Nada, inspirar, expirar, inspirar, expirar. Ya no me queda nada, solo vacío.

El tiempo pasa, horas, minutos, segundos pasan. Pero ya no me doy cuenta, es igual, ya no importa, nada importa.

Las piedras del suelo se me clavan, están frías, antes no las sentía, no sentía nada.

Estoy esperando algo, pero no llega. ¿Dónde estas muerte?

Tengo la espalda apoyada contra un muro, la hierba brota rebelde contra el asfalto de la acera, la gente pasa andando, cada persona en su propio mundo.

Yo también tenía el mió, pero no merece la pena hablar del pasado, yo ya no soy nadie.

Sin embargo los observo, pero ellos no me miran. No notan mi presencia, han desarrollado la capacidad de solo pensar en ellos mismos y no mirar alrededor.

Pasa más tiempo, lo noto por la luz que oscurece. ¿Dónde estas muerte?

Oigo un leve susurro, algo húmedo cae sobre mi cara, gota por gota intenta limpiar mi cuerpo y alma. Su olor me trae recuerdos, abro los ojos, lluvia.

Las personas que antes andaban tranquilas, ahora  huyen de la lluvia, como si quemase.

Pero yo no me muevo, las gotas recorren mi cuerpo y mojan mi cabello. Alguien se para enfrente mió, me mira, lo noto.

Es joven, alto, melena castaña y despeinada, sus ojos son de color avellana y reflejan mi rostro.

Me dice algo, sus labios se mueven, pero no escucho, la lluvia es lo único que puedo escuchar.

Vuelvo a mirar sus ojos, están confundidos. Se me acerca:

• ¿…..bien? ¿Hola? ¿Estás bien?

Su voz suena preocupada, me agarra de la mano y me coge en brazos. Al sentir mi cuerpo en movimiento, mi vista se nubla y luego se tiñe de negro mientras pierdo el conocimiento. ¿Por qué no me dejas morir? ¿Dónde estás muerte?