26 de octubre del 2031

La estación que siempre vuelve
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26 de octubre del 2031.

— ¿Entonces eres feliz ahora?, ¿Ya eres feliz?—la mirada de Irene se tornaba tan perdida como el extraño sentimiento que comenzaba a regurgitar en su estómago, apretó los dedos dentro del bolsillo de su abrigo mientras el viento soplaba lo suficiente fuerte como para agachar su rostro para que la larga bufanda cubriera su boca y su nariz. Las lágrimas se habían detenido después de los cinco minutos que llegó.

La herida aun no dejaba de sangrar, tanto que podía imaginarse el sabor metálico de la sangre mezclarse con la saliva en su lengua. Había venido con suficientes capas de ropa que demandaba un día como hoy, apretó los labios mientras intentaba camuflar el sollozo que hacía eco en su interior. ¿Esto era perder?, La derrota no era algo a lo que estaba acostumbrada, ganaba con facilidad, incluso podría decirse que era una chica con suerte, eso pensaba mientras el frío comenzaba a traspasar todas las capas que traía encima, incluso podría pensar que todo estaba dentro de su cabeza, el frío representó siempre una antítesis del calor prolongado que alguna vez emanaron sus dedos, uno que ya no está, pero que desea recordar: Ni siquiera resonaba nada antes de ser Irene, no iba a excavar más allá de lo que Taeyeon le había mencionado (Que resultó ser sólo “Irene”), el suspiro salió tan cansino mientras buscaba en el interior de sus bolsillos, tal vez algo que le mantuviera los dedos menos fríos.

Con el goteo de las lágrimas detenido, como una escasez de segundos sin contar, llegó a preguntarse muchas cosas, por ejemplo, pensó en las injusticias crueles que demandan ser justificadas con un simple encogimiento de hombros, en el deterioro de las células que mueren poco a poco dentro de todos, pero sobre todo de aquella gran pérdida de la consciencia o noción de las emociones, claro que podía llorar abiertamente en soledad, sin siquiera poder entender las simples cuestiones de su llanto, sin embargo, nadie podía hacer nada más que mirarla con pena, se le hizo un nudo en la garganta, mientras reflexionaba en el color grisáceo de las nubes que se rejuntaban haciendo una pared de color blanco cegador, ¿Había olvidado los días grises?, ¿Olvidaría alguna vez el sentimiento estancado en la boca de su estómago? El simple hecho de salir de aquel momento de estatismo, le hizo sentirse tan desmoronada como una simple torre mal hecha en la playa, un mal intento de castillos en la arena, ese pensamiento comenzó a enraizar una serie de dolorosas verdades, que culminaban de nuevo con un frío que la hundía.

Volvería de nuevo a las viejas canciones desdichadas, al recuerdo turbulento, y al saber descifrar las palabras que fueron sólo una exhalación momentánea de anhelo. Volvió de nuevo con más fuerza el deseo de poder recordar. Las mismas preguntas se repasaron con total sosiego, era buena en eso, le había dicho Taeyeon cuando la miró con ese mismo dolor encajonado en su pecho, no diría nada, no hablarían mucho sobre eso, sólo se sentarían en el sofá, verían todas las piezas esparcidas en la mesa para café, que no tenía que ser en sí una mesa para café, sino más bien una caja que tenía escrito: “MESA PARA CAFÉ” en cinta y remarcado con rotulador, tal vez lo veían como una ironía para burlarse mientras volvían a repetir la misma película que dejaba un insípido sabor a orines, ni siquiera sabían el sabor de éstos, pero era igual de malo que el café instantáneo que su Sunbae preparaba para las madrugadas pesadas, dos grandes cucharadas vertidas en agua caliente, sin azúcar, Irene odiaba el sabor amargo, no era tan cercana a Taeyeon para preguntarle cuestiones tan sustanciales como: ¿Dulce o amargo?, ¿Frío o caliente?, ¿Invierno o Primavera?, ¿Piña o Sandia?, ¿Rosas o Margaritas?, ¿Noches o días?, ¿Slytherin o Ravenclawn?. En cambio, simplemente se adherían al silencio, podían representar de forma retorica una pequeña bandita para los raspones, sobre una pared agrietada en forma horizontal.

Si, estaban al punto de romperse.

No les costaba nada acercarse, pero parecía más sencillo que cada una lidiara con el dolor como podía, igual Taeyeon nunca parecía feliz, siempre estaba agotada, de hecho eso pensó Irene con más fuerza cuando la miró llegar, encorvada y cubierta con tres capas de abrigos y una mascarilla de tela blanca, tapando la parte baja de su rostro, llevaba dos vasos de café, más café, sin duda las unía lo suficiente, como también las dudas de realidades alternativas que no podrían conquistar, es simple hablar en subjuntivo, había mencionado alguna vez cuando le contaba como al discutir con un lingüista mencionaba que todos siempre giraban de forma alternativa, incluso si conocían esa palabra, al menos había peinado un poco sus cabellos, el fleco cubría lo suficiente sus cejas e Irene había llegado a extrañar la forma en que se curvaban sus ojos, tal vez ese domingo fue la primera vez en mucho tiempo en que la observó más de tres segundos sin retirar la mirada.

Tomó asiento a su lado, sin importarle que no hubiera una manta que cubriera el polvoriento suelo con césped recién humedecido. Igual se sentarían en la nieve si fuera invierno, como lo haría sobre las flores en primavera, ¿Qué más daba?, Verían las estaciones pasar sentadas en ese mismo lu

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