Todo comenzó el día de cumpleaños de Tiffany, exactamente, cuando ella cumplia sus 5 años.

-¿Podemos entrar a los tubos, Umma? 

Ella se encontraba celebrando aquel día tan especial en una pequeña feria y había encontrado en ella una gran estructura de enormes tubos y algunos toboganes a los que deseaba subir.

-Claro que si, gatita!- sontestó su madre con una linda sonrisa-, pero cuida mucho de Leo. Él no es tan agil como tú, gatita.

Claro, ella no necesitaba que le recordaran eso, de todas maneras, ella siempre cuidaba de su hermano menor, Leo, que tenía un año menos que ella. Este pequeño tenía un sedoso cabello castaño claro, unos ojos de un color zafiro tan brillantes como la luna en pleno eclipse, y una hermosa sonrisa, al igual que su hermana mayor, los cabellos de rashel eran de un hermoso color castaño, pero sus ojos eran de un marror resplandeciente. Tan resplandecientes como los de un gato. 

Mientras ella trepaba agirlmete entre los tubos no dejaba de mirar atrás solo para ir cuidando a su amado compañero, cuando llegaron  una gran hilera de peldaños acolchonados de vinilo resbaladizos y de los cuales resultaba muy facil resbalar y caer, le extendió gentil-mente la mano para ayudarlo a subir junto a ella. Leo solamente le ofrecio una hermosa sonrisa por parte suya, cuando ambos llegarón gateando hasta lo más alto de la estructura, Tiffany le soltó la mano a Leo.

Se concentraba en recorrer los tubos fingiendo que era un pequeño conejo en un túnel, y claro, nunca perdiendo de vista a Leo... hasta llegar al final de uno de estos. Se habían adentrado mucho hacia la parte posterior de la enorme y vieja esructura con un olor a calcetines viejos y plastico, estaba totalmente solo, ni siquiera se oía niingun ruido, un completo silencio.  Había una vieja cuerda blanca con algunos nudos a intervalos regulasos que se alzaba por encima de Tiffany, hasta una gran altura.

-De acuerdo, tú te quedas aquí y yo subiré y veré cómo puedes hacerlo, ¿Esta bien?-

-No, no quiero que vallas sin mí, por favor Tiff...-le rogó Leo-

-Vamos, solo tardaré un segundo- Casi leyendo los pensamientos de su hermano, ella dijo lo que el tanto temía-: Ningún niño mayor vendrá a empujarte, Leo..

Él solo segía dudando por lo que ella respondió seriamente:

-¿No quieres pastel cuando regresemos a casa?

Leo solo suspiro y asintio levemente, aprovando a su hermana mayor.

-Está bien, esperaré... Pero no tardes mucho por favor...

-No, no lo haré. 

Y con eso, Tiffany subió por quella cuerda, era más difícil de lo que ella habría imaginado, pero al llegar a lo alto fue algo tan maravilloso.  Todo era tan fabuloso desde esa gran altura, todo era fantastico. Pero cuando bajó la mirada para ver a Leo, él ya no estaba allí. Tiffany sintió como se le revolvía el estómago y un gran nudo en la garganta, apenas podía amitir un pequeño jadeo. Leo debería estar allí, él le había prometido esperar.

Regresó bajando por la puerta y esplorando cada rincón de la gran estructura, tratando de buscar a su hermano pequeño

-¿Leo?

Su voz sonó como un eco amortiguado. No hubo repuesta.

-¡LEO!

Seguía oyendo mentalmente las palabras de su madre <> . Pero no había cumplido, no había cuidado de Leo, él podía encontrarse perdido entre todos los grandes tubos, tal ves llorando, tal ves siendo molestado por niños mayores.O incluso en camino a contarle todo a su madre.

Fue entonces cuando logro ver una brecha en la habitación acolchada.

Era del perfecto tamaño como para que ella pasará a través de ella un niño pequeño, o uno mayor demasiado delgado. Tiffany supo al instante que Leo había salido por allí. Ella era pequeña y delgada, así que se deslizó a través de la abertura, jadeando en la polvorienta sombra. Estaba a punto de continuar hacia la pate delantera de la estructura para trepar cuando se encontró con una pequeña tiendita. Esta estaba hecha de un brillante vinilo y las listas rojas y amarillas eran de un color más intenso y brillante que los tubos de plástico. el faldón suelto se agitaba con los impulsos de la brisa y tiffany advirtió que cualquiera podía alcanzarlo y pasar al interior.

Leo no habrá entrado ahpi, seguro, se dijo. No era de los que haría algo Sasí. Pero, sin saber por qué, Tiffany tuvo un curioso presentimiento.

Contempló fijamente el fadón y vaciló; el aire olía a polvo y a palomitas. Soy una chica valiente, puedo hacerlo, se dijo, y avanzó sigilosamente. Presionó sobre la tienda junto al faldón para ensanchar la abertura, y estiró el cuello para atisbar adentro.

Estaba demasiado oscuro para ver nada, pero el olor a palomitas era mucho más fuerte. avanzó más y más hasta encontrarse finalmente dentro de la dichosa tienda; y entonces sus ojos se adaptarón poco a pocoy se dio cuenta de que no estaba sola.

Allí había una muchacha un poco bajita, pero delgada, de un hermoso cabello rubio. Ella no pudo notar la presencia de Tiffany porque sostenía algo entre sus delgados pero fuertes brazos, y su cabeza estaba inclinada sobre su hombro, haciéndole algo.

Cuando tiffany vio lo que ella le hacía, supo que los adultos habían estado mintiendole al decir que los ojos, los mounstros y las cosas de los cuentos de hadas no eran reales.

Porque esa chica tenía a Leo, y estaba bebiendo su sangre.