Chapter 2
One Frozen Night
TIFFANY
Mientras Jesse conducía con los ojos clavados en la carretera, Tiffany lo observaba. Ningún hombre debería tener unas pestañas tan larguísimas. Le encantaban sus ojos. Eran de un tono marrón oscuro, siempre llenos de amabilidad e inteligencia. Y hacían un bonito contraste con su pelo castaño claro.
Era el mejor amigo que había tenido nunca y lo quería mucho. Era estupendo poder ser ella misma cuando estaban juntos, ser aceptada sin condiciones. Como viejos amigos que eran, compartían sus pensamientos y sus sueños. Incluso le hablaba sobre sus conquistas. Tiffany suspiró mientras se quitaba el cinturón de seguridad.
-Póntelo, Tiffany. Ya conoces las reglas.
Jesse era como un hermano mayor.
-Me estoy poniendo cómoda -dijo ella, moviendo los brazos para quitarse el abrigo. Cuando lo consiguió, se inclinó para quitarse las botas-. Ah, esto está mejor -sonrió, moviendo los dedos de los pies dentro de los gruesos calcetines.
Después, colocó las piernas sobre el salpicadero y se echó hacia atrás, como si estuviera en su propia casa.
Jesse levantó las cejas. Su mirada iba de la carretera a su alegre compañera de viaje.
-¿Quieres que sujete el volante mientras te quitas la chaqueta?
-No -contestó él.
Lo había dicho con voz ronca, como si estuviera resfriado.
-¿Te duele la garganta?
-No.
-Jesse... -suspiró ella-. Hoy no pareces tener muchas ganas de hablar.
Jesse paró en un semáforo que había a la entrada de la autopista y se quitó la chaqueta.
Aunque aquel día llevaba vaqueros, iba vestido al estilo “profesor”, como siempre: jersey azul marino sobre una camisa azul clara. El bulto que había debajo del jersey era la calculadora, de la que no se separaba nunca. Cuando Tiffany miró hacia abajo, vio que, al menos, se había puesto unas botas negras. Le gustaba cuando se ponía botas y vaqueros, y se preguntó cómo estaría con una camisa de franela a cuadros.
O sin camisa.
Ese pensamiento, que apareció justo cuando cambiaba el semáforo y Jesse entraba en la autopista, la sorprendió.
-¿Tienes alguna camisa de franela? -le preguntó, incapaz de quitarse la imagen de la cabeza.
-Sí. ¿Por qué?
Tiffany se encogió de hombros.
-No sé. Siempre vas tan... arreglado. No sabía si tenías ropa informal.
Él la fulminó con la mirada.
-Como los hombres de verdad, ¿no? Unos pantalones rotos, por ejemplo. O una camiseta manchada de grasa.
Ella soltó una carcajada.
-¡No te pongas tonto! Yo no he dicho que no fueras un hombre de verdad.
-Al contrario de lo que tú crees, ir sucio no es ser más masculino.
Aparentemente, Jesse estaba muy sensible aquel día. Para calmarlo, Tiffany apretó su brazo, dispuesta a pedir disculpas para ponerlo otra vez de buen humor.
Pero la disculpa murió ante otro pensamiento:
“¡Vaya bíceps!”.
Jesse tenía el brazo de un leñador, no de un economista. Duro, con los bíceps bien marcados. No se había dado cuenta de lo grande, lo duro que se había
Comments