Sin Ti

Ausencia

¿Cómo no lo veías venir?”

La cafetería de su empresa le recuerda mucho a su época colegial. El espacio es amplio, aunque parece infinitamente más pequeño con la multitud de personas que buscan refugio durante el almuerzo. Además, todos se sientan en determinadas mesas de acuerdo a su rango –aunque, contrario a la secundaria, ya no es definido por qué tan “genial” eres, sino por qué haces en la empresa.

Sigue siendo un poco clasista de cualquier manera.

Pero Jisoo ya había dejado de pensar y cuestionar todo ello; así que simplemente toma su almuerzo de las manos de la amable cocinera y se dirige hacia la mesa donde sus colegas ya están inmersos en sus propias comidas.

─Déjame adivinar: bibimbap. –Sonríe Soojin al verlo llegar y sentarse frente a ella. A su lado, Seungcheol bufa suavemente.

─Eso es difícilmente una adivinanza. –Y, señalando a Jisoo con su tenedor, agrega. –Él siempre elige lo mismo. Ni siquiera varía en su elección de bebida…

─Agua. –Termina la oración acompañado por Jisoo, que decide entretener a sus amigos.

─Porque no le gusta el dulce al comer, ya que arruina su paladar. –Kihyun interviene por primera vez a su lado, alejando el plato vacío en frente de él. Los demás en la mesa gimen, porque ya han escuchado esas palabras lo suficiente para pensarlas con la voz de Jisoo diciéndolas, pero el castaño asiente satisfecho.

─Qué soso. –Se queja Hayi, jugueteando con el pudín de chocolate que se compró de postre.

─No es cierto. –Jisoo hace un mohín, obteniendo la atención de los demás, y permite que se cree un silencio expectante mientras toma un sorbo de su botella con agua. Al terminar, sus amigos siguen viéndole y él les sonríe. –A veces, cuando me siento particularmente aventurero, tomo agua carbonatada.

Y por un momento son el centro de atención en la cafetería, ya que sus cuatro amigos lanzan los brazos al aire y se quejan exasperados, incapaces de contener su frustración con la forma tan sencilla de Jisoo de burlarse de ellos.

Riendo, Jisoo se siente bien. Entonces Seungcheol se une a sus risas y pronto, están los cinco sin aire debido al estúpido momento.

Esos momentos son fáciles. Cuando puede confiar en la costumbre y la cotidianeidad y permitir que sus amigos sean quienes le ayuden a sobrellevar el día.

Jisoo sabe que sí puede hacer eso.

“No puedo seguir haciéndonos esto.”

 ─ ¡Shot, shot, shot, shot!

Sin pensarlo mucho, Jisoo se toma el tequila y al bajar el vaso, intenta no hacer una mueca debido a la sensación que recorre su esófago. Nunca ha sido el mejor para beber, pero es una cena de la empresa y su jefe fue quién llegó a su escritorio a invitarlo personalmente.

Entonces, Seungcheol y Soojin se aseguraron de arrastrarlo hasta el bar y embriagarlo. Un Jisoo dispuesto a salir no era una novedad, uno ebrio sí les parecía desgraciadamente divertido. Fue tan solo (¿mala?) suerte el que su jefe se sentara a su lado y le ofreciera tragos paralelamente a Seungcheol.

Pero, sorprendentemente, a Jisoo le resulta fácil dejarse ir y aceptar las bebidas que le ofrecen. Luego de casi una hora, el alcohol deja de arder al bajar por su garganta y él decide unirse a Hayi –quien baila en la pequeña parte del local que no tiene ningún mueble para ese mismo propósito.

Hay más personas a su alrededor – ¿de la empresa, o desconocidos? –que se entretienen con la música también, y Jisoo puede notar a Hayi acercarse con interés a un tipo que está casi seguro trabaja en Recursos Humanos. No sabe su nombre, pero la pelinegra ha estado hablándoles de él durante varias semanas ya. Sonriendo, Jisoo se gira para no ver a su amiga coqueteando y sigue bailando con los ojos cerrados durante varias canciones más.

Entonces siente una presencia –nunca ha entendido cómo es capaz de notar la atención de otros en él incluso cuando está rodeado de otras personas, pero Jisoo ya se ha acostumbrado a ese talento suyo –y encuentra a una linda chica rubia bailar frente a él. Sabe que ella está intentando coquetearle cuando se acerca más y roza sus dedos con los de él y en medio de su estupor por el alcohol Jisoo se queda estático por unos segundos.

La música está muy fuerte para poder hablar –pues los parlantes fueron estratégicamente colocados hacia la pequeña pista de baile –y Jisoo tan solo observa a la chica seguir bailando y sonriéndole hasta que por fin logra recuperarse y abre la boca para decir algo. Lo que sea.

Afortunadamente, Kihyun aparece como su salvador y distrae a la desconocida, invitándola a bailar con él en cambio. Su amigo siempre ha acostumbrado a hacer eso, porque sabe que Jisoo es homoual y está en una relación. Y Jisoo, siendo el amable y casi tímido tipo que es, le agradece infinitamente –él no sabe qué decir para rechazar a alguien. Probablemente le haría llorar si lo intentara.

De pronto, las ganas de bailar desaparecen y Jisoo sale de la pista de baile para volver a sentarse, esta vez entre Seungcheol y Soojin. El mayor le dice algo –una burla sobre cómo se congeló ante la chica –y él ríe con ellos, un gesto hueco y repetitivo.

Es ahí que decide que embriagarse es más fácil a enfrentar la verdad.

Las palabras “tengo novio” se atoraron en su garganta desde que intentó decírselas a la extraña, y él no quiere desmoronarse ahí pensando que aquello  ya no es verdad.

Lleva varias semanas de no serlo.

“Yo… No te amo, y no quiero estancarme en esta rutina.”

La puerta al otro lado del pasillo y la suave voz de su vecina se apaga al verlo  acuclillado frente a su hogar. Lentamente, Roseanne cierra la puerta y se hinca frente a él, intentando ver su rostro escondido entre sus rodillas.

─Joshua… –Le habla en voz baja,  como si romper el silencio lo rompería a él también. –Josh… ¿Perdiste tus llaves?

─No. –Responde desde su lugar, sin moverse. Sin las energías para hacerlo.

─Oh. –La chica, cansada por la posición, cae sentada antes de seguir hablando. – ¿Tomaste? ¿Estás ebrio?

─No y no. –La voz le sale amortiguada por la posición, pero Jisoo no quiere acomodarse mejor.

─Josh… Háblame. –Roseanne ha vivido en el edificio desde que él llegó a Corea. El dueño había decidido rentarle a extranjeros, con la esperanza de darles un espacio seguro donde no necesitaran acoplarse a la cultura extraña a ellos. El alquiler era bastante barato desde entonces, por lo que Jisoo lo eligió como su hogar desde hacía ya bastantes años. La chica había sido como una especie de bonus, una amiga preciada en la que él confiaría su vida si fuera necesario.

Actualmente, la única amiga que realmente sabe lo que sucede en su vida.

─No quiero entrar todavía. –Finalmente alzó la cabeza, encontrándose con la dulce y preocupada mirada de Roseanne,  y deseó no sentirse tan débil y patético. –No puedo hacerlo.

El silencio cayó sobre ellos, y pudo ver que Rosé no sabía qué decir ante sus palabras. Y de cualquier manera, Jisoo no estaba seguro de qué podría decir ella para mejorar la situación.

Pero Jisoo está harto del silencio que lo envuelve en su hogar, y no quiere tener que aceptarlo cuando hay personas a su alrededor. Entonces, imitando la posición de la menor, mira sus manos antes de hablar en un susurro ronco. –He estado intentando llegar lo más tarde posible a la casa, e irme tan temprano como pueda. Es más fácil así, ¿sabes? Porque cuando entro ahí, la cantidad de recuerdos me abruma, y la ausencia de él, de las pequeñas cosas que lo identificaban, lo hace todo peor. No quiero estar ahí. Ese no es mi hogar y yo… Yo quisiera que lo fuera. Pero no sé cómo hacerlo. Sin él no lo sé.

Roseanne toma una de sus manos y la aprieta, aún sin saber qué decir pero asegurándole que ella está para él. Porque tal vez eso es lo que Jisoo necesita. Saberse acompañado. Comprender que aunque su ex se haya ido, él no ha sido abandonado por el resto del mundo. Y es mucho para transmitir en un simple apretón de manos, pero Rosé lo intenta.

─ ¡Cariñoo! –El momento es roto por la puerta del apartamento de la chica siendo abierta, y la voz de su novio resonando por el pasillo. Ambos alzan la mirada, y Mingyu luce ligeramente incómodo y avergonzado por interrumpirlos, pero los tres saben que ya es muy tarde para fingir que no pasó. –Perdón. No sabía que estabas-que estaban acá.

─Está bien, Mingyu. Estaba distrayéndome un rato con Rosie. –Jisoo le sonríe, tratando de aligerar la pesadez en su interior. –Pero creo que ya entraré a mi casa. Gracias por la compañía, linda.

─ ¿Estarás bien, Josh? –Ambos se levantan y él no la mira, enfocado su atención en abrir la puerta de su apartamento. Al ya tener un pie dentro de lo que solía llamar su hogar, se gira para responderle.

─No importa cuánto lo evada, sé que él no volverá. –La pareja está atenta a sus palabras, y Jisoo les sonríe para intentar calmarlos. –Y yo estoy bien con eso.

Se quedan ahí por unos segundos, todos congelados en sus lugares, y no es hasta que Roseanne se lanza a sus brazos y aprieta con fuerza que Jisoo nota las lágrimas corriendo por su rostro.

“No te mereces… No merecemos esto, Shua.”

Hace un lindo día, y Jisoo no lo pensó mucho para salir un domingo por la mañana y disfrutar de los rayos de sol en el parque cercano a su apartamento.

Hay niños jugando y gritando en los columpios, con sus padres sentados cerca de ellos para vigilarlos; un grupo de adolescentes pasa riendo frente a él y una pareja de adultos mayores está sentada unas bancas a la izquierda de él.

Fue en un día así que sucedió. Que Jeonghan decidió no amarlo más.

O que Jeonghan decidió decirle que no lo amaba más.

Jisoo simplemente llegó a su hogar durante el almuerzo, algo poco usual, y se encontró con todas las cajas llenas de las cosas de Jeonghan en el recibidor. Jeonghan estaba frente a la puerta, sorprendido por verlo, y Jisoo no necesitó hacer la pregunta. Las maletas del mayor la hacían por sí solas.

Llevaban tantos años juntos –más de media década compartiendo sus vidas –que le fue imposible procesar las palabras del rubio la primera vez que lo dijo. Simplemente se quedó ahí, frente al hombre que amaba, viéndolo mover su boca pero incapaz de escuchar el sonido que salía de sus labios.

Hasta hacía media hora, Jisoo creía que todo estaba bien. Que era tan afortunado como para haber encontrado a Yoon Jeonghan, y ser amado por el mayor. A veces se entretenía imaginando su vida dentro de unos cincuenta años, al lado de de su hermoso novio. Jeonghan estaba impregnado en su presente y su futuro, y Jisoo era feliz así.

Pero Jeonghan no lo estaba. Le dijo tanto ese día, una verdad tan nueva y extraña para Jisoo, que solo pudo pensar lo poco que conocía a su pareja. Jeonghan era infeliz y él no iba a detenerlo. Lo amaba tanto como para dejarlo sentirse completo en otro lado.

Jeonghan se marchó de su vida dándole un casto beso en su mejilla –como una especie de agridulce recordatorio de que alguna vez lo amó, pero no lo suficiente –y Jisoo se quedó sentado en el recibidor, mirando la puerta, por tantas horas que amaneció ahí.

Al día siguiente, con los rayos del sol iluminándole, Jisoo finalmente comprendió que no era mentira. Que Jeonghan en realidad no volvería.  Y las lágrimas fluyeron.

Ni siquiera recuerda cuánto tiempo lloró, pero Roseanne lo escuchó al salir de su apartamento para el trabajo y lo encontró deshecho y de rodillas al empujar la puerta abierta.

Ella le había dicho que lo superaría, que podría seguir adelante sin el rubio en su vida. Dos meses después, Jisoo lo dudaba demasiado.

En cambio, Jisoo solo desea detener el tiempo, olvidarse de las nimiedades como el trabajo y socializar, y permitirse sufrir. Tal vez ya no tenga lágrimas por derramar, pero Jisoo solo quiere dejar de fingir que está bien. Pero Jeonghan era el único que le permitía sentirse seguro y a salvo, Jeonghan era quien le limpiaba las lágrimas.

Ahora lo único que puede hacer es sobrevivir, sintiéndose vacío e incompleto, esperando algún día ser él mismo otra vez. Y aún así, incluso no sabe cómo hacer eso sin Jeonghan.

Pero, a pesar de todo, no puede ir tras él. Sería egoísta de su parte, buscarlo cuando no quiere ser encontrado, cuando estar a su lado le hacía infeliz. Por eso, Jisoo cierra los ojos y confía en que la suave brisa entregue su mensaje por él.

─No sé qué hacer sin ti. Pero te lo juro, amor mío, que estoy intentado descubrirlo.

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