SECOND SHOT. HUNHAN/XIUHAN

ESA ES LA IDEA

Luhan se consideraba una buena persona.

No era un idiota, por lo que si alguien intentaba verle la cara, se ganaba un puñetazo de su parte —además de una paliza extra por su gigantón hermano menor—; pero si llegabas a él con buenas intenciones, podía brindar ayuda a quien lo necesitaba con una sonrisa. Y después de decidir hacer su buena acción del día, no dudó en ofrecerse en ser el guía de Huang Zitao, cuando éste recién llegaba a la universidad con un precario entendimiento del coreano. Sabía de las dificultades de ser un extranjero en tierras desconocidas, incluso hacer amigos era todo un reto para el pobre chino de ojeras pronunciadas; así que Luhan, decidió ayudarle también en ese aspecto, incluyéndolo en su amplio círculo de amigos. Entre estos, estaba su novio Sehun.

No solía desconfiar de los demás, a diferencia de su hermano, quien sólo no ponía a prueba a sus amistades con un detector de mentiras o los hacía investigar, porque ya era demasiada paranoía... eso y no podía contratar alguno de esos servicios. Él sabía defenderse por sí mismo, tenía que evitar ser pisoteado por una sociedad racista y todavía desacostumbrada a los extranjeros residentes; ya fuera con palabras o con golpes, su delgada figura no era proporcional a la cantidad de fuerza acumulada en sus extremidades.

Pero pese a lo amable y fuerte que podía ser el chico, no evitó desplomarse patéticamente detrás de las gradas de los campos de entrenamiento, cuando accidentalmente vio al "pobre Zitao" , comiéndose la boca de su "buen novio" Sehun. Ese día, supuestamente Luhan iba a encontrarse con él después de su práctica en el equipo de futbol, habían estado planeando una cita durante semanas cuando los exámenes de ambos terminaran, porque no querían que su relación se enfriara.

Quiso reír, pero se sentía tan estúpido y miserable que no se daba cuenta de nada a su alrededor, fue escoltado por uno de sus amigos hacia la salida del campus, sin que aquellos dos tuvieran la oportunidad de verle en ese estado. No lo merecía, se repetía una y otra vez Yixing con rabia en sus ojos; Luhan era alguien bueno, no merecía que le pagaran con esa moneda. Le daba igual si a Yifan lo expulsaban, él se iba a encargar de que se enterara lo que aquél imbécil le había hecho a su hermano.

Por su parte, a Yifan nunca le gustó que su hermano mayor anduviera con el inmaduro cara de póker, que para colmo, era el dongsaeng favorito de su novio; pero tampoco podía elegir —lamentablemente— a las personas con las que el chico podía entablar relaciones. Y en cuanto Sehun le dió la excusa perfecta ni siquiera le importó salirse de su última clase, con el único propósito de buscarlo y hacerle sufrir. Claro que se ganó que JoomYeon le hubiera aplicado la ley del hielo hasta nuevo aviso por haberle casi hecho una reconstrucción facial al larguirucho ese; pero desde su perspectiva, era lo menos que se merecía por hacer llorar a su Luhan. El verlo en sus brazos, destrozado y con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, le hervía la sangre a tal punto de querer regresar y matar al idiota.

 

[*]

 

Se sentía humillado y avergonzado de sí mismo por llorar en los brazos de Yixing  en el suelo de los baños de la universidad casi todos los días desde que aquella tarde. Ver a Zitao pavonearse con su nueva adquisición le daba naúseas, pero lo que más le dolía era ver el rostro inexpresivo de Sehun y no encontrar culpa alguna.  No era justo que ese par caminara por los pasillos como si tuvieran el mundo a sus pies, mientras que él se desmonoraba con cada mirada lastimera que le lanzaban los demás, porque claro, no conforme con el show que eran aquellos dos, media universidad se había enterado de todo el teatro.

Estaba molesto con todos y consigo mismo. No entendía qué había sucedido o qué había hecho mal para que Sehun se hubiera atrevido a engañarlo en sus narices. Ese mismo día decidió faltar a su práctica de futból, alegando una migraña y con un justificante médico, tenía permiso para irse a casa; pero no era ahí a donde iría, no deseaba torturarse a sí mismo y hundirse en su miseria junto con su almohada.

Optó por tomar el metro al centro para vagar entre sus calles, esperando que el bullicio y ver rostros de desconocidos pudieran por lo menos distraerlo un poco. Observó los letreros de colores de diferentes tiendas, pero nada parecía llamar su atención, por el contrario, le deprimía demasiado ver los sonrientes rostros de los modelos en los promocionales colgados en todas partes; el destino se reía de él, recordándole que los finales felices no existían.

La noche cayó poco a poco junto con la fría brisa del otoño, desgraciado él que sólo traía una chaqueta ligera encima. Decidió entonces  entrar a la primera cafetería que se encontró al doblar una esquina conocida, dispuesto a encontrar un poco de calor; sólo en cuanto estuvo dentro, se dio cuenta que jamás había estado antes en ese lugar. Recordó que justo ahí, era donde Sehun y él iban a tener su cita aquél día, pues recordaba que ahí se ubicaba la tienda favorita de Bubble tea de su ex novio y donde se habían conocido. Los recuerdos agolparon su mente como una bofeteada y sus ojos no evitaron aguadarse, amenazando con ponerse a derramar gruesas lágrimas de autocompasión y miseria en medio de una cafetería  con sólo dos empleados.

 

—Hola… ¿vas a ordenar? —Una voz lo atrajo a la realidad nuevamente, levantó su angustiada mirada encontrándose con un muchacho de cabello rojizo y sonrisa bonita, sus manos estaban a los lados de su cuerpo y su uniforme lucía implecable, justo como sí hubiera iniciado su jornada.

—No… no creo… —Luhan se sintió patético, porque sabía que él se veía como un pordociero al lado de ese mesero que brillaba por si solo y que ahora le miraba con preocupación, no permitiría que un extraño le tuviera la lástima que él ya se tenía.—Perdón, debo irme.

—Oh vamos, sientate en la barra… —El otro ni siquiera le dejó moverse y antes de que pudiera negarse, ya estaba siendo arrastrado a un asiento cerca de las máquinas de café. —Recuperate un poco y caliéntate, la noche está helada.

—Gracias. —el chico murmuró sintiéndose algo avergonzado por su tan poca voluntad, porque no se explicaba cómo era que el muchacho uniformado había tenido tanta influencia sobre él. Dispuesto a distraerse para evitar sonrojarse, le dio un vistazo al establecimiento, mientras se acomodaba en uno de los bancos de la barra. La cafetería era amplia, con luces tenues y acabados de madera, estaba ambientada para simular ser una cabaña en medio del bosque; las decoraciones de animales, flores y vegetación le daban un toque fantástico de cuento de hadas. El aroma también logró encantarlo, siempre había considerado al café como una sustancia amarga y de baja calidad, pero ahí sólo lo envolvía una sensación dulce de primera categoría.

—Abrimos la semana pasada... —El joven se percató del escrutinio que su cliente le estaba dando a la cafetería, seguramente desconociéndolo. —Pero como estamos ubicados en un buen lugar, no tenemos problema con cubrir nuestra cuota del día... —Continuó hablando a la par de que limpiaba un poco la superficie, aun así no dejo de sonreír con orgullo por el éxito de ese establecimiento.

—Aquí había una tienda de bubble tea… —murmuró Luhan, quien comenzaba a ahogarse en sus recuerdos de nuevo, ya no sabía si era por masoquismo o si el maldito Sehun  se había colado hasta en sus papilas gustativas. 

—¿Bubble tea? —Frunció las cejas y formó una sonrisa de lado al escucharle mencionar esa bebida, muy en su opinión, tan infantil. Él era observador, tanto como para ver lo mucho que le dolía al otro joven decirlo y por supuesto, no quería tener a un cliente llorando, menos en su turno. —No servimos eso aquí, mejor prepárate para probar algo totalmente único.

—No, no es necesario… no traigo mucho dinero. —Las excusas salían de su boca, estaba avergonzado de que alguien le diera tales atenciones, sin siquiera conocerlo, además, no parte del trabajo de aquél mesero ser demasiado amable con él. Aunque agradecía que, pese a su insistencia, en ningún momento se interesó en meterse en sus asuntos. Eso ya habría empeorado su estado.

—Descuida, éste corre por la casa. —La mirada del chico de cabello rojizo se volvio diferente, edeterminado a hacer que el otro muchacho dejara de pensar en aquello que le hacía tanto mal, para reemplazarlo con los placeres que sólo podria producir un buen café. —Me niego a perder un cliente potencial.

 

Casi inmediatamente de dejar de hablar, le dio la espalda unos quince minutos para iniciar con su magia. Luhan miraba con ojos abiertos al mesero moverse con soltura por entre las especias, frascos y vasos, como si, además de conocer su trabajo, le encantara hacerlo; eso de alguna manera, cambió su estado de ánimo, sentía ganas de vivir con sólo ver a aquel muchacho preparar café. Un aroma agridulce desfiló por sus fosas nasales y él se sorprendió de sí mismo al sentirse ansioso por probar aquello, incluso, no se avergonzó por tomar el recipiente entre sus manos en cuanto el otro lo colocó frente a él. El mesero sonrió satisfecho al ver a un cliente emocionado por probar de su café. Observó que no sólo su expresión cambiaba paulatinamente, sino toda su aura; esa personita sentada volvió a tomar un color más sano en su rostro, dejando atrás esa imagen tan lamentable que se cargaba.

 

—¿Qué es? —Una descarga electrica recorrió toda su médula espinal por la fiesta que estaba pasando en su boca y estómago, creyó que un coro de ángeles bajaría para consagrar ese café servido en un vaso vil de plástico como el elexir de la tierra prometida, pero eso ya era exagerar mucho.  

—Un café irlandés. —El mesero le miraba fijamente, ocupado en no perderse cualquier mínima reacción que el otro pudiera ofrecer sólo con probar su especialidad. Si no fuera porque necesitaba el dinero, su paga podría resumirse sólo a servirle café a ese chico.  

—Es fuerte… —había notado el característico sabor de un licor entre la mezcla de café y leche, ya había bebido antes algo así, pero no como el que el muchacho había preparado. Era único, justo como él.

—Aquí sólo servimos bebidas para la gente grande. —Bromeó un poco, teniendo en su mente el bubble tea y lo mucho que despreciaba esa bebida dulce, pero no por ello buscaba ofender al chico quien había fruncido el ceño, así que con rapidez decidió explicarse para no quedar como un idiota. —Es un sabor diferente. Considéralo como un nuevo inicio.

—¡Oye, Minseok, es hora de cerrar! —El grito de un muchacho que estaba en el extremo de la cafetería, limpiando unas cuantas mesas, les interrumpió tan significativa conversación. Luhan se había percatado que no les había despegado la mirada de encima, ni tampoco había borrado esa felina y traviesa sonrisa del rostro.

—Disculpa… — la suave voz del otro chico atrajo nuevamente su atención, éste lo miraba con sus ojos grandes y su maldita dulce sonrisa, no supo por qué, pero su rostro se sintió caliente y los ojos se le humedecieron. Era la primera vez, en mucho tiempo, desde que se sentía tan ligero y a la vez tan nervioso, después de todo, el otro no había terninado de hablarle, así que, atento esperó a cualquier cosa que pudiera decirle.  —Tendré que pedirte que te retires, ya casi vamos a cerrar.

No era como si se hubiera hecho ilusiones, pero algo en su interior se desinfló de decepción al no poder saber más de aquel encantador mesero. Aun así, su boca formó una sincera sonrisa, haciéndolo sentirse espléndido después de pasar semanas llorando. —Si… está bien, gracias.

—¿Eh?, ¿por qué? —Resultó estúpido de su parte preguntar, considerando el contexto en el que estaban, pero desde hace tiempo que el mesero había dejado de pensar coherentemente, claro, de eso no se había percatado el distraido cliente.

—Por el café… y por la charla —se levantó de su asiento y tomó el vaso de plástico que contenía su delicioso café humeante, miró al mesero deslumbrante y volvió a sonreírle. —Cuídate, Minseok.

 

Había escuchado al otro mesero llamarle así, por lo que lo apropiado para él era recordarlo al despedirse. Tan pronto como salió del establecimiento, su celular sonó con la melodía estridente que le indicaba que era su hermano llamando como un loco para saber su paradero, o verificando si no se había aventado desde el puente al río Han. Contestó para no hacerlo morir de un colapso nervioso emprendiendo el regreso a casa, su corazón estaba tibio y el viento no parecía molestarle tanto.

 

—Hey… Minseok, responde. —El muchacho que había estado espiando la conversación a lo lejos chasqueó sus dedos frente al rostro del otro chico, que no parecía molestarle estar sonriendo como un bobo mirando el lugar donde había desaparecido su cliente. Un golpe en su hombro fue necesario para traerlo de vuelta al mundo de los vivos, y con un quejido miró mal a su compañero, quien sonreía burlón. — No estarás pensando en ir tras él ¿o sí?

—Tal vez… —En cuanto mencionó la idea, su idea de vengarse por el golpe quedó en segundo plano, pues tenía mejores cosas en qué pensar; por ejemplo, en esos bonitos y tristes ojos cafés. — Tal vez pueda alcanzar a ese ciervito.

—No sé si sea bueno que molestes a este… se veía muy triste. —Mencionó despreocupadamente el otro, quien habia recargado su cadera en la barra, encontrando algo de interesante en sus uñas cortas.

—¿Ahora eres tú mi voz de la razón? —Minseok aprovechó esa distracción para darle un certero golpe en la nuca, el cual el otro mesero respondió con una palabrota, suerte que no tenían clientes, sino ya habría atraido las miradas escandalizadas. — Te recuerdo que ese es mi trabajo cuando se te ocurre meterte con noonas.

—Sólo quería darte una perspectiva diferente… que molesto eres. —Frunció el ceño aun adolorido por el golpe, pero no negó que aquello le divirtió, su amigo siempre estaba ahí para advertirle de las consecuencias provocadas por sus gustos "extravagantes", pero él no había llegado hasta ahí por probar siempre lo mismo.  Miró al muchacho una vez más y en sus ojos vio algo parecido a la determinación. Rió, al parecer iba en serio ese asunto.

—Ayúdame mejor con otra cosa… —sonrió con complicidad, no iba a detenerse ahora que ese joven había tironeado de su hilo rojo, lo amarraría con éste si era necesario para atraerlo a sus brazos.

—Sólo si me consigues el teléfono de Li Yin Noona —nada era de a gratis entre esos dos peculiares amigos, Minseok miró a su amigo con una mueca molesta, no estaba considerando ligarse a su maestra de canto, eso ya sería el colmo. — No está casada, ¿verdad?, no quiero volver a protagonizar un maratón en calzonces y con un marido furioso tras de mi.

—Eres un idiota, Jongdae.

 

[*]

 

Después de aquel encuentro, fue algo inusual y sorprendente para los demás ver a Luhan con una expresión risueña, pero hasta él mismo se sentía diferente; había recuperado un poco de confianza en sí mismo, creía que ese día sería bueno, sin que le preocupara las presencias de Sehun y Zitao, revoloteando frente a sus ojos con descaro. Antes del almuerzo había podido sobrellevar las clases que tenía junto con ese par sin que tuviera ganas de correr al baño para lamentarse.

Tampoco supo qué fue lo que le impulsó a comentarle a su —deprimido— hermano y a su amiga sobre el nuevo chico que había conocido en el café. Claro que no pudo esperar a ver sus reacciones, porque Joomyeon se le plantó a Yifan enfrente de todos a reclamarle una supuesta infidelidad. Jamás había deseado tanto que la tierra se lo tragara y lo escupiera de regreso a China.

Decidió hacer oídos sordos el resto del día, pues los pasillos estallaban con el flamante acontecimiento de la cafetería, se lamentaba por su hermano y Amber, quien había estado pegada al teléfono conversando en inglés con su novio, a quien, de acuerdo con las reacciones escandalizadas de la chica, no parecía importarle mucho. No tenía intención de esperarlos, seguramente tendrían mucho que discutir con el ex novio histérico y él no estaba dispuesto a formar parte de la comitiva, era obvio que su ex novio metería su narizota en el asunto y Tao estaría presente en el paquete.

Así que decidió ir a casa, ya escucharía los reclamos de su hermano por abandonarlo en el campo de batalla, pero esa no era su lucha. En la salida del portón se detuvo un momento, recordando si traía en orden su mochila, pues el día había sido agitado y no deseaba olvidar nada importante. Estaba sumido en sus cavilaciones que no se percató en una figura delgada deteniéndose justo detrás de él.

 

—Oye, ciervito… —sus alarmas se activaron nada más al escuchar aquel apodo, en un principio pensó, mientras giraba su cuerpo hasta donde provenía la voz, en ir a golpear al igualado que le había llamado así sin su permiso, pero todo ese instinto asesino se esfumó al ver unas mejillas regordetas sobresaliendo en el rostro fuerte y sonriente del chico del café.

—¿Qué…? —Luhan lo miró de arriba abajo, sorprendido y un tanto asustado, creyendo que ese chico no era más que un acosador por estarlo esperando afuera de su universidad, tal idea inundó su cabeza que no reparó en el uniforme del otro, quien al ver la expresión confundida del chico se adelantó caminando hacía él. Reaccionó sólo hasta que lo tuvo frente a frente, entonces fue muy tarde para correr. El muchacho tenía una expresión brillante, como si de verdad le hubiera dado mucho gusto que la casualidad le permitiera encontrarse nuevamente.

—Mira, que coincidencia encontrarte, ¿estudias aquí? —Su resplandeciente rostro cegó por un momento al otro chico que apenas y procesaba lo que pasaba. Minseok realizó una danza feliz en su mente, momentos después de que habían cerrado el café, él ya estaba maquinando planes para programarse un "encuentro casual" con su nuevo cliente favorito, pero agradecía a quien estuviera en los cielos, por darle esa oportunidad sin siquiera intentarlo.

—¿Qué haces aquí? —Luhan no comprendía como era que su estómago estaba hecho un nudo con sólo presenciar la bella sonrisa del otro, no tenía idea de lo que Minseok le provocaba; además, la paranoia de su hermano se le estaba pegando, ahora tenía ganas de correr y gritar al mundo que un acosador —un atractivo acosador— le estaba persiguiendo. —¿Me estás espiando?

—¡Por supuesto que no! —el muchacho de cabello rojizo rió esdancalizado ante aquella teoría loca sacada de quien sabe donde en la cabeza del chico frente a él; podía ser muchas cosas, pero un loco no era. Aun asi no evitó sonreír con malicia y jugar un poco con su suerte. —Yo no hago eso con mis conquistas.

—¿Tus qué? —chilló la pregunta, con un mar de emociones por culpa de la declaración del otro; pensó con rapidez en cualquier otra posibilidad, pero contempló el hecho de que Minseok fuera un playboy más, eso de verdad lo decepcionaría.

—Es broma. —una juguetona sonrisa adornó el rostro del muchacho, intentando calmar al otro, quien ya se estaba derritiendo mentalmente con sólo contemplar esa mueca. Minseok tenía un rostro bastante honesto, incluso su mirada brillaba a verdad. —Vine a hablar con el entrenador del equipo de futbol de aquí, por el partido de la próxima semana.

—¿Ah…?, ¿jugaremos contra ustedes? —Sintiendose torpe, reparó en el autendo del muchacho, reconociendo al momento el uniforme del equipo de la universidad de arte al otro lado de la ciudad. Todo parecía una historia de novela, donde los protagonistas estaban destinados a encontrarse de alguna u otra forma. No hace falta decir que casi suelta la risotada por pensar en esas cursilerías. 

—¿Estás en el equipo de futbol? ¡Quien te viera!, ¡con esa cara, ciervito! —Minseok abrió sus ojos y entre abrió la boca sin saber realmente qué decir. No era por el descubrimiento de que su nuevo objeto de adoración le gustaba el soccer, sino que agradecía poder crear memorias con él, de verdad, se sentía increíblemente feliz.

—¡Yah! Qué odioso eres… —indignado, Luhan le lanzó un golpe en el hombro, aun cuando vio como al otro pareció dolerle, no dejó su expresión altanera, y eso comenzaba a frustrarle. —No actúas como en el café.

—¿Ah sí?, ¿y cómo era yo en el café? —Minseok seguía molestando y presionando al pobre chico que había retrocedido unos pasos asustado. Estaba consciente de la atracción que generaba en el otro, así que no se iba a detener con nada, sólo necesitaba una respuesta para poder avanzar.

—Encantador… —La respuesta salió tan rápido de su boca que ni tuvo tiempo de procesarla hasta que vio el sorprendido —y aún sonriente— rostro del muchacho frente a él. Con vergüenza llevó sus manos a su boca, para ver si así evitaba decir alguna otra estupidez.

—¿Entonces te parezcó encantador, Luhan? —El otro no perdió la oportunidad de presionar un poco, incluso le había llamado por su nombre, enfatizando lo serio que estaba al respecto. La verdad, esa respuesta y que el muchacho estuviera retrocediendo intimidado y con un rostro rojo hasta las orejas, era lo que estaba buscando para atreverse a algo más. Tomó las manos blancas del joven entre las suyas y las retiró del rostro con cuidado, sus pulgares dieron caricias circulares en la piel del otro chico, acercó más su rostro, hasta que pudo aspirar el dulce aliento ajeno.

—¿Cómo… cómo sabes mi nombre?  —El pobre ciervito había perdido la noción del tiempo y del espacio, pero aún tenía un poco de fuerza para preguntar aquello. Minseok era hipnotizante, su aroma era singular también; aun cuando sabía que había hecho ejercicio, el olor a café no desaparecía de su cuerpo.   

—Mentí… En realidad si investigué un poco de ti… —resopló suavemente antes de rozar los delgados labios del contrarios con los suyos, sintió al ciervito estremecerse ante ese toque, y eso sólo lo hizo ser tan feliz que ya no le importaba lo que pensara de él. — ¿Te parece justo que tú sepas mi nombre y yo no sepa el tuyo?

 

En ese momento, Sehun, Zitao, Joomyeon y Yifan desaparecieron del mundo, sólo estaba el aroma a café y los condenados labios del mesero que había sido tan amable esa noche. Luhan sentía que todo fluía a una velocidad ridícula, pero rápidamente se dio una cachetada mental por pensar en aquella estupidez, él no había sido el idiota, no había hecho nada malo; entonces, ¿por qué iba a privarse de saborear los placeres que un desconocido le estaba ofreciendo?

Minseok por su parte, creyó ver fuegos artificiales cuando sintió como el otro chico respondía tímidamente ante su beso. No sabía quien había dejado ir ese ciervito, pero él lo agradecía, porque se encargaría de no dejarlo escapar nunca más. Pero habiendo hablado demasiado rápido, un abrupto jaloneo lo separó de aquellos labios que sabían a miel. Desconcertado vio como un pálido y alto chico jaloneaba a su nuevo objeto de adoración quien gritaba y trataba de separarse del agarre.

Se quedó pasmado un momento, pero tan pronto como lo comprendió, la sonrisa volvió a aparecer en sus ojos. Al parecer tenía competencia, pero él no era de los que se rendían fácilmente, ni mucho menos, alguien que dejaba que le arrebataran lo que él había reclamado como suyo.  

 

 

Sehun no pensaba las cosas más de dos veces, la verdad no había pensado en nada salvo en partirle la cara al idiota cachetón que había osado besar los labios de su ex novio. Sonaba ridículo, pero su sangre hizo ebullición, más al recordar como el chico había estado tan dispuesto para recibir ese beso. ¿Qué se creía el otro tipo?, ¿quién era él para probar lo que había sido suyo?; tan sumido estaba en sus pensamientos que no había reparado que ambos estaban en las canchas de futbol con un chino gritando inchoherencias —o maldiciones— en su lengua materna, buscando la manera de soltarse de ese feroz agarre.

 

—¡¿Desde cuando dejas que extraños te besen?! —En cuanto estuvieron lo suficientemente lejos de miradas indiscretas, el muchacho alto tomó al otro por los hombros y lo agitó bruscamente, estaba molesto, no sabía porqué se sentía herido y traicionado. —¡Contéstame, Luhan!

El mencionado abrió los ojos con sorpresa, sin que le importara el dolor que su ex novio le estaba provocando en sus brazos. Algo en él se rompió y no fueron sus lagrimales, su corazón bombeaba y pronto sintió la adrelina suficiente para impulsarse a alejar al otro de un fuerte empujón; estaba confundido por el reclamo y eso le enojaba, porque no tenía ningún derecho de celarlo. —¡¿Qué mierda te crees para actuar como un idiota conmigo?!, ¡¿qué te importa a ti si me dejo besar o no?!

—¡Antes ya le habrías lanzado un golpe al imbécil!, ¡pero hasta le correspondiste! —El muchacho sabía que se estaba poniendo rojo de alzar tanto la voz, su molestia sólo crecía, sobre todo al notar, lo poco que le importaba al otro que éste estuviera haciendo la escena de su vida.

—¡Eres un idiota al pensar que no me gustó haberme besado con él!  —Era el colmo, el muchacho ya no sabía si reír o seguir gritandole al tipo que lo había herido tanto y que aún así se sentía con el derecho de reclamarle sus acciones, al parecer había golpeado su orgullo, y eso le hizo agarrar mucho más valor para seguir enfrentarlo.

—¡No son nada! —Decir que Sehun no se había escandalizado con esa respuesta era mentir, porque jamás pensó que fuera tan fácil de borrar en el cuerpo y alma de Luhan con un sólo beso. Jamás creyó ser tan vanal como para que su recuerdo fuera eliminado de esa forma. —¡Ni siquiera es de tu estilo, Luhan!

— ¡Basta ya!, ¡deja de hablar como si me conocieras! —Creyó que iba a llorar cuando tuviera que enfrentarse al chico, pero el único sentimiento que tenía ahora era la ira de saber como él otro quería empeñarse a controlar su vida, no le iba a dar el gusto. No cuando Minseok se presentaba como algo de verdad brillante, a comparación de la mancha nebulosa en la que se había convertido su ex. —¡Ya no tienes ese derecho Sehun! ¡Y yo puedo meterme con quien se me de la gana!, ¡tú no tuviste problemas en hacerlo!

—Pero… él, él no es como yo… — No, ese muchacho no era la mitad de lo que era. Con esa cara de hámster y baja estatura, Sehun se tenía demasiado amor propio como para pensar que Luhan estuviera reemplazándolo con alguien tan poco masculino como ese tipo.

—¡Esa es la idea, Sehun! — Luhan lo tenía en mente. No sabía que pasaría de ahora en adelante si decidía darle una oportunidad a Minseok de entrar a su vida, pero no temía averiguarlo, porque era diferente. Y se lo haría saber al idiota frente a él. —¡Estoy seguro que NO me va a herir como tú!

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