A cinco pisos del desastre

Amor a primera... ¡¿broma?! •[ Markhyuck ]•

En mi vida había llegado tan temprano a la escuela. Nana se había encargado de que ese milagro ocurriera, porque aunque estuviera en juego mi broma maestra eso no iba a ser suficiente para curar la impuntualidad crónica de Lee Donghyuck.

Habíamos estado planeando esa broma por al menos dos meses, y eso sin contar el tiempo que me he pasado en casa aprendiendo a fabricar bombas de todos los tipos, aunque no de las que realmente pudieran dañar a alguien, tampoco soy un psicópata terrorista, solo quiero divertirme un rato. El punto es que Jaemin, como mi mejor amigo, me despertó a las cinco de la mañana en punto cuando me fue a buscar a mi habitación del internado. A veces pienso en que sería genial tenerlo como compañero de cuarto, pero después de haber sido traído de vuelta al mundo real por un golpe con una revista de ciencias en pleno rostro, creo que no estoy tan seguro de ello.

Así que cargamos todo —que ya estaba medio preparado desde ayer— y nos fuimos a la escuela. Seis veinticinco y no había un alma en la entrada al vestíbulo. Sólo deambulaba por ahí el conserje, que ya me conocía bastante porque una que otra vez me cubrió cuando me escondía del profe de ciencias, vaya si me tiene entre cejas ese idiota. Lo saludé y me miró sospechoso, pero no dijo nada, la verdad nunca me decía nada sobre qué diablos estuviera haciendo, así que para nosotros no significaba un obstáculo.

Cruzamos el patio a paso rápido, con los sospechosamente pesados bolsos golpeándonos en las pantorrillas a medida avanzábamos, y se oía fuerte el ruido de nuestras pisadas solitarias sobre el asfalto, eso hacía que me martillara el pecho el corazón de los nervios, o como decía nana, aumentaba la frecuencia cardíaca por el estímulo externo de no sé qué diablos, vaya si es un ñoño para esas cosas.

Llegamos al tercer piso del bloque de los de primero. Cuando estuvimos frente a los casilleros nos apresuramos más, sabíamos perfectamente dónde estaba el que buscábamos. Miré por la ventana que daba al patio que estaba justo frente a nosotros. Aún estaba oscuro y el sol a penas amenazaba con salir, si todo iba como lo planeamos tendríamos tiempo de sobra para ir a comprar palomitas y ver el espectáculo en primera fila.

—Es hora. —dije con una media sonrisa cómplice, que Nana correspondió de inmediato.

Se rió entre dientes con su sonrisa de millón de dólares y se agachó a abrir el bolso negro que traía consigo. Yo me acerqué al dichoso casillero y empecé con mi tarea.

Estuve unos minutos forcejeando la cerradura, la verdad no tengo ni idea de cuantos fueron, pero aunque no parecían muchos se me hicieron eternos. Ya tenía bastante experiencia con esto porque había pasado semanas haciendo lo mismo con mi casillero, sabía que debía hacerlo con cuidado, que ese era el secreto para no dejar huella. Entonces por fin oí desde el interior del cubículo un ruido metálico y agudo, tal como el que hace una llave al desbloquear el último pestillo, tal como el que había estado haciendo el mío. El casillero estaba abierto. Hyuck, eres un genio. Nana empezó a sacar de su bolso el resto de las herramientas, esta no era una tarea simple, pero estaba todo planeado a la perfección, no había forma de que cometiéramos un error.

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Ocho cuarenta y cinco. El pasillo ahora estaba repleto de gente, los chicos de primer y segundo año se amontonaban para meter sus cosas en los lockers, gritaban y bromeaban haciendo ruido hasta por las orejas. Nana y yo estábamos a unos metros del lugar de los hechos, no teníamos la vista más privilegiada, pero podríamos ver a la perfección el suceso. Si esta no es coronada como la puta broma del año me voy a retirar del rubro.

—¿Por qué crees que esté tardando tanto? Él nunca llega tarde. —pregunto Nana notoriamente nervioso.

Me ponía los pelos de punta verlo mirar a todos lados buscando al chico, y encima ahora sonaba desesperado. 

—Ni idea, supongo que solo debemos espe... —me detuve en medio de mi frase. Tragué saliva pesadamente y zamarreé por el brazo a Nana y apunté al lugar. Diablos, esto tiene que ser una broma. Alguien, que no era el que se suponía el dueño del casillero, estaba intentando abrirlo. — ¡¿Quien rayos es ese tipo?!

Jaemin miró al lugar con los ojos como platos. —Ni idea... Nunca lo había visto. ¡¿Qué vamos a hacer?! —preguntó en un grito susurrado para intentar no levantar sospechas, pero estaba histérico.

Mierda, esto no puede estar pasando. Ese chico definitivamente no era nuestra víctima original. ¿Acaso no era ese el casillero...? No... Era el correcto, estaba seguro, muy seguro; nos habíamos pasado mucho tiempo planeando esto, no había forma de que nos equivocáramos. ¿Entonces quién rayos era ese tipo? ¿se habría equivocado él? Jamás lo había visto. Encima Nana me tenía harto con sus quejas sobre qué debíamos hacer, me agitaba por el brazo y yo sabía lo mismo que él ¿de dónde rayos quería que le sacara una solución a esto? ¿ Debería ir a avisarle? La bomba ni siquiera era para él, no me quiero meter en más problemas, si tengo que pasar otro día en detención yo...

La bomba estalló. Me sobresalté igual que todo el resto del pasillo, aunque yo ya sabía qué ocurriría no pude evitarlo. El casillero se abrió haciendo un estruendo que inundó el lugar. El desconocido chico ahora tenía sus dorados rizos cubiertos de pintura verde, mejor dicho, baba verde. Habíamos usado un montón de tonterías para volverla viscosa y pegajosa, seguro le iba a costar una semana limpiar el uniforme, que también estaba cubierto y muy seguramente —aunque yo no podía verlo bien— su rostro también lo estaba.

Después de unos segundos en un silencio de ultratumba, el pasillo estalló en risas, y Nana y yo no tardamos en unirnos a ellos. En tanto, el chico se había quedado inmóvil unos segundos, cuando volvió en sí se quitó las gafas y limpió su boca con las mangas de su chaqueta. Entre las carcajadas de los chicos salió corriendo del lugar.

Puede que la víctima no haya sido la correcta, pero había que admitir que la broma en sí fue todo un éxito.

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Los chicos empezaron a entrar a sus respectivas clases. Vi como el profe de ciencias caminaba hacia nuestro salón, siempre bien vestido con un impecable terno, llevaba un gran libro bajo el brazo y avanzaba a paso lento; y las chicas cuchicheaban sobre lo guapo que era y esas tonterías; admito que no está del todo mal, pero lo que tiene de guapo también lo tiene de imbécil, vaya si me tiene entre cejas estos días. De todas maneras me odiaba, y que no me vengan con esas cosas de es idea tuya o es que es más estricto; no, eso no corría cuando se trataba de mí, aunque entiendo sus razones, supongo que la broma de las plumas y el pegamento del año pasado no fue muy de su agrado. Vino con sombrero a la escuela por una semana, a saber cómo se quitó esa basura de la cabeza; y ni idea de cómo se enteró de que había sido yo. Desde entonces me hace la vida imposible, encima mis calificaciones no son maravillosas, así que ya ni siquiera lo intento, además así tengo una excusa para seguir haciéndole bromas. Por ahora no tenía ganas de gastarme con él, así que le dije a Nana que fuera al salón y que yo iría en un momento.

Supuse que por lo menos le debía una disculpa al chico que había caído en mi trampa. Sí, fue graciosa, extremadamente graciosa, pero de todas formas no me sentía del todo bien con ello. No soy un maldito matón para andar haciendo ese tipo de tonterías porque sí, esto era cuestión de honor y venganza, aunque ni siquiera llegué a vengarme de quién me tenía que vengar. No entiendo cómo rayos Chenle fue a enterarse de lo que iba a hacer con su casillero, porque si me lo preguntan, seguro de enteró; que no haya estado aquí justamente hoy no es coincidencia cuando se trata de él. Mi próxima venganza va a tener que ser doble por haberse hecho el sabelotodo haciéndome quedar con las ganas de verlo cubierto de baba verde. Aunque no lo parezca Chenle es uno de mis mejores amigos, y es por eso que le hago este tipo de bromas, nos las hacemos mutuamente, porque sabemos cómo va a reaccionar el otro, así que no había problema con eso, solo tenía que estar preparado para la siguiente broma que me haría en respuesta. Por eso me estaba molestando demasiado lo mucho que se tardaba el rubio en volver. ¿Cómo diablos se supone que vaya a reaccionar él? Nunca lo había visto así que ni siquiera me podía hacer una idea de cómo estaría con todo ese asunto.

Caminé por el patio con cuidado de que nadie me viera, porque las clases ya habían empezado y me mandarían directo a mi calvario en ciencias si no pasaba desapercibido. A lo lejos vi al rubio saliendo de los baños. Sentí como si me hubieran dado un golpe en el estómago. La verdad si hubiese sido Chenle me estaría cagando de la risa en su cara y él seguramente también se estaría riendo, pero el chico tenía cara de cualquier cosa, menos de risa. Caminaba apurado afirmando su mochila con fuerza apoyada en uno de sus hombros, tenía todo el cabello con restos de pintura verde y hasta tenía hojas pegadas a él. Su uniforme era otro desastre, estaba mojado por haberse intentado quitar la pintura sin mucho éxito -porque yo me había encargado de que así fuera- y lleno de tierra. 

Pasó frente a mí en el corredor que daba directo a la salida, yo estaba escondido detrás de un pilar que sostenía el segundo piso de los de primer año. ¿Acaso pensaba irse? Mierda, seguro se siente como un idiota por mi culpa, ¡¿cómo rayos me fui a meter en este lío?!

Ni siquiera lo pensé y me fui corriendo tras él.

—¡Espera!

Lo llamé sin mucho éxito, miró por el rabillo de su ojo hacía atrás y apuró el paso. No me iba a rendir ahí.

—¡Espera! ¡Solo será un momento! —insistí.

El chico paró en seco y se dio media vuelta para verme. Me paré frente a él y apoyé mis manos en mis rodillas un momento para recuperar el aliento, vaya si tengo un estado físico de mierda.

—¿Qué quieres? —preguntó mirando al suelo con la cabeza agacha. 

—Mira, sé que fue una tontería pero juro que no era para ti lo del casillero... En serio yo...

—¿Qué dijiste...? —me interrumpió. Levantó su mirada y vi como entrecerraba sus ojos amenazantemente.

—Es que fui yo... —dudé un momento al sentir como me fulminaba con la mirada. Ya estaba, no me iba a escapar de esto. —Fui yo el que puso la bomba en el casillero... ¡Pero juro que no era mi intención que acabaras así! ¡Pensé que era de alguien más! De hecho era de alguien más... hasta... ayer.

El chico se quedó callado mirándome con el ceño fruncido. Se veía tan enfadado que casi podía escuchar sus dientes crujiendo entre sí. Sus manos se habían vuelto puños y me estaba empezando a arrepentir de haberle hablado.

—¡De verdad lo siento! Se suponía que era para un amigo, ¡juro que ese era su casillero!... en serio, no era mi intención que tú...

—¡Pues te felicito! —interrumpió echando chispas por los ojos. Seguro se oyó su sarcasmo en todo el pasillo. —Acabo de llegar a este maldito lugar y lo primero que recibo es esto. ¡Gracias por la bienvenida, IMBÉCIL!

Me quedé helado viendo como se daba la vuelta y seguía su camino hacia la salida. Ahora sí que me sentía como la mierda.

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Luego de dos horas de mi vida tiradas a la basura por estar en detención por fin pude salir de la cárcel; puede que me haya ganado dos semanas completas de encargarme del aseo del salón, pero había valido la pena; bueno, más o menos. Chenle otra vez se me había escapado de las manos, pero esto no se iba a quedar así, la próxima vez no fallaré.

Me tenía los sesos quemados el solo pensar en el chico que había abierto el casillero. Encima con haber intentado disculparme parecía que las había cagado más. Obviamente me gritó hecho una furia al saber que había sido yo, y entiendo por qué; es más, yo que él me hubiese dado una golpiza ahí mismo, pero no parecía que fuera de ese tipo de persona. De cualquier forma creo que se le pasó un poquito la mano, yo me estaba disculpando y ni caso me hizo, ¿acaso eso no valía nada?

No suelo hacerle bromas a la gente nada más porque se me da la gana; por supuesto que no. ¿Para qué le iba a querer hacer daño a él? Un tipo que ni conocía y que aparentemente acababa de llegar al internado, ¿para qué? ¿con qué fin?. Seguro hay chicos que hacen eso todo el tiempo, pero yo no soy así.

Estaba caminando hacia mi habitación por el pasillo de los dormitorios cuando veo a lo lejos algo que no cuadraba, ahí fue cuando supe que estaba jodido. En la escuela aprendes de la forma difícil lo que significa una hoja de papel pegada en tu puerta, o al menos eso era en mí caso; jamás ha significado buenas noticias así que te sientes como cuando quiebran tu ventana con una roca que lleva escrita la dirección de donde se encuentra tu hijo secuestrado con letras recortadas del periódico; y déjenme decir que no es el mejor sentimiento.

"Supe lo de mi casillero, mejor suerte para la próxima Haechanie~. De todas formas te ganaste mi venganza. Besos!~

Con amor, Chenle :3"

Conocía perfectamente el calibre de las venganzas de Chenle, así que tenía claro que no iba a ser nada bueno. ¡Ni siquiera alcancé a verlo cubierto de verde y se está vengando de todos modos! 

Miré para ambos lados del pasillo; vacío. Chenle, a diferencia de mí y de Nana, no iba a la escena del crimen a presenciar cómo salían sus bromas, pero por si acaso tenía que asegurarme de que no hubieran moros en la costa. Saqué las llaves de mi bolsillo y las puse en la cerradura; no tenía ni pizca de ganas de saber lo que había hecho el menor con mi habitación mientras no estaba y aunque no había visto nada aún ya sabía que me tenía que vengar.

Intenté abrir la puerta cuidadosamente, pero apenas moví el picaporte fue empujada por un montón de agua que de paso cubrió mis tobillos y siguió su camino al pasillo. La habitación estaba completamente inundada. ¿¡Cómo diablos metió una manguera por la ventana del tercer piso!?

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—¿Tienes una idea de quién pudo haber hecho esto? —me preguntó el encargado de las habitaciones con una rasposa risa entre dientes después de haber escuchado mi historia.

—La verdad no. —dije sin mucho interés. Puede que Chenle me haya hecho la broma del siglo, pero no por eso lo iba a delatar. Digamos que prefiero tomar la justicia con mis propias manos antes que ser un soplón, además después de todo era mi amigo. —¿Cuánto tiempo tardarán en arreglar esto? -acomodé el gran bolso que llevaba en mi hombro.

El viejo acarició su barba blanca pensativo. —Yo diría que unas dos o tres semanas, tal vez más. A saber cómo andas de suerte. El sistema eléctrico quedó hecho un desastre y también el piso, así que ve armándote de paciencia chico.

Rodé los ojos. Tiene que ser una puta broma. ¡Eso es casi un mes! Mi plan maestro había fallado, Chenle destruyó mi habitación y ahora no solo tendré que compartir una con alguien más, sino que encima iba a ser por una eternidad. Vaya día de mierda.

Llegamos a uno de los edificios de los dormitorios más lejanos a la escuela; el ascensor estaba fuera de servicio, así que tuvimos que subir los cinco pisos a pie, lo que me faltaba. 

Seguí al viejo hasta una de las habitaciones. Me apoyé en la pared agotado por todo esta estúpida situación. ¿Puede alguien despertarme en un par de meses cuando todo haya vuelto a la normalidad? El viejo tocó la puerta y al poco tiempo su dueño salió a abrirla. La verdad yo seguía mirando el infinito a ver si por ahí encontraba la solución a mis problemas.

—Lamento las molestias, soy con el que hablaste por teléfono. —dijo el viejo. —Esto se va a arreglar en un santiamén, así que no se preocupen mucho.

—No hay problema. —dijo el chico.

Y la voz se me hizo extrañamente familiar.

—Oye chico. —me llamó el viejo para que me acercara a la puerta. —Con él vas a compartir la habitación estos días.

Le hice caso y de mala gana me asomé a la entrada. Tuve que parpadear un par de miles de veces para creerme lo que estaba viendo; Y la mirada mezcla de enojo, desagrado e impacto del rubio no era distinta a la mía.

—¡¿ÉL?! —dijimos los dos al unísono.

El viejo se quedó mirándonos y soltó una risa rasposa. —Veo que ya se conocen. Se te avisará cuando esté lista tu habitación, chico. 

—Espere, tiene que haber un error.

—No hay ninguno. Los dejo para que se acomoden entonces. —dijo ignorando por completo el denso ambiente que se había formado.

Por supuesto que iba a ser él. Maldita sea mi suerte.

Me quedé parado frente a la puerta mirando el suelo hasta que ya no se oyeron los pasos del viejo en el pasillo. Sentí la mirada fulminante del chico otra vez sobre mí; si mi día había sido un desastre estoy seguro de que para él también lo era. Encima ahora tiene dos razones para detestarme y echarme la culpa de lo que está pasando. Yo no tengo nada en contra de él, pero vamos, que si yo estuviera en su lugar ya me hubiera dejado en la enfermería hace un buen rato.

—¿Esto también es parte de tu estúpida broma? —rompió el silencio por fin.

Levanté la mirada. Tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba apoyado en el marco de la puerta; me fijé que aún tenía restos de pintura verde en el cabello.

—Lárgate y déjate de tonterías. —dijo tomando la puerta dispuesto a cerrarla.

—No es una maldita broma, ¿en serio crees que estoy aquí por gusto? —apoyé una de mis manos en la puerta.

Me miró desconfiado y soltó un suspiro. A regañadientes abrió y me dejó pasar a la habitación. Por fin dejé el bolso en el suelo, ya me estaba cansando de cargarlo. Noté que a un lado del sofá habían dos grandes maletas sin deshacer; así que sí había llegado recién. La habitación sí era más grande que la mía, tenía un par de muebles más y la heladera también era más grande. 

Sinceramente siempre quise saber cómo sería tener un compañero de de cuarto, me habían asignado una de las habitaciones individuales porque llegué para el segundo grado acá, así que básicamente solo me dieron lo que quedaba, en realidad habían muy pocas habitaciones así y siempre quise tener uno, pero esto es algo completamente diferente.

­—Como sea, yo me voy a dormir. —dijo caminando hacia el dormitorio.

—¡Espera! —dije para retenerlo.

La verdad no tengo ni idea de cómo rayos llegamos a esto ni de qué iba a hacer con esta estúpida situación, pero no quería hacerla aún más desagradable. Al menos puedo intentar llevarme bien con él, después de todo acaba de llegar y seguro no conoce a nadie más en la escuela.

El chico se volteó a verme y alzó las cejas.

—Mira, sé que estás enfadado por lo del casillero y ahora esto, pero no era esa mi intención, fue un accidente. —intenté explicarle con el tono más delicado que pude articular en ese momento, considerando lo agobiado que estaba por todo este asunto.

Se quedó mirándome extrañado pero no dijo nada, entonces seguí hablando.

—Así que... ¿qué tal si empezamos de nuevo? —estiré mi mano. —Me llamo Donghyuck, aunque mis amigos me llaman Haechan a veces, sí quieres puedes llamarme así también. —sonreí lo que más pude, en verdad no quería cagarlas más así que puse a un lado mi orgullo para esto, solo quería hacer menos terrible esta situación.

El rubio se paró frente a mí y miró mi mano unos momentos. Chasqueó la lengua y negó con la cabeza. —Me trae sin cuidado, Donghyuck. —soltó con sarcasmo y se dio media vuelta.

Mi sonrisa se desvaneció y mis manos se volvieron puños. Me sentí como un completo idiota.

—¡¿No me vas a decir tu nombre?! —dije un poco más alterado de lo que quise.

El tipo me ignoró y dio un portazo luego de entrar al dormitorio.

—¡Eres un amargado, ¿sabes?! —grité a la puerta. —¡De todas maneras me vas a tener que dejar entrar!

—¿Para que me pongas una bomba debajo de la cama? ¡Ni en sueños! —se oyó tras la puerta, seguido del sonido del pestillo.

Ya estaba, los dos estábamos demasiado alterados para seguir con esto, ¡pero ya ni era mi culpa! Yo intenté hacer las paces con él pero se pone así; maldito amargado, y ni siquiera fue capaz de decirme su nombre. 

Me dejé caer en el sofá, no había razón para seguir intentando hablar con este idiota así que me rindo. Puse mi antebrazo sobre mi frente y solté un suspiro; este infierno acaba de empezar.

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Moonie🌙

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