capitulo 8

Afortunado Accidente

Las dos semanas siguientes transcurrieron con demasiada normalidad, para sorpresa de Taeyeon. En Repetidas ocasiones me había preguntado si estaba bien, y aunque no lo estaba siempre afirmaba que sí.

Me había propuesto dejar de revelar mis sentimientos, a pesar de que mi corazón se desbocara cada vez Que aparecía frente a mí y mi cabeza no dejara de pensar en ella, cada noche, en el turno de Seohyun. Tan Solo una vez no pude evitar decirle que tenía una sonrisa preciosa. Ese extraño distanciamiento que yo Misma me había impuesto me estaba deprimiendo. No sabía cómo iba a ser capaz de vivir cuando saliera De allí y ya no pudiera verla todos los días. A mediados de enero mi madre regresó a su trabajo a tiempo Parcial. Solía marcharse por las mañanas y regresaba para la hora de comer. Entonces fue cuando Taeyeon Comenzó a visitarme. No estaba segura de sí lo hacía porque mi madre se lo había pedido o porque ella Quería hacerlo. Jamás se lo pregunté. Temía que la respuesta tuviera que ver más con mi madre que con Su propia voluntad. Nunca más volví a cruzar la línea manifestándole lo que sentía por ella o Incomodándola con mis halagos. A veces, me sorprendía contemplándola desde el silencio, pero tan Pronto como me descubría apartaba mi vista y regresaba a mi lectura. La noche antes de que me dieran el Alta mi madre y Minho invitaron a Taeyeon y a Sunny, ante mi estupefacción, a comer en casa como Agradecimiento por sus maravillosos cuidados. Pensé que me iba a morir de vergüenza cuando ella se Adelantó a Sunny y declinó en nombre de las dos la invitación. No quería que pensara que había sido Idea mía. Por una vez no conocía, ni siquiera sospechaba, las intenciones de mi madre. La mañana del Lunes 1 de febrero me sentía más triste que nunca. El doctor King había aparecido a primera hora de la Mañana, con todos los informes en orden para entregar a mi madre. También nos proporcionó varios Tubos de la pomada, que debía seguir aplicándome hasta la total desaparición del hematoma. El color Negro había comenzado a disiparse, pero aún mantenía diversas tonalidades de morado en el tórax. Le Acompañamos hasta su despacho, que se encontraba un par de plantas más abajo. Allí me retiró la Escayola de la mano derecha. Todavía tenía que llevar cuatro semanas más la de la izquierda y ocho más La de la pierna. En mi camino hacia su despacho busqué a Taeyeon, pero no la vi. Y tampoco lo hice en el Camino de vuelta a la habitación. Me senté en el sofá mientras mi madre terminaba de recoger todas Nuestras pertenencias. Después de treinta y siete días viviendo en aquella habitación, habíamos Conseguido acumular bastantes cosas, especialmente mi madre. Eché un último vistazo a la habitación y Después miré hacia la izquierda, para observar detenidamente la cama donde había yacido tantas horas.

Se me llenaron los ojos de lágrimas. En aquella cama articulada había comenzado todo. Todo lo que me Había hecho feliz y, en otras ocasiones, como en aquel mismo momento, infeliz. Me sobresalté al Percatarme de una figura bajo el marco de la puerta.

— ¿Te he asustado? — preguntó Taeyeon con su atrayente sonrisa y su impecable uniforme blanco.

— No — agaché la cabeza para que no me viera la mirada humedecida.

Pensaba que no estaba en el hospital. Eran casi las doce de la mañana y no la había visto aún. La Noche anterior sí nos despedimos de Sunny, dando por hecho que en mi último día los turnos se Mantendrían como de costumbre. Sin embargo, aquella mañana solo el doctor King hizo acto de Presencia y a pesar de la ausencia de Taeyeon, desde que me despertara, no quise preguntar por ella. — Te han quitado la escayola. ¿Qué tal lo tienes?

— Bien — respondí mostrándole la mano mientras mantenía la mirada clavada en el suelo, tratando de que no resbalara ninguna lágrima—. La siento muy ligera.

Caminó hacia mí y saludó a mi madre, que aún seguía liada con los armarios. Se agachó para quedar A mi altura y me cogió la mano. La examinó durante unos instantes y me rodeó el pulgar suavemente con Un leve masaje.

— ¿Puedes moverlo bien? ¿Te duele?

— No, está perfecto, mira — dije abriendo y cerrando la mano al tiempo que mi madre me avisaba

Que bajaba a guardar cosas en el coche.

— Parece que sí. ¿Y tú qué tal estás? — su mirada recorrió mi rostro, ligeramente congestionado.

— Bien, esta — levanté el brazo izquierdo— aún tengo que llevarla cuatro semanas más y la de la pierna ocho.

— Lo sé — sus labios sonrieron brevemente—. ¿Pero tú qué tal estás?

— Bien — me encogí de hombros.

Se puso en pie otra vez y acto seguido se sentó a mi lado en el sofá. Se había situado tan cerca que

Casi nos rozábamos.

— ¿Estás contenta de irte por fin a casa? — me miró.

— Sí — afirmé, aunque mi voz me traicionara y sonara tan entristecida como me sentía.

— A mí no me lo parece.

Bajé la vista al suelo, pero no tardé en bromear.

— Aunque solo sea por recuperar la intimidad en el cuarto de baño, me compensa —dije y levanté la vista para mirarla.

Sin embargo, Taeyeon no sonrió. Al parecer mi comentario no le había hecho gracia.

— Lo de la comida fue idea de mi madre, no mía — hablé de nuevo.

Me estudió tan intensamente que me hizo apartar la mirada de sus ojos. — Tampoco hubiera pasado nada porque hubiese sido tuya — apuntó en voz baja.

— Solo pretendía que lo supieras, eso es todo. No quería que pensaras que había utilizado a mi madre de excusa para poder verte otra vez.

— Tranquila — suspiró recostándose en el sofá—. No lo había pensado.

— Creía que no estabas, que te habías tomado el día libre.

— Te lo hubiera dicho ayer, Tiffany. Yo también pensaba que iba a estar contigo hasta que te fueras, pero según he entrado por la puerta King me ha mandado a la UCI. Me he escapado un momento para venir a verte. Quería despedirme de ti.

— Gracias. ¿Querías asegurarte de que me iba de una vez de aquí? — me reí y esta vez sí la miré.

Me impactó su mirada observándome tan de cerca. Sobre todo porque continuaba sin sonreír.

— No, quería despedirme de mi paciente favorita.

— No te creo, pero gracias — dije tímidamente.

— Pues lo eres — me pasó la yema del pulgar suavemente por la ojera, secando la leve humedad que mis ojos no habían logrado retener—. Así que imagínate cómo han sido el resto...

Me reí otra vez.

— ¿Has vuelto a tu turno de siempre?

Asintió con la cabeza.

— Me alegro por ti, pensaba que no te iba a volver a ver — le confesé tras hacer una pausa.

Me mantuvo la mirada pensativa.

— ¿Qué vas a hacer esta tarde?

— Estudiar, supongo.

— A mí me apetece ver el mar — dijo de pronto—. ¿Me acompañarías? Tráete los libros, conozco un sitio tranquilo donde puedes estudiar.

Me brillaron los ojos y se me iluminó la cara de alegría.

— Claro que te acompaño, pero sin libros.

— No, tráetelos, en serio. Así no me siento mal por interrumpir tus estudios.

Sonreí como una niña. Me sentía feliz.

— De acuerdo.

— ¿Te viene bien sobre las cuatro y cuarto?, ¿y veinte? Hoy no salgo hasta las cuatro.

— A la que te venga bien a ti. ¿En dónde?

— Lo más cerca posible de tu casa — se incorporó en el sofá—. No quiero que tengas que caminar con la pierna escayolada.

— Mi madre no va a estar, va a ir a trabajar — anuncié insegura al comprender lo que significaba para las dos que yo revelase esa información.

— Entonces te recojo en tu casa, ¿te parece bien?

Asentí efusivamente.

— Te doy la dirección.

— La tengo, sé dónde vives.

La miré con sorpresa. No recordaba habérselo dicho nunca, posiblemente se lo hubiera comentado mi Madre.

— Tengo tu ficha, ¿no te acuerdas? — Me rodeó la muñeca con la mano—. Tengo que irme ya.

Me puse en pie de inmediato.

— Muchas gracias por haber venido — le acaricié el pelo aprovechando que aún seguía sentada.

Después, aunque vacilé, me incliné y le di un beso suave en la cabeza—. Y muchas gracias por todo lo demás.

Alzó la vista sonriente.

— Un placer — susurró levantándose del sofá.

No me dio tiempo a dar un paso atrás para dejarle espacio y nos quedamos muy cerca.

— Todavía me sorprendo de lo alta que eres. ¿Cuánto mides? — preguntó frente a mí.

— ¿No viene en tu ficha?

— No, no viene.

— Tampoco soy mucho más alta que tú — dije comprobando, como ya lo había hecho en ocasiones

Anteriores, que la altura de sus ojos quedaba claramente por debajo de la mía.

Subió la mano para tomar medidas. — Por lo menos cinco centímetros.

Flexioné un poco las rodillas para quedar a su altura.

— Problema solucionado.

— No es ningún problema, me encanta.

— ¿El qué te encanta? — pregunté perdida en su belleza.

— Que seas más alta que yo.

— Me alegro, así compensamos lo de la edad, que eso sí te lo supone.

Sonrió desviando su mirada.

— ¿Sabes? Te voy a echar de menos — habló en voz baja y me miró de nuevo.

— ¿Eso significa que ya no quedamos? — se me hizo un nudo en el estómago.

— No, significa que voy a echarte de menos cuando venga a trabajar y no estés aquí — me rodeó el cuello cuando enrojecí, abrazándome cariñosamente— pero me alegra mucho que ya estés casi recuperada.

Instintivamente, le devolví el abrazo acercándola más a mí. No pude ignorar su espalda bajo mis Dedos y su pecho aplastándose ligeramente contra mi cuerpo. La sostuve un momento entre los brazos Hasta que se separó besándome la piel bajo la mejilla.

— Te veo luego — susurró.

Cuando llegamos a casa la encontré enorme y en cierto modo extraña. Tantos días sin haber estado Allí me habían distanciado de la rutina diaria en aquel espacio. Era la primera vez que había permanecido Tanto tiempo fuera de casa. El jardín estaba especialmente frondoso, lo volví a observar tras las cortinas Blancas de mi habitación. Aproveché para meterme en el baño mientras mi madre deshacía el equipaje y Preparaba la comida.

Aquella tarde iba a pasarse por el estudio, le dije que yo probablemente iba a salir también. Me sentí Mal al pronunciar el nombre de Bora en lugar del de Taeyeon cuando me preguntó por lo que iba a hacer. Era la primera vez que le mentía. Supongo que hasta entonces nunca había tenido la necesidad de hacerlo.

Siempre decía la verdad en todo, ni siquiera traté de disimular en ningún momento mi orientación ual.

Me di cuenta de que en mi vida no había habido nada, hasta entonces, susceptible de ocultar. Las Palabras de Taeyeon sobre nuestra diferencia de edad me vinieron a la cabeza. Mi manera de comportarme Sugería lo mismo que ella había dicho alto y claro. No me sentía bien mintiendo, pero no hubiera Soportado que me alejaran de Taeyeon. No tenía elección.

Llamé a Bora en cuanto se fue mi madre, pero no me cogió el teléfono. Imaginé que estaría en Clase, por lo que le pasé un mensaje al móvil avisándole de mis intenciones de utilizarla como coarta.

Enseguida encendí el ordenador y busqué a Taeyeon en la guía de teléfonos de Internet. No tardé nada en Dar con su nombre. No había otra Taeyeon Kim en toda la ciudad. No me extrañó, ella era única. Me Dio un vuelco el corazón cuando comprobé que la dirección que figuraba apenas se hallaba a unas Manzanas de mi propia casa. De hecho, pasaba a diario por la avenida que cruzaba su calle de camino a La facultad. Solía seguir el mismo recorrido que el autobús, aunque fuera en moto, los días que no llovía o No hacía excesivo frío. Utilicé el street view para situarme en el número siete de la calle Klekken, pero Todo lo que encontré se mostraba en construcción. Me fijé en el año de las imágenes que se leía junto al Copyright.

— Mierda — exclamé en voz alta, eran de hacía tres años y no lo habían actualizado aún. El recuerdo De unas excavadoras me vino de golpe a la cabeza. Estaba segura de haberlas visto allí, de repente Recordé que construyeron un pequeño complejo de casas con jardín. Me desplacé entonces a la avenida Que cruzaba su calle con la esperanza de que desde esa nueva perspectiva las imágenes confirmaran mí Recuerdo. Sin embargo, también desde allí se observaba la explanada en construcción. Me harté de Probar con todos los ángulos posibles, tratando de obtener una imagen más actual. Definitivamente, todas Ellas fueron tomadas hacía tres años, ni siquiera concretaba el mes. Miré el reloj en el ordenador y vi que Aún faltaba media hora para que Taeyeon llegara. Hojeé entonces varios de los libros que conformaban mis asignaturas ese año y me decidí por meter en la mochila el de Patología General y Propedéutica. Al fin y Al cabo era la asignatura que más créditos valía ese curso. A las cuatro en punto no podía parar de lo Nerviosa e impaciente que me sentía. Había dejado hasta la muleta apoyada contra la pared, m viéndome Por la casa con bastante agilidad sin ella. Comprobé una vez más que todas las luces estaban apagadas y Que mi madre había cerrado la llave de paso del gas. Volví a dirigirme a mi habitación para ponerme la Cazadora y recoger la mochila. Me aseguré de que llevaba la documentación y dinero, cogiendo dudosa la Muleta. Seguro que Taeyeon me preguntaría por ella, así que mejor la llevaba conmigo aunque ralentizara Mi movilidad. Caminé por el sendero de piedra y me apoyé en la verja para verla llegar. Hacía un día Precioso. Parecía primavera en lugar de invierno. El sol aún calentaba bastante, a pesar de que su Posición indicaba que n tardaría mucho en irse a dormir, en poco más de dos horas comenzaría a Anochecer. Me encantaba sentir los rayos del sol en mi rostro y levanté la cara para que me dieran de Lleno. Cuando cerré los ojos me acordé de aquella mañana junto al semáforo, la mañana en que unos Minutos más tarde de que hiciera el mismo gesto el coche de King me llevara por delante, cambiando mí Vida como jamás podría haber imaginado. Las secuelas del accidente eran fáciles de superar, pero a la Secuela de haber conocido a Taeyeon era imposible de sobrevivir. Fui incapaz de imaginarme en un mundo Sin ella. Ni siquiera supe cómo pude vivir dieciséis años, seis meses y nueve días sin haberla conocido.

Ese era el tiempo exacto transcurrido hasta que el destino me llevó en camilla hasta la clínica donde Trabajaba.

Iba comprobando la hora en el reloj a cada minuto. Jamás pensé que sesenta segundos pudieran tardar Tanto en pasar.

Mi calle era tranquila, como la de Taeyeon, no es que fuera un lugar de paso. Resultaba difícil encontrar Un coche que pasara por allí y no se dirigiera a una de las casas que se alineaban a lo largo de las aceras.

Si alguna vez ocurría, por lo general se debía a que se habían perdido. Estaba atenta al murmullo de los Coches que se escuchaba a lo lejos.

Volví a mirar la hora en mi reloj y descubrí que en ese momento daban las cuatro y cuarto. Sentí que Se me aceleraba el pulso al pensar que estaba a punto de llegar. Asomé más la cabeza por encima de la Verja cuando el rumor de un motor se oyó no tan lejos como el de los otros. Fijé la vista en un coche Grande y blanco que avanzaba hacia mí. Una sonrisa enorme se dibujó en mi cara al reconocerla a través Del parabrisas. Estacionó frente a la verja y bajó la ventanilla del copiloto, dejando que se oyera la Música que sonaba dentro.

— Hola — saludó con una sonrisa que le marcaban unos preciosos hoyuelos a cada lado de la cara.

— Hola — respondí sin aliento. Estaba tan guapa que se me cortó la respiración. Llevaba puestas

Unas gafas de sol espejadas. Le sentaban tan bien que pensé que me iba a caer redonda al suelo. Me Quedé entre paralizada y extasiada observando cómo se bajaba del coche y se encaminaba hacia mí.

Vestía una chaqueta de piel color camel que resaltaba su piel y su melena. Tenía el corazón a mil por Hora cuando se paró frente a mí, al otro lado de la verja.

— ¿Te vas a quedar ahí toda la tarde? — me preguntó apoyándose sobre ella y acortando nuestra Distancia.

Observé que podía distinguirle los ojos a través de las gafas de piloto. De cerca, los cristales no eran Tan espejados como me habían parecido.

— No, claro que no.

Debía de estar ridícula, así inmóvil, al otro lado de los barrotes de hierro, por lo que traté de abrir la Verja con el pulso tembloroso. Vi que se había dado cuenta de que estaba temblando.

— ¿Te ayudo? — dijo cogiendo y apretando un instante mi mano para calmarme.

Dejé que me ayudara con la verja y enseguida cargó ella con la mochila.

— Gracias, pero no hace falta que la lleves.

— Apenas pesa, ¿has cogido los libros?

— Uno.

— ¿Seguro?, ¿cuál?

— Luego te lo enseño.

— ¡Qué casa tan bonita!

— ¡Qué coche tan bonito! — hablamos las dos a la vez.

Miré hacia atrás porque se había quedado rezagada y la encontré observando por encima de la verja.

— Pero si no se ve — exclamé confirmando que desde la entrada solo se divisaba parte del jardín.

— Por eso lo digo, las casas que no se ven desde fuera son las más bonitas.

— Bueno, la casa es de mi madre, pero gracias.

— Y por consiguiente tuya, ¿no?

— No, hicimos separación de bienes — bromeé.

— No me gustan las separaciones de bienes, las cosas están para compartirlas.

— ¿Ah, sí? ¿Supongo que entonces no te importará dejarme las llaves de tu precioso coche? Caminó acercándose a mí.

— Te las dejaría si no fuera porque no tienes carnet, eres menor de edad y encima tienes una pierna Escayolada — sonrió expectante levantando las cejas por encima de las gafas.

— Te lo recordaré cuando tenga carnet, sea mayor de edad y no tenga la pierna escayolada.

Soltó una risotada, echando la cabeza hacia atrás.

— A saber dónde estaremos entonces...

— Espero que juntas.

Volvió a reírse.

— La verdad, te deseo algo bastante mejor que eso.

— ¿Es que puede haber algo mejor que estar contigo?

— Ya lo creo.

— Lo dudo — murmuré contemplándola mientras abría la puerta de atrás y dejaba mi mochila en el Asiento trasero. Después abrió la puerta del copiloto, haciéndome un gesto simpático con la cabeza para Que entrara.

— Muchas gracias — dije robándole un beso rápido en la cara al pasar por su lado.

— ¿De verdad crees que no te dejaría el coche? — preguntó divertida—. Pues estás equivocada.

— ¿De verdad crees que lo que me interesa es tu coche? Tú sí que estás equivocada.

Se echó a reír y cerró la puerta. La seguí con la mirada cuando dio la vuelta por el capó para tomar Asiento a mi lado.

— ¿Qué tal tu día?

Apoyó la mano sobre la palanca de cambios y me miró.

— Aburrido — suspiró.

Rodamos con la música de fondo por las calles de la ciudad. No estaba segura de qué direcciónTomaría hacia la costa. El mar nos rodeaba, encontrándonos más o menos equidistantes de los lugares

Habituales a los que la gente se desplazaba en busca de algo de tranquilidad. Seguía nerviosa sentada a suLado, y aunque trataba de no fijar la vista en ella, no podía evitar mirarla de reojo. Conducía de Maravilla, la mayoría de los giros los hacía solo con una mano. Me fijé en que se dirigía al oeste y Permanecí atenta a los diferentes carteles que iban apareciendo. Estaba claro que sabía dónde quería ir, Por lo que si ese era el sitio que le gustaba, yo quería saber cómo llegar a él. Me acordé de que había Estado con mi madre por aquella zona, pero no recordaba concretamente el lugar. A mi madre le gustaba Mucho una localidad que se ubicaba al sur, siempre que hacíamos una escapada nos íbamos allí. Miré el Cambio de rasante al que nos acercábamos y cuando alcanzamos la cima, el horizonte se abrió frente a Nosotras ofreciendo una vista espectacular sobre el mar azul.

— Ahí tienes tu mar — la miré.

— Sí — sonrió.

La estudié durante un instante. Se le había iluminado la cara con el paisaje. El reflejo del sol hacía Que millones de destellos dorados brillaron sobre el agua. Me pregunté si alguna vez ella me miraría de Aquel modo. A mí también me encantaba el mar, pero por primera vez me sentí celosa de aquel Centelleante manto azul.

— Es preciosa la vista desde aquí — la miré de nuevo, aunque en realidad no me refería al mar sino A ella.

— Me alegro de que te guste, ya verás el atardecer, es impresionante.

Continué observándola y me reí.

— ¿De qué te ríes?

— De nada.

— Te estás riendo de mí, ¿es eso?

— En absoluto — negué con la cabeza.

— ¿Qué pasa que lo del atardecer te ha parecido una cursilada o algo así? — sonrió también.

— No, no es eso.

Retiró la mano del volante y la apoyó sobre la escayola de mi mano izquierda, tamborileando los Dedos sobre ella.

— ¿Entonces qué es?

— No es nada, solo una bobada.

— Pues dímela.

— Mejor que no, no vaya a ser que te enfades.

— Prueba a ver — insistió.

Detuve el movimiento de sus dedos sobre mi escayola cubriendo su mano con la mía.

— Prefiero no probar.

La vi señalizar a la derecha y me dio tiempo a leer el cartel antes de que tomara la salida para entrar En Kray. Nunca antes había estado allí y puse especial atención a las calles llenas de palmeras y casas Blancas ajardinadas que aparecían en cada esquina. Liberé su mano sin darme cuenta para abrir la Ventanilla. El olor del mar se coló dentro del coche. La brisa era fría, se notaba que estábamos en febrero A pesar de la cálida temperatura que se alcanzaba bajo el sol, especialmente al mediodía. Se dirigió Hacia el mar, pero evitó un camino que llevaba a la playa y en su lugar subió por una carretera, Estacionando más tarde en un aparcamiento frente a una enorme casa de madera, totalmente acristalada.

«BouAzzer», leí para mí. Parecía un restaurante.

— ¡Qué sitio tan bonito! — dije cuando tiró del freno de mano.

— ¿Te gusta?

— Mucho, pero pensaba que querías ir a la playa.

— No creo que puedas caminar bien con la escayola por la arena.

— Pero puedo intentarlo si es donde te apetece ir.

— No hace falta — comentó colocándome el pelo detrás de la oreja —. Además, hay una vista muy Bonita al otro lado que quiero que veas.

Me ayudó a salir del coche a pesar de mis intentos por vale me por mí misma. Subimos por una Rampa en lugar de por los escalones de madera. Cuando entramos una mujer muy alta nos miró fijamente Desde el otro lado de la barra. Sus labios no tardaron en sonreír y caminó apresuradamente hacia Nosotras, abrazando a Taeyeon. La voz sonó grave cuando habló. No pude evitar fijarme en su prominente Nuez en el instante en que sus ojos me buscaron, esperando que nos presentaran.

— Hola — dije al ver que Taeyeon no decía nada.

— Hola, soy Blyth — contestó la mujer besándome las dos mejillas.

No me dio tiempo a hablar antes de que p r fin lo hiciera Taeyeon.

— Ella es Tiffany.

Los penetrantes ojos azules de aquella mujer volvieron a pasearse discretos pero interrogantes por mí Rostro. Después, su mirada bajó a mi mano escayolada terminando sobre el calcetín negro que cubría mí

Pie, también escayolado.

— Mejor no pregunto por lo que te ha ocurrido, ¿verdad?

— Un pequeño accidente, pero estoy bien.

— Me alegro.

Caminé detrás de ellas entre las mesas y sillas perfectamente alineadas, preparadas para la hora de la Cena. Las paredes estaban forradas de madera y los grandes ventanales ofrecían una vista única sobre el Mar. Cuando llegamos al fondo, Blyth abrió una puerta corredera que daba paso a otro ambiente. Aquel Lugar era enorme. Los sofás y butacas formaban cuadrados y rectángulos alrededor de mesitas que Sostenían los vasos y tazas de las diferentes consumiciones. Aquella zona estaba prácticamente llena de Gente. Había un acceso al exterior donde se divisaba una terraza para quien deseara tomar algo al aire Libre. Reparé en la pared de espejo cuando, al doblar la esquina, Blyth presionó sobre él. Una parte del Espejo se abrió dejando ver un teclado numérico. La observé tecleando la contraseña. Tenía las manos Grandes, pero muy cuidadas y con unos largos y finos dedos. Llevaba las uñas pintadas de rojo. Una Puerta que se escondía, disimulada por aquel espejo, se abrió y entramos en un singular estudio. Era una Especie de oficina, pero en versión confortable, rectangular y de generosas dimensiones. La propia puerta De entrada dividía la estancia. Frente a nosotras se hallaba la cristalera que dejaba admirar la preciosa Vista sobre la playa, a la izquierda se encontraba un escritorio enorme con varias sillas a su alrededor y Un ordenador, detrás, las estanterías blancas repletas de archivadores formaban un ángulo recto. A la Derecha, sin embargo, había un par de sofás color arena y una butaca con su correspondiente reposapiés, Que conformaban un saloncito frente a un televisor. Me fijé en que aquella parte de la pared era cristal y Dejaba ver el otro lado del local.

— ¡Qué pasada! — exclamé—. Esto es lo que utiliza la poli para la ruedas de reconocimiento, ¿no?

— las dos se echaron a reír—. ¿Así que no pueden vernos pero nosotras a ellos sí? — insistí.

— Efectivamente — dijo Taeyeon, que se había situado a mi lado—. ¿Qué quieres tomar?

— Un café latte, por favor — pedí absorta, con la mirada fija en aquel cristal.

— ¿No quieres comer nada?

— No, muchas gracias. Ya he comido, pero come tú si tienes hambre.

Le oí pedir los cafés a Blyth y cómo esta, antes de abandonar la habitación, le informaba de que tenía El correo sobre la mesa. Dejé de prestar atención a aquella inusual panorámica y me volví con sorpresa Hacia Taeyeon.

— ¿Este lugar es tuyo? — Sonrió por respuesta—. Es impresionante. ¿De dónde viene entonces el

Nombre de BouAzzer?

— En honor a una espectacular cobaltocalcita que me regaló mi madre y que procedía de las minas De allí. Está en Marruecos.

— ¿Te gustan los minerales?

— Me encantan.

— ¿La tienes aquí?

— No. La tengo en casa, ¿por?

— Me gustaría verla. ¿Cómo es?

— Tiene forma de montaña y en las cavidades se han formado cristales de color rosa violáceo. Es

Difícil de explicar, es mejor verla, un día de estos te la enseño.

La miré más detenidamente cuando dijo aquello. Supuse que eso significaba que iba a haber otro día Como aquel y que quedaría conmigo, aunque no volviéramos a BouAzzer.

— ¿Tu madre vive aquí? — pregunté acercándome a la cristalera que daba salida a la terraza exterior Privada.

— Mi madre ya no vive, pero sí, vivía aquí.

Me quedé helada con su respuesta y me giré de inmediato hacia ella.

— Perdona, lo siento mucho — me disculpé alargando el brazo para acariciar el suyo.

— Gracias, no pasa nada — me sonrió, pero noté que el brillo de sus ojos se había apagado Ligeramente.

Me acerqué más a ella y acaricié su cara. A continuación, deslicé mis dedos por su pelo y la rodeé Abrazándola.

— Lo siento mucho, de verdad, no tenía ni idea — hablé en voz baja.

Me gustó que no rechazara mi abrazo sino todo lo contrario. Apoyó suavemente la cabeza contra mí Cuello y sentí sus brazos rodearme por la espalda.

— No pasa nada, en serio — susurró.

Olía tan bien... Me mantuve quieta, simplemente disfrutando de su proximidad y del ligero peso que Ejercía contra mi cuerpo. Aún llevábamos las cazadoras puestas y eso hizo que aumentara mi sensación De calor.

— Blyth viene con los cafés — hablé cuando la vi caminar desde el fondo sosteniendo la bandeja con Una sola mano.

Levantó la cabeza y observó a través del cristal que dejaba ver lo que ocurría al otro lado. Después Me miró fijamente a los ojos sin cambiar de posición. La miré también, aunque no estuviera segura de lo Que significaba aquella intensidad en su mirada.

— Voy a abrir.

Se separó lentamente de mí y caminó hacia la puerta. Se movía despacio, como si le pesaran los pies.

Giró la cabeza en mi dirección y nuestras miradas volvieron a coincidir antes de que abriera la puerta.

Me quedé allí parada, en mitad de aquella estancia, sin saber bien qué decir o qué hacer. Quizá era mejor No decir ni hacer nada. Su forma de mirarme me había vuelto a acelerar el corazón y tenía la sensación de Que me faltaba el aire. Blyth dejó los cafés sobre el escritorio siguiendo las indicaciones de Taeyeon. Al Instante desapareció tras la puerta. Vi a través del cristal cómo ella y su melena oscura se alejaban de Aquella habitación oculta.

— ¿Nos tomamos el café? — me preguntó Taeyeon cuando me topé con sus ojos que me miraban—. Por Cierto, ¿no eres muy joven para beber café?

Caminé hacia el escritorio donde se encontraba apoyada. Advertí que uno de los cafés tenía en el Plato un sobre de edulcorante. Lo abrí, lo eché y lo removí.

— Me temo que para ti soy muy joven para todo — dije ofreciéndole la taza.

Me miró antes de aceptarla.

— Gracias.

Abrí el sobre de azúcar y lo vertí en mi café, después bebí. Aún estaba bastante caliente, me gustaba Así.

— Eres la primera persona superdotada que conozco, ¿lo sabías?Negué con la cabeza antes de seguir bebiendo.

— Nunca me has dicho qué CI tienes.

— No el suficiente, desde luego.

— ¿No me lo vas a decir?

Terminé el poco café que me quedaba en la taza, ella bebió del suyo mientras me observaba.

Permanecí indecisa porque no me gustaba hablar de aquello, pero luego me decidí.

— En el último test que me hicieron el resultado fue ciento sesenta y siete.

— ¡Es extraordinario! — exclamó.

— Es un número, hay muchos tipos de inteligencia. Esa es solo una, me faltan otras.

— ¿Cómo cuál?

— La más importante, la emocional.

— ¿Crees que no la tienes?

— Ya te lo diré en un tiempo.

— ¿Qué significa eso?

La cogí de la mano y tiré de ella.

— Anda, vamos fuera y enséñame este sitio.

En cuanto se incorporó la solté. Obviamente, tampoco respondí a su pregunta. Estaba claro que tarde O temprano terminaría llorando por ella, por lo que mucha inteligencia emocional no demostraba tener, Empeñada como estaba en pasar mi tiempo con alguien por quien me constaba terminaría sufriendo.

Me cedió el paso en la puerta después de que previamente se lo cediera yo.

— La belleza antes que la edad — dijo.

— En cualquiera de los dos casos tú irías primero — la cogí del brazo para que pasara delante de mí.

— No, la bella eres tú y la vieja yo — insistió.

— Tú no eres vieja — murmuré. Me molestaba profundamente que utilizara esa palabra.

— Debes de ser la única chica de dieciséis años que opina eso. El resto o me llaman señora o me Tratan de usted.

— ¿De verdad te consideras vieja? — levantó las cejas con aire pensativo—. ¿Si yo también tuviera

Treinta y nueve años considerarías que lo eres?

— No.

— Entonces, olvídate de la edad que tengo por favor. Para charlar un rato no creo que haya que estar Todo el tiempo recordando nuestra diferencia de edad. Se apoyó contra la barandilla de madera y me miró durante un instante, luego dirigió a mirada hacia El mar.

Aquel lugar era precioso. Las vistas sobre la playa eran espectaculares, ofreciendo una maravillosa Sensación de paz y tranquilidad. La terraza se extendía grande. Colindaba por el lado de la derecha con la Parte destinada al uso público. A pesar de oírse a la gente al otro lado no se podía ver nada y disponía de Total privacidad. Reparé en las escaleras que había a la izquierda y caminé hasta ellas. Al menos sumaba Unos veinte escalones de madera, que llevaban a una puerta que delimitaba el comienzo de la playa. El Resto del terreno lo marcaba una valla alta, también de madera oscura. Desvié la vista hacia el horizonte, Donde el sol se iba aproximando, y me concentré en el rumor de las olas rompiendo contra la orilla.

— Este sitio es realmente bonito — dije.

Se acercó al borde de las escaleras donde me encontraba.

— Me alegro de que te guste. — ¿Quieres bajar a la playa?

— Más adelante, cuando no tengas la escayola vamos — respondió rozándome al sentarse en el Primer escalón.

Contuve la alegría que me produjo escuchar por segunda vez que al parecer iba a verla de nuevo en Algún momento. Bajé un escalón y me senté en el segundo de a escalera, n l extremo opuesto que había Ocupado ella. Noté que me miraba y escuché el leve suspiro que dejó escapar. Antes de que sonara, sentí La vibración del móvil dentro del bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla para ver quién era.

— Perdona, tengo que cogerlo, es Bora.

Apenas hablé unos minutos con Bora supo que tenía a Taeyeon al lado. Después de comentarme un Par de detalles sobre las prácticas en el hospital quedamos en que me pasaría a buscar en coche a la Mañana siguiente, para ir a la facultad.

— ¿Vuelves a clase mañana? — me preguntó unos segundos después de colgar.

— Sí.

— ¿Te apetece?

— Bueno, no está mal. ¿Te apetece a ti ir mañana a trabajar?

— No.

Sonreí por la rotundidad de su negativa.

— Pensaba que te gustaba tu trabajo.

— Y me gusta, lo que no me gustan son los pacientes.

— Vaya, gracias.

— Ya no te tengo a ti allí, así que ya no me gustan los pacientes.

La miré incrédula mientras enrojecía. No estaba segura de qué quería decir exactamente. Empezaba a Hacer más frío y se levantaba algo de viento. Hundí las manos en los bolsillos de la cazadora y disfruté Del color rojizo que iba tomando el cielo en el atardecer.

— ¿Te importa si fumo?

— Para nada, me gusta el olor del tabaco.

— ¿Tú no fumarás, no?

— No, tranquila, pero mi madre fuma de vez en cuando también.

Sentí que se levantaba y miré hacia atrás al oír sus pasos sobre la madera. Cuando regresó traía un Cenicero en la mano.

Bajó hasta el escalón donde estaba sentada.

— ¿Puedo? — preguntó señalando el espacio libre que había a mi lado.

— Sí, claro.

Se sentó a mi derecha, muy cerca. Había sitio suficiente como para que se sentaran cuatro personas y Me gustó que buscara mi proximidad.

— Si no, parece que estamos enfadadas. ¿Lo estás?

— No, ¿por qué iba a estarlo?

— ¿Por qué te sientas entonces en la otra punta?

Flexioné la pierna derecha y apoyé la barbilla sobre la rodilla. Pensaba en qué responder. Si me Había sentado lejos no era porque realmente lo quisiera, sino porque sentía que de vez en cuando le Agobiaba con mis evidentes sentimientos hacia ella.

— ¿Hace mucho que tienes BouAzzer? — observé cómo se encendía el cigarrillo.

Dio una calada y expulsó el humo antes de hablar.

— Desde el verano pasado.

— ¿Te gustaría dejar la medicina?

Giró la cabeza para mirarme.

— Quizá, no lo sé aún. ¿Te parecería mal?

— No, creo que uno tiene que hacer lo que le haga feliz. ¿Era así cuando lo compraste?

— Parecido, lo reformé un poco.

— ¿Estaba lo del cristal de la poli?

— Qué va, eso fue idea de Blyth, que lee demasiadas novelas policiacas.

— ¿Venías por aquí antes de comprarlo?

— En realidad lo descubrí un día por casualidad. Hubo una época en que cuando me apetecía ver el Mar, para estar tranquila y no encontrarme con gente conocida, comencé a visitar las distintas localidades De la costa donde pensaba que habría menos posibilidades de que eso ocurriera. Una mañana llegué hasta Aquí, cuando vi este lugar me enamoré. En verano los dueños lo pusieron a la venta, yo tenía un dinero Ahorrado después de vender la casa que compartía con mi ex y la verdad, no lo pensé mucho, lo invertí Aquí.

— Me parece perfecto. Yo también creo en el amor a primera vista.

Ahogó la risa al tiempo que el humo de su última calada salía de entre sus labios.

— Tienes frío — confirmó cuando vio que me acurrucaba dentro de mi chaqueta.

Se levantó al instante y volvió a desaparecer tras el crujir de la madera. El cielo estaba totalmenteRojo y el sol flotaba sobre el mar iluminando el horizonte. Efectivamente, era uno de los atardeceres más bonitos que había visto nunca. Reconocí que la presencia de Taeyeon tenía mucho que ver con aquello.

Ella hubiera convertido en maravilloso hasta el paisaje más apocalíptico descrito en cualquier libro.

No tardé en escuchar sus pasos de vuelta hacia las escaleras.

— Toma, ponte esto — me dijo cubriéndome con una manta.

— Gracias, podemos compartirla.

— No te preocupes por mí, estoy bien — me frotó la espalda para que entrara en calor.

— Te vas a resfriar.

— Tampoco pasaría nada, así no voy mañana a trabajar.

Extendí el brazo a pesar de sus negativas y pasé la manta por sus hombros para protegerla del viento, Que cada vez era más frío.

— Diles que estás mala y no vayas mañana si no te apetece, pero no hace falta que cojas un Constipado para hacer pellas.

— ¿Me lo dices por experiencia? — comentó agarrando la manta por un extremo y arrimándose más a Mí para taparse mejor.

— Yo no suelo hacer pellas.

— Por supuesto que no, tú eres una empollona.

— Eso cree todo el mundo, pero la verdad es que no estudio tanto.

— ¿Cómo fue tu primer día en la facultad siendo tan joven? — ladeó la cabeza para mirarme.

— No mucho peor que un día cualquiera en heterolandia — la miré también y sonreí cuando soltó una carcajada con mi comentario—. No fue para tanto. Tampoco dije que tenía catorce años.

— ¿Tienes amigos de tu edad?

— Ya sé que es lo que te gustaría, pero no, nunca los he tenido.

Bajó la vista, dirigiéndola después hacia el atardecer frente a nosotras. No dejé de mirarla ni un solo Instante. Estaba tan guapa con la mirada pensativa y el viento despeinando ligeramente su melena que era Imposible retirar la vista de ella.

— ¿Sales con Bora? — preguntó con la mirada aún en el rojizo horizonte.

— No, solo somos amigas.

— ¿Y con alguna otra chica?

— Tampoco.

Sonrió brevemente y volvió a buscar mi mirada.

— Yo mejor no te pregunto lo mismo.

— Puedes preguntar, si quieres.

— Prefiero no saberlo.

— Tampoco ha habido tantas.

— Hablas en femenino, ¿te refieres a mujeres o a relaciones?

— A las dos cosas — confirmó mirándome fijamente a los ojos.

Se me aceleró el corazón al constatar mis sospechas acerca de sus preferencias.

— Me alegro de que sea así, pero prefiero seguir viviendo en la ignorancia.

— ¿Qué tal va esa mano? ¿Te molesta? — preguntó cogiéndome la mano derecha tras compartir un Largo silencio.

— No — respondí abriéndola lentamente con la palma hacia arriba.

— La tienes helada.

Deslizó sus manos para cubrirla, dejándola atrapada entre las suyas para darme calor. Tampoco las Tenía especialmente calientes aunque su tacto resultara cálido y suave. El corazón se me desbocó en aquel Instante y respiré hondo tratando de mitigar mis incontrolables latidos.

— ¿Mejor así?

— Sí, gracias.

Apenas podía hablar. Aún sentía el latir de mi pulso en el cuello y empezaba a ser demasiado Consciente de su proximidad y del contacto con su piel.

— ¿Y el pecho qué tal va?

— Bien también, gracias — balbuceé.

— ¿Te ha dado tu madre la pomada?

— No, me la he dado yo y también me he vendado. Lo único que veo es que falta mucho para que

Pueda volver a ponerme un sujetador.

— Lo sé, pero míralo por este lado... a ti precisamente no te hace falta. ¿Ves?, yo no podría permitirme ese lujo...

La miré directamente a los ojos, pero no le devolví la sonrisa.

— No empieces, por favor — murmuré.

— Qué poco sentido del humor tienes.

— Sí que lo tengo, pero ese tema no me hace gracia.

— ¿Qué tema?

— Las constantes alusiones a tu edad.

— Es una realidad, cuantos más años tienes la fuerza de la gravedad comienza a ganarte la partida.

— Gana la tuya y la de todos, la de las mujeres y la de los hombres, que de eso nunca se habla, pero también se les caen los pectorales y lo que no son los pectorales. Al menos a las mujeres no se nos cae ni se nos descuelga nada de entre las piernas.

— Pues eso digo — se rio.

— No, tú lo dices porque no puedes dejar de recordarme nuestra diferencia de edad.

Miré nuestras manos unidas cuando lo hizo ella. El cielo estaba cada vez más oscuro y ya no se veía Con excesiva claridad. Me fijé en algo que asomaba por el puño de su chaqueta de piel y deslicé la mano Hasta su muñeca para tocarlo.

— ¡Qué pulsera tan bonita! — dije comprobando que estaba hecha de cuero trenzado de color rojo.

Se subió la manga, flexionando la muñeca para verla mejor, como si no se acordara d que la llevaba Puesta.

— ¿Te gusta?

— Me encanta, es preciosa.

La observé mientras manipulaba el cierre de color acero con una sola mano, hasta que consiguió Abrirlo. No le presté mi ayuda porque no estaba segura de lo que pretendía hacer. Retiró después la Manga de mi cazadora, rodeándome la muñeca con la pulsera.

— A ti te queda mucho mejor — dijo abrochando el cierre—. Quédatela.

La miré agradecida por el detalle.

— Muchas gracias, pero no puedo aceptarla.

— Por supuesto que puedes — sonreí y no dije nada—. Quiero regalártela, ¿cuál es el problema? —Preguntó al ver que la observaba in mediar palabra.

Aprovechando su proximidad me acerqué aún más a ella.

— Es preciosa, muchas gracias — dije dándole un beso en la mejilla.

Me miró de nuevo con aquella intensa mirada que ya había visto en otras ocasiones.

— De nada, a ti por la compañía.

Nos quedamos en silencio observando el cielo hasta que oscureció por completo.

— Tenías razón — dije cuando volvimos a entrar—, es el atardecer más bonito que he visto nunca.

Me sonrió irónica.

— ¿Entonces no te ha parecido una cursilada?

No sé qué le hacía pensar que disfrutar de una puesta de sol tendría que parecerme una cursilada. Era Verdad que hasta entonces pocos atardeceres me hicieron sentir tan viva como este, pero también era Verdad que nunca antes me había sentado expresamente a contemplar uno al lado de la persona de la que Estaba enamorada. Y también era cierto que por primera vez me sentía así.

Separó una silla del escritorio invitándome a sentarme.

— Tienes que estudiar y yo revisar facturas.

Cogí la mochila y me encaminé hacia donde me había indicado.

— ¿Qué libro te has traído?

— El de Patología General y Propedéutica.

Lo hojeó con curiosidad cuando se lo enseñé. Luego levantó la vista y me miró sonriente.

— La verdad, no puedo dejar de sorprenderme y de pensar que es admirable que siendo tan joven Estés ya estudiando medicina.

Rehuí su mirada y la dirigí al libro cuando lo dejó de vuelta en la mesa. Siempre me resultaba difícil Contestar a las alabanzas que recibía por aquel hecho, incluso cuando venían de ella.

— ¿Por qué no te quitas la cazadora? ¿Sigues con frío?

Me ayudó a quitármela y se encaminó hacia el corto pasillo que se situaba tras la zona acondicionada Para trabajar. La miré cuando se detuvo ante la puerta del armario en el que había reparado al entrar en Aquella estancia. Colgó mi cazadora en una percha de madera y volvió a doblar la manta, colocándola Más tarde sobre una balda. No pude evitar observar su cuerpo cuando se deshizo de su chaqueta de piel.

Llevaba un polo negro de manga larga que resaltaba sobre el cinturón de piel clara ajustado a su cadera, Que a su vez contrastaba con los vaqueros negros que tan bien le sentaban. Regresé a su melena rubia y Ondulada, que caía por debajo de sus hombros, a su espalda y su cintura, hasta que mis ojos se detuvieron Un poco más abajo. Se me nubló la vista por el deseo y me descubrí a mí misma, una vez más, haciendo Algo que nunca antes había hecho con otra persona. Disfrutaba contemplando su cuerpo y aquello me Llevaba a un estado de excitación ual que cada vez se volvía más incontrolable. El deseo de Acercarme a ella y abrazarla se desvaneció de pronto, cuando vi que se daba la vuelta en mi dirección.

Bajé la vista abruptamente y la fijé en la mesa.

— ¿Qué haces todavía de pie? — preguntó mientras caminaba hacia mí. No contesté porque no podía Hacerlo. El corazón me latía a mil por hora y no quería que se diera cuenta de mi estado —. Puedes sentarte —dijo cuándo se detuvo a mi lado.

Tampoco levanté la vista de la mesa cuando volvió a hablarme.

— Gracias.

— ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza agachada y tomé asiento antes de que se me notara que me temblaban las Piernas.

Se apoyó en la mesa justo a mi lado.

— ¿Seguro?

— Sí — miré de reojo sus piernas enfundadas en los vaqueros y subí hasta el cinturón de piel.

Se inclinó hacia delante hasta que su cabeza quedó a la altura de mi hombro. Me quedé quieta, con la Mirada en la portada de mi libro de texto y esperando a que hablara. Su persistente silencio hizo que por Fin girara la cabeza para mirarla. La encontré con sus ojos clavados en mi rostro y una sonrisa pícara en Los labios.

— ¿Qué? — sonreí inevitablemente.

— Eso mismo digo yo, ¿qué?

— Nada — me encogí de hombros.

— Yo tampoco — se encogió también de hombros, imitando mi gesto.

Me reí y volví a la portada del libro.

— ¿Por qué tema vas?

— Por el treinta, supongo que hoy habrán empezado el treinta y uno — me tembló la voz. Bora y

Anthony se había preocupado de pasarme los apuntes y mantenerme al día con el temario de cada asignatura Durante mi larga estancia en la clínica. Yo había aprovechado las horas muertas que transcurrían entre Una y otra visita de Taeyeon para estudiar.

Volvió a coger el libro y pasó las páginas con agilidad.

— Aquí está, ahora a estudiar.

La miré cuando rodeó la mesa y se sentó frente a mí, ante su ordenador. Leí las primeras líneas del Temario y levanté la vista al notar que abría un cajón. — Presbicia —me sonrió poniéndose unas gafas—.

Ya sé que tú no quieres oírlo pero estoy haciéndome vieja.

— Pues te sientan muy bien, estás muy guapa — sonrió más abiertamente y la observé con

Detenimiento desde el otro lado de la mesa—. ¿Lo haces para fastidiarme?

— ¿El qué?

— Referirte a ti misma como vieja o cuarentona constantemente.

Me sostuvo la mirada con la sonrisa todavía dibujada en sus labios, pero no me respondió.

— Aún eres joven para la presbicia. ¿Eres hipermétrope?

— No.

— ¿Pasas muchas horas delante del ordenador?

— No — negó con la cabeza— no muchas, seguro que ni la mitad que tú.

— ¿Y qué dice tu oculista?

— Que tengo presbicia.

— Pues eres muy joven para la presbicia — insistí—. ¿No te ha hecho pruebas para saber el porqué Del origen tan prematuro?

— Igual prefieres hacérmelas tú.

Ninguna respuesta parece satisfacerte.

— Te las haría encantada si supiera cómo. ¿Cuándo te toca la próxima revisión?

— ¿Por qué?

— Para acompañarte y preguntar por lo que tú no pregunta.

Soltó una risotada antes de hacerse con un abrecartas y abrir uno de los sobres que Blyth le había Indicado que tenía sobre la mesa.

La observé mientras leía con sus gafas el papel que acababa de extraer. Regresé a mi libro cuando Supe que la conversación sobre su vista cansada ya le había cansado. No tardé en desviar la mirada hacia La pulsera de cuero rojo que me había regalado. Era preciosa. La estudié detenidamente aprovechando en Esta ocasión la luz que me había faltado cuando me la colocó alrededor de la muñeca. La giré suavemente Y de pronto reparé en las dos pequeñas muescas que lucía el cierre.

— Taeyeon, esta pulsera es de oro.

— Tranquila, si hubiera sido de platino y diamantes también te la hubiera regalado.

Sonreí. Cuando quería era un encanto.

— Lo digo en serio, es oro blanco, pensaba que era de acero — me miró expectante por encima de Las gafas—. Es muy cara.

— También lo eran las rosas que tú me regalaste y nunca te he dicho nada. Dime, ¿durante cuántos Años te has quedado sin paga?

— Te las regalé porque te gustaban.

— Lo mismo te digo. Te he regalado la pulsera porque me has dicho que te gustaba. Ahora, si no es así o no la quieres puedes devolvérmela, no hay problema — dijo extendiendo la mano.

— Claro que la quiero, Taeyeon. ¿Cómo no iba a quererla?

— Entonces quédatela.

— Muchas gracias.

Asintió desde el otro lado de la mesa. Después continuó abriendo el correo.

— ¿Cuánto te costaron las rosas? — preguntó de pronto tras un largo rato compartiendo silencio.

Levanté la cabeza del libro y la miré.

— ¡Taeyeon!

— ¿Te parezco una maleducada por preguntártelo?

— No, en absoluto. Pero la verdad es que ni siquiera lo sé.

— ¿Cómo que no lo sabes?

— Mandé a Bora y Anthony a comprarlas. No me han dicho aún cuánto fue. Mañana lo sabré y les pagaré sin falta.

— ¿Necesitas dinero?

— No, muchas gracias. Tengo dinero ahorrado.

— Eran preciosas, me encantaron.

— Me alegro.

Dejé que Taeyeon continuara revisando su correo mientras yo traté de concentrarme en mis estudios. Por Primera vez me costaba retener lo que estaba leyendo. No podía obviar su figura sentada frente a mí.

Estaba tan guapa que no conseguía leer un par de líneas sin volver a mirar su rostro con las gafas de Lectura. Alargué el brazo hacia una pila de folios que había en la impresora.

— ¿Me prestas un poco de papel, por favor? — pregunté antes de coger un montoncito.

Asintió complaciente.

— ¿Tienes un lápiz? — volví a preguntar.

Abrió un cajón e hizo rodar dos lápices sobre la mesa en mi dirección.

— ¿Puedes escribir?

— Con la derecha.

— ¿Eres ambidiestra?

— Más o menos.

Alineé los folios y comprobé la punta de los lápices. Me decidí por el que parecía que le acababan De sacar punta. Miré a Taeyeon, que se había girado ligeramente hacia la pantalla de su ordenador, y Comencé con trazos suaves a dibujar su rostro. Descubrí que no era tan fácil dibujar con la derecha como Lo hacía con la izquierda, cambié el lápiz de mano para probar si era capaz de hacerlo a pesar de la Escayola. Afortunadamente podía sujetarlo con firmeza y solo encontraba problemas cuando necesitaba Tomar un ángulo más inclinado, porque la escayola no me permitía alcanzarlo. Fui cambiando de mano Para dar forma a su rostro sobre el papel y me ayudé de los dedos para suavizar los trazos y las sombras.

— ¿Estás estudiando? — me preguntó sin retirar la vista del ordenador.

Supuse que era consciente de mi persistente mirada.

— Sí.

— ¿Ah, sí? Pues no me lo parece — dijo girándose hacia mí.

— No, no te muevas por favor.

— ¿Por qué no?, ¿qué estás haciendo? — la vi echar un vistazo rápido al papel y lo levanté para Impedirle la visión.

Sonrió ante mi actitud infantil.

— ¿Qué tienes ahí?

— Nada.

— ¿No me lo vas a enseñar?

— Luego. Anda, sigue como estabas.

— ¿Me estás dibujando?

— Sí.

— ¿En serio?

— En serio. ¿Te importa?

— No — dudó al responder—, solo que es la primera vez que alguien me dibuja. ¿Y qué tengo que

Hacer?

— Sigue con tus cosas y olvida que estoy aquí.

— Eso no va a ser fácil. Posar no creo que se me dé bien, nunca he posado para nadie.

— Si te quedas así todo el rato vas a terminar agotada, estás demasiado rígida. ¿Por qué no te Reclinas en el sillón y apoyas la cabeza?

Hizo exactamente lo que le dije. Comprobé el dibujo dándome cuenta de que con la nueva postura que Le había hecho adoptar lo que avancé hasta entonces no me servía de nada. Retiré el folio y comencé de Nuevo con suaves trazos. Los ojos de Taeyeon se movieron con rapidez hacia el papel desechado.

— ¿Puedo verlo?

Le alcancé el folio para evitar que volviera a cambiar bruscamente de posición.

— No está terminado, aún le falta mucho.

Sus ojos se iluminaron cuando vio su rostro.

— Es una maravilla, soy yo.

— Sí — me reí—. ¿Quién si no?

— Quiero decir que me reconozco, que no hay duda de que soy yo. ¿Dónde aprendiste a dibujar tan bien?

— No lo sé, siempre me ha gustado. También di clases para perfeccionar la técnica y esas cosas.

— ¿Dónde diste las clases?

— En la escuela de arte.

— ¿Ya no vas?

— Lo dejé en Navidad.

— ¿Qué te enseñan allí exactamente?

— A pintar al óleo, pastel, acuarela, retratos, anatomía, bodegones... Odio los bodegones, por cierto.

— A mí tampoco me gustan — dijo ella.

— ¿Ves? Ya tenemos algo en común a pesar de nuestra diferencia de edad — le guiñé un ojo.

Sonrió y continuó observándome mientras la dibujaba. Me costó acostumbrarme a su mirada Pendiente de cada uno de mis movimientos. Cada vez que alzaba la vista y me encontraba con sus ojos se Me aceleraba el corazón. Jamás había conocido a alguien por quien me sintiera tan atraída. Poco a poco Fui abstrayéndome de las múltiples sensaciones que me provocaba su mera presencia, logrando Concentrarme en sus facciones, como si estuviera en una clase nocturna más de todas a las que había Asistido. Comencé entonces a reflejar su mirada sobre el papel. Realmente es la parte más difícil de un Retrato. Si no consigues captar la mirada no consigues nada.

— ¿Puedo pedirte que no me dibujes las arrugas, por favor?

— ¿Qué arrugas?

— Estas — frunció los ojos y se las señaló.

Me levanté de la mesa y me acerqué a ella.

— Eso no son arrugas — pasé las yemas de los dedos suavemente para que dejara de forzar la piel —. Son ligeras líneas de expresión y a mí me vuelven loca.

Me reí cuando apartó la vista aturdida por mi apasionado comentario. Se había puesto ligeramente Colorada, pero volvió a mirarme.

— Si no quieres que te diga esas cosas deja de hablar sobre tu edad. Ya me ha quedado claro que me Sacas veintitrés años. Por cierto, ¿cuándo es tu cumpleaños? — llevaba tiempo queriéndolo saber.

— Como tú, el diecisiete, pero de septiembre.

Sonreí encantada con la coincidencia.

— Eso son solo veintidós años y nueve nueves.

— ¿Solo?

— Solo — confirmé antes de darle un beso en la mejilla.

Volví a mi asiento frente a ella y estudié el retrato que habíamos interrumpido. El folio yacía inerte Sobre la mesa, sin embargo, el precioso rostro de Taeyeon ya había tomado vida. Supe que si me Concentraba podría terminarlo en algo más de media hora. Advertí que sus ojos me seguían cuando Deslicé la yema del dedo meñique, para suavizar una sombra sobre su frente.

— Es increíble. ¿Sabes que podrías dedicarte a esto, verdad? La miré y asentí.

— Podría pasarme la vida entera dibujándote y no me aburriría.

Se sonrojó y bajó la vista de nuevo hacia el retrato.

— Me refería a que podrías hacer de esto tu profesión.

— A ti es a la única que quiero dibujar.

Rehuyó otra vez mi mirada, en esta ocasión tardó un poco más en volver a levantarla.

Me hubiera pasado la vida entera contemplándola, dibujándola, no solo limitándome precisamente a Su rostro. Cogí el lápiz y me propuse no volver a hacer un comentario que la incomodara. Me centré en Ella y en el retrato. Sus ojos me observaban de un modo diferente. No tenían la misma expresión que Cuando había comenzado a dibujarlos. No quise decir nada y me dediqué a su pelo. Pasaron muchos Minutos hasta que abandonaron la incertidumbre y volvieron a recuperar ese brillo tan característico que Tanto me gustaba. Regresé entonces a sus ojos y me esmeré en captar aquella mirada sobre el papel. Pasó Mucho más tiempo del que esperaba hasta que me di por satisfecha con el resultado. Acentué sombras y Difuminé otras, repasando cuidadosamente sus facciones antes de dar el retrato por terminado.

— A ver qué te parece — le dije empujando el folio hasta la mitad de la mesa.

Se incorporó con rapidez y se inclinó para alcanzarlo. Detuvo las manos justo antes de tocarlo y se Puso en pie de pronto.

— Es impresionante, Tiffany.

— ¿Te gusta?

— ¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! — se echó a reír—. Es tan real que parece una foto.

— Me alegro, puedes cogerlo, es tuyo.

— ¿Es para mí?

— Es para ti — dije divertida.

Por fin lo cogió entre sus manos. Continuó estudiándolo un buen rato antes de rodear la mesa para Dirigirse hacia donde yo estaba sentada.

— Si me lo vas a regalar al menos dedícamelo — dijo dejando el retrato frente a mí y apoyando su

Mano en mi cabeza.

Me sorprendió su contacto, pero no hice ningún movimiento que me delatara. Miré su rostro dibujado Antes de hablar.

— Lo siento, pero no me gustan las dedicatorias — volvió a reírse y noté su mano acariciando mi pelo—. Lo digo en serio, eso sí que es una cursilada. ¿Qué quieres que te ponga?

— Puedes firmarlo al menos, ¿o eso tampoco? — pasó su mano a lo largo de mi melena.

Suspiré suavemente antes de tomar el lápiz. Escogí la parte inferior derecha, como lo hacen casi Todos, para escribir mis iniciales. Jamás había firmado un dibujo que hubiera hecho, tampoco me gustaba Estar haciéndolo en aquel momento. No quise negarme otra vez por educación y por ese motivo me decidí Por las iniciales. Era lo más impersonal.

— ¿No pones la fecha?

— ¿Quieres la hora también? — pregunté no sin cierta ironía mientras escribía la fecha debajo de mis Iniciales.

— No, déjalo — su mano alcanzó mi barbilla, girándome la cara, levantándola para que la mirara. Se Inclinó sobre mí y apoyó la mejilla contra la mía antes de darme un suave beso que me puso la piel de Gallina.

— Muchas gracias.

— De nada — respondí, pero no le devolví el beso.

— Lo voy a enmarcar — dijo pasando el pulgar por encima de la piel de mi barbilla.

— Un folio no es para enmarcar. Si quieres enmarcarlo te dibujo en un Canson.

— ¿Y para qué quiero papel Canson si no quiere firmarlo la autora?

— Firmar pase, dedicar no.

— Nada de dedicatorias — sonrió y yo negué con la cabeza—. No te gustan.

— No.

— Qué poco romántica.

— ¿Para qué escribir lo que se puede decir?

— Para que perdure.

— ¿Y para qué quieres que perdure algo que las dos sabemos que en realidad no te importa?

Su mirada se cristalizó al instante.

— Quizá sí me importe, pero quizá no pueda ser.

— ¿Qué pasó con tu ex? ¿Por qué lo dejaste? — al final me venció la curiosidad. Se sorprendió ligeramente con mis preguntas—. ¿Cuánto tiempo llevabais? — cogí su mano cuando noté que me liberaba el rostro con intención de separarse de mí.

— Nueve años — se me encogió el estómago y bajé la vista al suelo—. Tiffany... — susurró con dulzura.

— ¿Sigues enamorada de ella?

— No — negó con rotundidad.

Volví a mirarla. Sonó sincera y aquello hizo que sintiera cierto alivio tras la punzada de dolor.

— ¿Y ella de ti?

— Tampoco. ¿A qué viene tanta pregunta?

— Yo ya he respondido a las tuyas. ¿Cuánto hace que lo dejasteis?

Resopló antes de contestar.

— Unos dos años — tuvo que recordar.

— Pensaba que era mucho más reciente — confesé—. ¿Entonces hay alguien nuevo ahora? — soné abatida.

— No — sonrió abiertamente.

Sostuve su mano con una ligera presión y le acaricié los dedos con el pulgar.

— Dime la verdad.

— Te la estoy diciendo, no sé por qué no me crees.

— ¿Pero lo ha habido?

— No.

— ¿Desde qué rompiste con ella no has salido con nadie? — pregunté extrañada.

— No — negó con la cabeza.

— Eso es imposible. No me puedo creer que con lo increíble que eres, no hayas encontrado a alguien entre las miles de mujeres que deben estar haciendo cola para pasar, simplemente, un segundo contigo.

— Muchas gracias, pero ni tengo a miles de mujeres esperando por mí ni tampoco me gustaría que fuese así. Sencillamente no he conocido a ninguna que me gustara, por lo tanto no he vuelto a salir con nadie.

— ¿Ni siquiera un tiempo, unos meses? — Negó otra vez con la cabeza—. ¿Ni una semana?, ¿ni una noche No, por Dios, yo ya no estoy para relaciones de una noche — suspiró—. Y tampoco ha sido nunca mi estilo — añadió posando cariñosamente su dedo índice sobre la punta de mi nariz.

 

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Karly34 #1
Sube amor accidental por favor
Cass_Addiction19 #2
<3
Skyth06
#3
Chapter 23: Hermosa adaptación
natovida #4
Chapter 14: Siento que esto va a tener un triste final, apropósito de quién es la historia original?
ashleyurdiales24 #5
Chapter 11: I love it?
ashleyurdiales24 #6
Chapter 10: Me encanta
Actualiza pronto por favor
Karly23 #7
Chapter 1: Amo todas tus adaptaciones e venido a aquí solo por ti ?