La llave perdida

The lost key

Kim Kibum era un chico extremadamente ocupado. Llevaba varios años ejerciendo como modelo y diseñador, y por fin estaba consiguiendo labrarse un nombre en el mucho de la moda. Todo esto le había costado un enorme esfuerzo y muchos sacrificios. Hacía varios meses que no tenía ni un solo minuto libre para sí mismo y había tenido que suprimir el chocolate y los dulces de su dieta. Y todo eso lo tenía de muy mal humor.
    El rubio acababa de llegar al apartamento donde vivía. Era un piso bonito, grande y muy silencioso, puesto que el resto de los pisos no estaban habitados o, si vivía alguien, era gente tan ocupada como él. Sí, sin duda era un gran lugar. Estaba en el centro y todas las agencias le pillaban cerca. Eso sí, era muy caro, pero para algo trabajaba tanto, ¿no?
    Entró al ascensor y pulsó el botón de su planta. Pacientemente, esperó a que se cerraran las puertas. Tenía unas ganas tremendas de llegar a casa. Llevaba en pie desde las seis de la mañana, había posado para varias revistas y modelado para enseñarle a una prestigiosa redactora de una prestigiosa revista la nueva colección de otoño de una prestigiosa marca de ropa. Estaba agotado y lo único que deseaba era meterse una tarrina entera de helado de chocolate (cosa que, por desgracia, no tenía permitido hacer; sin embargo, nadie le iba a quitar que tomara aunque sea un par de cucharadas muy grandes) y dormir una larga siesta.
    Al llegar al segundo piso, el elevador se detuvo. Las puertas se abrieron y alguien entró. Al ver quien era, las mejillas del rubio se volvieron de color tomate y agachó la cabeza, aunque no por mucho tiempo ya que su orgullo no le permitió parecer avergonzado. Alzó la barbilla y clavó la mirada en la pared situada tras el otro muchacho y ahí la mantuvo hasta durante el resto del tiempo que pasó en el aparato. El otro, sin embargo, no dio muestras de avergonzarse. Al contrario, una sonrisa divertida decoraba su rostro atractivo, enmarcado por una melena negra hasta la barbilla.
    Choi Minho le había pedido salir hacía un par de semanas. Lo había abordado en ese mismo ascensor y había pulsado el botón de bloqueo . Kibum, que ni siquiera lo había oído entrar, soltó un gritito al sentir el aparato pararse de golpe entre dos plantas. Se giró (hasta ese momento, había estado mirándose en un espejito que llevaba en el bolsillo) y vio a su vecino con el dedo puesto en el botón y una sonrisa maliciosa en su boca.
    Su primera reacción fue de enfado. Lo único que él deseaba era llegar a casa y descansar.
    -¡¿Qué haces, maldito descerebrado?! - le gritó con fiereza.
    La reacción normal de cualquier persona hubiese sido asustarse u ofenderse; sin embargo, aquel sujeto lo miraba  divertido y esa sonrisilla no se borraba de su rostro.
    -¡¿Qué se supone que miras, bobo?! -le espetó.
    El otro, muy tranquilo, apartó su mano del panel de control y se acercó a él.
    -Tú eres Kim Kibum, ¿verdad? -le preguntó el moreno.
    El chico de las mechas se echó hacia atrás instintivamente. ¿Acaso se había topado con un acosador psicópata?
    -Sí, lo soy. ¿Qué pasa?
    -Soy Choi Minho. -se presentó el otro, alargando su mano para dársela.- Vivo en el piso inferior al tuyo.
    Definitivamente, no era un psicópata. Solo un tonto grave.
    -¿Y eso me importa porque...? -dijo con arrogancia.
    -Pues porque me gustas y quiero invitarte a salir.
    Aquello pilló al más bajo totalmente desprevenido. Se hubiese esperado cualquier cosa antes que eso.
    -¿Q-qué? -musitó anonadado.
    -Que me gustas y que...
    -¡Ya, ya! ¡Ya me he enterado! Pero... ¿por qué? Si ni siquiera nos habíamos visto antes...
    -Yo a ti sí. Te suelo ver cuando sales del edificio o entrando en el ascensor. Me pareces muy lindo.
    Kibum se puso rojo cual tomate. Jamás lo habían abordado de aquella manera para decirle tamaña cosa.
    -¿Quieres salir conmigo? -preguntó Minho como el que pregunta la hora.
    -Eeem...
    Y, antes de que pudiese contestar absolutamente nada, su vecino lo estaba besando con pasión.
    Tras aquello (bueno, y tras apartar de un empujón al alto y hacer que el ascensor se pusiera en marcha para luego salir corriendo como un poseso), había evitado por todos los medios encontrarse con aquel chico, saliendo victorioso en su empresa. Hasta entonces...
    Por lo menos esa vez no le dirigió la palabra y se ahorró el parar el elevador, aunque rozó suavemente su hombro con el de Kibum al salir.
    Por fin el de las mechas llegó hasta su piso, el último piso. Agotado, suspiró aliviado.
    Rebuscó en sus bolsillos. ¡¿Dónde estaba aquella estúpida llave?! Maldita sea, si él nunca perdía nada. Esa era una de sus mayores virtudes, entre una larga lista de ellas.
    Se giró al escuchar una fuerte risotada tras él.
    -¿Buscabas esto, Kibummie? -preguntó Minho, sujetando una pequeña pieza metálica entre sus dedos pulgar e índice. Su llave.
    -Dame eso. -le ordenó con firmeza el dueño de la llave. 
    El moreno sonrió burlonamente y empezó a darle vueltas en sus dedos.
    -¿El qué? ¿Esto? Me parece que no... -dijo, desafiante.
    -¿Cómo que no? ¡Dámela, es mía!
    Kibum intentó arrebatársela, pero su vecino la puso fuera de su alcance con tan solo levantar el brazo. Comenzó a dar saltitos para tratar de llegar, pero Minho era muy ágil y no lo consiguió.
    -¡Joder! ¡Devuélvemela! ¿De verdad tienes tantas ganas de molestar? -preguntó a la vez que seguía brincando.
    Al fin, unos segundos después, Minho se cansó de aquel divertido juego y detuvo al rubio asiéndolo firmemente del hombro para detenerlo, aunque con mucho cuidado de no hacerle daño.
    -Bummie... -musitó
    -¡¿Quién te ha dado permiso para llamarme así, lerdo?! -le espetó.
    -Kibummie, no seas caprichoso. -le dijo con tranquilidad mientras posaba su dedo índice sobre los labios de enfadado rubio haciendo que se callara.- ¿Es que acaso no sabes pedir las cosas por favor? ¿Nunca te enseñaron modales?
    -¡No necesito modales para exigir lo que es mío! ¡DAME-MI-LLAVE!
    -Ah, no... no he escuchado la “palabrita mágica”  por ninguna parte. -miró al chico a la cara, la cual estaba roja de la rabia e hizo un titánico esfuerzo por no reírse.
    El de las mechas comprendió que no tenía nada que hacer contra el esquizofrénico ese y se resignó a su destino con un suspiro.
    -Devuélveme las llaves. -pidió con voz suave.
    Minho alzó una ceja, expectante.
    -Hor jafor- dijo entre dientes.
    -¿Cómo dices? -le moreno acercó su rostro a la cara del rubio.- No he oído bien eso último.
    -... por favor... ¡Por favor, devuélveme las llaves!
    -¡Ah! ¡Eso está mejor! -Min rió complacido.- Pero me parece que no.
    -¡¿No?! ¡¿Cómo que no?! -el modelo estaba al borde del colapso.- ¡Ya te lo he pedido “por favor”! ¡¿Qué más quieres?!
    El alto apreció pensárselo un momento. Se apoyó en la pared con una pierna apoyada en ella y tamborileó con los dedos sobre sus propios labios. Kibum no pudo evitar tragar saliva pensando que así se veía muy... y...
    ¡Un momento! ¿Por qué estaba pensando de esa manera sobre el descerebrado de su vecino? ¿Es que acaso se había vuelto loco?
    -¡Ya sé! -exclamó de pronto el moreno.- Bummie, quiero un beso.
    -¿Eing?
    -Que quiero un b-e-s-o. Un beso. Ya sabes, eso que consiste en...
    -¡Sí! ¡Ya sé qué es un beso! No soy tan tonto como tú.
    -¿Y? ¿Me lo darás?
    -Si con eso me dejas de molestar... -suspiró.
    Minho volvió a sonreír, esta vez lujurioso. Kibum sintió que se le secaba la garganta. ¿De verdad iba a hacerlo? Y, lo más raro de todo, ¿por qué había aceptado con tanta facilidad?
    El chico más alto se agachó hasta que sus rostros quedaron a la misma altura y, poco a poco, se fue acercando hasta aniquilar completamente la distancia que los separaba. Sus labios se unieron, hambrientos, y ardieron ante el contacto de los otros.
    Ese beso fue muy distinto al primero, principalmente porque Kibum (muy a su pesar... o no) lo estaba consintiendo, más que eso, lo estaba correspondiendo. Sus labios chocaban entre sí y, en cierto momento, el rubio, obedeciendo extrañamente las exigencias de su vecino, abrió la boca y permitió la entrada de la lengua del otro, a la vez que introducía la suya en la cavidad bucal ajena.
    Se separaron unos segundos después, cuando sus pulmones clamaron por el tan necesario oxígeno. Sus bocas aún estaban unidas por un fino hilo de saliva.
    -¿Qué? ¿Ya estás satisfecho? -preguntó el más bajo, muy pagado de sí mismo por lo bien que (en su opinión) lo había hecho.
    -Mmm, no del todo. -respondió el otro.- Aún quiero algo más.
    -¿El qué? ¿Es que no has tenido suficiente? -gimoteó malhumorado Kibum.
    -Solo una cosa más. Solo eso y tendrás la llave.
    -Está bien, ¿qué es lo que quieres? - gruñó el rubio.
    -Una cita contigo. -sonrió.
    -¿Eso es lo que quieres? ¿Una cita?
    -Así es. ¿Me la darás, Bummie?
    -Está bien. Saldré contigo, ¡ qué demonios! Ahora, dame mi llave. -exigió.
    El moreno sonrió muy feliz y sacó del bolsillo la pequeña llavecita que le había concedido lo que él estaba deseando, tendiéndosela a su atractivo vecino. El de las mechas de la quitó con fiereza, como temiendo que pudiera quedársela.
    -Mañana a las ocho te espero en la puerta de mi piso. Ya sabes, el de abajo. -indicó Minho mientras iba bajando las escaleras.
    -Ajá, allí estaré. -asintió Kibum y se dio la vuelta para introducir la llave en la cerradura.
    Alarmado, comprobó que no encajaba.
    -¡Eh! ¡Esta no es mi llave! -exclamó consternado.
    -¿Ah, no? ¡Vaya! Debo haberme confundido, ¡pero es culpa tuya!
    -¡Tú dijiste que era mi llave! -gritó frustrado.
    -En ningún momento dije eso. Solo te pregunté si esa era esa la que buscabas y tú comenzaste a gritar que era tuya y que te la devolviese. Es culpa tuya. -se encogió de hombros como diciendo: “¿y yo qué le hago?”. -Bueno, ya sabes, mañana a las ocho. Hasta mañana, mr. Key. -se despidió, desapareciendo escaleras abajo.
    Kibum se quedó en el sitio unos instantes, con cara de bobo. ¿Minho acababa de tomarle el pelo? Suspiró. Lo peor de todo era que ya tendría que cumplir su promesa. Y, encima, no había recuperado su llave. ¿Dónde estaría aquel escurridizo trozo de metal? Se metió las manos en los bolsillos, haciendo un último intento y... las encontró justo detrás de su móvil.
    -Mierda. -susurró para sí mismo.- ¿Y para eso he tenido que humillarme tanto?
    Aún así, y sin poder evitarlo, entró a su apartamento con una sonrisa en los labios.

* * *

    Minho y Kibum se encontraban en el piso de este último. El rubio descansaba sobre el pecho del moreno. Acababan de hacer el amor y todavía estaba recuperándose de aquel último y glorioso o.
    -Key... -susurró Min dulcemente en su oído.- ¿Podrías decirme la hora?
    Desde el mismísimo momento en que comenzaron a salir, Minho llamó a su novio de esa forma.
    -¿Por qué me dices así? -le había preguntado extrañado un día el de las mechas.
    -Porque fue tu obsesión por las llaves lo que nos hizo estar juntos, ¿no? Además, hay muchos Kibum en el mundo, pero solo hay un Key. Después de todo, siempre fuiste único.
    Tras esa explicación (que a Key le había gustado muchísimo), el rubio había decidido que ese mote se convertiría en su nombre artístico y el símbolo de su marca de ropa, que iba ganando cada vez más prestigio, una llave en forma de corazón.
    -Faltan dos minutos para medianoche. -contestó mirando el móvil que había sobre la mesilla de noche.
    -Está bien... Espérame aquí un momento. -le ordenó el moreno instándolo a que se quitara de encima.
    Kibum se apartó y se sentó en la cama. Observó curioso como Minho buscaba algo en los bolsillos de sus pantalones, los que él le había quitado prácticamente a tirones.
    -¡Ah! ¡Aquí está! -exclamó, sacando una cajita rosada de ellos.- Toma, Key, es tuyo. Feliz aniversario.
    El modelo agrandó sus ojos, entre sorprendido y emocionado. Abrió la caja y se encontró con algo que hizo que su corazón se estremeciera con ternura.
    -Esto es... -suspiró, encantado.
    Dentro de la caja había un pequeña llave muy sencilla atravesada por un finísima cadena. La llave que los había unido.
    -¿Te gusta? -preguntó Minho.
    -¿Que si me gusta? Es lo más bonito que han hecho nunca por mí... -murmuró emocionado Key.
    -Mira debajo. -indicó su novio.
    Curioso, apartó la llave con cuidado para encontrase con una nota que decía así:
    “Para Key, con amor: porque quiero que tú seas el único que tenga la llave de mi corazón.”    
    El rubio trató de contener las lágrimas, pero le resultó imposible.
     -Muchas gracias, Minho. Te amo...
    -Yo también, Key... -susurró y lo besó.
    Ambos disfrutaron de la dulzura de los labios del otro hasta que Kibum rompió el beso.
    -Pero yo no tengo nada que darte. -musitó, apenado.
    -Claro que lo tienes. Tienes la única cosa que yo deseo en el mundo.
    -¿Y qué es? Pídemela y te la daré sin rechistar.
    -Se mío. -pidió Minho, haciendo que Key se derritiera por dentro.- Te quiero a ti.
    -Bobo. -sonrió Kibum.- Ya soy tuyo. Completamente tuyo. ¿Acaso no lo sabías?
    Se besaron. Sus cuerpos se encendieron y aquella noche hicieron el amor una y otra vez. Y, durante todo aquel tiempo, la llave permaneció en el pecho de Key, justo al lado de su corazón...

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Comments

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boitoitons
#1
Dios mío, este es el primer fan fiction que leo en español y déjame decirte que me tome unos buenos 20 minutos para acabarlo. No sé si eso es bueno o no, pero me encanto mucho lo que escribiste :D
Al principio no me gusto el personaje de Minho, pero con que quiera a Key, todo esta bien >.<
Zunmyo #2
Me gusto mucho! Debes de escribir mas! ^^