—Acabas de romper este momento de profunda y hermosa amistad—le riñó y al fin Jimin sintió que reía de verdad. Las carcajadas de ambos se alzaron hacia la noche y dejó que se llevasen un poco de ese peso que sentía dentro—. De todos modos, vas a tener que verle el lunes, ¿serás capaz de encarar la situación?

—No me queda otra.

—Podrías atacarle.

—No voy a pegarle…

—¡Bruto, no me refiero a eso! Bésalo. A ver qué pasa.

— ¿Qué llevaba tu refresco? Creo que te está afectando…—Jimin movió el dedo cerca de su cabeza y se ganó un puñetazo en el hombro— Auch, deja de pegarme… Venga, Nam Joon hyung, si pudiera besarlo ya lo habría hecho. Pero no es tan fácil… tampoco es que quiera asustarlo.

—Lástima, él se lo pierde.

—Lo siento hyung, pero no eres mi tipo…—se ganó otro golpe, y frunció el ceño— Prepárate.—le dijo al otro chico antes de lanzarse sobre él. Acabaron los dos rodando por el suelo, entre risas y golpes de broma. Jimin se preguntó si tener un hermano mayor (en vez de pequeño) sería algo así.

Desde luego, no quería que fuera lunes. Pero el día llegó y no podía faltar a clase y mucho menos al castigo. En clase, Nam Joon se comportó con él como siempre, gastándole bromas y distrayéndolo porque sabía que estaba nervioso. Jimin se lo agradeció en silencio, pero el timbre sonó y él arrastró los pies hasta la biblioteca. Cuando llegó, Yoon Gi parecía hacer rato que se encontraba allí. Al verlo, se separó de la pared y lo saludó con una enorme sonrisa. El estómago le dio un vuelto al ver sus ojos convertirse en pequeñas rendijas y sus dientes rectos y blancos. Restregó las manos en las perneras del pantalón, notando el sudor.

—Buenas—dijo, usando su voz más normal e intentando borrar de su mente la idea de que Yoon Gi había pasado el sábado en la cama con alguien—, ¿qué tal?

—Bien, y…—pero no pudo acabar la frase, porque la bibliotecaria salió a buscarlos y al verlos los invitó a entrar y hacer su faena. Así fue como pasaron la primera hora en silencio, trabajando como siempre. La mujer se despidió entonces de ellos y les recordó que no se fueran más tarde de las ocho. Todavía quedaban bastantes libros, así que Jimin supuso que saldrían unos cinco minutos antes. Genial, el único día que no quería pasar demasiado tiempo con Yoon Gi era cuando tenían más trabajo.

Después de que la bibliotecaria se fuera todavía pasó más de media hora hasta que se escuchó a alguno de los dos hablar. Ya no quedaba nadie más allí dentro, así que no tenían por qué hacerlo en voz baja.

—Jimin, ¿estás bien? Quería llamarte este fin de semana, por lo del viernes, pero no tengo tu número de teléfono… —Yoon Gi parecía contrito mientras hablaba— Vaya mierda de amistad, que no tenemos los números el uno del otro, ni el correo ni nada… Quería acompañarte a casa porque estabas mal, pero te fuiste tan deprisa que no me dio tiempo a decírtelo y, además, todavía teníamos que acabar de recoger… Lo si…

—Lo siento—se adelantó a decir, ¿por qué tendría Yoon Gi que disculparse, sin haber hecho nada mal?—. Estoy bien.

—Eh, eres muy malo mintiendo—Yoon Gi detuvo el carro y Jimin se detuvo, sin volverse a mirarlo—. Date la vuelta, no quiero hablar con tu espalda.

—Tenemos que acabar… queda poco para las ocho.

—Me da igual. Jimin, date la maldita vuelta.

—Yoon Gi hyung…—comenzó a decir, pero al voltearse el otro chico estaba justo a su espalda y sus narices estuvieron a punto de tocarse. Jimin dio un bote hacia atrás, sorprendido— Estoy bien.—esta vez sonó como si le hubiera chafado el pie un elefante y se sonrojó al instante.

—Jimin, sé que no estás bien. No nos conocemos de hace mucho, pero me resulta bastante fácil leer a través de ti. Nunca había conocido a nadie con quien congeniase tan bien desde el principio. Eh, si te pasa algo quiero saberlo, sobre todo si tiene que ver conmigo. ¿Te he herido de algún modo? Quizá te dije algo que te ofendió… ¿fue porque había quedado con una chica?—al escucharle, Jimin abrió mucho los ojos y se dio cuenta de que acababa de confirmar la duda de Yoon Gi— Así que es por eso. Jimin, mira, estaba tan preocupado por ti que no me apetecía nada salir y cancelé la cita. Y menos mal que lo hice, porque la tía resultó ser una borde de cuidado. Quizá te suena estúpido pero… ¿Te molestó que quedase con una chica?—no, no le parecía estúpido porque era cierto. Sin embargo, aunque Yoon Gi había dado en el clavo no entendía por qué. Jimin se sintió cruel por alegrarse de que ese fin de semana no hubiera pasado nada entre el otro chico y la muchacha.

—No… o sea…—no sabía qué responderle. De repente, los cabellos de su nuca se erizaron al notar la mano de Yoon Gi sobre su hombro. Fue incapaz de apartarlo— Tendríamos que… acabar…

—No pienso largarme de aquí hasta que hablemos y me cuentes qué te sucede, porque no entiendo nada.—quedaban unos diez minutos para las ocho y todavía tenían bastantes libros por recoger. No entendía qué planeaba hacer Yoon Gi si no terminaban. El profesor disfrutaría doblándoles el castigo.

Jimin se quedó estático sin saber qué responder, disfrutando y sufriendo el contacto. No quería contarle la verdad, pero parecía ser que era un mentiroso horrible y no lograba engañar a nadie. Dejó caer los hombros, abatido. Tendría que confesarlo… y se imaginaba que desde luego, Yoon Gi no esperaba ir a escuchar lo que tenía que decirle.

De repente, el reloj exterior comenzó a sonar. De algún modo, habían pasado esos diez minutos en silencio mirándose el uno al otro. Jimin fue a abrir la boca, sin embargo Yoon Gi se le adelantó.

—Aquí no hay cámaras de seguridad, ¿verdad?

—Err… creo que no.

—Por una vez me alegra que este instituto sea un desastre.—Jimin notó la mano del otro chico sobre su nuca y del tirón que le dio acabaron los dos en el suelo, escondidos tras el carrito. Quiso soltarse y sabía que sin duda, era más fuerte que Yoon Gi. Físicamente, al menos, porque de repente le pesaba y dolía tanto el cuerpo que fue incapaz de zafarse de él por el simple hecho de deleitarse con el contacto.

De repente, alguien apagó las luces de la biblioteca y escuchó la puerta de la misma ser cerrada. Unos eternos segundos más tarde, fue libre de nuevo.

—Vale, ahora tienes una larga noche para contarme qué te sucede. Pero antes será mejor que llamemos a casa para avisar de que llegaremos tarde. No me mires así, es tu culpa que hayamos llegado a esta situación.

—Pero… si el profesor…

—No creas que le tengo miedo. Sólo quiero graduarme de una maldita vez. Pero tú eres sin duda mucho más importante que eso.

—¡No, Yoon Gi, no me digas esas cosas!—aunque quería gritar, se obligó a sí mismo a no alzar demasiado la voz.

—¿Por qué no? Mensaje enviado, ¿no vas a llamar a casa?—Jimin lo hizo, más por intentar ganar tiempo para encontrar un modo de tranquilizarse que por avisarlos. Cuando colgó, Yoon Gi esperaba impaciente que hablase. Los dos seguían sentados en el suelo detrás del carro. Jimin apretó el aparato con fuerza.

—Vale, vale—se puso en pie y comenzó a caminar de un lado al otro, histérico—, ¿sabes qué, Yoon Gi? Me gustas, ¿vale? No quería que te tirases a esa chica, ni a ninguna otra, ni a nadie, en realidad. Yo…—notó cómo tiraban de la manga de la chaqueta del uniforme y acabó de nuevo en el suelo.

—No alces la voz, el guarda podría escucharte.—siseó el causante de sus dolores de cabeza. Se calló, desde luego, porque había caído demasiado cerca de él para su gusto.

—Me gustas. Y no sabes lo mal que lo estoy pasando por eso.—repitió con voz queda.

—Entonces estamos en paz—no le dio tiempo a reaccionar, porque la mano de Yoon Gi lo agarró del cuello de la camiseta y lo atrajo hacia él. De repente sus rostros se juntaron y el otro chico le obligó a separar los labios para acceder a su interior. La lengua de Yoon Gi irrumpió en su boca como una explosión de deseo e intensidad, y Jimin se preguntó en qué momento había creído que era débil, porque desde luego estaba ganando esa batalla. Jimin notó las manos del otro acariciar su nuca y espalda, mientras se pegaba a él. Dejó de preguntarse qué estaba sucediendo, acercándose también y disfrutando de los placeres que le ofrecía esa situación. En algún momento se separaron a desgana—. Vaya, besas endiabladamente bien.

—¿Se puede saber qué…?

—Jimin…—mientras comenzaba a hablar, se separaron y Yoon Gi alargó el brazo, dibujando sobre la ropa del pecho del aludido círculos. Mientras se besaban, había acabado capturando entre sus piernas al mayor y éste no parecía para nada incómodo— ¿Qué te crees que he hecho todo este maldito fin de semana? Darle vueltas a por qué por no dejar de pensar en ti, fui incapaz de quedar con esa chica. A por qué no podía alejarte de mis pensamientos… No sé qué has despertado en mí, pero desde luego… me gusta. Y cuando… cuando me has confesado cómo te sientes, al fin he entendido lo que sucede. También me gustas, ¿entiendes?—Yoon Gi introdujo entonces las manos por dentro de su camisa— Y más te vale satisfacer mi cuerpo después del fin de semana que he pasado por tu culpa.—no le hizo falta escuchar más. Se sacó la chaqueta y el otro chico se encargó de sacarle la camisa. Después, se encargó él de ayudar a Yoon Gi a desvestirse.

—Qué pequeñito eres…—musitó, acariciándole los hombros con devoción.

—Habló el gigante. Menudas abdominales, colega.—una sonrisa se dibujó en su rostro, como quien va a devorar su plato favorito y Jimin sintió que algo dentro de él se llenaba. Que Yoon Gi se sintiera igual que él y lo deseara de aquel modo había acabado con sus miedos y temores. Al parecer, no había necesitado nada más que por una vez, sentirse correspondido.

Volvieron a besarse, y Jimin dejó que Yoon Gi siguiera llevando la batuta porque le encantaba que lo hiciera. Se deshicieron de los pantalones con prisas y se acariciaron y tocaron sin descanso. Jimin se había acostado con varias chicas, pero desde luego ninguna tenía la maestría de despertar su cuerpo de aquella manera.

Se revolcaron por el suelo, sin perderse el uno ningún rincón del cuerpo del otro. Un par de horas más tarde descansaban tumbados en el suelo, desnudos. La espalda de Yoon Gi estaba contra su cuerpo desnudo y su respiración todavía era un poco agitada.

—No puedo creerme que hayamos estado a punto de acostarnos en la biblioteca del instituto…

—Lo siento, Jimin, soy un poco ansias. Lástima que no hayamos podido llegar al final…

—Yo es que nunca he… con un chico… no sé cómo…

—Jajaja… yo tampoco, pero supongo que… será dejarse llevar, ¿no? Eh… me haces cosquillas.—Yoon Gi se quejó porque Jimin estaba besándole la nuca. Le gustaba su cuello.

—¿Sabes qué, Yoon Gi hyung? Me gustaste por una foto robada… Ni siquiera supe que te la había hecho, fue por accidente, pero en cuanto la vi no pude borrarte de mi cabeza.

—Oye, tus accidentes me gustan. No recuerdo haber disfrutado tanto desde hace… mucho tiempo, ¿o nunca?

—Exagerado—volvió a besarle el cuello—. Tendríamos que terminar de recoger… además, el suelo está un poco frío.

—¿En serio estás pensando ahora en recoger? Y te aseguro que mi cuerpo frío, lo que se dice frío, no siente ahora mismo…—Yoon Gi se dio la vuelta hacia él y se tapó mejor con el brazo de Jimin— Si tienes frío, podemos juntarnos… o besarnos un rato más. Tenemos toda una noche para… ya sabes.

—Como nos pillen no quiero ni imaginarme cuánto alargarán el castigo—sonrió Jimin. Se besaron con suavidad—. Me gustaría que lo alargasen. Mucho. Y que no te gradúes y pasemos más tiempo juntos.

—¡Eh! Eso es cruel. Quiero acabar el instituto e irme a… aar y decirle al mundo que es hora de ir a cumplir los sueños que uno tiene.

—Uff… creo que te presentaré a Nam Joon hyung, creo que os llevaréis muy bien…

—¿Me vas a poner celoso tan pronto, hablándome de otros chicos?—la respuesta de Yoon Gi le hizo reír.

—Si me tratas bien, no…

Volvieron a besarse. Y a tocarse. Jimin dejó de sentir frío, y disfrutó del placer de la libertad que se había negado durante tanto tiempo.

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