A veces la extraño tanto que no paro de llorar. Siento que el aire está de más sin ella. No me acostumbré nunca a vivir sola en esa casa. Era inmensa y todo me hacía recordarla. La cama vacía, la cocina sin el olor a la comida americana que con tanto cariño aprendió a cocinar. No oírla cantar ni tararear esa canción que alguna vez me dedicó de los Backstreet Boys.

-I don’t care who you are… where you’re from… Don’t care what you did… As long as you love me…

-Mi amor, ¿crees que deba vestirme así para esta noche?

-Deja… ¡Dios mío, estás desnuda!-gritó a carcajadas.

-Es mi disfraz de Eva, nena.-me acerqué a ella.

-No, Wen. Prohibido vestirte así.-me abrazó.-Ese disfraz te lo pones cuando lleguemos a casa.

-¿No me dejarás salir así?-le pregunté insinuándome.

-No. Soy egoísta con este cuerpecito que Dios me dio.-me beso.-Aparte, se me acaba de antojar…-levantó su perfecta ceja izquierda.

-¡Dios! ¿Arriba?

-¡Ahora!

Sí, era ardiente cuando se lo proponía. Eufórica y descontrolada. Hiperactiva y a veces actuaba como una niña. Como la vez que se sentó en las piernas de Santa, apenas lo vio y gritó “¡Santa, Santa!” por el centro comercial. Le pidió sus regalos para esa navidad. Me miró sonriente y le dijo algo al oído. Algo sobre mí, porque el hombre me miró de inmediato y me dedicó una sonrisa. Luego Joohyun comenzó a hablar de muñecas, vestidos y una corona y alitas.

-¿Todo eso?-le preguntó el caballero.- ¿Para ti solita?

-¡No! ¡Nada es para mí!-él y yo la miramos extrañado.-Las muñecas para mis dos sobrinas y los vestidos para mi hermana y mi cuñada.

-¿Y la corona y las alitas?-me miró con los ojos brillantes. Me sonrió y concluyó.-La corona es para mi princesa y las alas para volar siempre junto a ella.

Como ya mencioné, vivir en esa casa era una tortura. Todo era ella. No quería olvidarla, pero tampoco recordarla. Quería tenerla, verla, sentirla, tocarla, besarla, escucharla… Llegué a pedir simplemente poder tocarla en mis sueños. Poder hablarle… Recordarle que la amo y decirle que me hace falta.

A veces cuando me acuerdo de ella me dan ganas de irme a su lado, sea cual sea el medio. Lo único que quiero es verla otra vez. Pero otras veces y, en su mayoría es así, me dan ganas de seguir luchando por su causa. Lo que me encomendó: “No dejes que nadie más pase por lo mío y por lo tuyo. Ayuda a cuantos puedas”. Yo sabía que lo que le prometí era lo que me seguía manteniendo con vida.

Cuando sueño con ella, me dice cosas como: “Sigue así”, “Eres increíble”, “Te amo más que nunca” y “Donde estoy, estoy bien. No te preocupes por mí. Preocúpate de quienes necesitan de tu preocupación. Yo voy a estar esperándote, mi amor. Te amo”.

Seulgi me recomendó vivir en mi antiguo departamento y vender la casa. No le hice caso. No podía vender la casa. ¡Era nuestra casa! Pero sí, me fui al departamento pero solo por un mes. Me ahogaba ese espacioso lugar, tan escaso de encuentros con ella. Solo tengo dos en ese lugar: cuando la tuve completamente mía, presentándose solo con un abrigo en mi puerta y la celebración de nuestro segundo año juntas. Fue increíble. El único año celebrado ahí. 

Aun me siento sola rodeada de gente. Nadie llena lo que Joohyun dejó. Nadie lo hará nunca.

Ni ella ni yo queríamos decirle a su familia. Le conté que Seulgi lo sabía. Pensé que me regañaría, que se enfadaría o algo, pero no. Se acercó a mí, me besó y lloró. Le dije que no lo hiciera, pero no podía calmarla. A veces lloraba tanto que se desmayaba. Temblaba entera. La senté y le di un vaso de agua. Me dolía el alma verla así.

-¡No quiero morir, Seunghwan! ¡Tampoco quiero que la gente sienta lástima de mí!

-Joohyun, por favor. Nadie va a sentir lástima. Nadie lo sabe. Solo Seulgi.

-Lo siento, cielo.-comenzó a llorar.-Lo siento por hacerte pasar por este tipo de cosas. Disculpa…

-Cállate.-me arrodillé frente a ella, apoyando mi frente con la suya.-Si vuelves a pedirme perdón o decirme todo eso, te juro con el dolor de mi alma que me voy a enfadar.

-Wen…

-No, Joohyun. Si estoy contigo es porque te amo. No por obligación. Si vuelves a creer que me molestas, que no quiero hacerlo o cualquiera sea la razón, y me pides perdón, voy a creer que no quieres que lo haga.

-No es eso…

-¡¿Qué es!?

-Ya no haces nada, las mismas cosas. No sales, no tocas saxofón ni guitarra, no…

-¡No lo hago porque no quiero hacerlo! ¡Quiero estar contigo todo el tiempo!

-¡El tiempo que me queda!-se levantó llorando angustiosamente y se encerró en la pieza.

No podía soportarlo. Tenía razón. Quería estar con ella al cien por ciento. Aprovechar y hacerla lo más feliz que pudiera, pero se deprimía de tal forma que… que hacía que odiara todo.

Esa vez me fui al estudio a llorar. Boté todo del escritorio. Menos una foto. La primera que nos sacamos, cuando nos dijeron que debutaríamos juntas en un grupo llamado “Red Velvet”. Y mirándola, me di cuenta que los mejores momentos de mi vida fueron todos junto a ella. Seguía llorando por un largo rato. Pensé en los futuros días que se venían sin ellas y en las futuras y frías noches de soledad que me esperaban. Cuando me levanté, dispuesta a hablarle, estaba delante de mí. Sonriente y con los ojos llorosos. Le pregunté que si le sucedía algo. Negó con la cabeza. Que si se sentía mal. Volvió a hacerlo. Le dije, sin tocarla aun, que nos fuéramos a Estados Unidos o Europa, que allí los tratamientos eran más efectos, que la medicina era mucho mejor allá. Me besó y me secó las lágrimas.

-No quiero tratamientos. No hay vuelta atrás. Lo único que quiero es estar contigo. Quiero viajar y volver a recorrer el mundo a tu lado. Solo contigo. Te juro que me tomaré las malditas pastillas todos los días, y que mi ánimo mejorará. Y acabo de llamar a Seulgi. Voy a hablar con ella.

-Pero Joohyun…-le contesté confundida.

-No te preocupes.-me abrazó.-Vendrá en una hora y treinta más.-se quitó la blusa.-No puedo soportar tenerte sin tocarte.

Y en la mesa de mi estudio, en la misma que nos juramos amor eterno, justo después de que mi amiga nos “enmatrimoniara”, hicimos el amor. Ambas llorábamos de lo feliz que nos hacíamos. No había mejor forma de olvidarnos de todos y mandar todo al demonio, que sentirla venirse en mis brazos e irme en los suyos.