Una noche de octubre, en algún lugar de Seúl

Tiffany no tuvo un buen día, en realidad, no lo tenía cada vez que le tocaba tomar actividades individuales. Su manager se ha portado muy pesado con ella y hoy le ha tocado soportar su mal carácter y eso que después de tantos años, se empezaban a llevar bien.
Ah, que lo olvide, será él quien soportará su mal carácter cuando esté en sus días, ya verá. Esperará con paciencia su dulce venganza.

De todas formas, no importaba. Tenía cierto pensamiento optimista, ese que le hacía sonreír de la nada. Pues cuando pisara su departamento, apenas en unos minutos, alguien le iba a estar esperando y aquello era razón suficiente para alegrarse.

A la americana le gustaban los ojos de aquella persona, ónices, brillantes, preciosos. Le gustaba su voz, segura y bonita a la vez, le gustaba su cabello teñido de cualquier color que se lo pusiera, así fuese rubio o negro, le encantaba, aunque el tono que llevaba ahora le favorecía demasiado, tenía los cabellos castaños y sedosos. Tan perfectos.

La pelirroja llegó al edificio y divisó a una figura esperando fuera del departamento. Qué extraño, pensó. Ella misma le había dado las llaves.
Se acercó a aquella persona y pudo ver quién era. Formó una mueca en el rostro y bufó muy enojada. ¡Qué demonios! Este tipo definitivamente no era a quién esperaba ver.

- Hola amor.

¡Qué le den! Cómo se había atrevido a llamarla así. Lo odiaba, definitivamente lo odiaba. Odiaba esa sonrisa tan estúpida que le dedicaba, esa mirada supuestamente seductora y esa postura que adoptaba cada vez que la veía. Lo odiaba, pero lo soportaba porque era su herramienta y de alguna manera, la ayudaba.

- Basta, Nichkhun. Odio que me llames así. Sabes que lo nuestro no…

Hizo una pausa, Tiffany no sabía cómo explicar lo que mantenía con aquel chico. Era una de esas tantas relaciones de ‘pantalla’ que había en el mundo del espectáculo. Ese mundo al que ella pertenecía y a pesar de ser tan injusto con ella, no estaba dispuesta a irse y por ello, debía aceptar a tipos como ese, relaciones como esa.

- No es real.

No fue la pelirroja quien dijo eso. Fue el chico, fue él, fue Nichkhun. Es que a caso, ¿ya lo había entendido? ¡Qué felicidad!

- Pero me gustaría que lo fuera.

¡Pfft! Demasiado bueno para ser verdad. Ese idiota no se cansaba. ¿No existían más mujeres en Corea a las que podía molestar con eso? Si seguía así lo iba a golpear.

-¿Has venido sólo para decirme este tipo de cosas?

Vale, ya no estaba siendo cortés, ni siquiera recordaba si lo fue alguna vez con él. Ya han tenido esta plática un montón de veces. ¡Montón de montones de veces! El rubio era lindo pero no para ella, ella prefería algo más como… Una chica.

Stephanie Hwang o Tiffany vendió siempre su imagen de chica heteroual, pero en un país como Corea del Sur ¿a caso podría ir por la calle diciendo que era lesbiana, que le gustaba la lengua y el dedo? No, ¿verdad? Lo supo disimular muy bien.

Todo iba bien, hasta que… Se enamoró y las miradas, los momentos, cada pequeña cosa que compartía con quien se había llevado su corazón la empezaba a delatar y aquello, levantó sospechas, rumores, causando que SM, la empresa que manejaba a Stephanie, tuvo que actuar rápido pensando en algo para distraer y hacer olvidar de momento todas esas sospechas sobre su ualidad. ¡Qué mejor manera! Revelando su ‘relación’.
Fue así como acabó involucrada con el hombre perfecto de muchas chicas, el tío más bueno y deseado por muchas. Pero no para ella, porque la pelirroja solo tenía ojos para su castaña.

- Al menos, déjame twittear unas cosas sobre lo nuestro, ¿si? Ya me voy, cuídate. 

Ese era el lado que más odiaba de él. Se notaba de China a Perú que el tipo solo quería fama, salir en las noticias como el novio ideal y limpiar su imagen de ebrio conduciendo por las calles. Se estaba aprovechando de la situación pero se lo pasaba, solo porque así la iba a dejar en paz... Por un tiempo.

La chica se dio la vuelta y esperó pacientemente a que se fuera. ¿Cuánto tiempo había pasado hablando con él? Vio en su móvil, 15 minutos de más, ya estaba tarde. Tiffany le había prometido a TaeYeon que iba a llegar a las 7:00 pm a casa. Tal vez no había pasado tanto tiempo pero con su novia, le gustaba ser puntual.

Se preguntó por un momento si ella había escuchado la conversación que tuvo con él, pues habían estado hablando fuera de su departamento. Prefirió que no, así se ahorraba explicaciones.

Tocó el timbre y en menos de 5 segundos, se abrió la puerta, dejando ver a aquella chica de baja estatura, cabellos castaños y ojos ónice. Su novia, su preciosa novia.

- ¡Boo!

La pelirroja no pudo más y se lanzó hacia los brazos ajenos, dejando que su amada castaña la envolviera entre sus brazos, recibiéndola así con un pequeño beso en su mejilla.

- ¡Amiga! bienvenida a casa.

Tiffany sonrió. Hacía mucho tiempo que TaeYeon la llamaba así. Le gustaba, le encantaba. Era imposible no amar algo que su castaña le dijera. Sin esperar más la besó, la besó con ternura, pasión y amor. La castaña correspondió, disfrutando cada segundo del beso, grabando la textura de los labios de la pelirroja en su mente, el sabor y el color de ellos. El beso concluyó y se separaron para poder mirarse y sonreírse, como si el mundo fuese solo de las dos.
 
- Mis amigas no me besan como tú. 

TaeYeon asintió con su cabeza, acariciando la mejilla de su novia con su diestra. Confiaba plenamente en Stephanie, sabía que solo jugaba, por ello no se preocupaba.

- Mis amigas no me aman como tú.

La castaña respondió, sacando una gran sonrisa de su pelirroja. La volvió a abrazar, sintiendo el dulce aroma que emanaba su cuerpo.

- Las amigas duermen en camas separadas.

Al escuchar aquello, TaeYeon se alejó de Stephanie de inmediato. Mirándola con un puchero en los labios.

- Hey… Eso es crueldad.

Tiffany soltó un par de carcajadas. Su novia era toda una ertida, quizá no solo ella… La pelirroja también lo era. Amaba sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo, despertar desnuda y en sus brazos. Ha estado más que agradecida con la vida desde que sus caminos se cruzaron.

 La más baja tomó la mano de su amada y la llevó a su recámara, recostándola en su cama y poniéndose cómoda a su lado. No iban a hacer el amor todavía y lo sabían.
Solo iban a mirarse a los ojos, hablar y amarse cada segundo más como lo venían haciendo desde hace muchos años.

- No somos amigas, ni lo hemos sido alguna vez…

La pelirroja susurraba sobre los labios de la castaña, tratando de no cerrar los ojos a causa de lo irresistibles que se presentaban sus belfos para ella.
La castaña, quien no pudo más con tanta tortura unió sus labios con los de ella. Perdiéndose en esa droga, en ese contacto.

Ambas sabían que lo suyo no era bien visto, ambas sabían que algún día todos se iban a enterar pero preferían estar así, manteniendo su privacidad. Salvando la tranquilidad de su amor a través de esas ‘relaciones pantalla’. Y ambas sabían también que las amigas no se tratan como ellas lo hacen.