Capítulo 1 - Where the streets have no name.

Acid Rain [Spanish Ver.]

El cielo estaba plagado de nubes de diversas formas y de diferentes colores; unas lucían un impoluto blanco mientras que otras parecían haberse manchado y presumían de un tono más grisáceo; algunos rayos de sol se filtraban entre esta maraña de trocitos de algodón que se repartían por el cielo; un día interesantehabría dicho ella.

Con paso decidido, Lee Mi-Young, caminaba por entre los árboles del bosque Saneum. Cada rincón de aquel lugar la fascinaba, desde lo más simple a lo más espléndido. Quería aprovechar aquel día interesante para tomar algunas instantáneas que tiempo atrás había imaginado. La fotografía era su pasión, no existía nada en el mundo que la emocionase como aquello. Es como magia” afirmaba ella con los ojos brillantes cuando hablaba del tema. No salía de casa sin su cámara y la mayor parte de sus ahorros iban destinados a la compra de nuevo material para tan apasionante hobbie. Miles y miles de momentos habían sido capturados por la lente de aquella joven de cabello del color del trigo. Indudablemente poseía talento aunque ella siempre negaba y agachaba la cabeza cuando alguien se lo decía. Era una chica artística, y no solo como fotógrafa: amaba también el dibujo, la danza, la escritura y la música, y dedicaba bastante tiempo a estas actividades.

Sus pasos alegres resonaban al golpear con energía las maderas del hermosísimo paseo de aquel bosque. No tardaban mucho en detenerse, pues en seguida encontraba un nuevo rincón digno de ser fotografiado. Cambio de objetivo, mirada a través del visor, click, click y el momento quedaba inmortalizado para siempre. En muchas ocasiones, por no decir la mayoría, tan solo ella veía esas imágenes, esos instantes congelados para siempre que con tanto cariño y dedicación capturaba. El proceso era simple: se movía a la zona que le interesaba retratar, tomaba cientos de fotografías, por la noche seleccionaba las imágenes que ella consideraba mejores, las editaba, las imprimía y las archivaba en carpetas en cuyo lomo escribía con una hermosa y elegante caligrafía la fecha y el lugar en que aquellas pequeñas obras de arte habían sido tomadas.

Estaba concentrada, manipulando aquel carísimo objetivo que tanto le había costado conseguir, debía fotografiar a aquella exótica mariposa, en aquel momento ninguna otra cosa ocupaba su cabeza más que aquella toma. Tenía el cuerpo apoyado en aquel pasamanos de madera que impedía el paso directo al bosque, con dificultad mantenía el equilibrio, un soplo de aire con cierta intensidad podría haberla hecho caer. “¡Ya está!” exclamó feliz echándose de un salto hacia atrás cuando al fin había conseguido tomar la ansiada fotografía. Fue entonces cuando él,  que haría cambiar su vida para siempre, apareció. El cuerpo de Mi-Young colisionó con violencia contra algo provocando que la chica saliese despedida hacia delante y cayese al suelo. Durante algunos instantes se sintió confusa, cuando al fin reaccionó giró la cabeza en busca del culpable de su caída. Entonces lo vio; era alto y esbelto, y su porte desprendía elegancia a la par que cierta arrogancia, el traje que llevaba puesto aportaba a su figura un cierto matiz que inspiraba respeto, su cabello tenía un color muy próximo al de ella, y su rostro poseía unos rasgos de una belleza indescriptible. Varios segundos tardó Mi-Young en reaccionar ante tan hermosa visión, aquel chico con el que había chocado poseía un encanto casi inhumano, que el mismísimo Apolo habría envidiado.

-¿Estás bien? –Preguntó el muchacho extendiendo su mano para ayudar a la chica.

-Sí, disculpa por el golpe. –Contestó ella aún maravillada por lo presencia de aquel dios de cabellos de oro. Aceptó la ayuda, sintiendo el gélido contacto de la piel del muchacho. Un escalofrío recorrió su cuerpo, que aún estaba dolorido a causa de la caída. –Gracias –Musitó de forma casi inaudible.

El dios contestó con una mera sonrisa, efímera pero que poblaría los pensamientos, los sueños y los dibujos de Mi-Young durante mucho tiempo. Entonces aquella deidad de áurea cabellera echó a andar, dando la espalda a la chica que aún se deleitaba con aquella visión sobrehumana.

-Espera…-Dijo con la mirada clavada en el suelo - ¿Pu-puedo fotografiarte? -Preguntó avergonzada.

Él se giró y la miró con expresión de sorpresa, nunca le habían pedido algo como aquello. No tenía mucho tiempo, pero aquella señorita de mirada profunda le había agradado por lo que, con una nueva sonrisa algo arrogante, hizo feliz a Mi-Young con un suave que consiguió que el rostro de la joven del pelo de trigo se iluminase.

-¡Gracias! –Exclamó atreviéndose, esta vez sí, a mirar al dios directamente a los ojos.

La divinidad de elegante presencia, guiado por las indicaciones de la emocionada joven, se apoyó en uno de los pasamanos de madera, primero perdió la vista en el paseo de tablones de leño, después, con una expresión de completa arrogancia, dirigió una mirada profunda y embaucadora a Mi-Young que se deleitaba con tan soberbias fotografías. Los click no cesaban, quería captar cada detalle, cada expresión, toda la esencia de aquella criatura sobrenatural que había encontrado de pura casualidad. De repente la chica notó como el dios de áureo cabello comenzó a inquietarse. Toda la seguridad que él exhibía en todo momento pareció desvanecerse durante unos instantes.

-Perdona, princesa, -empezó a decir lanzando un par de miradas nerviosas a su derecha –debo irme. Espero volver a verte.

Echó a andar ligero, sin dejar a la chica despedirse ni siquiera, después de unos diez pasos aproximadamente, el dios se giró, rozó sus labios con la punta de los dedos y con la misma gallardía que había demostrado hasta el momento, lanzó un beso a la hechizada joven. Tras esto echó a correr, perdiéndose por aquel largo paseo de madera y dejando a la muchacha de mirada infinita con la incertidumbre de si volvería a verlo.

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