Capítulo 2: El interrogatorio

Besos de Miel

 

Capítulo 2: Primer Obstáculo: El interrogatorio

 

¿Para qué mentir?

Taehyung no pudo conciliar el sueño la noche anterior. Sus manos picaban, sudaban y el nerviosismo incesante en su cuerpo, no amainaba.

¿Cuánto había esperado por este día?

Su padre tenía razón. “Quien la sigue, la consigue” Que frase más acertada y motivadora. Sin duda, se encargaría de enseñársela a sus futuros descendientes.

Abrió la llave de agua fría de la ducha y se metió por cuarto de hora allí dentro, a la espera de que su ritmo cardiaco se normalizara. Funcionó, no del todo, pero se sentía mejor a como estaba antes.

     ―¡Hijo, a desayunar!

Ya nueve veces su madre estaba llamándolo a desayunar, y Taehyung nueve veces tuvo que decirle que no se sentía bien como para ingerir alimentos, ¿por qué no podía dejarlo estar solo un día?

Terminó de alistarse y en el proceso, dejó hecho un caos su habitación, con la ropa tirada en el suelo y la toalla mojada sobre el respaldo de una silla. La emoción por ese día, justificaba su actitud despistada.

     ―Mamá, no desayunaré ―le dijo a su madre, quien no podía quedarse quieta en su sitio y llevaba las manos ocupadas con fuentes y platos―. Tengo que salir a…

La señora Kim dejó su paseo por el comedor al igual que los platos sobre la mesa, y con las manos en la cintura, encaró a su hijo.

     ―Taehyung, desayunar es altamente importante, lo sabes. Y más, si hoy mi único hijo cumple años.

     ―Seguro que sí mamá, pero no cuando estoy muriéndome de la ansiedad ―dijo Taehyung, escuchando la risita de su padre, escondido tras el periódico.

     ―¿Ansiedad? ―preguntó su madre extrañada―. ¿Por qué tendrías ansiedad? ―y cuando se fijó en lo bien que lucía su único hijo, comprendió―. ¿Quién es? ¿Por qué no me avisaste?

¿Acaso no asustaba la intuición maternal?

     ―Discúlpame, olvidé mencionarlo.

Su madre iba a decir algo más, cuando de repente, la intromisión bulliciosa de sus cuatro hermanas, lo alertaron.

Y otro cargamento de preguntas se volcó en su encima.

No era fácil vivir con cinco mujeres bajo el mismo techo. Es por eso que su padre y él tenían una estrecha relación, forjada por la continua invasión femenina hacia su intimidad. Una especie de alianza entre hombres, un vórtice, en donde ninguna presencia femenina estaba permitida.

     ―Amor, déjalo en paz ―dijo entonces su padre, doblando el periódico sobre la mesa. Y dirigiéndose a sus hijas, añadió―: Ustedes también.

     ―¿Nosotras? ―preguntaron las cuatro féminas al mismo tiempo―. ¿Es que hicimos algo mal, papá?

El señor Kim suspiró y negó con la cabeza.

Por otra parte, Taehyung ya empezaba a hastiarse de sus hermanas.

     ―Solo queremos entender ―dijo Yon, la mayor de las cuatro y en cierto modo, soberana entre ellas.

     ―No hay nada que…

     ―Eso lo decidiremos nosotras, Taehyung ―intervino Sook.

Y mientras ellas volvían a enfrascarse en una discusión de nunca acabar, Taehyung se preguntaba el afán en querer tener cuatro hijas. Definitivamente, sus padres no estaban en sus cabales para concebir tal idea.

     ―¡Tengo una cita! ―explotó Taehyung, cuando ya no pudo más.

Las cuatro jóvenes cerraron la boca al escuchar la confesión de su hermanito.

Las más problemáticas en su familia, Suny y Hye, poseían unas innatas ganas de fastidiarle sus días, como si de ello dependiera su existencia. Siempre detrás de él, como si fuera un niño, decidiendo lo que debería comer y cómo lo debería comer, o lo que debería vestir y cómo tendría que llevar ordenado el cabello. Su madre tenía la idea de que ellas dos eran unos ángeles con un don maternal como para preocuparse tanto por él.

De la otra esquina, Yon y Sook, sus hermanas mayores y en cierto modo, sus mejores amigas. Confiar en ellas no era tan trágico como parecía, pero lo era. Lo que continuaba a una confesión secreta, terminaba en risas y opiniones equivalentes a burlas y chismes entre ellas.

Así que, por una vez en su vida, no sintió deseos de contarles nada. Que ellas supieran que estaba coladísimo de Fernanda, resultaba en extremo, vergonzoso.

     ―Es Fernanda, ¿no es así? ―y ahí todo su esfuerzo por esconderlo se fue por el desagüe.

Buscó ayuda en su padre, no lo consiguió.

El señor Kim se limitó a sonreír y murmurar quien sabe qué, con su madre.

     ―No tengo porque decirlo ―se limitó a decir Taehyung.

Sook se rio.

     ―Parece como si no quisieras declarar un delito. No tienes que hacerlo, solo queremos que confirmes lo que Yon acaba de afirmar.

Taehyung miró a sus otras dos hermanas, por suerte, el beicon y las tostadas pudieron más con ellas que el supuesto secreto que él escondía.

     ―Sabes que si no se lo dices a tus hermosas hermanas, te seguiremos a dónde sea que vayas ―le amenazó Sook―. Después de todo, no hay nada mejor que un día tras los pasos de un chico enamorado.

Eran brujas, tenían que serlo. Quizás poseían una bola de cristal o cartas mágicas que les develaban todo, absolutamente todo.

Las mujeres daban miedo, en especial, las de su familia.

     ―Pues sí, ¿contenta? ―Taehyung ignoró la risita que Yon trató de esconder inútilmente, y los ojos sumamente abiertos de Sook―. Ahora que ya lo saben, no me molesten. ―añadió, caminando después hasta el vestíbulo.

     ―De hecho, estamos más que contentas, es solo que… ―Sook lo alcanzó antes de que abriera la puerta―, una vez dijiste que Fernanda te odiaba.

     ―Que va ―se metió Yon―, dijo que lo aborrecía.

     ―Es lo mismo.

     ―Claro que no. La magnitud entre ambas palabras lo cambia todo.

     ―Tampoco llega a esos extremos.

     ―Lo hace.

Taehyung no objetó nada. Para ser sincero, si pensó de esa manera dos años atrás, debido a que Fernanda de un día para el otro, dejó de devolverle el saludo y cuando se dignaba en hacerlo, lo hacía de una manera tan borde que dolía como una bofetada. Todo eso ya no importaba, además, Taehyung ignoraba que en ese entonces, la salud de la madre de Fernanda iba de mal en peor y era eso lo que la tenía tan inestable.

     ―La palabra que usé fue “detestar” ―les corrigió Taehyung.

     ―Como sea, ya dije que es lo mismo, son sinónimos y punto ―argumentó Sook―. Melocotón, ahora que…

     ―¡Deja de llamarme así!

Que ridículo sobrenombre. Escuchaba ese apodo desde que tenía memoria, y hasta cierta edad lo soportó con paciencia, pero ya no más.

     ―Tengo dieciséis, ya no soy un bebé.

     ―Eso lo tengo bien en claro, melocotón ―dijo su hermana mirándolo de pies a cabeza. Taehyung era más alto que todas ellas, inclusive había sobrepasado a su padre en talla.

     ―Ustedes son imposibles.

Taehyung salió disparado de su casa, con las orejas zumbando de risas a sus espaldas.

Estar parado frente a la casa de Fernanda, nunca le había parecido tan difícil.

Una de las casas más altivas y orgullosas del vecindario era la de los Carlé. La de él, también se encontraba en esa categoría, una tonta categoría si le preguntan. Y aunque sonaba tonto, la distinción en esa zona, era una prioridad.

Golpeó la puerta una, dos, tres veces.

El señor George abrió. Llevaba puesto un pijama, ¿cómo que un pijama? Faltaban apenas unos minutos para que dieran las once de la mañana.

     ―Buenos días, señor ―saludó Taehyung inmediatamente.

     ―Hola, muchacho ―al menos George no le intimidaba tanto como su hija―. ¿Qué te trae por aquí?

     ―Verá…

     ―No me digas, ¿volví a tirar tu buzón de correo?

Taehyung sonrió apenado.

     En dos ocasiones, George llegó tan cansado del trabajo, que su visión nubilosa y sus manos resbalándose como mantequilla por el volante, trajo consigo el daño absoluto de los buzones de correo de la casa de los Kim. Sin embargo, tan cansado como estaba, no se dió cuenta hasta el día siguiente, cuando tocaban su puerta.

     ―No, no se preocupe, por favor ―respondió Taehyung.

     ―¿Entonces? ―lo miró el mayor.

Sin duda, Fernanda había sacado el color de ojos de George. Aunque esas esmeraldas matizadas, brillaban con más intensidad en Fernanda que en su padre.

En el momento en el que iba a responderle, la suave voz de Fernanda se hizo presente a espaldas de George.

     ―Papá, ¿por qué siempre tengo que despertar a causa de tus gritos?

De acuerdo. Eso no se lo esperaba.

¿Es que ella había olvidado su “cita”? ¿Por qué llevaba puesto su pijama todavía? No es que se viera mal, solo que ¿por qué?

     ―Oh, vaya ―Fernanda, a fin de cuentas, pudo percatarse de su presencia.

     ―¿Qué sucede aquí? ―volvió a preguntar George, esta vez, un poco más demandante.

     ―Olvidé decírtelo, papá ―Fernanda se le adelantó a Taehyung antes de que este empezara a hablar―. Tengo algo que hacer con él.

Los ojos de George se agrandaron a más no poder.

     ―No entiendo, ¿Qué tu qué?

     ―Lo que has oído, papá. Será cuestión de un par de horas, ¿no es verdad?

Taehyung asintió, aunque no iba a dejarla ir después de un par de horas solamente.

Si mal no recordaba, la madre de Fernanda, le tenía simpatía. De estar allí, de seguro y su presencia aminoraría la tensión que se sentía. Taehyung trataba de no mirar a George directamente a los ojos, misión imposible, teniendo en cuenta que no había otro lado más al que mirar. Además, contaba como la primera vez que entraba a esa casa.

¿Cuánto tiempo demoraría Fernanda en alistarse para su no cita? Ojalá que no tardara más de veinte minutos. Taehyung, teniendo en casa un batallón de mujeres alrededor suyo, estaba consciente de que demoraban mucho más tiempo que el que le llevó a Cleopatra destruir su imperio.

     ―Bonitos cuadros ―dijo, señalando las raras pinturas de pirámides y esfinges egipcias que colgaban de la pared de la sala principal.

     ―Gracias ―contestó George sin dejar de mirarlo directamente―, a mi esposa le gustaba coleccionar todo lo que pudiera de la cultura egipcia.

     ―Una cultura fascinante, especialmente por lo de los dioses a quienes veneraban.

     ―Hombres con cabezas de águilas, perros, ¡que tragedia! Aunque en cierto modo, inquietante ―coincidió George, luego, arreglando su semblante todavía turbado, le preguntó―: ¿Cómo es que convenciste a mi hija de salir contigo? No me lo tomes a mal, pero Fernanda no es de juntarse con muchachos… ¿cómo decirlo? Tan coloridos y joviales como tú.

     ―Sobre eso, no estoy seguro.

     ―Al parecer no.

Tampoco es como si le estuviese pidiendo la mano de su hija, pero así se sentía por la presión que George ejercía sobre él. Una serie interminable de preguntas lo secundaron después de esa breve plática, en la que ninguno de los dos pudo sentirse del todo bien. ¿Cuántos años tienes? ¿Qué planes tienes para el futuro? ¿Cuáles son tus hábitos alimenticios? (porque mi hija es muy estresante cuando de comida se trata).

     ―Alguna vez tuve tu edad, y no soy tan viejo como para no darme cuenta de lo que piensan los muchachos de hoy en día, Taehyung ―dijo George finalmente.

George tenía el porte de un hombre distintivo, con facciones claramente marcadas, sobretodo, su mandíbula afilada. Algunas de las vecinas solteras o viudas, andaban tras él, era un buen partido de todos modos. Los años solo lograban acentuar ese reposo masculino que tiempo atrás cuando joven, hacía que mujeres le siguieran en fila, ¿quién pensaría que ahora era igual? George, sin embargo, no volvió a plantearse la idea de un nuevo matrimonio. El recuerdo de Helen todavía estaba fresco en su memoria.

Y a todo esto, ¿qué es lo que pensaban los jóvenes de hoy en día?

Mientras Taehyung se planteaba esa inusual pregunta, George advertía los acontecimientos de los próximos meses.

     ―Papá, no lo agobies ―irrumpió Fernanda de la nada. Iba impecablemente vestida con una blusa blanca y unos vaqueros azules―. Es hora de irnos ―le dijo a Taehyung, avanzando vacilante hasta la puerta.

Ver una película en el cine resultaba tan cliché como ir a cenar al restaurant más caro de la ciudad. Eso pensaba Taehyung, aunque no hubiera tenido problemas en poner ambas opciones en práctica, pero no quería parecer un hombre de esos que siguen al pie de la letra, el manual de: “Como conquistar a una mujer en el primer día”-

 

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
No comments yet