Mi felicidad ahora. (OneShot SungTae)

Description

Aquí una pequeña historia que hice para mi personita especial en una fecha especial.

Foreword

 
Era una mañana especialmente cálida; los rayos del sol entraban por las cortinas como flechas e iban a parar en el rostro de aquel joven que aún yacía descansando plácidamente entre las suaves mantas de la amplia cama donde estaba acostado. Se notaba cómo aquella luz para sus ojos era incomoda, por lo que su nariz se arrugaba ligeramente por lo molesto que podía resultar para él y sus dulces sueños. Se removió un tanto inquieto, intentando ocultarse de aquel fastidioso resplandor y terminó dándose vuelta, quedando de espaldas a las cortinas entreabiertas que habían desatado tal desfavorable momento para su descanso. Fue solo entonces que notó que lo único que abrazaba era su fría y delgada almohada, a la cual se mantenía aferrado cual niño pequeño con un peluche. Entreabrió ligeramente los ojos, aunque aquello no duró mucho, y tuvo que valerse de su sentido del tacto para comprobar que, efectivamente, estaba solo en aquella amplia cama. Palpó a los lados, hasta lo más lejano que sus brazos le permitieron, y terminó por darse por vencido, quedando unos segundos más sin querer volver a hacer el mínimo esfuerzo por moverse. Estiró una vez más su brazo, esta vez hacia la mesita de noche al lado del mueble donde se encontraba acostado, y tanteó hasta poder coger su celular y llevarlo hasta tenerlo al alcance de su vista. Miró la hora; 09:27. «Ya es tarde...» pensó. Se desperezó un poco, estirando sus extremidades, y finalmente le atinó a quedar sentado sobre el colchón de la cama, al borde de esta. Observó las ropas que traía puesto y sonrió, acomodándoselas un poco; «Tal y como a él le gusta». Se puso de pie y, así descalzo, dirigió sus pasos fuera de la habitación hasta la sala. 
 
Vestía tan solo un suéter, que parecía ser bastante suave, y su ropa interior, por lo que se sentía bastante cómodo y había podido descansar tranquilo. Se asomó a la habitación principal y notó la televisión encendida; negó con la cabeza, sin borrar la sonrisa de su rostro. Dio unos pasos más y allí estaba él, acostado boca arriba en el sofá, con el control de la tv en la mano y sobre el pecho, los ojos cerrados y sus labios ligeramente entreabiertos. Se veía precioso, se veía perfecto, y cualquiera que le observase de esa forma estaba seguro que podía caer enamorado de él a primera vista. Pero afortunadamente no sería así, pues estaban solos en aquel acogedor hogar, tan solo ellos dos, sin nadie más; lo tenía para él y solo para él. Se aproximó lo suficiente y se puso de rodillas, quedando a la altura de su rostro, lo suficiente como para poder contemplarlo con total tranquilidad. Con una de sus manos comenzó a acomodar los cabellos del mayor de su frente a suaves caricias, y en su rostro se podía notar con facilidad el amor con el que lo observaba. Otra vez se había despertado más temprano y se había puesto a ver televisión, volviendo a quedar dormido en el sofá. La tentación le fue ganando al más bajo y poco a poco fue acercando su rostro al adverso, rozando sus labios con los impropios hasta finalmente dejar un pequeño beso en ellos, casi como un suave tacto. Se apartó y volvió a sonreír, pues el mayor tenía un sueño tan profundo que probablemente al despertar no recordaría eso. Se incorporó y dirigió sus pasos a la cocina.
 
Una vez allí, sacó de la nevera la caja de leche y la mantequilla, dejando estas en el mesón de al lado. Buscó luego en los gabinetes un par de vasos altos y un plato pequeño y acomodó todo sobre una bandeja que también había hallado con anterioridad. Tras tener todo aquello listo, se puso a hacer las tostadas y no tardó mucho hasta que estuvieron listas. El aroma que desprendían era agradable y perfecto para una mañana tan tranquila como aquella, y esperaba a que su sabor fuera tan bueno como lo que percibía su nariz. Finalmente, sirvió los dos vasos de leche y tomó la bandeja con cuidado, llevando todo lo que había preparado de vuelta a la sala. Lo dejó con sumo cuidado en la mesita de centro y volvió a arrodillarse frente al mayor.
 
—Hey, oye... —susurró el más pequeño, intentando llamar la atención del contrario con suaves caricias en su mejilla—. Despierta, dormilón. 
 
El menor se mantuvo algunos minutos así, acariciando y dejando algunos besos por las mejillas ajenas, hasta que poco a poco, el mayor comenzó a despertar. Sus ojos se abrieron con lentitud y se detuvo a observar todo a su alrededor, intentando recordar dónde estaba y cómo era que había llegado ahí. Entonces su mirada se detuvo en la impropia, y pudo notar en aquella sonrisa del muchacho arrodillado frente a sí, la felicidad que desprendía.
 
—Tae... —murmuró adormilado, con aquella voz rasposa que tiene uno al despertar. TaeHyung sonrió.
 
—Buenos días, mi Sungjae. —le respondió, ampliando aún más su sonrisa, aunque aquello pareciera imposible.
 
Sin más, Sungjae rodeó al más bajo con ambos brazos y lo subió encima suyo, estrechándolo con fuerza contra su pecho. TaeHyung se quedó inmóvil durante unos segundos, sin poder reaccionar aún, mas lo único que hizo finalmente fue dejarse relajar sobre el cálido cuerpo contrario; se sentía realmente a gusto cuando el mayor hacia cosas como aquellas y sabía que si no sacaba la suficiente fuerza de voluntad de algún lado, se quedaría allí el resto del día sin problema alguno. Pero sabía que tarde o temprano debía levantarse, pues tenía algo planeado para ese día, por lo que sacó algo de fuerzas de voluntad apoyó su mentón sobre el pecho contrario, observando su rostro y buscando conectar ambas miradas.
 
—Oye, tontito. —murmuró al tiempo que abultaba ligeramente los labios, ya que era la primera vez que comentaría al contrario algo sobre lo que llevaba pensando y no sabía si le agradaría o desagradaría la idea—. Es que... Estaba pensando si podíamos salir hoy. —dijo un tanto nervioso, por más que intentaba que no se le notase.
 
—¿Salir a dónde, enano? —preguntó Sungjae, al tiempo que arqueaba ligeramente una ceja.
 
—Pues, pues... Es un secreto. 
 
—¿Cómo que secreto, hm? —y al tiempo que decía aquello, con sus índices comenzó a picar los costados del menor, haciendo que este comenzara a reír y a removerse sobre su cuerpo por las cosquillas. 
 
—¡Sungjae, para! —dijo entre risas, moviéndose y finalmente soltándose hasta caer al suelo, donde siguió riendo algunos tantos segundos más—. Eres un bobo...
 
Sungjae se asomó y comprobó que el menor siguiera en una sola pieza, sonriendo al notar que el contrario hacia eso mismo, sonreírle con amplitud. Finalmente se levantó del cómodo lugar donde había estado descansando y fue entonces cuando notó que el desayuno estaba servido delante suyo. «Pequeño idiota...» fue lo primero que le vino a la mente; y entonces señaló lo preparado con el índice de su diestra.
 
—¿Y eso? 
 
—Ah... El desayuno. Lo preparé para ti. Pero si no te gusta, puedo preparar otra cosa. —respondió TaeHyung, desviando la mirada.
 
—No, no. Esto está perfecto. —dijo el mayor al tiempo que estiraba un brazo para alcanzar una de las tostadas, que afortunadamente seguían tibias y ligeramente crocantes. Le dio un mordisco y sonrió al notar lo bien que sabía. 
 
—¿Se enfriaron? Puedo preparar más. O si no te gustan puede ser otra cosa, o mejo- —fue entonces cuando sintió unos cálidos labios sobre los suyos, silenciando las palabras atolondradas que aún tenían para rato de seguir saliendo a modo de balbuceo. 
 
—Está perfecto, enano. —le repitió Sungjae a TaeHyung en un suave susurro sobre sus labios, haciendo que el menor se sonrojara de inmediato. 
 
Tras aquello, ambos terminaron de desayunar tranquilamente y fue así mismo como transcurrió su día, bastante calmado y sin mucho por hacer, pues los dos tenían el día libre, por lo que se la pasaron viendo películas o series en la tv, jugueteando cosas sin sentido y, sobre todo, llenándose de cursiladas, mimos y besos. A pesar de que ninguno había dicho nada al respecto hasta el momento, ese día era un día especial para ambos, pues se cumplía un año desde que estaban juntos oficialmente, como novios, y aunque no habían mencionado nada sobre aquello, en las miradas de los dos se podía observar con claridad el brillo único y la felicidad que tenían especialmente en esa fecha. Por esa misma razón, el menor esperaba con ansias a que llegase el momento indicado para poner su plan en marcha. Fue no más de las seis de la tarde, que TaeHyung por fin se decidió a mencionar de nuevo la idea de salir. 
 
—Sungjae, ¿recuerdas lo que te dije en la mañana?
 
—Ah, ¿lo de salir?
 
—Uhum. —respondió asintiendo con la cabeza un par de veces.
 
—No me dijiste a dónde querías ir. —insistió el mayor, tal y como la primera vez que se lo habían dicho.
 
—Ya te dije que es sorpresa. —repitió TaeHyung entre risas, acercándose al contrario para tomarlo de la muñeca y halarlo consigo a la cochera donde estaba estacionado el auto—. Vamos.
 
—¿En auto? No sé a dónde quieres que conduzca si no me has dicho el lugar. Y tú no sabes conducir aún. —le regañó, por supuesto sin estar realmente enojado.
 
—Yo te indicaré por dónde ir, descuida, tontito. 
 
Ambos subieron al auto y partieron rumbo a aquel tan misterioso sitio del que hablaba el menor. Hubieron algunas complicaciones al llegar, causadas por la ligeramente disfuncional memoria del más bajo, lo cual causó risas apenadas y nerviosas por parte de él; sin embargo, pudieron llegar a su destino no mucho después. El lugar lucía como un bosque, y debido a la hora, estaba ya un tanto oscuro. Ambos bajaron del vehículo y TaeHyung inmediatamente volvió a tomar la mano de su novio, guiándolo por un pequeño camino de piedras que se adentraba entre los árboles del lugar.
 
—Espero que no nos perdamos esta vez. —bromeó Sungjae, molestándolo un poco.
 
—No seas bobo. Ya no me voy a perder, lo prometo. —murmuró frunciendo el ceño y abultando los labios, a modo de respuesta, con un ligero tono de niño infantil—. Ya no falta mucho. 
 
A medida que caminaban, el sol se iba ocultando más y la oscuridad se iba haciendo más presente, lo que preocupaba un poco al mayor, pues no conocía del todo bien aquel lugar. No obstante, aquella oscuridad era precisamente por lo que el menor había tardado algunos minutos más en llevarlo a ese sitio, pues la sorpresa que le tenía preparada solo podría ser apreciada de ese modo. Llegaron a un claro en el bosque y TaeHyung no dejó de caminar hasta que ambos estuvieron de pie en medio de este. Se paró frente a Sungjae, con las manos entrelazadas tras su espalda, y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Él igualmente sonrió, aunque aún no entendía bien el motivo de todo aquello. Aún así, estaba feliz por la vista tan agradable de todo a su alrededor.
 
—Es un bonito lugar, enano. —murmuró al tiempo que revolvía los cabellos del más bajo frente a sí.
 
—Espérame aquí. —dijo entre pequeñas risitas al saber que aquello no era todo lo que tenía preparado en realidad, a la vez que se apartaba del adverso, aunque aún sin perderse de su vista. 
 
El mayor se angustió un poco, pues estaba oscuro y no quería que su pequeño novio se apartase tanto de él; sin embargo, se tranquilizó al ver que no iría tan lejos. Mientras, TaeHyung se inclinó frente a unos arbustos, y con sus manos comenzó a moverlos. Repitió aquella misma acción por los arbustos y césped más cercanos que estaban alrededor de ellos y fue entonces cuando la magia comenzó. De aquella flora comenzaron a salir bastantes pequeños insectos, inofensivos y brillantes, que desprendían una luz propia, tal y como si fuesen estrellas. 
 
http://www.bonsaisgigantes.net/zen/wp-content/uploads/2012/07/bosque-luciernagas.jpg
 
TaeHyung volvió casi corriendo con el mayor y observó con una amplia sonrisa todo aquello a su alrededor. El espectáculo era increíble; todo en torno a ellos estaba iluminado y parecía sacado de cuento de hadas. Sungjae lucía atónito, y sinceramente no sabía qué decir, y entonces, ambas miradas volvieron a conectarse. 
 
—¿Te gusta? Hace tiempo quería poder ver algo así contigo... Pareciera que estamos en las estrellas. —dijo TaeHyung emocionado, con un toque de ilusión en lo que decía, pues realmente esperaba que aquella pequeña sorpresa le gustase al contrario.
 
—Tae, es... es precioso. —respondió él, sin saber las palabras adecuadas para describir lo increíble que era todo aquello.
 
—Ya no sería beso bajo las estrellas, sino 'entre' las estrellas. —murmuró el menor, haciendo un pequeño énfasis en la palabra que hacia aún más especial la frase que recitaba.
 
Entonces, Sungjae sonrió, tomó al más bajo de las mejillas y acercó su rostro al impropio, depositando un suave y tierno beso en aquellos dulces labios que tanto le encantaba degustar. No quiso que aquella unión durase poco, por lo que extendió lo mas que pudo los segundos en los que ese prolongado beso seguía en pie, y no fue que se apartaron hasta que ambos agotaron sus reservas de oxígeno en sus pulmones. Se separaron mínimamente, aún rozando sus labios y no dejaron de sonreír ni mirarse a los ojos.
 
—Te amo. —susurró Sungjae, sintiendo su corazón palpitar con fuerza contra su pecho.
 
—Y yo a ti, te amo. Infinito y mucho más.
 
—Feliz aniversario, princesa.
 
—Feliz aniversario, mi príncipe... 

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